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Amar, querer, desear, cuidar, sentir(nos)… CON LOCURA/ Marta Plaza

Imagen por @ereislas. Carboncillo sobre papel. Varias piernas entrelazadas en lo que parece ser una cama, envueltas en una sábana blanca.

Por Marta Plaza

Hace algo menos de un año participé junto a una de mis compañeras de InsPIRADAS, (colectivo madrileño de mujeres feministas locas, psiquiatrizadas o que convivimos con experiencias inusuales y/o sufrimiento psíquico de cierta intensidad) en una sesión de un curso sobre Amores Subversivos que tuvo lugar en la también madrileña librería Traficantes de Sueños. Aquella sesión la llamamos Amar(nos) y cuidar(nos) con locura. Puede escucharse online aquí, y también es posible acceder aquí al audio del resto de sesiones de este curso de Amores Subversivos.

También en el mes de marzo del pasado año, escribía esto tras una noche compartida durmiendo con dos amigos/amores/vecinos/vínculos/compañeros, una noche que me removía justo la carencia de lo que no hay, por encima de la abundancia de lo mucho que hay en ese vínculo de múltiples caras que nos une. Estas fueron las palabras que encontré entonces y con las que respondía a un reto de escritura a la vez que me podía contar un poco de lo que (no) sucedió aquella noche:

“Cuando tras aquellos días
de tanta intensidad
por fin dormimos juntos,
no pude conciliar el sueño
en toda la noche.
Mi corazón
desbordado de emociones
me mantuvo despierta
con su latido ensordecedor.
Fue el único participante,
a la vez ganador y perdedor,
de una carrera insomne,
acelerada
y a todo volumen”.

Empiezo desde estas dos vivencias de un año atrás porque creo que hablan bien de dónde y cómo estaba entonces y de cómo mi pensamiento está en continua evolución, y con él el discurso y las prácticas que voy ejerciendo. Esta evolución es algo que me (¿nos?) caracteriza; y no creo que tenga que ver con mi locura, mi discapacidad ni mis diagnósticos, sino con mi trabajo mirándome dentro y poniendo palabras a mis sensaciones, deseos, sentimientos… Y también aceptando que normalmente mi discurso va por delante de lo que consigo hacer con mi práctica, y que no pasa nada porque sea así mientras tampoco lo olvide, y sea consciente de que mi discurso marca hacia dónde quiero ir (no lo ya alcanzado), como esa utopía que nos ayuda a seguir caminando hacia ella.

Como mujer psiquiatrizada, como loca, soy una persona que a menudo ha visto utilizado su diagnóstico, su locura, para desproverme de voz, legitimidad, credibilidad. También para que otras personas a las que su profesión y formación en salud mental hacían supuestas “expertas” en mí, mi cuerpo, mente y necesidades… pudieran tomar decisiones por mí, sobre mí. A menudo, en mi vivencia, CONTRA mí. Mis diagnósticos, síntomas, locuras… han sido también consignadas oficialmente en un certificado de discapacidad (la que hoy se denomina discapacidad psicosocial y va asociada a esos problemas de salud mental que nuestra sociedad cuerdista no incluye en su funcionamiento normativo ni en sus exigencias de productividad capitalista y de felicidad 24/7).

Como psiquiatrizada, como mujer loca, he tenido profesionales que me han indicado en consulta que tenía que tener más relaciones sexuales con mi pareja aunque no me apetecieran (entre otras cosas por los efectos secundarios de la medicación impuesta que me habían pautado). Que yo bien podría hacer un poder, hacer un esfuerzo para acostarnos juntos, que él (mi pareja) tendría sus necesidades (y en el subtexto obvio, estas primaban por encima de las mías). Otros escenarios, como bajar o retirar esa medicación que tenía esos efectos secundarios; o el escenario de no tener relaciones sexuales una temporada y que aún así mi chico quisiera estar conmigo (o el de que fuera preferible dejar esa relación si hubiera supuesto incluir relaciones sexuales sin que mi deseo o ausencia del mismo tuviera ninguna importancia)… no parecían contemplarse desde esas miradas con bata blanca. En aquel momento ese rol para mí aún era un referente, aún no había encontrado cómo defenderme de su discurso (él/ellos sabían mejor que yo lo que me vendría bien, al fin y al cabo, yo no pensaba lógico, no me sentía lúcida, tenía tanto dolor dentro que cómo acertar así). Me costó tiempo ver que esta desautorización continua de mis palabras, de mi vivencia, de mi deseo o no-deseo, era una más de las enormes violencias que ejerce el sistema psiquiátrico con el beneplácito de la sociedad, las instituciones, casi siempre las familias y con demasiada frecuencia también nuestros entornos afectivos, vínculos y familias elegidas, si no han hecho también un proceso de mirar con ojo crítico el psistema y sus tentáculos, dogmas, agresiones. Me costó demasiado tiempo (cuántas veces resuena en mi cabeza que llegué tarde a mi propia autodefensa) ese proceso de andar un camino que por suerte no tuve que hacer sola (sola no puedes, con tu gente sí). Llegar a ver nítido que las violencias del patriarcado juegan en alianza con las del sistema psiquiátrico (y las del capitalista, claro), todos pilares sosteniéndose entre sí y a la vez sosteniendo este mundo hostil que nos daña y excluye.

Algunos avances en la búsqueda de mí misma, como loca, como psiquiatrizada, como mujer, también han ido en paralelo a otras formas de entender la sexualidad, las relaciones, los amores y vínculos. En mi proceso relacionado con mi salud mental, me resultó útil desprenderme de la etiqueta de “enfermedad mental” (aquí hay gente que me lleva delantera y tampoco utiliza entonces la de salud mental, como opuesta a ese concepto en el que no creemos, y aunque la idea “salud mental” a mí aún me sirve… quién sabe más adelante). También fue un avance desprenderme bastante de las etiquetas diagnósticas recibidas en mi vida. Me hace bien saber mis fortalezas, mis dificultades, qué me sienta bien, para qué necesito ayuda y cómo pedirla… pero nada de eso es lo que se viene trabajando en la psicoeducación de este sistema psiquiátrico donde identificarte lo más posible con la etiqueta diagnóstica asignada (adquirir la sacrosanta “conciencia de enfermedad”) es un paso irrenunciable. Desde el activismo loco se batalla a menudo contra ese ser etiquetados que vivimos tantos de nosotros, con etiquetas que pretenden definitorias y definitivas, crónicas, de por vida. Una de las pancartas del primer Día del Orgullo Loco en mi ciudad lo decía en clave de humor (qué bien el humor que siempre nos salva): tenemos más etiquetas que las tiendas de ropa.

En paralelo a este desprendimiento de etiquetas diagnósticas, me empezaron a sobrar un poco o empecé a mezclar las etiquetas para los distintos vínculos. Estas etiquetas con las que social y emocionalmente categorizamos a nuestros vínculos, con lo que ya no son amigos/amores/vecinos/compañeros/familia, todo a la vez y mezclado; sino que parece que debamos elegir entre ellas, y además asumir las distintas jerarquías, expectativas e intensidades que son propias de cada una de las categorías. La etiqueta “amiga” no es la misma que la etiqueta “pareja”, que es distinta de la etiqueta “familia”, a su vez distinta de la de “colega del curro”, que es distinta de la de “vecina”, también distinta de la de “compañera de activismo o militancia”, distintas todas de la de “amante”. Y según cambias de etiqueta, cambias los cuidados esperados, el compromiso ofrecido, las actividades compartidas, las actividades compartidas, lo que se debe y no hacer. Todo según lo marcado socialmente por nosesabequién, desde luego externo a nuestras ideas y corazones, aunque tanto nos acabe permeando también y asentándosenos dentro.

A mí me empezó a pasar que igual que las etiquetas diagnósticas me habían dejado de servir tiempo atrás, cada vez tengo por dentro más mezcladas las etiquetas que llevan mis distintos vínculos. Les pienso (os pienso, si lo estáis leyendo algune) cada vez más con palabras como esa, la de vínculos; también pienso y me doy permiso para usar cada vez más la palabra amores y sentirla y decirla así. Cierto que desde mi proceso personal de en principio retirada y actualmente solo bajada de psicofármacos (tras más de 20 años con muchísima sobremedicación psiquiátrica), volví a sentir con una intensidad grandísima que apenas recordaba. Y siento que estoy muy enamorada de mi chico, con quien comparto casa, risas, recuerdos, cama, cuidados, redes, futuros utópicos pero en marcha por construir, complicidades, pieles, sudores, bailes y gemidos, y un plan de vida compartido (y más cosas, seguro). Pero este amor tangible, cierto, palpable, intensísimo, no hace que en mi intensidad gigante o en este dejarme llevar sin etiquetarlo todo y sin demasiados juicios, no me sienta también enamorada de otras compañeras con quien comparto ganas de construir mundos nuevos y de nuevo, más cosas también, seguro. La propia red que me sostiene y en la que nos sostenemos juntes es una red preciosa y amorosísima en la que la base son los afectos y los cuidados, y si me sale “amores” cuando pienso en una palabra que las nombra, me gusta decírmela así y poder decírsela así a ellas, a ellos.

Como otra de las patas de este proceso múltiple y caleidoscópico en continua evolución, también el concepto mismo de sexualidad se me mueve, muta y cambia dentro. Estoy viviéndolo como un camino lento, porque aquí aún noto bastante peso social que me hace menos fluidos los pasos. Pero de alguna manera, mi proceso para encontrarme (también en mi cuerpo y en mi piel; esta misma piel que rasgué en momentos de gran angustia, este cuerpo que sentí cárcel tantos años) avanza también deshaciendo mi idea previa de sexualidad, en este caso difuminando sus fronteras, ampliándolas. Quizá empezó como defensa ante ese supuestamente inadecuado “ser poco sexual” que me devolvían en consulta, ese tener pocas relaciones según baremos ajenos en los que seguimos buscando nuestro reflejo (¿seré normal o en esto tampoco? ¿y acaso quiero serlo? ¿por qué debería?) Pero hace ya un tiempito en que siento que empiezo a navegar un espacio que me gusta, en el que me encuentro cómoda, y en el que estoy ampliando mi concepto de sexualidad a las situaciones de intimidad compartidas con otras personas de confianza, especialmente si implican desnudeces pero no solo, y en las que siento/sentimos además placer físico.

Una tarde en el sofá en la que mientras vemos una película tres de estos vínculos/amores a los que les corresponderían distintas etiquetas relacionales formalmente, y en la que mientras seguimos la peli estamos todas haciéndonos cosquillitas suaves suaves en los brazos o piernas, en un tren de cuidados placenteros desde una confianza no fácil de tener con cualquiera y en la que todo el mundo es acariciado y acaricia…

Una noche en la que nos dormimos cuatro en una cama gigante, abrazados unos a otros, acariciándonos el pelo, oliéndonos, sintiendo la calidez de los cuerpos…

Una sobremesa en la que mi chico y yo, desnudos en la cama de nuestro cuarto, nos acariciamos y cosquilleamos sin pretender llegar obligatoriamente a orgasmos, penetraciones, pero qué bien esas caricias, ya acaben después en clímax para mí, para él, para ambos; o en que él vaya entrecerrando sus ojitos sonrientes y se quede dormido mientras yo le leo cuentos sin dejar de acariciar su pelo en mi regazo.

Un momento de baile, otro de susurrarnos en el oído, otro de masajes con más o menos ropa, otro de colchonear en un viaje y sentir la excitación en el corazón acelerado y la humedad entre las piernas, y que sea perfecto así, que se quedé así y ahí, sin más (¡ni menos!), y que sigamos recordándolo en conversaciones posteriores y el verbo colchonear quede instaurado tan tan bonito y le busquemos en el calendario grupal fechas para repetir.

Hablar de tríos que nunca acaban produciéndose, pero poder verbalizar que en ti habita un deseo sexual por algunas personas que no lo comparten así, o no ese mismo, pero con las que sí hay un cariño y amor y cuidados gigantes. Que ese hablar poniendo sobre la mesa esa parte no correspondida no sea un tabú a silenciar ni una carga ni un muro que se levante entre medias, que hasta pueda ser risas a sumar a las complicidades que sí hay.

Poder compartir estos sentires con mi gente más cercana y que no haya burlas ni juicios ni paternalismos, ni ofensas ni miedos ni traiciones. Poder disfrutar de la abundancia de tantos quereres, de tantos cariños, mimos, caricias, risas, bailes, pieles, orgasmos, cuerpos, cosquillas, olores… Ser consciente de que alguna vez, como aquella noche tras la que escribí el relato cortito que os compartía en el inicio del texto, también me podré quedar un poco atrapada en mi sensación de carencia. Que desde la abundancia de todo lo que sí compartimos, en ese momento lo que me pese sea lo poquito no compartido contigo, o con ellos, o con ellas. Mirando más hacia ese otro concepto de sexualidad que se utiliza socialmente y del que yo digo querer desprenderme pero a veces se me clava su ausencia una noche de marzo.

También me sigue pasando que a veces me encuentre ubicando en el calendario esa noche que sí tuvimos sexo como socialmente se suele entender, con sus orgasmos, con su todo… (el todo del que otros hablan, no mi ni nuestro todo) para entrar a baremar de nuevo. Y ya no hace falta que me lo digan en consulta, me basto para juzgarme conmigo misma y con el peso social y las frases de sábado sabadete como número mínimo de encuentros sexuales necesarios para una sexualidad óptima (¿para quién?) Y desde ahí sí me duelo y entro a pensar si soy o no buena pareja, si tiene nuestra relación la chispa adecuada, si lo que tenemos es suficiente (de nuevo, ¿PARA QUIÉN?, ya gritaría). Cada vez me pasa menos, pero es verdad que de esto cuesta despegarse, y aquí sí me aplasta aún ese peso social, hasta dentro de grupos de amigas, en viñetas feministas, en cada todopresente meme sobre Satisfyers -que yo no quiero ni probar-. Ahí me vuelve un poco el peso y señalamiento de no ser normal, tía-a-ti-te-pasa-algo-será-un-trauma-por-qué-no-pruebas.

Así que aquí estamos yo y mis contradicciones: abandonando la expresión enfermedad mental hace ya años pero sí utilizando la de salud mental; deshaciéndome de etiquetas relacionales mientras sigo usando “mi chico” para mi chico; ampliando sexualidades pero también viendo si en estándares ajenos alcanzamos los números adecuados; disfrutando de las intimidades, complicidades y nuevas excitaciones que construimos, pero pocas veces compartiendo esta visión así públicamente; recreándome en la abundancia de cosas bonitas compartidas con mis vínculos/amigues/amores/vecines/compañeras… y a la vez alguna noche pesándome la carencia concreta de una piel o un susurro aquí o allá.

Y en este proceso con sus contradicciones, voy también encontrándome yo, encontrándome a gusto conmigo y con mis vínculos (y qué paz me da esto). Y, por qué no, va también gustándome mi manera de amar y amarnos con locura, de querer y querernos con locura, desear y desearnos con locura, cuidar y cuidarnos con locura, de sentir y sentirnos con locura, y gozar y gozarnos con locura.

Marta Plaza (@Gacela1980 en Twitter)

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Marta Plaza (Madrid, 1980). Activista loca y de lo que me llene, pensando y practicando sobre cuidados colectivos, tejer redes y crear comunidad como única forma de poder sobrevivir en este mundo hostil. He escrito en la revista Pikara Magazine y soy autora del capítulo “Pacientes psiquiátricas que (por fin) perdimos la paciencia” en el libro “Feminismos. Miradas desde la diversidad”. Para el capitalismo soy improductiva, inactiva e incapaz, pero todo bien.

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Diarios de una sorda/Enory García

Sexualidad #1 Quiero oír también

Por Enory García

 

 

Descripción de imagen:

Cómic en tinta sobre papel bond blanco en seis cuadros formados en tres columnas.

Primer cuadro: Un hombre y una mujer jóvenes se besan desnudos. Él se encuentra del lado izquierdo, ella del lado derecho.

Segundo cuadro: Acercamiento a una lámpara, la cual es apagada. Click.

Tercer cuadro: Un cuadro negro con onomatopeyas de gemidos de hombre del lado izquierdo. Un signo de interrogación rosa del lado derecho.

Cuarto cuadro: Se ve de nuevo el acercamiento de la lámpara, una mano prende la luz de la misma.

Quinto cuadro: Se ven de nuevo los dos jóvenes, él parece ligeramente desconcertado, ella, apenada, se pone su aparato auditivo.

Sexto cuadro: De fondo una cama revuelta. Se escuchan gemidos de los dos.

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Enory García. Tengo discapacidad auditiva, soy Diseñadora de la Comunicación Gráfica, egresada de la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco de 2015 a 2019. Empecé a  ejercer en el área de Ilustración, comenzando a trabajar en ilustraciones tradicionales para cuentos infantiles usando técnicas de acrílico, acuarela, trabajé con Mónica Castillo Olivares en su libro “Lobita”. En 2019 empiezo a crecer como ilustradora, creando mi propia página de Facebook como “Diario de una Sorda” y creando tiras cómicas que se comunican a través de las manos llamado lengua de señas, dirigido para todo público que tenga interés por la Lengua de Señas Mexicanas, así como la inclusión, el conocimiento de la cultura sorda y la no discriminación para la gente con discapacidad auditiva.

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Foto[Zine] pornomaternal-tullido/ Diana Olalde y Vino Tirano

Imagen: Fotografía de la portada y el origami del Foto[Zine] pornomaternal-tullido* «Historia de un delito con música de fondo», hecho por Diana Olalde y Vino Tirano.

Por Diana Olalde y Vino Tirano

*Pueden pedir el Foto[Zine]
escribiendo al correo: rompecabezasmx@gmail.com

Cartas a la editorial

Ciudad de México, a 10 de mayo del 2020.

Queridas editoras de Hysteria!:

Les hacemos llegar nuestro escrito con el deseo de que lo tomen en cuenta para el número especial de su revista “Desbordando el deseo: sexo y carnalidades fuera de la norma”. Somos conscientes de que la convocatoria cerró hace unos días, mas hemos tenido semanas agitadas y movidas en medio del periodo excepcional que vivimos como causa de la pandemia. Sumado a lo anterior, se nos vino encima una temporada de festejos consecutivos que ocasionaron que aprovecháramos el contexto de encierro obligatorio y nos diéramos un encerrón para celebrar la vida por medio del sexo, la charla y el apapacho.

              El encerrón ha sido un maratón de sexo, conversaciones sobre las experiencias con las fragilidades de nuestros cuerpos, de los cuidados que se encuentran en los intersticios de la práctica carnal, de los cambios (tanto coroporales como identitarios) y tiempos, y en cómo todo esto nos atraviesa, determina y reconstruye constantemente. Los momentos de calma en esta montaña rusa de extasis y diálogos, los hemos aprovechado para recargar energía con algunos alimentos, marihuana, cerveza, café, pastelillos y una que otra lengüita de gato.

              El refugio desde el cual les escribimos, que tiene un mecanismo similar a El castillo vagabundo donde cada una de las puertas abre la posibilidad de visitar diferentes mundos, se ha convertido en un lugar de estudio e investigación que nos permite delinear y darle forma al proyecto pornográfico que estamos desarrollando. Parte del trabajo que hemos realizado en estos días, que queremos compartirles a las lectoras de Hysteria, se encuentra en la serie de ideas que exponemos a continuación:

  • Nuestro encuentro en el sexo (en la carnalidad y humedad) abrió posibilidades para explorar diversos temas, como la fragilidad, los cuidados, la maternidad, la discapacidad, entre otros, que nos atraviesan y definen.
  • Las experiencias con las pérdidas, los vacíos y la muerte, así como los acompañamientos en estos procesos.
  • Cada uno de nuestros encuentros sexuales, así como los laboratorios pornográficos que hemos realizado, son puntos de fuga para explorar, conocer y crear en torno al cuerpo en su cercanía con otros cuerpos, pero en particular con el de nosotras cuando estamos trenzadas, cachondas y disfrutando del sexo.
  • El sexo como espacio y práctica que nos permite sanar conjuntamente.
  • La presencia de Eros y Thanatos en cada acto sexual. El orgasmo nos permite experimentar una muerte (una pérdida) seguida de un renacer. En cada orgasmo le exprimimos algo renovable a la vida, es una energía que compartimos con quien(es) estemos en la acción sexual.

En estos momentos nos encontramos preparando la atmósfera adecuada para generar los laboratorios pornográficos que darán origen al segundo número de “Historia de un delito con música de fondo” Foto[Zine] pornomaternal-tullido. Seguimos con la misma consigna con la cual hicimos el primer número (Acá):

¡Fuimos a un hotel a coger!
Sí, los tullidos cogen.
Sí, las madres cogen.
Afectamos nuestros cuerpos al coger.
Deseamos afectar a otros cuerpos.
Lo imprimimos y queremos que sepan de nosotros.
Y claro, habrá mucha música de fondo.

            Con afectuoso cariño, se despiden de ustedes,

Diana Olalde y Vino Tirano.

P. D. No pretendemos construir una verdad absoluta en torno a la sexualidad, tampoco aspiramos a que nuestra propuesta sea del todo inclusiva en el formato que utilizamos: el fanzine. Somos conscientes de sus límites pero también de su potencial al ser un dispositivo de comunicación con una tradición contrahegémonica. Nuestra propuesta parte de lo lúdico, queremos divertirnos y compartir por medio del porno nuestras experiencias encarnadas en el sexo y con ello cuestionar las estructuras normativas con las que se impone una forma de pensar y practicar la sexualidad.

Laboratorios pornográficos 1 y 2. Selección de fotografías

Imagen: Historia de un delito I. Descripción: En la imagen se ve la parte superior de una cama en la que sobresale una cabecera con líneas verticales de diferentes grosores y tonalidades; las almohadas y las sabanas reflejan pliegues diferentes y aluden a que algo sucedió en ellas. Encima de éstas se encuentra descansando Tirano, se aprecia su cuerpo tatuado y desnudo, reposa su mano izquierda en su abdomen, sus dedos apuntan hacia su sexo peludo que envuelve a su verga flácida y brillosa y recae sobre su escroto. Las líneas de la cabecera son una metáfora de la forma de su cuerpo y él está en paralelo a ellas; de su cabeza sobresale una mata negra de cabellos largos que se despliegan en diferentes direcciones hacia su hombro izquierdo. La posición en la que se encuentra remite a la imagen de una serpiente de dos cabezas.
Imagen: Historia de un delito II. Descripción:  En blanco un baño, con su grifo metálico, un dispensador de jabón y un gran espejo rectangular que al fondo, a la derecha, exhibe un gran número 2 pintado en la pared y cubierto en parte por un juego erótico tubular. Toti, desnuda y en movimiento, desvía la mirada del espejo. Tirano asoma ligeramente, sobresale su mano que empuña un celular con el que observa sus senos grandes, caídos por la lactancia, en los que aprecia sus aureolas dilatadas; su abdomen menstruante e inflamado tiene una cicatriz horizontal que corona su pubis. Un espejo circular con brazo articulado a la pared mira a una ventana exterior.

“Historia de un delito con música de fondo”

Foto[Zine] pornomaternal-tullido

Audio descripción realizada por Octavio Garay para la performance-presentación del fanzine en agosto del 2019 (Acá):

“Un halo de luz, que me dicen que es blanco, corta por la mitad en la parte superior de la fotografía. Este halo baja formando un semicírculo hacia la derecha. Es un espejo. El reflejo muestra la imagen de dos cuerpos desnudos en segundo plano. El primer cuerpo, que está a la derecha de la foto, abraza un tubo vertical que nace de un asiento circular acojinado; su cuerpo desnudo está hincado con dirección asimétrica, su cabeza hacia la derecha, hombros a la izquierda y cadera hacia la derecha. Su mirada amorosa se dirige hacia un dispositivo móvil que es el que plasma la imagen. Apreciamos su cabello claro a la altura de los hombros, porta anteojos; se logra ver parte de su busto y de su pubis. En un plano intermedio aparece otro cuerpo desnudo de pie, cortado por el espejo y el haz de luz. También es un reflejo. Su cabeza partida por la mitad deja colgar su larga cabellera oscura y quebrada que se confunde con su tupida barba y bigote. Es un cuerpo decorado con tatuajes de diversos motivos con formas circulares arriba del pezón y onduladas en el antebrazo que se muestra abierto. Su muñeca, dividida por una pulsera, es el pivote de una torción de la mano. Solo alcanzamos a percibir la mirada que lanza a través de un ojo; su expresión es difícil de descifrar: es hierática. En el primer plano aparece de espaldas un cuerpo que origina uno de los reflejos. En la parte superior de la fotografía, cae como cascada la larga cabellera que muere a la altura de los omóplatos del lado derecho y a la altura de la espalda baja del lado izquierdo. Se perciben extremidades delgadas y sus nalgas que ladean el cuerpo hacia la izquierda de la foto. La iluminación en tonos rosados y tenues crea un ambiente de complicidad, intimidad y pasión”.

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Diana Olalde. Es artista de arte acción desde el 2001, a partir de ese año ha participado en festivales nacionales e internacionales de performance y video. Ha exhibido su trabajo en espacios académicos, independientes, museos, galerías y un par de cines porno. En 2015 comenzó una investigación sobre maternidad y vainilla (Serie de aire: desprenderse de la tierra al cielo) y en el 2018 su cuerpo maternante encontró empatía con el cuerpo en discapacidad por considerar a ambos cuerpos disidentes.

Vino Tirano. Nació en un cuerpo discapacitado. Es lector desde los doce, a los catorce se tatuó por primera vez y se puso su primera borrachera. Le gusta el ocio: lee, toma, de vez en cuando escribe, sale con sus amigos y genera complicidades con Diana. Cuando no está leyendo o borracho investiga temas sobre discapacidad en Latinoamérica. Desde 2006 desarrolla un proyecto de escritura que parte de su relación con la literatura, la enfermedad y la discapacidad; tres de sus ensayos se han publicación en revistas académicas.

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Visceralidad trans/ Freyja Palau

 

Anxiety. Fotografía de un espejo de tocador que reflejael rostro de una persona con los ojos ligeramente cerrados que parece que llora. El espejo se encuentra sobre una superficie negra.

Imagen y texto por Freyja Palau

Mira, lo de que expresarme para canalizar, entender o avanzar en la vida, ha sido algo que me ha caracterizado. Además todo ha sido de forma inconsciente. Crear es una necesidad, típico del “creador”, del “artista”. Así que por eso estoy escribiendo: algo que me encanta es expresarme con palabras. Es como un cara a cara conmigo misma y lo hago de forma visceral porque la que escribe es una trans reventada. Sé que lo soy, porque me sobreanalizo todo el tiempo, tanto que mis actividades diarias se ven reducidas debido a esto, y lo peor, es que me doy cuenta una vez que estoy enfangada hasta el cuello dentro del meollo. ¡Chica, qué pesada!. Además, el resto lo nota, y lo peor de todo, y de aquí parte este texto, el resto del mundo no son yo. Mis ideas están claras, o al menos cada día más. Pero la situación me muestra que, cuanto más claro tengo dichas ideas(debido a la intrínseca deconstrucción de la sociedad), más oscuro se ve. Llevamos unas tres semanas en cuarentena por el coronavirus. Tres semanas donde todo parece que penda de un hilo: padecer ansiedad, plantearse la vida, encontrarse con una misma, tener miedo, incertidumbre, desconfianza….etc. Tres semanas en las cuales siento mucha paz. ¿Por qué? Pues porque al fin veo que el resto del mundo heteronormativo, siente y vive cosas parecidas a las mías, y no solo eso, sino que lo exterioriza cual telenovela, cual Drama queen. Es lógico, son “neo” en esto de no tener rutinas y de carecer una vida física y mental “normales”. ¡Ay pobres! que ahora resulta que la rarita (trans) de turno siente paz. Paz la he sentido siempre, si alguna vez estuve en guerra fue por los demás, por los “neo no normies por covid 19”. Y sí, tengo que deciros que habéis hecho que yo esté en guerra constante conmigo misma, y eso es una movida muy tóxica. No lo uso como excusa, puesto que voy poniendo remedio a medida que avanza la vida y mi experiencia en ella. Pero es una realidad, salimos medio trastocadas y es nuestra responsabilidad como mujeres disidentes, poner remedio y estar en paz con el mundo que nos condena. En definitiva, es de masoca total, puesto que se reduce a mi dignidad como persona humana con identidad propia, contra el mundo, asi mismo. Somos, porque sabemos lo que no queremos ser, somos lo que nos han dicho que no estaba mal. Y así vivimos, sabiendo que somos lo que se espera, lo normal. Y eso si es lobby, eso si es convencer de falsa felicidad a la gente: hacerles creer que eso es lo que deben ser por gracia divina, gracia capitalista o gracia deshumanizadora, como una parte de la máquina social. Puede parecer que yo (y es, vaya) he sobrevivido a todo esto, pero en realidad, he sobrevivido a mí misma. Yo soy mi peor enemiga y mi obstáculo principal, porque lo terrenal tira hacia lo que me creí cuando yo estaba creciendo, pero lo intelectual vuela y ahí he querido siempre aferrarme. Aunque claro, lo intelectual se construye, deconstruye, evoluciona, analiza, corrige… etc. Y me dejo perder en todo esto, porque así vuelo yo también. Nena, que eso la gente no lo sabe porque lo “intelectual”, o, digamos, el mundo de las ideas, por no caer en elitismos, requiere de esfuerzo. Un esfuerzo, no por lo terrenal, sino para que eso cotidiano del día a día, produzca verdadera felicidad y conocimiento de causa, puesto que nos hemos aplicado, previamente, lo intelectual. ¡Y no veas el esfuerzo!

Pues chica, medalla de bronce en las olimpiadas intelectuales, soy una profesional, tantos años… en fin. ¿Y el resto qué? Claro, aquí entra el problemilla del que hablábamos principio. Al resto se lo han dado todo, en un mismo pack: lo terrenal y lo intelectual juntos, inseparables… es lo que hay y a apechugar con ello. Y si no…. pues a sentirse como las marginadas del sistema a.k.a las reventadas. Ea, reventada, sí, porque es incompatible combinar una existencia no hegemónica capacitada de proponer cambios, avanzar, “evolucionar” (el tema de la evolución a algo mejor, me flipa)…, con un mundo prefabricado conformista. Y lo peor es cuando ese mundo te exotiza, deshumanizando, tu existencia. Ahí es cuando, esa gente que parece que tiene algo de lucidez se te acerca creyéndose abierta y afirmando que apoya la causa, cuando en realidad lo están confundiendo con ese exotismo. Y ahí está el primer encontronazo inconsciente de alguien normie con falta de conocimiento para tratar el tema y para permitirnos avanzar como sociedad. Y Freyja: tú que has soltado eso, así reventada, “¿por qué lo dices?”(preguntas empíricas que pocos hacen a la gente que diverge del sistema) Es incongruente, injusto y extraño sentir apoyo a base de “qué guapa eres”, “todo un mujerón”, “qué sexy”, “pareces cis”, “cómo te admiro y respeto”….etc. Y yo, ni soy una niña pequeña, ni soy tonta, y no quiero tu validación física, ¡por dios! Y me preocupa la poca empatía por parte de los demás, cuando esa persona “admirada”, hace una crítica visceral. Y yo pienso: ¡Qué esperas, guapa, tú llevas tres semanas en cuarentena y yo 25 años en una cuarentena sola! Y ahí las reacciones son, “tranquilizate, siempre te quejas, qué prepotente, estás por encima del bien y del mal”. Y yo pienso: pues mira, al estar en los márgenes de tu sociedad, me puedo permitir el lujo de ser más descarada. Si no formo parte de tu mundo 100%, entonces estoy libre de tu falsa moral. Podría decir que tales críticas viscerales nacen de mi necesidad de canalizar lo injusto que es haberme pasado un cuarto de siglo de cuarentena, y de la falta de empatía cuando la cosa está turbia. Ahí se acaba prejuzgando a la trans, y la acabamos tratando como loca: “actúa como todas”, “qué peligro”…etc. Y los que la rodean, reaccionan apartándose de ella, juzgando. Y estas reacciones hacen entrever la poca convicción como sociedad, del porqué aceptamos la disidencia, y mostrando una vez más, la cantidad de prejuicios y la cosificación que vivimos. Y a la primera de cambio las reacciones que recibimos son un “¿ves?, te lo dije”.

No lo paso mal por ser trans, lo paso mal porque habéis creado un problema con el “ser trans”. Y como todos los problemas creados, hay prejuicios que tenemos arraigados en nuestros imaginarios. Y siempre es fácil caer. No me apoyes llamándome guapa. Apóyame responsabilizándote y cambiando lo aprendido. Ten en cuenta que si es la gente que no responde a tu sistema hegemónico y las minorías las que acaban cambiando la sociedad, es porque llega un momento en el que todo el mundo consigue ponerse las pilas como sociedad, y se alían a la lucha. Además, os conviene y lo agradeceréis. Porque si yo puedo pasarlo mal, ¡imagina el miedo constante en el que vive esa persona que cree una persona racializada es inferior, que la disidente es rara y que el árabe es peligroso por su religión, distinta a la suya! ¡imagina el miedo de sentir que se le puede “pegar algo” o que es más valido como persona simplemente por obedecer y nunca ser lo que no se debe ser!. Es una felicidad falsa y resignada. Nos conviene para todas y todos. Para que tú, persona normie que me exotizas sin saber no te sientas nunca más atacada. Así, humanizarás al resto y podrás relacionarte con gente distinta a ti, entendiendo de verdad, sintiendo paz real ( paz con uno mismo, recuerda que el “fobo” tiene un problema de “fobia” consigo mismo, sea cual sea el motivo). Y sí, me revienta la parsimonia y la calma del mundo. Que como nos vamos a morir, pues tranquilitos nos ponemos la venda en los ojos, que la vida son dos días. Y sí alguien con verdades contadas de forma visceral, se pone a escupirlas y resulta que uno se da por aludido, prefiere no aceptarlo y fin. Y es que, su reacción puede ser “o me lo dices bien a lo “horario infantil” y con falsas sonrisas, o no entraré en razón, porque la rara eres tú y da gracias que quiera escucharte. Y tampoco te pases que lo de sentirme responsable o culpable de algo, no me va. Te acepto pero yo sigo igual, que eres tu quien quiere ser aceptada en mi mundo”.

Bebé, quiero derribar las murallas de tu mundo para que quepamos todas y todos, quiero un esfuerzo por parte de toda la sociedad. La abolición de la esclavitud de la gente negra, sin el apoyo de alguien aceptado en el sistema como Lincoln (hombre cis, blanco, hetero), no hubiesen podido hacerlo “tan fácilmente” (sin ser nada de eso fácil). Sin la compresión de la existencia de desigualdades en cuanto a géneros por parte del hombre, no hay cambio. ¿Donde están esos aliados? Y si alguien no es capaz de entender cuándo exotiza y prejuzga, y se aparta a la mínima de cambio, cuando se da por aludido o no quiere comprender de pasión impulsiva, también producto de una actitud punk,( porque chica, salir dos veces de un armario es muy punk); no habrá cambios ni sociales, ni en la trans “loca” ni en el normie que se hace caquita pero abraza la diferencia con miedo y exotismos. Tampoco me gustaría hablar de “aceptar por conseguir medallitas de moderno” a lo Paco León, eso también es deshumanización y además es oportunista, por no decir que no es lo mismo una travesti que una mujer trans. Quiero sentir que soy humana y vosotros queréis sentir paz con la diferencia en vuestras vidas. Porque quieras o no, la diferencia siempre ha estado. Y a lo que voy es a vuestra necesidad de invisibilizarla. He crecido con vuestra cultura, por eso me he descubierto sola y aún así, comprendo. Es hora de deconstruirse, aprendiendo de la diferencia, aprendiendo de nuestras vidas disidentes, responsabilizándonos, puesto que nosotros también existimos, somos personas y parte de esta sociedad.

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Freyja Palau. Nació en 1995 y se graduó en Bellas artes por la UB de Barcelona en 2017, donde su proyecto final de grado «Brujería y contracultura LBTGI» (calificado como «nuevo renacimiento»), fue el inicio de su carrera artística y activista. Como mujer trans ha dado conferencias en Gran Canarias, mostrando su trabajo artístico, una antología en su corta vida y como su trabajo le ayudó a descubrirse y deconstruir la realidad. También ha dado voz al colectivo trans en la película «Bronko» (2019), que ha sido premiada varias ocasiones en festivales internacionales, ganado Freyja, el premio a mejor actriz secundaria en el festival Maverick Movie Awards en los Angeles. Recientemente inauguró su primera exposición individual con mas de 80 obras de toda su joven carrera en Fraga (Huesca). Actualmente se encuentra trabajando con varios proyectos personales, entre ellos, su primer libro artístico.

Página: https://www.freyjaautumn.net/

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Placer y dolor crónico. Habitar el infierno y encontrar tu paraíso/ Daniela Herrera

Dolor crónico. Le petite Riot (Daniela Herrera) Descripción de la imagen: Bordado sobre manta. El dibujo es la silueta de una mujer de cuerpo entero delineada con hilo negro, cabello negro. Sus manos se encuentran a la altura del pecho, como tocándose la zona del corazón. En todo su cuerpo hay incisiones con hilo rojo y debajo de sus pies un piso rojo, como de fuego o sangre. Abajo de ella está la firma: Petite Riot.

Por Daniela Herrera

“El dolor físico no tiene voz, pero cuando finalmente encuentra una voz,
comienza a contar una historia, y la historia que cuenta es sobre la inseparabilidad”
Elaine Scarry

En estas cuatro paredes los días no tienen nombre. Los minutos y las horas carecen de sentido, todo es un recuerdo; un antes y un después de aquel día en el que el dolor se apoderó de mi cuerpo y la enfermedad me condenó al exilio de una isla que sería mi cárcel, al mismo tiempo que mi único lugar seguro en este mundo: mi cama.

El confinamiento no es algo nuevo para muchas personas con enfermedades crónicas discapacitantes. Muchos llevamos años en aislamiento, saliendo poco, con la energía limitada o con el ánimo agotado de lidiar con la poca o nula accesibilidad del exterior. Vivimos a la espera de una tregua de ardores, espasmos y subluxaciones. Un momento sin esa sensación de arterias hirviendo que te impide seguir el hilo de las conversaciones. Para personas como yo, vivir con dolor crónico es el mayor y primer confinamiento. Nuestro cuerpo es un submundo con un idioma imposible de traducir y el cual está subscrito a otro mundo, el exterior, con quien entra en conflicto constante. Y es que, cuando escuchamos sobre el dolor de otra persona, lo que está ocurriendo en su cuerpo es algo lejano, perteneciente a una geografía invisible que no se manifiesta en el exterior de la superficie de la tierra, aunque esté ahí, a sólo unos centímetros de nosotros.

Las enfermedades crónicas discapacitantes y el dolor crónico son un descenso al infierno y a nadie le gusta escuchar esto. Muchas veces somos censurados al expresar nuestra realidad y se nos exige una tóxica actitud positiva, lo que nos lleva una vez más a la soledad de habitar un cuerpo que le resulta incómodo al mundo exterior, no sólo en apariencia. Aún en esta geografía, con sus páramos llenos de abrojos y malezas, hay caminos que te llevan a paisajes más habitables, donde el cuerpo no sólo significa una fuente de dolor. Cuando los encuentras, hay brillantes victorias que nos recuerdan que seguimos con vida, una vida limitada y en cama sí, pero una vida con su propia narrativa, sus encuentros y desencuentros; amores, placeres, piel y entonces quizá, el cielo.

Vivo con dolor, sensaciones extrañas y desagradables. Por 33 años fui vista por innumerables médicos quienes dictaron una sentencia sin derecho de réplica: “Todo está en tu cabeza”.  A los 31, mi cuerpo colapsó; a los 32 llegué a la silla de ruedas y, desde entonces, paso la mayor parte de mi tiempo en cama sorteando los síntomas, los brotes, las crisis. A los 34 las respuestas correctas llegaron: Charcot Marie Tooth 4, una enfermedad rara y en su tipo agresivo, producto de una mutación de genética con la que había nacido; dos enfermedades autoinmunes y la evocación de una vida que se esclarecía y se derrumbaba. Perdí el trabajo, abandoné mi carrera, mis hobbies y el mundo exterior debido al incesante dolor y la falta de tratamientos. Mi vida es un duelo constante. Mi sistema nervioso traduce todo en dolor, perdí peso, mi piel se volvió frágil y elástica, las cicatrices tardan en sanar; mis extremidades se han ido deformando lentamente y sin clemencia. Las férulas, las rodilleras, el collarín, el bastón, la andadera etc., hora son una extensión de mi ser. El uso de cada uno de ellos ha provocado lo mismo huracanes en mi alma que la tranquilidad de sentirme segura y protegida cuando estoy en condiciones de caminar.

A todo esto se suma la actitud de la sociedad hacia las personas discapacitadas. Somos ciudadanos de segunda clase al margen de la productividad que exige el modelo económico capitalista. Más que personas, nos ven como un dispendio de recursos. También, la vida en nuestros círculos de confianza se transforma cuando ir de fiesta o algún evento social se convierte en un lujo. No podemos planear, ni ser espontáneos, el dolor controla nuestra vida y se cuela en las rutinas más básicas. El amor y las relaciones sexoafectivas no son excluidas. Nuestros síntomas transforman las relaciones y, muchas veces, las hieren de muerte. Aquellos que vivimos con dolor crónico debilitante, constantemete nos sentimos ridículos ante el deseo de experimentar un momento idílico de placer. A veces nos es imposible concebirnos como personas merecedoras de placer y/o de tener relaciones amorosas serias y estables (monógama, abierta, poliamorosa o del tipo que sea) debido a todos los requerimientos y cuidados que nuestros cuerpos exigen. No es de extrañar que, Esther Cisneros, presidenta de la Fundación contra el Cáncer A. C. haya denunciado que un número importante de mujeres enfermas (crónicamente o no) son abandonadas por sus parejas. No importa el tipo de enfermedad, pero es una constante y claro que podemos reflexionar que esto es un reflejo de la educación patriarcal, en la que no se permite que un hombre atienda labores de primeros cuidados pero, también existen otros factores que potencian nuestra discapacidad y que no tienen que ver con nuestros cuerpos. La realidad es que mucha de nuestra discapacidad es resultado de la incapacidad que tiene el exterior para con nosotros. Esta realidad es encubierta al tratarnos como un “tema privado”. En el imaginario, el Sistema de Salud es el único encargado en resolver las necesidades y problemas más inmediatos del sector con discapacidad. A su vez, la institución médica aborda la sexualidad desde la reproducción y no en las necesidades de orientación física, mental y emocional para la búsqueda de relaciones sexuales sanas. Este imaginario colectivo permite inferir que “la sexualidad se relega u omite, ya que se asume que es lo que menos les interesa a las personas que sufren una condición discapacitante porque tienen otras preocupaciones más apremiantes. Esta postura revela un modelo estereotipado de sexualidad que tiene que ver con la concepción colectiva de cuerpos saludables, funcionales, exentos de enfermedades y discapacidades, incluso, estéticos” . Estos mensajes se vuelcan contra nosotros que carecemos de comparación con la norma dominante. Existe un miedo latente a que la marginación de esta normalidad nos ahuyente toda posibilidad de amor y placer.

Los desmayos, el dolor desmedido, los gritos, los llantos, la depresión, el maldito cómodo cuando no puedes ir al baño, son parte de mi “normal”, sobre todo en periodos de crisis. No hay día en el que no me pregunte si alguien en su sano juicio quisiera compartir vida conmigo y con mi inherente enfermedad. El precio de mi discapacidad ha sido alto. Aceptar que el amor recibido es exclusivo para mis cuidados, me llevó a sacrificar la relación amorosa que tenía. A las parejas también les alcanza el dolor y los duelos. Cuando la pareja es el cuidador, quien manipula tu cuerpo inconsciente, limpia el vómito, o procura que no te lastimes durante una convulsión, suprime la idea y el deseo de coger o romancear. Es más apremiante mantener a su pareja con vida. Lo urgente le quita tiempo a lo importante: a veces lo devora. Algo que tiene que quedar claro, es que las personas con condiciones discapacitantes no sólo compartimos el cuerpo y la cama con nuestro sufrimiento, también con sueños, alegrías, ilusiones, libido, los cuales nos han sido negados y acallados por un sin número de factores que no siempre tienen que ver con su mera y única responsabilidad del enfermo. El deseo sexual se convierte en un problema para cualquier cuerpo, con discapacidad o no, si cerramos su posibilidad y olvidamos que el deseo y la sexualidad se pueden desarrollar de muchas maneras.

Aceptar ser una persona con discapacidad es parte de mantener nuestra autonomía y nuestro derecho a decidir sobre nosotros. También lo es fomentar una estrecha conexión con nuestro cuerpo. Personas que llevamos años o toda la vida en enfermedad tenemos que conocer y saber exactamente cuándo estamos cansados, darnos cuenta de nuestros límites, así como saber cuándo estamos experimentando alguna emoción o sensación placentera como estar excitados. Todas son cosas que vienen con la práctica, la apertura, la aceptación y son regalos que muchos otros no tienen.

El dolor puede disminuir de maneras obvias nuestra capacidad de sentir deseo o mina nuestra energía para hacer el trabajo involucrado. La distracción es una herramienta importante como medida paliativa para tratar el dolor y si podemos llegar al placer sexual, éste puede ser una herramienta poderosa para aliviarlo. Es común que algunos de nosotros, al tener sexo o masturbarnos experimentemos una liberación de endorfinas maravillosa que nos hace llegar al paisaje deseado en que nuestro cuerpo finalmente es fuente de satisfacciones y placer. Las endorfinas son sustancias químicas similares a la morfina que el cuerpo produce en respuesta al dolor. Claro, esto no es una regla aplicable para todos los cuerpos discapacitados, las condiciones y contextos son muy diversos.

Para muchos, la discapacidad nos llevó a conocer mejor a nuestros cuerpos, obviamente no somos personas que podamos mantener ritmos maratónicos en la cama y hay posiciones que simplemente no estamos capacitados para realizar. No obstante, podemos llegar a reconocernos mejor, a entender síntomas y también a explorar nuevas maneras de excitarnos y hacer que nuestros deseos, fantasías coincidan con nuestra energía y niveles de dolor. A veces tenemos que escoger entre coger o salir a comer. Tenemos que descansar antes de llevar a cabo los deseados planes; encontrar posiciones y soportes que nos ayuden a proteger la espalda, la cadera o las rodillas, pero para esto también necesitamos compañeros que puedan procesar y aceptar la discapacidad, ser comprensivos, sensibles y conscientes de la gran vulnerabilidad a la que estamos expuestos. Nuestros cuerpos son frágiles y al tener un sistema inmune comprometido, una simple infección puede provocar una crisis, pero con los debidos cuidados podemos llegar a ser personas altamente sexuales, con relaciones sanas, excitantes y placenteras.

También, ante la necesidad de mantener relaciones de pareja o sexoafectivas es necesario abrir la comunicación estableciendo la realidad de nuestras condiciones. Muchos pasamos la mayor parte del tiempo en cama y en una cama puede pasar todo, salir a pasear, desayunar, una pelea, llorar y bailar, lo que se hace en una vida, para nosotros todo sucede en la cama y la persona que te acompañe debe estar abierta y dispuesta a entender esto y a poner mucha de su vida en la cama.

Tanto las personas con condiciones discapacitantes, como para nuestras parejas, tenemos por delante reajustar nuestra sexualidad, estilos de vida y la expectativa de cuerpos establecidos como norma. Aprender que la discapacidad puede afectar el sexo, pero esto no es algo malo. Nuestra diferencia nos obliga a ser creativos, osados y explorar nuevas posibilidades de placer. Lo peor que puede pasar es que, con la práctica, la cosas mejoren satisfaciendo a ambas partes.

Barbara Faye Waxman dice que, si las personas con discapacidad deseamos alcanzar nuestra libertad sexual, debemos infundir a la cultura sexual dominante la riqueza de nuestra propia experiencia. Celebrar nuestras diferencias con las personas sin discapacidad y ver que nuestras diferencias en apariencia y función (a veces las fuentes de nuestra degradación) también contienen las semillas de nuestra liberación sexual.

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Daniela Herrera Villarreal. es Comunicóloga social, Defensora de Derechos Humanos, feminista comprometida y activista en Derecho a la Salud y en la visibilización de las discapacidades por enfermedad crónica y condiciones mentales. En proceso de formación como antropóloga del Cuerpo Enfermo.

Instagram: @lepetitriot

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Notas sentidas de una imaginación erótica no ocularcéntrica/ Diana Vite

Por Diana Vih*

“El mundo está hecho con la tela del cuerpo,
está hecho de las cosas, es una extensión, las encarna…”
Paul Valéry

En el texto La hermana, la extranjera, Audre Lorde resalta el goce de lo erótico, el cual consiste en la capacidad de sentir de manera satisfactoria y que está acompañada de sentimientos y afectos propios, compartidos y llenos de plenitud.

En este sentido, no pierdo la esperanza de que un día el goce sea el acompañante principal de nuestra vida y causante de romper con ritmos e imaginaciones pre-establecidos y automatismos incuestionados. Tampoco pierdo la esperanza de que en la sexualidad, el goce también vibre con la sonoridad, olores y sabores. No pretendo enarbolar estos sentidos antes mencionados, pues compas sordxs o con sensibilidad química exigirán otras sensaciones y percepciones.

Sin embargo, me gustaría atravesar la edificación del ocularcentrismo[1] como medio hegemónico para fantasear, imaginar y comunicarse en el ámbito erótico mediante otras derivas sensitivas.

 

Descoitándome

No solo ha sido liberarme de las cadenas del ocultamiento y falta de información sobre la sexualidad, sino también dejar de reproducirla en términos capacitistas, gordofóbicos y coitales. Crear otras líneas de fuga en torno a la sexualidad en general y, del erotismo y del afecto en particular tienen que ver con asumir formas de compartir(nos) fuera de pautas de opresión y vivir el goce sola y/o acompañada.

Vivo con discapacidad visual pero no solo esta experiencia corporal me llevó a explorar el goce a partir de notas sonoras, olfativas y gustativas; junto con ella también se encuentra el vivir con dolor crónico ocular y también lesiones debido a una Infección de Transmisión Sexual (ITS). Esta última, por cierto, reconocida porque yo luché por su diagnóstico, ya que infinidad de médicxs ginecológicos no pasaban de nombrarla como una simple candidiasis o porque ya venían mis días[2]. Como si yo no conociera mi cuerpo, como si yo no supiera que estaba sintiendo algo extraño que no era parte cotidiana de mi vulva y vagina (las conocía, y muy bien porque me encantaba explorarlas). Claro, si a las personas con discapacidad nos niegan la sexualidad, ¿cómo iba a ser posible una ITS? Pero sí, así como mi discapacidad, la encarno, es parte de mi presente y de mi futuro.

En muchas ocasiones, el coito e incluso el sexo oral y la masturbación se fueron desvaneciendo; no porque un condón no fuera suficiente para practicar esos ejercicios sexuales, sino más bien por las sensaciones de dolor y ardor por las lesiones genitales aún con un tratamiento o en periodos de crisis en el que dichas sensaciones se intensifican. O bien, los periodos en las crisis de dolor crónico ocular que llevan a reposar sin realizar ninguna actividad.

De modo que, si la experiencia de la discapacidad visual me había llevado a potenciar otros campos perceptivos y sensoriales, ¿por qué no potenciarlos en el ámbito del deseo y goce erótico si ahí estaba el resto de la piel? ¿Cómo encontrar goce en medio de una ruta de dolor ocular?

Dicha exploración sensorial va en dos vías, por una parte, la ambientación del entorno y, por otra parte, lo que produzco con mi mismo cuerpo, los cuales se fusionan para concretar un goce más amplio.

 

Paréntesis sonoros y táctiles

Nunca voy a olvidar las sensaciones que dejan los pasajes sonoros que algunas veces acompañan escenas eróticas y sexuales de películas o televisión. ¿Erótica y porno sonoro? No creo que sea un contenido que se realiza conscientemente ya que son los cuadros visuales el centro principal, pero mi memoria ha registrado aquellas historias auditivas, las cuales muchas de ellas fungieron como detonadoras de grandes aventuras conmigo misma o que hacen volar mi imaginación sexual de manera acompañada.

La Librería de Orgasmos, por ejemplo, es un proyecto que documenta la diversidad de orgasmos de mujeres y con expresiones auditivas reales que sin duda, abre la puerta a un porno sonoro conocido públicamente y que puede brindar derivas e historias diferentes a la ocularcentrista y promover una imaginación sexual sonora a cualquier persona. En este sentido, no solo serán palabras, susurros y orgasmos que salen de una boca llevadas por una voz, pues también la ambientación sonora que según el gusto de cada quien, desbordan el deseo y la erótica como una canción, el sonido del deslizamiento y caída de la ropa, el coro de los fluidos genitales, etc.

Tocar y ser tocada es una acción que pasa al mismo tiempo y con base en ello descubrí que uno de los mayores goces ha sido simplemente estar abrazada desnuda, junto a mi compañero. Pasar ratos sintiendo la temperatura de la piel, besos y caricias en medio de una plática y de paso, descubrimientos del cuerpo que van de la cabeza a pies. Son texturas, pliegues y contornos infinitos en el que se descubren sensaciones que gustan o disgustan.

Las sensaciones, es decir lo que nos permiten sentir los sentidos y, las percepciones o la experiencia que vivimos con las sensaciones, pareciera que son neutrales, pero no es así, ya que se encuentran mediados por una cultura y un contexto. De este modo, aprendemos que solo podemos tocar de forma manual, pero de piel y otras sensaciones es todo el cuerpo y el deseo. Independientemente de la diversidad corporal, existen partes de nuestro cuerpo que tocan y reciben sensaciones gozosas y esperando ser descubiertas.

 

Fusión de sabores y olores

Epistemológicamente, los sentidos del olfato y del gusto son expuestos en una jerarquía menor con respecto a la visión ocular que ocupa el rango mayor. Sara Ahmed, en el texto La política cultural de las emociones entiende a las sensaciones y emociones como performativas y como un pegamento, son impresiones en el cuerpo, son intensificaciones de este último y aumentan o disminuyen lo que puede hacer. “Las emociones moldean las superficies mismas de los cuerpos que toman forma a través de la repetición de acciones a lo largo del tiempo, así como a través de las orientaciones de acercamiento o alejamiento de los otros” (Ahmed, 2015, p. 24). Darle un lugar a las emociones y encarnarlas es parte de nuestra cotidianidad en general y, de manera particular, en la sexualidad.

Aunque en muchas ocasiones los olores y sabores son reconocidos como actores en nuestra corporalidad, identidad de género y en la erótica sexual, se olvida que están mediados por estructuras de poder capacitistas, coloniales, racistas, patriarcales y capitalistas. A partir de la reproducción de dichas estructuras también aprendemos cuáles son los aromas fétidos y fragantes, por ejemplo, asociándolos también al color de la piel, identidad de género, clase social, discapacidad, etc.

Descubrir, nombrar, descolonizar y erotizar sensaciones gustativas y olfativas son distintas escalas que muy probablemente no estén en la misma sintonía. Para mí su descolonización erótica afectiva está siendo parte de un proceso, pues percepciones coloniales que se imponen sobre las sensaciones es algo que muchas veces no me había cuestionado. ¿Quién dice que olores y sabores son limpios, sucios, buenos, malos? Perfumes y sabores procesados y de marcas comerciales para ocultar otras o usurpar a las naturales (o hechas artesanalmente y con responsabilidad) son parte de la colonialidad de los sentidos.

Cuestionar la ambientación hegemónica de la imaginación erótico-afectiva pero también considerar lo que el mismo cuerpo o cuerpos expresan a través de secreciones es ampliar y potenciar estímulos, sensaciones y goce.

Conocer mi aroma y sabor del cuerpo y de otros cuerpos como el sudor, la saliva, los fluidos genitales y anales es ampliar nuestra eroticidad.

Si bien muchas de las cosas narradas anteriormente se sitúan dentro de la erótica sexual, es importante dejar claro que lo erótico va más allá de ese ámbito. Al respecto, para Lorde (1984) lo erótico es una fuente de poder e información y es una sensación de satisfacción interior que no sólo atañe a lo que hacemos, sino también a la intensidad y plenitud que sentimos al actuar. De lo anterior, también es importante decir que ante lapsos y días con intenso dolor crónico ni pienso en un goce sexual, pero por supuesto, las sensaciones y afectos se desprenden a tener satisfacciones por estar acompañada, escuchar música, conversar, dormir, comer algo delicioso pero también, hay otras ocasiones en las que solo hay que sobrevivir y esperar a que una crisis de dolor pase: gozar mi mortalidad sostenida por lxs demás.

[1]Para Borea de la Portilla (2016) el ocularcentrismo se refiere a la cultura, prácticas y normalización de lo visual en el que estamos inmersas. Los ojos en la era de la imagen son los órganos sensoriales más valorados para orientarse en el mundo, para interactuar con los demás y la constitución de una identidad de cómo nos vemos a nosotros mismos. De esta manera, la vista es el sentido con el que más se ha identificado la capacidad de categorizar, simbolizar, significar y explicar; convirtiéndonos en espectadores.

[2] Después de cantidad de ginecólogxs y medicamento alópata, visité a unas parteras y su uso de la medicina tradicional en la ginecología. Ellas fueron las que dieron con el diagnóstico. Al respecto, poder explorar estas otras derivas autónomas y comunitarias en el ámbito médico también tienen que ver con el goce como parte de la vida, los cuidados, la sororidad, la escucha, etcétera, que en ningún consultorio alópata encontré.

Referencias:

Ahmed, S. (2015). La política cultural de las emociones. México:CIEG/UNAM.

Bijoux Indiscrets. (2006). La libreía de orgasmos con sonidos reales. Recuperado de: https://www.libreriadeorgasmos.com/#home

Borea de la Portilla, A. (2016). “Nombrar con los ojos: una crítica al ocularcentrismo desde la fenomenología”. Pontificia Universidad Católica del Perú. Recuperado de: https://textos.pucp.edu.pe/pdf/4818.pdf

Lorde, A. (1984). La hermana, la extranjera: artículos y conferencias. Madrid: Editorial horas y horas.

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Diana Vih. Soy disca, y feminista contracapacitista. Me gusta mucho realizar reflexiones desde los estudios críticos en discapacidad y que dichas reflexiones también partan de una experiencia situada.

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El deseo encarnado. Más allá de lo prohibido/ Sole Arnau y Promethea

Modelo: Sole Arnau / Foto: Promethea

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Promethea. Fotógrafa feminista disidente.

Soledad Arnau Ripollés. Doctora en Filosofía y Sexóloga feminista. Activista del Movimiento de Vida Independiente (demandante de las figuras laborales Asistente Personal y Asistente Sexual)

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Qué bonito se siente/ Mafer Montoya

Imagen: collage de colores intensos, preponderantemente cyan y magenta al fondo con una ola que llega desde el lado derecho. La frase ¡¡Qué bonito se siente!! Al frente, una serie de recortes, partes de cuerpo humano, una boca que muestra dientes, otra sonriente, brazos y fragmentos de esculturas griegas.

Texto e imagen por Mafer Mont

¡Qué bonito se siente!

cuando mis dedos torcidos repletos de anillos

captan tu atención para que me acaricies las manos

y se ericen nuestras pieles.

¡Qué bonito se siente!

cuando me quitas el aliento con tus besos,

nuestras lenguas se enredan

y palpitan nuestros labios como medusas en el mar.

¡Qué bonito se siente!

cuando te agitas como la marea del océano

y el cuerpo se me llena de escalofríos

al sentir tu respiración en mi cuello.

¡Qué bonito se siente!

cuando tus dedos trazan

el relieve de mis senos

cuan obra de Miguel Ángel o Picasso.

¡Qué bonito se siente!

cuando tus manos se posan

en el hueco de mi columna,

cada vez que tocas mi espalda.

Esa espalda amorfa,

deforme, llena de recovecos asimétricos,

cicatrices…

sin embargo, acaricias con amor.

¡Qué bonito se siente!

que me hagas gemir,

al sentirme entre tus brazos,

como un delfín liberado en la inmensidad del mar.

¡Qué bonito se siente!

la ternura que expeles

al tomar mi cabello entre tus dedos

y tus ojos brillen más que el firmamento al anochecer.

¡Qué bonito se siente!

amarte, tocarte, mirarte,

sentirte, olerte, probarte,

morderte, acariciarte,

escucharte, abrazarte, soñarte, tenerte…

¡Qué bonito se siente!

amarnos, entre luces, sombras,

ternura, pasión,

pasividad, tempestad…

¡Qué bonito se siente!

conocerte,

explorarte…

y saber que existes.

María Fernanda Montoya Sánchez. Nació en Tlaquepaque, Jalisco, México (la cuna alfarera) el 28 de septiembre del año 1994. Vive con una condición de discapacidad motriz severa a causa de una enfermedad neuromuscular genética llamada Atrofia Muscular Espinal tipo II. Irreverente, polémica, creativa, multifacética, valiente, emprendedora, soñadora, activista por los Derechos de las personas con discapacidad.

Su madre desde niña le generó interés por la lectura (tanto porque ella solía leer el periódico, como que le compraba libros infantiles en ferias), aunque realmente, a partir de la adolescencia fue cuando comenzó a escribir (fan fiction en Metroflog, cuentos, poesías). A los 19 años de edad publicó de manera independiente (con apoyo de personas que creyeron en ella y en su talento) el poemario “Libertad del Alma”, todo de su completa autoría.

“Libertad del Alma”, fue escrita desde la crisis, incertidumbre, miedo, deseos prohibidos… desde el claustro impuesto de la sociedad a muchas mujeres con discapacidad y un manifiesto de su propia condición de discapacidad a sus deseos como mujer; sexuales, afectivos, de superación y anhelo de independencia, como “un grito” de libertad…

En su etapa vocacional, tramitó para entrar a la Universidad de Guadalajara a la carrera de Letras Hispánicas, pero… no quedó en listas, así que eligió estudiar Ciencias y Técnicas de la Comunicación en la Universidad del Valle de Atemajac, cuya área de especialización fue periodismo. Su medio de escape son las redes sociales, allí vuela libre como el viento…

Instagram: mafermont_mx     FB personal: Mary Fer Montoya  Fan Page: Mafer Mont    Youtube: Mafer Mont

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METAMUTACOSER

Por Sara Raca

Soñé que yo era la tela y unas manos
asían algo de mí

Todo inicio es una orilla.

En el principio fue mamá quien me tuvo gran paciencia al compartir su sabiduría, porque soy una niña distraída e inquieta que ya adulta abrazará profundamente su legado de costurera:

Cada hebra que ensarta en la aguja / atisba una pequeña sincronía en el universo

Todo comenzó aquí: intentando escribir sobre textil. Sobre-desde-junto-con, esto, que me genera ansiedad, caos, vulnerabilidad, recuperación y deseo:

Y pensar que el enredo, la bola enrollada y el tejido / son el mismo hilo

Todo fue jugando y Karsten me dio la idea: “Hazlo con tus manos”. Entonces recordé 20 años después, que yo de alguna manera -más aleatoria que dirigida- sabia coser.

Todo al principio fueron bolsas con poesía como forma de autosostén.

Si quieres amar a una costurera, ayúdale a descoser sus errores:

Toda esa Pena que sentí un día de primaria cuando tuve que decir que mi madre era costurera, se rasgó la tarde que regresé a casa y mostré a mamá mis primeras bolsas, y nos sentamos a bordar juntas poemas y yo me sentí profundamente resarcida a ella, con un amor de fibra, de fuente, de in de finida y fina gratitud:

-Y ésta bolsa ¿de qué color la bordo?, pregunta mamá.
-Ah pues lee el poema, pa ver qué color queda; respondo.
-Léela tu, yo no le hallo a eso, no soy poeta.
-A ver ¿qué dice?, le digo y lo leemos juntas:

“La casa está vacía/ yo estoy adentro”

-Me voltea a ver con desconcierto y echamos a reír:

-¡Ay Sara, no te entiendo, qué color tiene el vacío, pura pérdida de tiempo!

 

Todo se desbordó cuando descubrí que había tejidos en todas partes, incluso si no les veo y Santa Lucía, patrona de costureras, escritores y todas las actividades que implican la vista, comenzó a aparecérse.

Todo cuando me donaron a La Favorite, since1890. Ahí me dio por darle nombre a cada máquina, como una forma de honrar las manos que habían pasado por ellas, pues todas me han sido donadas: la Nana Verde, Abuelita Over, Tica La Cantatica y Mi Huera Sunset:

Costureras que lloran sobre sus máquinas de coser
y las abrazan y besan y cuentan sus penas
pensando en sus madres y hermanas y tías y abuelas
que también fueron costureras
y sostuvieron familias, sueños, cuerpos / semillas y guerras
Naciones enteras
Y conjuraron la existencia a través de las telas
y la salud de la propia cuerpa

Todo explotó cuando me vine a vivir al DF  y en un bazar de fines de semana de la colonia Roma, me ponía a escribir sobre la vida en esas máquinas de coser:

“Se bordan poemas. Se zurcen heridas. Se tiñen perversiones disfrazadas de locura.

Se aprietan faldas. Se suturan pasiones. Se recortan recuerdos y pantalones, etc, etc.

Todos estamos rotos hasta que vamos con la costurera”

Todo se gestó retronutrida por a mi amiga Mayra Judith, quién también es psicóloga-costurera-poeta y recia. Apasionadas de la hebra nos anudamos y desanudamos hasta rasgarnos, en tejidos y marañas colaborativas al menos siete años y, seguramente, en otras vidas y planos.

Toda enloquecí cuando percibí que coser era escribir era dar forma arquitectura vestir que es decir, que texto es textura es contexto es textil, que mis manos son un médium y el tejido una forma primigenia de la existencia:

Útero de la escritura sin nombre

Todo agarro sabor cuando volteé a mirarme el cuerpo, espacio discursivo, sus revestimientos y la tela como capas de piel, donde enunciarse lo que entraña:

Todos venimos en una bolsa que toca y habla

y acumula sensaciones en palabras

Todo se rebeló cuando comprendí: hay a quienes beneficia que la memoria, cercanía y procesos textiles en la humanidad sean invisibilizados; todo para insignificar las luchas, corporizar las insatisfacciones, consumirnos como espectáculo, explotarnos como norma, violentarnos cotidianamente, hasta que la malla se rompe por lo más delicado:

¡QUE VIVAN LAS RE-EXISTENCIAS TEXTILERAS!

Todo se tensó en corto cuando me sugerían profesionalizar “mi marca”, producir más, poner una tienda en línea, pagar a otras costureras para que maquilaran mis diseños, ser emprendedora y generar mi microempresa.

A la mejor costurera se le va la hebra:

Todo se torció cuando la sudadera, el tapete, el forro del cojín, la blusa… no quedaban como La clienta solicitaba, porque echando-a-perder-se-aprendela-vida-como-experiencia… hice intentos, patrones que abandoné y hasta cursos de costura que salen más caros que lo que ganas; así que a mi forma y ritmo, decidí ser una costurera íntima, antiproductiva y malecha:.

Un solo alfiler puede sostener la mirada para luego / desujetarnos

Todo tomo resistencia cuando entendí que no solo por tradición o moda se echa a andar la tejedora y comencé a dar talleres mezclando hilos, palabras, ropa, historias, performances y poco a poco insurgía la claridad de que lo mío era el acecho de cuerpoéticas textileras:

Entre ser y no ser, yo decidí Co-Ser.

Todo asentó cuando comprendí que no hay pago posible para estas creaturas surgidas desde mi vientre de telas, que mi cuerpa pedía disfrutar más el proceso que la meta y así el textil me dio una red de amigas, cómplices, clientas y aliadas que abrazo con mis hilachas donde sea que anden:

Sigue hilando puentes, costurera, aunque no tengan forma de camino, aunque no veas puerto o destino, aunque no haya pago posible en parir hijos con cuerpos de tela. Errante es el hilo. Tú, mediadora.

Todo brotó con más rabia y fuerza cuando murió mamá. El ombligo me palpitaba como buscando su vínculo original. Desde entonces coser es honrarte gran Madre, amor total, energía vital. Y cada hilo, botón, aguja, cajoneras repletas de listones, encajes, madejas, mi infancia entera en tu habitación/taller, desfile entre cuerpos, conversaciones y telas, volición y motivos para ensoñar que lo esencial algún día sea visible a la existencia. Que el textil sea plataforma y conciencia para romper las penas, dar sentido al sinsentido, hilo negro y rueca.

La costurera es una maga

 por excelencia y con experiencia / en balcones fronterizos

Todo detona cuando la bastilla, los rebordes, el interior, la trama, lo oculto y la maraña, la antiestética de mis errores, cuentan su historia, que en el horror y lo negado hay tal belleza aún que descoser.

Si algo aprendí de la tela es a

des(a)nudarme.

Toda textura habla. Todo cuando hay sentir. Sentir que es saber. Saber qué deseo. Que toda costura es / un acto de profunda rebeldía y reparación vital.

Todo por sostener un vacío comienza:

Y ésta tela ¿qué color es?
Azul.
¿Cómo es el azul? volvió a preguntar.
Azul…
es como cuando hundes tus pies en la arena frente al mar
o como el sonido de los pájaros cuando despiertas.

“Dadme un bastón y recorreré el mundo”
(a las orillas de esta oscuridad)

Un puente suave y táctil para comunicarme:
Oro en las manos de los ciegos.
Oro, que arrastrando viene la paz.

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Sara Raca / Performer Poet. Guadalajara, Jalisco (1981). Desde 2006 inicia su búsqueda poética enfatizando el uso del cuerpo. Sus exploraciones integran lenguajes vocal, textil y dramático, proponiendo una poesía intermedial, personal y única. Ganadora de diversos Slams de Poesía MX, es una representante de palabra hablada en su país. Realiza presentaciones así como talleres y obra textil, cuenta con un poemario sonoro de nombre Tejidos del Aire / @sararaca

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Mi hija duerme, 31 X 19 cms, 2019

Hogar. Ana Laura Contreras Ortega

Mi hija duerme, bordado, 31 X 19 cms, 2019

En mi trabajo el hogar es un territorio de sucesos, sensaciones y pensamientos que se convierten en estímulos creativos, para dar cuenta del acontecer secreto de numerosas mujeres que recorren con esmero los laberintos del cuidado, la soledad, el anhelo, el placer, el tiempo.

Madre-hija-gato-caricias, bordado, 34 X 27 cms, 2017

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Ana Laura Contreras Ortega. Artista visual. Licenciada en Artes Plásticas y Visuales, ENPEG «La Esmeralda». Puedes encontrar su trabajo en su instagram: @hilodevoz

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