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Notas sobre Feminidad Molecular

Ilustración: Mujeres grabando resistencias
Ilustración: Mujeres grabando resistencias

“‘Esto es mi cuerpo’ =aserción muda, constante, de mi mera presencia. Ella implica una distancia: ‘esto’, he aquí lo que pongo delante de ustedes. Es ‘mi cuerpo’. Dos preguntas se envuelven inmediatamente: ¿a que remite este ‘mi’? y si ‘mi’ marca propiedad ¿De qué naturaleza es ésta?¿Quién es, pues, el propietario y cuán legitima es su propiedad?”

                                                                              Jean-Luc Nancy

Alejandra Díaz Zepeda

Esta reflexión se centra en dos aspectos, por un lado, hablando del cuerpo femenino en relación a la feminidad, el primer aspecto tendrá que ver con cómo potenciar esto que ya poseo, considerando que desde lo que poseo estoy capacitada de experimentar mi feminidad; el segundo aspecto responderá a la consideración de algunas manifestaciones femeninas dentro del contexto de aquello que he llamado porno-transgresión, estrategia que articula la violencia, la transgresión, el cuerpo, el sexo y una fuerte presencia de lo femenino desarrollándose en el terreno de lo pospornográfico para poder desarrollar esta propuesta.

1.

Para Nancy, “mi cuerpo indica una posesión más no una propiedad, es decir, una apropiación sin legitimación”[1], pues en tanto que propiedad mi cuerpo es objeto de dominio y entre ambos, nosotros, mi cuerpo y yo, ninguno es el propietario, ambos nos poseemos, nos reclamamos, nos existimos, ninguno, solo está a cargo del otro. Intimar con el cuerpo implica, no solo el conocimiento de lo que me hace ser, no una mujer, si no experimentarme como femenina. El ejercicio de intimar Implica un desagrado, un rechazo, deslumbramiento, intolerancia, disgusto, asfixia, debilidad y que cuya fragilidad ha llevado a definir feminidad desde otros asuntos. Cuando hablamos específicamente sobre el concepto de lo femenino, hablamos de formas, constructos sociales, políticos, religiosos, culturales en los cuales no se ve emerger lo femenino sino una lucha. Es decir, se precisa de una individuación más allá de las de personas o sujetos para abordar singularidades que yo encuentro precisamente en los cuerpos. Cuando yo hablo de nuestro género, de nuestra política, de nuestra historia, de nuestra revolución estoy siendo propietaria de mí como sujeto,  incluso si lo hablara desde el cuerpo siendo este el motivo de mi cuestión, mi cuerpo desnudo llevado a la lucha, mi control decisivo sobre él, sigue posicionándome solo como sujeto y sujeto propietario. No puedo hablar aquí de lo que poseo sino de lo que tengo a cargo. Tras una confrontación entre el “Poseo mi cuerpo, lo trato como quiero, tengo sobre él el jus uti et abutendi”[2] y de lo que es poseer desde su espacio etimológico que se encuentra en la significación de estar sentado encima, donde, “Estoy sentado sobre mi cuerpo […]” y  “Mi cuerpo está sentado sobre mí, aplastándome bajo su peso.”[3] La decisión de detenerme frente a esto que poseo más allá de esto de lo que me apropio es aún más exhaustiva.

     Así, pensar el cuerpo como una unidad de afectación, lo vuelve espacio de conexiones continuas. “El cuerpo es para mí ex-tensión, esto es 1) superficie, anchura -2) tensión, proyección al exterior -3) ex-posición, ofreciéndose a la alteridad y que nunca regresa dentro.[4] Es decir, este cuerpo extenso, es el cuerpo que se despliega, se define y se siente desde su exterioridad, desde otros cuerpos; como es superficie y anchura se presenta a otros cuerpos, en ellos comienza y termina, “Un cuerpo empieza y termina contra otro cuerpo.”[5] Es extenso porque se proyecta más allá de su postura, se posa pero no se limita a la inercia. El corpus, siguiendo a Nancy, se presenta y se entrega al otro, es así que él es todo lo que lo rebasa. De esta forma el autor ha posibilitado una forma de cancelación de la clásica perspectiva binaria, interior y  exterior no se oponen, por el contrario, la corporalidad es, principalmente, continuidad. Es todo lo que de él sale y lo que lo toca.

     Dicho de otro modo, recordemos las dos dimensiones del cuerpo propuestas por Spinoza, latitud y longitud,  a partir de la cuales —dicen Deleuze y Guattari— se define un cuerpo, es decir, el cuerpo en tanto plano de consistencia será “[…]el conjunto de los elementos materiales que le pertenece bajo tales relaciones de movimiento y de reposo, de velocidad y lentitud (longitud); el conjunto de los afectos intensivos de los que es capaz bajo tal poder o grado de potencia (latitud).”[6] Más allá de la figura, el cuerpo es todo el conjunto de moléculas y partículas que lo forman, es todas las zonas y fragmentos que lo crean, su sentido de continuidad se extiende hasta el sujeto. Podríamos pensar entonces, que la feminidad es tan parte del cuerpo como lo es la piel, pero más que eso es una individuación, un momento, un momento del cuerpo que precisa ser reconocido para luego ser  potenciado, no todo mi cuerpo es índice de mi feminidad, esta tiene que ser separada escapando del orden del cuerpo. Podría explicarlo así, la feminidad son momentos del cuerpo que se manifiestan en la propia materialidad y su orden no necesariamente responde a la organicidad si no a nuestras relaciones con ellos.

    “Existe un modo de individuación muy diferente del de una persona, un sujeto, una cosa o una sustancia. Nosotros reservamos para él el nombre de hacceidad.”[7] Es decir, el cuerpo como unidad o extensión implica hacceidades que no son simplemente ordenamientos, así como un día  posee individuaciones tales como el clima, las horas, mis acciones, las de aquel. El cuerpo posee  individuaciones concretas, y dirán Deleuze y Guattari, “[…] las individuaciones concretas válidas por sí mismas dirigen la metamorfosis de las cosas y de los sujetos”[8], es decir, la evolución hacia lo femenino tendrá que ver con las hacceidades del cuerpo. En el terreno de los planos propuestos por Deleuze y Guattari, el cuerpo femenino, la “bio-mujer”[9] tomando el concepto de Beatriz Preciado, pertenecen al plano de estratificación, pues este plano “[…] es tanto de organización como de desarrollo, estructural o genético, y las dos cosas a la vez.” Por su parte, la feminidad pertenecería al plano de consistencia en el que  “[…] ya no hay en modo alguno formas o desarrollos de formas; ni sujetos y formación de sujetos. No hay ni estructura ni génesis. Tan sólo hay hacceidades, afectos, individuaciones sin sujeto, que constituyen agenciamientos colectivos.”[10]

En tanto hacceidades de este cuerpo nos detendremos en lo menstrual, en la orina, flujo, heces, sangre, saliva, vómito, lactancia, piel, carne como manifestaciones en potencia. Es desde el propio cuerpo autónomo y soberano que podemos experimentar la feminidad, antes del artificio social y cultural o el pensamiento político tenemos la carne.

Debido a que el plano de consistencia, en donde he posicionado lo femenino, es un medio de transporte, y retomándolo desde un terreno familiar en estos días, estaría hablando de una suerte de pasaje del cuerpo cerrado de la pornografía al cuerpo desplegado de lo pospornográfico. Ya que para Deleuze en este plano “Ninguna forma se desarrolla, ningún sujeto se forma, sino que afectos se desplazan y devenires se catapultan […].”[11] Será el cuerpo como materia bruta que nos permita desplazarnos de la bio-mujer a la mujer-femenina. El cuerpo pornográfico es terreno de enunciación, es el espacio político, es la hipérbole del sexo, cuerpo obstruido -no potenciado; por su parte, el cuerpo pospornográfico es el espacio del deseo, de la experimentación y, me parece, espacio de manifestaciones femeninas.

2.

Desde mis intereses sobre la feminidad, pienso que ésta escapa de los fundamentos y consiste, en un primer momento, en considerar la soberanía y singularidad de los cuerpos. En tanto femeninos, somos cuerpos que recorren toda extensión y longitud, más profundos que lo que la penetración pornográfica posibilita, cuya capacidad de flujo atraviesa, fragmentado y uniendo al cuerpo, una corporalidad cuya naturaleza es correr, que se corre por todos sus orificios.

     Partiendo de una experiencia mucho más virginal, hablo de cuerpos que contienen su delicadeza desde la propia vulnerabilidad, la delicadeza femenina no está en su debilidad corporal como suponemos, está en su potencialidad de eyección, cuya eyección deviene de un correr progresivo de sus flujos en curso, de un cuerpo que en todos los sentidos se dilata. Es por eso que su realidad se materializa, se manifiesta en sus olores, fluidos, excrecencias, carne, orgasmo, senos, boca, ano; el cuerpo femenino es el cuerpo que se goza, sin fundamentos, sin políticas, sin rebeldías o perversiones fármaco-políticas que lo niegan bajo una sugerencia de experimentarnos como otro-masculino, esto es la negación del cuerpo como una revolución, supresión del género como forma de empoderamiento, diría en todo caso como obsesión del empoderamiento parodiando la masculinidad y devolviéndole a la masculinidad su carácter fálico. Es entonces una alteridad vacía, pues lo masculino, como supresión, navegando por el cuerpo no define mi potencia femenina ni mucho menos me acerca a la masculinidad, lo único que procura es una atrofia que no es esto ni aquello, lo fármaco, fármaco-política sería tan solo un detenimiento del derrame de mi cuerpo.

     Cuerpos cuya subjetividad los violenta, no-sujeto, sólo objeto que es violentado desde lo ajeno. La feminidad es una potencia de la carne que no siempre se explota, y peor aún la feminidad cada vez es más velada por el poder. La potencia femenina, me parece, consiste en la agudización de lo propio, somos cuerpo que amamanta y secreta, vagina que se “penetra” y a la vez sangra y orina, boca que chupa, besa o come y a la vez vomita y escupe, ano que se penetra y a la vez excreta. Aquello que he llamado feminidad pospornográfica en tanto reapropiación del género, es el cuerpo que más allá de ser penetrado se expulsa y se muestra, define no sus entradas sino sus salidas para manifestarse.

     Y en tanto cuerpos penetrados, el cuerpo pornográfico subraya en sí su impenetrabilidad, el cuerpo es impenetrable, dirá Nancy, y para ser penetrado, la carne tiene que ser rasgada, pues de otro modo sigue siendo la misma piel, de ahí su carácter continuo. El cuerpo pornográfico es una construcción, una suerte de superficie por la que transitan gran parte de los discursos. Considero que una de las grandes participaciones  de lo femenino en el terreno de lo pospornográfico responde a la búsqueda de un cuerpo presente, creo que la soberanía  emerge cuando este cuerpo es exaltado, bajo la propia soberbia o altiveza del cuerpo, la celebración del cuerpo femenino, que en realidad pretende tocar lo real y lo interior.

3.

Según  Nancy, la exterioridad y la alteridad del cuerpo llegan hasta un punto tal que es insoportable, pues en esa condición de diferencia se encuentra el desperdicio, pero se encuentra sobre todo el estado vil del cuerpo, un cuerpo innoble y agresivo que nos muestra lo que somos y en lo que habitamos “[…] es necesario que el cuerpo saque afuera y separe de él el residuo o el exceso de sus procesos de asimilación, el exceso de su propia vida. Eso, él no quiere ni decirlo, ni verlo, ni sentirlo. A causa de eso siente vergüenza, y sufre toda suerte de molestia y apuros cotidianos”.[12] Ese proceso de asimilación nos puede conducir a varios aspectos del sujeto, evidentemente el que me interesa aquí es el de experimentar lo femenino, pero éste precisa, no de una separación de lo que suponemos desecho sino de una descripción de nuestro cuerpo a partir de lo que el mismo nos permite, pues en tanto que nos afecta, él es género.

     Devenir-mujer, pensar el cuerpo como espacio de intensidades (violencia, transgresión, apertura). La violencia y la transgresión al cuerpo no es más que la circulación de intensidades, un puñado de afectos que se desplazan y nos encaminan de un estado molar a un estado molecular, pues este plano como plano de consistencia implica una desestratificación, dirá Deleuze, “[…] incluso por los medios más artificiales.” Desestratificar el cuerpo es un ejercicio cabal, pues el organismo siempre aparece tratando de obstaculizar de “reestratificar, reconstruir en profundidad formas y sujetos.”[13] Esa es la debilidad del cuerpo pornográfico, del cuerpo discursivo, del cuerpo político, que su profundidad está a la deriva del organismo, y en este terreno el cuerpo femenino se ha dejado ver sólo de una forma, obstruido por el ano, la boca y la vagina, mientras más intenso sea su toque más fuerte es la obstrucción, el cuerpo es empujado pero jamás abierto. Su apertura está en la cancelación de dicha obstrucción. Pensaríamos entonces si el cuerpo debiera ser rasgado, perforado, en este sentido, habrá cuerpos que decidan ser abiertos, penetrados de una u otra forma por todos lados, violentar su piel, violentar su carne, su torso, sus extremidades, pero ese cuerpo habrá decidido y a este punto tendremos que aclarar lo siguiente. “[…] una vez más, cuánta prudencia es necesaria para que el plano de consistencia no devenga un puro plano de abolición, o de muerte. Para que la involución no se transforme en regresión, en lo indiferenciado. ¿No habrá que conservar  un mínimo de estratos, un mínimo de formas y de funciones, un mínimo de sujeto para extraer de él materiales, afectos, agenciamientos?”[14]

     Me parece que sí, más allá de experimentar la feminidad de mi cuerpo siendo abolido se trata de crear una mujer molecular. El plano de estratificación, el organismo que es el cuerpo femenino, nunca se separa del plano de consistencia, experimentar la feminidad es experimentar el cuerpo y de ahí la importancia de conservar afectos. La transición hacia lo femenino es progresiva, al decir de Deleuze, “Devenir es, a partir de las formas que se tiene, del sujeto que se es, de lo órganos que se posee o de las funciones que se desempeña, extraer partículas, entre las que se instauran relaciones de movimiento y de reposo, de velocidad y de lentitud, las más próximas, a lo que se está deviniendo, y gracias a las cuales se deviene. En este sentido, el devenir es el proceso del deseo. Ese principio de  proximidad o de aproximación es muy particular, y no reintroduce ninguna analogía.”[15] Atender al deseo de experimentar lo femenino no pretende diferencia, igualdad ni lucha alguna, pretende una reapropiación de lo que en lo femenino ya existe, siguiendo hasta el propio deseo de ser cuerpo penetrado y abierto. Evidentemente al de un progreso a lo femenino tendrá que ver con un devenir-mujer que no responde a la mujer como entidad molar, esto es, al decir de Deleuze y Guattari “[…] la mujer en tanto que está atrapada en una máquina dual que la opone al hombre, en tanto que está determinada por su forma, provista de órganos y de funciones, asignada como sujeto. Pues bien, devenir- mujer no es imitar esa entidad, ni siquiera transformarse en ella.”[16]

     El devenir-mujer como instancia femenina responderá a las hacceidades del cuerpo, a la individuaciones concretas, precisamente a lo que se refieren los autores, este devenir deberá entenderse desde otras cosas que no tenga que ver con el imitar, sino con el emitir partículas entrando en relación de movimiento y de reposo, o “[…] en la zona de entorno de una microfeminidad.”[17]

     Para Deleuze, el devenir parece darse en el terreno de la extrañeza que precisa franquear el umbral o los umbrales permitiendo así ciertas conexiones, de ahí la idea de emitir partículas entrando en relación, en este sentido, como cuerpos, lo ha dicho Nancy, “la exterioridad y la alteridad del cuerpo llegan a lo insoportable”, pues todo lo que sale de ellos es visto como desecho, de lo que hay que separarse, sin embargo, el cuerpo femenino se experimenta en la continuidad de nuestro cuerpo, en su despliegue. Ante un devenir-mujer ha dicho Deleuze, “Por supuesto, es indispensable que las mujeres hagan una política molar, en función de una conquista que realizan de su propio organismo, de su propia historia, de su propia  subjetividad: “nosotras en tanto que mujeres….” Aparece entonces como sujeto de enunciación. Pero es peligroso adaptarse a un sujeto de este tipo, que no funciona sin agotar una fuente o frenar un flujo. A menudo, el canto de la vida lo entonan las mujeres más secas, movidas por un resentimiento, una voluntad de poder y un frío materialismo.”[18] Sin embargo, ante esto yo me preguntaría, ¿ha sido el cuerpo sujeto de enunciación?, ¿ha sido el cuerpo obligado a la sequía?, ¿y es el resentimiento del cuerpo lo que incomoda, pues ha sido construido desde una exterioridad y una interioridad que lo separa? La feminidad, en camino a lo imperceptible, precisa de una política molecular, franquear el umbral entre el exterior y el interior, bajo la seguridad de que eso que sale de mí, mi sangre, mis excrecencias, mis flujos son una continuidad de mi cuerpo, una desterritorialización de la mujer molar hacia un devenir -imperceptible.


[1]Jean-Luc Nancy, 58 indicios sobre el cuerpo. Extensión del alma , La Cebra, Argentina, 2006, p.23.

[2]Ibíd. 

[3]Ibíd.

[4]Correspondencia personal con Jean-Luc Nancy Jul-Ago 2011.

[5]Jean-Luc Nancy, op. cit., p13.

[6]G. Deleuze, F. Guattari, Mil mesetas. Capitalismo y Esquizofrenia, Pre-textos, Valencia, 2006, p.264

[7]Ibíd. 

[8]Ibíd. 

[9]Cfr. Beatriz Preciado, Testo Yonqui, Espasa, España, 2007.

[10]Deleuze, Guattari, op. cit., p.69

[11]Ibíd., p. 271

[12]Jean-Luc Nancy, op. cit. p. 28

[13]Deleuze, Guattari, op. cit., p. 272

[14]Ibíd.

[15]Ibíd. , p. 271

[16]Ibíd.

[17]Ibídem., p. 278

[18]Ibíd.

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Mickey Mouse ha muerto

Por Cristopher Garnica.


Mickey Mouse ha muerto. En el video Suicide Mouse.Avi podemos ver su cadáver en blanco y negro, después de una caminata por la ciudad decadente. Hasta que la pantalla se disuelve a negros por algunos minutos. De pronto la escena retoma su curso, Mickey sonríe desesperado, entre gritos agónicos y una cara terrible. Cuando los gritos cesan, presenciamos su muerte.

Se cuenta que es un video que hizo el propio Walt Disney en los 30`s, para expresar el declive del mundo. Sin embargo, conforme se buscan diversas fuentes, el mito se deconstruye según paranoias y obsesiones de las mismas fuentes. Se dice que es un video que forma parte del archivo secreto de Disney, que convivió oculto con Destino, que hiciera Salvador Dalí; que forma parte de alguna teoría de conspiración, que sirve para traumatizar a la gente y controlar su mente… Al final todas coinciden, en que después de que lo viera un policía, este saca su arma y se pega un tiro en la cabeza.

La única certeza es que a ésta clase de videos se les llama Creepy Pastas. Historias que dejan un halo de tensión, terror y shock en el espectador, son bizarras, de contenido grotesco y estética perturbadora. Las Creepy Pastas, son formas de castigar los mitos de la civilización, introduciendo el mito del fatalismo. Suicide Mouse, toma venganza del eterno optimismo del ratón, y lo castiga con la locura y el suicidio. No obstante, tanto el optimismo, como el fatalismo son posturas radicales muy parecidas.

Mickey Mouse es un personaje sometido al extremo de la salud o al extremo del sufrimiento. La salud constante, la alegría, el juego, el derroche de vida es lo que se condena de los locos, de los que viven atormentados “en la casa de la risa” por su exceso de embriaguez, inquietos por ser alegres e inmutables.

En su origen Mickey fue concebido para ser un eterno optimista, y ante tal síntoma de decadencia, no habría más que esperarle una forma de suicidio menos fastuosa. Pues nadie en su sano juicio podría vivir engañado por la seguridad de la felicidad extrema. Mucho menos en un mundo, que como en el video, se cae a pedazos, acercándonos a la incertidumbre, si no es que a momentos de vacío y revelaciones de la consciencia que permanecen disolviéndose en negro.

El extremo fatalista de Mickey, es el que avanza hacia un futuro sin porvenir, el que exhibe su extrema melancolía y se hunde en la desesperación absoluta. Su cabeza está perturbada, escucha gritos como si fuese una alucinación severa, su sonrisa es agresiva como la de los enfermos mentales, y su cara refleja una neurosis obsesiva, paranoia, hasta que comienza el silencio y termina su vida.

El optimismo, tanto como el fatalismo, son propagandas de la abundancia. El optimista es esclavo de la bondad a pesar del caos, de la utopía del bien aunque vive terribles circunstancias. El clímax de la prosperidad, nos hace creer que tenemos satisfechas nuestras necesidades, así que pagamos el precio, sosteniendo una idea falsa de felicidad.

El fatalista desencantado del mundo, hastiado de insatisfacción, al que ninguna situación le parece digna de vivirse, evita acercarse a sí mismo, y a lo que le rodea. Su exceso nunca se confronta, la abundancia no lo compromete, y sin luchar por su existencia, opta por aniquilarse.

Mickey es un esclavo tanto como un enfermo. Su libertad es una decisión ilusoria, entre la eterna felicidad o la auto destrucción. Siendo esclavo le queda estar al servicio de la locura, sometido a una existencia ficticia en la alucinación del optimismo, o lo infranqueable de los obstáculos. En cualquier caso, lo mejor es suicidarse, porque ninguna de las dos es forma de vida.

Someterse al delirio por el bien supremo, o a los pastiches Creepy, también es la elección de muchos ratones enfermos. Sin embargo, un ratón sensato, valoraría sus posibilidades individuales, el imperativo del placer que navegue sobre la realidad; juega, es gracioso y la risa está de su lado. El ratón sensato, es de muchos colores, experimenta formas de vida, media entre el optimismo y el fatalismo, los confronta y los rechaza con agresividad si es necesario. Toma responsabilidades de sí, porque sabe que es necesario cuando se camina por la ciudad decadente. Sobre todo porque sabe, que la locura no es postura, cuando se trata de afrontar la vida.

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De rémoras, parasitoides y huéspedes

He estado en varias discusiones con feministas prominentes en donde admitir la disonancia no parece significar nada más que imponer un acuerdo. Mientras hablábamos de política alrededor de una gran mesa redonda, la mayoría no permitía diferencias de opinión en forma o superficie. Cuando las verdaderas diferencias amenazaban con punzar la superficie de la plácida conversación, clamaban acuerdos y caían en insulsas generalizaciones de consenso. En ese contexto, la prerrogativa de la disonancia empezó a parecer como algo producido por el Ministerio de la Verdad de George Orwell.

Katie Roiphe

Por Adriana Raggi Lucio

Durante mi estancia en un congreso de género y fronteras, el pasado septiembre, me encontré con varias situaciones que merecen que me tome unos minutos para reseñarlas y analizarlas. No es que se trate de situaciones extraordinarias, es que se trata de situaciones que son el síntoma de un problema al que le he dedicado ya un tiempo de estudio e interés y que tiene que ver con el dogma, la intolerancia a lo diferente y la incapacidad de ponerse en los zapatos del otro, así como con la capacidad de juzgar al otro por lo que aparenta y no por lo que es.

En este congreso voy a marcar dos eventos interesantes:

1. En una mesa en la que se habló de género y sexualidad se presentaron varias ponencias interesantes, una giraba en torno a la   sobre-sexualización de las niñas, otra en torno a un estudio acerca de la percepción entre jóvenes universitarias de la conquista sexual y amorosa. Esta última ponencia plantea la interesante conclusión de que hoy en día las mujeres ya no se perciben como el objeto pasivo que será cazado por el hombre activo, sino que más bien perciben la conquista como un diálogo entre iguales.

2. La mesa en la que yo participé junto con Bruno Bresani, como Las Disidentes, era sobre masculinidades. Durante el desarrollo de la presentación la organizadora de la mesa comentó lo difícil que había sido lograr hacer una mesa sobre el tema que estábamos tratando debido a la reticencia de quienes organizaban el congreso. En la mesa se presentaron ponencias interesantes que hablaban desde las masculinidades disidentes hasta las paternidades.

     Esas dos situaciones tienen sus temas que se desplazan como unas rémoras junto a un tiburón, y que son importantes para mí como alguien a quien le interesan los estudios de género y le molestan las incoherencias de los discursos dominantes que tratan de imponer puntos de vista inamovibles. En el punto número uno que planteo arriba, lo destacable no son las ponencias en sí, sino la discusión posterior que se llevó a cabo por el público presente en la sesión de preguntas y respuestas. La audiencia estaba conformada por mujeres, todas las que participaron se declararon feministas que tenían un acercamiento a esta ideología ya sea como activistas o en la academia. Una de las generalidades que me causó molestia es la relación automática que hicieron todas acerca de la ropa que —desde el punto de vista de la ponencia presentada, sobresexualiza a las niñas y las mete en un sistema consumo— es la de hacer una relación de este tema con la trata de niñas, de forma automática y sin mediar ahí una serie de elementos que sostuvieran sus afirmaciones, pero las afirmaciones posteriores fueron sumamente escalofriantes:

      —¡Yo no le permito a mi hija utilizar playeras de tirantitos, las tiene estrictamente prohibidas!
      —¡Yo no sé que voy a hacer cuando mi hija entre a la universidad, ya que en tu ponencia afirmas que el 40% de las estudiantes             universitarias que entrevistaste no son vírgenes y son solteras, imagínate, cuando ella llegue a la universidad ya va a ser el 90%.       Le voy a tener que poner un cinturón de castidad!

    —¡En los setenta el feminismo luchó por la libertad sexual, se quemaron brasieres, pero ahora esta generación se está pasando de       liberal, ¡no podemos permitirlo!

La segunda situación, la mesa de masculinidades, tiene relación con la primera en el hecho de que ahí podemos ver la intolerancia hacia la disonancia de la que habla Katie Roiphe. El que se pretenda que una mesa sobre masculinidades no tenga cabida en un congreso de género, es olvidar lo que implica hacer estudios de género. Para mí se trata de estudiar, entender y cuestionar las construcciones sociales al rededor del sexo y del género, la forma en la que las vivimos y las implicaciones que se reflejan en las masculinidades y las feminidades a través de la violencia social que se deriva de la obligación de ser uno u otro y ninguno diferente.
Lo que se pudo ver en esa mesa, y en esa situación, es que las masculinidades sufren una violencia de la que no se quiere hablar, la que se ha vuelto políticamente incorrecto mencionar. Las paternidades, la guerra, las afirmaciones de lo masculino a través de lo negativo y lo violento, son elementos que hacen de este un lugar de límites y de violencia. Pero quienes hacen estudios de género prefieren callar, eligen no ver, optan por aplicar la ley del hielo a esta otra parte y ahí se vuelven sumamente violentas. No aceptan el disenso y pretenden crear su propio Ministerio de la Verdad.

Precisamente después de acudir a la mesa de masculinidades, comencé a buscar en las redes sociales cuestiones acerca de la violencia de género, pensando ver qué comentarios hablaban acerca de lo que en nuestra ponencia Las Disidentes denominamos la otra violencia de género, la violencia hacia los hombres, y me encontré con esto:

tuit

El Ministerio de la Verdad en pleno, quien escribió esto es una mujer que dice luchar contra la intolerancia, que se plantea a sí misma como una autoridad y que da lecciones de cómo debe la gente comportarse ante la violación o los chistes misóginos, y hace público un comentario de este tamaño: Ay, pobres hombres. Sufren. Se burla de quien seguramente se atrevió, osó, dar una opinión acerca de la violencia que sufren los hombres. Se burla públicamente y recurre al escarnio de las miradas disonantes, en su comentario —no importa a quién se lo haya hecho en específico— caben todas las intolerancias de las que Roiphe habla.

     Es entonces cuando los aquelarres y las manadas aparecen para plantear diferentes cuestiones y hay que poner atención a las conductas en grupo o como grupo. ¿Cómo funcionan grupos que utilizan un discurso hipócrita disfrazado de lucha social? ¿Cómo llegan a apoderarse de la verdad y a hacer su Ministerio? ¿Qué pretenden con esto? ¿El poder? ¿Cómo es qué se alimentan como parasitoides de los deseos de las nuevas generaciones que quieren cambiar las cosas? ¿Qué sucede con el huésped? Preguntas que no puedo contestar en un escrito tan corto, pero sobre las que llevo ya un periodo de mi vida trabajando y a las que aquí referiré algunas líneas.

     Cuando empecé a estudiar cuestiones de género me acerqué al PUEG, en donde tomé un diplomado y varios cursos de posgrado, y me di cuenta de que básicamente lo que estudiaba ahí era la teoría feminista no la de género (diferencia que muchas feministas niegan). Muchas veces en los cursos se llevaba a la mesa, de la nada y sin razón, el hecho de que los hombres cuando orinan no le atinan a la taza y ensucian el asiento. Este tema causaba siempre en mí un suspiro que respondía al aburrimiento y la desesperación, pensaba: ¡otra vez van a empezar con eso! Hace unos días en una reunión, en donde había una joven estudiante que coquetea con el feminismo, sacó a relucir exactamente el mismo tema. No me queda más que preguntarme ¿este es el mayor problema de género que sufren las mujeres o simplemente están intentando demostrar que los hombres son unos animales que no controlan su chorro de orina?

Otro de los asuntos a destacar es el de este discurso, que he escuchado repetidamente en los cursos de género:

     —En mi experiencia como mujer yo no he vivido ninguna de las discriminaciones que se describen en este curso.

     —El que tú no lo vivas no quiere decir que no exista y con que una mujer lo viva es un problema para ti y para todas que te tienes        que vivir como una afrenta.

     En este discurso deberían caber también todas las discriminaciones que viven hombres, mujeres, niños, LGBTTTI ¿por qué no? ¿Es qué el feminismo busca solamente la mejora de la calidad de vida de las mujeres y excluye a los demás? La respuesta que me daría una feminista es que no es así, que se busca la equidad, la igualdad de oportunidades (eso creía yo). Pero la respuesta en mi experiencia es que quienes dominan el movimiento feminista y quienes se presentan en protestas, reuniones y congresos sí lo actúan de esa forma. No solamente se trata de excluir a los hombres, también de reprimir la sexualidad de las jóvenes, imponer los cinturones de castidad, evitar hablar de las diferencias, evitar hablar de la sexualidad, repeler la mención de las masculinidades y acallar a la disidencia.

     Mi experiencia como alguien a quien han intentado controlar y hacer callar ha sido muy fuerte y dolorosa, yo creía firmemente en el movimiento feminista, hoy en día puedo verlo como algo lejano y demasiado liado en cuestiones del poder las  que a mí no me interesan. Por el contrario, mi trabajo en Las Disidentes o con mis alumnos de maestría y doctorado en la ENAP que trabajan cuestiones de género desde múltiples perfiles, conceptos y trasfondos culturales ha sido mucho más enriquecedor. La capacidad que tienen ellos de ver desde nuevos horizontes los conceptos de género y sexo es muy amplia y tiene un aroma fresco, no uno montado en lugares comunes y luchas de poder.

     Al mismo tiempo esta situación me ha dejado en una especie de limbo. Es un lugar en el que yo no me identifico con el feminismo, sino que me interesa mucho estudiar y analizar el género y todo lo que lo rodea. Pero soy identificada con el feminismo en diversos lugares, lo cual también provoca que en ocasiones se me hagan comentarios o se me impongan temas de trabajo que ya no me interesan o que en ocasiones tenga que acercarme a congresos como el que relato, los cuales se supondría tendrían que dar cabida a pensamientos diversos pero en realidad no lo hacen. A veces no encuentro un lugar de donde asirme, pero si hablamos de comparsas, ahí está Bruno Bresani en Las Disidentes que me da la mano y me cuestiona y ahí están las pocas amigas que me quedaron de mi vida en el feminismo, que son quienes me escuchan cuando me quejo y les gusta que les proponga nuevas palabras y formas. Por supuesto están los amigos de siempre y los nuevos, que son parte de mi nueva camarilla.

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Tiempo original, gasto improductivo

Por César Cortés Vega

La parte primaria

Aunque me resulta imposible recordar cómo terminó todo, ha quedado en mí la impresión de esa imagen que por diez o doce segundos se mantuvo frente a nuestras miradas: manchas de pintura naranja cuyo propósito era el de pasar por sangre. Más de la mitad del público reía, y es que a estas alturas toda imitación de una herida debe pasar por real. El dramatismo en la justa representación, pues lo único que nos puede hacer confiar es un naturalismo de la más fiel crudeza. De lo contrario la desconfianza no hará sino expulsarnos de la ilusión, sobre la que la frialdad sería apenas la señal más vívida. En cualquier lado, en todos, estas imágenes pueden comportar realidad. Hoy, en medio de los restos del éxtasis, no me queda duda; lo que pasó ayer, ese fingimiento confitado fue el principio de algo que, menos parecido a la celebración y más a una especie de verbena iniciática, está excluido de nuestra cultura, acaso oculto por medio de palabras convencionales y de una moral determinista.

Al principio apenas proyectaban imágenes sobre el cuerpo desnudo de alguien. Parecía por eso que ella/él se movía sin voluntad en medio de un fulgor azulado. Eran estampas distintas que cambiaban cada tanto sobre su carne. Los asistentes, en un principio, lo veíamos todo en la pantalla, por lo que el escenario había sido eliminado del auditorio y nadie conocía su ubicación exacta. Era casi una suposición, pues ninguno podía asegurar a esas alturas si la serie de luces y sombras transmitidas ocurrían en tiempo real. En todo caso, si las había, las cámaras estarían colocadas en la parte superior de las cuatro paredes de un cuarto contiguo. Sin embargo, pronto pensé que debajo de ese mazacote de pigmentos debía habitar un cuerpo que sería develado. No idea, sino certeza: convencimiento de que detrás de toda sugerencia fundada en una invención —que en este caso no era sino espesor sin ímpetu sanguíneo real, sino como alegoría— se encuentra siempre una autenticidad indirecta: corporación de sucesos, que se diferencian del puro montaje por la cantidad de sentido que unas partes aportan a las otras. Por eso permanecí quieto, casi sin mover ni un músculo, en medio de la oscuridad. Si toda imagen presenta un exceso —pensé— entonces todo movimiento conforma una apariencia.

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Autor: Dan Witz
Título: Byronesque

Excedente de energía y soberanía de lo sagrado

Georges Bataille, en el libro La parte maldita, aventura una idea acerca de los límites y el derroche. El excedente de la producción tan sólo ocurre cuando ya es imposible crecer, cuando se vuelve innecesario. Sin embargo aquella energía que en un principio fue usada para saciar la carencia, continúa su proceso pues es en la fuerza vital donde se encuentra su origen. Es decir; todo aquello que se sigue reproduciendo, excede los linderos de la necesidad, de su cálculo pertinente para motivos determinados por el desarrollo. La exuberancia no espera, es decir, no se ciñe a proyecto alguno. Es en sí misma lo que excede los límites del crecimiento, lo que no comporta utilidad. En resumen; pura pérdida. Este excedente es una especie de vaciado indispensable; el placer toma el espacio del deber, y tiende a la dilapidación, pues lo que la impulsa es la presión ejercida en el espacio de la necesidad.

Lo sagrado es su estrato más elevado; en el rito no hay mesura, pues de lo que se trata es de templar la potencia de la naturaleza. Todo es dable porque la creación coordinada tiende al crecimiento. Más allá de apaciguar a alguna deidad manifiesta, se trata de una operación de contundencia racional: el gasto improductivo. Entonces la estructura de los códigos que en un principio regulaban la administración de los recursos, se disloca. Y es que ya no sirven, pues de lo que se trata es de derrochar como toda fuerza viva lo hace. Probablemente la fiesta medieval de los locos, no sea muy distinta de los ritos arcaicos de éxtasis. Una «terapia» colectiva es, necesariamente más que eso, pues puede ser leída en el illo tempore, como marco de referencia radical que clausura por instantes cualquier desarrollo. Y por ello toda economía que tienda a la instrumentalización de la razón, incapaz de contemplar que apenas ésta es un orden de los signos acotado, tiende a erradicar el conflicto que propone lo otro, un otro lado de la producción, como exceso llevado al extremo contrario. Así, el trabajo apenas continuaría acá un modelado del progreso, para ser desechado de inmediato en gasto sin sentido.

Si el éxtasis tiene un principio, más allá de los términos descriptivos de cualquier alucinación, es este. La fiesta contemporánea es apenas su tibia remembranza, no porque no contenga toda la potencia necesaria para el desbordamiento, sino porque la muerte está oculta, apenas se vislumbra en las esquinas, en los recovecos narrados en secreto. Estremecimiento que en lugar de ofrecer el espacio propicio para que este exceso vital se reconstituya, atemoriza al pequeño ser escondido detrás de los compromisos adquiridos y su moral de gasto prudente; intercambio parcial; rito contabilizado.

Sin embargo, la frontera se encuentra en todos lados. No implica al ocio como bien de lujo del capitalismo, sino a su contraparte como desorden del sentido, como ofrecimiento del cuerpo; espacio primero de experimentación.

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Autor: Dan Witz

Después de la frontera

Podría pensar en que mi razón comienza a desfallecer, si no pudiera recapacitar sobre esto ahora. Si fuese capaz de dudar acerca de ello. Por eso me aferro; la imagen que me sostenía era la convicción de que mi mirada era tan minuciosa que se acercaba a un origen sin representación. Sin embargo, comienzo a vacilar pues ¿es posible que las palabras no sean, a la vez, movimiento? Mi deber, en todo caso, habría sido parar el flujo de ideas. No obstante su estructura era cada vez más compleja y no pude dejar de contemplarlo sino como un recién nacido espectador. Lo líquido se acerca a lo sólido, masa espesa sobre la impresión de la noche, sobre el cuerpo ciliar de mi ojo, sobre el lóbulo occipital. Cliché. Por eso intenté mantenerme quieto y pensé en colores, más que en formas.

—¿Quién reproduce, entonces, esta vocecilla? —pregunté. Era yo mismo, apenas hace unas horas un hombre sentado en su butaca observando una acción que de seguir así no habría tenido ningún sentido, luego convertido en un objeto que intentaba dejar de respirar, ser ese yo a ser sacrificado, alguien más como nacimiento de la diferencia. La música seguía, la fiesta apenas comenzaba.

Por supuesto, todo acto porta su propia negación; eso es lo que aterroriza al mundo estancado. Lo que parecía fuera de control, encontraba su sitio, justo porque en el fondo todos deseábamos la declaración… Yo soy tú, el alma que me habita. Soy el tiempo original que siempre es el mismo. Los cuerpos danzaban y lo que comenzara con una insinuación creativa, derivó luego en pérdida de la percepción diferenciada. Entonces los nombres se perdieron también, y yo apenas recuerdo, en esta repetición ficcionada del presente, lo que en ese otro presente se manifestara. El origen del signo, la differance que niega los cuerpos y los convierte en materia móvil, oferta que profana los límites de la cosa. Yo mismo era aquello tocándose, el cuerpo desnudo sobre el cual las imágenes desfilaban, la sangre que fluía. Encuentro de un sí mismo en los límites del otro. Todo eso que me negaba. Ninguna memoria se antepone al presente. Todo lo semejante: comunión en el sinsentido del abismo.

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Autor: Dan Witz
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Devenir Desviadxs

Imágenes y texto, Ana María Agredo González

Si hay algo por donde quisiera empezar, es por el juego de palabras que seduce al pronunciar las palabras histeria y aquelarre. Ambas, han sido discursos materializados en el control de la sexualidad femenina, ambas han querido irrumpir o regular la libido sexual de mujeres con manos “experticias” en sus cuerpo y sus placeres.

     Tradicionalmente la histeria, palabra que proviene del griego hystera que significa útero, era asociado con el desequilibrio humoral, como si el útero se desplazara y generara cambios abruptos de comportamiento; de esta manera las mujeres eran desplazadas a la patologización, al encierro en clínicas como la Salpêtrière, donde el cuerpo de la enferma era sometido a múltiples diagnósticos, seguimientos, donde lo natural se constituía en funciones biológicas y morales. Estas mujeres nerviosas, que no sólo fueron producto de un contexto de represión victoriana, fueron el foco central para desacreditar al feminismo de las sufragistas.

     No parece causal, que en el momento en que estaban las sufragistas luchando por el acceso a la universidad, el derecho al voto, sean catalogadas como mujeres perturbadas, con síntomas como reacias al matrimonio o especialmente independientes y activas. Así, empezamos entonces a ver que el feminismo como la histeria se convierten en formas desviadas del cuerpo y el discurso femenino.

     De esta manera, si repensamos la palabra aquelarre, una de las asociaciones mas rápidas es pensar en las brujas y la persecución a muchas mujeres, literalmente torturadas y quemadas por conocer del cuerpo y la sexualidad, por retar los parámetros normativos y por ejercer sus conocimientos.

     Ahora bien…¿en qué se relaciona la palabra histeria y aquelarre con la palabra queer?

     Hace unos cuantos meses, en mi casa, la Casa Gomorra, asistió una cantidad de gente a la fiesta de Jerry. Lo suficiente para que los cuerpos sudorosos no dejaran duda con el roce cercano, íntimo, casi siamés con los demás cuerpos. La fiesta de Jerry, convocaba a las personas trans, inter, pro, panx, bi, les, gay, no gay, etc, todas y cada una de las posibilidades de género desbordables. La fiesta con temática pijamada, quedó plasmada en la desnudez, cosa que claramente irrumpe el esquema comercial y publicitario donde todxs vamos a dormir empijamados, pues no, la verdad es que todxs vamos a dormir desnudos o semidesnudos.

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La calentura era por todos lados, paredes, retículas y cualquier espacio meticuloso por donde pasaras estaba inundado de sexualidad; en esta casa de dos pisos, cada vez que bajaba las escaleras podías oler y dimensionar la magnitud de gente que bailaba en la casa. Entre cuartos se respiraban poses poliamorosas, pero también, hubieron encuentros y desencuentros sexuales, también algunas personas no se sintieron bien con el voltaje como decimos en Colombia. Claro que mi tono podría exagerar la situación, así que solo imaginen un ambiente donde literalmente se respira la sexualidad diversa, los cuerpos sin censura, la desnudez política, y el placer resignificado.

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Esa misma noche, realicé un ejercicio visual, instalé un altar en un cuarto de la azotea que se construyó con imágenes de porno gay trans y hetero, donde poco a poco según la ebriedad, la gente iba contando algún pecado sexual. De todas las maravillas sexuales, El Confesionario, terminó por ser un rumor de pasillo, tanto que cuando terminé, gente se me acercó a preguntar si aún podía grabarlos. Para mi sorpresa y comodidad, la palabra pecado sexual estaba llena de simbolismos, tabúes, y morbo que todxs quería exorcizar o experimentar de alguna manera.

     Entre historias varias como me follé a mi amiga sin que ella quisiera, se la chupé a un policía por que me gustó, confesar ser lesbiana, o me follo a mi prima hermana, como las calenturas en los coches, etc,  la fiesta de Jerry, a mi modo de ver, nos sitúa en las reflexiones contemporáneas sobre la palabra queer.

     Hace unos párrafos atrás, hacia la pregunta entre la relación de histeria, aquelarre y queer.

     Bueno, primero el contexto de la palabra histeria con el feminismo son discursos señalados como desviados; el aquelarre de las brujas, fue tan desviado que murieron muchas mujeres en la hoguera; y si de algo nos habla el pensamiento queer es de situarse desde lo desviado, lo incómodo, lo que es raro.

     Brujas, feministas, y mujeres siendo controladas por manos patriarcales en sus vagina, patologizadas como locas, hacen parte ahora de todo este juego curioso que es la teoría queer. Es aquí donde se cruza el pensamiento feminista con lo queer, es aquí donde debemos situarnos y no distanciarnos. Si bien lo queer en su breve literalidad refiere a la deconstrucción del binarismo de género, las brujas feministas tienen mucho que aportar a nuestros esbozos teóricos y artísticos. Las histéricas, como las mujeres del aquelarre, son nuestra manada furiosa, que revindica y posibilita que hoy en día lo queer sea una posibilidad de situarnos en palabras de Haraway, con el ojo bien abierto, mirando.  En ultimas, para mirarnos raro, para conocer nuestra mirada desviada, primero, hay que horizontalizar el discurso y la política de las mujeres desviadas de nuestra historia. NO hay revolución más bella donde todas las deconstrucciones posibiliten la bomba experimental de sacudirse el velo moral, hay que convocar en cada rito y mito “contemporáneo”, nuestras brujas histéricas feministas, para que lo queer no sea solo un comodín conceptual y seductor, sino, un devenir abyecto.

Que aquelarre más bello no sería el de ver los cuerpos abyectos sin ropa, uno con uno, con otra, con todxs y ninguno, con poder y posición de habitar.

Que aquelarre más bello no sería el de ser partícipe y espectador, voyerista y orador de la sexualidad del borde.

Acá… ¡sí!, desde la línea, desde ese imaginario fronterizo… a quienes nos identificamos con las posturas queer.

Aquí desde el margen, suceden y trasgreden los genderfucker.

Acá estamos en nuestro aquelarre, en nuestro rito y conjuro de bebidas corporales, como de ideas.

Acá mezclamos el brebaje del feminismo con los tacones políticos del vello varonil. Aquí, en este aquelarre queer, se vive y se transmite de generación espontánea, es decir, al que le dé la gana,  a él o ella o x que quiera, vivir y transmutar en alienígena del saber incierto del placer, aquí, se le inyectará la dosis única y eterna de la histeria colectiva, porque manada que aúlla permanecerá unida.

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Feminista Hereje: Entrevista a Itziar Ziga

Por Mirna Roldán Gutiérrez

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Itziar a los 7 años.
Foto: Jorge Boleas

Itziar Ziga  responde algunas preguntas para Revista Hysteria, y para presentarla no hay nada mejor que sus propias palabras: Periodista inadaptada, feminista hereje, diamante en bruta, vedette de extrarradio, vasca sin cencerro, gogo tardía, hipermétrope hiperbólica. Ha publicado los ensayos Devenir Perra, Un zulo propio y Sexual Herria.

Mirna Roldán: Para ti ¿Qué es el transfeminismo?

Itziar Ziga: El transfeminismo es una actualización presente de la radicalidad del feminismo que pretende aglutinar distintas procedencias de lucha, multiplicar las alianzas políticas y desesencializar para siempre la noción sexo-genérica y otras identidades. Gracias al transfeminismo (a los feminismos radicales y bastardos, a las insurgencias queer o kuir, a la lucha trans e intersex, …) afirmo que soy mujer por diagnóstico médico y como estrategia política. Para mi está siendo una efervescente reactivación feminista que ha ilusionado a muchas que ya estábamos, e incorporado a muchísimas activistas más de distinto pelaje, sin que importe lo que tengan entre las piernas. Dispuestas todas a pegarle una buena patada en los huevos al heteropatriarcado capitalista supremacista blanco, y encantadas de asumirnos como feministas, corriéndonos sobre el estigma.

MR: ¿Por qué te autodenominas bruja, puta, feminista hereje, monstrua, abyecta?

IZ: Bruja por mis antepasadas reducidas a ceniza y humo en la hoguera que allanó Occidente para la modernidad heterocapitalista. Y para reventar los asfixiantes límites de lo que nos imponen como realidad. Puta para desenmascarar la trampa de la feminidad decente y patriarcal y negarme a parecer sexualmente inofensiva. Feminista para visibilizarme dentro de esas multitudes de mujeres y demás parias de género insumisas al heteropatriarcado. Y porque sin feminismo, yo estaría muerta. Hereje por negarme a comulgar con credos, ortodoxias ni jerarquías dentro del feminismo. Porque desde que era una enana, siempre tuve la maravillosa costumbre de decir la mía. Monstrua porque las lesbianas acojonamos al patriarcado. Abyecta porque todo lo anterior me sitúa inevitablemente en las alcantarillas del sexo, del género y de la adecuación social.

MR: ¿Dentro de qué tipo de feminismo te posicionas?

IZ: Feliz y ferozmente embriagada en un feminismo radical y comunitario al que hoy podemos llamar transfeminismo pero que siempre ha existido.

MR: ¿Cómo es el feminismo más allá de las mujeres?

IZ: Me irritan todos los planteamientos que pretenden desmantelar el sujeto político, mujeres desde neofeminismos que confunden el hecho de que los géneros son construidos (esto ya lo dijo la Beauvoir en 1949) con que no existan los géneros. Las identidades son estratégicas, queridos, y hoy necesitamos hablar de mujeres más que nunca porque se trata de señalar la opresión. Igual que necesitamos hablar de indígenas, de pobres, de bolleras, de negras, de gitanas, de transexuales. Esto va de sumar, no de restar. Y de no ser tan estúpidas como para dar un salto al vacío en la lucha feminista. ¿Cómo coño combates la violencia machista dentro de la pareja si no localizas a las mujeres que lo sufren? ¿Tenemos que empezar a hablar de violencia indeterminada? ¡Ni muerta! Sobre todo porque entonces, estoy muerta.

MR: ¿Cómo transformar nuestro deseo en una herramienta de lucha?

IZ: Nuestro deseo siempre es herramienta de lucha porque esta mierda de mundo heterocapitalista se construye cada día amortajando nuestro deseo. No creo en ningún activismo que no nazca de la realidad y del deseo de cada una. Si el imaginario patriarcal porno es tan limitadito no es porque los hombres, yendo al ojo del huracán, sean falocéntricos y monocoitales en masa, sino porque a este sistema le encanta representar a los identificados como hombres desde una caricatura del macho. Imagina que cada criatura humana nos atreviéramos a desafiar a lo que se espera que deseamos. El mundo reventaría de placer. Así comprendió el feminismo radical más inteligente (desde los 80) que el porno es una de sus vías de subversión más preciadas.

MR: ¿Para ti que es lo Queer, Cuir o Kuir?

IZ: Cuando en el 2002 tuve noticia, por boca de Beatriz Preciado, de las insurgencias queer que habían detonado en Nueva York una década antes, quedé fascinada. Llevaba esperando esas revueltas desde los márgenes del sexo, del género, de la clase, de la raza, de la inadecuación social toda mi vida. Todas las periferias inscritas en mi cuerpo reventaron y conectaron con otras monstruas que ya no tenían que ser idénticas a mí, sino oprimidas como yo. El género ya no era el centro de la identidad como repetían para mi desazón las feministas europeas blancas burguesas y heterosexuales más prominentes. Y fuimos encarnando nuestras propias individualidades y multitudes queer en las alcantarillas de Barcelona. Yo no hablo de teoría queer, sino de insurgencias. Esa desdramatización, mutación, infección identitaria es para mí queer. Y nació poscolonial, por favor, porque venga de Nueva York no seamos tan burras y tan simplistas de negar a las bolleras chicanas, a las trans negras, a las maricas orientales que dieron cuerpo voz y rabia a colectivos míticos como Queer Nation o Lesbian Avengers. Qué pasa con Sylvia Rivera, la prostituta travesti yonky y sin techo de origen portorriqueño-venezolano que lanzó una taconazo molotov contra la policía el 28 de junio de 1969 frente al bar Stonewall durante aquellos disturbios que fundaron nuestra posibilidad de existir, ¿también era gringa por haber nacido, luchado y muerto en Nueva York? El discurso poscolonial no puede ser un arma arrojadiza contra las otras. Algo sorprendente del queer es que ha fundado sus propias versiones y comunidades en muchos territorios. Y que podemos nombrarlo como nos apetezca, cuir, kuir. En México, nadie mejor que la bruja Sayak Valencia para invocar el sortilegio.

itziarmonred

Lee más de lo que Itziar Ziga tiene que decir aquí:

http://hastalalimusinasiempre.blogspot.mx/

http://paroledequeer.blogspot.com.es/2012/02/confesiones-sentimentales-de-la-doctora.html

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E.T. Zapoteco: Campaña UNHATE

Por César González – Aguirre

La verdadera prueba de una inteligencia superior es poder conservar simultáneamente en la cabeza dos ideas opuestas, y seguir funcionando. Admitir por ejemplo que las cosas no tienen remedio y mantenerse, sin embargo, decidido a cambiarlas.
E.T.

– “Me mantengo en huelga de amor” –

Dicen que se va el zapoteco,
ya nadie lo hablará;
ha muerto, dicen,
la lengua de los zapotecas.

¡Ay, zapoteco, zapoteco,
quienes te menosprecian
ignoran cuánto
sus madres te amaron!
¡Ay, zapoteco, zapoteco,
lengua que nos das la vida,
yo sé que morirás
el día que muera el sol!
G.L.

¿Cuál es el branding del amor?
¿Y la escena del beso de liberación?
¿En Medio Oriente o mejor en un espacio interior?
La emoción genuina que permite su rencor
la caricia amable de su compasión
lo desechable del tiempo que le tocó.
¡Qué pendejada tan grande se les ocurrió!

¿Qué es lo contrario al odio en la globalización? – Quien se burla de su socializada organización –
– Quien contesta con dudas a la acción –
– Quien se sabe disfrazado por el discurso de interacción –
¿                                                                                                        ?

¿Cuál es la causa de la alza en el hablar del amor?
De los no odios por encima del rencor.
El enojo que viene del espacio exterior:
con su religión terrorista y mitos de no emancipación.
¿Cuál es la causa de mi llanto cursi y del consenso que dice Yo?
de la disidencia de actuar según las pausas
de la globalización.
Las creencias que acabarán en un rato
en la pantalla del videoconsumidor
de actitudes que subvierten solo la mente de
quien nunca existió.

¿Cuál es tu marca de la subversión?
en el contacto de una imagen que tantas beses ya se representó
Tu singularidad ya se imaginó
tal cual se formó en tu disidencia amable y por demás menor.
¿Es tan difícil cambiar de dirección?
dar la espalda al proyecto emancipador
(ya sabemos donde se formó)
¡Igualdad! ¡Libertad! ¡Fraternidad!

Mira la estrellas sobre la bruma de tu global discusión
caliéntate, pues hay para todos un enemigo (al cual aún no se derritió)
conténtate con saberte solidario y preocupado por tu hermano menor
el que no contestó si podía besar tu inquietante preocupación.

¡Volvamos al tiempo donde lo personal se politizó!
¡Alégrate!

(Un poco de risas al guión)
¿Ser de —libre elección— ya te bastó?
Tu actitud contestataria ya te conquistó:
¿Tu acción directa algo cambió? o ¿al menos resistió con un golpe a tu enemigo mayor?

liberacion

 

You said ‘B’
Si el mundo gira en mi órbita rojiza del horario de hoy
Digo ¡mejor yo!
Si mi contexto se derriba y mi clase se devalúa un poco más hoy
Digo ¡mejor yo!
Hoy cuando cae la noche y vuelvo al espacio exterior
Grito: ¡Este es mi hogar: aquel que no es el que nunca me reconoció!
Si el mundo se achica en sus polos por tanta opinión
redundante y falta de espacio para la duda menor
Digo ¡mejor yo!
Cuando mi piel ya se despintó
Digo ¡mejor yo!
Y por si queda la duda:
¡A la luna llegué hoy!

You said ‘B’
¿Te acuerdas que la historia ya se derrumbó?
Ninguna verdad ni creencia en la cual dejar caer tu cabeza.
¿Apoco tu mente tanto se infló de pensar y planear “la revolución”?
Aquí pues yo.
Aquí pues yo.
Aquí pues yo.

You said B… ‘GOOD’
Aquí pues yo.
The sun rises as a line of men wearing helmets and uniforms march up the street.
An alien stands in front of a round light and transmits a homing signal, presumably to call the other aliens back to the ship.
His skin discolored to a grey-white hue, lies on the floor as a man in a space suit enters the room. «Home,» says.

[The character’s positions are structured to emphasize the separation from the others.]
[They feel sorry for Evo because he was telling the truth and no one believed him.]
[Presumably, he has used his telepathic powers to place Evo into a trance in order to merge their minds and feelings.]

Upload a kiss

500 watatami runakunapa tantanakuyka tiyashka. Ñukanchikka llaktapi ima tiyashkata ama apachunmi mitsashkanchik; Europamanta, paykuna kaypi kashpa llakichikpimi hatarishkanchik. Maykan llaktakunapika ñukanchikmi llaktataka wiñachishkanchik. Ecuadorpika Llaktapi Kawsakkunapa Hatarimi chayta rurakun. Chaymantami Ecuadortaka alliman rikunchik.

Estados Unidospa shutipi kak wasi Estados Unidospi mana tiyashkamantami Estados Unidospika llakta pushakta mana llukchishpa kachashka.

América Latinapika runapa tantanakuykunataka mana rikunayachishkakunachu. Boliviapika ñankunapi mana puri usharkanchikchu, hatun panpankunaman mana chayay usharkanchikchu.

Llaktakunata yallinkapak tukuy minishtishkatami charirkanchik, shinapash Franciaman chayakukpimi, chayachun mana sakirka. Shinapash ¿Rusiaman tikrakukpi, mana chayay ushashpaka, imashi tukunchikman karkanchik? Boliviapi, Ecuadorpi, Estados Unidospa makanakukkunata llukchishpa kachashkata; ñukancik allpapi ima tiyashkata ñukanchikpi makipi churashkatami rawrachinkuna. Ñukaka runami kani, hatun llakpik llaktakunata mana rikunayachinichu, chaymantachari mana rikunayachinkuna.

Kullki charinata rikushpaka, kay wataka 6% shinami kanka. Kamaypi kashpaka, pushanatami shikanyachirkanchik.

Kay tantanakuyka shuk llaktakuman yaykushpa llakichinkapakmi alli kan. Riksishkakuna uyaychik, ñukanchikpa kashkakunatami rikuriyana kanchik.

Ñukaka runakunapa tantanakuymantami shamuni. Mana pantarinachu kanchik. Tantanakunami kanchik, mana kashpaka, llapinkakunami, llakichinkakunami. Tantanakunami llakichinapa shuk hanpi shinaka kan. Shinaka tantanakushunchik. Ñukami pushak shina karkani, kunanka Bolivia Llakta Pushakmi kani, tantanakushpami kashnamanka chayashkani.

Mana atinkakunachu.

[This is the end of act one. The antagonist and his forces have invaded the home of the protagonist and taken them into possession. This terrifying invasion of the privacy of their home generates more empathy.]

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BDSM y Amor

Ilustración Alex Xavier Aceves Bernal
Ilustración Alex Xavier Aceves Bernal

Por Jvana

Nuestra relación, desde su sexto año, ha mejorado a gran velocidad comparada con los años anteriores a una constante y hermosa velocidad. Se llenó de experiencias hermosas relacionadas con el amor y, desde luego, con el sexo. Él y yo habíamos jugado a varias cosas, siempre nos han gustado los personajes, los disfraces, la teatralidad. Descubrimos dentro de esos juegos que nos agradaba muchísimo pretender, en diferentes tiempos, que cada uno era el señor en la vida del otro, ordenarle, complacer nuestros deseos y mirar al mismo tiempo cómo los suyos se completaban. Cada uno por separado, pero casi al mismo tiempo descubrimos gracias a internet nuestro hoy tan querido mundo del BSDM. 

     En realidad no nos era completamente ajeno, y en mi caso, era familiar el hecho de que algunas personas fueran discriminadas debido a sus hábitos sexuales o sus gustos, pues desde muy temprana edad me vi también envuelta en ello, principalmente, en forma de homofobia. Leía cosas acerca de personas que gustaban de restringir al otro del movimiento, del placer, de la vista, personas que gustaban de la sensación de opresión, quienes querían ser castigados, castigar a los demás, premiarlos por sus buenas acciones y ser mimados y consentidos por una figura poderosa e imponente. Aunque nunca lo juzgué como malo, tampoco le di la importancia que cobró cuando después de jugar con mi muy amado, me di cuenta de que, sin saberlo, habíamos entrado a una habitación de bellezas y placeres con todo lo anterior. Supe que había mitos acerca de la salud mental de quienes tenían estas prácticas, que incluso dentro de aquellos que no estuvieran en la supuesta mayoría cisgénero y heterosexual, eran discriminados. Mi compañero y yo hemos tenido la suerte de procurarnos siempre un ambiente de respeto absoluto y comunicación abierta, así que fue cuestión de unos días hablarle de mis encuentros con el bondage/shibari. Me llamó la atención que tuviese raíces en un arte marcial, que procurara la serenidad y la paz de quienes lo practican, que aunque hubiera una evidente relación entre un dominante y un sumiso, ambos eran iguales, y no solo sus cuerpos, sino sus mentes cambiaban en cada sesión. Él había leído ya al respecto, así que pronto accedió a mis requerimientos: con escasísimos recursos y muchísimo entusiasmo cuidó de mí y me procuró toda la felicidad que pudo darme durante mi primer auto-amarre, hecho con un listón de 2cm. de grosor. No era una cuerda, no era sencillo, pero al menos, lo había intentado. Sentimos que nuestra relación había avanzado como nunca. Nos dio mucha fuerza el hecho de dejar nuestra seguridad y tranquilidad absolutamente en manos de otro. El bondage, así como el D/s, implican riesgos que no son necesariamente aquellos que se le asocian de primera instancia, del tipo de las muertes accidentales por un juego mal llevado a cabo. Aunque existe en efecto un riesgo, con la preparación apropiada y después de mucho estudio, el mayor peligro incide sobre todo en la salud mental: sentirse más vulnerable y solo que nunca es muy posible si la pareja no tiene el cuidado de mostrar siempre afecto y ternura; es posible hacer sentir al otro como el peor de los seres si estando inmovilizado, no se le presta la atención debida y no se le proporciona todo el amor de que se es capaz. Como en cualquier actividad que se realice en pareja, la confianza y la comunicación son obligatorias. Es importante no tratar el tema con pena, y documentarse apropiadamente al respecto, ser críticos con la información obtenida (especialmente del internet), y no intentar abarcar cosas demasiado difíciles sin haber experimentado primero las más sencillas.

     Después el sexo nos llevó de nuevo por bellas sendas, y unos meses después, le llamé por primera vez Amo. Pocas veces me he sentido tan unida a el, y tan feliz. Me mimó y procuré complacerlo tanto como pude, desobedecí y me castigó, y fui siempre su hermosa y pequeña princesa. Eventualmente, el control pasó también a mis manos ya que él había olvidado castigarme. Fui entonces su Ama y él mi precioso y dulce príncipe. Mi tamaño es, al menos, la mitad del suyo y dominarlo fue una experiencia muy intensa, ya que se volvió mucho más evidente que no se trata de un poder físico, sino mental. En ocasiones nos apoyábamos de las modestas cuerdas y los juguetes que construí con mis, también modestos, conocimientos. Un pequeño látigo hecho con materiales de manualidades, por decir algo.

    A veces no asumimos ningún rol y simplemente jugamos con ellos y apreciamos el bienestar que las cuerdas nos dan, semejante a la D/s, pero mucho más sutil y delicada. Es importante señalar que no siempre jugamos a esto ni es una parte de nuestras vidas que tome el control de todas las demás. Esta práctica, de hecho, es tan simple como decir que uno prefiere tener sexo en una posición o en otra, no es una cuestión que se deba hacer obligatoriamente y depende de cuestiones variables como el ánimo. Si la pareja o uno mismo no está teniendo el mejor día, quizá, entrar en una dinámica D/s presente aun más dificultades de las que ya se tenían, y entonces el estado de ánimo en lugar de mejorar empeora, y todo aquí se trata de sentirse bien y felices, por separado y en la pareja. Las personas de fuera se extrañan de todo esto y consideran que el bondage, la D/s, y en general, el BDSM, se asocian con la violencia y el abuso. Para nosotros, ha sido la forma más completa y valiosa de demostrar amor, una forma que en nosotros ha tomado formas incluso cursis, embelesadas y preciosistas. No se trata de fuerza, de placeres ni de sensaciones, se trata de amor.

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Evolución del signo en el choco-culo

Por César Cortés Vega

La sicalipsis —que en el forzamiento de su evolución no es sino el agravio a las reglas de la moral y las buenas costumbres— nunca fue tan inútil, tan dulcemente desabrida. Y es que un estímulo radical ya no resulta suficiente para liberar nuestra renovada confianza en la salvación por medio del cumplimiento del deseo. Ejemplos sobran y cualquier pretexto, entre más banal, mejor. Acá hablaré de uno de entre muchos otros; intuyendo a medias la liberación de los apetitos en modelos variopintos, con el ansia que la iteración de las imágenes brinda para documentar algo que ya no es nuevo, pero que simula serlo.

Luego no quiero ser más la confianza en la comprensión, sin darle un poco de lustre a la imagen: pliegues que rematan en una raja estrecha; una estrella con arrugadas radiaciones que llama y a la vez desdice; el espacio de geografía carnal para la expulsión y a la vez para la introducción; el lugar más recóndito y sin embargo, insoslayable. La nueva vagina universal, diría quizá algún publicista perverso. Y ahora de chocolate: la empresa de origen inglés los oferta en internet, y la noticia ya ha corrido como viento fugaz. El “Edible anus”, literalmente: “ano comestible”.

 Ejemplo perfecto. Es decir, un dulce así no podría ser sino uno de los nuevos remates de la religión occidental del mercado. Inviolable en su estructura, pero apetitoso en los términos de sabor y asepsia para la calidad total exigida por los nuevos cánones lucrativos. ¿Qué libertino contemporáneo se resistiría a adecuar su lengua a aquellos pliegues de cacao y azúcar? ¿Quién a paladear la evolución material en la reproducción especular del signo? Si el llamado beso negro hacía referencia a lo desconocido, a lo arrinconado en el extremo de olores y sabores, a la ambigüedad de su utilización en las delicias expandidas de la carne, hoy se trata de una devolución edulcorada por el mercado global que desactiva los alcances de su penetración.

Pero hay que recordarlo; si el fetiche es fantasmal en tanto se separa de su productor, como señala Marx, la mercancía es acá la materia corporal del trabajador aislado de su uso efectivo. Porque, cabe también preguntar: ¿de quién es el culo original, que en su reproducción algunos devorarán extasiados? El sitio de internet de la empresa brinda una misteriosa pista; no se trata de un prototipo artificial, sino de la copia exacta de un ano verdadero:

(…) estas piezas de suculento chocolate se han elaborado a partir de la deliciosa parte posterior de nuestro impresionante modelo de culos.

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 Es decir, un asalariado cuyo uso de su herramienta de trabajo consiste en la reproducción de la apertura de su tracto digestivo. Nada raro que su trabajo precarizado se oculte a los ojos del consumidor potencial, pues el ano-ojo de la fabricación de objetos útiles se universaliza para la superación de las barreras de la producción y el canibalismo light de la parte corporal de un otro supuesto; un reconocimiento parcial que ocurre tan sólo por lujuria estándar:

(…) Estamos convencidos de que nuestra gama de anos pueden disolver límites raciales, de género, clase y orientación sexual.

¡Haberlo sabido antes!… Este optimismo desfachatado es una chistosada mercadológica, claro, pero a la vez una declaración de principios. Pensemos en que si la evolución del ano fue un hito trascendental en el desarrollo de los animales multicelulares, hoy resulta ser algo muy valioso para las quimeras de pueblerinos pudores, que parecieran haber descubierto apenas la liberación de las costumbres. Si se trata de un tema que cobra relevancia gracias a su óptimo funcionamiento multitarea –chocolates o concursos de disparo de pedos o la sublimación de las sensaciones por medio de lámparas de diseño o llaveritos fosforescentes– es quizá debido a que dicho signo, al contrario de haberse agotado, seguirá dando de sí.

No es extraño que, en el ejemplo que nos ocupa, ya se hayan ampliado los alcances del merchandising en el sitio de internet de Edible anus. El mismo modelo empleado para hacer las golosinas, ahora se oferta en plata, como si se tratara de una joya a codiciar. Claro, nada nuevo para quienes conozcan las colecciones del Sex Museum, por ejemplo, aunque yo no recuerde específicamente ningún ano de marfil como collar secreto del siglo XIX expuesto en sus vitrinas.

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 A pesar de su carácter de fetiche contemporáneo, su reciente inflación en términos de significación, lo separa de los meros términos kischt desde los que mucha producción de objetos en masa han sido pensados, para colocarlo en un espacio que apenas comienza a dar de qué hablar como sobrevaloración de las sensaciones como productos. O, mejor dicho, una mezcla trans-sensacional del gusto para crear nuevas mercancías. Una sublimación reciente de esto que digo es este ano de chocolate como un bien de consumo universal, que al prometer los dividendos suficientes, podría ser emulado por otras empresas. Y si este punto ciego de acá tiene futuro, no hay que dudar de las capacidades de la intricada red de relaciones del mercado global para hacerlo reproductible al infinito. Incluso reificado por nuevos aparatos culturales, que lo convirtieran en una nueva inteligencia no contemplada aún. Un ano que sabe a chocolate, entonces, desdice parcialmente su doblez en el anilingus; el binomio lengua-culo con el cual se separó de su función principal ligada del resto del cuerpo para ser pensado como dulce apetitoso y, por tanto, perder también así su carácter perverso. Este reciente hit del porno internacional puede muy bien ser la señal que estábamos esperando, una especie de memento que nos advierta de las interesantes posibilidades que nos depara el futuro. Y se me ocurre incluso una campechana idea acerca del posthumanismo, que no puedo dejar de comunicar acá.

Probablemente los pensadores de esta tendencia tan en boga hayan descuidado una rama de análisis posible; no únicamente habría que concentrarse en la ampliación de las habilidades corporales y conceptuales mediante la implementación de prótesis que expandan las capacidades humanas, sino también en la fragmentación del cuerpo y sus órganos en entidades independientes. Si el filósofo Robert Pepperell dice que el posthumanismo admite que los seres humanos tenemos una capacidad finita para entender y controlar a la naturaleza, pero que a la vez ésta no puede ser delimitada, es posible pensar también en la falta de límite de los órganos, no ya como propiedad extrínseca, sino literal. Quiero decir; podría concebirse un posthumanismo que no atendiera ni siquiera lo humano en los términos de su sistematicidad orgánica: un posthumanismo negativo que en lugar de alimentar la ilusión evolutiva, generara las condiciones para que una disociación fantasmal, llevada cada vez más al extremo en los aparatos de resignificación comercial, cobrara vida, mostrara sus contradicciones como caricaturas ominosas de nuestra estupidez supina. Estómagos parlantes reales, importados de las pesadillas televisivas, que recomienden un medicamento para luego morir; un ojo con piernas y brazos que lo único capaz de desear sea el sol en una playa de Ibiza sobre su ya cegada existencia; un pene con bigotes que dispare esperma estéril de colores; un ano de cartílagos del tamaño de un niño que declare el triunfo de los orgasmos anales sobre los vaginales. Cosas simples, como la naturaleza de muchos deseos.

Incluso el Edible anus puede ser el signo inaugural de una capacidad lingual suficiente, que le permitiera alcanzar capacidades lingüísticas verídicas a la altura de nuestros mejores personajes de comedia. Un ano parlante que, convirtiera la lengua que lo lame en el exterior, en capacidad vocal interna. Un ano boca con lengua que aprendiera a acariciarse poéticamente desde sus entrañas, murmurando palabras sublimes. Dúctil, inestable ser en el nombre de quien lo nombra, arrancado de su función primera para entregarse a las posibilidades independizadas del sentido.

Y entonces se podría también prever un espacio de combate y crítica radical que, más allá del cinismo de estas palabras, presentara su extrapolación partiendo de la misma retórica imaginativa. El ano-golosina sabor a culo real. ¿Por qué no, si la lengua de los amantes del beso negro pudiera ser suficientemente respetada? La jerga de esa desviación apocalíptica pudiera devolver entonces las palabras robadas a la identidad de la perversión. Vuelvo a hacer la pregunta: ¿qué verdadero libertino contemporáneo se resistiría a adecuar su lengua a aquellos pliegues de excremento y fibra vital? ¿Quién a paladear la evolución material en la devolución perversa del signo?

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*imágenes de http://edibleanus.com

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Rosas, golpes, pasión y muerte:

El orden de los factores no altera el resultado de una mala educación amorosa.

AHhm! Juan Alberto Negroni
AHhm!
Juan Alberto Negroni

Por Francesca Gargallo

Muchas mujeres que han recibido maltratos graves en sus domicilios, cuando se atreven a analizarlos, dan cuenta de cómo, después de una paliza, el victimario (marido, amante o novio) vuelve a seducirlas para mantenerlas presas en una relación pasional que incluye tanto los golpes, los insultos y las amenazas de muerte, como las rosas, los mariachis y las declaraciones de amor.

En la actualidad, la educación afectiva es, aunque parezca improbable, peor que la educación primaria y secundaria. No hay tiempo y no se invierten recursos en aprender a querer y quererse de manera responsable, respetuosa y constructiva. La carrera, las ganas de coger, las prisas por crecer, la angustia frente a un futuro incierto, la necesidad de imponerse en el ámbito laboral hacen que hombres y mujeres, a pesar de los cambios obvios experimentados en las últimas décadas en sus condiciones laborales, educativas y de movimiento, repitan lo aprendido de padres y madres dominantes, abandonadores o violentos. Progenitores que pensaban que unas nalgadas en el momento justo enderezarían las vidas de sus hijas e hijos, justificando con ello sus abusos.

El resultado es que hoy las mujeres y los hombres no saben enamorar ni enamorarse sin ceder su propia autonomía o imponer su autoritarismo. “Me vas a querer así como soy” es una frase común en los noviazgos hetero, bi y homosexuales, y en todos los casos implica que quien la pronuncia no está dispuesta o dispuesto a amoldar sus tiempos, sus intereses, sus saberes, sus necesidades y sus atenciones para que la relación con una o varias personas (aunque por lo general los noviazgos son de pareja, no deben olvidarse las triejas y los demás grupos amorosos-sexuales) sea creativa, propositiva y, sobre todo, feliz.

Pero a malquerer se aprende: nadie malquiere de forma natural. En ese aprendizaje se consolidan los modelos de género: las mujeres malquieren soportando y los hombres malquieren imponiendo un maltrato que arranca del reclamo y llega al asesinato en nombre del amor.

Desde la literatura, el teatro, el canto y otras formas de educación del comportamiento social durante siglos se ha venido enseñando que la seducción va aparejada de la violencia contra las mujeres. Shakespeare ha sido para las occidentales de la modernidad mucho más dañino que decenios de concursos de belleza y publicidades sexistas. Su obra La fierecilla domada es una propuesta de seducción matrimonial, una enseñanza para la convivencia doméstica, una imposición de patrones culturales de dominación para que el matrimonio tenga un jefe masculino incuestionable. Muchos de sus hermosísimos sonetos contienen ideas de qué es y qué debe ser el amor. Sus versos supuestamente amorosos enseñan pautas de una etiqueta (una pequeña, común, cotidiana ética) amorosa de la dominación, volviéndola hegemónica, casi absoluta. Shakespeare nunca duda de la inteligencia de las mujeres, por eso impone literariamente que esté al servicio de la empresa amorosa, que es siempre y únicamente la de conquistar a un hombre (y sólo a uno). Las mujeres no deben, bajo ningún pretexto, invertir sus saberes en nada más que en aplanarle el camino a un hombre para que las pueda poseer.

¿Y quién es tan atrevido como para decir que Shakespeare, sobre cuya obra se han vertido ríos de tinta, es en realidad un misógino asqueroso, funcional a un sistema de enseñanza dominante, reverenciado en Occidente porque sostiene una cultura de la violencia? Sólo las feministas, porque hasta hoy han sido las analistas más críticas de las conductas sociales y los mecanismos de enseñanza-aprendizaje dominantes.

Shakespeare no solo es el organizador de las ordenanzas amorosas de la modernidad occidental, es también un perpetuador y fijador de paradigmas antisemitas, racistas (el moro de Venecia no es asesino porque es moro sino porque es celoso, sin embargo no es casual que sea un moro quien no pueda racionalmente dominar sus celos), colonialistas y clasistas. Por supuesto, todos esos rasgos se insertan en la enseñanza del malquerer dominante.

Doblegadas por un subrogado del amor que implica el chantaje sexual, afectivo, económico y la amenaza física, las mujeres han aprendido desde pequeñas que amar es dejarse dominar y que para ello deben primero ser seducidas. Los “me pega porque me quiere”, de no tan remota memoria, son una consecuencia lógica del deber ser seducidas.

Sin lugar a dudas, en 40 años el feminismo ha cundido en la conciencia pública y muchas mujeres obvian hoy las relaciones de pareja como opción para su proyecto de vida afectiva. No obstante, muy pocas pueden decir que tras haberse enamorado no han sufrido algún tipo de violencia (amén de haber sufrido violencia callejera misógina anónima: piropos ofensivos, agresiones, violaciones y feminicidios comprueban que una violencia no excluye la otra). Desde las niñas de secundaria ofendidas por muchachitos que en el recreo construyen su machismo en el juego del rechazo público a las niñas que les gustan, hasta las universitarias que esperan que les llame el compañero con el que acaban de pasar una intensa y rica noche de sexo, la mayoría de las mujeres piensa que no ser requerida implica no ser amada. En ello intervienen los tabús hacia la acción de requerir por parte de las mujeres. Y también otras formas de violencia: a muchas mujeres en alguna ocasión sus novios, amantes o maridos les han castigado el deseo y el goce sexual tachándolas de exigentes, voraces o insaciables. Es decir, han transformado su poca performatividad sexual (o, paradójicamente, el deseo y el gusto que su buena performatividad despierta) en una excusa para la ofensa. “Hoy no tengo ganas” no ofende, mientras “eres insaciable” implica una condena moral mediante el rechazo de la expresión sexual femenina. Los hombres que se sentirían rebajados por admitir que no tienen ganas, se sienten con derecho a limitar las ganas de una mujer.

Ahora bien, si ya sabemos eso ¿por qué, en 40 años, las feministas no hemos podido acabar con la violencia misógina en las relaciones amorosas (ni siquiera cuando son lésbicas)? La filósofa argentina Ana María Bach, en su reciente libro Las voces de la experiencia. El viraje de la filosofía feminista (Biblos, Buenos Aires, 2010), propone entre otras cosas, dirigir la mirada a la voz universal del sujeto de la modernidad (sujeto implícitamente activo y masculino) desde el conjunto de las experiencias de las mujeres. Estas experiencias nos revelan que, al cambiar, producen nuevos conocimientos y que éstos informan las acciones sociales de las mujeres. Es decir, nuestras experiencias conforman nuestra subjetividad continuamente, de manera que nosotras somos las promotoras del cambio en el patriarcado y podemos valorar nuestras acciones al reconocer nuestras propias experiencias.

Ahora bien, al haber escogido el ámbito público para el accionar feminista a finales de la década de 1980, las feministas dejamos de experimentar nuevas formas de relaciones afectivas, de analizarlas y de producir conocimientos sobre ellas. Atrapadas en la denuncia pública de la violencia misógina, reproducimos el esquema del amor como construcción patriarcal, sin experimentar otra relación de pareja que la que denunciamos. En el caso de las relaciones heterosexuales, los hombres no visualizan qué interés tendrían en experimentar un cambio en las formas de relación afectiva; en el caso de las relaciones lésbicas, las mujeres no analizan sus experiencias para salir del patrón de pasión-sufrimiento-violencia-seducción aprendido de las relaciones heterosexuales hegemónicas.

Parecería que no hay escapatoria a las ofensas en la intimidad, a la violencia intrafamiliar, a los abusos de poder, la discriminación laboral y las comparaciones degradantes entre mujeres. Las experiencias de liberación de las mujeres han puesto sobre aviso al sistema económico patriarcal que recaba parte de sus ganancias en la repetición de patrones de seducción-dominio-gasto masculino y subordinación-gasto para la invitación a la seducción femenina. Para ello, éste ha invertido en la reproducción de modelos femeninos dependientes para reforzar la educación de apropiación de los hombres. La divulgación por todos los medios de estereotipos de belleza femenina racistas y clasistas imposibles o difícilmente alcanzables (mujeres blancas, flacas pero alimentadas, altas y ajenas al mundo social) constituye un bombardeo constante del porqué los hombres tienen el derecho a perpetuar sus modelos de seducción.

De ahí que nueve de cada diez mujeres que se atreven a compartir el relato de sus experiencias de violencia, aun las más extremas, dan cuenta de periodos de seducción que se interponen entre dos sucesos violentos. El muchacho que desaparece de manera injustificada de la vida de una adolescente y tres meses después le envía un ramo de flores o llega a su puerta con un libro de poemas para decirle que nunca la ha olvidado, actúa exactamente como el marido que golpea con una plancha a su esposa para luego llevarla llorando al hospital pidiéndole al doctor que la salve porque no puede vivir sin ella.

Las experiencias de estas mujeres (y el reconocer en ellas una parte de nuestras propias experiencias) son las que pueden informarnos de la urgencia del cambio de nuestra educación afectiva. No se trata de renunciar a la actividad sexual y al afecto (renuncia que gozosamente han asumido muchas de mis amigas, sobre todo las mayores de 50 años) para no tener que renunciar a la propia libertad de movimiento, expresión y reflexión; más bien se trata de ocuparnos de una educación afectiva que no implique que las mujeres se vean forzadas a una actitud determinada por la voluntad de otra persona. Esto es, una educación a experiencias afectivas respetuosas, que produzcan nuevos conocimientos acerca de las relaciones interpersonales, en particular las íntimas.

Referencia: Francesca GARGALLO, “Rosas, golpes, pasión y muerte: el orden de los factores no altera el resultado de una mala educación amorosa”, en Todas, suplemento de Milenio, Ciudad de México, 19 de julio de 2010, http://impreso.milenio.com/node/8802228

Escritora, caminante, madre de Helena, partícipe de redes de amigas y amigos, Francesca Gargallo es una feminista autónoma que desde el encuentro con mujeres en diálogo ha intentado una acción para la buena vida para las mujeres en diversos lugares del mundo. Licenciada en Filosofía por la Universidad de Roma La Sapienza y maestra y doctora en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México, se ocupa de historia de las ideas feministas y busca entender los elementos propios de cada cultura en la construcción del feminismo, entendido como una acción política del entre mujeres y las reacciones que despierta en la academia, el mundo político, la vida cotidiana. Enamorada de la plástica, busca entre las artistas una expresión del placer y la fuerza del ser mujeres; narradora, encuentra en sus personajes la posibilidad de proponer otros puntos de vista sobre la realidad que no sean misóginos; viajera, le da valor a los pasos de las mujeres y el encuentro sobre un mundo que les pertenece. Entre sus novelas destacan: Estar en el mundo; Marcha seca; La decisión del capitán, entre otras. Su libro de cuentos Verano con lluvia ha sido leído por feministas de varios países y ha recibo una buena crítica. Entre sus libros de investigación: Garífuna, Garínagu, Caribe (sobre la historia del pueblo garífuna); Ideas Feministas Latinoamericanas (una historia de las ideas feministas en América latina); Saharaui, el pueblo del sol (reflexión sobre la historia del pueblo saharaui desde hace treinta años en el exilio en Argelia). En la actualidad está dialogando con algunas mujeres intelectuales de los pueblos y nacionalidades originarios de Nuestra América para escribir una historia de las ideas de los feminismos indígenas, desde una epistemología feminista no blanca ni blanquizada.

http://francescagargallo.wordpress.com/

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