

Óbito Travesti es un videoperformance de la colectiva Eunuka Posporno en el que mediante actos sexuales ritualizados, lxs performers expían los mandatos de género y las violencias que acechan a quienes los desobedecen. Desde la furia, lxs artistas nombran las violencias, los miedos y las culpas que cada día el orden patriarcal inflige sobre las corporalidades feminizadas y buscan venganza contra los mandatos de la domesticación.
Óbito travesti from Eunuca Posporno on Vimeo.
Eunuca es una colectiva accidental ubicada temporalmente en la ciudad de Medellín. Indaga los cruces entre transfeminismos y antiespecismos usando la pospornografía para evidenciar los hallazgos y cuestionamientos resultantes de sus exploraciones. Desde sus inicios en 2014 sus creaciones han denunciado la violencia que resulta de los diferentes sistemas de dominación estructurales como el cisexismo, el colonialismo, la transfobia, el especismo y la destrucción del medio ambiente a través de acciones performativas o la proyección de estas, principalmente, en espacios públicos y no- convencionales.
por Leah Muñoz
En las últimas semanas hemos visto un aumento del discurso transfóbico en las redes sociales y medios de comunicación. Distintos grupos feministas de Facebook en Ciudad de México, pero también en otros estados y países, se han vuelto escenarios de confrontación en donde feministas radicales trans-excluyentes (TERF), o también llamadas críticas de género, han aumentado su ofensiva en contra de las personas trans. De igual forma, distintas voces de intelectuales, escritoras y periodistas, principalmente de España, se han sumado a esta ofensiva transfóbica.
Esto se ha traducido en ataques cibernéticos a páginas que representan la fuente de trabajo de mujeres trans, acoso transfóbico a mujeres en redes sociales por parte de páginas TERF, y en poner a discusión la presencia de mujeres trans en el movimiento de mujeres mujeres, y en oponerse al reconocimiento legal de la identidad en niños y adultos.
La idea que hoy se moviliza en esta ola de transfobia es la acusación de que las mujeres trans representamos la amenaza patriarcal de borrar a las mujeres. Hace unos días la ex-diputada del PSOE y activista feminista española Ángeles Álvarez escribió un texto en elDiario.es titulado “Contra el borrado de las mujeres” en donde señala que con las leyes de reconocimiento de la identidad de género se está borrando la realidad de las mujeres.
El argumento que esboza la autora de dicho artículo es el siguiente. Acusa de que las leyes de identidad de género y el feminismo queer ponen la existencia del sexo en cuestión como una categoría biológica y jurídica. Al cambiar la categoría de sexo por género, señala Álvarez, se estaría cayendo en un negacionismo del sexo biológico que atenta contra la participación y representación de las mujeres en los deportes, las leyes de paridad, el lenguaje, la maternidad y las estadísticas.
En el caso del deporte señala que las mujeres cisgénero estarían siendo borradas con un supuesto aumento de victorias profesionales de “varones identificados como mujeres” (sic). En el caso de las leyes de paridad menciona que cada vez más partidos políticos estarían eligiendo a menos mujeres por elegir a “géneros diferentes o no binarios”. El lenguaje inclusivo con el uso neutro en “e” estaría ocultando a las mujeres del lenguaje. El reconocimiento de “cuerpos gestantes”, para incluir a los hombres trans en la maternidad, estaría eliminando también a las mujeres de la maternidad. Al incluir en las estadísticas la categoría de género en vez de sexo se estaría borrando una realidad tangible al poner el subjetivismo del género. Y finalmente al permitir que niñas hagan transiciones de género para ser niños.
Para la autora todo lo anterior representa el borrado de mujeres que promueven las leyes de identidad de género, en específico las que quitan criterios de certificación de género psiquiátrica y endocrinológica. De hecho la autora ve con buenos ojos que en el Reino Unido y en España, a diferencia de Argentina y Ciudad de México, aún se mantienen leyes que solicitan criterios de certificación de género a quienes desean hacer una transición.
Para Álvarez, como para las feministas críticas de género, estas leyes, promovidas supuestamente por el feminismo queer, implican un negacionismo del sexo y una redefinición de los paradigmas básicos de la ciencia. De hecho Álvarez sostiene que el feminismo reconoce que el sexo es una realidad biológica y que el género es lo cultural. Lo primero es un hecho bruto de la naturaleza y lo segundo es contra lo que lucha el feminismo, de tal forma que hay que anular el género y dejar el sexo.
Por eso es que las feministas críticas de género, ante este supuesto borrado de mujeres, están por eliminar la categoría de género y por regresar la de sexo tanto en lo jurídico, administrativo, como en lo teórico. Al eliminar el género impiden también que haya reconocimiento legal de la identidad de género porque, consideran, el sexo como realidad biológica no puede ser autodeterminado.
Muchas cosas hay que decir al respecto. Lo primero que hay que señalar es que esta ola de transfobia a nivel internacional no puede entenderse sin poner como contexto que en distintos países se están impulsando leyes de reconocimiento de la identidad de género en adultos e infantes. Leyes que en muchos casos son muy avanzadas porque buscan darles a las infancias trans el derecho a ser reconocidas legalmente así como eliminar los criterios de certificación de género que patologizan, medicalizan y peritan la identidad de las personas trans.
Actualmente se espera en la Ciudad de México la aprobación de la ley de infancias trans, y en España y Reino Unido se están moviendo propuestas para quitar criterios de certificación de género en quienes quieran comenzar una transición. Esta ola de transfobia se entiende como una reacción a estos proyectos de ley.
Lo segundo que hay que decir es que esta ola de transfobia busca generar una polarización entre el movimiento de mujeres, por un lado, y el movimiento trans, por otro. El movimiento de mujeres ha sido un espacio aliado fundamental para el reconocimiento y defensa no sólo de las mujeres trans sino de las identidades trans en general en todo el mundo. En los últimos años colectivos y personas trans se han sumado a las movilizaciones de mujeres en contra de la violencia machista como el #24A en el 2016, el #8A por el derecho al aborto en el 2018, y los #8M. La acusación de que las leyes de identidad de género, la teoría queer, y la categoría de género borran a las mujeres es un intento de quebrar una alianza que lleva años gestándose.
Esta acusación del borrado de mujeres, además, se asienta en una serie de tergiversaciones sobre la historia de la teoría y filosofía feminista. La primera de estas tergiversaciones es señalar que la Teoría Queer introdujo la noción de género y que, al mismo tiempo, eliminó la de sexo.
Si bien la categoría de género fue acuñada por el psicólogo John Money en la década de los cincuenta del siglo pasado, su introducción en la teoría feminista se dio en la década de los setenta por la feminista radical Kate Millet. No obstante, la noción que tomó esta categoría en la teoría feminista suele ser rastreada y adjudicada al feminismo existencialista de Simone de Beauvoir con la conocida declaración de que “no se nace mujer, se llega a serlo”.
La Teoría Queer, con apuestas teóricas tan diversas como las de Judith Butler, Teresa de Lauretis, Paul Preciado, Eve Kosofsky Sedgwick, y Jack Halberstam, criticó el esencialismo en el que había caído la categoría de género en la teoría y el movimiento feminista.
De esta forma afirmar que la Teoría Queer introdujo la noción de género para eliminar la de sexo es falso. La categoría de género tiene una larga tradición y trabajo en la teoría feminista como categoría política y epistémicamente útil para explicar la realidad de las mujeres. La historiadora feminista Joan Scott señaló la utilidad de esta categoría para el análisis histórico de las mujeres. La emergencia de la categoría de género permitió evidenciar que determinados roles y comportamientos dados a las mujeres era consecuencia de la cultura y no de la biología.
Es por esto que decir que la categoría de género ha venido a borrar a las mujeres va contra la historia de la teoría y el movimiento feminista que, con la categoría de género, ha logrado evidenciar las múltiples realidades de las mujeres. Realidades que con la categoría de sexo quedaban naturalizadas y borradas en una realidad universalizante dada por la biología.
La crítica de los feminismos a la construcción social del género ha sido a su construcción asimétrica y jerarquizante, no necesariamente a la noción de género en sí misma. No obstante la pregunta de lo que significaría un mundo sin género, y si de hecho esto es deseable y cómo se llega ahí, sigue aún hoy siendo objeto de acalorados debates filosóficos y políticos de los cuales participan las abolicionistas de género.
La segunda de las tergiversaciones que se hace por parte de Álvarez y las feministas críticas de género es que el feminismo queer eliminó la categoría de sexo y promovió un denegacionismo del sexo y de la ciencia. Contrario a esto, la Teoría Queer tomó la categoría de sexo como central en sus análisis, y su punto de ruptura con tradiciones feministas anteriores estuvo en que para el feminismo queer no sólo el género era construido socialmente sino también el sexo.
Lo anterior generó múltiples debates en la filosofía feminista sobre qué era la construcción social del sexo y cómo podría ser entendido eso sin que se tradujera en su desmaterialización. Los trabajos de historiadoras y filósofas feministas de la ciencia como Donna Haraway , Londa Schiebinger, Anne Fausto Sterling, pero también de Paul Preciado, respaldaron la tesis de que el sexo era construido socialmente. Esta construcción era discursiva a partir de los sesgos culturales sexistas, binaristas y heteronormativos de los sujetos que participaban de la actividad científica. Pero también material al evidenciar los mecanismos mediante los cuales el propio cuerpo sexuado es modificado al estar sujeto a las influencias de la cultura como el ejercicio, la dieta, el estilo de vida y las tecnologías médicas.
Reconocer la construcción social del sexo permite comprender que la relación que una sociedad tiene con el cuerpo sexuado está mediada por sistemas culturales, jerarquías y tecnologías. Un ejemplo de construcción social del sexo lo encontramos en las tecnologías hormonales que permiten alterar los ritmos biológicos sexuales de tal forma que las mujeres puedan evitar embarazos. Eso es algo que no estaba antes y que emergió en un determinado momento de la historia de la tecnología y la ciencia y que cambió por completo la subjetividad y relación de las mujeres con su cuerpo.
Pero reconocer que el sexo es construido socialmente no significa que no sea real y que no tenga consecuencias sobre las vidas de las personas. Un ejemplo clásico de una construcción social con fuertes consecuencias sobre la vida de las personas es la del dinero. Esa construcción social rige hoy nuestras vidas en muchos sentidos, y el no tener dinero tiene consecuencias materiales tan fuertes como podría ser el morir de hambre.
El feminismo queer no niega la realidad material del sexo. Lo que niega es que el sexo sea universal, autoevidente, ahistórico, inmutable y sin ningún tipo de mediación. Cuando la Teoría Queer dice que el sexo está construido socialmente quiere hacer ver que las explicaciones científicas y sociales que se han dado del sexo están atravesadas por imaginarios de género jerarquizantes y binarios, así como por culturas materiales.
Es por esto que es falsa la acusación de que el feminismo queer busca borrar la realidad material del sexo y de los cuerpos sexuados . Álvarez y las feministas críticas de género pretenden resucitar una noción de sexo universalizante, autoevidente, ahistórica y despolitizada contra la que se opusieron las feministas en el siglo pasado. Esa que reduce el ser mujer a pura biología al negar el componente cultural de su construcción.
Este desplazamiento retórico a la categoría de sexo como categoría autoevidente, universalista y organizadora de la política feminista por parte de las feministas críticas de género debe entenderse como un desplazamiento que busca generar un candado al reconocimiento de las políticas e identidades trans. Un candado que se construye haciendo de la categoría de sexo una realidad biológica, inmutable, intransitable e incuestionable y colocando a las personas trans y a las leyes de reconocimiento legal de la identidad como presas de un subjetivismo de género que jamás podrá alcanzar la autodeterminación del sexo porque éste es una verdad inmodificable de la naturaleza.
Lo anterior es falso no sólo porque muchas personas trans logran modificar su cuerpo sexuado de múltiples maneras haciendo del sexo algo transitable y modificable sino también porque rastrear la realidad de las mujeres exclusivamente a la categoría de sexo busca promover, una vez más, un discurso que presupone una realidad única compartida entre las mujeres para excluir a las mujeres trans como ajenas a esa realidad. ¿Acaso no el feminismo negro le vino a recordar al feminismo blanco que las mujeres negras no tenían su misma realidad? Podemos decir lo mismo de las mujeres migrantes, las mujeres indígenas y las mujeres trans. Aunque las mujeres tengamos puntos en común en nuestras experiencias no compartimos todas la misma realidad.
Es una trampa transfóbica y reproductivista el desplazamiento de que la realidad que comparten todas las mujeres es la de la reproducción. Y aquí muchas filósofas feministas podrán molestarse porque si la categoría de mujer como sinónimo de hembra causa mucho conflicto es porque el ser mujer es una categoría social que no puede ser explicada por completo con las categorías de la biología. Incluso en el tema de la reproducción las filósofas feministas evitan reducirlo a la pura capacidad gestante, la reproducción también implica la crianza y en ese sentido ni siquiera la reproducción es vivida de la misma forma por todas las mujeres (e incluso hay mujeres trans participando de la crianza).
La eterna pelea entre transfeministas y feministas críticas de género es que para las segundas la única dimensión de poder sobre las mujeres es a causa de la capacidad reproductiva. Para el transfeminismo la reproducción no es la única dimensión de poder que viven las mujeres. Hay más, y no en todas las dimensiones de poder está de por medio la capacidad reproductiva. Nadie pregunta sobre tu capacidad reproductiva cuando te acosan en la calle o cuando te otorgan un menor salario por ser mujer. ¿Que hay un tema de opresión en la reproducción? Sí lo hay, y las mujeres trans no queremos borrar eso. Lo que decimos es que no es la única dimensión de opresión hacia las mujeres, hay otras en las cuales nosotras nos vemos afectadas como la misoginia que deriva en transmisoginia.
Como señala la filósofa feminista Rosi Braidotti vivimos en tiempos paradójicos y con contradicciones. Si bien la tecnocultura y los imaginarios sociales han hecho que las diferencias entre los géneros se estrechen con la moda andrógina y los cuerpos transgenerizados, la otra cara de nuestra sociedad capitalista es que han aumentado brutalmente las diferencias negativas entre los géneros. Diferencias económicas, con la feminización de la precarización y la pobreza, y diferencias en la violencia que viven los géneros. En México diario matan a 10 mujeres. Esta realidad no la podemos, y no la queremos, borrar las mujeres trans. En otras palabras, aunque en nuestras sociedades la diferencia sexual se haya vuelto transitable ésta no se ha disuelto.
Las personas trans podremos transitar pero no borramos ninguna realidad de violencia de género, ni económica, ni simbólica. Al contrario muchas mujeres trans queremos transformar esa realidad y nos oponemos a esa violencia simbólica, física y económica porque también nos afecta al volvernos mujeres.
Vale la pena agregar que este debate impulsado por intelectuales, escritoras y periodistas españolas no toma en consideración que ya hay países en donde ya se dio este avance de las leyes de identidad de género que allá genera tanto debate. Uno de esos países es precisamente México, que tiene ya nueve estados en los que puedes acceder al reconocimiento de la identidad mediante un trámite administrativo. Los temores de los que hablan las españolas no se han realizado. Eso se observa en el hecho de que las mujeres trans no estamos sobre representadas ni en estructuras de gobierno, ni en las academias, ni en las bellas artes. El único lugar donde las mujeres trans están sobrerepresentadas es en los crímenes de odio.
Si la preocupación es que el borramiento fuese a llevar a una sobrerrepresentación de mujeres trans y a una subrepresentación de mujeres cisgénero, esto es estadísticamente falso. En México no ha pasado.
Si hiciéramos una lista de los problemas que más afectan a las mujeres estarían temas como feminicidio, trata, acoso sexual escolar-laboral, doble jornada laboral, subrepresentación política, subrepresentación en la vida económica y académica. Todas estas inequidades no involucran al sujeto trans como una amenaza. No participamos de los mecanismos de opresión que generan esas inequidades, y sí está en nuestra mejor intención el eliminarlos.
Es curioso que de esta realidad no hablen las feministas críticas de género que nos acusan de borrar a las mujeres, y se enfoquen en sobredimensionar de forma escandalosa los contados casos de mujeres trans que han logrado abrirse un camino en los deportes o la política.
Finalmente hay que señalar que en todo este debate de las leyes de identidad de género hay un aspecto colonial. Las intelectuales españolas no se han dado cuenta que no son vanguardia. Hay países donde estas leyes se han aprobado y no pasó nada. El hecho de que la discusión en España y Reino Unido tenga ecos en América Latina muestra el legado colonial que está operando, y la incapacidad de estos sectores ilustrados españoles, al considerarse metrópolis, de querer aprender de lo que pasó en América Latina. La pretensión asimismo de hablar desde la universalidad esconde la historia colonial de la construcción de género en Latinoamérica que estuvo aunada al más grande holocausto de la historia de la humanidad.
Una minoría numérica como las personas trans jamás podremos borrar a una mayoría numérica como la de las mujeres cis. Y jamás ha sido esa la intención de las personas trans, como lo ha querido pintar el feminismo TERF, que desde Janice Raymond nos ve como “drones del patriarcado”. Lamentablemente borrarnos sí es el objetivo político de las feministas críticas de género. Y de paso, en su tarea de borrarnos al eliminar la categoría de género, y reducir todo a la de sexo, están borrando las múltiples realidades de mujeres en todo el mundo.
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Leah Muñoz: Estudiante de Biología, UNAM. Áreas de interés: Historia y Filosofía de la Ciencia. Historia y Filosofía de la Biología del Sexo.
Este texto surge de correspondencia con una amiga, en la que intento responder cómo he vivido la transición de mi esposa. Todo lo que aquí digo es producto de mi experiencia, que no necesariamente se parece a otras.
Te confieso que tu correo anterior generó un temblor casi imperceptible desde fuera pero movió todo de lugar adentro. Las preguntas que me haces sobre la transición de L., si bien son las mismas que otros amigos me han hecho, me generaron una sensación inquieta. Pasé por días tristes, sintiéndome un poco perdida, hasta que encontré de nuevo mis Nortes. Mis Nortes son pensadoras y escritoras como Adrienne Maree Brown, Audre Lorde, bell hooks, Gloria Anzaldúa, Lorena Cabnal, la Cusicanqui, por mencionar algunas. Ellas hablan del amor como una potencia que se revela en la transformación, del placer propio como poder y como camino de acción. Hablan también de la sanación como acto político enraizado en lo ancestral; y consideran que lo indeterminado o queer es poderoso. Todas estas ideas resuenan dentro de mí: me considero una persona libre, sobre todo en mis afectos y en mis placeres. Pero, a veces, también mi libertad y yo nos asustamos. Es difícil acompañar una transición, si bien el camino es hermoso.

Hay días y días.
Hasta ahora, hemos gozado de un proceso muy privado, y eso nos ha tenido muy protegidas. Hemos podido criar concentradas en nosotras, manteniendo pocos espacios de contacto con el mundo. Estos tres años han sido una buena cantidad de tiempo para entender la transformación, sanar lo que duele y acompañar este proceso, que es lo que me toca.
Hay días en que es desgastante sentir las emociones que genera un proceso así: su duda o miedo, mezclados con mi inseguridad o mi rabia. Creo que una parte de transicionar es sanar. En el movimiento de la transición se descubren heridas emocionales, causadas por no haber podido ser quien se es desde el principio. A su alrededor han crecido como maleza la culpa, el miedo, la soledad, la desesperanza. El movimiento lo descubre todo: las heridas tienen que airearse, recibir el sol, limpiarse con agua. Imagino que cuando se transiciona joven duele menos que hacerlo a los 37 años. Creo que por esto, entre otras cosas, es tan importante crear un ambiente tranquilo y de apoyo para las infancias y adolescencias trans.
Cuando se acompaña una transición a veces hay que limpiar heridas. La relación, elástica como un puente que une dos personas, recibe el peso de los cuidados. Los cuidados pesan en el cuerpo y en las relaciones.
Hay días en que es muy difícil; algo se desajusta y no entiendo qué. Hay días en que me doy cuenta que sus gestos están cambiando y tardo en reconocerle. Ella va cambiando físicamente, por momentos muy rápido o lento, en otros parece estancarse. En este movimiento permanente hay cosas que me gustaban y que desaparecen; algunas que no me gustaban desaparecen también y nuevas emergen. Surgen torpemente como todo lo que nace, a veces con muchos aspavientos, otras veces naturales. En ocasiones, aquello que emergió desaparece después. A estos ritmos naturales me he acostumbrado.
La despedida de las cosas que me gustaban fue dura. Por ejemplo, cuando dejó de ser «varonil» me costó mucho. Yo creo que siempre extrañaré su barba y una especie de timidez varonil que poseía y que me cautivó cuando le conocí. Estos cambios no se dieron de un día para otro. Un día me di cuenta de que hacía tiempo que ya no era como yo pensaba. Simplemente estuve triste un tiempo largo; poco a poco pasó el sentimiento. Luego ya estaba enamorada de otros aspectos de ella, cosas nuevas. A veces tengo la sensación de haberme enamorado de otra persona, aunque sean la misma. No expresan la timidez de la misma manera, aunque ambxs son tímidxs. En sus gestos, en sus formas de vestir y de hablar son diferentes. Ella se ve libre ahora, y veo claramente que antes no lo parecía.
No sirve de mucho hacer esta comparación entre una y otro, porque normalmente la transición se siente más como un fluir de olas. Una serie de transformaciones pequeñas; cosas que aparecen y desaparecen siguiendo un ritmo propio, natural.

Acompañar una transición se parece al acto de maternar, en tanto se cuida a alguien y una se implica en todos los niveles. Como dice Alejandra Eme Vázquez, cuidar es poner el cuerpo. Si lo hago por periodos largos es fácil perder el sentido de quién soy: qué necesidades tengo, qué me causa placer o cuándo necesito descanso. Aún cuando lo sé, a veces no tengo el tiempo o los recursos para atenderme, no encuentro apoyo o me causa culpa cuidarme. Caminar junto a una transición no es maternar, pero implica tanto que temo perderme a mí misma en el camino. No quiero sentirme atada a la relación, vacía de mí, acompañando una revolución transformativa tan potente.
La manera que encontramos para evitarlo fue abrir la relación. En medio del oleaje, aseguro mi libertad entendiéndola como autonomía sobre mi cuerpo y mi persona. Encontré esta forma para alejar a los fantasmas que imponen un hasta que la muerte nos separe. Permanecemos juntas por decisión, porque la compañía de la otra nos da felicidad; no por costumbre ni obligación. Prefiero habitar un no saber en la oscuridad que huele a verdad. Hasta ahora, esta forma de libertad nos ha funcionado. La ejercemos responsablemente, apoyándonos en la comunicación y como ejercicio de honestidad constante.
Pero ante tanto cambio es natural que surja la pregunta que enuncias: ¿qué nos hace ser nosotrxs mismxs? En las sensaciones que me despierta esa pregunta se reúnen mis experiencias de los últimos años: la maternidad, la transición de mi pareja y un cambio de país. Siempre he confiado en la comicidad y brevedad de La Agrado. Yo matizo sus palabras diciendo que uno sabe cuando se acerca a quien uno verdaderamente es. El cuerpo lo dice. Me gusta mirar fotos de personas antes y después de transicionar. En las segundas, suelo encontrar una seguridad de la existencia que se expresa claramente en el cuerpo. El brillo en la mirada y la anchura de la sonrisa no se fingen. Sé que la transición de mi pareja la acerca a quien ella es. También sé que antes de y durante el proceso, ella sigue siendo. Ahora es más ella, es distinta y la misma a la vez. Su camino de libertad nos ha enseñado mucho.

Yo acompaño el caminar de mi pareja mientras atravieso mi propio proceso: todo lo que implica re-conocerla. Por cierto que esto es complicado de abordar: es la primera vez que lo pongo en palabras de forma cuidadosa y exhaustiva. El puente, el peso, el dolor de la herida y el proceso íntimo de reconocerla implica una serie de malabares emocionales de dificultad avanzada. Los años que pasé en terapia (antes de conocerla), el amor que nos tenemos y nuestro compromiso con el trabajo interior son valiosas herramientas, así como fuentes de paciencia. Pero puedo decirte que el acompañamiento no es fácil, en el proceso enfrentamos demonios internos, inseguridades y dolores vivos, en un mundo que ya de por sí exige mucho equilibrio para hacerle frente cotidianamente.
En el plano sexual, hasta ahora no ha habido mucho cambio. Sé que algunas personas trans enfrentan disforia si performan sexualmente como antes, pero no ha sido el caso de mi pareja. (Lo cual no implica que no ocurrirá.) Hasta ahora seguimos disfrutando su pene, pero no lo considero imprescindible. Siempre he sido una persona libre en lo sexual y la voz autorizada para decidir sobre mi placer. Hemos atravesado ajustes y etapas, eso sí. Porque la atracción sí cuenta, y mucho. En el océano del cambio hay días y días para el deseo: existen periodos de sequía, luego llegan las lluvias y hasta inundaciones.
También me preguntas si yo ya sentía atracción por mujeres desde antes y la pregunta me puso a temblar ante la dificultad de articular mis evasivos gustos. Desde que tengo memoria, habito un territorio incierto. He renunciado a etiquetarme, pero soy consciente de la ambigüedad. Hasta ahora, no me había interesado tener una relación de pareja con ninguna mujer. He tenido encuentros, pero en el plano de lo real siempre me gustaron los hombres. Esto también es complicado: me atraen las masculinidades no heteronormadas, disidentes, divergentes.
En todo caso, creo que cuando renuncias a las etiquetas, todo se vuelve un caldo orgánico con cosas que emergen y se sumergen de manera natural, viva. Y eso, para mí, se siente cómodo; o al menos ahí he aprendido a estar y a ser.

Las imágenes que acompañan este texto son parte de una herramienta de autonoconocimiento en forma de baraja de 50 cartas en torno a las transformaciones, la libertad y las relaciones. Esta especie de tarot amoroso fue desarrollada por la autora. Algunas de las frases que aparecen en las cartas provienen de reflexiones de la artista y activista trans Lía Sirena.
por Kiin Uk & Lyydia Lanigram
El anarquismo queer, como el anarcofeminismo y el eco-anarquismo, no es una “rama del anarquismo”. El anarquismo queer no divide el anarquismo en una nueva tendencia, sino que profundiza la tendencia original del anarquismo para el siglo XXI. El anarquismo queer es la evolución natural del anarquismo, teniendo frente a los ojos las enseñanzas del feminismo y el transfeminismo durante el siglo XX.
El anarquismo queer, en la medida que es queer y es anarquismo, busca la abolición del capitalismo, el Estado y el patriarcado. Desde el anarquismo queer es claro que la liberación humana sólo podría provenir de la lucha conjunta contra toda forma de opresión, hasta disolver toda jerarquía.
Por lo anterior, el anarquismo queer pone en su centro la interseccionalidad. El análisis interseccional permite comprender que la opresión tiene múltiples facetas, y que todas ellas se interrelacionan entre sí. Clase, raza, género, nacionalidad, estilo de vida, gustos, etc., son dimensiones objetivas que posicionan a los sujetos en distintas posiciones en el espacio social. La coordenada que cada persona ocupa moldea en general la “experiencia de opresión” que se tiene. Una lesbiana blanca de Beverly Hills, tiene una experiencia muy distinta que el hombre proletario de Haití, y ambos una muy distinta que la mujer latina trans inmigrante en un país europeo.
Tener conciencia de la interseccionalidad ha resultado tanto revelador como devastador, tanto para el feminismo como para el anarquismo. Revelador pues ha comprendido que las experiencias de las mujeres y las disidencias, así como de las personas de la clase trabajadora, son muy diversas, permitiendo perfilar de mejor modo las luchas contra las fuentes de la opresión. Devastador pues ha obligado a modificar severamente concepciones que estaban muy arraigadas tanto en el anarquismo, como en el feminismo.
La primera concepción que ha sido barrida por asumir la interseccionalidad radica en la prioridad de la lucha. Los anarquismos que están aún demasiado cómodos en el análisis materialista del siglo XIX y en el sindicalismo se habrán visto molestos de notar que la causa contra el capitalismo no tiene preeminencia sobre la contra el racismo o el patriarcado o cualquier otra. Sin duda también quienes sean exponentes de este anarquismo no querrán oír que hablamos de “experiencias de opresión”, cuando bastaría simplemente la constatación objetiva de la posición de clase. Por otro lado, el feminismo, sobre todo aquél inspirado en el lesbofeminismo, podría notar cierta incomodidad al notar que las mujeres y las disidencias pueden también oprimir a otras personas, en la medida que en los espacios de encuentro, incluso los “espacios seguros”, puede haber opresión, incluso opresión patriarcal. Durante demasiado tiempo el feminismo y el pensamiento queer adoptaron el separatismo como práctica, y la interseccionalidad cierra radicalmente esa vía. Los espacios seguros presuponen la homogeneidad de las experiencias de opresión, cuando la realidad precisamente es la contraria. Como nos recuerda J. Rogue, cuando se intenta universalizar una experiencia de opresión, normalmente esa versión termina siendo la de las figuras más hegemónicas dentro de los respectivos colectivos.
Ninguna lucha por sobre la otra, toda forma de opresión debe exterminarse hasta no dejar rastro. ¿Pero qué pasa con la organización política y con los colectivos? Aquí también la interseccionalidad hace tambalear las viejas nociones. La segunda concepción que debe erradicarse radica en la misma idea de que haya “sujetos políticos” de distintas luchas. El así llamado “feminismo radical” ha parasitado particularmente de esta idea para sugerir que “las mujeres (biológicas con vulva)” son “el sujeto político del feminismo” y que las personas trans, las disidencias, así como las personas racializadas y la clase trabajadora deben constituir sus propios movimientos, pues cada movimiento tiene un “sujeto político” distinto. Esto es falso desde el punto de vista teórico e inútil desde el punto de vista político. Precisamente la idea de que hay “sujetos políticos” de un movimiento presume que todos los sujetos oprimidos de un mismo grupo tienen la misma experiencia de opresión, como si la opresión patriarcal de un hombre gay europeo de clase alta fuese la misma que la de un hombre gay pobre en Arabia Saudita. Esta constatación no es materia de ideología, es sencillamente un hecho. Las intersecciones que atraviesan las facetas de la opresión son tan complejas y tan diversas que podría llegarse al absurdo de que necesitemos un movimiento para las “mujeres lesbianas negras de clase alta”, “las mujeres lesbianas negras de clase trabajadora”, “las mujeres lesbianas blancas de clase trabajadora”, etc., etc., etc. Pero incluso ignorando esta insensatez, quien articule su lucha recurriendo a los “sujetos políticos de la lucha”, estará permanentemente encontrando falso aliados y excluyendo reales camaradas de armas. Sencillamente carece de sentido que una mujer de ultraderecha sea más sujeto del feminismo que un hombre hétero-cis altamente comprometido con la lucha contra el patriarcado y que realiza activismo concreto en su territorio y su lugar de trabajo. Que se esbocen expresiones como “alienada” o “aliado feminista” son solo parches, meras soluciones ad hoc, para una concepción política insostenible que cae por su propio peso.
¿Cómo se articula la lucha revolucionaria desde el anarquismo queer? Pues desde el sentido común: habiendo comprendido que hay una profunda interrelación entre todas las formas de opresión, y teniendo claridad acerca de la necesidad de que todas ellas desaparezcan, el movimiento político revolucionario puede ser solamente uno. Resulta inútil dividir el movimiento en una constelación de movimientos cuando la causa común de todos ellos es, realmente, la misma. ¿Quiénes son sujetos políticos de este único movimiento revolucionario? No son quienes han caído aquí o allá por la suerte o el destino. Las posiciones objetivas en el espacio social no determinan filiaciones políticas o adscripción a un colectivo activista. Quienes componen este movimiento son, de hecho, todas aquellas personas que están dispuestas a luchar activamente contra toda forma de opresión: contra el patriarcado, contra el racismo, contra el capitalismo, contra el Estado y contra cualquiera jerarquía que oprima a la humanidad y le impida alcanzar su plenitud. No existe mejor manera de combatir el monstruo de la opresión que tiene múltiples cabezas que propinándole un efectivo estoque, en lugar de pequeños pinchazos de alfiler.
¡El feminismo será anarquista o no será! ¡El anarquismo será queer o no será! ¡La lucha continúa!
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Plataforma Anarcx-Queer es un espacio que surgió del encuentro de dos almas con espíritu libertario, ideas de rebeldía y motivaciones de lucha contra toda forma de opresión. El 23 de septiembre de 2020, las compañerxs Lyydia Adanigram y Kiin Uk lanzaron su primera publicación buscando encuentro, coordinación y difusión para Anarcx-feministas y Anarcx-Queers. Hoy, la Plataforma es proyecto y proceso, y cada persona o colectivo con espíritu libertario podrá recurrir a la plataforma para seguir construyendo el movimiento revolucionario.


por Bruno Cimiano
aún sangro
cada vez menos
sólo cuando descanso
de la dosis de C19H28O2
da cada día
momento
existencia mía
en cada semana
de cada año
Sangro
una sangre delatora
así que, sí, aún sangro
No fui la mujer completa
en cuanto al género
no soy hombre completo
según al sexo
tampoco soy trans completo
dada mi actitud
deduzco
al parecer
porque
la verdad y lo cierto, es que
aún sangro.
Sangro, y lo peor
es que lo requiero
sangro y la sangre se acuerda
del destino predeterminado
sangro y la sangre me ubica
en el lugar en el que el mundo
me tenía otorgado
Sangro
y mientras lo hago
imagino a mucha gente
mirando
a miles de gente, no
a millones de gente
veo a un gran mundo
enjuiciante observando
mirando al bebé que llega
que viene marcado
miradas que van marcándole
en su papel
ese sitio dado
Ese bebé
mundo
ese bebé
mamá, papá, tíos, abuelas,
hermano
no cumplió la expectativa
que traía
como una hogaza bajo el brazo
descuiden que
no hace falta que se lo digan,
que
ese bebé digamos
que ya se ha enterado.
Como decía.
Sangro
y mi sangre se me hace
necesaria
y mi cuerpo me habla de un
pasado
me habla de la primera vez
me habla de mi miedo
de mi placer y de mi
rebeldía prematura.
Esta sangrecuerpo
a mí me dice tanto.
Sangro,
y si es que sangro
¿en que lucha quepo?
Expulso
una sangre que no es
femenina.
Expulso
una masculinidad
que no idolatro.
Por favor, a quien escuche esto
nunca permita
que nos esterilicen
a lxs nuestrxs
no le apuesten
a la política
que nos niega el cuerpo
por favor, pase lo que pase
nunca permitan
que nos roben
nuestra sangre
y nuestros sueños.
Y es que
cómo explicarte,
compañera.
Toda esta es nuestra
sabia resistencia.
Todo esto importa tanto…
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trans*poesía es una iniciativa de Bruno Cimiano. Proyecto poético de amor y política alrededor de un proceso de tránsito y en apoyo a cada cuerpx y resistencia trans* https://www.instagram.com/transpoesia/
por Dani Curbelo
Este corto del año 2019 no sólo es un homenaje a una mujer que se enfrentó a una gran cantidad de obstáculos y dificultades por ser quien era, también es una denuncia a la situación de muchas personas trans mayores ya fallecidas a las que nunca se les ha reconocido sus identidades.
Rosario Miranda (1937-2004) vivió bajo la dictadura franquista en un pueblo de Tenerife (Islas Canarias) llamado Buenavista del Norte y se dedicó toda su vida a la ganadería y la agricultura. En un contexto rural y una época tan represiva muy poca gente en el pueblo la reconocía como la mujer que fue. La falta de información y referencias hicieron creer erróneamente a muchas personas que Rosario fue un «hombre travestido». En el año 2002 el director canario David Baute rodó una película documental sobre la vida de Rosario, que ya está online en Youtube, y también apareció mencionada en el libro «El látigo y la pluma» (2004) de Fernando Olmeda, una obra sobre la represión del franquismo a la diversidad. Sin embargo, en su lápida aparece un nombre que no le corresponde. Esta es la historia de Rosario, un claro ejemplo de resistencia y valentía y una referente trans canaria. Que no caiga en el olvido nunca.
«Mi nombre es Rosario Miranda» from Dani Curbelo on Vimeo.
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Dani Curbelo (Tenerife, 1995) se graduó en Bellas Artes en la Universidad de La Laguna en 2017 y en estos años ha participado en diferentes exposiciones y encuentros dentro y fuera de la Isla,
colaborado en ediciones y promovido varios proyectos artísticos y audiovisuales como la dirección del documental «Memorias Aisladas» (2016) o la publicación «Entre Líneas» (2017). Desde 2019 cursa el Máster Universitario en Estudios de Género y Políticas de Igualdad de la Universidad de La Laguna. Su trabajo está vinculado con su situación y experiencia personal así como con problemáticas concretas, constituyéndose y transitando, desde una perspectiva transfeminista, anticolonial y disidente, dentro de los indefinidos marcos de lo interdisciplinar.
En 2018 participó en el congreso «¿Del otro la’o?: perspectivas y debates sobre lo cuir» de la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez y en el primer congreso internacional de Artes Escénicas y Diversidad celebrado en el Centro de Arte Párraga en Murcia. También ha colaborado con instituciones como El Palomar, LEAL.LAV y Tenerife Espacio de las Artes (TEA), donde en este último caso ha sido coordinadora de los programas de pensamiento crítico “¡Autonomía! ¡Automatización”!, “de/tra(n)s: fronteras, cuerpos trans y (contra)archivo de los sures globales. herramientas queer/cuir ante las experiencias del sexilio” y “Rituales del Caos”. En el año 2019 compartió junto a la artista y performer Celeste González una residencia de creación en La Poderosa Espacio para la Danza y sus Contaminantes (Barcelona), con quien ha continuado creando desde la disidencia sexual y lo performativo.

por Benjamín Martínez Castañeda
El presente escrito es una reflexión, muy personal, de lo que considero alianza y amistad; en ambos casos se trata de políticas, en el caso de la primera es afectiva, en la segunda son relaciones de poder. Pienso la alianza como afecto, en la medida en que somos intensidades y devenimos potencias creativas en el momento en que nos unimos con otras fuerzas; mientras que, veo en la amistad un contrato y un ejercicio de poder vertical disfrazado de compañerismo.
A continuación, compartiré tres emociones que me han acompañado en diferentes momentos personales, laborales, académicos y sentimentales; estos son: alegría, desilusión y resistencia.
UNO:
No sé desde dónde escribo, siento que desde muchos lugares, tengo emociones encontradas. En primer lugar, Hysteria! Revista ha sido un espacio de encuentro entre muchas mentes y cuerpos, aquí empecé a escribir por primera vez y pude compartir lo que había en mi cabecita allá por el 2013; gracias a esta oportunidad, pude dialogar y hacer alianzas con Liz, Tadeo, Lucre, Jorge, Johan, Lía, Bala… Entre nosotras aún perreamos, a la distancia, en la mente o cuerpo a cuerpo; pero nunca solas.
En Hysteria! conocí la interseccionalidad, me tiraron un bracito e hicimos una alianza; aprendí que las luchas son colectivas, pero también personales e individuales. Que si le va bien a una, nos va bien a todas. Que cada lucha y espacio ganado es para una y, lo es también, para todas; sin territorialidad, pero sí con la obligación de reconocer por qué, y por quién, llegamos ahí.
DOS:
Recientemente me enfrenté a las políticas de la amistad, esa farsa que supone que los amigos somos libres e iguales, siempre y cuando se esté alineado a su discurso moralizador y a su monopolio de justicia (Derrida, 1998); porque, bajo el llamado de la amistad está el bloqueo y el chantaje. Si somos libres, ¿por qué he de aceptar las condiciones? Si somos iguales, ¿por qué he de aceptar la indiferencia hacia mi?
Me vinieron con el cuento de que aún no es mi tiempo, pero nunca lo será; si uno no procura las acciones, tu tiempo nunca llegará. Me vinieron con el cuento de ponerme la camisa, pero no me dijeron que era de fuerza; porque hacer algo afuera de la amistad sería considerado desleal. Me vinieron con el cuento de los afectos, pero los del gaslighting y dudé de todas mis facultades y capacidades; me convertí en un fantasma de pasillo.
Después de ese amoroso ghosting, me pregunto, ¿por qué no me fui antes? Tras esta experiencia, veo que la amistad no deja de ser una práctica hegemónica y totalizadora; en la que si no estás conmigo, estás en contra de mi. Una vieja forma reaccionaria de controlar los cuerpos, las emociones y los afectos.
TRES:
Todo mundo sabe que soy amante del cruising, asiduo a los vapores, miembro exclusivo del último vagón del metro y voyerista en las apps de ligue. Pero, cuando comencé a impartir clases a nivel universitario, en esta política de la amistad, se me pidió olvidarme de esas prácticas o que me anduviera con cuidado para no ser visto por los estudiantes. Me dio mucha tristeza, pues implicaba volver al closet.
Me negué a todo esto, pues no sería congruente con mi persona y pensamiento; me aferré a mi devenir marica y lo hice mi alianza con mis estudiantes. Intervine mis programas para tener presente al arte y filosofías LGBTTTIQ+, comencé con un tema, después con una unidad, y ahora es todo el curso.
Asumirme como profesor universitario marica y travesti, fuera del closet, lo considero una forma de acompañar a mis estudiantes en sus procesos personales y artísticos; que sepan que no están solos y que no son las únicas locas en las aulas. Y creo que, mejor aún, llevar la historia y teoría del arte LGBTTTIQ+ al currículo, es una alianza entre las locas que ya no están, las que están y las que vendrán.
La educación artística se ha preocupado por la investigación, la producción y las experiencias de unos cuantos; que ha olvidado a las maricas dentro de su horizonte. Apropiándome de una frase de Lemebel, el día que la educación artística involucre a las locas, no me llames, porque ya estaré en primera fila.
Ya aquí, en el final, quiero agradecer a cada una de las personas que me han acompañado; reconocer que han dejado cosas positivas y negativas en mí. Injusto sería que no me dejaran algo. Sigamos adelante en este devenir intensidades y afectos.
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Benjamín Martínez Castañeda (Ciudad de México, 1988). Artista-investigador marica y travesti. Su investigación gira entorno a las figuras del Drag Queen y el travestismo en la cultura visual contemporánea en América Latina. Considera el dragcuinismo como una
metodología de investigación y producción artística.
Su obra se ha mostrado en el CENIDIAP, CCBorder, FFyL (UNAM), UACM, SNTISSSTE, Instituto Lou Andreas Salomé, Ex Teresa Arte Actual, MUAC, Fundación Pedro Meyer, U. del Norte (Colombia), U. Alberto Hurtado (Chile), U. de Valparaíso (Chile), U. de Viña del Mar (Chile); entre otras. Cuenta con publicación de obra en Hysteria! Revista, Maricarmen Zine y Agenda Kuir.
Actualmente, es profesor de asignatura de la ENPEG “La Esmeralda”, y de la FAD (UNAM); en esta última, forma parte del Seminario de Creación, Diseño y Gestión de Exposiciones “Patricia Real Fierros”. También estudia el Doctoreado en Artes Visuales, Escénicas e Interdisciplina (INBAL), con la investigación peDRAGogía. Educación artística y travestismo.
por La Sebas
A los tráns*itos lo puedo situar dentro de la lógica de la virtualidad, entendiendo primero a lo virtual aquí como un conjunto o un cuerpo complejo y en potencia, que demanda constante y perpetuamente una efectuación o actualización para hacerse presente.
La disposición perpetua de nuestro cuerpo-espacio determina las cualidades de nuestro trans*ito: una realización permanente de nuestras formas y viceversa, procesos de tensión constante entre la realización actual de nuestras formas con nuestro desconocimiento del futuro y nuestra capacidad propositiva.
El trans*sito no es solamente individual: nos trans*formamos y trans*formamos nuestro entorno a medida que este se trans*forma y nos trans*forma.
El confinamiento por covid-19 actualmente forma parte de nuestros trans*itos y junto con los otros detonantes de nuestros contextos: ¿Qué indicios y evidencias están presentándose en mi/nuestro cuerpo?
#TecnologíasAfectivas #Hipercuerpo
TRANS*ITO from Sebastián Guevara on Vimeo.
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por Angie Rueda Castillo
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1 Historia que queda brutalmente puesta de relieve con la vida de las mujeres negras esclavizadas, como en el caso de Sojourner Truth (1797-1883), quien nació esclava en el estado de Nueva York y obtuvo su libertad en 1827, convirtiéndose en una oradora antiesclavista. Sojourner Truth pronunció su famoso discurso “¿No soy una Mujer?” en la convención de Mujeres en Akron, Ohio, el 29 de mayo de 1851, en el que clamaba por el reconocimiento de las mujeres negras como mujeres y por su libertad. Por otra parte, en 1970, un grupo feminista lésbico irrumpió en el Segundo Congreso para Unir a la Mujeres, celebrado en Nueva York, con un panfleto titulado The Woman Identified Woman (La mujer que se identifica mujer), en el que responden a los comentarios peyorativos de Betty Friedan sobre la cuestión de la participación de las mujeres lesbianas en el feminismo. Friedan, un referente del feminismo (heterosexual), se oponía a vincular los asuntos lésbicos con el feminismo por miedo a que la homofobia de la sociedad pusiera freno al éxito feminista, llamando a las lesbianas feministas la “amenaza violeta” (Lavender Menace).
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Angie Rueda Castillo: Mujer feminista, de identidad política lesbiana y devenir trans; promotora de derechos humanos de las poblaciones LGBTIQPA+; Licenciatura y Maestría en Sociología y estudios de Doctorado en Ciencias Sociales en la Universidad Iberoamericana.
IG: @castilloangierueda