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A. – por Citlalli Villarejo

por Deniel Benítez
por Deniel Benítez

por Citlalli Villarejo

 

El heteropatriarcado sexualizado trabaja con binomios, con dialécticas, con solo dos polos, el todo y la nada, sin dar posibilidad a grises, también, cerrando la imaginación a que algo pueda no ser ni negro ni blanco, simplemente no ser, pero a la vez existir.

    El patriarcado exige la reproducción, el acto sexual, la genitalidad, lo coital para demostrar sentimientos, ya sea desde la atracción física hasta la atracción romántica; enseña, que el punto máximo es el matrimonio consumado, y mejor aún, si es que hay resultado de la cópula, que, sumando a la religión católica dominante, sólo sirve para reproducción.

     ¿Qué pasa con las personas que no sienten deseos de tener un acto sexual para demostrar estas atracciones? ¿Qué pasa si el sexo no resulta ser el punto máximo para expresar amor, fascinación o encanto? Enseguida viene la sexualidad dominante a tachar de enfermo a todo aquel que no sienta la atracción sexual en cantidades brutales, a todo aquel que no se sienta dominado por sus necesidades sexuales, a todo aquel que piense que cualquier alimento es más placentero y gozoso que tener actividad sexual con la persona especial.

     La asexualidad se define como aquella orientación donde la atracción sexual no juega, conformada por un gran espectro, principalmente otros dos grupos, demisexualidad, donde la atracción juega siempre y cuando existan vínculos emocionales que la creen, y grisexualidad, donde a veces aparece, pero normalmente no se haya presente.

     Las personas asexuales son perfectamente capaces de sentir diferentes niveles de atracción y de crear relaciones tan íntimas como las personas alosexuales (es decir, quienes sienten atracción sexual por otras personas). No confundir con antisexuales o célibes, la gente asexual puede llevar a cabo actos sexuales, pero no provienen de una atracción sexual tal como la que alguien alosexual siente.

     Ser parte del espectro asexual, es ser el raro de la comunidad LGBTTTIIPQ, es ser la A que no en todos lados se acepta sumar. Un ejemplo es el documental (A)sexual (Angela Tucker, 2011), donde un activista homosexual está en contra de esta orientación, pues piensa que la asexualidad resta a la lucha por los derechos al sexo libre, con quien se le plazca.

      De igual manera se busca anular esta orientación sexual diciendo que nadie puede ser asexual porque todos tenemos genitales, tenemos algún género o no-género. Vista de esta manera, reduciendo la sexualidad al aspecto físico, se tendrían que eliminar muchas otras orientaciones. Pero, si se habla de sexualidad, como orientaciones y no sólo como una parte de distinguir hembras, intersexuales y machos, encontramos una gran gama de colores, entre ellos el negro, gris, blanco y morado, bandera de la comunidad asexual. Otro flanco de discriminación que ataca a este grupo, son profesionales de la salud (sicólogos, sexólogos y algunos médicos) que califican a esta orientación sexual como un padecimiento o una etapa, les diagnostican daños que no existen. ¿Por qué? porque el patriarcado les enseñó que es deseable tener sexo en cantidades industriales, que quien no siente atracción sexual es porque está enfermo, peor aún, si no se siente atracción romántica, es porque se es inhumano.

     El miedo del patriarcado es perder la dominación a través de la familia tradicional, a lo que el espectro asexual arromántico les pone un gran reto: sin atracción romántica y sin atracción sexual ¿qué le queda al patriarcado para dominar? Las personas son libres, de sentirse atraídas y tener prácticas sexuales con quien se les antoje, pero también son libres de no sentir atracción ni romántica ni sexual, de tener sexo o no tenerlo, pero no son dignas de vivir encerradas en una etiqueta de enfermedad, de invisibilidad o de anulación, tanto existen orientaciones en un espectro amplio alosexual, como existen orientaciones dentro de otro espectro asexual.

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CitlalliVillarejoCitlally Villarejo Gómez. Autora de Nogiedra, es Egresada de la Licenciatura en Comunicación de la Universidad Autónoma del Estado de México.
Página personal: nogiedrablog.blogspot.mx

La ciudad anormal. Periferización y la construcción de ciudadanías anormalizadas

Juan M. Fernández Chico

 

Introducción. La ciudad que se cierra

Podríamos empezar con la reflexión que hacía Robert Musil de una humanidad condenada al encierro: nace en una clínica y muere en un hospital. Se refugia en el encierro cuando tiene miedo, cuando debe ser castigado, formado o curado. Pero la reflexión de Musil no se limita ahí: ¿debería también vivir en una clínica? El encierro es la práctica de la construcción urbana de la ciudad. Pero este encierro no se manifestará siempre de la misma manera, es decir, el claustro del cuerpo y el alma, como proponía Michel Foucault cuando recurría a la imagen del panóptico para explicar los sistemas de control en Vigilar y castigar (Foucault, 2005). La ciudad, ese fenómeno social complejo, múltiple, que propone miles de lecturas diversas, como reflexiona Sassen (Sassen, 2003), crea otras dinámicas de encierro. Podríamos arriesgar la expresión y decir que es un encierro abierto. En sus múltiples transfiguraciones, encierra a sus ciudadanos en espacios dentro de si misma que, a pesar de no estar cerrados, enclaustran a los cuerpos. Es un encierro ciudadano que tiene que ver con la posibilidad de acceso, de traslado, de uso de recursos y espacios, de limitación política y de infraestructura.

La idea de encierro, por lo menos como la retrató el mismo Focault, termina revertida en una ciudad que dibuja su encierro a través de la marginación y la periferización. La forma de metaforizar estos encierros nos lo da Jorge Luis Borges en el cuento Los dos reyes y los dos laberintos. Dos reyes enfrentan la imposibilidad de salida de sus laberintos: el primero recurre al laberinto convencional, cerrado, confuso, con enromes y fuertes paredes que impiden la visibilidad y el camino; el segundo, a un laberinto abierto, libre, extenso, proyectado en el desierto. El encierro de la ciudad es como el segundo: no hay una imposibilidad de entrar y salir, sino una restricción a los códigos de acceso: socioeconómicos, étnicos, de género, raciales, de status migratorio. Las paredes no son visibles, pero existen.

Esto, que en otros momentos he llamado la periferización de la ciudad, está relacionado con las formas en que la ciudad excluye y margina a ciertos ciudadanos llevándolos a un encierro periférico que se observa en dinámica de restricción a la vida activa política y económicamente de las ciudad localizada en los centros de éstas. Esto que Abramo llama las súper-periferias: espacios más allá de la ciudad en donde se concentra el mayor número de marginación, pobreza y violencia, pero que, además, está total o parcialmente incomunicada, alejada de los centros neurálgicos del dinamismo económico de la ciudad que normalmente es situado en el o los centros de la ciudad (Abramo, 2013: 49).

La periferización o la anormalidad de la ciudad

El análisis no debería bastar en entender la existencia de estos lugares de marginación ciudadana, sino ampliar la interpretación al cómo estas dinámicas de periferización producen y reproducen tipos de ciudadanos anormales, una anormalidad que Foucault identifica en el proceso de industrialización del mundo europeo, en donde no sólo se creaba la distinción de lo funcional frente a lo que no lo era, sino que se genera todo un sistema punitivo que lo debía castigar (Foucault, 1979). Justo ese momento histórico en donde surgen las formas de las ciudades contemporáneas.

    Es decir, hay una asociación indisociable entre el hábitat y el habitante. La relación de estas periferias no se limita a la posición geopolítica a la que pertenece en la ciudad, sino a la forma en que estas ideas asociada al espacio urbano periférico también recae en estigmas contra sus habitantes. Matute hace un ejercicio interesante al encontrar que los habitantes del barrio de La limonada, en Guatemala, eran recurrentemente estigmatizados por el resto de la ciudad al asociar su residencia y vida a una colonia con tan altos índices de violencia (Matute, 2013). ¿No pasa lo mismo en estos espacios periféricos, en donde se crea una asociación inmediata entre el lugar y la definición de ciudadanía de quienes habitan ese lugar? La reflexión va en el sentido que al surgir estas periferias altamente marginales e incomunicadas, se está dando un mensaje sobre cómo se construye y se mantiene una ciudadanía: eres en donde vives. No solamente un habitante sin acceso a servicios básicos, como agua corriente o electricidad, sino que desarrollas una ciudadanía anormal que le impide tener acceso a los centros políticos de la ciudad (como oficinas de gobierno, de pago o de acceso a programas públicos), como de servicios esenciales (como educación y saludad), de entretenimiento (centros nocturnos, restaurantes o parques) o de traslado (acceso al transporte público o calles pavimentadas).

Los ciudadanos anormales y el lugar que habitan en la ciudad

Esta construcción informal, porque no está regulada en las formas de establecer valores que permitan identificar una ciudadanía, genera una condición de anormalidad que se vive a partir del acceso a los derechos de la ciudad[1]. Esto que yo he llamado el rechazo a la ciudad, lo traduzco como las formas en que se establecen dinámicas de restricción de comunicación y acceso a ciertos elementos esenciales de la vida ciudadana. Esto lo podemos nombrar como la construcción de una ciudadanía anormal. No entendida solamente como el sujeto excéntrico o disfuncional que debía ser encerrado para no cruzarlo en la calle, sino eso que Fernando Carrión Mena llamó el miedo al otro a causa de un tránsito intersectorial, es decir, a saber que ese otro habitan en nuestra ciudad, pero en una geografía diferente, y que en cualquier momento nos lo habremos de encontrar (Oybin, 2013).

    Esta condición de ciudadanía anormal no sobrepasa las condiciones de marginación históricas: los cuerpos sexuados, la etnicidad, la raza, la salud o la condición de clase. Las ciudades son paisajes asociativos, y cada pequeño elemento que la integra es relaciona con un valor, dinámica o condición. Esto que Reguillo hace cuando reflexiona que, por ejemplo, la pobreza siempre es vinculada con un paisaje o un lugar, normalmente justificado en términos de seguridad (Reguillo, 2009: 7).

La ciudadanía anormal es, entonces, asociada con un paisaje, con un lugar, con una geografía específica. Es ese lugar otro que existe dentro de la muralla de seguridad. En ese recorrido histórico de la otredad, Todorov nos lo propone como el resultado de un extraño que nacía y vivía fuera de nuestros países y ciudades siempre amenazando con entrar (Todorov, 2003), hoy la ciudad, convertida en un monstruo de dimensiones abrasadoras, también establece estas barreras de distinción, pero con mecanismos más sutiles: sin medios de transporte necesarios o eficientes para comunicar a la periferia de los centros de la ciudad, permitiendo residencias en zonas inestables y alejadas de todo servicio básico, creando centros industriales que establecen dinámicas de alejamiento como parte de una política de contratación. Es decir, crea un ciudadano anormalizado, excluido, que no entra en las lógicas y dinámicas de la ciudad.

 

Bibliografía.

Foucault, M. (1979). Microfísica del poder. España: Las ediciones de la Piqueta.

— (2005). Vigilar y castigar. México: siglo Veintiuno editores.

Matute, N. (2013). “Ciudad de Guatemala: centralidad urbana y exclusión social, el caso del asentamiento La Limonada”. En Bolívar, T. y J. Erazo, Los lugares del hábitat y la inclusión (pp. 433-446), Ecuador: FLACSO-CLACSO-MIDUVI.

Oybin, M. Fernando Carrión Mena: “Ahora, el principal miedo es el otro”. Revista Ñ [en línea]. 4 de julio de 2013. [fecha de consulta: 4 de julio de 2013]. Disponible en: http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/Ahora-principal-miedo_0_946705352.html

Reguillo, R. (2009). “Retóricas de la seguridad: escenificaciones y geopolítica del miedo”. En Conexiones, volumen 1, número 2 (pp. 5-18), Puerto Rico: Universidad de Puerto Rico.

Sassen, Saskia. (2003). Contrageografías de la globalización. Género y ciudadanía en los circuitos transfronterizos. España: Traficantes de sueños.

Todorov, Tzventan. (2003). Nosotros y los otros. México: Siglo XXI.

[1] Debo en gran medida esta reflexión a Luis Alfonso Herrera, quien está trabajando actualmente los derechos de la ciudad como la última batería de derechos a los que podemos tener acceso, los cuales se traducen básicamente al acceso y disfrute de la ciudad. De su idea desprendo una propia: más que discutir los derechos de la ciudad, deberíamos reflexionar las dinámicas de rechazo a la ciudad, de lo cual este trabajo es un esbozo.

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JuanFdezJuan M. Fernández Chico. Nació en Ciudad Juárez, México. Estudio sociología y una maestría en ciencias sociales por la Universidad de Guadalajara. Es parte de Colectivo Vagón, un grupo multidisciplinario de artes enfocado al trabajo cinematográfico. Actualmente es profesor por cátedra en el programa de sociología en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.

www.colectivovagon.org

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Eugenesia Televisual

Ana Mª Herrero Cervera 

 Hace poco me llamó la atención un documental que vi y trataba el tema de la eugenesia[1]. Este concepto responde a una filosofía social que defiende la mejora de los rasgos hereditarios humanos mediante diversas formas de intervención manipulada y métodos selectivos. El origen de la eugenesia está fuertemente arraigado al surgimiento del darwinismo social a finales del siglo XIX. El eugenismo, pretendería el aumento de personas más fuertes, sanas, inteligentes de determinada etnia o grupo social para lo que promueve directa o indirectamente la no procreación de aquellos que no poseen esas cualidades, llegando a considerar su aplicación como una ventaja en el ahorro de recursos económicos para los países.

Si hacemos un símil, esto hace recordar el exterminio nazi y a su ideología de supremacía de la raza aria; en este sentido, esta práctica estaría relacionada con el malthusianismo, el natalismo selectivo y el nacionalismo. En EE.UU también practicaron este método con las clases más desfavorecidas: los pobres[2] y los negros. Se les hacía esta práctica a personas con problemas socioeconómicos, buscaban a familias con problemas de delincuencia, alcoholismo y prostitución, etc. Los métodos del eugenismo del siglo XIX y XX incluían la esterilización forzada, hasta el genocidio. Esta barbarie no ha sido reconocida oficialmente en la mayoría de los países en que se realizó.

eugenesiaVisual1

Documental, Higiene Racial. Guillaume Dreyfus, 2012.

Inevitablemente estos casos me hacen recordar de alguna forma, lo que está sucediendo hoy en día en los medios, entre ellos, la TV, y con los modos de representación social y mediáticas que intervienen en el género, la sexualidad, la clase y la raza. Hay un vacío sistémico en la televisión donde hay un exclusivo modelo de representación (origen blanco, de clase social media-alta y heterosexual), excluyendo otros modos de ser.

Es poco común ver en la pantalla pequeña a personas de otro origen y diversidad racial, si comparamos el bajo porcentaje étnico que hay respecto al blanco. Lamentablemente existe un problema racial en el discurso de las metanarrativas visuales en los medios mexicanos. Si analizamos el modelo de representación femenina que se ha impuesto en la Televisión, observaremos que los modos de representación están influidos fuertemente por las narrativas dominantes occidentales.

También podemos apreciar claramente cómo no sólo afecta a las personas no blancas, también se margina a las personas con alguna discapacidad física o psíquica (vaya, la palabra discapacidad no me agrada pues una persona vidente, sorda, etc., es igual de capaz que otra persona, salvo que es la sociedad quien las incapacita). Los medios, especialmente la TV, invisibiliza a estas personas, no las vemos en los informativos o noticiarios, en los comerciales, en las series, en los programas, en las telenovelas…, ¿por qué?

A esta ausencia de representaciones visuales o imágenes, María Acaso la denomina asesinato visual, que “consiste en hacer desaparecer un hecho a través de la ausencia explícita de imágenes sobre él.”[3]

No hay visibilidad sobre aquello que no se representa, es decir, la ausencia de mujeres con sobrepreso, sin pelo, la ausencia de personas con alguna enfermedad, pobres, etc.

La autora hace una exhausta clasificación sobre los terrores visuales a los que nos someten los medios, industria, Estado, etc., donde agrupa una excelente tipología sobre los siguientes terrores: terrores corporales, sociales, culturales, políticos, de clase, que hay detrás de las imágenes.

Los mensajes detrás de las imágenes publicitarias nos dejan entrever el terror a envejecer, el terror a no ser la mujer perfecta. Estás imágenes contienen un miedo instaurado por nuestra sociedad que es el terror al cuerpo y tiene que ver con lo físico y con el concepto de belleza, con lo aceptado o no en nuestro entorno. Los terrores son todos aquellos miedos que objetivan nuestra imagen y nuestro estatus social y que podríamos enumerar como:

  • Terrores del cuerpo; “terror a ser viejo/a, terror a estar gordo, terror a no tener los dientes perfectos, terror al vello, terror a la calvicie, terror a los genitales pequeños, terror a no tener pecho, terror a la enfermedad, terror a la celulitis, terror a ser feo/a.”
  • Terrores culturales; “terror a no ser blanca/o, terror a ser mujer, terror a ser homosexual.”
  • Terrores políticos: “terror a no ser occidental, terror al tercer mundo, terror a ser inmigrante (…).”[4]

Es en la televisión y en la publicidad donde se suelen mostrar mayoritariamente estos terrores, concretamente los del cuerpo, que están más arraigados en nuestra sociedad occidental. El terror a envejecer es el que mayor impacto tiene, ya que es algo inevitable en el ser humano. De hecho, el consumo de productos para evitar el avance progresivo del envejecimiento no deja de proliferar. Pero este miedo, está impuesto por una serie de creencias ligadas al éxito y al sistema de producción. El terror a estar gorda y ser fea es otro de los mensajes más retransmitidos por la cultura occidental y este miedo se ha difundido como un efecto viral, expandiéndose y convirtiéndose en un miedo atávico que podríamos calificar de pandémico a nivel global.

El ideal de belleza que nos transmiten consiste en tener un cuerpo delgado y armónico con unos pechos exuberantes, un cabello largo y suave, de ser posible rubio, una piel elástica, radiante y joven, sin imperfecciones y blanca.

La visión androcéntrica, occidental y blanca de gran parte del hemisferio norte, quiere resaltar la idea de la supremacía blanca para controlar y someter a otras razas. Hay muchas mujeres de otras razas que se someten a cirugías para conseguir unos párpados occidentales. También hay maquillajes que blanquean la piel –en América Latina muy usado-, y así podríamos seguir con muchos más ejemplos de cómo se pretende homogenizar y eliminar las subjetividades de las identidades.

Constatamos que hay una ausencia explicita de la gran mayoría de la sociedad o humanidad y que excluye a otras razas, a otras identidades sexuales, a otros cuerpos, etc. Por ejemplo, en el caso de México, hay una limpieza racial y sistémica en la televisión, ¿donde están las personas morenas e indígenas que representan la mayoría del país? Lo mismo podemos decir de las personas con algún tipo de disfunción, las personas ancianas o las personas que no cumplen con los cánones estéticos imperantes; la mujer barbuda, el torso humano, etc.

Tod Browing quería rodar una película donde la idea de monstruosidad o aberración quedase en entredicho y sacudiese la moral de la época. La película, es una parábola donde los freaks se comportan de forma más humana y los normales son perversos y malvados.

Freaks

Dir. Tod Browning. Freaks, 1932.

Se excluyen en el límite de la otredad lo que representa lo exótico, lo monstruoso, lo feo, lo caduco, lo viejo, lo extraño, lo raro, lo anormal. Se repite todo el tiempo una atrocidad social, los medios, la industria cultural, hacen su propia selección natural de la especie humana. La existencia de la dominación racial, de clase y de género obstaculizan la posibilidad de una construcción sobre la idealización de una humanidad diversa y democrática. Es urgente cuestionar y desmontar la construcción de significados por los medios de comunicación y demás producciones culturales para visibilizar las condiciones estructurales que favorecen las relaciones de dominación y opresión.

[1] Higiene Racial, Eugenesia. Guillaume Dreyfus. Documentos TVE2.

[2] Ver un interesante artículo escrito por el profesor y catedrático, Emilio Martínez Navarro, donde trata la fobia a los pobres. El término «aporofobia» no figura en el diccionario de la Real Academia. Fue impuesto en 1996 por Adela Cortina, profesora española que publicó un artículo periodístico refiriéndose a uno de los males de esta época: el rechazo y el odio hacia las personas pobres.

[3] María Acaso, Esto no son las Torres Gemelas, (Madrid: Catarata, 2006), 41.

[4] María Acaso, Esto no son las Torres Gemelas,52.

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Ana Mª Herrero Cervera.  Artista visual e investigadora en un doctorado de producción e investigación artística en la Facultad de Bellas Artes de la UPV (España). Es artista invitada en la plataforma web, Arte contra la violencia de género, Valencia 2011. Ha sido becaria por la SRE de México para realizar una estancia de creación artística en la Academia de San Carlos en el 2012, ENAP/UNAM.

Ha realizado varias publicaciones, entre ellas, CIMUAT que tuvo lugar en la facultad de Bellas Artes de Valencia, 2010: La deconstrucción del estereotipo de mujer erótico, sexual y estético en el audiovisual. También ha publicado para la revista online Cuadrivio.net, 2013: La representación de la mujer en la televisión mexicana.

Ha realizado varias exposiciones colectivas e individuales a nivel nacional como internacional entre las que destacan: MUARTECH: Acciones híbridas desde el género, “porque yo lo valgo”, Espacio Menosuno, Madrid 2011. Metáforas visuales sobre la construcción femenina. Academia San Carlos, México D.F. 2012. Exposición colectiva, Videoapropiaciones: HECHO EN MÉXICO. Audiencias críticas. Academia San Carlos (FAD-UNAM) México D.F. 2014.

Para más información se puede consultar su trabajo en:

http://anamariaherrero.blogspot.com/

http://www.artecontraviolenciadegenero.org/

 

Ampliando fronteras. Repensando la construcción binaria de la sexualidad humana

Ulises Pineda

Entendiendo la estructura

Durante una largo –larguísimo- periodo en la historia de occidente, parecía que había una triangulación unívoca en la sexualidad del ser humano. Si eras mujer tenías que ser femenina y heterosexual; si eras hombre, tu camino era la heterosexualidad y el comportamiento masculino; pero estos conceptos que pareciera dan cuenta de lo natural y de lo normal han sido envestidos por otras formas de relacionarnos con nuestros pares y para con nosotros mismos. Entonces, nos vamos dando cuenta de que el ser mujer no implica ser heterosexual ni femenina, y que un hombre no tiene que ser masculino ni heterosexual, porque estas combinaciones mujer-heterosexual-masculina, mujer-femenina-homosexual, hombre-masculino-homosexual, hombre-femenino-heterosexual, entre otras, han ido cuestionando esto que se nos muestra o impone como normal y/o natural. Lo masculino y lo femenino no son exclusivos de un sexo u otro, son características del ser humano.

Pero es justamente en este punto de lo normal y lo natural donde hay que poner atención, cuestionar esas reglas, ideas o conceptos que se nos presentan como ya dados, y que tendríamos que –según ciertas miradas- seguir al pie de la letra. Es entonces cuando nos preguntamos sobre el papel que jugamos en la sociedad y la forma en la que queremos –o no- llevar nuestra vida, muchas veces partiendo de una heteronormatividad que no nos da herramientas para pensar de otra forma nuestra identidad.

La heteronormatividad en palabras de Beatriz Gimeno (2004) es un término que “oculta de manera casi perfecta el armazón ideológico sobre el que se construye; cuanto menos evidentes sean los andamios sobre lo que se levanta cualquier construcción ideológica más natural nos parece y, por tanto, más difícil nos resulta enfrentarnos a ella. El objetivo de esta construcción ideológica tiene como fin mantener un sistema de sometimiento de las mujeres, las lesbianas, los gays, las razas no blancas, las clases sociales, etc., es precisamente, parecer natural.”

Nos parece natural y/o normal el matrimonio, la monogamia, la rigidez identitaria al asumirnos como heterosexuales, homosexuales o bisexuales; el que los hombres deban de ser el sustento de la casa, así como la parte fuerte y elemental de la familia o la pareja, que las mujeres hagan las labores domésticas, que sean el lado emocional y comprensivo de la relación, o que su realización máxima sea el de ser madres; pero, ¿es esto cierto? ¿hasta donde realmente funcionan todas estas categorías y formas de relacionarnos para con los demás que han colonizado todas las esferas de nuestra vida? Lo natural o normal no existe, y estas categorías devienen en norma, concepto acunado por Judith Butler (2004) “Una norma no es lo mismo que una regla, y tampoco lo mismo que una ley. Una norma opera dentro de las prácticas sociales como el estándar implícito de la normalización(…)Las normas pueden ser explícitas; sin embargo, cuando funcionan como el principio normalizador de la práctica social a menudo permanecen implícitas y son difíciles de leer(…)

Estas normas intervienen en todas las prácticas sociales y culturales de nuestra vida, pero también, al darnos cuenta de lo que nos atraviesa como individuos estaríamos teniendo una agencia que es la que nos permitirá visibilizar estas normasestructurantes de nuestra vida social, ya que a partir de la cultura y la estructura es como podemos explicar y encontrar respuestas a esta normalización de nuestras ideas, nuestros cuerpos, sexualidades, identidades.

No somos únicamente una esfera de nuestra vida. Por ejemplo, la biología nos resuelve ciertos cuestionamientos, pero tampoco determina nuestra relación para con los demás, ni la forma en la que abordamos nuestra vida o el devenir de nuestra identidad como seres humanos. Es entonces cuando hay otros campos como el amor, lo social, las prácticas sexuales, lo psicológico y lo político que se muestran como otros constituyentes de nuestra identidad, reafirmando poco a poco las diferencias que hemos ido constituyendo en nuestra historia, siendo un elemento esencial la reivindicación de la diferencia como eje de una equidad en lo que también a derechos humanos y ciudadanos concierne.

Estamos de acuerdo en que es la esfera política y legal la que debería de garantizar esos derechos, pero nosotros también tenemos responsabilidades en la vida cotidiana, que es donde también se establecen jerarquías, prejuicios, paradigmas y estructuras que llevamos al trabajo, a la escuela; vamos, que somos testigos de cómo se van constituyendo ciertas prácticas de respeto, de amor, de igualdad, equidad, pero también prácticas de intolerancia, de odio, de desigualdad y discriminación. Es por eso que –de nuevo- hay que poner atención en lo que se nos presenta como natural y/o normal.

Debemos tener una postura frente a lo que nos concierne como personas y ciudadanos, que la sexualidad es un acto político, esto entendido no como lo partidista, sino como esas prácticas que se llevan a cabo desde la cotidianidad y que tienen que ver con la forma en la que nos posicionamos en el mundo. Pareciera que en México, esencialmente habiéndose aprobado los matrimonios entre personas del mismo sexo, se resuelve una serie de deficiencias en el ámbito jurídico, pero no es así, la lucha por darle una continuidad a nuestros derechos es larga, pues en todo el país aún no se pueden garantizar los derechos y beneficios del cónyuge, no nos garantizan la eliminación de los actos discriminatorios en todas las esferas de lo social, y el negar nuestra condición como seres humanos diferentes y distintos nos lleva a estancarnos en un discurso pobre, un discurso mentiroso, excluyente y que no nos hace pensar en la amplitud de la sexualidad humana, en la potenciación de nuestras identidades, y mucho menos, en la autorrealización amorosa, amistosa y sexual con nosotros mismos y para con los demás.

Nos acercaríamos a más realidades cuando pensemos en la pluralidad de mundos, construyendo relaciones sexo-afectivas basadas en equidad, comprensión y respeto, donde la violencia tenga la menos cabida posible y el Otro no nos parezca ajeno, amenazador.

Desestabilizando el esquema binario

Javier Flores en el libro Homofobia. El laberinto de la ignorancia, cuestiona la forma en la que se han construido determinadas identidades, la manera en la que concebimos nuestro cuerpo y nuestras prácticas sexuales; a su vez, propone plantear otras categorías que pudieran explicar de forma más convincente la amplia gama de combinaciones sexuales que se producen en los seres humanos, para abarcar tanto los datos surgidos de la investigación biomédica, como los provenientes de las áreas sociales y psicológicas.

Flores nos acerca a las evidencias de que no hay hombres absolutos ni mujeres absolutas, esto, hablándonos desde la biología, ya que creemos que los órganos sexuales visibles o externos son lo que más importa y se le da una relevancia que los sobrevalora frente a otras características físicas; empero que, una parte es lo que podemos apreciar a simple vista y que no constituye determinantemente lo que es un hombre y una mujer, y por otra, la construcción de un género que deviene a lo largo de nuestra vida. No podemos negar la biología o la genética, pero eso no nos determina.

Los estudios de los que nos habla Steinach, por ejemplo, se abordan desde una sexualidad humana más amplia, que biológicamente no somos tan diferentes como nos lo han planteado y que los órganos sexuales externos no determinan lo que significa ser un hombre o una mujer, mucho menos, una orientación sexual o una identidad de género, y lo más importante es que podemos ver rasgos de lo femenino y masculino en ambos sexos, por un lado como construcciones culturales, pero también como un abordaje desde la biología o la genética.

Un ejemplo reduccionista, es la reasignación de sexo a través de la intervención quirúrgica, misma que tiene varias fisuras y sesgos, la principal, es que en años más tarde después de haber intervenido quirúrgicamente, estas personas comenzaron a identificarse con su sexo-género contrario al asignado. En la última investigación de John/Joan, Diamond y Sigmunds, observaron que más de la mitad de los casos estudiados de infantes intersexuales, estas personas transitaron a varones a pesar de haber sido criados y sometidos a cirugías de asignación del sexo femenino. Esto prueba y reafirma que la concepción de la sexualidad humana no únicamente es binaria, sino también sesgada, esto implica que se le niegue a las personas –sobre todo intersexuales- una amplia gama y rica de posibilidades de realización personal.

La idea de una sexualidad continuada requiere pensar los fenómenos de la realidad fuera de la lógica de la dicotomía: orden o desorden, real o verdadero, hombre o mujer, normal o anormal/ambiguo. Por el contrario, debe estudiarse la complejidad que se establece en los procesos, tomando “proceso” aquí, como una serie de hechos que llevan a otra serie de acontecimientos, y así sucesivamente. Es como si no existiera ni comienzo, ni fin y sí un continuum. Bajo esta mirada, el objetivo consiste en desarrollar la habilidad para pensar fuera de la simplicidad y el reduccionismo que genera la lógica binaria.

Este continuum también se relaciona con la concepción de identidad que tiene Butler, misma a la que se refiere como un proceso inacabado, movible y con distintas tensiones a lo largo de nuestra vida, donde, si bien nos podemos identificar en una determinada orientación sexual o identidad de género, ésta, muchísimas veces no es tan rígida, es por eso que en determinados momentos de nuestra vida nos sentimos atraídas o atraídos por personas de nuestro mismo sexo, o del sexo opuesto. Ya nos había advertido Simone de Beauvoir hace unas décadas: “La heterosexualidad es igual de limitada que la homosexualidad”.

Si el discurso médico es importante en general para la condición humana, en la identidad transexual e intersexual se agudiza y toma preponderancia, no tanto como una solución ante estas identidades no hegemónicas, sino, como una herramienta más para regular, violentar y normalizar los cuerpos. Sigue habiendo un gran esfuerzo en negar voz o agencia a quienes tendrían por antonomasia las decisiones no sobre lo que son, sino, sobre quienes son, pero sobre todo, se le sigue negando voz a la infancia, a quienes desde temprana edad se les veda de cualquier decisión sobre ellxs mismxs, y esto representa no sólo un sesgo metodológico para el encasillamiento como niñas, niños, pubertos, jóvenes, adolescentes, etc., sino también, por las contradicciones, paradojas, ironías y disensos que se generan en las personas ante un proceso post quirúrgico.

Las categorías y conceptos con las que referimos al mundo, son también con las que nos pensamos a nosotros mismos y a nuestras relaciones para con los demás. Es preciso ampliar la idea no solamente de hombre o mujer, sino también, en la forma de construir parejas, de entablar prácticas sexuales, de reconocer afectos y motivos, esto, desde los límites también de cualquier violencia; no quiero decir que nos solucione todo, pero considerar alternativas puede que sea un paso a consolidar individual y colectivamente prácticas menos instauradas en un poder instrumental y normativo.

No estamos exentos de categorizar o encasillar identidades, pero si reconocemos que somos objeto y sujetos de violencia, de amor, de estudio y autorrealización, comenzaremos a pensar nuestras prácticas como un camino paralelo entre la vida íntima y social, sus repercusiones en nuestros círculos más cercanos y con los que erróneamente consideramos como ajenos; insisto, esto como un primer paso para la apertura y consideración sobre otras identidades o cuerpos, así como la socialización y prácticas sexo-afectivas.

 

Bibliografía

  • Butler, J. (2004) Undoing Gender. United States: Routledge NY
  • Muñoz, J. (2010) Homofobia: laberinto de la ignorancia. México: CEIICH-UNAM/CCH. Colección: Debate y reflexión.

Sitios WEB                          

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ulisesPineda

Ulises Pineda. Egresado de la UAM Xochimilco en Comunicación Social, pasante de maestría en Comunicación por la UNAM. Últimamente, ha cursado el diplomado “Representaciones Culturales de las Sexualidades” por la Universidad Autónoma de Barcelona y el curso: “Teoría de la Imagen”, impartido por Iván Ruiz en el Centro de la Imagen.

Cursó el “Programa de formación de Promotores de los Derechos Humanos de las personas de la Disidencia Sexogenérica” por ASILEGAL (Asistencia legal por los Derechos Humanos) en México Distrito Federal.

 

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Putos Locos

Por María Guadalupe Quezada Martínez

«Habrá de un lado la comunidad de sanos y del otro la de los enfermos”.

-TIQQUN

 

 

No son pocas las veces que, al pararme en la puerta de entrada de la clínica psiquiátrica, escucho los gritos que desde dentro se producen… ¿cómo no gritar los horrores del manicomio?, ¿cómo no gritarlos a cada momento que se pasa ahí aún y en contra de la pretendida estabilidad que procura ofrecer esa y todas las instituciones de “salud mental”? Trabajo como voluntaria con lxs usuarixs en una de estas clínicas y el otro día, en la misma puerta que atravieso una o dos veces por semana me encontré con un pequeño rayón, casi imperceptible a pesar de la blanca pintura que cubre dicha puerta, escrito con tinta azul y formas temblorosas en sus letras pero con el mensaje bien firme: encontré la frase que ha dado nombre a este escrito “Putos Locos” Sólo así, sin más a su alrededor que permitiese identificar razones de tal posicionamiento y rápidamente me di cuenta que ese mensaje único y aislado en realidad tenía muy poco de aislamiento.

El letrero que los vecinos del lugar plasmaron en la puerta deja entrever la identificación comunal de la locura con figuras disidentes como los y las putxs, lo cual denota un proceso social de aceptación/rechazo en función del acoplamiento a las regulaciones, enmiendas y contratos. Pero no son sólo lxs locxs y no son sólo lxs putxs, cualquier forma del cuerpo o la mente que implique un punto de fuga debe ser -y será- condenado. “El orden de los Estados no tolera ya el desorden de los corazones”, expresó Foucault[1] (1964) Y para que se justifique la desaparición social de lxs locxs tras muros, rejas y puertas con candado se requiere entonces la intervención y codificación psíquica de éstos desórdenes, validando primero la clasificación como enfermedad y segundo, la peligrosidad de dicha condición.

Sí, los espacios hablan, en esta ocasión una puerta. Es particularmente llamativo ese acto, el no atreverse a entrar para expresarlo, el escribirlo justo en el limbo entre el lugar para el sano -el afuera- y el lugar para el enfermo. Y sí, lo primero que experimenté cuando me topé de frente con aquél pequeño pero efectivo letrerito fue furia –furia que no desparece pero reconduzco–, y en un arranque no reflexivo lo primero que escapó de mi boca fue un “¡puto el sistema psiquiátrico!”; sólo para después darme cuenta que nombrarles putxs a ellos, era un elogio que no merecían, que para ser nombrado como putx uno se lo tiene que ganar a base de fuerza disidente.

Cruzar ese límite, no una puerta física (aunque en este caso sí) es abandonarse a toda posibilidad de razón moderna, esa razón intolerante a la diferencia. Entrar a un manicomio significa entrar a un mundo de sin-razón. No, no me mal entiendan, no estoy hablando de la sin-razón de la locura, sino de los modos organizativos imperantes y dominantes que allí operan. Al principio de este escrito me permití retomar una cita de la publicación francesa Tiquun que ahora quiero completar:

«Habrá de un lado la comunidad de “sanos” y del otro la de los “enfermos”. Prestando atención al Nietzsche más dudoso, la primera huirá de la segunda como de la peste. La vida de los sanos estará constelada por los plazos de un ineludible calendario de prevención, pero los sanos serán los sumisos, los pacientes eternos que llevarán una vida de enfermos para no serlo. Los enfermos, por su parte, serán “los que lo habrán querido”.»

Porque existe un espacio para cuerdos y uno para no-cuerdos[2], espacios de segregación fundamentados por la siempre imperante lógica separatista y clasificatoria de la ciencia. Hace no mucho leí un artículo[3] de esos que gustan nombrarse a sí mismos como científicos en donde declaraban haber encontrado el gen que explicaría la locura, curiosamente el lugar de encuentro es un espacio que en biología se denomina locus. Comencé a indagar al respecto y lo primero que me pregunté es ¿Qué es un gen? Pues bien, sin ánimos de proclamarme como experta en biología y mucho menos en etimología, me topé con que en griego, gen tiene que ver con generación y como verbo con devenir. En latín se encuentran algunas acepciones que apuntan hacia engendrar o nacer. Sí, todas ellas apuntan a un algo común y que deseo puntualizar bien. Si ellxs dicen haber encontrado el gen de la locura, entonces bien, engendremos disidencia, devengamos putxs y locxs, o en su combinatoria, nazcamos putos locos. Atravesemos esa puerta, dejemos a la locura ser locura, y que de este lado de la reja o de aquél, da igual, entendamos que el derecho a la diferencia se defiende, se lucha y se conquista.

[1] “Historia de la Locura en la época clásica. Vol. I”

[2] Recomiendo ampliamente revisar al respecto la experiencia de los años setenta de David Rosenhan, mejor conocida como “estar sano en lugares insanos”

[3] http://www.elmundo.es/salud/2014/07/22/53ccee5622601d2f548b4582.html

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Anormalopatía

Andrea Barragán

 

Para esta edición de Hysteria!, quise recopilar 4 trabajos en video que tengo sobre el tema “Los anormales” . Son ejercicios visuales que intentan reflexionar, hacer catarsis, redefinir, resistir, esquivar, dibujar, desdibujar mi experiencia en el paso por los psiquiátricos y la continua clasificación en la etiqueta anormal como lugar común, que no es tan reciente como mi diagnóstico, y me remite a esa inextricable sensación de sentir que: “No soy de aquí ni soy de allá”.

Este ejercicio de escritura, como el de la ejecución de las piezas audiovisuales, son un deseo de recuperar y empoderar la voz frente a estos sucesos que por su violencia me han reducido el aliento y la fuerza. Son además una deuda que tengo con mi locura y la de mis otros locos con los que he compartido en estos lugares, en donde miles de veces me he dicho a mi misma que un activismo de la locura es urgente.

 

Esa niña es rara, la categoría de lo inefable:

¿Qué es ser rarx? Es una categoría de alerta frente a una persona que excede la norma y deja sin palabras a quien intenta dar sentido a lo que ve, pero sobre todo busca disciplinar al/la raretx.

Para mí, no ha sido una gran proeza terminar siendo una rareza, no porque me sienta muy excéntrica, sino porque siento que la rigidez de las normas sociales es tan ridícula que lo más fácil es ser anormal y ser la excepción a la norma es de lo más convencional; de ahí el dicho popular que dice: “Normal es el ciclo de la lavadora”.

 En sí lo que resulta insoportable de devenir raretx es la regulación, segregación y formas de disciplinamiento, por lo tanto, planear la fuga y resistir el adoctrinamiento resulta necesario, para quitarle el valor negativo del señalamiento, del estigma, para convertirlo en un lugar de gozo y así celebrar la insurrección frente a la normalidad reclamando la locura tan necesaria para inventar otros mundos posibles.

 

“Sáquennos de aquí, van a hacer jabón con nosotros:”

 

La primera vez que yo llegué a un psiquiátrico o manicomio, como se les dice vulgarmente, coincidió con haber empezado a leer a Foucault juiciosamente para la tesis. No quiero decir con ello que por leer a Foucault enloquecí (risas), sino que tornó más difícil y confusa mi estancia allí.

 La visión de los psiquiátricos desde fuera son las imágenes del terror, como en “Asylum” la temporada que más me ha gustado de American horror story, en donde me gustaría preguntar ¿qué puede ser tan espeluznante de prescindir de la razón o perderla? Una paranoia estrepitosa y aterrorizante de una cultura en donde la razón como logos es uno de los pilares de este mundo occidentalizado del que hago parte.

 Pero en los psiquiátricos no hay camisas de fuerza ni aislamientos en cuartos con paredes acolchadas, más bien, como dice Marissa Wagner: “cada sociedad tiene el hospicio que se merece”, de esta manera estos lugares son un punto ciego, un no lugar de la razón, la esquina del ojo en donde lo que se ve no se entiende y como es un estado inteligible debe estudiarse con lupa y vigilarlo con estos panópticos extremos de paredes blancas y cámaras ocultas.

 

No hay camisas de fuerza, pero hay encierro y extrema vigilancia: un estudio 24 horas por una módica suma de 500 dólares al día que pagan los seguros médicos por una residencia mínima de 15 días en un hotel sin ventanas en donde se hace un sorteo de diagnósticos para dividir a los grupos de personas que allí están por actividades, y minimizar la claustrofobia y el adormecimiento de los sedantes.

 

En realidad, no he visto locos como los de las películas y series; he visto personas enredadas con sus vidas que en realidad no deberían estar encerradas, sino aguzando la vida para rehacer los pasos y seguir; los psiquiátricos son un recinto para esconder las impurezas de occidente, no porque considere que los locos somos un residuo humano que deba esconderse, eso es lo que piensan los psiquiatras, sino más bien considero que los diagnosticados locos somos uno de los nudos ciegos de los que esta sociedad no ha querido encargarse, la excepción a la regla de la razón como característica de los seres humanos.

Algo está mal planteado desde el inicio. La razón, no es la medida de los mal llamados humanos, y la medicina psiquiátrica es un fiasco como “ciencia que se encarga del estudio del alma”. Si es que existe el alma, yo prescindiría de ella si es lo que significa en términos médicos, mi alma enferma se rebosa. Según mi diagnóstico, hay una forma correcta de sentir, que a mí me excede y devengo loca en sus términos que por supuesto no son los mismos míos, porque como a cualquier paciente se le cura de manera velada, excusando la soberbia médica que impide explicar los diagnósticos a los pacientes y menos explicárselo a una loca.

 

“Sáquennos de aquí, van a hacer jabón con nosotros” gritaba don Álvaro en la UCI (Unidad de Cuidados Intensivos) el lugar a donde llegas cuando te encierran cuando llegas allí. El señor no estaba muy equivocado con respecto a sus percepciones; era claro que no estábamos en un horno del régimen nazi, pero sí en lo más parecido a un campo de concentración, el aislamiento necesario en nombre de la normalidad.

 

Creo que una sociedad en donde existan profesionales que cobren por escuchar y estandarizar el sentir debe estar muy mal, señores con bata blanca que creen que pueden reconocer la línea invisible entre lo normal y lo que no lo es, posicionándose como intermediarios en la relación con una misma, en vez de facilitar la distancia entre el espejo y una.

No necesito a alguien que me indique o aconseje cómo vivir, que señale cómo se debe vivir de manera estándar, cuando esas no son las normas para una vida fuera de las reglas; no siento que la vida se me salga de las manos por llegar allí, considero que la vida se me sale de las manos cuando alguien decide por mí lo que considera que está bien para mi, como cuando deciden que debo estar encerrada por x tiempo, porque en teoría no soy alguien apta para estar fuera de allí, y al estar enferma mentalmente pierdo cualquier potestad sobre mi misma que me impide decidir por mi y para mi.

 

“Ya sé que estoy piantao”:

 

Ahora que estoy diagnosticada, no me siento más cuerda, siento que tengo más problemas que cuando entré y no porque yo sea un mayor desastre, sino porque siento que se me ha expropiado de mí misma, como habitáculo de disciplinamiento funciona muy bien, me recuerda a los castigos de infancia que buscan crear tanto terror como promesa de no volverlo a hacer.

Las enfermedades psiquiátricas son incurables según la medicina, lo cual garantiza una dependencia a las medicinas o drogas lícitas y un pronto regreso a los psiquiátricos; 6 años de diagnóstico y sigo sin entender mi enfermedad, porque creo que la enfermedad no existe, pues no creo que exista una forma de sentir cercada a 2 únicos polos, binarismo inevitable para occidente. Por otro lado, las pastillas complejizan la existencia y su garantía de consumo consiste en su adicción en donde su ausencia en el cuerpo implica una desestabilización total que agita la mente y clínicamente induce al paciente a la crisis.

 

De resto mis espejos se opacaron ante la incongruencia de ser algo con lo que no me identifico y me sigo resistiendo al sonambulismo dócil de la psiquiatría, en donde se me enseñó a desconfiar de mí y creer u obedecerle a la ciencia, desvirtuarme a mí misma frente a mi entorno cercano, un sujeto peligroso que necesita del aislamiento para convivir. Y sí, estoy loca, pero todxs cabemos en el DSM (el manual de los diagnósticos psiquiátricos), finalmente alguien tiene que pagar la cuota de las farmacéuticas y los sujetos dóciles siempre son más fáciles de manejar.

 

¿Por qué no eres femenina? ¿O es que quieres ser hombre?

Reconstruyendo los pasos y reflexionando sobre mi devenir anormal, lo que siempre ha sido más visible frente al deber ser ha sido mi rechazo a lo femenino, que aprovechando esta edición decidí trabajar sobre esto y explorar cómo se nos enseña a ser mujeres y cuáles son sus implicaciones socioculturales.

En resultado expongo una feminidad monstruosa que pretende su huida y animar la desobediencia, pues si enuncio las etiquetas que me excluyen de la norma, la feminidad es sólo el inicio, por lo tanto propongo la anormalidad como una resistencia activa, que en el devenir otro fuera de la norma se convierta una estrategia subversiva para imaginar y construir otras posibilidades que inviertan los límites de lo mal llamado normal.

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Andrea Barragán (Colombia) andreaBarragan

Artista visual y co-editora de la Revista Vozal. gusanandrea@gmail.com

Las sensaciones del ano. Cuando lo anormal se hace sensible

Por Benjamín Martínez Castañeda

 

Santiago de Chile, lunes 13 de octubre de 2014. Son las 10 am, ya es tarde, me he perdido el desayuno otra vez; me es muy difícil acostumbrarme a las dos horas adelantadas aquí en Chile, ¿qué importa?, no tengo que ir a trabajar, ni tengo una cita pendiente. Lo de anoche no fue nada, ni el Venezolano, ni el Peruano pudieron con todo esto, me he quedado caliente, mira que jurarse activos…ni ellos se la creyeron. ¿Cómo será la vida godinesca en Chile? Abro la ventana de la habitación del hotel, y sólo veo pasar los buses y mucha gente empaquetada, así le dicen en Chile a los que visten tacuche; no es muy diferente a lo que posiblemente se puede apreciar en México. Sigo dando vueltas en la cama y mi cuerpo reclama adrenalina.

Tomo mi iPad y abro Scruff, ¿Qué? ¡Oso activo a menos de 100 metros! Se parece mucho al recepcionista del hotel, ¿será? Le escribo y no contesta, quizás me identifica como el chico de la habitación 310, aquel que anoche se despachó a dos hueones seguiditos. Sigo en busca de sexo, y nada, siempre es lo mismo: soy activo pero ando en busca de alguien que me culée. Sorry mano, ya somos dos en lo mismo, ¿te va uno a uno? Siempre contestan que no. ¿Por qué les da pena decir que son pasivos o come ñongas?, no tiene nada de malo. En la televisión comienza “El Chavo del 8”, pero qué horror, le cambio porque ni en mi país veo esa mierda.

Decidido a meterme a duchar, suena mi iPad, me han mandado un woof por Scruff, casi resbalo en el piso, tomo mi iPad y es un señor, envía un mensaje diciendo: Soy activo y busco culo aguantador. Pienso sobre qué tan aguantador podría ser yo, no lo sé. Le invito a que me visite en mi hotel, con el riesgo de quedar toda madreada como La Fabiruchis; me dice que no puede salir de su casa porque anda en silla de ruedas. Me da las indicaciones para llegar a su lugar, y sólo son 4 cuadras pasando el hotel donde estoy; al llegar, un hombre como de 50 años, 1.78 cm y erguido en dos pies me recibe en la puerta. Me quedé paralizado por un segundo, me toma del brazo y me dice: calma, no te lo dije al principio, pero…no tengo una pierna y uso prótesis y muletas; lleva mi mano a su pierna y siento lo duro de la extensión. Me da la opción de irme, pues el creyó que me incomodaba con su condición física.

La idea de coger con un discapacitado me excitó muchísimo, pasamos a su recibidor y eso era un lugar lleno de reliquias de todas partes del mundo. Recibe una llamada, escucho que le da indicaciones contables a alguien, quizás sea su contador o alguien cercano… ¡Oh por Dior! ¡Se ha sacado la verga! Eso es muy grande y grueso, y aún no se le para, ¡Que miedo! La toma con la otra mano mientras atiende la llamada, juega con ella y la sacude viéndome a los ojo, inclina su cabeza indicándome que se la chupe. Trato de meter eso a mi boca y es muy difícil, no me cabe, al final encontramos el modo ya cuando eso estuvo erecto por completo, aún así era una verga saca flemas destapa gargantas. Terminó su llamada y me levanta para besarme en la boca, pasamos a su recámara y comienza a desvestirme, me aprieta las carnes, me da manazos, me lame las axilas, el cuello; él se desvistió, lo abrazo, lo beso y le acaricio su pierna de plástico, la toco, la beso, la huelo, la muerdo.

Mi cuero se eriza, los vellitos se levantan y se mueven como si un viento arrasador los quisiera arrancar de mi cuerpo; él me toma por los hombros, me vuelve a besar, me voltea y lentamente me empina dejándome sentir su gran verga entre mis nalgas. Lame mi trasero, con su lengua masajea mi ano…mmm ¡que rico! Lo dilata suavemente, me dice: ¡no puedo más!, se pone un condón y me la clava sin decir agua va. ¡Ahhhh! ¡No mames! La tenía como brazo de albañil, gorda y venosa, sentí que me sacaría los ojos, le pido que me la saque y se niega, fueron segundos muy intensos. Decidí hacer de mi dolor mi placer, me relajé, respiré hondo y pude sentir como su pene movía y masajeaba mi ano y recto; mi piel se puso de gallina nuevamente y me dieron unas ganas inmensas de mear, sentía un cosquilleo intenso en la panza, simplemente no podía saber de mí.

Recordé que un examante me dijo que no siempre el mejor sexo es el más limpio, así que decidí a dejarme llevar y si era necesario me mearía en el momento, pero la reacción fue diferente; comencé a sentir mi ano muy ardiente, cosquillas en todo el cuerpo, mis gemidos parecían sacados de cualquier comercial de Herbal essences. ¡Ah…ah…ah..! Estoy a punto de acabar, fue lo que él dijo; su pelvis y parte de su prótesis me golpeaban muy fuerte, sentí como se hinchaba cada vez más su verga. Un calor invadió mi recto, mientras apretaba con el ano su verga para terminar de exprimir su leche, sentía una gran bolsa de líquido hirviendo, era una sensación desconocida.

Cuando saca su verga de mi cuerpo, un torrente caliente salía de mi ano. Pensé que sería sangre porque estaba desgarrado, o en el mejor de los casos caca aguada, pero no. Era un líquido traslúcido y aceitoso, recordé que un doctor hablaba en T.V. de que tanto el recto como el intestino están recubiertos por una capa cerosa; quizás esa fue la forma en que mi ano eyaculó, en que mi ano dio todo de sí. Mi ano recibió placer. Después de ese día mi ano ha vuelto a ser el mismo de antes.

Benjamín Martínez Castañeda es productor visual mexicano, su investigación está encausada a la teoría queer y filosofía política.

 

Enlaces:

http://benjamin-walpurgis.tumblr.com/

http://bjmmcteoriafotografia.blogspot.mx/ 

http://benjaminmartinezmvaf.blogspot.mx/

 

 

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Lxs revolcaditxs en la Calle de la Amargura

 Luisa, g. Tolentino

¿Qué desafíos tenemos en América Latina para definir lo Queer? En caso que pudiera ser definido. Y ¿Qué tanto podemos rastrear en lo Queer para imaginar formas Otras para nombrarnos? En consideraciones desde lo local.

Nótese que lo Queer lo lían con la identidad, cuando la intención es más cercana a un sentir-se identificadx.

El propósito de este deshilachado, es un ejercicio para hacer atraer las nociones que le dieron origen a lo queer como nombre. Así, ¿cómo pensar desde los significados de la noción a principios del siglo xx? Con la intención de imaginar desde lo inmediato. Imaginar con las relaciones que ha establecido mi propio cuerpo, no sólo en las acepciones de práctica sexual, sino que además, comencemos por creer que somos capaces de expresiones Otras.

Ya Diego L. Sanromán (2007), había aportado al Diccionario Crítico de Ciencias Sociales que “en el inglés británico de comienzos del siglo pasado, lo queer se decía de alguien que pasaba por apuros financieros, que se encontraba en la Queer Street (en la calle Queer o en la Amargura, si se prefiere).”[1] Entonces, queer también es andar quebrado, no sólo a la alusión del quiebre en la cadera mientras caminas, o el quiebre en la caída de la mano cuando hablas, sino un quebranto de dinero. Bolsillos rotos o echados hacia fuera. Al revés.

En este tono, es curioso que conozca físicamente dos calles de la amargura. Una en Xalapa[2], Veracruz, a la que actualmente se le conoce como calle Revolución. Así, tal pareciera que ha habido una rara intención por jugarnos chueco en un simbolismo. Pues la instrucción es salir por “el costado” de la catedral (algo así como Adán y Eva), cruzar y leer su placa. Así, cuando bajas y doblas a la derecha, te lleva al palacio municipal de la ciudad, y a la izquierda te lleva al in-mueble del gobierno estatal. Entonces, se puede entender que la Calle de la Amargura está triangulada entre los dos niveles de gobierno (municipal y estatal) y el otro poder que es un catolicismo resignado más no re-significado.

Por si fuera poco, también nos encontramos que a su altura, en la siguiente calle (Clavijero)[3], está el Cabaret, como el sitio de encuentro entre la diferencia multicolor.

 

Si además sumamos que el Parque Juárez (se encuentra al frente), tiene muchas atracciones ya entrada la noche, pues el “Mirador” mira desde la rendija y “El Esclavo” del ágora[4] se libera de las cadenas para ser preso de sus deseos.

En esta geografía tan local, Xalapa, ofrece que sentir la noche, ahí, es diferente a la de cualquier ciudad, pues los pesos de simbolismo se contonean y hacen aún más turgentes sus subidas y bajadas. Por otro lado, si pienso en su leyenda, me hace considerarla con otra sugerencia; la cual data en épocas de la Revolución: Se cuenta del noviazgo de una muchacha con un profesor, éste siempre se desviaba de su camino a la escuela para pasar a verla, así fueron varios meses en los que ya imaginaban sus vidas unidas en matrimonio. Inicia la revuelta por derrocar a Porfirio Díaz y el joven se alista, pero ya no regresa. Ella; apesadumbrada, vestida de novia y llevando entre sus manos un ramo de jazmines, caminaba por la calle preguntando por su amado. Los niños hacían mofa de ella, así que su madre la resguardó entre los muros, allí murió prematuramente de amargura[5]; de ahí el nombre de la calle. El afecto también se vincula, y ante el amor mal o no correspondido, se alega que se anda cacheteando, de hocico o de nalgas en la calle de la amargura.

La otra Calle de la Amargura; está justo en mi pueblo, Acultzingo[6], también en Veracruz; esta calle lleva al panteón municipal. Así cuando lxs deudxs llevan a sus familiares en hombros, es precisamente para hacer transitar una calle de amargura hasta llegar al depositario final de otra vida más. La forma que ofrece esta calle con el conjunto que le rodea, ofrece el parecido con un escalón, un acento en la Avenida Unión, pues ese escalón forma un descanso para mirar entorno y recontinuar con la ligera pendiente, ya sea hacia arriba o hacia abajo.

En ambas calles, es despedir a quien ya no regresará, a quien se fue, a la misma ausencia, o mejor aún, aquello que no está y que se ha quedado de otras maneras; y que quizás quede… “la mala presencia”, “lo que no nos gusta”, “lo que no corresponde”. “Alguien que entró y salió despacio del silencio”. [7]

Si trato de atraer todas estas ideas a lo queer, son eso, intentos. Hilos en posibles tramas. En el repaso de la geografía que han conjurado esas leyendas, o bien, son esas leyendas las que han conjurado a la geografía. De ahí que he intentado este ejercicio, un rastreo desde la noción para atraerlo a mí, entre próximo y cercano, aquello con lo que también mi cuerpo ha dialogado.

Aquí pongo un acento, entre lo aquello que no está, destaca que lo queer no sólo es para figurar las prácticas sexuales, sino que lo queer transfigura y reconfigura sin contornos. Es liminal y abisal. Fronteras y profundidades. La posibilidad de imaginar desde y con lo mío, me es posible hacer materia. En estos llamamientos, también atraigo otra noción, la cual está en lo revolcadito. Aquí, pronto entiendo que de un estar, es a un ser, y luego a un hacer.

Lo revolcadito, es una categoría muy particular que Doña Mary[8] atribuye. Ella califica de revolcaditxs a quienes no están tan prietitos y que “pasan” (haciendo un ademán con su mano derecha confirmando un más o menos y que acompaña con la mirada en un ahí se van).

En ese mismo lado, pongo al revolcadito con el revolcón. Sí, en la práctica del tener, del ser y también del hacer. El revolcón de cama como práctica.

De y en estos modos, puedo apoyarme para pensar en idearios que me den sentido. Precisamente porque esos idearios están matizados a partir de referentes comunes.

Así, desde esos lugares e idearios, habiéndoles caminado, habiéndoles conocido, habiéndoles escuchado y sentido. Sólo puedo decirme como revolcaditx en la calle de la amargura.

[1] Diego L. Sanromán (2007) “Teoría Queer”: Entrada en el Diccionario Crítico de Ciencias Sociales (Coord.- Román Reyes), Tomo III. Editorial Plaza & Valdés (Madrid / México). ISBN: 978-84-96780-14-9; 84-96780-14-7.

http://colaboratorio1.wordpress.com/2007/10/06/queer-teoria/ Recuperado el viernes 12 de abril de 2013, a las 15:54 horas.

“Pero es también a lo largo del siglo XX cuando todos estos contenidos se organizan primariamente en torno al núcleo simbólico del sexo y el género, de los deseos y de los afectos.”

 

[2] https://www.google.com.mx/maps/@19.527408,-96.923127,3a,15.8y,254.54h,77.12t/data=!3m4!1e1!3m2!1suckRUnL7quvYiDlAEGh8Vw!2e0

 

[3] https://www.google.com.mx/maps/@19.5274234,-96.924518,3a,75y,81.18h,82.6t/data=!3m4!1e1!3m2!1sX4Xhz3aWC-L2Zws5iL04zA!2e0

 

[4] https://www.google.com.mx/maps/place/Teatro+-+Galeria+%C3%81gora+de+la+Ciudad/@19.526139,-96.924016,2a,90y,90t/data=!3m5!1e2!3m3!1s-cD-zdR0jIZ4%2FT-0GKJ24OHI%2FAAAAAAAAABw%2FysrDXj073ps!2e4!3e12!4m2!3m1!1s0x85db2dfed0a39829:0xac326678309d67f5!6m1!1e1

 

[5] http://www.xalapaveracruz.mx/la-calle-de-la-amargura-revolucion/

 

[6]https://www.google.com.mx/maps/place/C+de+La+Amargura,+Parque+Nacional+Ca%C3%B1%C3%B3n+del+R%C3%ADo+Blanco,+Acultzingo,+VER/@18.7230739,-97.3098985,3a,90y,162h,90t/data=!3m4!1e1!3m2!1sNn4gJvqmzkWcpCHDP-3AhQ!2e0!4m2!3m1!1s0x85c50902c17d5127:0x9a51ee706663c7d5!6m1!1e1

 

[7] Manifiesto gordx, de Constanza Álvarez. http://missogina.perrogordo.cl/manifiesto-gordx/

 

[8] Ella es una viejecita de Yolomécatl, Oaxaca y cuenta con 86 años de edad.

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ANO•RRR•MAL

por Alex Xavier Aceves Bernal
por Alex Xavier Aceves Bernal

por Diana J. Torres 

“normal es un programa de mi lavadora”

– playera vista en una fiesta queer

“no es saludable estar adaptadx

a una sociedad profundamente enferma”

– pintada vista en la puerta del wc de un bar punk –

            La anormalidad está tan de moda que casi que se ha vuelto normal ser anormal. Esta es una de las cosas más terribles que pueden suceder en una sociedad: cuando la disidencia es una estética, una farsa, una pose inserta en las lógicas habituales del capitalismo. Lxs anormales de toda la vida, como yo, estamos muy molestxs con esta mierda. Y hay que pararla antes de que sea demasiado tarde. La anormalidad es nuestro fuerte, ese lugar que hemos construido durante siglos para sobrevivir a las imposiciones de la mayoría, ese hogar del que tanto nos ha costado sentirnos finalmente orgullosxs. Y ahora una panda de impostorxs, de caballitos de Troya, nos lo quieren destruir desde dentro.

Otra de las cosas fatídicas que vienen sucediendo desde hace tiempo es que lxs monstruxs quieren de pronto ser normales, de hecho luchan por ser normales. El ejemplo más claro se da en el “movimiento” LGTB. Salir a la calle a manifestarse por el matrimonio igualitario, a pedir por favor al Estado que les dejen tener hijos, casa, carro, hipoteca, romanticismos variados, es asqueroso. Gentes que hace apenas 100 años hubieran sido condenadas a muerte por ese mismo Estado, ahora, auspiciadas bajo la pendejada de la “democracia” se dedican a mendigar lo que consideran que son “derechos legítimos”. ¿Dónde está su orgullo anormal? ¿Dónde la celebración de existir siendo como unx en realidad es en lugar de hacerlo queriendo parecerse a lo otro porque lo otro es aceptado y conlleva privilegios?

Yo ni soy normal ni quiero serlo. Nunca he querido serlo. Me ha valido vergas siempre lo que una panda (mayoritaria con creces) de descerebrados pensara que yo debía ser. Sí, desde mi privilegio de haber crecido con otrxs dos anormales reivindico mi identidad desviada porque en un mundo donde todo está tan cagado a todos los niveles, querer ser normal y estar adaptadx es una forma de acordar con toda la mierda que nos sucede.

Desde ahí me enuncio como lo que soy, una orgullosa monstrua únicamente interesada en relaciones con otrxs monstruxs. Esto puede sonar excluyente, de hecho lo es. Pero no tengo ni he tenido nunca ganas de alianzas con personas cuyo conformismo colabora a diario con la devastación de lo anormal, no me interesan sus hipotéticas luchas, no me interesan sus hipotéticas opresiones. Llamadme burguesa o feminazi o lo que queráis, pero siempre me ha parecido que, en el lugar que cohabitamos, cosas como por ejemplo la violencia machista son normales, los asesinatos son normales, la constante censura y castigo de toda disidencia es normal. Porque en un mundo tan profundamente podrido que pasen estas desgracias, estas abominaciones, es perfectamente lógico, se trata de enfermedades endémicas del sistema. ¿Cómo no va a golpear un hombre a una mujer, violarla, destazarla, humillarla, si desde que nació se le ha enseñado, educacional y culturalmente, que la mujer le pertenece? ¿Cómo no se van a matar las personas entre sí todo lo que les ha rodeado desde que tienen uso de razón es violencia y más violencia?

Nosotrxs lxs monstrxs somos errores ilegítimos e imprevistos del sistema,  y hasta que no nos pongamos en pie de guerra con nuestra anormalidad por bandera, absolutamente nada cambiará. De hecho es muy posible que nadie nos tenga en cuenta ni se nos una si lo hacemos porque renunciar a los privilegios que la normalidad otorga no es sencillo, sólo cuando se trata de una necesidad de supervivencia emocional renunciamos a ellos, cuando no nos queda más remedio. Esto es triste. Ser anormal, no por decisión sino por obligación.

Lo único que podemos hacer quizás es cultivar el orgullo y, desde nuestro pequeño fuerte, tratar de combatir las cuestiones que nos afectan de forma directa  y que ponen en riesgo nuestra existencia. Porque el problema con las personas que se plantan la anormalidad sobre los hombros como si fuera un traje es que su traje es mucho más ligero que el nuestro porque no carga con las opresiones.

Un ejemplo: para mí una persona que lleva una cresta no es nunca garantía de que será alguien aliado, podría ser un niñato clase media alta que se siente excitado con actos de rebeldía que no comprende porque no responden a su propia experiencia de vida, un fan de la estética de la disidencia que si algún día tiene un problema derivado de la misma, su papá vendrá con el varo para la fianza y sus influencias con las altas esferas para librarlo de todo mal.

La estética, la imagen externa que nos diferencia del rebaño y que nos hace ser anormales a los ojos de lxs demás, está siendo replicada por personas que son perfectamente normales en todos los sentidos: heterosexuales, gente que jamás ha sufrido una agresión, fresas, etc. ¿Hay un pedigrí anormal? Desde mi punto de vista sí y tenemos que dejar que nuestra intuición (mucho más desarrollada que la de la bandada de zombies) nos diga con quiénes podemos o no aliarnos.

Lo que hace que una persona despierte mi empatía es cualquier mínimo rasgo de inadaptación al sistema. Si voy por la calle en general todas las personas que me cruzo se me antojan zombies, mi cerebro ha aprendido a desarrollar filtros para ni siquiera verlas, no obstante, cualquier rasgo de anormalidad (a veces no es nada físico, es una mirada, un gesto) despierta mi interés, activa de nuevo mi mirada. Es lo que yo vendría a llamar la desesperada y constante búsqueda de aliadxs. Supongo que las personas normales nunca sienten esa desesperación. Ser heterosexual en un lugar donde en tu estrecha masa gris sólo hay heterosexuales, ser un hombre o una mujer así tal cual el sistema los ha diseñado, ser a la base normal, significa también estar rodeadx por una inmensa mayoría que es tu aliada, al menos en lo básico: acordar con el patriarcado, consciente o inconscientemente.

Pero nosotrxs, monstruxs, no vivimos nuestra vida así, nuestra disidencia no pasa por querer ser iguales a lxs demás, no pasa por querer la paz, ni la tolerancia, ni la aceptación. Pasa por querer la absoluta destrucción de todo aquello considerado normal, a modo de venganza transmilenaria, en el más puro sentido de la palabra Caos.

Porque fuimos lxs golpeadxs en la escuela que no quisieron o no pudieron cambiar para detener la tortura, porque cada vez que salimos a la calle las agresiones se suceden en mayor o menor grado de intensidad sin descanso, porque fuimos las personas que nuestra familia de sangre trató de silenciar, ocultar y domesticar, porque somos lxs que tuvieron que construirse un lugar en el mundo a base de batallas cotidianas, porque el rechazo es nuestro pan de cada día, porque hasta dentro de lo que consideramos nuestras luchas (anarquismo y feminismo) somos lxs parias y lxs incorrectxs.

            Queridxs anormales, luchemos contra las intrusiones, nuestro mundo no les pertenece!

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Diana J. Torres: eyaculadora precoz, terrorista lúbrica, tocapelotas pro, poeta de bragueta, prostituta fracasada //añada lo que le dé la gana//

http://pornoterrorismo.com

Twitter @pornoterrorista

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Recordando el Festival Extra! FEM

por Pola RG

Desde el 5 de noviembre hasta el 8 del mismo mes se llevó a cabo el Festival Internacional de Performance EXTRA FEM!, con la curaduría a cargo de Pancho López. Fueron tres días dónde se hizo gala de la gran variedad de propuestas que hay en torno al performance hecho por mujeres.  Hysteria! Estuvo presente en algunas de las performances y conferencias del viernes 7 y el sábado 8.

La conferencia a cargo de Mónica Mayer fue una amena plática acerca de “Archiva: obras maestras del arte feminista en México” proyecto en el que Mayer ha compilado las obras más significativas del arte feminista mexicano, desde los años 60 hasta la fecha. Un día antes Lorena Orozco impartió la conferencia: “Mujeres/cuerpo, espacio y tiempo. Intervenciones y acciones” también en el Museo de la mujer.

El viernes Nayla Altamirano, Nadia Granados (La Fulminante), Doris Steinbichler, Clara Macías, Odette Fajardo (La jaula de oro) y Claudia Cabrera presentaron performances individuales que trataban lo femenino desde la percepción social de lo que debería ser.

El sábado ocho se presentaron en conjunto lxs participantes del taller de Rocío Boliver La Congelada de Uva; “Pensar para dejar de pensar y accionar”. Apenas entrabas al anexo del museo el ambiente se sentía diferente, quizá caótico y a la vez libre.

También hubo un conversatorio titulado “Pornoterrorismo: Herramientas de lucha feminisa radical” que se llevó a cabo el sábado en el que participaron Diana J. Torres “La Pornoterrorista y Nadia Granados “La Fulminate” quienes nos mostraron un poco de su obra y nos platicaron sobre su proceso creativo y las motivaciones que tienen para hacer éste tipo de obra y Julia Antivilo que habló de las manifestaciones del pornoterrorismo en el «Coño sur» éste conversatorio fue moderado por la mismisima editora de Hysteria! Liz Misterio…YA TU SABE

 

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