por Lucía Egaña Rojas
¿Acaso la palabra pedagogia no es igual a la palabra demagogía, sólo que con dislexia?
¿Por qué la dislexia no es considerada algo sexy?
¿Podemos imaginar una poesía de cuerdas para atar un pacto del aprendizaje?
¿La excitación es un argumento expositivo?
¿Por qué insiste el gesto de desacreditarse a una misma ante los criterios heterosexuales de legitimidad pedagógica e institucional?
¿Por qué esos heterosexuales, viéndote ahí despojada de todos sus principios de legitimación, aprovechan de quitarte el saludo, te denuncian o te botan a un precipicio?
¿No será el camino de las pedagogías cuir uno que sólo retrocede y se degrada, en el sentido de que no es capaz de proyectarse a ningún futuro promisorio?
¿Es posible entender dentro de un marco normal y normalizante una práctica pedagógica que busca romper divisiones, entre teoría y práctica, entre arriba y abajo, entre hombre y mujer, entre futuro y pasado?
¿Quién hace válido el buscar que atenta contra las relaciones de poder?
¿Se le pueden poner bombas molotov al poder?
¿Cómo le pones bombas molotov al capacitismo?
¿Se pueden plantear procesos pedagógicos donde ni el futuro ni los padres sean lo más importante?
¿Quién aprende como un perro, quién pregunta como un hongo, quién observa como una partícula de polvo?
¿Se puede pensar (puedes imaginar) una pedagogía que no se fije en resultados esperados?
¿Cuándo cae el logro por el hueco agrietado de lo roto?
¿Cómo ignorar ese intento por moldear el cuerpo, la subjetividad y el intelecto de la educación que te brindaron?
¿Cómo ignorar la producción de la ignorancia como modelo de conocimiento occidental, blanco y heterosexual?
¿Por qué esa ignorancia desconoce lo que ignora, hace como que no existe, lo convierte en un detenido desaparecido?
¿No son las escuelas que conocemos fábricas o agentes de producción de ignorancia, simplemente, sin sospecha, sin inquietud, simplemente, el ignorar como borramiento de la complejidad?
¿Cuándo la educación heterosexual se constituye como elemento terminantemente homogeneizante?
¿Qué hacen metidos aquí los proyectos de estado-nación?
¿En qué contextos puede conducir la rarificación de lo cuir hacia un lugar no concluyente?
¿Se puede hablar de pedagogías cuir sin hacer cuenta de la existencia de las heterosexuales?
¿Por qué insisten tanto en la relación entre sexualidad obligatoria y cuerpo “normal”mente capaz?
¿Se podrían usar las pedagogías cuir para develar la incoherencia de la heterosexualidad?
¿Por qué entienden lo de “incorporar el cuerpo en el discurso pedagógico” de una forma tan anticorporal?
¿Alguien lo entiende?
¿Por qué algunos “textos de estudio” parecen escritos con amoxicilina?
¿Con qué objetivo matar todo rastro de bacterias?
¿La asepsia es algo de lo que deberíamos aprender?
¿Cuánto de esto que lees es cuir?
¿Cuánto del texto es pedagógico?
¿Puede haber una definición cerrada de algo que se llamaría “pedagogía cuir”?
¿Cómo interviene la diferencia entre queer y cuir cuando acompaña a lo pedagógico?
¿Acaso los marcos teóricos existentes son capaces de definirlo?
¿Cómo hacer una pedagogía que no sea extractivista?
¿Cuáles serán los conjuros contra la deuda, el robo y la violencia?
¿Cómo enseñar algo sin robar lo material ni lo doloroso?
¿Cómo no esperar siempre del futuro lo rápido y la velocidad del logro desmemoriado?
¿Cómo hacer una pedagogía que no sea racista?
¿Se puede acaso enseñar algo haciendo como si la violencia no existiera?
¿Cómo orientarse ante el binomio que disgrega teoría y práctica?
¿Cómo emanciparse de la “distancia crítica” y de esa noción de crítica que expulsa al cuerpo de las esferas de lo pensante?
¿Existe un lugar en el que se pueda mezclar pedagogía y sexualidad sin los marcos que han regulado ese vínculo habitualmente permeado por el abuso y la perversión?
¿Cómo “incluir” la sexualidad va a ser tan difícil si se supone que la traemos puesta?
¿Puedes enseñar poniendo el culo compañera, prima, vecina, hermana de una sangre ansiosa por una ética del aprendizaje?
¿Cómo emancipar la sexualidad que no es heterocentrada de lo pervertido?
¿Por qué podría escribir yo sobre pedagogía cuir?
¿Qué me habilita para hacerlo?
¿Existen expertas del tema?
¿A partir de qué se configuraría la experticia en algo tan difuso?
¿Por qué no existen lxs expertxs cuir, y sólo los expertos de lo queer?
¿Por qué en los procesos pedagógicos que ejerzo, o que creo ejercer, tantas veces las estudiantes me preguntan si utilizo o tengo una metodología porque no se nota que la tengo si voy vestida así y trato de escuchar cómo se organiza un grupo cuando no se le dan órdenes?
¿Un texto que no afirma nada y solo duda es quizás lo más pedagógico y lo más cuir que logro decir?
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Lucía Egaña Rojas (1979 Münster [Chile]) Es Doctora en Comunicación Audivisual (UAB, 2016), Licenciada en Artes Visuales (PUC, Chile 1998-2001), Diplomada en Estética y pensamiento contemporáneo (UDP, Chile 2002), y Máster en Documental Creativo (UAB 2004-05). Artista independiente y video-maker. Como artista trabaja en proyectos que a través de metodologías colaborativas problematizan la noción de autor, la construcción de imaginarios sociales en la cultura popular. Durante unos años formó parte del colectivo barcelonés desBASURAment, tendente a la reutilización de objetos, tecnología e imágenes. En 2011 realizó “Mi sexualidad es una creación artística”, su primer documental, exhibido en festivales y encuentros en más de 15 países.