La pescadora

Por V de Vayaina

Huele a salitre, los pulmones se llenan y en la garganta nada el sabor a sal.  Es de noche y siento el sopor de la brisa, una lamida caliente.

Me gusta lo que veo. Camiones forrados con luces neón, música a todo volumen. En el muelle la gente ríe, habla y toma raspados. Lxs niñxs juegan y soplan burbujas. Miro hacia el mar, y como si fuera posible, mis pupilas tratan de contenerlo, pero las luces de un barco que se reflejan en el agua me distraen. Es uno de esos yates en donde la gente paga por entrar a bailar unas horas, y a beber todo lo que su estómago y equilibrio es capaz de tolerar.

En medio de todo ese escándalo, siento como si un hilo anclado a mis párpados arrastrara mi consciencia unos metros más debajo de la luna, cerca de mis pies y lejos del estruendo. Ahí estaba ella, sentada y pescando en la orilla del muelle. Parecía un espejismo: maternal, joven y etérea. El brillo del  mar enmarcaba su silueta como a una diosa morena que da la espalda, tenía a un niño dormido en sus piernas. Ya no escucho nada. Las cumbias del camión, el yate y sus luces se hunden en el agua.

¿Cuántas noches como ésta pasaría esperando atrapar a un ingenuo pececillo? ¿Será siempre así de serena? Yo nunca había visto a una madre pescar, se veía tan fuerte, tan amorosa que aún con su inmensidad, el mar no podía absorberla. ¿Qué pensaría de esta gente ruidosa que paga por entrar a un barco a bailar, cuando podrían bailar en el muelle, en la arena, saltar al agua y sentir en el cuerpo a la luna?

Con una mano sujeta la caña de pescar y con la otra, acaricia al niño que duerme en sus piernas. El viento sopla y ella está en silencio, lejos de toda bulla, única entre lxs mortales. Es una imagen hipnótica y muda, parece un emblema. En su regazo un niño duerme mientras el viento sopla, con una mano lo acaricia y con los pies seduce al mar. El viento sopla, y ningún pez se ha de volver alimento de aquel que entre sueños escucha el arrullo del mar.

Paciente, más no pasiva; en silencio, más no invisible, la madre pescadora  flota por encima de todo estruendo y turistas cegados por luces neón.  La fila del yate avanzó y me sentí ruin. Me dediqué a tomar toda la cerveza que pude, a saltar cuando el barco se movía y a bailar como si no hubiera mañana.

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Madre querida

Por Rubén Maldonado

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Mitos maternos

Por Ernest Graves

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Un dildo casero

 Un cómic por Ernest Graves

[box type=»shadow» align=»aligncenter» ]Ernest Graves hace tebeos, performance, video… y ahora está aprendiendo a tatuar.

http://ernestgraves.tumblr.com [/box]

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Coitos Interruptus

Antoine Fräppa-Hedonista en una habitación del hotel Lafayette
Antoine Fräppa-Hedonista en una habitación del hotel Lafayette

Delfín Beccar Varela

Estelita yace en la cama, su piel dorada bajo el sol de La Habana se realza en el contraste que genera con la pureza blanca del hilo egipcio de las sábanas. La ninfa inconstante no oculta su cuerpo bajo ninguna prenda, está allí, entregada, esperando sin ningún temor a que su piel sienta por primera vez el roce de un cuerpo masculino.

    El hombre casado que dice escribir críticas de cine para el periódico Carteles la observa despacio y absorbe cada centímetro del cuerpo de esa mujer-niña que está recostada en su cama. No tiene prisa, a pesar de tener los nervios a flor de piel. Se acerca hasta su presa que hace apenas unos días conoció por casualidad en el malecón. Extiende su brazo hacia ese pubis sin vello que lo extasía…

    Pero el tren se sacude y un hombre me golpea, el libro se suelta de mis manos temblorosas abierto en la página crucial en donde está por desatarse un nuevo capítulo en la historia de estos personajes. Otro hombre pasa apurado y con sus botas mojadas pisa el papel de la página 72. La hoja se desprende y parte pegada bajo el pie de aquel inoportuno.

    Recojo el libro con la esperanza de que la hoja robada no sea esa… “los cuerpos extenuados descansan en la penumbra, aquel encuentro único y mágico ha cambiado el desenlace de más de una vida, Stella con los ojos cerrados sonríe tranquila, el crítico juega con las volutas de su cigarro hundido en el sopor de aquella tarde en la Habana”.

[box type=»shadow» align=»aligncenter» ]Delfín Beccar Varela. Buenos Aires, Argentina, 1980. Es periodista y escritor. Se ha desempeñado como publicista y ha desarrollado asesorías para proyectos relacionados con la gestión pública. Como periodista, ha realizado importantes crónicas sobre turismo y ha realizado diversos artículos de índole cultural, política y de opinión. En 2006, publicó su libro de cuentos Esclavos de la sombra. Junto a Alejandro Gelaz, hace cerca de tres años, ha creado uno de los sitios de mayor crecimiento en cuanto a concursos de microrrelatos se refiere: Minificciones.com.ar. Desde2010, trabaja en radio al lado de Mario Mactas en el programa radial «Un tal Mario Mactas».
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