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La pedagogía queer y la agroecología: construir otros imaginarios alimentarios desde la diferencia

imagen por Atsiry López-Fabila

por Morgan Jenatton

En un mundo en crisis, puede ser difícil imaginar vías hacia otras posibilidades.  Se ha hecho evidente que la pandemia producida por la Covid-19 no ha hecho más que profundizar las desigualdades particulares del sistema dominante de explotación capitalista, heteropatriarcal y blanco-céntrico. Frente a esta oscuridad asfixiante, parece importante buscar resquicios de luz y resistencia que pretendan abrir otros mundos, otros imaginarios, otros modos de ser y estar juntes. Parece crucial volver la mirada hacia los esfuerzos que intentan abrir horizontes de posibilidad e imaginar colectivamente prácticas de emancipación social que afirmen nuestro potencial radical para alejar las fuerzas de dominación y exclusión (Pinheiro-Barbosa, 2020). En este texto busco presentar algunos elementos teóricos de la educación que proponen vías posibles para avanzar hacia esa emancipación radical. A saber, presentaré brevemente ciertas corrientes históricas de la pedagogía emancipadora y las relacionaré con nociones de la queer theory anglosajona, para finalmente presentar algunas consideraciones para la implementación de estas pedagogías en la educación alimentaria.

Antes de hacerlo, es importante situar mi cuerpo y mis palabras. Crecí en Estados Unidos, en el seno de una familia mestiza francófona que llegó de Francia y del Magreb a principios de los años sesenta tras las violentes circunstancias de los últimos días de la era colonial francesa. Hablé inglés y francés en casa y asistí a escuelas locales de lengua inglesa hasta que me mudé a Francia a los veinte años, donde inicié mi carrera como cocinero. He vivido sin el apoyo de mis padres desde los 15 años, y por lo tanto he tenido que construir otras estructuras emocionales y materiales para sobrevivir. Mi cuerpo y nombre corresponden a las características normalizadas de un hombre blanco en Francia y tengo sexo exclusivamente con hombres. En mi vida cotidiana, suelo utilizar la palabra “gay” para describirme, pero como muches, también me han nombrado “fag”, “pédé” o “maricón” (según el país), para subrayar mi disconformidad con el Mundo Normal. Por eso mismo, desde unos años, la palabra más habitual en mi lengua para denotar mi vida ha sido “pédé”, el equivalente francés a maricón. Con les compas que comparten esta experiencia, exijo la fuerza política y divisada de esta palabra frente a la normalización y comercialización crecente de las vidas “LGBT”.

Desde hace unos años emprendí una carrera en la academia y en mi maestría empecé a trabajar los temas de la alimentación y las ciencias sociales en México. Ahora soy estudiante de doctorado en sociología y agroecología en una escuela francesa y en el Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR), en Chiapas. Mi trabajo académico se centra en la forma de impulsar una masificación de la agroecología en los sistemas alimentarios. Examino la tortilla mexicana y el pan francés como alimentos simbólicos de este cambio en los Altos de Chiapas y en el sur de Francia, con el objetivo de evaluar cómo construimos el saber en torno a la alimentación como forma de emancipación y, con una postura transformadora basada en la investigación acción participativa, de analizar los procesos de aprendizaje que promueven la transición agroecológica. De por sí, mis palabras y propuestas vienen explícitamente desde lo académico, cosa que no les da más pertinencia o validez. Al contrario, considero que resuenan huecas frente a las experiencias y teorías más arraigadas en las movilizaciones y luchas cotidianas. Sin embargo, propongo que esta exploración teórica puede alimentar nuestras reflexiones y acciones sobre el camino hacia la construcción de mundos que resuenan con una vida digna y con una alimentación que nos llene de fuerza y bienestar.

Investigación acción participativa (IAP)

Un primer paso para la relativización del conocimiento académico es el de reevaluar cómo y para quien se produce. La investigación-acción participativa (IAP) es un enfoque que hace hincapié en la inclusión colaborativa y la acción beneficiosa para les participantes en la investigación. Esto implica que, en cierta medida, están directamente implicades en el diseño, la aplicación o el análisis de la investigación: ésta es la dimensión participativa. Pero, además, un principio común de la investigación-acción es su compromiso ético y político en una ciencia transformadora: la acción. La IAP no es un enfoque fijo o un corpus científico, sino más bien un cierto compromiso normativo con los procesos de colaboración en la producción de conocimientos y el objetivo de un cambio social positivo.

Unos de los conceptos centrales de la IAP se construyeron en Latinoamérica teniendo como base la teoría crítica marxista y el pensamiento crítico latinoamericano para cuestionar los valores de la investigación y la educación en relación con el poder político y los sistemas de opresión. Los trabajos de Paulo Freire y Orlando Fals Borda han asentado las bases del pensamiento moderno de la IAP. Fals Borda participó en la organización de la primera conferencia explícitamente dedicada a la IAP en Cartagena en 1977 y defendió la incorporación de un componente de “acción comunitaria” en los protocolos de la investigación clásica, abogando por la “combinación” de las aptitudes científicas con los conocimientos de y las comunidades, tomándolos como socios de pleno derecho en el proceso de investigación. Freire postuló en su texto canónico de pedagogía critica, Pedagogía del oprimido (1968), que les individues no sirven como recipientes vacíos y “objetos de investigación”, sino como participantes plenes, capaces de determinar sus propias necesidades para mejorar sus vidas. Según Freire, la educación no se limita a la función de aprender a leer palabras escritas, sino a leer el mundo de manera crítica. Propone esta crítica a la conciencia como una forma de emancipar a “los oprimidos” y de transformar la realidad social.

Conceptos claves de la pedagogía crítica

Una noción fundamental de la filosofía educativa de Freire es la de praxis, para la que se inspira en gran medida en la concepción de Marx de “la actividad libre, universal, creadora y autocreadora a través de la cual el hombre crea y cambia su mundo histórico y a sí mismo»” (Petrović, 1983). Freire define la praxis como “la acción del pueblo sobre la realidad” y un proceso de “reflexión y acción dirigido a las estructuras a transformar” (Freire, 1968). En esta concepción, la praxis es un esfuerzo liberador por el que les educadores y alumnes se convierten en “coinvestigadores” para participar en un ciclo de reflexión teórica colectiva, aplicación, y evaluación, antes de volver finalmente a la teoría como continuación del ciclo. Es importante destacar que la praxis no es pura acción, sino más bien el ciclo de reflexión y acción, que sirve como fuente de “conocimiento y creación” que por sí solo puede «transformar verdaderamente la realidad” (Freire, 1968). Esto marca la praxis como una actividad exclusivamente humana porque Freire, siguiendo a Marx, contrasta la actividad productiva creativa y consciente de les seres humanes con la producción compulsiva e inconsciente de los animales.

Un elemento central de la praxis educativa de Freire es su noción de conscientização, que presenta como un proceso interno de emancipación de la opresión a través del despertar de la conciencia crítica. En sus palabras: “Para que los oprimidos puedan pugnar por su liberación, deben percibir la realidad de la opresión no como un mundo cerrado del que no hay salida, sino como una situación limitante que pueden transformar” (Freire, 1968). Esta capacidad de intervenir en la realidad para cambiarla es conscientização. Implica realizar un análisis crítico del propio contexto mediante la praxis y aprender así a percibir las contradicciones sociales, políticas y económicas; y posteriormente actuar contra los elementos opresivos de esta realidad social. Freire propone que, mediante este proceso, les oprimides históricamente “dejen atrás el estatus de objetos para asumir el estatus de Sujetos históricos” (Freire, 1968). Este enfoque afirma el potencial transformador de les individues entablando un diálogo para examinar y deconstruir las mitologías imperantes y así formar parte del proceso de cambio del mundo.

Por lo tanto, el diálogo de saberes desempeña un papel central en este proceso. Freire propone el diálogo como el encuentro entre diverses individuos «mediado por el mundo, para nombrar el mundo». En otras palabras, el diálogo es un acto de creación que resulta de la atribución de un significado a la experiencia vivida y al entorno que la rodea. Es importante señalar que el diálogo de Freire adquiere una dimensión epistemológica: el diálogo no consiste simplemente en debatir la experiencia vivida por une individuo, sino que implica conectar esa experiencia con cuestiones más amplias y teorizarla colectivamente. Es a través de este diálogo que les individues construyen conscientização y están capacitades para cambiar la sociedad en la que viven.

Aportes de la queer theory posestructuralista

La fuerza de las herramientas de la pedagogía critica es incontestable y se han empleado en innumerables proyectos educativo-políticos: la naturaleza cíclica de la praxis de Freire, así como al poder transformador de la conscientização y del diálogo. Sin embargo, desde un análisis posestructuralista se puede criticar el razonamiento dualista y excluyente de su estructuración epistemológica, que distingue lo humano de lo no humano, atribuyendo la agencia de la praxis únicamente a les actores humanes y estableciendo un poder jerárquico de “los sujetos” sobre “los objetos», en la que el “oprimido” es capaz de lograr la liberación del “opresor” principalmente buscando una mayor porción de su poder establecido. Propongo complementar esta curvatura marxista-materialista de la pedagogía crítica y unirla a una perspectiva posestructuralista, recurriendo a elementos de la teoría y pedagogía queer.

La queer theory aparece dentro del espacio académico de los estudios de género en los principios de los años 90 en Estados Unidos, basada en el pensamiento deconstructivista y relecturas de autores posestructuralistas, principalmente Michel Foucault. El término mismo, queer, tenía una connotación peyorativa en inglés y fue reapropiado como modo de afirmación y subversión política por las comunidades en lucha contra la opresión heteronormativa, antes de ser finalmente institucionalizado el en espacio académico. El posestructuralismo de Foucault propuso desde los años sesenta reevaluar las categorías discursivas binarias (hombre/mujer, naturaleza/cultura, homosexual/heterosexual) que, como subraya Sutherland (2009), se imponen como “los dispositivos de control de la sexualidad”. En esta concepción, el género y la sexualidad son producciones discursivas movilizadas para denotar y desautorizar ciertas vidas, pero que también están abiertas a procesos de reapropiación para afirmar otras existencias y subjetividades. Judith Butler es una otra figura central en la teorización del campo queer, y sus planteamientos teóricos de los años noventa están hábilmente presentados en un texto reciente de Hysteria por Val Trujillo R, específicamente que “todos los cuerpos tienen inscripciones narrativas de la cultura…[y que Butler] prefiere plantear a lxs individuxs no como sujetxs (seres sujetados a) ritualizados bajo condiciones de prohibición y tabú, sino como individuxs con agencia, capaces de accionar, rebelarse y cuestionar la normatividad natural impuesta” (2020).

Es importante situar el desarrollo de la queer theory en los espacios y condiciones específicas del trabajo académico del Norte. Para empezar, como describe Rivas (2011), el uso de la palabra queer en espacios hispanohablantes “implica una descontextualización [y] la pérdida del ‘contexto performativo’, la historia política del término”. El pasado del término queer en inglés le otorgaba una cierta fuerza subversiva que no existía o incluso se invertía al importarlo al español. La queer theory se convierte en un campo de pensamiento académico prestigioso, mientras que las históricas epistemologías y vidas maricas de América Latina siguen siendo ampliamente invisibilizadas y violentadas. Además, incluso en inglés, la palabra moderna queer ha perdido casi por completo su potencia política y desviante, asociado hoy en día plenamente con el mundo académico, y por ello es vital dar voz y buscar otras inspiraciones a partir de las experiencias vividas pédé, maricas, y cuir. La esperanza es que las reflexiones de este texto, firmemente ancladas en las epistemologías específicas de la queer theory, puedan complementar y dialogar con otras pedagogías, y no sustituirlas.

La pedagogía queer

La pedagogía queer se desarrolló a raíz de los trabajos de esta queer theory anglosajona y el posestructuralismo, principalmente como aportación teórica al campo de la educación (Pinar, 2012). Como traza Luhmann (1998), “la pedagogía queer pone en juego el deseo de deconstruir los elementos binarios fundamentales en los modos occidentales de creación de significado, aprendizaje, enseñanza y creación de políticas”. Es importante señalar que la pedagogía queer no implica discutir sobre sexualidad o cuestiones explícitamente “queer”, sino que se trata de desafiar las normas convencionales en un esfuerzo por abrazar el potencial de les individuos de realidades subjetivas divergentes para entablar un diálogo y explorar las posibilidades de acción colectiva para trascender las pautas codificadas de la realidad.

La propuesta teórica es que en una realidad dominante en la que distinciones binarias desigualitarias son esenciales para la elaboración de significados (en la que la mujer se entiende en oposición e inferior al hombre, la homosexualidad entendida como una otredad corruptora de la normalidad heterosexual) las estrategias de liberación sólo pueden ocurrir a través de un proceso de “expansión de la normalidad”, de llevar al “otro” a las filas de los normales. La pedagogía queer, sin embargo, trata de ir más allá de esta liberación asimiladora y “atacar y socavar el proceso mismo por el cual (algunos) sujetos están normalizados y otros marginalizados” (Luhmann, 1998). Por lo tanto, tiene como cuestiones fundamentales el cómo llegamos a saber y cómo se produce el conocimiento. En este sentido, el enfoque pasa de promover la comprensión crítica, es decir, de cómo enseñar al otro a reconocer las dinámicas de poder e intervenir en su reproducción reclamando el estatus de «sujeto histórico», a examinar las condiciones y límites del conocimiento mismo y a cómo se construyen las categorías de normalidad en primer lugar. Luhmann vincula este proceso pedagógico a la noción de “subversividad” de Butler, en la que “las prácticas subversivas tienen que abrumar la capacidad de lectura, desafiar las convenciones de lectura y exigir nuevas posibilidades de lectura” (Butler, 1993, p. 20).

La pedagogía queer propuesta aquí busca construir saberes, poder y resistencia desde los márgenes, desde fuera de lo “normal”. Se adhiere a una concepción de la liberación que no ambiciona integrar el circulo de poder hegemónico, pero afirmar su propio poder y saber desde y para una alteridad asumida. Se inspira, pues, en las bases de la pedagogía crítica de Freire, de promover el análisis crítico de las condiciones sociales, políticas y económicas de desigualdad, pero la amplía, al rechazar las identidades estables y promover nuevas imaginaciones que quedan fuera de los modelos normalizados y contribuyen a afirmar otras ontologías y, retomando los conceptos de la ecología política posestructuralista (Escobar, 2014), al construir otros mundos.

He establecido un diálogo entre estas corrientes en parte por necesitad: las epistemologías que sustentan nuestro trabajo no son neutrales, ni accidentales. No hay separación entre la teoría y la práctica. Tengo que creer en la posibilidad de crear otros mundos posibles porque he tenido que construir otras posibilidades en mi propia vida. La teoría queer me permite examinar reflexivamente mi interés por los temas de la juventud y la educación, al tiempo que sitúa mi experiencia vivida al margen de la vida familiar normalizada y la improbabilidad de tener hijes propies. Aplico el marco de la pedagogía critica queer en mi investigación-acción (Jenatton et al., 2020), aunque no trata de temas de sexualidad, porque aporta una coherencia epistemológica necesaria.

Mis acciones pedagógicas buscan poner en perspectiva el consumo de diferentes alimentos por parte de jóvenes (por ejemplo, formas de alimentación más o menos «industriales») sin situarlos en una posición de culpa o ignorancia por comer lo que comen. Se emprende un ciclo de talleres en el aula, reflejando la naturaleza cíclica de la praxis de Freire y destinados a apoyar una reflexión colectiva de les alumnes sobre su consumo. Pero sobre todo, la idea es capacitarles para deconstruir sus hábitos alimentarios de forma colectiva, emprendiendo un diálogo horizontal sobre qué y cómo comen sus compas y qué reflejan estas prácticas. ¿Por qué tomamos refrescos? ¿Quién se beneficia de su consumo, quién se perjudica? ¿Cómo se construye el conocimiento en torno a lo que es una buena y una mala alimentación? Creer en la capacidad de les jóvenes a construir juntes el conocimiento, en el desarrollo de un agudo sentido de la concienciación, es el primer paso en este proceso. Pero el segundo es permitirles vivir y construir desde sus propias vivencias, a veces desviadas, para habitar plenamente sus propias historias y actuar desde su particular comprensión del mundo. Y crear un espacio pedagógico que les permita afirmar sus propias ontologías alimentarias territorializadas y concebir juntes nuevos conocimientos para la vida e imaginaciones para otros futuros posibles.

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Bibliografía

Butler, J. (1993). Critically queer. GLQ: A journal of Lesbian and Gay Studies, 1(1), 17‑32.

Escobar, A. (2014). Sentipensar con la tierra : Nuevas lecturas sobre desarrollo, territorio y diferencia (Primera edición). Ediciones Unaula.

Freire, P. (1968). Pedagogía del oprimido.

Jenatton, M., Hernández Meléndez, C., López Sántiz, E., & Morales, H. (2020, juin 20). Tomar vida : El pozol y los jóvenes de Chiapas. La Jornada del Campo. https://www.jornada.com.mx/2020/06/20/delcampo/articulos/tomar-pozol.html

Luhmann, S. (1998). Queering/querying pedagogy? Or, pedagogy is a pretty queer thing. Queer theory in education, 141‑155.

Petrović, G. (1983). Praxis. A dictionary of Marxist thought, 384‑389.

Pinar, W. F. (2012). Queer Theory in Education. Routledge.

Pinheiro-Barbosa, L. (2020). Pedagogías sentipensantes y revolucionarias en la praxis educativo-política de los movimientos sociales de América Latina. Revista Colombiana de Educación, 1(80), Article 80. https://doi.org/10.17227/rce.num80-10794

Sutherland, J. P. (2009). Marica nation : Prácticas culturales y crítica activista. Ripio Ediciones.

Trujilla R., V. (2020). Cuir : Pistas para la construcción de una historia transfeminista en América Latina | Hysteria. https://hysteria.mx/cuir-pistas-para-la-construccion-de-una-historia-transfeminista-en-america-latina/

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Morgan Jenatton es estudiante de doctorado en Agroecología y sociedad en El Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR) en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas y Sociología en la École des hautes études en sciences sociales (EHESS) en París, Francia. Estudia los sistemas alimentarios territoriales y los procesos de aprendizaje que contribuyen a la masificación de la agroecología.
 Atsiry López-Fabila
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Cuerpos pandémicos, cuerpos cyborg: ¿la enseñanza virtual nos hizo queer?

Por Mabel Ortega R.

Hablar de la pandemia y del encierro a este punto agota. Sin embargo, creo que es imposible dejar de hablar de ello y de cómo nos ha intervenido esta nueva relación con la informática y la cibernética porque ya la hemos admitido como una extremidad más de nuestros cuerpos. Las pantallas, las nuevas tecnologías, la adicción a redes sociales sumado a una vida monótona saturada de capitalismo, nula salud mental y consumismo ha convertido a las computadoras, los teclados y sobretodo los teléfonos inteligentes en una parte más de nuestro cuerpo.

La práctica pedagógica ha tenido que adaptar su metodología también a este nuevo cuerpo de manera abrupta gracias a la pandemia y el confinamiento. Para quienes gozan de dispositivos y conexión, ahora las clases se dictan desde un rincón de la casa transmitiendo hacia cualquier otro lugar que alcance la señal. Antes los docentes nos pedían en clases presenciales que dejáramos el celular a un lado y prestáramos atención, ahora necesitan que estemos allí, pegados y con esta extensión de nuestro cuerpo activa, punzante y conectada a la clase virtual. Sin duda que ha sido complejo, sobretodo cuando es más interesante y más acogedor compartir en redes sociales con amigues que participar de la experiencia pedagógica tradicional online, donde muchas veces no se tienen las experiencias ni el espacio para enfrentarlas, y que además en formato presencial ya se enfrentaba a diversas crisis internas.

Evidentemente, esta enseñanza virtual ha supuesto desafíos, pero no está exenta de ventajas. Los cuerpos enfrentados a la pandemia que asistimos a la escuela hemos sido intervenidos hasta lo más íntimo por la cibernética y las conexiones, convirtiéndonos en un cuerpo cyborg -haciendo un guiño evidente a Donna Haraway (1995)- que opera desde distintas fronteras, más allá de lo físico, y las atraviesa por campos 4G. Al entrar al aula virtual la identidad se desdibuja, se borra, siendo necesario tener que reafirmarse o escribir una nueva, un nombre, salir de la esencia física y transmutar a un mundo intangible. Aquí el análisis se vuelve sumamente interesante al pensar en nuevas metodologías para enfrentar la educación en confinamiento, siendo las pedagogías queer una respuesta bastante sugestiva. En este sentido, la enseñanza virtual nos ha hecho mutar en cuerpos cyborg que se reafirman o reniegan de sí mismos, siendo una oportunidad de educar desde otro lugar, desde esa no-identidad que puede perfectamente estar libre de esencialismos donde el género y sexualidad pasen desapercibidos. Se abre también nuevas oportunidades para pensar nuevos paradigmas pedagógicos que pueden optar por continuar con el saber tradicional o más bien aspirar a transformar el saber cisheterosexual que ha predominado. Desde esto, me pregunto ¿la enseñanza virtual nos ha hecho cuerpos queer? ¿el aula virtual es un espacio queerizado que nos hemos esforzado en normalizar basándolo en las reglas del mundo físico?

Lo virtual y lo queer

Cuando entro a la sala virtual, necesito reafirmar mi nombre. Y también, como lo ha señalado Beatriz Paul Preciado (2008), al igual que al entrar a un baño, necesito reafirmar mi género muchas veces para entrar a plataformas en línea ¿masculino o femenino? ¿o ninguno? ¿y por qué? ¿por qué son necesarias estas afirmaciones? Por supuesto, muchas veces es difícil escapar de la identidad binaria y fija que hemos tenido que adoptar en el mundo físico gracias al afán normalizador y disciplinar en la escuela, que se ha esforzado en trasladarlo a lo cibernético. Sin embargo, desde el tiempo que se inventaron los blogs y los foros en línea hasta las redes sociales, el internet se ha tratado de crearnos otra identidad, un avatar que refleje solamente la parte que queremos que sea visible de nosotres, muchas veces la más bella o deseable para el resto, aunque también siendo una oportunidad de liberación para todos los cuerpos abyectos y anormales que no han encontrado refugio en las convenciones, iniciando muches en la etapa escolar a crear nuestro perfil con un poco de malicia, de incomodidad, de edición y una falsedad ante los ojos del mundo físico para resistir y encontrarnos con otres monstrues perversos que conspiraran desde una vereda similar. La escuela y la pedagogía tradicional se ven enfrentadas a esta paradoja dentro de este mundo cibernético que, hasta el momento, no les pertenecía en lo convencional, ya que continúan esforzándose por normar un espacio que comúnmente no tiene identidad fija, que un día es esto y al otro día se transforma, o al otro día se elimina. Los esfuerzos por pensar que lo online será a lo menos similar a estar en la sala de clases es absurdo: es prácticamente imposible.

La escuela y la pedagogía necesita comprender que hoy puedo registrarme como él, mañana como ella, y luego no me registro. Que puedo escoger una imagen que me represente a mi favor, una foto donde resalte lo que yo más quiero, encender la cámara y mostrar lo que más me agrade o simplemente no mostrar nada, y que esto está fuera del control al que está tan acostumbrada. La sala virtual nos permite relacionarnos de manera distinta a como lo hacíamos en lo presencial, ya que en un aula llena de avatares anónimos no sería posible comenzar a separar en categorías binarias fijas como heterosexual/homosexual, cis/trans, blanco/negro, normal/anormal, o por lo menos no a primera vista, siendo esta una oportunidad de comenzar a (re)pensar en cómo nos relacionamos con nuestros pares y comenzar a mirar(nos) desde otro lugar. En este espacio cibernético en estado salvaje, sin la norma punzante de la escuela tradicional, todes tenemos la oportunidad de comenzar a aprender y compartir desde el mismo lugar, de no ser segregados ni separados por lógicas binarias propias de una pedagogía cisheterosexista, blanca, mercantil, capacitista y que sin embargo se declara apolítica y neutra.

Por ello, creo que el aula virtual es un espacio que está naturalmente queerizado, que desafía a la norma convencional del mundo físico y sus normas y nos hace replantearnos cómo hemos educado y hemos sido educados hasta ahora, sobretodo en una crisis sanitaria como esta. Es un espacio más gentil donde todes somos desconocidos, se pregunta por quiénes somos, por nuestro pronombre, nuestro género, nuestro nombre, cómo deseamos ser nombrados y donde podemos explorar nuevas formas de habitar este cuerpo cyborg y los deseos, siendo una oportunidad y un espacio seguro para comenzar a sanar las heridas educativas que podían cargarse con anterioridad. Y, al mismo tiempo, es un espacio incómodo y transgresor que hace replantearnos quiénes somos y por qué, que no da nada por sentado, una práctica y herramienta que al volverse política puede ser tremendamente poderosa para pervertir y (des)estabilizar los modos convencionales del saber.

Y lo transgresor es que esta sucesión de acontecimientos y experiencias no sólo ha ocurrido para quienes nos (re)afirmamos desde la disidencia o quienes hemos sido marginados por el sistema educativo, sino que ha obligado a pensar desde este espacio nuevo, incómodo y forzosamente mutante a quienes estaban dentro de la norma y muchas veces no se cuestionaban lógicas identitarias o de diferencias. En este sentido, creo que la educación virtual nos ha vuelto a todes un poco queer, nos ha obligado a hacer otra educación desde la diferencia y a (re)conocernos desde otras perspectivas donde no pertenecemos a ningún lado en esta frontera virtual escurridiza e irreal, que también se ha vuelto una frontera del género (Preciado, 2008). Ha puesto sobre la mesa también discusiones y preguntas que antes no se preguntaban, problemáticas que parecían invisibles como el privilegio de poder acceder a internet o tener un espacio para estudiar desde el hogar ahora se hablan y se intervienen para que todes puedan ser parte, en condición de equidad, de este espacio. Por lo tanto, también se vuelve una oportunidad para reflexionar en torno a cómo nos ha incluido y excluido, en lo personal y en lo político, la educación tradicional y cómo esta crisis sanitaria ha llegado a darnos vuelta y retorcer todo eso que era considerado hegemónico.

En este caso, una pedagogía queer virtual que reconozca las múltiples ventajas y lo valioso que es este ciberespacio es fundamental para poder continuar (des)estabilizando la pedagogía tradicional que, como he dejado entrever, ha quedado obsoleta ante este cambio de paradigma y crisis sanitaria. Una metodología queer apasionada y encarnada, que luche contra estos deseos de normalización que aun se afanan y tejen en la escuela virtual para trasladar las lógicas normalizadoras del saber al campo virtual, necesita articularse como un proyecto político que reconozca que efectivamente somos diferentes, pero la virtualidad nos ofrece un campo para educar y transgredir desde esa diferencia, escapando de las convenciones propias de la pedagogía tradicional de encerrar al otro en el binomio de inclusión/exclusión normal/anormal, sino de pensar cómo encarnamos y vivimos el privilegio o la opresión de ser percibidos como cuerpos que han sido históricamente recompensados o castigados.

Con estas metodologías torcidas, que como lo pensaba val flores (2018), pongan lo íntimo en el corazón del saber, podría transgredirse y superar la complejidad y la desidia que suponen en lo práctico las clases virtuales, apasionando a les estudiantes a encontrarnos en un espacio donde podamos (re)afirmarnos entendiendo que nuestra identidad no es fija ni estable, y que por ende, podemos cambiar nuestro avatar, nuestros iconos y usernames como deseemos sin que afecte el proceso pedagógico, siendo la virtualidad una metáfora sobre formas incómodas de percibirnos y relacionarnos. Esto, acompañado de una práctica pedagógica crítica que reconozca que la educación posee un rol profundamente transformador y político, y que por ende, ensaye metodologías que nos ayuden a comprender desde una mirada anti esencialista la violencia y la discriminación producto de lógicas heterocisnormativas, puede volverse una herramienta profundamente poderosa para destruir lo convencional al mismo tiempo que se (re)inventa con este cuerpo cyborg generado en pandemia, utilizando estas nuevas extremidades a su favor en un afán perverso y quimérico por acabar con los saberes establecidos en la escuela tradicional.

Contradicciones virtuales, contradicciones virtuosas

En este ejercicio de enseñanza virtual se entretejen diversas paradojas, una de ellas es pensar lo virtual como y transgresor en el sentido de poder ser un espacio donde se escape y luche contra la normalización y lo convencional establecido en el mundo físico. El internet es una ventana para pensar y crear en nuevos mundos posibles e inagotables, que difícilmente se podrá normalizar mientras existamos quienes no estamos conformes con la norma hegemónica, siendo una plataforma para reventar y difundir estas nociones retorcidas desde nuestra propia experiencia. Mientras que, por otro lado, la escuela tradicional representa los saberes hegemónicos, straight, heterosexuales que han permeado en todas las esferas de nuestra vida, reproduciéndose en la sala de clases material sin interrupción. En esta contradicción que ha develado la crisis sanitaria, la escuela no puede normar del todo lo virtual, porque ese espacio no le pertenece. Lo virtuoso y a la vez peligroso del ciberespacio recae en eso: que no le pertenece a nadie a la vez que le pertenece a todes.

Fruto de estas contradicciones es donde lo queer puede tomar acción en la práctica pedagógica. La construcción de un proyecto político en la sala de clases virtual que reconozca y aproveche el espacio que ocupan estos cuerpos cyborgs, una generación hijx del internet, en pandemia sería un acto político contrahegemónico en la educación que nos ayudaría a pensar en nuevas formas de conocer, saber y enseñar no sólo en medio de una crisis sanitaria, sino que generando pistas y horizontes para pensar en una pedagogía que traslade ese estudiante cyborg, antinormativo y (des)estabilizado, al campo físico, desataría nuevas transformaciones e incomodidades. Esta vez, en un espacio que escape del avatar y se atreva a salir al mundo de lo terrenal.

Bibliografía

flores, val. (2018b). Esporas de indisciplina. Pedagogías trastornadas y metodologías queer. Pedagogías transgresoras II”(AAVV) Sauce Viejo, Santa Fé: Bocavulvaria Ediciones.

Haraway, Donna. (1995). Ciencia, cyborgs y mujeres : la reinvención de la naturaleza. Madrid: Cátedra.

Preciado, Paul Beatriz. (2006). Basura y género. Mear/cagar. Masculino/femenino. Errancia, la palabra inconclusa.(S/D).

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Mabel Ortega R. Lesbiana feminista y disidente. Licenciada en Trabajo Social y estudiante de Magíster en Psicología Educacional de la Universidad de Chile.  https://www.instagram.com/mabeltrbl/

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Imagen por Diary Free Design para The Noun Project

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Diversidad sexual en museos latinoamericanos

por Florencia Croizet

Durante siglos, los museos han contribuido a la conformación de un sentido común patriarcal, blanco, burgués y heteronormado: se han jactado de poder determinar unidireccionalmente “lo Bueno, lo Bello y lo Verdadero” (Montpetit, 2000: 5). En este sentido, la configuración de sus acervos patrimoniales y discursos expositivos, han legitimado determinadas formas de ser y estar en el mundo, invisibilizando las memorias de mujeres, disidencias sexuales, pueblos originarios, afrodescendientes. Sin embargo, ha habido en los últimos años, diferentes cambios conceptuales, como la irrupción de la museología crítica y social, las cuales han posibilitado cierta democratización de las narrativas de las exposiciones. En este sentido, los museos han ido aceptando el hecho de que no sólo son instituciones que resguardan patrimonio, sino que también son actores capaces de contribuir con la construcción de justicia social. (Chagas & Gouveia, 2014). Paralelamente, su rol educativo -en alianza o no con la educación formal-, ha ido creciendo a medida que lxs visitantes fueron tomando mayor relevancia en las gestiones museales.

En este contexto, surge la propuesta de una serie de capacitaciones que vislumbran el curriculum oculto de la enseñanza de la disciplina museológica. Por un lado, un curso online sincrónico, titulado Museología y memorias queer en Latinoamérica, destinado a profesionales de la cultura de la región. Es auspiciado por el Instituto mexicano de Curaduría y Restauración y sus dos primeras promociones tuvieron lugar en 2020. La capacitación tiene por objetivo principal brindar un panorama generalizado del nivel de integración de las memorias de las disidencias en los ecosistemas museales de América Latina. En este sentido, y en un contexto de gran activismo cuir, el curso teórico-práctico comienza por un estudio de la coyuntura social de la región en cuanto a la equiparación (y efectiva garantizacion) de los derechos del colectivo LGBTIQ+, continuando por la descripción de acciones activistas que han preservado las memorias del colectivo ante la indiferencia de los estados (en el pasado y en la actualidad), concluyendo con un análisis propositivo y desagregado del potencial nivel de apertura queer que los diferentes departamentos de los museos (curaduría y gestión de colecciones, educación, marketing) podrían alcanzar.

Anteriormente (2019), fueron diseñados dos cursos para profesionales de la Argentina, que abordan la diversidad sexual a través del currículo de la Educación Sexual Integral (ESI), titulados ESI: Museos y escuelas y ESI+ Museos. Mientras que el primero de ellos, estuvo destinado a docentes de nivel medio y maestrxs del primario; el segundo, fue dirigido a profesionales de museos. Las organizaciones que lo auspiciaron fueron la Escuela de Maestros, dependiente del Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires y ASINPPAC, respectivamente. Ambas capacitaciones se enmarcan dentro de una coyuntura de alta demanda de enseñanza de la ESI con un enfoque transfeminista por parte de estudiantes, y tiene como principal objetivo proponer a los productos museales (colecciones, exposiciones, catálogos, talleres) como herramientas educativas que lxs docentes tienen a su alcance a la hora de diseñar un proyecto pedagógico para impartir ESI en clave queer. En otras palabras, presentar a los museos como instituciones culturales que pueden contribuir con la consolidación del derecho a la educación sexual de miles de estudiantes.

En referencia al análisis realizado luego de la ejecución de las capacitaciones, se vislumbró que ha resultado crucial para muchxs docentes y profesionales de museos el aprendizaje del marco legal en el cual generan sus proyectos, integrado en las fundamentaciones conceptuales de los mismos. El conocimiento de dicha normativa les ha permitido lidiar con obstáculos y oposiciones a la hora de generar proyectos patrimoniales- educativos desde una perspectiva de diversidad sexual. Asimismo, en los tres cursos dictados se ha visto un gran compromiso y voluntad por parte de lxs participantes a la hora de diseñar colaborativamente proyectos en los que, de una vez y para siempre, se acabe con el silenciamiento de las memorias de las disidencias sexuales tanto en las curriculas de las escuelas como en el quehacer cotidiano de los museos.

Referencias

-Chagas, Mario & Gouveia, Inês, “Dossier Museologia social. Cadernos do CEOM”, v.27, n 41, 2014

-Montpetit, Bryan, “Les musées: generateurs d’un patrimoine pour au jourd’hui”  Ministere de la Culture et de la communication, 2000. Disponible en : https://www.mcc.gouv.qc.ca/publications/montpetit.pdf.Recuperado:12 septiembre de 2020

Links: https://asinppac.com/esi-museos/

https://www.instagram.com/p/CEcoRoMAVuZ/

https://www.linkedin.com/in/florenciacroizet/

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Florencia Croizet (Argentina)

Lic. en Museología y gestión del patrimonio cultural(UMSA), especializada en educación de museos (UAI) y gestión cultural (FLACSO). Especialista en industrias culturales en la convergencia digital (UNTREF). Trabaja en museos nacionales argentinos desde el 2014: Museo Yrurtia y Museo Evita. Asimismo, desde 2017, se desempeña como profesional independiente dictando cursos sobre museología. Gracias a sus investigaciones, ha publicado y disertado en diferentes revistas y congresos internacionales de museología.

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Proyecto Ovotabú: Introducción a la Anatomía y Fisiología de las féminas género diverses

por Daniela Alejandra Pastor

Sobre el Proyecto Ovotabú

Desde el año 2017 este proyecto ha realizado talleres sobre la fisiología del ciclo menstrual dirigido a adultas género diverses. Sostengo un profundo convencimiento de que es necesario crear instancias de formación y debate para adultas acerca de los temas relacionados a la educación sexual integral y los derechos reproductivos. Las mismas cuentan con necesidades y características particulares de aprendizaje que están relacionadas con la deuda de una correcta implementación de una educación sexual integral en su etapa escolar, una cultura predominante desinformante y a las curiosidades particulares que despiertan las vivencias sexuales a lo largo de sus vidas.


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Esta es una edición autogestionada. Se solicita colaboración en la difusión del Proyecto Ovotabú y este material para poder seguir investigando y publicando. En caso de querer contratar talleres, charlas, acercarme comentarios, etc. pueden contactarse a: Instagram: @ovotabu

Página: www.ovotabu.com

e-mail: ​ovotabu@gmail.com

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Daniela Alejandra Pastor es Licenciada en Biotecnología y Biología Molecular egresada de la Universidad Nacional de La Plata. Actualmente se desempeña como Personal de Apoyo de CONICET en el área de cultivo celular en el IHEM (Instituto de Histología y Embriología de Mendoza). Es miembra del IDEGEM (Instituto Multidisciplinario de Género y Mujeres de la UNCuyo). Durante su tiempo de estudiante participó en el Espacio Pedagógico de la Facultad de Ciencias Exactas de la UNLP y tiene experiencia docente en los niveles medio y universitario. Creadora del proyecto de educación independiente y autogestionado “Ovotabú” (en el año 2017) desde el cual pretende democratizar conocimientos sobre la fisiología del ciclo menstrual desde una perspectiva de género. Este proyecto ha realizado actividades en varios países de Latinoamérica: Argentina, Chile, Colombia y Costa Rica.

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Drag King: Pedagogía Lúdica

Por Nad MA

Una “nueva normalidad” se asomó en 2020. Todo lo que creíamos establecido, nuestras rutinas, nuestros modos de vida, nuestra relación con el espacio-tiempo se trastornó. Otra experiencia de vida (que esta vez pegó fuerte) nos enfrenta con un cambio de paradigma en todos los sentidos. Aprendemos de esto mientras transitamos la incertidumbre, pero ¿de qué manera lo hacemos, lo hemos hecho y lo haremos en el futuro?

Acostumbradxs a la educación formal, jerárquica, heteronormativa y lineal, esta realidad pandémica nos lleva a re-cuestionarnos cómo aprendemos, quienes enseñan, cómo compartimos conocimiento y quienes aún no tienen acceso a conocer otras realidades.

Dentro de estos compartires y pedagogías, quisiera poner el foco en el drag king no solo como herramienta metodológica y de investigación, sino como parte de los cuidados colectivos tan necesarios en estos tiempos pandémicos.

¿Qué es ser Drag King?

Ser drag King, es trastocar el género, es jugar, fluir y retorcer la norma. Es reconocerme con varies. Es salir a la calle para pasar desapercibide, para no recibir las miradas lascivas y el acoso. Es preguntarme ¿Qué te hace ser hombre? ¿Qué te hace ser mujer? ¿Y si no quiero ser ni uno ni lo otro? ¿Si quiero transitar libremente? Vivirme entre géneros me hace sentirpensarme como alguien fuera de las cajitas, no me empodera, sino que me permite habitar ese fluir. También me pregunto todas las condiciones, decretos y formas heredadas por mi familia, por el Estado, por la sociedad y la norma, por el “deber ser”. Estoy en Nepantla, me gusta transitar y habitar diversas corporalidades. Rompí mis límites y fronteras, me encuentro en el puente, en el presente, no soy más la mujer que nací ni el hombre que imaginé ser.

El drag king como propuesta surge a mediados de los años ochenta debido a la  efervescencia del movimiento post-porno (con Anne Sprinkle), la teoría queer (Judith Butler) y con una gran influencia del movimiento feminista interseccional. Contó como principales impulsorxs Shelley Mars, el movimiento Burlezk, Del LaGrace Volcano y Diane Torr. Los talleres, o laboratorios, drag king van de la mano con el aprendizaje político de cómo los hombres adquieren poder, tanto en el ámbito público como entre otros hombres.

No es una práctica corporal común pues: “(..) esta no tiende a generar cuerpos dóciles sino que irrumpe en la lógica secuencial del género (…)”.[1] A diferencia de lo que se conoce sobre la práctica drag como show o espectáculo, el drag king transita hacia una experiencia corporal-política y más allá de un performance, se refiere más a una performatividad; un día a día que puede trascender (o no) del habitar la masculinidad “solo por un día” a incorporarlo como parte de una dimensión individual o acuerpamiento colectivo, como resultado del cuestionamiento y práctica del ideal de género impuesto desde el sistema sexo-género.

Cabe mencionar que los talleres drag king no solo desmenuzan como se conforma la identidad masculina y los roles de género; sino que también nos permiten cuestionar nuestros estereotipos de la categoría hombre, tanto en lo corporal (fisionomía) así como los cuerpos masculinos que deseamos ser o a quienes deseamos sexualmente, siendo de esta manera una forma de visualizar la diversidad corporal e identitaria, ya que: “al dramatizar o representar figuras de la retórica del género distintas a las que acostumbramos cotidianamente se evidencia que toda experiencia corporal y de género tensiona las categorías identitarias”.[2] Indiscutiblemente, además de ser una práctica metodológica y de investigación, el drag king forma parte de cuidados colectivos y acompañamiento entre nosotrxs.

En mi experiencia compartiendo el taller en México desde el 2015, se ha creado un espacio lúdico de escucha y diálogo. Los ejercicios corporales y gestuales que conforman la Laboratoria Drag King[3] funcionan principalmente como técnica de relajación, bienestar y concientización de nuestras corporalidades como primer espacio de acción. Se recrea un ambiente de respeto a todo tipo de corporalidades y experiencias psico-emocionales. La recreación y formación del drag king propio se desarrolla orgánicamente dando lugar a una reflexión y experiencia colectiva. Podemos mencionar, si bien los talleres drag king como tales surgen de un contexto Occidental, hay una referencia de prácticas de drag en Abya Yala y especialmente en México; en donde por cuestiones de sobrevivencia y apropiación del espacio, las mujeres ya se vestían y adoptaban una performatividad masculinizada, un ejemplo notable de esto es el coronel de la Revolución Mexicana, Amelio Robles, quien es considerado el primer hombre trans en México.

He mencionado que las Laboratorias Drag King son espacios de contención y escucha, de compartición y recreación de otras realidades en las cuales si queremos, podemos transitar de género temporalmente o de forma más constante. En su mayoría lxs participantes de las Laboratorias en un primer momento crean un personaje dentro del estereotipo machista-misógino y de violencia patriarcal, ya sea en forma de sátira o crítica, pero esto de ninguna manera es una propuesta final y se invita a llevar al personaje a una evolución o transformación.

Otra parte del acuerpamiento y acompañamiento colectivo es cuando salimos al espacio público e irrumpimos como drag kings, siendo esta una experiencia única por el hecho de cómo nos leen y cómo nos expresamos y movemos en un espacio donde por años las corporalidades feminizadas han sido violentadas y acosadas. En la calle es donde podemos apreciar como al performear una corporalidad masculinizada nos volvemos invisibles a pesar de estar en grupo. La Laboratoria Drag King ha servido, además, para crear red entre nosotrxs, siendo este aprendizaje en varios niveles importante en la conformación de un sentido de comunidad y acuerpamiento colectivo.

Los talleres Drag King como pedagogía lúdica y cuir

Cuando hablamos de pedagogía nos referimos a técnicas y metodologías de enseñanza, una forma de educación o conocimiento. Lamentablemente hemos aprendido a obedecer, a no cuestionar el sistema sexo género y a concebir la educación como un proceso jerárquico desde lo social hasta lo espacial; debido a que: “El ideal del pedagogo promedio no es un ser completo, integro, original; en vez, busca que el resultado de su arte de la pedagogía sean autómatas de carne y sangre, para adecuarse mejor al molino de la sociedad y al vacío y la insipidez de nuestras vidas”.[4] Desde las diferentes propuestas pedagógicas como es la educación popular, la pedagogía social, así como las pedagogías libertarias que se nutren entre otras corrientes ideológicas y movimientos, del anarquismo y la comunalidad, podemos rescatar la propuesta de Paulo Freire, quien menciona que es justo la educación tradicional quien oprime, domestica y reproduce el orden; donde el “educador” o maestro, piensa, programa y decide, mientras que el educando acata, no sabe, acepta y recibe la información. Dentro de esta estructura vertical y unidireccional, no hay espacio para el cuestionamiento, el intercambio de saberes y la escucha.

En los talleres drag (tanto king, queen o cuir) podemos encontrar otra forma de compartir conocimiento, no solo teórico sino más humano: “Estoy en contra de las relaciones verticales, yo no puedo renunciar a la relación director maestro que sostengo con mis patrones, pero si puedo romperlas dentro de mi salón de clases (…)”.[5] El hecho de impartir talleres o de crear la Laboratoria Drag King me lleva a más allá de ser “maestrx” o “tallerista” a reconocerme como deformadorx, ya que la misma dinámica del compartir descoloca el binomio saber-poder; en el entendido de que todxs poseemos un conocimiento, y sobre todo, diversas experiencias de vida que atraviesan nuestras corpo-realidades de maneras diversas. Es un espacio en donde todxs aprendemos de todxs y carece de la rigidez que en los ámbitos académicos prevalece y justamente por esto se puede crear otro tipo de aprendizaje, uno más cuidadoso y juguetón, en donde podemos expresarnos, movernos y conectarnos de muchas formas posibles.

Referencias:

[1] Alba Pons Rabasa, “Los talleres Drag King: una metodología feminista de investigación encarnada”. En Investigación Teatral. Revista de artes escénicas y performatividad. Vol. 9. Núm. 13, abril-septiembre 2018. Universidad Veracruzana: Xalapa. Disponible en: https://investigacionteatral.uv.mx/talleresdragking (Última consulta: 31 de marzo de 2021).  

[2] Idem.

[3] Las laboratorias Drag King se han realizado en distintos espacios, autogestivos en su mayoría, como:  FEMSTIVAL, Jornadas contra la violencia Batafems-RAAT y en espacios transfeministas. A su vez, existe una Red Latinoamericana de Drag King que reúne varias propuestas de América Latina.

[4] Emma Goldman, “El niño y sus enemigos”. En rebeldealegre. 2015. Disponible en: http://rebeldealegre.blogspot.com/emma-goldman-el-nino-y-sus-enemigos  (Última consulta: 31 de marzo de 2021).

[5] Lizeth Gamboa y Benjamín Martínez, “Vivir la teoría. Enfoques desde la pedagogía feminista cuir”. En Mitote ICDAC. Pedagogías afectivas de resistencia comunitaria. Disponible en: https://mitote.org/vivir-la-teoria-enfoques-desde-la-pedagogia-feminista-cuir/ (Última consulta: 31 de marzo de 2021).

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Nad MA es originarie de CDMX, estudio Geografía Humana en la UAM-I y es Terapeuta masajista por la Universidad de Chapingo.

Sus líneas son al arte/cuerpo- espacio/género. Pertenece a diversos colectivos desde las artes gráficas en donde colabora con artivistas. Imparte talleres de concientización corporal, mapeo colectivo, artecuidados y Drag King.

Con la creencia firme de que a través del arte se puede transformar la realidad, participa en diversos proyectos en donde convergen el performance, instalación y la producción audiovisual. Así mismo, junto con BATAFEMS, Red King Latinoamericana y de manera individual imparte jornadas, cursos y talleres sobre diversidad sexual y prácticas disidentes.

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Pedagogías de lo menor

por Viridiana Viajera

Son tiempos complicados en los que se abusa de la palabra muerte.
Jornadas escolares de siete horas diarias frente a la computadora
es otra forma de morir.
Sin embargo, siempre hay cómplices con quienes refrendar la utopía pedagógica de rastrear o inventar fisuras para reafirmar una y otra vez la vida;
mi sobrino y mi sobrina han sido aquellos cómplices.
Todos los días trazamos diversas estrategias para sobrevivir:

Dándole lugar al llanto por la frustración al no poder resolver una división
Desplegando saberes clandestinos como dibujar (para luego crear una exposición) mientras la maestra los aburre con sus discursos adultocéntricos sobre el buen comportamiento.
Mandándonos mensajes en papelitos que lanzamos por el suelo, esquivando el ojo panóptico de la cámara de la compu.
Festejando que “es viernes” (quien ha sido parte el sistema escolar sabe lo que eso significa).
Permitiéndonos (los tres) el llanto (otra vez) cuando no estamos listos para los duelos de lo que significa crecer.
Inventándonos personas como Grani o “el pipas” que acompañan en la tristeza de no estar con sus amigos de la escuela
Rememorando anécdotas escolares con los grupos de amigos como “los incidencias”

Haciendo de las “guajolotas” un ritual de los viernes, mientras escuchamos nuestras canciones favoritas
Convirtiendo la sala de la casa en una pista de baile a través de los “perreos intensos”.
Exigiendo y ejerciendo el derecho a ir al baño aun cuando la maestra no lo permita.
(sabemos que lo escolar está peleado con esta necesidad básica)
Torciendo los sin sentidos de la autoridad pedagógica, como cuando mi sobrino pregunto a la profesora de Formación Cívica el sentido de copiar de nuevo todo el examen.
Conversando en la barra de la cocina (nuestro patio escolar) sobre lo chido de las canciones de reggaeton pero su horrible sexismo.
Amándonos, salvándonos del tedio y la desesperanza.

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1 Esta poesía fue creada a raíz del acompañamiento pedagógico que hago con mi sobrino y sobrina, quienes estudian primero de secundaria y cuarto año de primaria en línea. Acompañamiento sentipensado desde lo que Giuliano Facundo señala como espacios de posibilidad de inscribir proyectos de liberación juntos mediante una inquietud compartida.

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Viridiana Viajera. Pedagoga feminista, que encuentra en los viajes y caminar una forma de aprender desde el placer de la vida. Insistente en la búsqueda de vínculos dignos y amorosos con las infancias https://www.facebook.com/viridiana.becerril.1

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¿Que es lo queer en la educación queer? – Lucas Platero

El Grupo de Educación y Género de la Facultad de Ciencias de la Educación de la UAB, nos comparte un registro del seminario que tuvieron con Lucas Platero, titulado «¿Qué es lo Queer en la educación Queer?».

El Grupo de Educación y Género estudia y fomenta experiencias de contrapedagogías que en sus palabras «retan las convenciones, destruyen el closet, y se permiten reinventar las relaciones en el aula».

 

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#35 Pegagogías Cuir / Contrapedagogías Torcidas

portada por Alex XAB

Por si aún había dudas, hace un año el progreso, el futuro y la ciencia ficción nos rebasaron; la crisis sanitaria por Covid 19  ha evidenciado lo caduco de los sistemas educativos, su nula empatía a las diversas situaciones que viven estudiantes y docentes, las omisiones a las necesidades de la comunidad de aprendizaje, el sexismo del currículum oculto, así como otro tipo de prácticas que conllevan violencia simbólica entre pares.  

Ante dicha emergencia sanitaria que ha reventado la normalidad de la pedagogía convencional, entendemos la pedagogía cuir como algo sexy no sexista, como dicen las vecinas de la CUDS: un campo creativo para accionar en la diversidad afectivo-sexual; es hablar de realidades corposexuales diversas en los espacios que nos han excluido de sus discursos.  Por tal motivo, nos preguntamos: ¿qué nos queda por hacer cuando los espacios educativos no están preparados para estas transformaciones? 

¿Qué lugar ocupan nuestras cuerpas e identidades trans, maricas, travestis, feministas, diversas funcionales, disidentes, en las relaciones que establecemos desde el aula?  Si lo cuir es resistencia, habrá que llevarlo a los espacios normativos como la Universidad; es nuestra obligación incorporar estos problemas en nuestros temarios, con ello abriremos las aulas al diálogo y al reconocimiento de lxs artistas, estudiantes y colegas diversxs.

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Editorx Invitadx:

Benjamín Martínez Castañeda (Ciudad de México, 1988). Artista-investigador marica y travesti. Su investigación gira entorno a las figuras del Drag Queen y el travestismo en la cultura visual contemporánea en América Latina. Considera el dragcuinismo como una metodología de investigación y producción artística.

Su obra se ha mostrado en el CENIDIAP, CCBorder, FFyL (UNAM), UACM, SNTISSSTE, Instituto Lou Andreas Salomé, Ex Teresa Arte Actual, MUAC, Fundación Pedro Meyer, U. del Norte (Colombia), U. Alberto Hurtado (Chile), U. de Valparaíso (Chile), U. de Viña del Mar (Chile); entre otras. Cuenta con publicación de obra en Hysteria! Revista, Maricarmen Zine y Agenda Kuir.

Actualmente, es profesor de asignatura de la ENPEG “La Esmeralda”, y de la FAD (UNAM); en esta última, forma parte del Seminario de Creación, Diseño y Gestión de Exposiciones “Patricia Real Fierros”. También estudia el Doctoreado en Artes Visuales, Escénicas e Interdisciplina (INBAL), con la investigación peDRAGogía. Educación artística y travestismo.

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Una alumna más: la trans*pedagogía de Lia García (La Novia Sirena)

por Cynthia Citlallin Delgado Huitrón.

Lo siguiente es un escrito a dos voces; una melodía a cuatro manos. Entre ensayo y entrevista, es un trenzar de los restos de una larga conversación entre Lia García y yo. En lo que sigue se entrelazan nuestras palabras, vínculos, y sentires transfeministas.

Un berrinche, in medias res, retumba las ventanas de los salones. El sonido de una voz simultáneamente chillante y gruesa, dura y suave, se infiltra de afuera hacia adentro, anunciando la llegada de una alumna más. Mientras tecleo, la siguiente oración se quiere escribir sola, a manera de cliché, enunciando la poco provocadora pero (des)esperada declaración: “Pero ella no era una alumna cualquiera.” Sin embargo, esta afirmación desvirtuaría la performatividad del berrinche mismo, es decir, comprometería aquello que el berrinche hace. Un berrinche escandaloso que va algo así:

“¡Ya llegó la alumna! ¡Soy una alumna más! ¡No me dejan ser alumna! ¡Las autoridades dicen que tengo que ser una profesora formal, pero no es verdad! ¡Yo no quiero ser docente, yo quiero ser una alumna más! ¡¿Qué no ven que traigo puesto el uniforme?! ¡Soy una alumna más! ¡Vengo a aprender con ustedes! ¡Una alumna más!”

Mientras tanto los pasillos de la secundaria van cambiando, se llenan de murmullos entre alumnes curiosos y profesores sospechosos. Sus miradas se fijan sobre el cuerpo de la alumna en cuestión: la artista, activista y pedagoga transfeminista Lia García (La Novia Sirena).

Es así como comienzan los encuentros afectivos que conforman el proyecto artístico “La Alumna,” una serie de visitas a secundarias públicas y bachilleres en la Ciudad de México que conforman una propuesta encarnada para una trans*pedagogía desobediente. En toda iteración Lia viste una falda, o bien pantalones entallados, fabricados de esa típica y cotidiana tela de uniforme cuyo nombre —príncipe de Gales— lleva la carga del legado colonial responsable de crear las actuales instituciones educativas de nuestro país. En la parte superior Lia porta una camisa blanca, a veces fajada, a veces amarrada como ombliguera noventera o, en palabras más contemporáneas, un estilo de “crop-top” improvisado. Este uniforme, que a la vez es y no es un disfraz, permite que Lia se pierda en la profundidad del mar del alumnado, declarando así su proximidad y semejanza con elles. Llegar en uniforme a la secundaria también es un acto de posicionamiento: la alumna no pretende llevar el saber a las aulas, si no ser parte de la generación de dicho saber.  En otras palabras, Lia se posiciona desde abajo y con las de abajo, desestabilizando la verticalidad no sólo de la institución educativa, sino también del conocimiento mismo en cuanto a su direccionalidad, es decir, en cuanto a quién lo crea, quién lo imparte (o comparte) y quién lo recibe.

Una vez interrumpida la jornada escolar mediante el tocar de su voz y su llanto, una vez cruzado ese umbral, es hora de activar la piel. Lia se instala en el aula, o como ella diría, en la j(aula). Aunque cada encuentro es diferente, el programa es el mismo en todos: Lia lleva a sus nuevos compañerxs a hablar de la violencia, a identificar sus complicidades y, sobretodo, a activar sus sentidos para sentir lo trans* en toda su complejidad. “¿Cuándo fueron las aulas un lugar para la caricia? ¿Para la piel y el tacto?” Lia busca que preguntas como estas sean semillas que a su vez hagan brotar más preguntas. Una especie de efecto multiplicador reflexivo que nos muestra cierta postura con respecto al conocimiento, la cual no concibe la verdad como absoluta, sino que pretende afirmar la multiplicidad de ésta.

Entremos, por ejemplo, al espacio de la performance “Trabajo de Base” (2018) en Bachilleres 10.  Lia llega maquillada al salón donde un grupo de chicas la espera. “Quitarse las máscaras, dar la cara,” les dice, mientras pone un paquetito de toallitas húmedas sobre la mesa. “En las j(aulas) una tiene que desnudarse para que compartir los saberes colectivos ocurra desde la piel, [pues] de ahí viene nuestra única teoría.” La instrucción que Lia les ofrece a las chicas es que tomen una toallita y, juntas, ayuden a desmaquillarla. Entre risas y ternura, perdiendo el miedo a la cercanía y con un tacto cuidadoso, las chicas comienzan a frotar las toallitas suavemente sobre el rostro de Lia, removiendo, así, capa por capa, los pigmentos que homogenizan su piel. En este acto colectivo, entre el (des)maquillaje y la intimidad, lo que empieza con un intercambio reservado, se vuelve una platica más cómoda, transformando el espacio en un lugar femenino, conocido y acogedor. Hablan entre ellas sus penas y dolores, sus alegrías y deseos. Platican de sus miedos compartidos, del miedo a ser vistas, a estar expuestas en la calle, a la violencia feminicida. También platican de los miedos con los cuales viven las mujeres trans, las particularidades vivenciales que las diferencian pero que no por eso las alejan de la experiencia femenina. “Cuanta piel falsa te quitamos, Lia”, le dice una compañera. Lia las miró a los ojos a todas para encontrarse con ellas y así, transitar juntas. “Esto es sentir entre mujeres. Amarnos. Las llevo en el alma.”

Como si sonara la campana, el encuentro llega a su fin.  Lia cambia de salón, esta vez con un grupo de chicos. El encuentro aquí es otro, pues se trata de un trabajo de des-masculinización.  Con la cara limpia y recién desmaquillada, la instrucción es diferente: “Tienen que maquillarme como si estuvieran preparándome para mi funeral, para la última vez que me van a ver mis familiares y amigxs. Sí chicos, por que la violencia trans-feminicida y feminicida nos mata todos los días a nosotras y ustedes son cómplices.” El carácter confrontativo de esta instrucción se contrapesa con la ternura, apertura y disposición de Lia. Esta vez pone el maquillaje sobre la mesa –sombra, base, blush. Uno de ellos sostiene un espejo negro con borde dorado y una flor garigoleada en el centro, un accesorio importante que permite que se reflejen también ellos y así contemplen su propia participación. “¿Qué hacemos con [esa complicidad]? ¿Des-anudamos o seguirán tensando su masculinidad? Tejamos nuevos modos de habitar eso que el patriarcado nos dijo que es ser hombre. Aquí estoy para ustedes, chicos.” Lia también reflexiona con ellos, les platica de su propia transición y juntos comienzan el arduo, lento, y largo trabajo de des-hacer suposiciones de lo que hace un hombre y lo que hace a un hombre. Les habla de cifras y les comparte historias de vida de sus compañeras trans, les pregunta qué significa para ellos la masculinidad y de que formas se presenta en sus vidas, para así resaltar las violencias que ésta llega a ejercer.

Así son las intervenciones de la alumna. Los accesorios y la acción cambian, pero su afecto es el mismo. Cintas de cera para depilar sus piernas, un tren de sillas en el patio para trenzarse el cabello, una simulación de rescate acuático para salvarse juntas, un juego de té dentro de una mochila para “escuchar-TÉ, mirar-TÉ, sentir-TÉ.” Aunque la forma varía, su cuerpo trans* es el medio y el método de su pedagogía de la vulnerabilidad, “una pedagogía situada en la experiencia y el cuerpo de la mujer trans.” De esta manera, Lia atraviesa todo aquello que parece inamovible, desde el sistema educativo que “no quiere tener ningún diálogo con nosotras, las personas trans”, hasta esas estructuras de poder que rigen las coreografías de nuestro día a día. Mediante el tacto y la acción directa sobre la piel, Lia hace del cuerpo un aula, tornándolo en un encuentro afectivo de transformación colectiva con sus compañerxs. La trans*pedagogía de Lia busca generar “un diálogo intergeneracional, interafectivo y desde geografías distintas.” Es por eso por lo que “La Alumna” es contundentemente con y para personas adolescentes, pues Lia encuentra un paralelismo entre lo trans y la adolescencia precisamente como un momento de ruptura, de cambio, de transmutación. “Es una experiencia corporal, pues el cuerpo comienza a develarse, el deseo a desbordarse.” Que Lia vuelva muchos años después a la secundaria, a uno de los sitios de su herida, para (re)vivirla, compartirla y así poder sanarla, también apunta hacía la relacionalidad del sanar y la imposibilidad de una sanación sin acompañamiento mutuo.

Por otro lado, el trabajo de Lia es un trabajo de alto riesgo pues al hacer del cuerpo algo táctil siendo un cuerpo atravesado por vivencias y violencias de género, “la situación se desborda.” Y este riesgo es un riesgo compartido. Y así como es compartido, también es asumido de maneras múltiples. Existe una labor sumamente importante que se encuentra siempre como telón de fondo en estas intervenciones, una labor que es condición de posibilidad de la performance y que podría pasar desapercibida fácilmente. Este es el trabajo de las y los maestros que invitan a Lia a accionar en las secundarias. Una labor de mediación, de interlocución entre la institución y la alumna, que posibilita lo que Lia llama “un trabajo de infiltración.” Pues es a través de personas aliadas que se involucran en una especie de operación encubierta que Lia logra cruzar los límites establecidos y protegidos por las instituciones. Esta infiltración también nos lleva a entender esta labor esencial como un acto capcioso y transgresivo, abriéndole un espacio al trabajo pedagógico de Lia bajo la idea de “una sesión” o “una plática” sobre sexualidad. Cabe destacar que para Lia articular y agradecer estas alianzas transfeministas es un elemento importante de su obrar, pues una vez más hace hincapié en la relacionalidad y reciprocidad del cuidado, abrazando simultáneamente el miedo y la confianza dentro de la diferencia: “Pude sentir tu temor [Maestra Diana Gorgona] pero cerraste la puerta confiando en mí. Gracias, mi queridísima.”

La pedagogía de Lia incomoda pues al ser encarnada, desbordada y riesgosa, confronta. Pero su accionar mismo proporciona el bálsamo para que ese confrontar también conforte. Su trabajo artístico y pedagógico exige transgresión, cruzar límites y habitarlos. Lia hace vibrar los pasillos de la secundaria, regresa el cuerpo al aula, rompe sus puertas, quiebra sus ventanas y saca el aula, que ahora es cuerpo, al patio. Así como bell hooks nos llama a “enseñar para transgredir,” Lia reformula y expande esta invitación, y nos convoca a trans*gredir para enseñar.

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Cynthia Citlallin Delgado Huitrón es doctorante en Estudios de Performance por la Universidad de Nueva York.  Escribe sobre la estética y política espacial de la performance trans/feminista en México.

Lia García (La Novia Sirena) es una artista, activista, poeta y pedagoga trans* de la Ciudad de México. Su trabajo moviliza su cuerpo trans* para detonar encuentros afectivos como actos de resistencia en espacios de complejidad.

 

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«No somos objeto de estudio, somos artistas» Entrevista a Alberta Canadá

por León Daniel

El primer día de clases, como es costumbre, no encontraba el salón. Un tipo hablaba por teléfono en un pasillo, era moreno, delgado, alto, con cabello largo y un lenguaje corporal que podría pasar desapercibido para muchos aunque yo alcancé a leer algo diferente. Encontré el salón, habían 8 mujeres y yo. Entró el tipo al que había visto en el pasillo, era el maestro.

–Hola a todas, todos, todes… ¿saben qué? A partir de ahora les voy a hablar en femenino- dijo con mucha seguridad -espero que no les importe, ya que son la mayoría mujeres, y porque… bueno, porque aquí vinimos a jotear. En ese momento pensé: estoy en el lugar correcto.

El curso era teórico y práctico; en una clase hablábamos de vestimenta prehispánica o de expresión corporal, en otra aprendíamos a caminar en tacones (o correr en caso de que llegue la policía, porque bien se sabe que a las primeras que quieren agarrar son a las travestis). En fin, un curso  multidisciplinario  y fuera de lo común, que cambió mi manera de ver el drag.

Le hice esta entrevista a la Institutriz, ahora mi mamá drag, Alberta Cánada (Alberto Patiño), para profundizar en algunos aspectos que me parecieron muy importantes del curso de “Dragtivismo y Alta postura”.

León: Te dije que no iba a hacer preguntas básicas como ‘¿Cuál es tu peluca favorita?’ Aunque ahora que lo pienso, nunca te he visto con peluca.

Alberta: Casi nunca uso pelucas por que tengo el cabello largo y para mí siempre ha sido un gesto de rebeldía tener el cabello largo, con mi pelo hago muchas cosas, me hago peinados, lo pinto, es como una extensión de mi cuerpo que utilizo mucho. Sólo uso pelucas rubias y lo hago para burlarme de la gente que se quiere blanquear. Tampoco me rasuro las axilas ni las piernas por que no siento que aporte nada a mi personaje.

León: ¿Qué querías ser de grande?

Alberta: Artista. No me importaba mucho qué tipo de artista, sólo sabía que quería ser artista. Primero me fui por el dibujo y pintura, después empecé a hacer danza, luego quise hacer música, al final el teatro me gustó porque toca varias de las expresiones artísticas que me interesan.

León: Me gusta mucho decir que tomé un curso de drag en la UNAM, y la gente se sorprende cuando lo digo ¿cómo te sientes de haberlo logrado?

Alberta: Para mi fue una sorpresa, por que, aunque tengo una trayectoria muy amplia, no tengo un reconocimiento oficial como un título universitario y mi taller se centraba más en el tema social que en cuestiones técnicas. A mí no me interesa formar dragas que dominen técnicas de maquillaje porque para eso hay otros espacios y muchos tutoriales. Más bien platicamos de machismo, clasismo, homofobia, derechos de las mujeres, serofobia, de distintas problemáticas que atraviesan a todos, de arte y cultura con el pretexto del drag. Ayudó mucho que el objetivo de la Unidad de Vinculación Artística de la UNAM es impulsar talleres con una naturaleza “no formal” de la educación artística, pensados para un público heterogéneo.

Me da orgullo porque sienta un precedente, mi carrera se forjó en la calle, entonces abre una brecha para personas como yo, que estamos incidiendo en estos temas desde lo cultural. He trabajado en muchas universidades con mi personaje drag, sin embargo es la primera vez que se abre un espacio oficial, en el que se imparte un curso teórico y práctico de una forma de arte sobre la que no existen libros de texto.

León: Cuando vi el temario el primer día de clases quedé impresionado, creo que a veces pensamos que el drag es algo muy superficial. No creo que hayan muchos precedentes de un curso de este tipo, ¿cómo lo construiste?

Alberta: A través del análisis de mis experiencias, mi meta era explicarle a alguien que no tuviera referentes sobre el drag, cómo llegué a hacer el trabajo que hago. Entonces había que explicar desde diferencia entre sexo y género, identidad de género, preferencias sexuales, derechos humanos, sociología, antropología, historia del movimiento LGBT+. Luego la parte artística técnica: proyección escénica, expresión corporal, expresión gestual, historia de la moda, performance, básicamente un temario de actor, trasladado al formato del drag. Por ejemplo, hablamos de la comedia a través de la “lengua viperina” que es creatividad para expresarse de manera contestataria sobre discriminación social y no ofender por ofender con tintes racistas o clasistas como algunos lo entienden.

León: Una de las cosas que más recuerdo a diferencia de cualquier otro curso que haya tomado, fue el ambiente seguro que generaste desde el primer momento. En el curso la mayoría eran mujeres cis y sólo éramos dos hombres jotos, ¿por qué crees que fue así?

Alberta: Desde el principio mi intención era que el taller se promoviera sin distinción de género, por que ahí está el mensaje del taller, el drag es un arte libre de estigma y libre de discriminación, cualquiera puede hacer drag. Para mí fue una sorpresa que la mayoría fueran mujeres heterosexuales cisgénero que buscaban en el drag una experiencia liberadora y tenían también un interés de ser incluidas en un movimiento que está contra los estereotipos de género.

Me parece que la presencia de las mujeres enriqueció mucho las experiencias para los hombres que estábamos ahí, pues normalmente las actividades de gays son muy excluyentes. Creo que todas aprendimos a cuestionar los roles de género que nos son asignados pero al mismo tiempo tomar lo que nos guste del rol que sea y aprender a expresarlos a partir del disfrute personal y no de la imposición o del consumo de otro. Aprendimos a masculinizarnos o feminizarnos como cada quien se sintiera feliz.

León: Otra de las cosas que recuerdo mucho es que a las mujeres del curso les costaba muchísimo des aprender las cosas que les habían enseñado, por ejemplo del maquillaje, les costaba mucho exagerarlo, o le temían a verse demasiado sensuales o sexuales, ¿cómo sentiste tu esa parte?

Alberta: Una de mis intenciones era que todos nos confrontáramos con lo que nos han enseñado que significa ser mujer u hombre. El drag que enseño tiene que ver con la explotación de los estereotipos para evidenciarlos de una manera lúdica y sobre todo en espacios seguros, en un grupo que te hace sentir seguridad e inclusión. Y ya después  experimentar colores, tipos de maquillaje, siluetas del cuerpo, tipos de expresión corporal, de expresión de nuestra personalidad y de nuestra sexualidad.

Como lo platicamos en la clase de maquillaje drag, se trata de borrar tus facciones y dibujarte unas nuevas que te gusten y que expresen tu personalidad o que expresen un mensaje que quieras transmitir. Hay que borrarse todo lo que nos enseñaron que está bien o está mal de ser hombre o mujer y dibujarnos lo que nos gusta y lo que nos hace sentir bien, sin importar que al juicio de un tercero parezca bonito, feo o grotesco.

Esa es la mitad del proceso, la otra mitad es llevarlo a la gente. Poder transmitir este mensaje al público es lo más valioso de hacer drag, por eso es que mi pedagogía busca llevarlo a un público, y de preferencia que no sea un público fácil. En lugar de hacer una aparición en un antro a las 2 de la mañana, hacer un perfomance en el Zócalo en pleno día, confrontar la enseñanza con la experiencia colectiva.

León: Una de las prácticas que más recuerdo fue la caminata en tacones, hasta nos enseñaste a correr por si se ofrece, recuerdo que las chavas estaban muy agradecidas con las clases de caminata en tacones y nosotros los jotos aunque la sufrimos más, le agarramos rápido el gusto ¿Qué crees que puede aprender del drag una persona que no es LGBT+?

Alberta: Cuestiones de expresión y desenvolvimiento social y escénico pero sobre todo empatía con todos los que son diferentes, reconocer por ejemplo el privilegio que representa ser una persona cisgénero frente a una persona trans. También los hombres gay desarrollamos mucha empatía por ejemplo con las mujeres trans, el drag te lo puedes quitar. Muchas mujeres trans viven en un estado de vulnerabilidad constante, o tienen que reprimir su expresión para pasar desapercibidas y no sufrir violencias. Literalmente ponerse en los zapatos de otro, o los tacones en este caso. Asumir una postura crítica ante muchos temas, identificar cuándo estamos siendo opresores y oprimidos.

León: Hay quienes critican al drag por perpetuar los estereotipos de género.

Alberta: Creo que es diferente perpetuar un sistema que nos oprime y apropiarse de él para evidenciarlo y combatirlo. El drag viene de una lucha de hace muchos años para cuestionar, para incomodar, para rebelarse, para liberarse. Hay un drag que se queda muy corto y en la complacencia de la mirada masculina, también tiene mucho que ver para quién se hace. Hay muchos tipos de drag, y tal vez el problema está por ejemplo en los concursos en donde el premio se le da a la más bonita y no a la que tiene un discurso verdaderamente creativo o transgresor. Sigue siendo transgresor que nosotros como hombres nos apropiemos de esos estereotipos femeninos pero lo valioso es el mensaje que se pueda transmitir.

El drag no es en sí misógino, pero sí puede haber drag misógino como puede haber gays homofóbicos; por eso es importante ir más allá del show y la escena y verdaderamente aprender de la historia.

León: Yo definitivamente me siento diferente después de haber hecho drag, aunque no he tenido oportunidad de hacerlo de nuevo, cuando me siento inseguro me imagino en unos tacones y me ayuda mucho ¿Notaste un antes y después en tus alumnas?

Alberta: Sí, definitivamente, las que llegaron muy serias y tímidas al final se soltaron, encontraron su estilo particular para expresarse, siento que agarraron mucha seguridad. También se construyó un ambiente seguro y de mucha empatía y tolerancia entre nosotras, por ejemplo la cuestión de ayudarnos entre nosotras antes de salir a escena, que es una cosa muy del teatro. La parte técnica también mejoró mucho, los maquillajes, el caminado, la expresión de todas.

León: ¿Qué experiencias positivas te dejó el curso?

Alberta: Sobre todo que era una apuesta institucional, la institución quedó muy satisfecha con la experiencia. Aprendí mucho de la heterogeneidad del grupo. En otro tipo de cursos los alumnos tienen más en común, y es uno de los beneficios de que el curso se origine desde una institución como esta, hay un alcance a un público más diverso. También el uso del personaje drag me da muchas posibilidades de romper con la estructura vertical de la enseñanza; en algún momento yo era una más del grupo. Me gusta la experiencia de aprovechar una tendencia que es el drag como la excusa para enseñar sobre temas de activismo, sexualidad, género, moda, arte y cultura. Las personas que llegan a un curso como este, llegan más receptivas y tienen de entrada una disposición a hacer cosas diferentes.

León: RuPaul dice “Every time I bat my false eyelashes, I’m making a political statement”, ¿crees que que el drag sigue siendo político?

Alberta: Yo creo que depende mucho quién lo haga. Para estas drag queens súper famosas como RuPaul, me parece que no es suficiente con ser bonita por que ahora ya forman parte de un grupo privilegiado que explota el drag en términos comerciales. Ser bonita no es un talento, porque hay quien puede pagar para que la maquillen o que la vistan, entonces no es suficiente. Lo político viene desde una postura social e ideológica ante la opresión. Sin embargo, para mucha gente y en muchos contextos sigue siendo muy político y muy valiente hacer drag, por ejemplo fuera de las grandes ciudades.

León: Hay quien cree que el drag debe limitarse a la clandestinidad ya que ese es su origen, ¿qué opinas de esto?

Alberta: Para mí el drag es una herramienta artística de expresión, no creo que ninguna forma de arte se deba limitar a ningún medio ni a cierto público. Sacarlo de la clandestinidad no lo hace mejor ni peor, lo hace diferente y en todo caso lo enriquece. Por mi formación escénica yo veo al drag como un subgénero de la interpretación dramática y creo que debe ser analizado, debe ser profesional, con el objetivo de profundizar en este conocimiento y explotar sus posibilidades y no sólo se limite a hostear en antros.

León: Últimamente he buscado libros y teoría sobre el drag. Hay algunas buenas novelas que abordan el tema, tenemos películas históricas y libros muy buenos pero más bien de registro y de memoria. ¿Crees que debería haber una teoría drag?, ¿quienes deberían escribir y teorizar estos temas?

Alberta: Creo que es problemático precisamente cuando quienes escriben o teorizan son solamente personas que tienen cierto privilegio y que no hacen drag o lo hacen desde una posición muy cómoda sólo para divertirse; no está mal hacer drag sólo por diversión, pero el origen del drag es sobre todo de personas que lo hacían por que no tenían otra fuente de trabajo. Para muchas personas el drag es una forma de vida, entonces cuando los académicos se apropian de estos estudios, le arrebata a alguien la oportunidad para contarlo desde su realidad y se genera una imposición de estándares para su validación. Creo que el drag debe socializarse y discutirse, deben escucharse diversas voces desde su experiencia en primera persona, pero hablar de una teoría abre la puerta a ser sujetas a una validación y eso sí me parece contradictorio al drag que es diverso, es abierto y es disruptivo. No somos objeto de estudio, somos artistas.

León: Recuerdo que en las clases hacías énfasis en que la presencia del drag en el espacio público lo transformaba por completo, ¿podrías hablarme de ello y del efecto que tiene en ti ser observada en drag en contextos cotidianos, fuera de las zonas de tolerancia?

Alberta: Salirse de los espacios comunes y entrar a espacios públicos implica una exposición y una vulnerabilidad en muchos niveles: físicamente, emocionalmente, hasta en un nivel público, porque te puede ver alguien que te conozca, por ejemplo. Es un acto arriesgado y para mí esa es la rebeldía. En esos momentos yo soy la única persona responsable de mi seguridad y eso es muy importante. El drag también protege, porque impone, por la belleza o por lo extravagante o por ser llamativo. Se forma una barrera en donde la gente generalmente entiende que estás haciendo alguna actividad creativa o artística. Te pueden llegar a gritar algo o hacer algún gesto, pero incluso hay una barrera física, la gente que se acerca es para pedir una foto o algo así. Sí, es una circunstancia de riesgo finalmente, pero también es cuando hay un mayor impacto. También hay que hablar de que la gente lo permite, porque sabe que es casi un disfraz que se puede quitar y vuelves a ser “hombre”. Lo que la gente no perdona es, por ejemplo, a las personas trans, hay mucha transfobia y misoginia. Hay dragas que mientras más masculinas y varoniles sean fuera del drag más se les aplaude y eso también es problemático.

León: Me gusta la idea de colarnos a donde somos incómodxs. Ahora que el espacio público es virtual debido a la pandemia ¿Crees que es importante la apropiación también del espacio virtual?

Alberta: Sí porque al final es una extensión del espacio, que aunque no es convencional, ahora tiene un gran auge y no está tan explorado. Las reglas de convivencia se hacen más flexibles y en otros casos se acotan. Se puede llegar a otros públicos que si no fuera por la situación virtual no te podrían ver, pero de nuevo no hay que limitarse a los espacios convencionales o de tolerancia, incluso en el marco virtual. Tampoco hay que olvidar el espacio real y material, la razón por la que ahora están sufriendo muchas dragas que trabajaban en los antros es por limitarse a esos espacios,

León: Drag, draga, vestida, travesti (nunca trasvesti)… ¿Qué puede aportar el drag mexicano frente al drag mainstream que estamos acostumbradxs a consumir?

Alberta: Son realidades diferentes, es como el teatro, la danza y la música. Tenemos diferentes referentes, esa es nuestra aportación al drag. No debemos aspirar a hacer lo que se está haciendo allá, nuestros ingresos son diferentes, nuestro bagaje cultural es diferente, incluso la discriminación y el racismo son diferentes en Estados Unidos. Algunas categorías estéticas pueden ser universales y también tenemos cosas en común como la homofobia y la transfobia. Hay una historia del drag mexicano que es muy ignorada, existe mucho antes de que llegara el boom de RuPaul. Tenemos, por ejemplo, un lenguaje muy rico, que se ha nutrido también de muchas culturas. Hay cosas muy mexicanas como el albur, el doble sentido, la poesía o la musicalidad. La música del drag que se está haciendo acá es muy referencial a lo que se hace en Estados Unidos, por ejemplo, siendo que hay una cultura riquísima de la música de protesta o de cabaret en México. No tenemos nada que pedirle al extranjero, creo que tenemos que hacer un ejercicio de autoconocimiento y explotar las cuestiones locales sin llegar a la caricaturización.

León: Durante la pandemia, el drag se ha visto particularmente golpeado por la falta de espacios o eventos, lo que también ha evidenciado la precariedad de esta forma de expresión artística ¿Crees que las comunidades LGBT+ podamos hacer algo para respaldar a nuestras dragas?

Alberta: Tiene mucho que ver con nuestras formas de consumo, pero de entrada hay que exigir mejores condiciones laborales. Por ejemplo, la gente que está ahora haciendo porno por internet, de alguna manera les ha resultado tener un esquema autogestivo y no depender de un tercero para vender sus contenidos. Es el problema de que el drag se limite a los antros y al consumo del alcohol y que sea una actividad secundaria dentro del ambiente nocturno. Hay que valorar el drag por sí mismo, y verlo en otros espacios, en otros horarios. También hay que buscar incentivos del gobierno y de instituciones culturales que nos ayuden a construir algo para nosotras y no sólo hacer colaboraciones para terceros, por ejemplo.

León: De las cosas que más disfruté fue aprender a “hechizar”, hacer que algo barato se viera costoso, “hechizar” me gusta mucho como término porque creo que resume muy bien lo que es el drag y habla también de la magia. Te agradezco Alberta por estos minutos de buena plática y por los hechizos.

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León Daniel (Ciudad de México, 1987), es arquitecto por la Universidad Nacional Autónoma de México. Obtuvo el diploma al mérito por la tesis Cineteca Morelia, un espacio para el cine. Cuenta con estudios de especialización en museografía por el MUNAL e Intervención de Arquitectura Contemporánea en Contextos Históricos por la ENCRyM. Ganó la medalla de bronce en la XV Bienal Internacional del Cartel en México. Participa activamente en AHF México como voluntario, haciendo trabajo de campo en campañas de prevención y detección del VIH desde 2018. Actualmente desarrolla actividades de gestión cultural enfocadas a comunidades LGBT+.

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