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El reconocimiento y los cuidados en la resolución de conflictos a través de la performance

Por Lorena Méndez Barrios

Texto sobre La performance Días Rojos. El sonido del malestar y el sonido del gozo…
Lorena Méndez/ La Lleca (Rocío Nejapa/Fernando Fuentes)
Santa Martha Acatitla, prisión de mujeres, zona de castigo. Ciudad de México
Imágenes: Archivo de La Lleca  2019

Uno de los propósitos más importantes de la propuesta La Lleca1, es profundizar en los actos afectivos, para hacer conciencia de aquello que nos afecta y nos violenta. La reflexión a través del trabajo sensible con el cuerpo y nuestros sentidos prepara el terreno para la experiencia significativa, que sucede a través de la performance. Detectar la comunicación violenta en nuestras vidas para movernos de lugar a través de un acompañamiento respetuoso y de la práctica de los cuidados, es una de nuestras tareas con los grupos de personas en reclusión.

Tener una fuerte depresión, y estar enojadas, es común en los castigos de mujeres que se encuentran en prisión. Estar aisladas, y no poder moverte mas que en un pequeño espacio ocasiona una serie de malestares emocionales y físicos. Cuando llegamos La Lleca a la zona de castigo, les contamos que es aquello que nos mueve para estar con ellas. Es a través de nuestra propia historia (como método para compartir en grupos complejos) que hacemos el primer puente para reconocernos semejantes a ellas, con sus resistencias, rebeldías y malestares. De inmediato pasamos a los ejercicios de respiración para poder estar en el presente y concentrarnos en el viaje que iniciaremos. Posteriormente nos conectamos a través de la energía y de varios juegos con el cuerpo, y algunos con la palabra, el sonido, y el movimiento.

Los cuidados están siempre presentes, y posibilitan una atmósfera de respeto y expresión importante para que ocurran los actos performativos, y mágicos, detonantes de sentires y pensares que nos llevan juntas a la reflexión y a la profundidad de nuestra alma.

Realizamos una performance en la cual, uno de los propósitos fue detonar actos significativos con el cuerpo y la voz para buscar una liberación emocional, y el principio de un proceso de sanación, además de ir contra la atmósfera del encierro, y el dolor. Sentimos mis compañeras y yo al principio de la sesión, la dureza de quienes desconfían de personas extrañas, pero nos desnudarnos con nuestras propias historias, y mostramos la alegría de estar con ellas después de una serie de negociaciones, haciendo posible ese momento de mirarlas y de poder abrazarlas. Convertir el encierro en otra realidad es nuestra gran ilusión y se los hicimos saber.

El enojo en los cuerpos de las compañeras, era el primero de los conflictos, y una de las problemáticas; la desconexión afectiva entre ellas por sus malestares y diferencias.

Fue también el deseo de llevarlas con nosotras a otros lugares, y la rabia de la injusticia, lo que hizo que en aquella sesión inventáramos unas partituras con unas preguntas sobre nuestras emociones, y que respondiéramos sobre la intensidad de lo que sentíamos con rayas cortas, y círculos que se convertirían en sonidos provocados por pequeñas piedras que golpeábamos contra los barrotes.

Colocamos las únicas sillas que teníamos en forma de vagones de un tren, mirando hacia la puerta de la celda, pegamos cada una nuestra partitura en los barrotes que teníamos a nuestra derecha, para verlas, mientras hacíamos la impetuosa interpretación.

Lo mejor del tren. Fotografía que documenta el performance hecho con mujeres en reclusión. Descripción: Mujeres sentadas en fila en un aula de castigo diciéndose secretos.
Lo mejor del tren

Ahora cierro los ojos, y siento la interpretación de Sol (seudónimo) que nos dijo que tenía mucho enojo, y mucho trabajo personal para sanar sus emociones, por eso tenía tantas rayas…yo también, como ella, la acompañaba con muchas líneas cortas, que hacían intensa mi composición.

La otra acción que es una de sus preferidas, y que nos contaron, que en algunos momentos la hacen cuando no estamos, es la de “El sonido del afecto”, donde paradas, y derechas, después de hacer respiraciones para sacar un mejor sonido, colocamos nuestra boca entre dos barrotes, y sacamos el sonido hacia una celda vacía y cerrada. Lo hacemos con diferentes ritmos, repeticiones e intensidades, vamos gritando palabras; nuestro nombre, nombres de las compañeras, nuestro color preferido, y conceptos que trabajamos como solidaridad, fuerza, alegría, tejido, y por supuesto; “justicia”.

Temas
Temas

Poder gritar, hacernos cómplices, reflexionar juntas, decirnos secretos, hicieron posible el sonido del gozo entre nosotras.

Nuestro gran amor (o buscando justicia)…

Las miro, y recuerdo nuestro primer día, cuando nuestro amor no era este amor maduro  de quienes ya han vivido aventuras juntas….

Nuestro principio en la celda, en una celda de protección, en Iztapalapa, en Sta. Martha.  El principio de un amor que fue matizándose con los días, con las horas, con las risas, y con mucho llanto…

Rocío compañera de línea indígena y yo mestiza, recordamos ese primer día, cuando todo fue de una precisión brutal, pero sin ese amor que ahora sentimos… Recordamos el segundo día, con caos y abandono, pero al final con un fuerte amor. También recordamos el tercer día, con su hastío y soledad, pero con gritos de rabia, de la rabia de ellas, de nosotras performanceando…

 Nuestro amor, es el amor en un mundo perdido, pero real, el mundo de la prisión…

Los principios de las sesiones fueron empeorando, y nuestro amor fue creciendo al igual que nuestros gritos, que nuestra rabia, que nuestras risas, y nuestro gozo

Gritamos con alegría, gritamos con ilusión, gritamos con amor…

Gritando amor. Fotografía que documenta el performance hecho con mujeres en reclusión. Descripción: Mujeres paradas gritando hacia el exterior en fila frente a los barrotes de un aula de castigo.
Gritando amor

Las celdas se convirtieron en salas de vuelo, en interiores de trenes, en salas de concierto, en puntas de montaña desde las cuales gritábamos, en cabinas de grabación donde hacíamos sonidos salidos de las cuerpas. Las celdas son escenarios de nuestra danza, y por supuesto puentes entre la vida y la muerte…Todas estábamos del lado de la vida, sacando de las ilusiones pretextos para hacer mas fuertes y profundos las performances…La performance que es mi vida…

Nunca antes pensé que podía ser tantas cosas una celda, un abismo, un “no”, un vacío… Nunca pensé que podríamos inventarnos todo, todo sin tener recursos materiales, y objetos…Y tuvimos todo para viajar, para hacer música, para hacer danza, para hacer pintura, para hacer canto, para hacer  gráfica… Todo estaba en esa zona gris entre las celdas…

Nunca pensé que la performance fuera este tesoro tan grande. Y tampoco la performance pensó que Rocío y yo estuviéramos unos días vestidas por dentro, y por fuera de violeta, y rosa diamantina, y otros días de rojo, de ese rojo que reclama justicia. Rojo fue nuestro grito en todos los pasillos de la prisión mas grande para mujeres en la Ciudad de México…

(Tomado del diario del mes de agosto del 2019).

Despedida tren. Fotografía que documenta el performance hecho con mujeres en reclusión. Descripción: Mujeres sentadas en fila en un aula de castigo diciéndose secretos.
Despedida tren

 

  1.  «La LLeca» es una propuesta artística feminista continua de acompañamiento, performance, saberes situados, y pedagogía de los cuidados. Trabajamos con grupos de jóvenes libertarixs, personas en prisión, inmigrantes, estudiantes, y personas disidentes sexuales.

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Lorena Méndez Barrios. Se formó en Comunicación Visual y Artes en México. Debido a su condición precaria pidió una beca para terminar su maestría en Artes Visuales en San Carlos, pero en el año de 1996, los apoyos sólo se otorgaban para estudios en el extranjero. Y por ello, terminó sus estudios de Maestría en la Universidad de Barcelona, y pudo hacer dos programas de doctorado en la facultad de Bellas Artes, y una maestría en Cultura Visual en la UB. Desde el año 2004 desarrolla propuestas en La Lleca, proyecto activista e independiente de acompañamiento e intervención artística con mujeres, adolescentes, personas de la diversidad sexual, y con hombres. Los afectos, los cuidados, los saberes situados, son parte de las herramientas que junto con la performance, las artes visuales, la pedagogía radical y de contexto, hacen posible construir una realidad con comunicación respetuosa dentro de lugares como: fronteras, prisiones, la calle, aulas con adolescentes, mujeres y jóvenes. La Lleca se ha convertido en un anti-método que se reproduce en México y en el extranjero a través de desarrollar propuestas de formación, y de viajar cada año a diferentes lugares para compartir “Cómo hacemos lo que hacemos”(título de un libro de La Lleca del año 2007).

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Economía de los cuidados: hacer visible lo invisibilizado

Por Gabriela Rosas

Llevo un rato trabajando frente a la computadora, me levanto por agua, veo de reojo que las plantas también tienen sed, me desvío por una jarra, ellas no pueden cuidar de sí mismas, estando en casa necesitan quien haga el trabajo que la naturaleza haría fuera, así que debo suplirla y fingir que llueve. Ya está, la tierra esta húmeda y ellas podrán seguir creciendo, algunas hojas están por caer, las arranco, remuevo la tierra. Recuerdo que yo estaba haciendo otra cosa, me estoy retrasando y esto me ha distraído, sigo removiendo la tierra y retirando yerbas, me pregunto para que, por qué me preocupo, podría sacarlas al jardín y que la naturaleza se encargue, pero los humanos somos egoístas y queremos que nuestro entorno se vea bello, agradable, así que lo embellecemos; entonces me cuestiono, ¿esto también es parte de cuidar? El gusto por embellecer la casa con plantas y flores lo heredé de mi abuelita y de mi mamá, de ellas aprendí desde muy chica que cuidamos las plantas interiores para cuidar de nosotros mismos, porque nos gusta como adornan nuestro entorno, así que las queremos bellas para embellecer, cuido de ellas para cuidar de mí y de mis hijos, a ellos también les gustan.

Los niños no están, regresan en unos días, se fueron a pasar su semana de vacaciones con su padre, él casi siempre se niega, “no puedo, se me complica, mi trabajo, mi vida”, frecuentemente tengo que buscar la forma de arreglármelas para que cumpla con lo que acordamos en visitas y pensión, siempre insistiendo, presionando, exigiendo algo que debería hacer por gusto, esto es ridículo y me hace pensar en cómo para nosotras, cuidar es una obligación y para muchos de ellos es una opción. El 95% del cuidado que requieren mis hijos lo he provisto yo desde hace 10 años, al principio él cooperaba más, cambiaba pañales, iba por el mayor a la escuela, en fin, después crecieron y parece que perdió el interés; ahora aquí estoy, cuidando también de las plantas, no tengo porque hacerlo, pero lo hago, podría dejarlas que mueran, nadie me juzgaría por ello, pero las cuido…

Algo me hace estornudar, una, dos, tres, cuatro, cinco, “¡Ya, siete estornudos al hilo! No puede ser, no quiero enfermar ¿Quién cuidaría de mí? Pues yo misma, ¿quién más?” Suspiro, voy por el agua que no he tomado porque primero regué las plantas, las limpié y removí su tierra, como casi siempre, otros antes que yo. En terapia me repetirían “El día que pienses y hagas primero por ti antes que por cualquier otro, sabrás que has avanzado, no es ser egoísta, eso sería si solo pensaras en ti y en nada ni nadie más”. Para el padre de mis hijos, instarlo a cuidar de ellos estos días fue un acto egoísta de mi parte “solo piensas en ti, es todo, solo lo que a ti te acomoda”, usar la culpa para que yo cambie de opinión siempre fue su deporte favorito.

Su postura me parece contradictoria, incumple con el pago de la pensión y me dice que yo debería aportar más, siendo que quien cuida casi todo el tiempo soy yo y aporto además la gran parte de mis ingresos a la manutención de los niños, me da la impresión que para él mi trabajo con los ellos no tiene valor, pero cuando es él quien tiene que cuidar se exalta, dice que es suficiente con dedicarles unas horas a la semana. Por unos segundos permito que me afecte, recobro el centro y me digo que no es egoísta querer que su padre también les cuide, que viva el día a día de la crianza, el cansancio, la frustración; son 3 niños que discuten, lloran, pelean, se enojan, gritan, piden, necesitan, yo también merezco un descanso y su padre debe enfrentar este caos, además son vacaciones, ni siquiera tendrá que hacerse cargo, como no lo ha hecho en años, del ajetreo de los días de escuela.

Regreso a la computadora, continúo buscando estadísticas de empleo, ocupación, desocupación, ingreso… me detengo a pensar en mi abuelita quien siempre ha sido registrada como NO económicamente “ACTIVA”. Durante los 7 años que me dediqué exclusivamente al cuidado de mi familia y el hogar, yo también lo fui, mi mamá otro tanto más, también mi hermano y su esposa durante el tiempo que acompañaron el tratamiento de mi sobrino en el hospital y así podríamos pensar en cada persona que cuida: 37.6 millones de personas[1], mujeres en su mayoría (el 73%), jóvenes, mayores, casadas, solteras, rurales, urbanas, contamos en algún momento o toda la vida, como económicamente INACTIVAS, de éstas, casi 22 millones se dedican a tareas del hogar.

Entonces repaso mi mañana entera: mis hijos no han estado en casa desde hace unos días, aun así, lavé ropa que dejaron sucia, saqué la basura que se acumuló desde antes que se fueran, fui a hacer pagos de servicios que ellos usaron y usarán al regresar, escribí un correo a la directora de su escuela, ordené la despensa de alimentos que ellos comerán, seguí cuidando de ellos a lo lejos, ni que decir de la cantidad de trabajo que realizo cuando están en casa o el que realizaba cuando eran más pequeños. Vuelvo a pensar en ellas, en mi abuela que me cuenta cómo tallaba con un cepillo y arrodillada el piso de su primer departamento, me viene a la cabeza la imagen de mi mamá sentada frente a su máquina de coser haciendo el vestuario para alguno de nuestros festivales escolares, sin embargo, cada una en su momento, hemos sido registradas como NO económicamente ACTIVAS. Me detuve ahí, en ese pequeño detalle.

-Población No Económicamente Activa. Población de 15 y más años que no realizó actividades para la producción o elaboración de algún producto o para la prestación de algún servicio por ser estudiante, dedicarse a los quehaceres del hogar, ser jubilado o pensionado, estar incapacitado permanentemente para trabajar, entre otros. Personas que durante el periodo de referencia no realizaron ni tuvieron una actividad económica, ni buscaron desempeñar una.

-Actividad Económica: Conjunto de acciones que tienen por objeto la producción, distribución y consumo de bienes y servicios generados para satisfacer las necesidades materiales y sociales[2]

“Para satisfacer las necesidades”, proveer cuidados persigue justamente ese objetivo, satisfacer necesidades; quienes cuidamos de otras y otros estamos, de hecho, “produciendo bienes y servicios”. El lenguaje construye, lo que no se nombra no existe o lo que se nombra sesgadamente, se interpreta y aplica sesgadamente.

¿Qué sigue entonces? ¿Cómo pretendemos que la sociedad en su conjunto y, desde su unidad básica, la familia, se reconozca y valore los cuidados, si las estadísticas nacionales le asignan un nombre que da a entender que no tiene valor económico? Si quien se dedica a cuidar es una persona no económicamente activa, estamos implicando que no produce satisfactores, cuando en realidad, produce los satisfactores indispensables de toda economía, aquellos que sostienen la vida desde su nacimiento y hasta su muerte.

Quienes nos dedicamos a cuidar alimentamos, limpiamos, acompañamos, escuchamos, facilitamos, coordinamos, enseñamos, supervisamos, trasladamos, planeamos, es una larga lista de acciones a través de las cuales sostenemos la vida de otras y otros. Sin esas vidas, sin ese sostén, el resto de las actividades económicas no serían posibles y, sin embargo, los registros estadísticos no nos contabilizan dentro de la producción nacional (somos parte de una Cuenta Satélite) y además nos nombra y clasifica como INACTIVOS, como población que no aporta valor económico.

Desde hace ya un tiempo se trabaja en la valoración económica de los cuidados, incluso en asignarle un precio o en equilibrar el reparto de su provisión. Alrededor del mundo se han propuesto e implementado salarios rosas, salarios básicos universales, sistemas de cuidados, guarderías, becas, salas de lactancia, licencias de cuidados, ampliación de licencias de paternidad; el debate también se ha orientado a definir qué es cuidar, qué actividades abarca, cuáles son sus alcances. Los organismos públicos nacionales e internacionales han avanzado en la elaboración de cuentas satélites y, con el fin de contabilizar esta aportación, han intentado aproximar su valor clasificando las actividades más comunes que realiza quien cuida y, aunque evidentemente habrá aspectos que nunca será posible valorar, esto significa un gran avance. Aún falta.

Una de las múltiples luchas feministas ha sido el lenguaje inclusivo, el exigir ser nombradas en todos los ámbitos donde participamos, porque es una forma de hacernos visibles. El lenguaje inclusivo implica también el cómo conceptualizamos, las palabras que usamos y come estas se interpretan en la mente de quien lee o escucha. Podemos debatir que es cuidar, como lo contabilizamos, como aproximamos su valor, pero en el camino debemos tener muy claro que cuidar en ningún momento es INACTIVIDAD, en ningún sentido y menos en el económico.

No puede olvidarse que todo el trabajo doméstico que se realiza en los hogares complementa el trabajo de cuidado: cuidar no solo es alimentar al bebe con papillas, pues el trabajo previo forma parte del satisfactor final; lavar la ropa, limpiar, organizar, todo busca satisfacer las necesidades propias pero también de otros a quienes cuidamos En nuestro país, quienes cuidamos y realizamos trabajo del hogar, producimos el equivalente a 5.1 billones de pesos anuales[3], producimos y aportamos valor a la economía más que cualquier otra actividad económica, que nos sigan nombrando como no económicamente activas, es por decir lo menos, invisibilizar nuestro trabajo. Si algo no ha sido nunca mi abuela, con sus más de 80 años de trabajo de cuidados o mi madre con sus más de 60 años cuidando, es población no económicamente activa.

Seguiré debatiendo en mi cabeza, volveré a mi investigación, mis hijos regresarán y quizá nadie se entere que calmé la sed de las plantas antes que la mía, pero también continuaré ideando como cambiar las cosas, cómo lograr que se haga visible lo invisibilizado, para que no sigan igual…

[1]INEGI. Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo. Indicadores estratégicos. Consultado el 18 de Agosto del 2019, en https://www.inegi.org.mx/sistemas/olap/proyectos/bd/encuestas/hogares/enoe/2010_pe_ed15/pnea.asp?s=est&proy=enoe_pe_ed15_pnea&p=enoe_pe_ed15

[2]Glosario de Términos, INEGI.

[3]INEGI, Sistema de Cuentas Satélite, Cuenta Satélite de Trabajo No remunerado de los Hogares, 2017. Consultado en https://www.inegi.org.mx/temas/tnrh/default.html#Informacion_general

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Gabriela Rosas Salas. Es Lic. En Administración Turística por la Universidad Anáhuac del Norte, cursó la Maestría en Economía en el Instituto Tecnológico Autónomo de México. Se ha desempeñado como docente en las áreas de Economía Turística, Turismo Sustentable, Microeconomía y Desarrollo Económico. Después de una pausa en su carrera profesional para dedicarse a la maternidad, retomó el estudio de la Economía desde la perspectiva Feminista con énfasis en el área de Economía de los Cuidados y su relación con el alcance de los objetivos del Desarrollo Sustentable. Es madre de 3 hijos, propietaria de «Creciendo Natural», microempresa dedicada a la producción de mermeladas y aderezos artesanales, bajo el principio de la economía solidaria, colabora como voluntaria en «Cihuatla, A.C.» y ha participado en diversos espacios para difundir la relevancia del Trabajo No Remunerado realizado por las mujeres y su relación con la violencia y desigualdad de género.

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Ilustración. A la izquierda una persona deprimida sentada en el suelo con las piernas flexionadas y abrazándolas. A la derecha un cofre del cual salen corazones hacia la persona en deprimida.

Caja de herramientas para acompañar a personas en crisis depresiva o colapso emocional I

Consejos desde la experiencia personal de estar en crisis

Por Ivelin Buenrostro

Con especial agradecimiento y amor al Partido Neurodivertido:
la Dom, KiKa, Selene, TriXia; a Mariana y Zaria por todas las
aportaciones hechas., y a Liz y Hegel por decir si era claro.

Esta caja de herramientas es una especie de “manual” desde mi propia experiencia como persona con un primer diagnóstico de depresión desde la adolescencia, y que ahora he ampliado al reconocerme dentro del espectro autista[1] y todo lo que ello conlleva. Así pues, no pretende ser una guía total, pues hay una serie de padecimientos o condiciones que no me afectan, por lo cual es necesario no tomarlo como única manera de apoyo hacia alguna persona que se encuentre en un cuadro depresivo o en crisis de ansiedad o alguna similar.

Lo he hecho porque me he encontrado con que hay cada vez más personas no sólo reconociendo sus condiciones mentales, o reconociéndose dentro de algún diagnóstico en torno a la salud mental, sino con que hay más personas dispuestas a acompañarnos o que externan su incapacidad de entender cómo apoyar. No obstante, el camino en ese acompañamiento es exhaustivo y difícil, tanto, que esas personas que nos acompañan suelen estar expuestas a su vez emocional y mentalmente debido a que no saben cómo apoyar o lidiar con nuestras crisis todo el tiempo. Necesitamos herramientas para que esas personas que nos cuidan o acompañan, se cuiden a su vez.

 

1. Sálvate tú I

Acompañar a una persona con algún “problema” psicológico o mental permanente o temporal, o alguna condición no neurotípica como el autismo, es siempre un “riesgo”. Sin embargo, siempre es “un riesgo” convivir con personas en general. Así que, seamos honestxs con nosotrxs mismos y seamos conscientes de qué tanto y hasta dónde podemos acompañar a alguien, sobre todo en un episodio o temporada de crisis. No obstante, si somos consideradxs con nuestro autocuidado, es mucho más fácil no arriesgarnos y saber cómo “no exponernos”. Digo “Sálvate tú”, no sólo porque es necesario tener consciencia del autocuidado, sino porque debemos ser conscientes que el acompañamiento no puede ser nunca una manera de pretender “salvar” a alguien. O “salvarnos” a través de alguien. Apoyar a alguien no tiene que ver con salvarle, sino con, justamente, acompañarle, hacerle saber que no está solx.

Para ello, he encontrado una herramienta muy sencilla, pero bastante honesta de lo que puede ser y se puede hacer en el acompañamiento: Saldremos de esta. Guía de salud mental para el entorno de la persona en crisis. Se trata de un muy breve manual para reconocer diversas situaciones que pueden requerir acompañamiento, cómo hacerlo, cómo platicarlo con las demás personas del entorno cercano e, incluso, cómo cuidarnos si somos acompañantes. Esto es muy importante, porque al tener interiorizada la cultura del cuidado como una forma de sacrificio, quienes acompañan olvidan recurrentemente cuidarse. Esta guía es importante porque da pautas para ello, a la vez que da herramientas para detectar hasta dónde podemos dar cuidados, la honestidad y reconocimiento de hasta dónde podemos apoyar, entre otras cosas muy bellas. (Para descargar el libro, da clic en la imagen o en el título azul de arriba).

Imagen: Portada del libro "Saldremos de esta" de Javier Erro. Muestra el dibujo de unas personas arriba y abajo de una barda, ayudando a subir a otra.
Portada del libro «Saldremos de esta» de Javier Erro.

2. Sálvate tú II

 Muchas veces, tenemos tan asumido que las labores de cuidado se dan de manera natural, que olvidamos cuidarnos por cuidar. Si eres el principal apoyo de una persona con depresión, ansiedad o autismo, también necesitarás apoyo para sacar lo que puedas estar sintiendo. Lo ideal, por ejemplo, sería ir a terapia (bueno, eso sería ideal para todas las personas). Sin embargo, sabemos lo cara que suele ser, es un privilegio que muy pocas personas se pueden dar. Hay terapias a muy bajo costo, pero los trámites suelen ser complejos. Si por el momento te es imposible hacerlo, mínimamente amplía tu red de apoyo. ¿Quién de tu familia y amigos podría escucharte en una crisis propia? ¿Con quién puedes compartir los cuidados o el apoyo de esa persona a quien amas? ¿Puedes, por lo menos, desahogarte con alguien? ¿Cómo puedes crear estrategias para reconocer que puedes estar rebasadx, hartx, cansadx, sin que se te juzgue o se te haga sentir como el malo de la película?

Ojo. Si bien es importante que reconozcas tu cansancio o crisis propias, sé precavido en cómo las comunicas a la persona a la que acompañas. Generalmente no solemos tener el procesamiento emocional tan fortalecido como las personas neurotípicas o con óptima salud mental, y es importante que lo tengas en mente para que consideres que no siempre es prudente externar tu hartazgo a esa persona. Lo que para ti es fácil decir en tu derecho genuino de reconocer que estás cansadx, a la persona en crisis puede caerle como una bomba: ya carga con la culpa de no ser tan productiva como debiera, con saber que la estás pasando mal, como para que además le digas de forma brusca que en efecto la pasas mal. No se trata de que ocultes tus necesidades, sino de tener el tacto mínimos para decir las cosas. ¿Qué tal si en vez de decir: «estoy hartx, estoy agotadx, me cansa estar contigo, etc.», dices que necesitas salir a despejarte un poco? Sé que lo digo de forma muy sencilla, pero un comentario de desagrado puede incentivar crisis más duras porque muchas veces nos sentimos una carga. En algún momento a mi pareja yo le comentaba que no podía darle contención de lo que pasa conmigo. Y es verdad. No es que no reconozca su interés genuino de cuidarme, y que reconozca que se cansa al verme en crisis, pero tenemos suficientes problemas emocionales como para cargar uno más. Y no tiene que ver con que no nos importe quien nos acompaña. Por eso es necesario hacerse de herramientas externas, pues el disgusto que a ti te puede llevar 10 minutos externar y una hora olvidar, a la persona en crisis le puede llevar dos o tras días procesarlo. Es una realidad dura, pero cierta.

Las personas que deciden cuidar, suelen hacerlo sin pensarlo mucho, las más de las veces porque no les queda de otra. No obstante, aunque lo hagan con todo el amor del mundo, pueden llegar a sentirse hartas, fastidiadas, perdidas, sin saber qué hacer, devastadas, cansadas. Creo aquí es importante recordar el: no puedes salvar a esa persona, pero puedes acompañarla. Y tú, eres también una persona, no un robot de acero sin emociones. A veces querrás gritar o salir huyendo. Y para que eso no pase, y puedas seguir siendo la persona coherente que quieres, es preciso solicitar ayuda cuando lo requieras. Necesitamos ampliar la idea de cuidados, necesitamos ampliar las redes de apoyo. El cuidado debe ser lo más colectivo posible. Normalicemos el pedir ayuda.

3. Yo te creo

 Debido a que la necesidad de gozar de una salud mental no está socializada, no solemos preocuparnos por lo que pasen emocional y mentalmente ni nosotros ni nuestras personas cercanas, respondemos al “¿cómo estás?” un “’¡muy bien!” en automático y sin chistar. Pero no siempre estamos bien. Y si estamos en un cuadro de depresión, ansiedad, angustia, en un proceso de duelo, etc., muchas veces no diremos que algo nos tiene tristes o desesperados, que algo nos incomoda.

Por otro lado, cuando llegamos a decirlo, nos arriesgamos a comentarios del tipo: “todo va a estar bien” (cuya carga no es precisamente negativa), hasta el: “no exageres, hay gente en peores condiciones”, o “es que eres muy intensx”. Hay una cuestión básica en el acompañamiento a personas en crisis y es: su dolor es válido. Su dolor, sea lo que sea, sea por lo que sea, es válido. Y hay que hacerle saber eso. Y hay que reconocer eso. Recuerdo una persona muy querida diciéndome que mi estar en el hoyo era una condición de actitud ante la vida. Y es muy mierda que te digan eso: levantarte de la cama puede ser tan difícil como intentar levantarte con 200 kg encima. Los músculos no responden, la voluntad no responde. No es necesario que le recuerdes a la persona que hay gente en “peores condiciones”, pues esa persona todos los días es casi seguro que sienta el remordimiento y la impotencia de no llevar una vida productiva.

Si tu intención es acompañar a alguien, pero sientes que “exagera” en lo que le hace sentir mal, calla ese pensamiento o, de no poder, vete. Es mejor así. Porque algo que muchas veces no comprendemos es que el dolor emocional o el dolor causado por una condición mental no neurotípica también nos incapacita. En mis peores momentos de depresión, simplemente deseaba la muerte, sólo quieres suicidarte para que el dolor pare, para que dejes de sentir esa emoción horrible que, por muy pasajera, se te inserta en el alma, en la mente y en la voluntad. Puedes ser incapaz de levantarte de la cama por semanas por un dolor así, de ducharte, de comer. Y es que hay que entender que un dolor de ese tipo, si bien puede empezar por un desorden emocional, tiene consecuencias fisiológicas en nuestro cerebro. Puedes investigar acerca de los procesos fisiológicos vinculados al duelo o la depresión y verás que no “todo está en la mente”, en abstracto, así, como en una nube ajena. Hay procesos complejos en el cerebro y en todo nuestro organismo que necesitan más que fuerza de voluntad de la persona deprimida o con ansiedad; a veces requieren un poquito de ayuda química para empezar a regular de nuevo sus procesos y “volver a la vida”. Mientras eso pasa, y si tienes ánimo, tú puedes acompañar a esa persona.

 

4. Lo más básico puede ser un apoyo tremendo

 Una de las principales cuestiones para acompañar a las personas en crisis es ayudar a acercarle lo más básico para sobrevivir. En principio, acompañarle ya sea físicamente o de forma virtual, puede ser una gran ayuda. Recuerdo que en mis crisis más fuertes, uno de mis apoyos fue un amigo que me preguntaba todos los días cómo estaba. Yo estaba mal en general, pero de alguna manera agradecí que esa irrupción momentánea en mi vida, me recordara al mundo exterior y no me permitiera seguir cayendo en el hoyo profundo de la introspección y el ensimismamiento.

Con otra amistad tuve la confianza de pedir apoyo para salir a comer, pues la depresión y los ataques de pánico, no me permitían ni acercarme a la puerta. De alguna manera empecé a tener la conciencia de que, si no solicitaba ese apoyo, no comería en tres o cuatro días más. Mi amistad iba cuando le era posible, me hacía salir de la casa y me acompañaba a comer. Yo, apenada, le solicitaba que no me hiciera preguntas de ningún tipo, a lo cual accedía sin problema. Después, era yo la que acababa hablando de lo mal que me sentía, me regresaba a mi casa y listo. Tuve más personas lindas que me acompañaron, pero estas son el ejemplo puntual de que algo muy sencillo puede ser vital para fortalecernos.

Hay detalles muy pequeños que podemos hacer con esas personas que pasan por una crisis crónica, y es recordarles que no están solas a pesar de todo. Saber que alguien está ahí al pendiente, hace que no perdamos el contacto con “la realidad” todo el tiempo. Y eso es muchísmo.

Cuando tengas la idea de algo que pueda ayudar a la persona, es mejor que le preguntes si puedes o no puedes hacer lo que piensas. Por ejemplo, hay veces que al ver una persona en crisis y llorando, lo primero que queremos es abrazarle muy fuerte. Pero cuidado, eso puede ser contraproducente para determinada gente. Muchas veces es mejor preguntarle si puedes hacerlo, o simplemente decirle que estarás a su lado por si necesita algo. Es difícil entender que no siempre lo mejor es intentar dar palabras de consuelo sino simplemente estar ahí y no irse. Y, aunque no siempre la persona en crisis sabrá qué es lo que necesita, es probable que si le preguntas, pueda responderte, o le ayudes a activar ese mecanismo que permita que empiece a buscar en sí misma para poder responder. Es como ayudarle a entender sus propias emociones y necesidades.

Otra cuestión básica es revisar cuáles son las condiciones de la persona. Muchas crisis pueden disminuir notablemente con un vaso de agua (deshidratación) o con un poco de descanso. Y, si bien todo eso es relativo, no está de más indagar si la persona ha tenido las cosas más básicas de supervivencia a su alcance, o si por ejemplo ha tenido un cambio brusco en su rutina. Cuestiones tan básicas y en apariencia obvias (comer, orinar, beber agua) pueden ser muy difíciles de procurar o entender en personas que, por ejemplo, pasen por un cuadro depresivo fuerte. Eso también puede ayudar para personas con una crisis de ansiedad, procurar recordarle principios muy básicos de “automantenimiento”. Dejo acá una tablita que me encontré en internet, y creo que es una guía muy buena para incluso imprimirla y tenerla a la mano siempre. En ella hay cuestiones básicas para considerar en caso de que la persona esté a punto de tirar la toalla. Ojo: todo lo que comparto acá está a discusión, y no a todas las personas les funciona lo mismo. Sin embargo, lo que comparto puede ser el punto de partida para empezar a entender que todo, absolutamente todo puede ser de vital importancia. Y que podemos hacer las tablitas propias que se vayan adecuando a las necesidades de nuestra persona querida.

Imagen: Todo está saliendo mal y ya no puedo más. Algunas preguntas por si estás pensando en rendirte.

5. Lo más básico puede ser un apoyo tremendo II

Cuando hay una persona en crisis severa, puede llegar a un punto en que su voluntad se vea comprometida, con lo cual, su salud física y bienestar general está en riesgo. Cuestiones tan básicas como lavarse los dientes, asearse, comer, respirar profundo, levantarse de la cama, pueden ser tareas tremendamente difíciles de realizar. Incluso si está de pie, un momento de confusión mental puede hacer que las tareas cotidianas más sencillas no puedan ser realizadas con facilidad. Para apoyar en ello, hay cosas muy básicas en las que puedes apoyar:

 

  1. Acercarle un termo con agua a su cama, en general, tenerle a la mano agua para facilitar su hidratación.
  2. Llevarle alimentos de fácil consumo pero que sean duraderos, como ciertas frutas y semillas.
  3. Alentarlo a comer o, de ser posible, hacerle salir de su cama y de su casa, de forma amorosa, con mucho cuidado y preguntando por sus deseos.
  4. Apoyarle en alguna tarea. Hay personas que a su vez tienen el cuidado de otras personas y pueden estar en crisis (por ejemplo, una amiga que esté maternando y se sienta rebasada por las labores domésticas y de cuidados). Puedes apoyarla preguntando qué es lo que más le preocupa y ayudarla a realizar esa labor. Incluso algo tan simple como lavar trastes puede ser de gran apoyo. Otro ejemplo puede ser apoyándole en alguna cuestión laboral. Me acaba de pasar que, por ejemplo, era incapaz de hacer algo tan fácil como copiar y pegar un texto para publicarlo. Mi pareja me apoyó a hacerlo y con eso abrió un mundo de posibilidades para volver a comprender de qué manera realizarlo yo sola. Parece una estupidez, pero no lo es. Pequeños detalles que parecen insignificantes pueden ser vitales en estos momentos, y al no estar acostumbradxs a aceptar la propia vulnerabilidad muchas veces somos incapaces de pedir ayuda por vergüenza o, simplemente, porque la mente no da para reconocer qué necesitamos. Es por eso que es mejor preguntar a la persona qué podemos hacer por ella en vez de hacerlo sin más, pues decidir por ellas puede ser invasivo y hasta violento. Apelemos a preguntar para que tengan el ímpetu de reconocer qué requieren y qué es importante para ellxs. Eso puede ser fundamental incluso para ejercitar su autoconocimiento. Ser funcional puede ser un proceso muy complejo.
  5. No perder el contacto. Como comentaba arriba, muchas veces una simple llamada o mensaje preguntando ¿cómo estás? puede ser fundamental para que la persona siga teniendo vínculo con el mundo exterior. No perderla de vista puede ser muy benéfico, incluso si te contactas solamente por unos minutos.

Por ahora es todo. Pronto la segunda parte sobre acompañamiento en crisis de ansiedad y cómo fortalecer el entendimiento de lo que le sucede a una persona en un colapso emocional o sensorial.

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[1]  Condición del Espectro Autista (CEA) 1, considerarlo al leer esta caja de herramientas.

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Trabajo Invisible

Por Sofía Castillo

 

Cuidados.  ¿Qué importancia le damos a estas tareas que principalmente están delegadas a las mujeres? ¿Cuánto hay de placer y cuánto de mandato en estas tareas?

 Sin duda el cuidar a alguien es un trabajo intensivo y extenuante, impide la autonomía económica de las mujeres y limita sus derechos. En esta entrevista quise hablar sobre ello con mi abuela quien, junto a su hermana, son las encargadas de cuidar a mi bisabuela.

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Sofía Castillo. Nacida en Ecatepec estado de México. Estudió fotografía, museografía y restauración en la escuela nacional preparatoria de la UNAM. Participó en la exposición colectiva «A 80 años de la avenida 20 de Noviembre» con la intervención de una fotografía del acervo del MAF. Su práctica audiovisual y fotográfica se enfoca más en lo documental.  Actualmente es estudiante de diseño gráfico en la UNAM.

Instagram: sophh_iaa

https://www.behance.net/frecas1

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Sensaciones

 por Kika Perez

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Erika Pérez (Nezahualcóyotl Estado de México 1986). Instructora en Canon Academy. 2017,
Graduada del Diplomado de Documental 2016 bajo la tutoría de José Luis Cuevas & Oscar Farfán en Gimnasio de Arte y Cultura, en donde también ha cursado distintos talleres. Desde 2011. Egresada del Seminario de Fotografía  Contemporánea del Centro de la Imagen y Centro de las Artes San Agustín 2015. Técnico en Medios de la Comunicación en Colegio Americano de Fotografía “Ansel Adams“2009. Cuenta con distintas exposiciones colectivas en la Ciudad de México.

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imagen por Rini Templeton

El capitalismo patriarcal es una fuerza cargada de destrucción

imagen por Rini Templeton
imagen por Rini Templeton

por Isaura Leonardo

agosto de 2019

En el libro Nombrar el mundo en femenino. Pensamiento de las mujeres y teoría feminista, de María-Milagros Rivera Garretas aparece una cita tomada de Moderata Fonte en la que esta última piensa en voz alta sobre la fuerza física diferencial entre varones y mujeres. Si ellos son más fuertes, dice Moderata, bien podrían estar a nuestro servicio, y nosotras, débiles, podríamos usar esta carta para tirarnos al ocio como las “patronas” que somos. En realidad no me interesa discutir la fantasía de Moderata Fonte (nombre maravilloso donde los haya), más bien me puso de frente a una paradoja inquietante. Si en efecto la mayoría de los varones son superiores en fuerza física y las mujeres somos en mayoría más débiles, ¿por qué el trabajo de cuidados de casas y personas enfermas o dependientes (bebés, discapacitad*s) ha recaído en quien es más débil? Es decir, aquellas labores para las que los varones fueron socializados y desarrollados corporalmente en la superioridad de fuerzas hace miles de años, como la guerra o la cacería de grandes mamíferos, no son una actividad cotidiana (excepto si eres espartano o luchador de la AAA), mientras que cuidar de la casa, administrar los recursos y atender de las personas dependientes sucede todos los días. Cazar grandes o pequeños mamíferos, por lo demás, nos está costando el planeta. Alguna vez leí que la evolución cultural va un paso delante de la biológica y la histórica crianza de varones proveedores/cazadores recién comienza a empatarse en su aspecto más evolutivo, y por eso pareciera que este estereotipo y sus dicotomías ambiguas (debilidad/fuerza, proveer/criar) se resisten a dejarse transformar.

Quizá nuestra presente confusión generalizada tiene que ver con el replanteamiento de todos los paradigmas que conocíamos hasta ahora, provocados en parte por la revolución cultural que el feminismo y los movimientos de mujeres, así como el de l*s medioambientalistas, vienen empujando. Como víctimas que han sentido sus efectos, a las mujeres, l*s mediambientalistas y comunidades indígenas, por ejemplo, les resultan más transparentes las nocivas dinámicas del capitalismo patriarcal ecocida actual. Hemos llegado a un punto de retorno necesario a cuando los animales y los árboles y los ríos eran sujetos del mismo cuidado que las personas, algo que los mapuche no han olvidado: para vivir junto al cauce de un río hay que pedirle permiso, avisarle, no hay que estar demasiado cerca, el río está vivo y puede ser que las familias se crucen en su camino, eso sería peligroso; o a cuando las naciones del Norte de América vivían en cordial acuerdo de intercambio de cuidados con los bisontes, a quienes llaman la nación bisonte, Tatanka Oyate, y de quienes obtenían, en un sistema ecológicamente equilibrado de cacería, su piel, su leche, su carne. A cambio, cuidaban de su hábitat.

Para volver a la dicotomía que estableció las labores en un diferencial sexogenérico, cabría hacernos una pregunta: ¿qué implica la dualidad fuerza/debilidad hoy, aquí y ahora?, política, social, afectiva, económicamente. En la naturaleza fiera, las leonas, se sabe, van por la comida mientras los machos esperan. ¿Qué es ser débil? Según lo interpreta Rivera Garretas, la fantasía ociosa de Moderata Fonte (importante decir que ella existió en el siglo XVI) es una irónica manera de presentar a la debilidad, que sólo puede ser femenina, como un objeto arrojadizo, sin embargo, en la práctica se ha traducido como una ambigüedad que está cooptando en las entrañas del capitalismo a las mujeres, sobre todo a las de clases trabajadoras. Volver al mercado laboral ha significado que miles y miles de mujeres se repartan en dos o tres jornadas de trabajo, una de las cuales, la doméstica, no es remunerada, lo que ha derivado en un agotamiento excesivo y un descuido indolente de su salud física, mental y emocional. En el trabajo doméstico o en el informal las mujeres se parten en pedazos para rendir el día y generar los recursos suficientes (a veces ni eso) y al mismo tiempo sostener sus casas (criar hij*s, atender dependientes, limpiar, etc.). Este círculo vicioso ha provocado también que las mujeres exploten a las mujeres, y que incluso mujeres de clase media baja y baja esclavicen a otras todavía más precarias para que se encarguen de las labores agotadoras del hogar. Precisamos, pues, distribuir los cuidados, pero no solamente, precisamos romper con los modos de hacer del mercado capitalista patriarcal neoliberal ecocida, no permitir la explotación de mujeres por mujeres; de la tierra por las personas; de las personas por el mercado.

Esta trama es un proceso largo, lo que explica su arraigo, pues como nos cuenta Marvin Harris, en Vacas, cerdos, guerras y brujas, los varones decidieron hacer la guerra, cazar a las bestias grandes y proveer del alimento y el territorio al clan. Las mujeres, pues, debieron quedarse en “casa” administrando de estos recursos, cuidando de las crías y los animales, de la tierra. Ese proceso implicó el debilitamiento de las mujeres, ya que si los varones irían a la guerra o a la caza, debían comer mejor y más que las mujeres, ese fue el cálculo. Y así se hizo, lo que provocó una práctica recurrente del infanticidio femenino: las madres dejaban morir a las hijas, subalimentadas, subcuidadas siempre. Estos seres viviendo por debajo del pronóstico, serían las cuidadoras no sólo de los varones, sino de la tradición, de las plantas, de la memoria, apartadas de los privilegios de experiencia, existencia y “decibilidad” (para seguir con Rivera Garretas) que inventaron para sí, un conjunto de prácticas y dinámicas que conocemos como patriarcado.

En uno de los testimonios que recoge Svetlana Aléxievich en La guerra no tiene rostro de mujer, una excombatiente soviética (de la Segunda Guerra Mundial) cuenta cómo en medio de las devastadas tierras en la frontera con Alemania vieron un potrillo. L*s compañer*s la azuzaron, silenciosamente, para hacer lo inevitable, lo que haría un pelotón que no ha comido ni ha visto comida en semanas. Ella se encarga de matarlo y cocinarlo. Lo que más me interesa es el final de su relato, que ella sentencia diciendo que era el único animal vivo que había visto en la guerra. Pienso entonces en una frase de María-Milagros Rivera Garretas de nuevo: “…las autoras que se separan del régimen de mediación por ellos [varones] impuesto desnutren al patriarcado” [Nombrar el mundo en femenino, p. 33]. Desnutrir al patriarcado, no puedo pensar en una imagen más elocuente; no sacrificar a los potrillos, lo último vivo que ha dejado la devastación de la guerra, para alimentar su institución bélica. Lo sé, no he ido a la guerra, estoy pidiendo demasiado, pero quizá no me refiero a literalmente no alimentar a un pelotón ni en invertir la fórmula “primitva” del infanticidio femenino y dejar de alimentar a los varones-guerreros, sino a la posibilidad de encontrar un modo diferente de relacionarnos, uno no devorador ni autodevorador.

Si el ser humano además ha estado en guerra con la tierra, redistribuir los cuidados, reinventar las relaciones de reciprocidad y cuidado mutuo, reinterpretar la dicotomía fuerza/debilidad es un imperativo de nuestra época. No quedan animales grandes para cazar, apenas quedan potrillos en la planicie devastada por la guerra, las mujeres nos agotamos en la trampa capitalista de la doble o triple jornada. Agotan nuestras fuerzas, capitalizan nuestras debilidades.

Precisamos no acoplarnos al deseo capitalista de volvernos hiperproductivas a la vez que hipercuidadoras y  apartarnos del camino de la relación capitalista-patriarcal con el trabajo, la vida, los cuidados, los afectos y la forma de decir y narrar nuestras vidas.

Llegada a este punto me parece que sería mucho más interesante leer a una trabajadora del hogar que a mí, conocer sus rutinas, escuchar cómo cuenta su doble jornada, cómo metaboliza la cotidianidad de dos entornos familiares. A las enfermeras, a las profesoras de preescolar, a las cuidadoras de enferm*s. ¿Cómo cuidamos de las cuidadoras? Tal vez si nos organizamos, tod*s podamos tener acceso a la fantasía de Moderata Fonte, cada tanto, si alguien más, si muchos más cuidan de la manada. Y si de pronto, toda la manada renuncia a la hiperproducción… no sé, tal vez nos veríamos forzados a imaginar otro modo de relacionarnos, de existir, pues. A lo mejor no ya para nosotr*s, sino para l*s que vienen: hablar con la palabra de esos antepasad*s amig*s de los bisontes para que lo escuchen quienes estén por llegar.

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Isaura Leonardo (Ciudad de México, 1984). Estudió Letras Hispánicas en la UAM Iztapalapa. Es investigadora independiente y escribe sobre todo de genocidio, arte y lenguaje, testimonio de guerra y mujeres combatientes. Es enferma crónica y también dedica buena parte de su pensamiento y tiempo a la enfermedad, los cuidados, las políticas de salud y la industria farmacéutica.

 

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Neoliberalismo y división sexual del trabajo

 

por Rocio Isela Cruz Trejo

Neoliberalismo como ideología y política económica

El Neoliberalismo es tanto una ideología como una política económica que se refiere esencialmente al desplazamiento del Estado como administrador de los bienes de la población que actúa en pos el interés común y como contrapeso (en su papel de representante de todos los ciudadanos) de los intereses  privados, y en cambio lo convierte en un intermediario y facilitador del capital privado y los intereses de las clases privilegiadas.

Este cambio en la visión del papel del estado y la preponderancia del mercado como actor y motor de la economía, es esencial para entender la forma en la que todo lo que nos rodea ahora sólo es comprensible en términos mercantiles como ganancia, oferta, demanda, consumo y en donde el éxito de las políticas y actividades sólo es válido en tanto es medible, comparable, cuantificable y capitalizable.

Christian Laval y Dardot definen el neoliberalismo como una racionalidad que organiza y estructura no sólo la acción de los gobernantes sino también la conducta de los gobernados (…) (un) conjunto de discursos, prácticas y dispositivos que determinan un nuevo modo de gobierno de los hombres según el principio universal de la competencia’ (Laval:2013:15).

A lo anterior agregan la importancia de la ‘competencia’ como el factor que permea todas las esferas sociales -desde lo individual/interpersonal hasta lo gubernamental-, y que convierte nuestros cuerpos y relaciones en productos mejorables, comercializables y que por ende requieren de la capacitación y mejora constante para no dejar de ser competitivos en el mercado.

La competencia vista de este modo, es el elemento que pese a que nos somete a diferencias sociales y económicas cada vez más profundas, da sentido y construye nuestra realidad de tal forma que nos es imposible no sólo imaginar una alternativa política y económica distinta al modelo neoliberal, sino que además nos hace asumirnos como únicos responsables de la situación económica y social en la que nos encontramos, ignorando de esta forma (y muy convenientemente), el poder estructurante y modelador de las estructuras políticas, económicas, sociales y patriarcales  que nos anteceden.

En esta lógica, sólo los individuos y las organizaciones ‘más aptas’, en constante cambio y con mejor ‘adaptabilidad’ lograrán prevalecer y sobrevivir; marginando y haciendo imposible la supervivencia de quienes estructuralmente se encuentran en la base de la pirámide social, o que pertenezcan a grupos socialmente considerados vulnerables. Herbert Spencer retomando el evolucionismo de Darwin nombró a esto ‘darwinismo social’, que es ‘la supepervivencia del más apto concebido como mecanismo de evolución social, y la creencia de que el concepto darwiniano de la selección natural puede ser utilizado para el manejo de la sociedad humana (…) La competencia ya no es considerada como en la economía ortodoxa clásica o neoclásica, una condición de la buena marcha de los intercambios de los mercados, es directamente la ley despiadada de la vida y el mecanismo del progreso por la eliminación de los más débiles (Laval:2013:47).

En este marco, el gran triunfo del neoliberalismo ha sido encarnar la competencia en nuestros cuerpos y volverse los lentes con los que miramos (y tasamos) el mundo. Cada cuerpo es ahora consumidor, mercancía y fuente constante de datos (big data) desde donde es posible producir y asegurar el consumo de más mercancías, y de esta forma la perpetuación del modelo neoliberal.

A los conceptos desarrollados hasta este punto hay que añadir la deuda y la culpa, ya que en el modelo neoliberal el individuo asume como propias las funciones y  responsabilidades que antes eran del estado como la salud, el cuidado, la vivienda y la educación y se culpa a sí mismo cuando no logra satisfacer estas necesidades.

Así mismo, el individuo adquiere deudas para poder solventar los gastos derivados de estas responsabilidades adquiridas, y se convence de que el trabajo y la capacitación constante son el único camino para poder generar el capital necesario para vivir; se culpa por no ser lo suficientemente competitivo como para acceder a mejores condiciones laborales y sociales y se somete a jornadas laborales extenuantes en detrimento de su salud y bienestar bajo la consigna de que éste es un estado transitorio y que en el futuro el bienestar que tanto anhela será una realidad. Un futuro que en el marco de la competencia se torna cada vez más incierto.

Isabell Lorey al respecto, traduce esta incertidumbre en precariedad y la define como: ‘Formas históricas específicas de inseguridad –que son inducidas política, económica, legal y socialmente-. Estas formas de inseguridad son mantenidas por modos de gobierno, relaciones consigo mismo y posicionamientos sociales’ (Lorey:2016:18).

La precarización permea nuestros afectos y relaciones y nos aísla en una ficción individualista que niega nuestra naturaleza colectiva y el potencial transformador de los vínculos sociales. Como apunta Virginia Cano, el neoliberalismo es rico en tecnologías de aislamiento y nos hacen sostener(nos) y reproducir(nos) como individuos aislados, y así como hace deseables los dispositivos de control, hace deseable el aislamiento al ofertarlo como una posibilidad de liberación (Cano:2018:32).

Paradójicamente,  son de hecho los vínculos, las redes y los afectos lo que posibilita en gran medida que seamos día con día parte activa del engranaje económico. Todo el trabajo de cuidar, mantener vínculos afectivos con los otros, generar lazos y fomentar la escucha de unos y otros, es lo que permite que la precariedad sea soportable, y aunque invisibilizado, ese trabajo de cuidados es la base que posibilita la reproducción y acumulación del capital.

En este punto es necesario subrayar que este trabajo de cuidados es -debido a la división sexual del trabajo- una labor realizada mayormente por mujeres, y que al conformarse de acciones asociadas culturalmente como ‘naturalmente femeninas’ es invisibilizado y carece de retribución. A pesar de esto, la necesidad de alimento, ropa limpia, atención a la crianza, afecto y todo lo comprendido dentro del espectro del ‘trabajo de cuidados’, no desaparece en la medida en que es ignorado; sin embargo ignorarlo -y en este punto recojo el pensamiento de Silvia Federici-, sí es un elemento crucial para entender la acumulación del capital, la reproducción del modelo económico, y la importancia de la opresión de las mujeres bajo el sistema patriarcal (Federici:2011:197).

Es claro que el neoliberalismo afecta a todas las clases y esferas sociales, sin embargo y muy a propósito del ejemplo anterior, es necesario subrayar que esto no quiere decir que afecte a todos los individuos indistintamente. Es importante puntualizar que hay sujetos que acumulan múltiples y variadas formas de opresión, y que existen profundas diferencias entre las formas en que se viven y encarnan los efectos del neoliberalismo y el patriarcado entre hombres y mujeres.

Mujeres / división sexual del trabajo / neoliberalismo

A partir de lo expuesto en el apartado anterior, podemos inferir la importancia que entraña la asignación de trabajos respondiendo a una característica física como lo es el sexo y sobre todo, la relevancia de la reproducción y sus actividades relacionadas como una tarea exclusiva de las mujeres. En este sentido Marcela Lagarde y de los Ríos resume lo siguiente: ‘La homologación de las actividades de la mujer con los hechos procreadores que le ocurren, como hechos naturales, (…) Así el trabajo de la mujer se constituye en mucho más que una característica sexual: es sexualidad femenina, queda subsumido y negado en la feminidad-naturaleza’ (Lagarde:2011:113-114).

De esta forma lo que inicialmente parecía un avance en la búsqueda de ‘autonomía’ y ‘libertad’ (conceptos también cooptados por el neoliberalismo), resultó en la profundización de su ya de por sí condición desigual de vida, y dio pie a lo que ahora se conoce como ‘la doble jornada laboral’. Esto es, derivado de que cultural y socialmente son las mujeres las encargadas de la crianza y el mantenimiento de los vínculos afectivos, las mujeres deben realizar el trabajo de cuidados (jornada de trabajo no pagada) y sumado a esto con su inserción en el mercado laboral, deben cubrir una jornada de trabajo fuera de casa con las responsabilidades propias que esto supone, lo que por lo general las empuja a aceptar trabajos que les permita hacer frente a su jornada no pagada -eventuales o de media jornada- y que al final del día terminan por profundizar sus condiciones de desigualdad.

Sobre esto y sobre la manera en que el modelo económico terminó por transformar la crítica en una herramienta para su reproducción, Alejandra Castillo apunta que ‘La crítica a la mantención de un orden masculino anclado al salario familiar termina por ser resignificada como un argumento neoliberal a favor de la incorporación masiva de las mujeres al mercado laboral, pero en términos de precarización, flexibilización, bajos sueldos y la obligatoriedad de mantener el espacio familiar con dos sueldos. Es más, parte del vigor del orden del capitalismo neoliberal pasa por la recepción positiva de las políticas de género’ (Castillo:2015).

Es importante señalar que sumado a lo anterior, las tareas y trabajos relacionados con lo femenino -o feminizados- (y que nuevamente son en muchos casos trabajo de cuidados), son los que tienen menor paga en el mercado laboral: enfermeras, trabajadoras sociales, trabajadoras del hogar, etc.; acentuado por el hecho de que las mujeres tienen mayores dificultades para acceder a la educación y a la profesionalización de sus tareas, y que aun en las tareas profesionalizadas son las relacionadas con lo femenino las que tienen menor reconocimiento tanto como clave para el ‘progreso humano’ como en su adecuada retribución o paga (tal es el caso de las ciencias sociales y humanas en comparación con la ciencias ‘duras’).

Finalmente aunque las mujeres -independientemente de las condiciones-, se han insertado masivamente en el mercado laboral, este cambio no ha supuesto lo mismo en relación con los hombres y su inserción al trabajo de cuidados, colocándonos en un escenario ficcional en el que aunque aparentemente las mujeres se encuentran en una situación de igualdad y representación sin precedentes, siguen contenidas en posiciones subordinadas y de precariedad.

Ante esto, Marta Lamas añade el hecho de que la segregación laboral promueve la sobre-representación de los hombres en los espacios políticos y económicos, y el que estos promulguen políticas y leyes que no tomen en cuenta las necesidades específicas de las mujeres, pintando un panorama presente y futuro del que se nutre el sistema neoliberal de crecimiento económico que no permite la generación de reformas estructurales estratégicas capaces de subvertir los problemas que este mismo sistema produce (Lamas:2014).

Así que aunque la experiencia histórica nos ha demostrado que la inserción de las mujeres en el ámbito laboral es indudablemente importantísima, no es el problema central. Es necesario replantear como diría Silvia Gil el mercado laboral empezando con una reducción de la jornada de trabajo y el derecho de cuidar y ser cuidado para todas las personas que sobre todo rompa con la obligatoriedad impuesta de manera exclusiva a las mujeres (Gil:2019). Así mismo una política que expulse la productividad como epicentro de nuestras vidas y en cambio se centre en la posibilidad de una vida digna para todos. Un modelo económico y social que no esté enfocado en la competencia, la acumulación y lo material y en cambio pugne por un bienestar compartido, que luche contra el ideal individualista del crecimiento única y exclusivamente personal. Una reformulación radical de lo que conocemos con miras a la conformación de un sistema en donde todos, en colectivo tengamos vidas dignas por igual.

Bibliografía

Cano, Virginia (2018) Solx no se nace, se llega a estarlo. Ego-liberalismo y auto-precarización afectiva en Los feminismos ante el neoliberalismo. Ediciones la cebra. Argentina.

Castillo, Alejandra (2015) ¿Feminismo neoliberal? (Parte I). El desconcierto.cl consultado en https://www.eldesconcierto.cl/2015/12/22/feminismo-neoliberal-parte-i/

Federici, Silvia (2011) Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria. Tinta limón ediciones, Buenos Aires.

Gil, Silvia (2019) Esta revuelta feminista tiene su origen en América del Sur en El periódico consultado en https://www.elperiodico.com/es/sociedad/20190616/entrevista-feminista-silvia-gil-7499724?fbclid=IwAR16Ro1eggs-VICqu-fu9DAVt9VZhqzTsTeLhX3amNEzzvivHFqxXOEEWac

Lagarde y de los Ríos, Marcela (2011) Los cautiverios de las mujeres. Madresposas, monjas, putas, presas y locas. Siglo XXI, México.

Lamas, Marta (2014) Mujeres y política neoliberal en Revista proceso en línea. Consultado en: https://www.proceso.com.mx/381603/mujeres-y-politica-neoliberal-2

Laval, Christian (2013) La nueva razón del mundo. Editorial Gedisa, Barcelona. España.

Lorey, Isabell (2016) Estado de inseguridad. El gobernar la precariedad. Traficantes de sueños. Madrid

Lorey, Isabell (2018) Preservar la condición precaria, queerizar la deuda en Los feminismos ante el neoliberalismo. Ediciones la Cebra, Argentina.

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Rocio Isela Cruz Trejo

Doctorante en Ciencias Sociales y Humanidades, Maestra en Historia del Arte con especialidad en Arte Contemporáneo por la UNAM. Licenciada en Comunicación Social por la UAM; Relaciones Comerciales por el IPN y en Diseño Gráfico por la UNITEC.

Ponente en espacios como el ‘Foro de mujeres’ del Bicycle Film Festival (2015), la Muestra marrana (2015), el 1er. Congreso Internacional de género y espacio (2015) y el Coloquio Universitario de Análisis Cinematográfico (2016), así como invitada a espacios radiofónicos como ‘Bicictlán’ y ‘No al silencio’ ambas emisiones de ‘Reactor 105.7’ para hablar de temas de género y/o movilidad.

Como activista e investigadora, trabaja en proyectos sobre las formas en la que se construye el género a través de la imagen, así como las múltiples relaciones simbólicas entre el género, el cine, la televisión y la ciudad.

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Mis amantes y otros orgasmos

por Soledad Arnau Ripollés

Dpto. de Filosofía y Filosofía Moral y Política (UNED)

Yo no pido nada extraordinario
Solo un hombre de verdad
Que me cambie las bombillas y que me lave el coche
Que sea buen feminista
Que defienda la Igualdad de los Géneros
Quiero un tipo que sea NO CAPACITISTA
Que en la calle respete las diversidades humanas
Pero que en mi cama sea sexualmente NO hegemónico
(Versión libre realizada por Soledad Arnau
sobre el fragmento de la canción de Shakira y Nicky Jam “Perro Fiel”)

 

Introducción. De lo extraordinario a lo normal

Así es. Como bien dice la canción, en principio, yo, tampoco busco nada extraordinario, es decir, nada fuera de «lo normal». Como mujer heterosexual, manifiesto interés explícito por los hombres y, hasta cierto punto, confieso que podría interesarme si fuese un «hombre de verdad». En términos generales, cuando se producen encuentros con las demás personas, en particular, si existe una cierta intencionalidad afectivo-sexual, que sean mujeres u hombres «de verdad» ¿podría ser relevante a la hora de intercambiar sexo? Si pensamos bien estas afirmaciones, no cabe la menor duda de que son muy esencialistas. ¿Qué puede ser un hombre de verdad? ¿Qué tipo de sexo puede ofrecer un hombre así? Y, en contraposición, ¿pueden existir por tanto «mujeres de verdad»? Yo, ¿sería una de ellas?

Desde luego, me interesan los hombres dispuestos a cambiar bombillas o lavarme el coche. Todo ello es útil. Ahora bien, yo no tengo nada claro que realizar estas actividades cotidianas puedan tener algún tipo de correlato con lo que pueda significar qué es ser un hombre de verdad.

 

Primer orgasmo: La ontología del Ser (hombre/mujer)

Toda una búsqueda ontológica del «ser hombre», pero llegado a este punto, también lo podemos plantear sobre la ontología del «ser mujer». Cabe recordar que el sistema binario sexo-género nos explica que sólo existen dos sexos y dos géneros.

Esto es algo que se ha ido criticando a lo largo del tiempo y que ha tenido consecuencias trasformativas significativas. Tenemos un Sistema sexo-género que cuando se concibe exclusivamente como binario, es deficitario y alejado de la realidad. Las Teorías Queer y del Género han puesto sobre la mesa el hecho que los roles tradicionales divididos en función del género de una persona, de manera binaria, son procesos culturales y sociopolíticos que generan discriminaciones y opresiones. En estos momentos, la libertad sexual que hemos adquirido las mujeres es importante, sin embargo, lo cierto es que «en lo sexual» sigue existiendo una desigualdad estructural como punto de partida entre mujeres y hombres.

Dentro de este esencialismo buscamos unas características y cualidades o atributos determinados para intentar definir qué es lo humano; qué es el hombre; qué es no ser hombre; qué es ser mujer y qué no es ser mujer.

Las definiciones que se nos dan es que si alguien es una cosa, hombre o mujer, no puede ser «lo otro» o «las dos cosas a la vez». El hombre ha sido el referente, por tanto, la mujer ha sido concebida como aquello otro. La bisexualidad queda fuera de este esquema, es irreal.

 

Segundo orgasmo: la pluralidad epistemológica

A la hora de intentar explicar la realidad vemos que hay personas y seres humanos que no encajan dentro del binomio sexo-género hombre vs. mujer.

En todos estos discursos críticos que reclaman una igualdad (en derechos) desde las diferencias, el quiénes somos en sentido esencialista se desdibuja puesto que ya podemos ser de muchas formas, incluso de modo dinámico (en una época de nuestras vidas podemos ser de un modo y en otra época, seguir siendo pero de manera diferente). ¿Podemos ser lo que queramos y cuando queramos? Ahora bien, la sociedad en la que vivimos, ¿está preparada para todos estos cambios continuos?

Existen muchos hombres. Existen muchas mujeres. La pluralidad se concibe como «lo que es». Hay muchas modalidades diferentes de ser hombres; muchas modalidades diferentes de ser mujeres; y otro gran abanico de existencias humanas que no sólo conforman la pluralidad, sino que generan ruptura epistemológica. Existen muchas otras personas que, nos cueste más o menos de entender, no terminan de sentirse identificadas con determinadas identidades y prefieren mantenerse al margen; y algunas otras realizan tránsitos, yendo de unos espacios sexo-genéricos a otros.

Tercer orgasmo: El encuentro existencial conmigo misma

Soy una mujer con diversidad funcional física de nacimiento, con necesidades de apoyos generalizados y permanentes. Toda mi vida he necesitado que alguien me ayude a levantarme, comer, vestirme, encender/apagar el ordenador, ponerme las gafas, maquillarme, ducharme, ponerme el sujetador de encaje y las bragas a juego… Lo ha hecho mi familia, en particular, mi madre; Servicios Sociales a través de la ayuda a domicilio y, posteriormente, de una plaza residencial; y, en la actualidad, mediante los Servicios de Asistencia Personal.

El sistema biomédico-clínico-rehabilitador-sociosanitario, junto con uno de los sistemas de dominación opresor más universal que puede existir como es el patriarcado, se han encargado a lo largo de mi ciclo vital de recordarme que yo formo parte de ese lado «que no debería ser». Mi existencia se ha ido desarrollando desde una dis-ontología; soy aquello que no debería ser; soy aquello que no se es.

Por un lado, desarrollarme desde este «no ser» no ha sido nada fácil, es decir, desarrollarme como una «no mujer» (o, como una «no mujer de verdad») ha sido verdaderamente complejo. Sin embargo, y por otra parte, más difícil resulta todavía «no ser» con los otros o las otras.

Cuarto orgasmo: Siendo sin ser. El capacitismo

Las teorías clásicas del amor romántico, las políticas públicas de los cuidados tradicionales y patriarcales, el propio patriarcado o su gran aliado, el sistema capacitista, han definido mi realidad humana y fáctica como una cierta «aberración de la feminidad».

El Capacitismo, al igual que el patriarcado, puede llegar a matar; perjudica seriamente la salud; perpetúa relaciones asimétricas de poder; otorga privilegios a quienes «tienen capacidades»; quita valor moral/jurídico/político/económico/cultural a aquellas otras existencias «incapacitadas», con «menos capacidades», con «discapacidades». El Capacitismo se construye dividiendo la realidad en dos, donde todo queda muy delimitado.

Las personas con diversidad funcional, en función de su diversidad y de sus necesidades de apoyos, permanecemos más o menos en los márgenes de la sociedad, la cual quiere concebir como evidente sólo a unas determinadas realidades humanas muy concretas. La diversidad funcional no forma parte de este listado, por lo que queda fuera. Se nos deja en las periferias. Nadie parece querernos, ni menos aún, desearnos. La discapacidad, la dependencia, la minusvalía… y un largo etcétera de nomenclatura que nos recuerda que «somos menos» que el resto, son denominaciones vinculadas a la enfermedad, la tristeza, el sufrimiento, la debilidad, la fealdad, la pobreza, el analfabetismo… En este escenario, ¿quién en su «sano juicio» va a querer mantener relaciones sexuales con nosotras/os/xs?

Esta pregunta me ha atormentado durante muchos años. ¿Quién en su «sano juicio» va a quererme y/o relacionarse sexualmente conmigo? Aunque en estos momentos de mi vida entiendo que es una pregunta curiosa e interesante, reconozco que la necesidad más inmediata de las personas con diversidad funcional cuando tenemos necesidades de apoyos no es precisamente la sexualidad ni la erótica. Cosas muy inmediatas como levantarse, garantizar que alguien pueda darte de comer, te acompañe al WC tantas veces como se precise o te acueste, ya es mucho. Sin embargo, todas estas inmediateces nos copan gran parte de nuestra vida y eso significa que hay quien se olvida de su dimensión sexual.

Quinto orgasmo: rompiendo con el Capacitismo a través del sexo

En alguna ocasión hemos escuchado que el «sexo nos hará libres». Bien puede ser esta la ocasión.

A través de la vida sexual, de la sexualidad, de la erótica, de los deseos, de los placeres…, me reapropio de mi cuerpo. El sexo es carnal. También es plural como las personas.

El sexo es carnal, social, político, sensitivo, cultural, es propio y también puede ser compartido. Constantemente creamos «culturas sexuales«. Yo pertenezco a una realidad en la que la cultura sexual tradicional se fundamentaba en la ignorancia, la nula importancia del consentimiento sexual, los miedos, las reprobaciones por parte de la sociedad y de la religión, circunscripciones a que «lo sexual» sólo podía tener sentido dentro del matrimonio y enfocado para la reproducción, y desde la heterosexualidad y la monogamia. Entre todas estas creencias y el refuerzo que han tenido las teorías también tradicionales del amor romántico, se ha constituido un caldo de cultivo singular que, de algún modo, se ha materializado en lo que denomino como una Cultura de la anulación de la sexualidad.

¡Mi cuerpo me pertenece!, incluso, aunque tenga necesidades de apoyos generalizados constantes y permanentes. El sexo es conocimiento, es placer, es autoconocimiento, es un encuentro conmigo misma y con otros. ¡Me gusta el sexo! Y lo quiero vivir a solas y también en compañía.

Todos estos posicionamientos feministas (trans-feministas) han servido muchísimo a la población de personas con diversidad funcional con necesidades de apoyos. Si lo evidente ya no tiene por qué seguir siéndolo, puesto que aquello «evidente» también es una construcción social y cultural, y con fuertes tintes de prejuicios. Quienes hemos sido definidos como «discapacitados» o «dependientes» tampoco tenemos por qué seguir siéndolo. Este es un verdadero descubrimiento.

Sexto orgasmo: mis amantes

Vaya por delante todo mi respeto hacia los hombres con los que interactúo afectivo-sexualmente.

A lo largo de toda mi travesía existencial he conocido a unos cuantos; unos, a darlo todo; otros, a dar sólo lo que podían dar; otros, otros a sólo recibir… Todos ellos han interactuado conmigo desde mi diversidad, desde mi feminidad no hegemónica, desde mi sexualidad disidente, desde mis deseos y erótica concretos.

Hay quien lo ha llevado mejor; hay quien lo ha llevado más regular y hay quien no ha sabido llevarlo en ningún momento.

Estos hombres, desconozco ahora mismo si podríamos decir que conforman esa ontología inicial del ser «hombres de verdad» o no, pero han sido hombres aparentemente hegemónicos, convencionales, dentro de la media de la normalidad, hombres no extraordinarios, hombres sin diversidad funcional… ¿Cómo son estos hombres? ¿Cómo se comportan? ¿Por qué han interactuado conmigo? ¿Les gusta/excita tener sexo no necesariamente hegemónico?

Para empezar me es mucho más fácil relacionarme con estos hombres, puesto que hombres con necesidades de apoyos generalizados, en caso de que me apeteciera, apenas los encuentras en las calles o en los garitos nocturnos.

Aún así, relacionarme sexo afectivamente no es nada sencillo. ¿Qué es lo que dificulta tanto relacionarse conmigo? ¿Mi propia diversidad? ¿Mi necesidad de apoyos humanos permanentes? ¿Mi lenguaje diferenciado de seducción? ¿Existen hombres educados desde una cultura de vida independiente que conozcan que algunas personas para ser independientes y llevar una vida digna necesitan de sus asistentes personales?

Séptimo orgasmo: mis amantesy las figuras de apoyo (asistentes personales o asistentes sexuales)

Aunque siempre he sido una persona que no he encajado adecuadamente en el perfil de mujer que se esperaba de mí, ya que fallé en el minuto cero, naciendo como mujer con diversidad funcional física, lo cierto es que en determinado momento de mi vida empecé a desear y excitarme, como lo puede hacer una gran mayoría. He deseado/deseo hombres por mi condición heterosexual… ¡vaya!. Ahora bien, lo que en ningún momento hubiera/he imaginado es que pudiera sentirme deseada por algunos de esos hombres a pesar de mis circunstancias. ¡Vaya, vaya, vaya! Pero, ¿quiénes eran/son estos hombres? ¿Estaban/están en su «sano juicio» por desearme? ¿Era/soy yo quien tenía/tengo que «frenarles» para devolverles a la cordura? La cordura, ¿nos garantiza que sean «de verdad»? O, por el contrario, ¿nos aleja de ello?

Entiendo que algunos de ellos han expresado deseos sinceros hacia mi persona, hacia mi feminidad, hacia mis curvas y mis encantos. Ello ha sido combinado con deseos morbosos, no sé si igual de legítimos, pero sólo por el morbo de acostarse conmigo por mis circunstancias concretas. La cuestión es que entre unas realidades y otras he ido creciendo en mis experiencias vitales y sexuales.

A través del sexo he entendido cuán positivo es re-apropiarse del cuerpo. Reconocer tu cuerpo no como aquello que no es, como aquello que no debiera ser, sino como «lo que es» con sus sentires, placeres, dolores…

El sexo me reconcilia conmigo misma, pero… necesito encontrar hombres feministas, no capacitistas, con miradas sexuales más amplias, dispuestos a vivir la sexualidad no sólo de manera coito-genital.

Necesito encontrar unos amantes que sean respetuosos con la cultura de vida independiente, que entiendan mi necesidad de disponer de la figura laboral de asistente personal y, también, de esta otra nueva figura, la asistencia sexual.

Quiero seguir teniendo muchos amantes, pero quiero exigir unas condiciones sexuales adecuadas de vida y, para ello, necesito que la vida independiente configure la centralidad de las políticas públicas de los cuidados. Quiero amantes comprometidos con los derechos sexuales, con el consentimiento sexual, con la libertad sexual.

En qué punto se encuentra el orgasmo, ¿en mis exigencias respecto de los hombres? ¿En el hecho que soy una tipa singular con unas exigencias que tal vez no debiera expresar? Una de las lecturas que se hacen es que no seas exigente tal y como estás. En caso de que se me permita exigir/expresar mis deseos y voluntades, ¿influye la diversidad funcional concreta? ¿Tendría la misma validez o invalidez si estas exigencias las expresase una mujer con diversidad intelectual o del desarrollo?

Cuantas más necesidades de apoyo tenemos se sabe que nuestras posibilidades sexoafectivas son menores. No en cuanto a nuestras fantasías sexuales y/o eróticas, ni tampoco tiene porqué ser respecto de nuestras apetencias o deseos. Sin embargo, cuantas más necesidades de apoyo tenemos, parece que seamos menos deseables. Nadie construye su imaginario colectivo sexual con personas con necesidades de apoyos, porque… ¿qué lugar ocuparía el apoyo humano en todo ese constructo sexual?

Hay quien piensa, desde el más absoluto desconocimiento, que puede ser divertido porque se podría formar un trío y/o porque «da morbo» pensar que puede haber un tercero a modo de mirón (voyeurismo[1]​). Pocas personas entienden adecuadamente lo que implica vivir con apoyos humanos y el papel que deben jugar estos apoyos en cualquier escenario de la vida de la persona con diversidad funcional. Todavía a día de hoy no existe una Cultura de Vida independiente. Apenas conocemos personas que viven con asistencia personal, que sean nuestras vecinas, que coincidamos en los supermercados, universidades, lugares de trabajo, bares, clubs, fiestas BDSM o Swingers… No existe la cultura de vida independiente generalizada, con lo cual, ninguna persona sabe comportarse adecuadamente. No se ha tenido la oportunidad de cohabitar, con lo cual, no ha habido aprendizaje.

Como buena activista del Movimiento (mundial) de Vida Independiente, defiendo su filosofía abiertamente y, en consecuencia, interpreto que con asistencia personal se puede llegar a alcanzar unas cotas significativas de igualdad respecto a la demás ciudadanía y, por qué no decirlo, también de libertad en todos los ámbitos, incluido, por tanto, ¿también en el sexual? La única respuesta posible es/debe ser afirmativa.

Multiorgasmos: Reflexiones finales

En el proceso de desconstrucción teórico ha faltado durante mucho tiempo dar visibilidad a ese otro sistema también opresor de dominación hegemónico como es el «sistema capacitista«. La Teoría Crip y el paradigma de la diversidad son elementos clave a la hora de interpretar y dar explicación de manera crítica del capacitismo. Este sistema junto con el patriarcal, el sexo-género y el sistema capitalista, han configurado un gran entramado sociopolítico, cultural y económico que divide la realidad social entre quienes tienen muchas capacidades frente a aquellas otras, las personas nombradas como discapacitados o dependientes; es decir, entre quienes están dentro y quienes son expulsadas/repudiadas del listado mencionado más arriba.

Entre todo este panorama es difícil creer que pueden existir hombres que, tal vez, de manera crítica, o no, se aproximan a mí desde el deseo más carnal y humano. Aún así, me ha sucedido. Mi feminidad no hegemónica, mi ser sexualmente activa y otras singularidades de seducción, han contribuido a que haya hombres, en su sano juicio, o no, se hayan aproximado a mí. En esos instantes pienso si estos hombres serán «normales» o no… Yo, si quisiera no desconstruir, aspiraría a que sean normales, como si la normalidad me garantizase algo que ni siquiera sé bien de qué se trata. De hecho, puede que cuando Shakira y yo estamos pidiendo un «hombre de verdad» sólo nos estamos planteando un ¿hombre normal? Como si la normalidad y la verdad tuviesen que ser co-sustanciales. No lo son, pero hacemos muchas intentonas de interpretar ambos conceptos como si fuesen sinónimos.

Desde el más profundo respeto hacia todas las personas, en este caso, hombres que han compartido/comparten cama conmigo, debo confesar que existe un gran desconocimiento hacia mi condición humana concreta. Nadie sabe cómo tratarme; hacer uso de la grúa, el pañal, la silla de ruedas…, como posibles juguetes eróticos; cuesta bastante entender que mis códigos de seducción son diferentes a lo más estrictamente normativo; nadie sabe cómo compartir la intimidad; o nadie sabe cómo relacionarse conmigo (es decir, con alguien que necesita cotidianamente apoyos humanos para realizar cualquier actividad). Cada vez que quiero ponerme sexy lo hago a través de un apoyo humano.

Decía que el sexo es carnal, social, político, sensitivo, cultural, es propio y también es compartido. Constantemente creamos «culturas sexuales«. Y mi cultura sexual es la de la anulación «por defecto». El hecho de que mi cuerpo, mis maneras de acariciar, mis posturas sexuales y toda una serie de situaciones contextuales que envuelven un acto sexual conmigo, hacen que yo forme parte de esa «Cultura de la anulación de la sexualidad». Es importante recordar que esta cultura se apoya con las teorías tradicionales del amor romántico, las cuales comunican que para mí no hay un príncipe azul; y que yo no voy a poder ser princesa.

A lo largo de todo este aprendizaje, personal y profesional, observo que todas las personas necesitamos una mayor educación sexual, ahora bien, en sentido amplio. No sólo para prevenir embarazos no deseados o evitar enfermedades de transmisión sexual, que también, pero… se necesita una buena educación sexual en sentido amplio para que aborde la diversidad humana, y la diversidad funcional con necesidades de apoyo en particular, así como también los deseos, los placeres o las eróticas. Una educación que nos explique que existen tantas sexualidades/placeres/eróticas/deseos como personas hay; y que valore estas maneras de ser y de estar en el mundo a fin de que todas podamos tener encuentros sexuales placenteros y satisfactorios.

Los seres humanos de manera cotidiana intentamos transgredir constantemente ante muchas realidades; no hacemos caso cuando se nos dice que fumar perjudica seriamente nuestra salud; desobedecemos las normas establecidas constantemente y, cuando se trata de lo sexual, parece que incluso llegue a gustar más la transgresión. En lo sexual, transgredir es excitante o lo que no conocemos nos inquieta y puede que, incluso, nos apetezca más. Sin embargo, lo que la cultura de la anulación de la sexualidad nos dice continuamente es que las personas con diversidad funcional con necesidades de apoyos quedamos fuera de ese espectro deseable dentro de la transgresión.

En mi recorrido vital, en ocasiones me pregunto si mis amantes consideran que estarán transgrediendo cada vez que se relacionan conmigo. Pero… ¿puedo yo estar transgrediendo en algún sentido cuando comparto sexo con todos estos hombres?

En mi caso, no resulta fácil transgredir. La heteronormatividad obliga a unos comportamientos o prácticas que puede que yo no lo pudiese cumplir, bien en su totalidad o bien en parte. Pero eso no sería transgresión. Para que yo pudiera transgredir necesitaría tomar opciones libres sexuales. ¿Deben convertirse mis amantes en mis apoyos, aunque sea de manera puntual? No. Necesito Asistencia Sexual para cuando quiera practicar autoerotismo conmigo misma y para vivir mi libertad sexual. Mis amantes, los quiero para mis ganitas de hetero-erotismo.

El capacitismo anula mi sexualidad. No soy igual de válida sexualmente por unas condiciones biofísicas concretas o ¿por todo lo que nos cuenta esta cultura de la anulación de la sexualidad sobre las «condiciones biofísicas concretas» como las mías mediante su discurso diversofóbico? Necesito apoyos, sin embargo, esta cultura de la anulación de la sexualidad me dice que «con apoyos» mi vida sexual ya no merece la pena. En fin, esperemos que se equivoque y que cuando alguien se roce conmigo, la experiencia nos ayude a entender cuánta pasión y fogosidad puede haber en y desde la diversidad.

[1] La palabra francesa voyeur deriva del verbo voir (ver) con el sufijo de agente –eur, y significa «el que ve». De ella procede el castellano «voyerista». El voyeurismo​ es una conducta que puede llegar a ser parafílica. Quienes presentan esta conducta se conocen como «voyeristas» (del francés voyeur). Buscan obtener excitación sexual al observar personas desnudas o realizando algún tipo de actividad sexual (delectación voyeurista); sin embargo, no implica ninguna actividad sexual posterior por parte de esta persona voyeurista.

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Soledad Arnau Ripollés. Licenciada en Filosofía (UNED). Especialista en Filosofía para la Paz, Filosofía Feminista, Bioética y Sexología. Activista del Movimiento (mundial) de Vida Independiente. Investigadora del Dpto de Filosofía y Filosofía Moral y Política (UNED) y cofundadora de la Oficina de Vida Independiente de la Comunidad de Madrid y coordinadora de la misma de julio de 2006 a enero de 2012.

soledadarnauripolles@gmail.com

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¿Quién cuida a quien cuida? Familias cuidadoras de personas en situación de discapacidad

Jesús Manuel González Huerta
Juana Guadalupe Reynoso Mata
Froylán Mauricio Díaz Rojas

Hablar de lo que no se habla permite dimensionar los alcances de un problema, a su vez, identificar los aspectos que lo generan y, finalmente, ofrecer soluciones o alternativas. En este ensayo optamos por dialogar con sensibilidad y respeto de un tema complejo; debido a que conocemos las causas y consecuencias desde experiencias personales, así como aquellas que hemos recuperado a través del trabajo de acompañamiento de personas en situación discapacidad.

Es importante resaltar que no pretendemos generar ningún juicio valorativo ni mucho menos una crítica a la manera en que se construyen las relaciones entre las personas que cuidan y la persona en situación de discapacidad que requiere de cuidados, por el contrario, es abrir un diálogo que desde hace mucho tiene que de los silencios a los que se ha sometido debido al atentado que esto puede causar a las susceptibilidades de una sociedad que se rehúsa hablar de lo urgente y lo importante.

Con esto se quiere decir que no se habla de un tema porque no se encuentra la manera de abordarlo, de rodearlo con la suficiente objetividad para encarar lo que puede ser una problemática que culmina afectando la vida de estas personas.

La llegada de una persona en situación de discapacidad a un sistema familiar, viene acompañada de una serie de sentimientos ambivalentes por parte de las madres, los padres, los hermanos y de cada miembro de la familia, además, es un factor de cambio radical en la estructura de la dinámica familiar, por lo que la familia tiene que organizarse y restructurarse en cuanto a las actividades nuevas para los cuidados de la persona en situación de discapacidad y las actividades propias del hogar.

La organización del sistema familiar cambia en cuanto a los cuidados, la atención, las citas médicas y las terapias que la persona en situación de discapacidad requiera, esto va a estar relacionado con el tipo de discapacidad que la persona presenta, a mayor grado de severidad en la discapacidad mayor dependencia en atenciones para los cuidados por parte de la familia. En muy pocas familias se logra que los cuidados y la atención de las personas en situación de discapacidad sea equitativo, pues varía de acuerdo a la edad, a las ocupaciones, y a las actividades que cada uno realiza, y el rol de cada miembro de la familia en el hogar. Por lo general el cuidado y la atención se sesga a un miembro de la familia que toma el rol del “cuidador” o “cuidadora” y es quien asume la responsabilidad de hacerse cargo de la persona en situación de discapacidad, la mayor parte del día y de su vida, generando una dependencia y no una relación interdependiente entre ambas personas.

Recuperamos dos testimonios que permiten hacer un ejercicio de reflexión sobre las relaciones que se originan en torno a los cuidados.

TESTIMONIOS DE FAMILIARES QUE CUIDAN A PERSONAS CON DISCAPACIDAD.

El primer testimonio es relatado por una mujer de 32 años, hermana de una mujer de 27 años con discapacidad motora de nacimiento.

Desde que tengo memoria mis padres me inculcaron el respeto al prójimo y el amor a Dios pues nací en una familia católica y conservadora. La ciudad en la que vivo tiene tradiciones religiosas muy arraigadas y al ser una población muy pequeña los chismes y los rumores corren rápidamente, cuando nació mi hermana menor recuerdo que los doctores y mi familia estaban preocupados por la salud de ella pues tenía una enfermedad que no lograban diagnosticar correctamente. Con el paso del tiempo y varias operaciones, la salud de mi hermana y su movilidad no mejoraban. Esto provocó que poco a poco nuestra familia se fuera resignando en que entre nosotros tendríamos que cuidar a mi hermana con discapacidad. Obviamente los rumores y las condolencias por la situación en la que se encontraba mi hermana y nuestra familia no tardaron en llegar. Mi familia y yo así como mis amigos y conocidos todo el tiempo procuramos atender las necesidades de mi hermana y apoyarla moralmente pues sus estados de ánimo varían de un momento a otro por diferentes razones; la escuela, el bullying, los chavos que le gustan y no la pelan etc. No sé por qué pero mi hermana menor siempre ha preferido salir conmigo a fiestas, de paseo simplemente que yo sea quien la atienda, tal vez por ser la mayor o tal vez por ser la más paciente, realmente a mi esta situación no me molesta pues yo creo que en esta vida estamos para servir y ayudar a quien más lo necesita, además que las labores de mis padres y la impaciencia de mi segunda hermana me orillan a ser yo quien la procure más, sé que no es culpa de ella aunque a veces tiene actitudes que no ayudan mucho, como por ejemplo que es muy celosa conmigo cuando un galán se me acerca o me pretende; otro ejemplo sería como cuando quiero salir con mis amigos o amigas a solas y mi hermana o mis padres me piden que me la lleve, realmente nunca me lo han exigido o condicionado pero yo me siento comprometida con mi hermana y mi familia tal vez sea por mi manera de ser, o tal vez sea porque mi otra hermana siempre busca algún pretexto para zafarse de situaciones como esta. En algún tiempo decidí por mi propia cuenta ir a terapia con un psicólogo pues tenía algunos problemas en el trabajo y problemas amorosos, estas terapias removieron sentimientos que tal vez no pensaba o que me costaba trabajo aceptar principalmente porque mi vida se estaba convirtiendo en algo aburrido, monótono y pesado. Hace un año mi hermana la de en medio se casó y se fue de la casa, mi hermana menor lleva tres años en un trabajo estable pero poco remunerado y mi relación con ella sigue igual pues sigo siendo yo quien la atiende y la acompaña a donde quiera, estoy consciente que no me gustaría estar así toda la vida pues los años pasan y estoy dejando de hacer actividades que me gustarían hacer. Por otra parte mis padres cada vez están más grandes y cansados y no los culpo de mi situación ni la de mi hermana menor pues ellos de una u otra forma nos han dado lo necesario para salir adelante.

Sé que debo buscar una solución a esta situación pero la costumbre y esta relación tan estrecha con mi hermana menor hacen que posponga esa búsqueda. Observación: actualmente y después de dos años de este relato la dinámica entre la hermana mayor y la hermana menor continúa de la misma manera, afortunadamente la hermana mayor consiguió un buen trabajo con un sueldo aceptable pero los escasos ingresos de su hermana menor la orillan a compartir gran parte de su paga con ella.

El segundo testimonio proviene de una familiar de dos personas con discapacidad severa un hombre de 42 años y una mujer de 39 años los cuales están bajo el cuidado de su hermana de 50 años quien nos relata lo siguiente:

En mi familia yo soy la mayor de 9 hermanos, de los cuales 3 nacieron con una enfermedad degenerativa que rápidamente los hizo usuarios de silla de ruedas. Mi primer hermano falleció cuando yo tenía aproximadamente 20 años por la misma enfermedad, mi segundo hermano con discapacidad nació cuando yo tenía casi 9 años de edad y la tercera hermana con discapacidad nació cuando yo tenía 11 años de edad. Ella es la más chica de mis 9 hermanos, algunas veces me preguntaba por qué mis papás decidieron seguir teniendo hijos a pesar de esta enfermedad congénita. Uno de mis primeros recuerdos con mis hermanos con discapacidad fue cuando repetidamente mis papás y principalmente mi papá nos dijeron que a pesar de la condición de nuestros hermanos nosotros teníamos que continuar con nuestras actividades y que no era nuestra responsabilidad hacernos cargo de ellos, que ese rol era de ellos, que estábamos en toda la libertad de seguir con nuestros planes de vida. A pesar de esto, uno de los primeros recuerdos que tengo de mi hermana menor fue cuando yo tenía 13 años aproximadamente, una noche mi mamá llego a mi cuarto y me dijo que al ser yo la más grande y mi hermana la más pequeña esta dormiría de ahora en adelante conmigo, hasta la fecha siempre he visto por mis papás y por todos mis hermanos sin distinción alguna y lo hago con gusto.

Observación: cabe hacer mención que durante este relato la cuidadora decidió no continuar con la entrevista, actualmente la cuidadora continua viviendo con sus papás y su hermano con discapacidad. La hermana menor con discapacidad consiguió un trabajo estable donde conoció a un hombre con discapacidad y hace algunos meses se casaron. Aun así la hermana mayor sigue estando al pendiente y atendiendo sus necesidades.

A modo de conclusión:

Es necesaria la visibilización del trabajo que realizan las personas que cuidan y acompañan a personas en situación de discapacidad, especialmente cuando son familiares directos, con el objetivo de diseñar e implementar acciones que permitan el pleno desarrollo de las personas involucradas en el cuidado, así como políticas públicas que posibiliten el goce y ejercicio de derechos y libertades en condiciones de igualdad.

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Nosotras somos un equipo que se conformó a raíz de nuestros intereses personales en el tema y a nuestras lineas de acción en el campo laboral. Froylán Diaz y Guadalupe Reynoso desde el sector gobierno apoyan a las personas en situación de discapacidad. Manuel González, desde la parte de la investigación en el Centro de Estudios para la Inclusión y la Cátedra UNESCO «Igualdad y No Discriminación». Nos consideramos personas defensoras de derechos humanos de las personas en situación de discapacidad, así como activistas, debido a que realizamos trabajo de acompañamiento y hemos realizado algunas activaciones en contextos universitarios sobre el tema.

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Mi herencia

por Lilith Silva Sánchez

En homenaje a mi amada tía Félix Bañuelos y mis abuelas. Especialmente para mi madre.

Creo, que aprendí a cuidar porque mi mamita me compraba mis vestiditos para los bailables de la guardería, veía su felicidad en mis logros de danzarina, de ahí la épica foto de rumberita power con sus olanes rojos y mi sonrisa que quedó encuadrada ayer y ahora en su despedida y que pende de la pared de mi casa desde hace un año que ella se fue. Mi cuerpa, tiene en sus saberes a mi tía-madrina de bautizo Félix Sánchez Bañuelos; quien trabajó de empleada doméstica con la mamá de “La Doña Félix” en Sonora. Ahí estuvo por tres años consecutivos vistiendo el hábito de Carmen, para ahorrar y comprar una casa en Domingo Arenas, en el pueblo de Nativitas Tlaxcala (antes y ahora en mi corazona, Yaucuitlalpan). Ella logró, junto a todas las mujeres de la familia, inlcuyendo a mi tío Tomás, la manutención-cuidado de la enfermedad imposibilitante del abuelo; la depresión y tristeza profunda de Alberto. Ese diagnóstico invisibilizado nos dio tal protagonismo a pesar de su y mi tierna edad, ella junto a mi madre revelaron en mi esa tarea que me ha dado mucho e incluye cuestionarme. El cuidado de mis amigas amadas como si fueran mis carnalitaos. A mi padre y madre porque los vislumbré unos adolescentes a mi cuidado y se me olvidó que yo era 20 o 25 años más pequeña que ellaos. Que si por ser la más grande, que si porque fui a la escuela, que si porque soy la que no tiene hijos, que si porque soy la sobrina consentida, la hija predilecta… los cuidados en la familia se heredan de aprender a quienes nos toca cuidar o porque elegimos como un lenguaje amoroso y, a veces, vivificador. Yo hoy elijo husmear en lo positivo de la cuidadera hermosa.

Mi abuela Herlinda me cuidaba dándome consejos de que si el tesito de floripondio para abortar, que si hay que cuidarnos en manada, que si es nahual o cuerpo de hombre violador, por no decir del tráfico de personas en el Estado proxeneta más reconocido a nivel internacional como lo es Tlaxcala.

A mi abuela Elsa la amé cuidándome al sacarle punta a mis colores de la primaria y enseñarme las tablas de multiplicar y su paciencia que a naiden regalaba. Para mi fue el moño que se empeñó en gritarme que eso mero era el cuidado una tarde sentadas en la tranquilidad porque crear, aprender, leer y enseñar. Eso es para mi cuidar. Y aunque ahora en mi tostoñera vida adolezca de ese autocuidado, el feminismo me ha dado la pauta de virar pa mi sin subestimar que va de la mano. Apenas este año hice mi currículo de la participación política y de ahí nació el deseo de cuidar de la colectividad y de mis profesoreas, quienes me han enseñado que un nosotroases como masco en esta vida. Con ellas no me da tanto miedo escribir, además siento que tengo tanto que decir desde mi, que ya no tengo esa sensación de achicamiento, por el contrario, escribir ahora después de la manifestación del 16 de agosto de 2019 me dio impulso para decir que pa mi es importante sin que me preocupe cómo huir. Entintar con las historias de las mujeres de mi familia ese preciado acto de cuidar es, por tanto, un verdadero agasajo.

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Lilith Silva Sánchez. Alquimista de la corazona, trotamundos y saltapatrás. Ingeniera Química de profesione y cotidiano, artivista, cábula y standupera rapera y 30 años de ex-vendedora de nopales, habas y requesón en San Lucas Tepetlacalco en Tlanepalntla, Edo. de México.

Adicta a la poesía y al tibitábara.

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