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Reinventar las afectividades

Ilustración: Oscar jauregui
Ilustración: Oscar jauregui

Por Luan Zetterstrom

Mi experiencia al hablar de afectividades, al menos por vía escrita, ha sido muy importante para mi deconstrucción; la primera vez que lo hablé fue en un taller sobre amor romántico con el tema de “deconstrucción del amor romántico desde la neurodivergencia”. Luego, escribiendo en el blog de mi colectiva sobre el deseo colonizado. He deconstruido muchos de mis privilegios, es un trabajo en el que una deja el alma entera, también he luchado desde mis opresiones, pero este trabajo no debe estancarse jamás, siempre hay algo nuevo que aprender, desaprender y revolucionar. Mi aprendizaje en este kyriarcado fue desde la normatividad dictada por el poder, es por eso que al igual que otras personas la palabra “afectividad” estaba totalmente identificada con las relaciones románticos y/o sexuales monógamas. Cuando comprendes que la definición va mucho más allá de los socialmente construido como “único” se abre un abanico de posibilidades. Es obvio que como persona pansexual lo sexual es importante, y como demiromántica también lo son las conexiones románticas que puedo llegar a tener con otras personas, sin embargo, más allá de las aseveraciones que puedan hacerse partiendo de mi sexualidad, siempre he dado relevancia a otro tipo de afectividades que me son más satisfactorias. La amistad, los lazos de amistad que puedo crear, me hacen sentir más libre respecto a las expresiones afectivas y emocionales. Además de encontrar en ese tipo de relaciones más apoyo que en otros tipos.

     He descubierto que además existen afectividades “anormales”, por ejemplo, como estudiante y practicante de BDSM descubrí que estas pueden expresarse por medio de los azotes, las nalgadas, el bondage, las palabras humillantes consensuadas, la conexión y comunicación entre dom/sub (entre otros roles) durante la escena y el aftercare es sorprendente porque nace una confianza incomparable. Después de todo lo anterior conocí las relaciones queerománticas, que antes yo sólo interpretaba como atracción sensual y era bastante determinante en mi atracción romántica. Los múltiples tipos de afectividades que invadieron y atravesaron mi mente y mi cuerpa, revolucionaron las formas en las que yo veía y sentía, mis afectos estaban ahora libres de ataduras: podía entonces experimentar cada una con diferentes personas o todas juntas con una o varias personas. Ya no existe esa barrera impuesta por la hipersexualización e hiperomantización de las afectividades. Ninguna es menos importante que otra, por más que socialmente sean jerarquizadas, como seres humanos las vivimos de acuerdo a nuestros contextos y vivencias. El tema es amplio y complejo, pero en un tiempo donde la violencia estructural está a la orden del día las afectividades, todas las afectividades, son revolucionarias. Su importancia para la supervivencia se vuelve imprescindible, la creación de redes afectivas se vuelve un pilar de las necesidades sobre todo en las personas pertenecientes a los grupos más vulnerados por el kyriarcado. Las afectividades revolucionarias, deconstruidas, decolonizadas, no hipersexualizadas ni hiperomantizadas serán el arma definitiva en la destrucción de los sistemas.

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Luan Zetterstrom es une poeta, escritore, investigadore estudiante de psicología y herbolaríe autodidacta. Educadore sexual y de neurodiversidad. Neurodivergente TOC + TLP, INFP. Transfemmenista interseccional y muxerista. Pansexual, demiromanticx, femme no binarie, intersex y kinky switch. Paganista. México-Fronteriza y poche. Anarcho-communista decolonial. Mestize. Creadore y fundadore de Pink Nopal Collective.

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Pasiones, afectos, emociones y sentimientos como disputa ideológico-política

Ilustración de Grita Grieta (Liliana Chávez)
Ilustración de Grita Grieta (Liliana Chávez)

Por José Alejandro López Noguera (Presidente de ASSEX).

Desde Descartes (1596), la sociedad occidental ha separado lo que le es sustantivo a la mente, de lo que le es propio al cuerpo. Esta dicotomía cartesiana, ponía en evidencia, que en nosotros había dos esencias: la mente, dirigida por la razón, utilizada por el varón y; el cuerpo, movido por las emociones/pasiones, relegado a la mujer.

     La razón, era un constructo noble, usado por los hombres equilibrados. La emoción, esos irracionales deseos corporales a los que había que poner freno, reino indiscutible de las mujeres, desterradas al desprecio de la histeria (etimológicamente hystear significa útero).

     Tuvo que ser el filósofo Spinoza (1632), el que pusiera un poco de cordura ante esta sesgada separación. Este autor, afirmaba que mente y cuerpo, son partes no independientes de una misma unidad. Ambas vuelan activas al unísono. En la actualidad, el neurólogo Antonio Damasio (1944), intenta poner ciencia a la filosofía de Spinoza, pretendiendo demostrar, a través de sus investigaciones, que al filósofo no le faltaba razón. No podemos entender la razón, sin la emoción. Nuestras decisiones necesitan una mezcolanza de ambas. Investigaciones llevadas a cabo por Damasio, demuestran que personas con un daño cerebral en ciertas regiones, impide que las emociones entren en juego en la toma de decisiones, siendo está un posterior desastre, llevando al sujeto a cometer errores de bulto en sus decisiones. Este autor concluye que “necesitamos las emociones para tomar buenas decisiones”.

     Spinoza, no hablaba de emociones como tal, prefería utilizar el término: afectos. Estos podían ser pasivos o activos y con ambos podemos desembocar, o bien en la tristeza (tristitia) o, por el contrario la alegría (laetitia). Es la laetitia, la esencia que todo ser humano ha de buscar para prolongar y mejorar su supervivencia. Los afectos pasivos (pasiones para Spinoza) nos llevan a ideas equivocadas, pues su esencia es incompleta. En el amor, por ejemplo, nos lleva a la idealización del ser amado. Pensamos que es el cuerpo del amado, lo que nos produce la alegría. Lo dejaremos todo por estar cerca, desertaremos de otras actividades, nos abandonaremos al gozo placentero, pero vacio. Una postura enfermiza que nos aparta de otros alimentos necesarios para aumentar nuestro potencial. Sin embargo con los afectos activos, entendemos que hay algo más que la simple idealización. Comprendemos que, con el otro, alcanzamos un vínculo, encontramos algo que es común a ambos, una noción común y construimos la relación bajo esta senda común, donde cobra importancia el cultivo de la “amistad”. No nos abandonamos a un solo alimento, pues entendemos que podemos querer al amado/a y llevar a cabo otros proyectos, que amplíen nuestro potencial. Ante los afectos activos, somos conscientes (usamos la razón) de la causa que nos llevo a la alegría, con los pasivos, no sabemos que nos condujo a ella, nos dejamos llevar por la pasión. Comprobamos pues, que hay afectos unidos a la razón, los afectos activos y afectos que solo se basan en la pasión, afectos pasivos. Damasio, entenderá que los primeros, nos conducen a una toma de decisión adecuada, pues razón y emoción se conjugan para encontrar mejores soluciones.

     En cuanto a nuestras relaciones amorosas, Spinoza distingue entre “amor pasión” y “amor acción”. El amor pasión no nos conduce a la felicidad. Es un acto sesgado, incompleto, no determinado por la razón, que nos lleva a pensar, que la alegría que nos produce el otro, es, únicamente, debida a su cuerpo (su sola presencia) y no por la comunicación que surge entre ambos, esa noción común. Amor pasión es un afecto pasivo. El amor acción, por su parte, nos lleva a la alegría. Parte de la generosidad y la amistad. Somos conscientes de cómo hemos llegado hasta ahí. Cuanto más nos aproximemos a los afectos activos-amor acción, más cerca estaremos de gozo de la felicidad.

      Esto nos conduce a la idea de Theodore Zeldin (1933) de que, quizás, la humanidad sería más feliz si, entre las personas, alcanzáramos un conocimiento mutuo superior (nociones comunes), una aprehensión penetrante de la diversidad como inherente al ser humano: “Uno de los primeros pasos en la búsqueda de los placeres ocultos es encontrar vínculos insospechados entre individuos que no tienen nada que ver, entre opiniones en apariencia incompatibles y entre el presente y el pasado”. Propone ir más allá de la individualidad, del manido aforismo griego: “conócete a ti mismo” para pasar a preocuparnos por conocer y reconocer a los demás, como seres únicos, que nos pueden aportar nuevas ideas, visiones, conocimientos, pasiones, afectos, emociones y sentimientos. Ir más allá del propio ego, convertirnos en mediadores entre mentes. Dejarnos persuadir por las biografías de otros que han vivido antes que nosotros, de los que moran a nuestro alrededor, para, quizás, poder entender lo que nos deparará el futuro, un futuro posiblemente, más humano. Ese sentimiento que es el amor, puede que se componga, de afecto, comunicación, entendimiento, diversidad y nociones comunes.

      Hoy, a los sistemas educativos, no solo se les pide que a nuestro alumnado, se le pueble, sus cerebros, de conocimientos que enriquezcan su razonamiento. Se les empieza a solicitar, una educación emocional, hasta ahora relegada a un segundo plano, pues se le ha dado prioridad a la primera (la razón). Se ha argüido que las emociones no son dignas de estudio, que no han de adentrarse en el mundo educativo, pues de lo que se trata es de crear personas capaces de encajar en un puesto de trabajo, como si las emociones no condicionaran la calidad, la eficacia y eficiencia e incluso la productividad. Estos autores, menospreciando las emociones, alegan que lo que otros pretenden malintencionadamente, es una “feminización” de las escuelas, dando a entender que, si ponemos en primer orden, las emociones en el aula, la educación perderá calidad, pues la emoción es asunto femenino, es decir, un asunto secundario. La razón o la emoción, no pertenecen a un género, no hay tal disputa dicotómica. Ambos se alimentan de estos dos constructos, pues como acabamos de manifestar: es imposible entender la razón sin la emoción. Es imposible entender a un género sin ambas características. Las emociones, también son una disputa ideológico-política.

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Existir sin afectos: un testimonio

Ilustración de Maria Leubro
Ilustración de Maria Leubro

Para Guillermo y Ernesto

Fue a mis 21 cuando por primera vez me pregunté, ¿será que soy como mi hermanito?

     Unos años antes, me había mudado sola a un país extranjero por estudios. Allá, para los demás yo era “rara”. Podía hablar HORAS sobre la princesa Diana, me desaparecía por semanas por no quería salir de la cama, botaba la basura los jueves exactito a las 4.30am, tarareaba en la biblioteca solita y no me daba cuenta de qué hacían los otros alumnos… lo cual no era muy bueno porque trabajaba ahí. Mis compañerxs de estudios extrañaban a sus familias, exploraban la ciudad donde vivíamos, tenían novixs. Los acompañaba a fiestas; sólo luego de un año (a punta de alcohol barato y mucho merengue) es que me sentí cómoda yendo. Ellos me contaban de sus miedos, de los estudios, de sus futuros. Poco a poco, captaban chistes en el idioma local, formaban amistades, construían hogares adoptivos.

     En este ambiente, y aunque llegué a conectar mucho con un par de personas, yo paraba sola. Ante la volcadura de emociones que vienen acompañados de un momento tan liminal como el inicio de los estudios superiores, yo me mantuve estoica. No tenía nostalgia. Mi respuesta ante esto fue siempre muy racional: “no entiendo, si para venir acá estudié”. Cuando me cuestionaban si ocultaba estar triste, preguntaba el porqué. Nunca entendí.

      A los 23, tomé un examen con la doctora de mi hermano menor, quien fue diagnosticado dentro del trastorno del espectro autista desde chiquito. Presentaba rasgos de lo que se conoce como Síndrome de Asperger. Desde ese tiempo he asumido que hay muchas cosas que no comprenderé jamás. De niña debí aprender a serlo. Caminaba raro, hablaba “como robotito”. Era rápida al responder, mi lengua no lo era tanto como mi mente así que me trababa. Mi forma de hacer las tareas era otra. Toda yo, era otra. No sabía entender a los demás. Aquella misteriosa cualidad llamada empatía me resultaba ajena. Sólo lograba generar un mínimo lazo emocional si veía en alguien más algo de mí. Bueno, no algo, MUCHO de mí. Lo demás lo fingí para no hacerlos sentir mal. No me interesaban los demás. Después del examen, me cuestioné si realmente había conseguido preocuparme por alguien. Sentir afecto. ¿Qué es eso? ¿Lo he aprendido? ¿Se puede aprender?

     Muchas mujeres con TEA van acomodándose socialmente, y algo similar me pasó. Me obligué a descubrir lo que generaba afecto en mí. Quizá era que me ofrecieran cariño y cuidado sin pedir nada a cambio. O quizá era ver algo tan opuesto a mi forma de ser que me intrigaba y no quería que “eso” se fuese, para seguir estudiándolo. Estudiar a las personas. Formalmente, sólo empecé a hacerlo cuando me gradué de antropóloga. Sin embargo, siento que toda mi vida lo hecho. Para el mundo, dejé de ser “rarita”. Pasé a ser algo peor. “Crees que eres el centro del mundo”. “Pues cada uno lo es, en su propia mente”. Nunca entendieron.

     A los 31, me he mudado sola a un país extranjero por estudios. Por eso, me dicen egoísta. Que no pienso en la familia, que no quiero tener hijos. Yo, la que se pone como prioridad. Y no le veo nada de malo. Lo que me achacan es, más bien, el quiebre de obligaciones por ser hija, mujer, hembra. Haber roto relaciones de parentesco es algo imperdonable. Tú te debes a tus mayores. Callar porque los adultos hablan. No hablar mal de los muertos. Honrar el apellido. Nada de esto hago. Mi existencia será un hueco negro en el árbol genealógico, sin antes ni después.

     En parte, me alejé por no recibir ayuda cuando mi salud mental no era la mejor. Siempre estudié. Era una niña calladita y obediente. Sabía que “pasaba”. No tengo el rostro de los que salen en cine como “autistas” superdotados. No soy hombre. No soy blanca. No tengo tics evidentes. No me tratan de pobrecita como a mi hermano. Peor aún, al llegar mi pubertad tempranísimo, me volví deseable. Ser una chica con tetas, poto, con una chucha que lubrica, no encaja con la imagen social de “autismo” ni de “discapacidad”. Ante la falta de diagnóstico y con mierdas que la vida pone en el camino, mi historia psicológica contiene episodios de paranoia con alucinaciones, depresiones durísimas, desórdenes alimenticios, autoagresiones y estrés post-traumático, entre otras perlas.

     En mi cuerpo no se lee, e igual la siento cuando aplaudo fuerte si me emociono. Tira de mis párpados cuando me obligo a mirar a los ojos a los demás. Me hace reír solita al revisar mi colección de boletos de bus. Explica por qué he hecho todo lo que hice. Mi hermano y mi esposo me enseñaron la más valiosa lección. Yo pude entrar en sus mundos, y ellos en el mío. Aprendí que soy parte de la gran variedad de lo que somos en lo más primario, en lo que pensamos que nos hace humanos. Hay una lógica en lo que se presenta como indescifrable, en lo emocional. No estoy del todo sola.

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Nombre: Andrea Gómez

Bio: Soy antropóloga y peruana, actualmente estudiante de doctorado en Ciudad de México. Feminista, con experiencia activista en salud sexual y reproductiva. He realizado investigación sobre género, cuerpo y antropología urbana.

Página web: http://andreagomez.pe/

TW: @andreacarolina

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De las amistades apasionadas

Por R.

¿Y qué decir de las amistades apasionadas que se confunden con el amor y que, pese a todo, son otra cosa, fronteras del amor y la amistad, esa zona desconocida del corazón, que no pueden comprender aquellos que viven en serie?
Jean Cocteau *Opio*

‘Apasionadas’ puede tener varios sentidos. Puede ser lo contrario de ‘activas’; por tener la misma raíz etimológica de ‘pasividad’, puede significar entonces ‘dejarse vivir, devastar, dejarse desbaratar, revolver tanto la mente como el cuerpo’. Pero entonces ¿Es amor? ¿Y qué decir? ¿Qué decir y cómo hablar de esas amistades cuando no caben bajo la etiqueta del amor-de-pareja? ¿Cómo nombrarlas?

     Hace poco me encontré yo misma en esta situación y concluí, sentada en el suelo del cuarto de baño, que no sé, no sé qué nombre llevan. ¿Qué expectativas de éxito relacional genera la heteronormatividad en la que crecimos, nos educaron, nos socializaron? Y también ¿en dónde termina la amistad y en dónde empieza la pareja o ‘el amor’? ¿Hay un límite? ¿En la sexualidad está la respuesta? ¿Qué jerarquización damos a estas relaciones? ¿Cuáles son los afectos que cuentan más? ¿Junto a quién decidimos mirar hacia adelante? ¿Qué amores y que afectos son los que consideramos legítimos de ese nombre?

     Anarquía relacional, poliamor, afectividades disidentes, no-monogamias, familias-por-elección, todas estas etiquetas hablan de una necesidad imperante, urgente en nuestros tiempos: la deconstrucción de la pareja tradicional monogámica que se construye desde las expectativas heteronormativas y del amor romántico. ¿La jerarquización afectiva que ponemos en práctica es diferente al momento de tener o no pareja? En mis relaciones sigo experimentando parejas cuando en realidad mis afectos constantes son más amplios, los afectos que me acompañan desde toda la vida son las amistades, los afectos que me arrancan el corazón, las voluntades más sinceras de construir, de estar juntes, de estar para le otre, de hablar y reflexionar sin miedo son las amistades-apasionadas. ¿Cómo hacer que estas relaciones puedan ser las significativas? ¿Cómo hacer que a lo largo de nuestra vida, tanto en la juventud como en la vejez, podamos crear nuestro vínculos afectivos y que ellos estén presentes sin cargarlos de expectativas ‘normativas’ de pareja pero tampoco pensando en que todo lo podemos solxs? Solos. Individuos. Como nos quisiera el capital, instrumentos de un capitalismo neoliberal violento que impone una voluntad individualista y de autorealización frente a una voluntad de cuidado colectivo. Autosuficientes.

     Muchas investigaciones definen nuestros tiempos como liquídos, frágiles, precarios, al borde de un constante ataque de pánico. Parece que la única lectura que se pueda dar a estas prácticas de deconstrucción de una normatividad afectiva (que implíca también una deconstrucción del deseo, de la heteronormatividad, de los géneros) es una lectura de individualismo exacerbado. Sí, a nuestros afectos precarios compete deconstruir el concepto de familia mononuclear, porque en ella se identifica el organismo funcional de la reproducción del sistema capitalista y heteropatriarcal y, por lo tanto, el núcleo generador de opresiones. Pero a la vez, les compete crear otras alternativas relacionales. No necesariamente parejas, sino más bien vínculos ‘apasionados’. Sara Ahmed afirma que es necesario volver a construir desde una fenomenología queer otras narrativas que ‘acumulándose’ dibujen espectros más amplios de posibilidades, que dibujen horizontes culturales de felicidades alternativas, horizontes aspiracionales que desdibujen etapas impuestas en la vida de las personas. Es necesario narrar y visibilizar la capacidad de crear colectivamente espacios y comunidades políticas que permitan materialmente y simbólicamente ser ‘socialmente posibles’ en contra de las normas dominantes.

     Y es tanto en la deconstrucción de la normatividad afectiva cuanto en la construcción ‘material’ de otras relaciones que está la apuesta de estos afectos, vincúlos apasionados. ¿Cómo hacernos socialmente posible sin buscar un reconocimiento normativo? ¿Cómo cuidarnos también materialmente, económicamente, sin reproducir roles que nos han sido impuestos (la mujer como cuidadora afectiva y el hombre como provedor económico)? ¿Cómo reivindicarse una afección de los cuerpos, entre los cuerpos y un cuidado más allá de las imposiciones, de las normas?

En fin: ¿Cómo estar, sin atarnos, pero estando? Necesitamos compartir experiencias.

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UN DÍA ME MIRÉ POR DENTRO Y NO SÓLO HABÍA GUSANOS

camila b ruiz - flores y otros descubrimientos
camila b ruiz – flores y otros descubrimientos

por Phenomena

UN DÍA ME MIRÉ POR DENTRO Y NO SÓLO HABÍA GUSANOS

Nunca me he sentido arraigada a nada, al menos no particularmente. Los lugares, personas, situaciones u objetos pasan a menudo frente a mí como filminas o como trozos dispares de múltiples filmes que ocupan mi tiempo y pensamientos de manera transitoria. Permanecen por cortos o largos períodos pero sé que en algún instante se irán.

Con o sin despedida habremos compartido juntxs nuestro tiempo y partiremos. Algunxs se quedan, permanecen más tiempo del esperado, tal vez porque sus soledades y las mías se entienden, porque nuestras rabias conversan y nos dinamizan. No puedo decirlo con certeza, sólo sé que esxs que se quedan logran instalarse dentro rompiendo las barreras del lenguaje, del tiempo y del espacio. Con esas que se quedan creamos manada. Si bien estamos orilladas a usar palabras éstas difícilmente pueden explicar lo que ocurre cuando las emociones desbordan.

Amor es una de esas palabras sobre valoradas, que a menudo trae consigo una serie de actitudes, reacciones y comportamientos determinados, asociados todos ellos a la fidelidad, la monogamia, el control y las relaciones de propiedad sobre otras personas. Por eso hay que resignificar el “amor” desbaratarlo y expandirlo.

Será porque nunca he tenido arraigo. Porque nunca he pertenecido, que me cuesta tanto comprender que alguien elija para su vida una relación tortuosa, llena de angustia, chantajes emocionales/sexuales y dramas interminables cargados de  celos y reclamos, que bien recuerdan las novelas de Corín Tellado. No se trata de forzarse u obligarse a rechazar de tajo las relaciones monógamas, pero sí de cuestionar los vínculos que tejemos, de pactar –aun cuando sea de manera tácita, con lenguajes construidos en conjunto- las maneras en las que queremos relacionarnos e interactuar. Ni la monogamia es el pandemónium, ni las relaciones llamadas libres son la panacea. Somos quienes nos embarcamos en cualquier tipo de relación las que debemos elegir en conjunto qué trecho cruzar. Las combinaciones y posibilidades son infinitas y la idea de amor debe ser extendida y desmitificada y la del sexo reivindicada. La escisión amor/sexo recuerda a la separación tajante cuerpo/mente (alma) que tanto gusta a lxs católicxs. El sexo no debería considerarse como algo banal y el amor como algo sublime, ese es uno de los fardos que el amor romántico nos ha dejado y que pervive aún en la cabeza de muchxs.

En el sexo también pueden encontrarse y tejerse relaciones de intimidad profunda, sobre todo si hay afinidades y amistad de por medio. Para que ésta intimidad se de no es necesario que haya una relación “formal”, ni etiquetas, ni denominaciones. La sensación de experimentar verdadera intimidad, afecto y deseo hacia alguien cuando se tiene sexo, sin necesidad de que haya pactos caducos, sin las ficciones de pareja y las actitudes posesivas, es incomparable, plena y profunda.

Particularmente propendo por la amistad, por el goce consensuado e ilimitado de los cuerpos, por no encerrarse voluntariamente en jaulas de convenciones y maneras correctas de ser y reaccionar. Por la espontaneidad y el cuidado entre nosotras mismas y la exploración del placer como una manera de derribar los valores moralistas, tradicionales, y arrebatarles por todos los medios nuestras vidas.

 

CUERPO SUCULENTO

¿Y si sólo dura un segundo, dos o diez? ¿Y si se prolonga hasta tiempos insospechados?

Qué mala unidad de medida es el tiempo, que obliga a aferrase a esperanzas vanas y qué engañosa es la distancia que hace creer que nada pervive cuando ella lo atraviesa.

He corrido por los bosques y el asfalto, degustando silencios y quietudes perturbadoras, masticando horas de tranquila algarabía. Con fuerza y furia he refregado mi rostro en las flores sin estornudar y aún conservo en mi lengua el sabor acre del asfalto que me ha cobijado.

Muchos cuerpos han percibido la frecuencia de mis gemidos, pero pocos han logrado sintonizarse al unísono. ¿Y qué? Si pudiera elegir me quedaría con todo. Acojo la ausencia de recato, por eso saboreo y engullo cada instante hasta la saciedad sin pensar en las falsas promesas del por-venir.

Aspiro profundamente los humores que se escapan por los pliegues y resquicios de tu cuerpa, testeo con mi lengua las comisuras de tus labios y el contorno de tus fosas nasales. En un estertor repentino exhalo esos aromas, devuelvo esos sabores y echo a correr de nuevo por los callejones sórdidos que he habitado y por los bosques profundos en los que se encuentra mi madriguera.

Mañana llegará otro día, que con su noche, me llevará a otras praderas.

 

* Los textos hacen parte del fanzine de anarquismo relacional (A)rrebato. Que se fraguó y fue publicado en el año 2016 en Medellín, Colombia.

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Semblanza de la Autora:

Phenomena. Criatura fluctuante, biomujer, muy a menudo animalx. Anti/pseudo/semi filósofa de profesión, zurcidora de fanzines, participante de varias colectivas y proyectos editoriales con intereses -y pasiones- por el antiespecismo, los feminismos y el transfeminismo, gorda vegana -sin que ello implique una contradicción-. Actualmente parte de la editorial Disputa.

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