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Las muertas son más que cuerpos inertes

Las muertas son más que cuerpos inertes

por Geeksha 

Estaba recién llegada a Chozas* cuando descubrí la Portalén. Mi intención era pasar unos meses codeando una bioinstalación interactiva y coordinando los previos de un evento de arte, tecnociencia y sociedad que tendría lugar cuatro meses después en una ciudad bastante cercana a la comunidad.

Un día, en una conversación de sobremesa cualquiera, bebiendo licor de ruda, me mencionaron que en la cima de la colina había varios monumentos megalíticos prehistóricos que habían sido utilizados como lugar de culto en la época de la cultura celta en Galiza. Allí, en el Monte Seixo, en la llamada Montaña Máxica, se encontraba un templo solar por el cual pasaba el primer rayo del solsticio de verano y el Marco do Vento, un menhir de 6 metros de altura dónde confluían las fuerzas del universo…y que servía de referencia geográfica para llegar a la Portalén, la puerta hacia el más allá.

Entre dos grandes rocas graníticas de magma solidificado hace millones de años y bajo un dintel colocado de manera intencional en tiempos celtas, se encuentra el acceso. El ritual como algoritmo mágico  se ejecuta en la noche del 31 de octubre, su momento de mayor activación. Se debe entrar por la puerta en  dirección Norte-Sur, pasando de la dimensión de las vivas a la dimensión de las muertas para depositar las ofrendas que deseas ofrecer y plantear las preguntas que tu cuerpa sienta como necesarias. El viento te traerá la respuesta ancestra, respuesta que no deberá ser compartida con ninguna otra persona. En una iteración hechicera, cada persona atraviesa la puerta en solitario y regresa. Regresa a la dimensión de las vivas dónde le espera el silencio cómplice de las compañeras.

En uno de estos regresos me llevé conmigo dos puños de tierra activada en una bolsa.

Acabado mi periodo en las faldas del Monte Seixo, ya de vuelta a casa, le propuse a unx compa hacer una experimentación con semillas de rúcula. Una experimentación que para mí constituía un homenaje a esas muertas sanadoras que forman la constelación de mis ancestras y que recuerdo en cada experimento de biolab, en cada algoritmo mágico colectivizado. Una nueva ofrenda.

Plantamos la rúcula en dos cajas: una de ellas tenía íntegramente tierra del gallinero, la más rica en nutrientes del contorno. En la otra mezclamos esa misma tierra con los dos puños de  aquella de la dimensión de las muertas que había traído conmigo de Galiza.  En ambas plantamos el mismo número de semillas en idéntica disposición: 4 semillas plantadas en cada hoyo a dos centímetros de profundidad. El espacio entre hoyos era de 3 centímetros. Las cajas las colocamos elevadas y contiguas en una zona de sol/sombra. La rutina de riego establecida era idéntica para ambas:  un riego aproxidamente cada dos días, en el momento en que la tierra comenzaba a perder humedad.

A los pocos días había comenzado a brotar la rúcula, mucho más generosamente en la caja que no  contenía tierra de la Portalén. Pasado un mes, esa misma caja estaba repleta de rúcula que recogíamos. En la otra caja sólo habían brotado cuatro plantitas que no habían llegado a desarrollar hojas y que progresivamente se fueron secando…

La tecnociencia situada no puede olvidar que las muertas son más que cuerpas inertes.

  1. Chozas, comunidad gallega dónde viven algunas personas amigas, con las que había compartido hacklab y experimentaciones previamente.
  2. Calafou, una comunidad ubicada en Vallbona d’Anoia, Catalunya.

Geeksha
Programadora y artista digital. Apasionada de las tecnologías libres,
del DIY/DIT y del hacking de la vida cotidiana como modo de
transformación social.

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