Texto por Edith Lima Báez 1
La maternidad es una construcción simbólica, pero también una práctica social. Alrededor de esta se configuran sentidos que tienden a establecerse en términos homogéneos, a naturalizarse y a esencializarse. Ejemplo de ello son los significados que se generan respecto a la imagen de la maternidad: se trata de una cualidad propia de las mujeres vinculada a la “capacidad” de parir. Si le damos visibilidad al imaginario de la maternidad, lo que se dibuja muestra a la mujer abnegada casi siempre rodeada de niños o cargando a alguno, con la mirada hacia abajo pero al mismo tiempo con un halo de aceptación de su condición. Se hace referencia a la virgen, a una mujer inmaculada pero con hijos, asexuada y que sólo encuentra el sentido de su vida en el cuidado y educación de los menores a quienes quiere ver crecer y convertirse en adultos. Los significados que se le atribuyen a la maternidad se relacionan con instinto, amor, feminidad, fertilidad, sacrificio, incondicionalidad, así como anteponer el cuidado de los demás por encima del cuidado propio. Se piensa entonces que la maternidad es destino y no un acto de decisión.
Este ideal materno no es ni cuestionado ni contextualizado, lo que da pie a que la figura de la madre que se ha presentado como “la única y verdadera” en realidad sirva como un mecanismo que oculta desde el discurso dominante la existencia de otras maternidades: “las malas madres, o las no mujeres, las solteras sin o con hijos o las casadas con pocos hijos.” (Mojzuk, 2012) Así la maternidad se presenta en algunos espacios como elemento de legitimación axiomática, es decir, como un significado de relevancia compartido en diferentes colectividades (Jenkis, 1996: 129), y de algún modo naturalizado.
De ahí que sea trascendente recurrir a la visibilización de distintas maternidades, es decir, formas diversas de construir la maternidad. Esto permite concebir que no todas las mujeres asumen de la misma manera el ejercicio materno; si bien las funciones maternas se constituyen a partir de parámetros sociales instituidos y de imaginarios sociales respecto al ser madre y mujer, también existen otros elementos que van moldeando la maternidad, tales como el contexto socio histórico en que se vive, las condiciones económicas, las expectativas personales, las concepciones y situaciones subjetivas. Ello posibilita la modificación de patrones establecidos a través de las prácticas de las personas, dando cabida a nuevos referentes y ejercicios maternos. De tal modo que existen maternidades y no sólo una forma de ejercerla.
Las maternidades como prácticas sociales tienen su base entre la madre y lxs hijxs. Dicha relación no siempre se basa en una condición biológica, es decir, se puede prescindir del embarazo y el parto y aún así, generar vínculos afectivos. Y aunque generalmente lo maternal se relaciona con el cuidado, debido a que los pensamientos y actitudes que se instauran entre la madre y lxs hijxs parten de la condición de vulnerabilidad, aunque esta no sea percibida conscientemente,2 no siempre el cuidado responde a una cuestión de protección en sí misma, sino a la puesta en práctica de límites, reglas y búsqueda de autonomía en lxs hijxs.
La maternidad como categoría analítica puede ser un referente para la crítica del sistema patriarcal y heteronormativo3 mostrando sus contradicciones y perversidades dando lugar a las más llamativas disidencias como las maternidades lésbicas. Éstas refieren a las diferentes y muy variadas prácticas educativas permanentes de crianza, cuidado, afectiva y cotidiana cuya legitimidad no se funda en un acto jurídico o genético, es decir, el ejercicio materno puede ser asumido por quien gesta, por quien adopta o por quien ejerce maternaje sin que necesariamente haya vínculos de consanguinidad o legalidad formal. De tal modo que me parece pertinente clarificar por qué las maternidades lésbicas cuestionan constantemente a la heteronormatividad y la hacen tambalear junto con las verdades y realidades que ha construido. Sin embargo, en cuanto a los procesos educativos que las lesbianas llevan a cabo con sus hijxs no necesariamente rompen con las prácticas educativas heteronormadas, pero ese es debate para otro espacio.
Las maternidades lésbicas rompen con el binomio esencialista hombre–mujer, es decir, desarticulan los discursos que se relacionan con la heterosexualidad como única forma de vínculo íntimo y de establecer relaciones erótico afectivas de pareja y de cuidado de lxs hijxs, pero también dentro de las maternidades lésbicas caben las prácticas de mujeres sin pareja con hijxs que asumen abiertamente su orientación sexual lésbica y su ejercicio materno.
Las maternidades lésbicas desestabilizan dos de los ejes principales de la familia heteronormativa: la reproducción y el parentesco. Desde los referentes más conservadores, la familia debe cumplir con la función de la procreación que sólo es posible entre un hombre y una mujer para dar continuidad a la especie. Algunas lesbianas para ser madres hacen uso de la reproducción heterosexual, pero reconocen que no es el único medio para ejercer la maternidad. Otras lesbianas en pareja o solas “juegan” con la biología y la genética a partir de que hacen uso de distintos métodos de reproducción asistida para tener hijxs.
Esta situación cuestiona a la institución del parentesco, que generalmente se relaciona con los vínculos sanguíneos y con la continuidad de linajes generalmente patrilineales, así como con “la asignación de una mujer y un hombre a un hijo en calidad de padre y de madre” y con la consecuente filiación indivisible dentro de la alianza del matrimonio. Así, al conformar familias y maternidades lésbicas desquebrajan el modo “legítimo” de constitución familiar donde la sexualidad, la procreación y el engendramiento coincidían con el matrimonio de dos individuos para otorgar la filiación. (Cadoret, 2003: 31)
En este sentido, las maternidades lésbicas establecen nuevas relaciones de parentesco: se constituyen como parejas de hecho con hijxs, es decir, filiación sin alianza matrimonial, o bien, en el caso de las familias de acogida o adoptivas puede o no, existir vínculo de filiación entre madres lesbianas y lxs niñxs debido a que éstos pueden mantener lazos con su familia de origen. En todo caso, las configuraciones lesbofamiliares ponen sobre la mesa la importancia de la parentalidad es decir, el cuidado, la educación y el amor hacia lxs hijxs y sobre todo la filiación como el vínculo con lxs niñxs por encima del parentesco:
Cuando las parejas homosexuales reivindican el reconocimiento de una posición parental para cada uno de los dos miembros de la pareja, no exigen únicamente el reconocimiento de una función de parentalidad (“somos padres tan buenos como los demás”) sino también la proclamación de su posición de parentesco y de su acuerdo de pareja, que ya no pasa por la complementariedad sexual, reflejo de la complementariedad del engendramiento. No niegan la diferencia sexual, no niegan la existencia diferenciada de lo masculino y lo femenino, pero rechazan considerarla como el único fundamento del deseo, de la sexualidad, de la familia… del matrimonio y de la filiación. De este modo nos inducen a retomar la definición de filiación para precisar el papel de ésta en el establecimiento del vínculo social (Cadoret, 2003: 167)
Aunque el matrimonio es una forma de constituir familias lesboparentales y constituirse como madres, esta alianza se utiliza las más de las veces como una estrategia civil. Con el matrimonio, las parejas tienen mayores posibilidades de acceso a la protección y seguridad social por parte de su compañera, a heredar y ser sujetos de herencia. De ahí que la idea ficticia impuesta por la heteronormatividad del “amor romántico” como base del matrimonio se diluye en el caso de las familias lesboparentales, no porque no exista este sentimiento, sino porque no navegan en el absurdo de la ilusión amorosa sino en la del derecho y la legitimación de sus relaciones en el contexto social a partir del matrimonio.
En un intento de síntesis las experiencias de lesbianas que son madres cuestionan al sistema heteronormativo y patriarcal en cinco aspectos que a su vez se convierten en evidencia de sus límites:
- Rompen con el binomio heterosexual de hombre- mujer, desarticulan los discursos que se relacionan con la heterosexualidad como única forma de vínculo íntimo y de establecer relaciones erótico afectivas de pareja.
- resquebrajan la idea de procreación como único medio para tener hijxs,
- establecen mecanismos diversos para ser madres, juegan con la biología y la genética,
- rompen con la alianza pero no con la filiación y cuestionan el parentesco sin negarlo y se centran sobre todo, en los procesos de parentalidad,
- utilizan estratégicamente el matrimonio para consolidar una familia sin que ello sea inalienable.
Aunque las maternidades lésbicas desestabilizan al sistema heteronormativo por el simple hecho de existir, es importante reconocer que no se configuran desde la espontaneidad y desde referentes completamente nuevos; con ello me refiero a que las lesbianas que ejercen maternidad utilizan estratégicamente elementos propios de la heteronormatividad para constituirse como madres singulares. Pero al mismo tiempo transforman a partir de sus actos, lo que se considera parte de esa construcción social. Las normas al ser anteriores a los sujetos obligan a estos a su repetición, pero existe la posibilidad de negociarlas en tanto las normas no siempre son eficaces “la resignificación de las normas es pues, una función de su propia ineficacia y, por ello, la cuestión de la subversión, aprovechar la debilidad de la norma, se convierte en una ocasión para apropiarse de las prácticas de su rearticulación” (Butler, 2002: 72)
De tal modo que las maternidades lésbicas son performativas4 en tanto los sujetos se apropian de aquellos elementos discursivos que les permiten constituirse como tales a través de la reiteración o citabilidad de los patrones propios y socialmente establecidos de esta institución. Pero las maternidades lésbicas también se constituyen a partir de actos que desestabilizan las categorías normativas tradicionales de familia, maternidad, prácticas educativas familiares, corporalidad y así, materializan formas distintas a las existentes, de ejercicio materno. Así, algunas lesbianas utilizan los intersticios, los huecos, las hendiduras del sistema heteronormativo para producir una materialización distinta de lo que se concibe como maternidad, así instauran lo impensable, lo incalculable, lo inédito.
Y las lesbianas no asumen la maternidad como es lo que “me toca como mujer” por lo que la decisión de ser madres se convierte en un asunto de elección o como diría Marta Lamas «La maternidad voluntaria es una decisión ética de un sujeto responsable de sí mismo. Para defender la autonomía de las mujeres hay que dejar de considerar la maternidad como destino y comenzar a verla como un trabajo de amor que, para ejercerse a plenitud, implica algo previo: EL DESEO».
Fuentes de consulta
Butler, Judith (2002) “Críticamente subversiva” En: Mérida Jiménez, R. M, (ed) (2002) Sexualidades transgresoras. Una antología de estudios queer. Barcelona: Icaria.
Butler, Judith (2011) “Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del “sexo” En: Taylor & Fuentes (eds.) (2012) Estudios avanzados de performance. México: Fondo de Cultura Económica.
Cadoret, Anne (2003) Padres como los demás. Homosexualidad y parentesco. Barcelona: Gedisa.
Gimeno, Beatriz (2007) Historia y análisis político del lesbianismo. La liberación de una generación. Barcelona: Gedisa.
Jenkins, Richard (1996) Social Identity New York: Routledge.
Mojzuk, Marta (2012) Entre el maternalismo y la construcción socio-política de la maternidad en: http://www.emede.net/textos/martamojzuk/maternalismo-maternidad_dea.pdf Consultado el 16 de abril de 2014.
Warner, Michael y Laura Berlant (2002) “Sexo en Público” en: Mérida Jiménez, R. M, (ed) (2002) Sexualidades transgresoras. Una antología de estudios queer. Barcelona: Icaria.
1 Doctorante en Pedagogía F.F. y L, UNAM. Actualmente trabaja en la tesis de doctorado titulada “los procesos educativos en familias de la diversidad sexual” enfatizando las prácticas educativas de familias homoparentales. correo electrónico: limabaezedith@hotmail.com
2 Retomo de María de Jesús Izquierdo la idea de que la ética del cuidado está vinculada a la conciencia de la vulnerabilidad. (Véase Izquierdo, 2004) Aunque Izquierdo no trabaja propiamente la maternidad, me parece que nutre el debate al respecto. Considero que muchas de las prácticas de maternidad que se llevan a cabo no parten de la conciencia de vulnerabilidad en los procesos de cuidado.
3El mundo que habitamos está permeado por un pensamiento heteronormativo que regula a través de instituciones, discursos y diferentes dispositivos las mentes, los cuerpos y los afectos de los sujetos sociales. La heteronormatividad establece una realidad que se asume sin cuestionar y que de algún modo se convierte en “naturaleza humana” o “hechos de la vida”. Michel Warner y Lauren Berlant (2002), establecen que la heteronormatividad refiere a: “…aquellas instituciones, estructuras de comprensión y orientaciones prácticas que hacen no sólo que la heterosexualidad parezca coherente –es decir, organizada como sexualidad– sino también que sea privilegiada. Su coherencia es siempre provisional y su privilegio puede adoptar varias formas (que a veces son contradictorias): pasa desapercibida como lenguaje básico sobre aspectos sociales y personales; se la percibe como un estado natural; también se proyecta como un logro ideal o moral. No consiste tanto en normas que podrían resumirse en un corpus doctrinal como en una sensación de corrección –tácita e invisible– que se crea con manifestaciones contradictorias –a menudo inconscientes–, pero inmanentes en las prácticas y en las instituciones”. Así, la heteronormatividad deviene en una política opresiva que no percatamos; establece concepciones y prácticas que se asumen como universales y como “normales”. En el caso de las familias la heteronormatividad establece como política de verdad a la familia nuclear biparental, basada en el matrimonio heterosexual y con fines de procreación.
4 La performatividad es un concepto que Judith Butler retoma de la filosofía del lenguaje de Austin y de las críticas que J. Derridá le hace. De tal modo que para Butler la performatividad la concibe como “la práctica reiterativa y referencial mediante la cual el discurso produce los efectos que nombra” o dicho de otro modo “la reiteración de una norma o un conjunto de normas y, en la medida en que adquiera la condición de acto en el presente, oculta o disimula las convenciones de lo que es una repetición” (2011: 72)