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Entre las piernas

por Alex Xavier Aceves Bernal
por Alex Xavier Aceves Bernal

Para mi vecina de 14 años 

que ya va para su segundo hijo.

Tengo en la entrepierna
4 mil millones de años girando,
el pecado orivirginal de la lujuria y
un alacrán hembra-becido,
grito y ambulancia
un llanto TNT,
grito de vida madriada y loca
los cholos de mi barrio.
Agua entre las piernas,
un pulque curado y aguamiel,
la bestia,
el escarabajo verde metálico,
un sillón roto.

Tengo en la entrepierna una boca muda
la discapacidad extenuante,
el baile, cadera y lengua,
el ritmo de una catacumbia
en muros de mantequilla o manteca.

Tengo a una chola sin tregua,
una chora, un chamaco que llora
la calle de noche,
(porque es diferente la calle de noche)
y aun estrellada en la esquina
banqueta rota,
entre piedras mojadas,
entre sueño y ensueño en la vida,
la perra coja,
la perra tuerta,
el envase con importe.

Veneno entre las piernas,
un valle
una luz roja,
el llanto y abandono.
Pobre vida,
mi vidita,
cariñito mío,
dale vuelo a la hilacha,
date cuerpo, hilacha
no vida.
Date.

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Paola Llamas Dinero (1992, Guadalajara, Jalisco) Estudiante de la Licenciatura en Letras hispánicaPaola Llamas Dinero by Armando Huertass de la Universidad de Guadalajara. Ha colaborado en revistas independientes como Los nadie y actualmente colabora en la revista LIBER desde 2013 y Homúnculo. Amante de la poesía y el perreo, el cine y la comida vegana.

Contacto:
Tumblr: paolallamasdinero.tumblr.com
IG: @paolaquetzal

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Metáforas de la discriminación. Por Harold Duarte

Todos Nacemos con algo de anormalidad, convertirnos en jueces de otros no implica más que exhibir el lado oscuro del ser humano y su poco razonamiento con respecto a lo que es diferente.

 

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haroldHarold Jesús Duarte Quiróz . (Costa Rica) Bachiller en Arte y Comunicación Visual con especialidad en grabado por la Universidad Nacional de Costa Rica.

Web: http://h28.blogspot.es

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Gráfica para sexualidades anormales: Kinky

por Uve Rivera 

Tinta y acuarela sobre papel.

 

 

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Uve Rivera, artistx e ilustradorx nacidx en Barcelona y actualmente con base en Londres. El cuerpo de mi trabajo es sobre el grabado y kinkismo, casi un 90% desarrollado en una paleta en blanco y negro.

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Fotoperformance Decolonial X.1: (Trans)gresiones Transfeministas desde Abya Yala, con Amor

performance por Brittany Chávez

fotografía por Cecilia Monroy

Hay veces cuando la linea entre la performance y la vida real se borra. Esto es uno de estos momentos. En este caso, la performance se convierte en método de investigación sobre mi transción a trans*.

Trans* para mi incluye: un espacio de doble espíritu (no doble de dicotomía pero doble de multiplicidad), un uso temporal del testogel, trabajo performativo en cámara lenta que archiva y celebra cambios corporales sútiles, y una reconfiguración de mi identidad de génerno hacia mi máxima potencialidad de romper con la binaria, incluso espiritualmente. Es un espacio por lo cual aún no tenemos pronombres ni palabras. Con papa Afro, Indígena y Latino y mama Europea, este espacio cita y es parte del matriz complejo de mi locus de enunciación. Trabajo hacia la descolonización de mi cuerpo al rehusar ser completamente mujer ni hombre, ni un deseado y perfecto espacio liminal. Estoy en un proceso corporal siempre por realizarse y en desarollo, sin una meta final. Hablo de una corporalidad en fluxus. Desde aquí hablo, siento, y veo el mundo.

Rechazo mis opciones en la binaria hombre y mujer. Trans* es un posicionamiento corpo-política-espiritual que tiene realidades sociales con efectos materiales en Abya Yala. Desde aquí, enraízadx en las políticas que se presentan, voy a vivir, amar, y sentir.

 

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Brittany Chávez: Artista-Intelectual Militante-Activista-Pedagoga. Estudiante de doctorado y integrante principal del colectivo La Pocha Nostra. Para más: brittanychavez.org.

Cecilia Monroy Cuevas: Estudió Artes Audiovisuales en el Centro Universitario de Medios Audiovisuales en Guadalajara. Cursó el Seminario de Fotografía Contemporánea 2010 del Centro de la Imagen. Cuenta con seis muestras individuales, entre las que destacan: Indagaciones, La humedad del inconsciente y Canto en Flora. De manera colectiva ha expuesto en México, Estados Unidos y Austria. Ha realizado más de diez producciones en video. Obtuvo la beca Jóvenes Creadores del PECDA Chiapas (2010) y un reconocimiento en la Bienal Internacional Women the Image Creators 2005. Dos años más tarde realizó una residencia en Austria con el proyecto Jardines de artistas, que exhibió de manera individual en el Instituto Cultural Mexicano de la Embajada de México en Viena. Fue miembro del comité organizador del Colectivo Fotógrafos Independientes (2002-2011). Realizó la dirección de fotografía para el documental La pequeña semilla en el asfalto (2010), que se hizo acreedor al Premio del Festival Voces contra el Silencio 2012. Actualmente trabaja en proyectos relacionados con la promoción y la formación del cine documental.

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Eliminar la diferencia por altruismo

Por Juan Paulo Péreztejada

*ilustración: Omar González López

No necesitamos cambiar nuestra cultura, nuestra vestimenta, nuestra lengua, nuestra forma de rezar, nuestra forma de trabajar y respetar la tierra. Además, no podremos dejar de ser indígenas para ser reconocidos como mexicanos. No nos pueden quitar lo que somos, si somos morenos no nos pueden convertirnos en blancos. Porque nuestros abuelos resistieron más de 500 años el desprecio, la humillación y la explotación. Y seguimos resistiendo. Ya nunca nos podrán humillar ni acabar.

-Comandanta Esther, 9 de agosto de 2003

S    e denuncia constantemente la discriminación como expresión del odio, desde sus formas menos violentas -el insulto en la calle, la prohibición de la entrada a negocios por exhibir ciertos genotipos, etc.- hasta sus formas más extremas -la limpieza étnica, el asesinato selectivo. Sin embargo, otra forma de discriminación suele pasar desapercibida: la discriminación que pretende ser una política altruista.

     Con este tipo de discriminación, no me refiero a la llamada “discriminación positiva” que impone cuotas para garantizar la participación equitativa de la población, sino a la discriminación que pretende eliminar el elemento que se identifica como factor de la discriminación y de esta forma ayuda a la población discriminada.

     El ejemplo más caricaturizado es la clínica psiquiátrica o el grupo de oración que ayudará, ya sea con el poder de la ciencia médica o de Dios, a curar la homosexualidad. La Asociación Norteamericana de Psicología (APA, por sus siglas en inglés) aceptó, después de muchos años, que la homosexualidad no era una enfermedad mental y que las terapias para revertirla ocasionan más problemas -depresión, intentos suicidas- que beneficios para quienes se someten a ellas. A pesar de estas evidencias, las terapias para corregir la homosexualidad aún existen (v.gr. Curar la homosexualidad: Terapia reparativa).

     Sin embargo, este tipo de discriminación altruista se ha presentado de formas más sutiles, vista como un proceso natural en la conformación de las nacionalidades, y como una forma de permitir que los grupos marginados formen parte de la sociedad mayor en igualdad de oportunidades. Estas ideas en ocasiones sobrepasaron los discursos con pretensiones filantrópicas y se volvieron política de Estado.

     El indigenismo mexicano nos ofrece los ejemplos más ilustrativos de este tipo de discriminación. Se suele comentar que, a diferencia del vecino del norte, al menos en México no se segregó a la población indígena encerrándola en reservas, lejos de la sociedad principal. Sin embargo, el altruismo de la política indígena mexicana es cuestionable.

     Es cierto, en México nunca se ha pretendido segregar al indio, pero esto no quiere decir que su contraparte practicada sea más humanitaria: que el indio renuncie a su ser indio.

     En 1940, por iniciativa de varios políticos y científicos sociales mexicanos, se convoca a un Congreso en la ciudad de Pátzcuaro, donde se discutiría la cuestión indígena del continente. De este congreso nace el Instituto Indigenista Interamericano (III) cuyo propósito era investigar y sugerir soluciones para la población originaria del continente.

     Es llamativo lo que ven como problema la mayoría de estos investigadores en la población originaria.: su alimentación es deficiente porque casi no comen carne, huevos y leche; su lengua les impide participar como ciudadanos, porque no se escribe ni se habla en las Instituciones Oficiales; su sistema de impartición de justicia está lejos de fundamentarse en el derecho positivo; las mujeres paren en postura vertical, y con ayuda de matronas con dudosa preparación médica; sus enfermedades las curan con hierbas cuyas propiedades y usos se transmiten de forma oral, y no con medicamentos probados en laboratorios; sus fiestas son un despilfarro de recursos; su arte es pobre, hecho solo con los materiales que tienen en la mano, es pura artesanía; sus casas casi no tienen ventanas y están hechas de adobe. En resumen: hacen las cosas diferentes, y las hacen mal.

     Planteado de esta manera el problema, la solución lógica fue la eliminación de esos elementos que los hace diferentes. Así, como política de Estado se planteó incorporar las costumbres occidentales a su forma de vida: aumentar su consumo de alimentos de origen animal, cambiar el curandero por el médico, la partera por la enfermera, la hierba por la pastilla, su lengua por el español, el adobe por el ladrillo.

    Esta fue la idea de muchos quienes pretendían defender a la población indígena de México tras la revolución, como Manuel Gamio, José Vasconcelos, Moisés Sáenz. Algunos más radicales que otros en sus postulados. Mientras en Estados Unidos los mandaban en reservas y los dejaban ser, en México se enviaban grupos de trabajo, como misioneros, con el propósito de enseñarles a hacer bien las cosas, a que ya no fueran diferentes.

     Moisés Sáenz, pedagogo, subsecretario de la SEP y primer director del III, en un discurso pronunciado para un público norteamericano, destaca cómo Estados Unidos, a pesar de ser un país formado por gente de todas las nacionalidades, de Nueva Inglaterra hasta California se observa las mismas costumbres y hábitos. Expresa toda su admiración a esa cultura homogeneizada en que cada individuo parece provenir del mismo molde. Claro, los indígenas y los afroamericanos aún son la excepción, pero al menos no se observa, como en México, regionalismos tan marcados.

    Esas personas, que parecieran creadas en masa por obra y gracia de Ford y su sistema de producción -para hacer referencia a Huxley- son el ideal a importar por varios de los indigenistas mexicanos. No es casual que tanto Sáenz y Gamio hayan estudiado en la Universidad de Columbia, y que una de las imágenes de Gamio en Forjando Patria, sea el crisol -traducción acertada para melting pot-. Lo diferente podrá ser llamativo, vistoso, folklórico, y podremos guardarlo como una bisutería, si se quiere, pero para conformar una nación, hay que homogeneizarnos lo más posible. Y si son los otros y no nosotros, mejor.

    Entre los años 70 y 80, este discurso empezó a ser cuestionado fuertemente, como comenzaron a cuestionarse todo tratamiento contra lo diferente. Se le tildó, incluso, de etnocida. Sin embargo, ya sea por torpeza o ignorancia, hay quienes lo continúan reproduciendo.

“No hables así”, “Quítate esas perforaciones y no te tatúes si quieres un trabajo”, “No vistas de esa manera si quieres que te respeten”.

Nos sugieren eliminar nuestras diferencias como un consejo altruista. Nos discriminan “por nuestro bien”, para que nos integremos a la sociedad mayoritaria.

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Juan Paulo Péreztejada. Veracruz, Ver. 1988. Formó parte del Programa de Jóvenes hacia la Investigación en Ciencias PauloOutSociales de la UNAM. Estudió lingüística en la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Se dedica a leer en voz alta y a redactar en silencio. Colabora y edita en De-veritas.com.

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¡Basta! ¡Déjame jugar tranquila!

 Elektra

Fake gamer girl (chica gamer falsa) son las palabras con las cuales muchos jugadores hombres se refieren a muchas mujeres que también disfrutan jugar. Básicamente, las acusan de no ser reales y asumen que tienen un objetivo de vida androcéntrico: vivir para la atracción de la atención masculina fingiendo ser algo que no son.

Para referirnos al machismo en los videojuegos, y al machismo de los gamers también, es necesario cuestionarnos y reformular conceptos. ¿Qué es un verdadero gamer? ¿Qué lo hace verdadero? ¿Y, entonces, qué lo hace falso? ¿Quién definió cuál es de verdad y cuál es de mentira? ¿Para qué querría una mujer ser gamer impostora? ¿Por qué tantos gamers hombres piensan que la mayor aspiración que puede tener una mujer en su vida es atraer su atención? ¿Por qué, siquiera, creen que una mujer desea su atención? ¿Cómo llegaron a esa conclusión?

Internet no es más que un fiel reflejo de la realidad. Los (mal llamados) trolls que asumen que no pude existir una gamer mujer, no son monstruos que se esconden bajo puentes a vomitar insultos con sus teclados sino, en su mayoría, simplemente hombres. La periodista estadounidense Zerlina Maxwell se encargó de redefinirlos de manera puntual: «No les llamen trolls. Son pendejos».

A pesar de parecer una simpleza, no lo es. Estamos acostumbrados a tratar a diario con ellos, pero llegamos al punto de deshumanizarlos y considerarlos bots o respuestas automáticas del sistema. No lo son. Son humanos tan reales como quien escribe esta nota y quien la está leyendo. Internet sólo evidencia la sociedad de la cual formamos parte. No es que antes no existieran, sino que ahora los conocemos y los vemos diariamente porque se exponen de manera impune.

La trolleada masiva de acoso y amenazas a Zoe Quinn (desarrolladora de videojuegos independientes) y Anita Sarkeesian (socióloga que produce una serie en su canal de YouTube de análisis crítico sobre el machismo en los videojuegos) bautizado por los usuarios anónimos de 4chan como «GamerGate» no era más que un desenlace imposible de evadir y absolutamente previsible. La respuesta de las empresas desarrolladoras fue de apoyo a las mujeres que, dicho sea de paso, superan a los hombres adolescentes en la demografía de los consumidores de videojuegos. ¿Era necesario que los machistas amenazaran y acosaran públicamente a feministas para que la industria reconociera la magnitud del monstruo que engendró?

Por supuesto, no está mal que repudien la amenaza y el acoso sufrido por las mujeres que integran su clientela y/o analizan sus productos, pero es cuestionable que no asuman su evidente responsabilidad al haberse encargado de retratar a las mujeres durante décadas como princesas cuya única característica es la belleza (además de ser indefensas e inútiles que deben ser rescatadas), personas cuya única salida laboral es la prostitución, desafíos a cumplir y premios a obtener e incluso como objetos coleccionables por los que se entregan tarjetas al tener sexo virtual con ellas.

«¡Las feminazis nos van a quitar nuestros videojuegos!»

Muchos de los que pronuncian la palabra feminazi desconocen completamente su origen y la integran a su vocabulario por repetición (lo cual es potenciado aún más en Internet). Rush Limbaugh, presentador radial estadounidense, fue el nefasto creador de este apodo en los ’90s para referirse a las feministas. La periodista Gloria Steinem le cuestionó su trivialización del Holocausto y mezcla de conceptos incoherentes entre sí pero, lejos de retractarse, Limbaugh mantuvo su postura y hasta la calificó de precisa, e incluso culpó a las feminazis de que los penes se encogieran un 10% en los últimos 50 años.

Lejos de los prejuicios y la ignorancia, un reciente estudio de la Universidad de Chicago confirmó que la búsqueda de justicia está relacionada con el uso de la razón y no con las emociones desbordadas, lo cual contradice a los discursos infundados y abiertamente machistas de agrupaciones como A Voice for Men (Una Voz para los Hombres) que intentan validar y normalizar la misoginia de la mano de una fantasía auto-victimizadora basada en que las feminazis son malignas y monstruosas brujas misándricas que odian a los hombres, son inestables y desequilibradas a nivel emocional, y además abortan compulsivamente y se bañan en sangre de bebés. Algunos se lo creyeron.

Para los hombres gamers, las feminazis son partícipes de múltiples conspiraciones internacionales para quitarles sus videojuegos. Imaginando que una secta maléfica quisiera quitárselos¿a dónde se los llevarían? ¿A otro planeta? ¿Piensan que las feminazis conspiran para quebrar la industria de sus videojuegos? ¿Y con qué fin? ¿Acaso alguien los proclamó dueños exclusivos de productos de venta libre y que son pagados por todos sus consumidores por igual?

O, quizás, cuando hablan del peligro de quienes quieren quitarles esos videojuegos suyos tan sólo se están refiriendo a que quieren continuar consumiendo productos que reducen a sus representaciones femeninas al nivel de ornamentos y eventuales premios. No conformes con eso, tampoco quieren que las mujeres se permitan el lujo de quejarse por ser representadas de maneras tan mediocres.

 

Lo más lamentable es que no sólo subestiman a las mujeres sino que también a sí mismos al pensar que tener sexo con una mujer (o muchas) es lo máximo a lo que pueden aspirar en la vida. Ignoran por completo que el feminismo busca demostrarles que ellos también valen más que sus genitales, por más enamorados que estén con la idea simplista de reducirse sólo a eso y que el sexo con mujeres es sinónimo de éxito y hasta de ganar.

De alguna manera, puedo llegar a entender a las anti-feministas: creen que cuanto más maltraten a otras mujeres y las acusen de putas, ellas reducirán sus probabilidades de ser juzgadas de la misma manera y eventualmente también ser llamadas putas. Esto no es más que un autoengaño y mecanismo de defensa inefectivo ya que las reglas no son hechas ni ejecutadas por ellas y están predestinadas a perder por la simple ley de portación de genitales: a una mujer, tarde o temprano, alguien la llamará puta.

 

Para que el patriarcado continúe siendo funcional y retroalimentándose a sí mismo, es una regla básica e inquebrantable que las mujeres deben vivir con miedo a, especialmente, ser llamadas putas. En la lista le sigue gorda, una palabra que inspira terror en sí misma por el concepto que encierra: una gorda, para un patriarcado basado en el culto a la belleza, es lo más horrible que puede ser una mujer, algo que la despoja de todo rastro de humanidad y legitima que se le diga y haga cualquier cosa. ¿Cómo se atreve una mujer a no cumplir con las expectativas impuestas de los deseos masculinos condicionados por publicistas? ¿Para qué existe si no es para ser objeto de deseo y juicio masculino? La gordofobia es uno de los factores misóginos de mayor influencia sobre la imagen corporal femenina y, como tal, también está incluida en el machismo que las mujeres gamers padecen todos los días.

 

«¡Los videojuegos son arte! ¡Tómenlos en serio! Pero no cuando afecta mis intereses»

 

Gracias al constante desarrollo tecnológico, los videojuegos en general ya no son lineales ni simples. Muchos incluyen múltiples finales posibles, generalmente en base a las elecciones particulares que haga cada jugador, y mundos abiertos totalmente libres para satisfacer curiosidades. A esto se le suman bandas sonoras emocionantes, equipos de guionistas que crean y desarrollan personajes con los que podemos empatizar (o todo lo contrario), los actores que brindan su voz y su cuerpo para cada animación, y una elaboración argumental profunda que puede derivar en una mitología entera y la eventual publicación de libros. Ya no estamos hablando simplemente de gráficos agradables, sino de obras de arte complejas e integrales.

Como todo arte, contiene mensajes que a su vez provocan reacciones de todo tipo. Lo que diferencia a los videojuegos es que son obras interactivas y participativas. Aunque The Witcher 2: Assassins of Kings, ya no tenía representaciones femeninas coleccionables, el personaje principal mantuvo la posibilidad de gastar su escaso dinero en prostíbulos. Aunque las escenas cinemáticas podían saltearse, su inclusión forzada e irrelevante a nivel argumental me incomodó en la misma medida que las películas de Crepúsculo, donde el gran logro de la protagonista es casarse. Claro, los juegos de The Witcher están basados en una saga de libros del escritor polaco Andrzej Sapkowski que dista muchísimo de los de Stephenie Meyer pero, independientemente de los gustos y preferencias personales, ambas adaptaciones (a los videojuegos en un caso y al cine en el otro) son expresiones artísticas y, como tales, contienen mensajes que merecen ser analizados.

 

Como mujer, tengo derecho a sentirme ofendida por ser pésimamente representada (tal como en las telenovelas donde los personajes femeninos se obsesionan con sus contrapartes masculinas y son capaces de cualquier cosa para capturar su atención). También tengo derecho a que me moleste la inclusión de personajes femeninos secundarios que tienen como única finalidad morir y fundamentar el desarrollo argumental del protagonista masculino, tal como sucedió Ziio en Assassin’s Creed 3 (dos veces, porque en un contenido descargable la reviven y la matan nuevamente), Cristina en Assassin’s Creed Brotherhood, María en Assassin’s Creed Revelations y Mary Read/James Kidd en Assassin’s Creed Black Flag, franquicia sobre la cual uno de sus directores creativos (de la desarrolladora francesa Ubisoft) dijo que era demasiado trabajo animar un personaje femenino jugable para su última entrega.

Sólo queda ver si Élise, personaje femenino secundario que aparecerá en Assassin’s Creed Unity, también tendrá un destino similar al de sus predecesoras. Esta empresa fue la misma desarrolladora de Far Cry 3, un FPS (Disparador en Primera Persona) plagado de mensajes sobre lo que es ser un hombre de verdad que también incluía, a modo de remate, un posible final en el que el protagonista podía matar a todos sus amigos y tener sexo con una mujer (Citra) para después morir asesinado por ella misma.

 

Quizás, para mayor precisión, en casos como los de Far Cry 3 y The Witcher, se podría agregar un subgénero nuevo de videojuegos a la lista: porno digital interactivo para hombres cisgénero heterosexuales (o simplemente XXX).

 

Sobre todo esto, tenemos derecho a quejarnos y a exponer la misoginia como tal sin temer represalias, acosos, amenazas o acusaciones de ser conspiradoras nazis ni de ningún otro tipo. Como personas, independientemente de nuestra identidad sexual o gusto por los videojuegos, podemos hacer algo que no tiene nada que ver con la corrección política sino con la decencia. En palabras de Anita Sarkeesian: «Lo más radical que se puede hacer para apoyar a las mujeres acosadas en línea es creerles cuando hablan de sus experiencias».

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Las fronteras de la monstruosidad: una lectura interdisciplinaria de la intersexualidad

Picnic---Omar-Gonzalez-Lopez---2013
Picnic—Omar-Gonzalez-Lopez—2013

Manuelita Diez

En Occidente ser hombre o ser mujer es tan evidente como el hecho de respirar. Cada uno de nosotros asume un género como natural. Tener un género es un incuestionable privilegio de nacimiento: en cuanto abandonamos el útero materno un doctor simplemente mira nuestros genitales y nos declara niño o niña. El problema para estas categorías, hombre y mujer, aparece con la presencia de micropenes, megaloclítoris, ausencia de vagina, hipospadias- anomalía congénita por la que el pene no se desarrolla de la manera usual- y otras manifestaciones de lo que se denomina Intersexualidad.

El término intersex se atribuye al investigador Richard Goldschmidt quien lo utilizó por primera vez a comienzos del siglo XX para referirse a ambigüedades anatómicas diversas. Se llama intersex, intersexual o intersexuado a quien posee una anatomía que difiere en mayor o menor grado de los estándares masculinos o femeninos. En la actualidad, el uso biomédico del término hace referencia a variaciones anatómicas sexuales patológicas consideradas ambiguas o engañosas (Dreger, 1998). Esta definición remite a una especie de fondo cultural común, en el que la mitología, los manuales, los rumores y las noticias se combinan para crear seres sexualmente ambiguos. Se trata de una definición que provoca efectos específicos: por un lado, la tranquilidad para quienes se saben hombre o mujer y por otro lado, el confinamiento de la intersexualidad en los límites estrechos de la medicina (Cabral, 2009).

La intersexualidad es el entre odiado, ridiculizado y discriminado sobre el que recaen burlas, morbo y vergüenza. Es aquello que excede a lo que consideramos normal en torno a las sexualidades y al género y que por ello debe ser disciplinado a través de dispositivos culturales, económicos, médicos, jurídicos, religiosos y políticos que se inscriben en los cuerpos para promover un orden heterosexual y reproductivo y para hegemonizar identidades, prácticas sexuales y deseos.

La “O”, una letra despótica: Binarismos y categorizaciones

 

En Rizoma, Deleuze plantea que el pensamiento occidental está dominado por la figura del árbol como principio de dicotomía. Clasificaciones de diversas índoles se organizan de un modo binario y jerárquico. Grandes oposiciones duales: propietarios y desposeídos, blancos y negros, adultos y niños, hombres y mujeres, heterosexuales y homosexuales. Oposiciones que jerarquizan: las primeras arriba y las segundas abajo (Deleuze, 1997). Tanto en las categorías de sexo como en las de género, macho/hembra y hombre/mujer aparecen como exclusivas y excluyentes dentro de las lógicas de lo Uno. Una rama se bifurca en dos haciendo imposible todo tipo de inclusión entre ambas. Occidente ha instaurado el uso de la disyunción exclusiva en las categorías. Así ante el nacimiento de l*s intersex se plantea la siguiente pregunta ¿hombre “o” mujer? Nunca se plantea la posibilidad de un “y”. El conocimiento validado sobre el cuerpo humano y la sexualidad se construye a partir de una serie de dicotomías: varón/mujer, masculino/femenino, normal/anormal, natural/cultural. Históricamente, sobre todo desde los movimientos feministas, se ha cuestionado la categoría de género como natural; aunque se siguió presuponiendo al sexo como un elemento tributario de una anatomía no cuestionada independiente de las configuraciones socio-históricas. Sin embargo, en 1990, Butler plantea que el sexo, entendido como la base material o natural del género – concepto sociológico o cultural-, es el efecto de una concepción que se da dentro de un sistema social ya marcado por la normativa del género. En otras palabras, que la idea del sexo como algo natural se ha configurado dentro de la lógica del binarismo del género.

La problemática que plantean l*s intersex es que sus genitales no entran en ninguna categoría de lo esperable para el sexo masculino o el femenino. Por ello desde el discurso médico se los considera ambiguos y en consecuencia anormales, planteando así la necesidad de una intervención para adaptar el cuerpo. De manera análoga, la Psiquiatría aborda como una patología la divergencia entre el sexo físico y el género que la persona experimenta y desde el discurso legal, el Estado exige una denominación genérica definida e inmutable.

Cuerpos que fallan/ mentes que mienten: La reconstrucción quirúrgica y el diagnóstico psiquiátrico

 

De acuerdo con la teoría de Laclau de la contingencia radical, todo orden social es histórico, socialmente construido y estructurado en sistemas de significación que actúan sobre lo social para hegemonizarlo. La construcción de un orden hegemónico se logra a través de la institución relativa de puntos nodales de significación en el espacio social. Entonces, si lo social es infinito, todo orden social es limitado. Siempre existe un exceso de sentido que es incapaz de dominar. Aquello no representado se constituye como un antagonismo, como un exterior constitutivo de ese orden social. El antagonismo por un lado es una amenaza para el orden social, pero al mismo tiempo es la condición misma de su propia conformación. Por lo tanto, el antagonismo demuestra el carácter dislocado de lo social. Es ante ello el orden social un intento limitado de sutura que se reproduce como tal en la medida en que logra ocultar el sistema de exclusiones en el que se funda. La tarea de regulación del orden social imperante y la delimitación de quienes son incluidos y quienes son excluidos es llevada a cabo a través de la política. El racismo de Estado desempeña un papel fundamental en la construcción del orden social, ya que se constituye como una respuesta de miedo y odio frente a las masas marginadas (Foucault, 2000). L*s intersexuales son parte de esas masas marginales, que aparecen excluidas del orden social pero que a su vez permiten su constitución. En el discurso médico, el exceso de sentido que se excluye del orden social y que se constituye como condición de posibilidad de este, es leído en clave de anormalidad. Los cuerpos no alineados son entendidos como síndromes. La medicina, al tratar el llamado sexo ambiguo, lo ubica como un capítulo de la teratología, es decir, del tratamiento de los fenómenos anatómicos monstruosos.

Es entonces cuando se produce un corte en el continuum de lo social: si una persona desea cambiar el tamaño y la forma de su nariz existe una plena disponibilidad a la cirugía, pero no se lo presiona a que ésta se realice. Pero a quien se define como intersex, se lo estigmatiza y se lo somete, necesariamente, a cirugías de normalización sostenidas en dos supuestos: por un lado, que el género sería un correlato del sexo; y por otro, que la heterosexualidad sería un universal.

De este modo, un sexo ambiguo debe ser normalizado para que la persona pueda tener en un futuro una identidad de género, y que a su vez, pueda ser funcional para el coito. La intervención consiste en construir vaginas penetrables y penes capaces de penetrar y presupone un único modo de existencia. Lejos de realizarse en términos de salud/enfermedad de un cuerpo, apunta a reforzar un saber que se supone como lo mejor para los cuerpos, lo que hará más felices y deseables a los sujetos. Las intervenciones se presentan más como una prevención psicológica que como una urgencia de vida ya que “la definición de un sexo u otro es una necesidad cultural” (Cabral, 2009, p 56), no una necesidad biológica. Además no se sostiene en una ética sino en una moral de salud que lleva, en ciertos casos, a los médicos a ocultar información.

Para la Medicina la apariencia genital externa es suficiente para hablar de intersexualidad, independientemente de que exista, o no, disfunción orgánica. La variabilidad genital, en este caso, se problematiza y así se transforma la diversidad sexual en estadios patológicos de ambigüedad genital producto de mutaciones en el desarrollo.

En la actualidad los protocolos que se siguen para decidir el sexo definitivo que se asignará a l*s recién nacidos intersexuales responden, en mayor o menor grado, a diferentes criterios: anatomía, cariotipo, tipo de gónadas, capacidad funcional, posibilidades de reconstrucción quirúrgica y decisión o expectativas de los padres. Sin embargo, en última instancia, la morfología genital es el indicador principal para decidir el sexo futuro del recién nacido. Así la pregunta “¿qué forma y tamaño deben tener los genitales externos de un recién nacido para que sean considerados clítoris o pene?” adquiere un valor fundamental. El tamaño que se considera normal para un pene, termina definiendo el sexo al que se asignará al niño. En este sentido, Suzanne Kessler, psicóloga social feminista, hace referencia al androcentrismo en el diagnóstico y tratamiento a intersexuales y plantea además hasta qué punto el hecho de que comiencen a estandarizarse estas medidas tiene un efecto contraproducente al constituirse como patrones de comparación.

La preocupación por nombrar lo que posteriormente será corregido tecnológicamente, así como cierta obsesión por la apariencia de los genitales externos, evidenciada en estos protocolos diagnósticos falométricos, refleja una asociación entre genitales externos e identidad sexual. Por lo tanto, desde el discurso de la Medicina es imposible conseguir una identidad sexual, que la misma institución médica considere como normal y saludable, si no se poseen genitales externos que respondan a los parámetros establecidos médicamente, y que correspondan al estereotipo cultural existente sobre la morfología y aspecto de los genitales externos. Así, la asignación de sexo es fundada en el significado sociocultural de un rasgo físico, el tamaño del pene, y en el presupuesto de complementariedad entre sexos, lo cual sostiene una sexualidad heterosexual y coitocéntrica. El tratamiento que la Medicina hace de l*s denominados intersex muestra cómo han cambiado las formas de castigo, pasando de una regulación del cuerpo más directa, cruenta y represiva a, en manos de la institución médica, una forma de castigo más sofisticada e indirecta (Foucault, 2000).

 

Disfraces obligatorios y palabras guionadas: Butler y la performatividad del género

 

En contraposición a los presupuestos que direccionan el actuar médico, Butler señala que los ideales de masculinidad y feminidad han sido configurados como presuntamente heterosexuales pero esto no es necesariamente así. Es un prejuicio histórico considerar que un hombre que desea a otros hombres tenderá a ser necesariamente afeminado, y lo mismo en el caso de las mujeres. Así Butler cuestiona, no sólo el binarismo en términos de sexo y la consecuente distinción de los géneros en dos, sino también la categoría de género como tal.

Si el género no existe más allá de su actuación, y de la propia reiteración y actuación de las normas, éstas están siempre sujetas a la resignificación y a la re-negociación, es decir, abiertas a la transformación social. Así, se ven constantemente amenazadas por el hecho de que su repetición implique un tipo de actuación que pervierta, debilite o ponga en cuestión esas mismas normas, subvirtiéndolas y transformándolas. Para Butler, esta inestabilidad constitutiva de las normas es una oportunidad política. Propone así retar la categoría de género, por constituirse como normativa y estabilizadora, hasta hacerla estallar y dejarla sin valor a través de experiencias subversivas y prácticas paródicas que re-signifiquen lo que es el cuerpo creando nuevos significados más allá de cualquier sistema binario (Butler, 2001).

            L*s intersex hacen temblar los cimientos del binarismo macho/hembra y fuerzan a re-pensar las categorías con las que contamos respecto al género. Obligan a re-plantear si la solución es la multiplicación de los géneros legales y si eso acabará con la diferencia sexual legalizada, y con ello con su naturalidad y privilegios, o si sólo multiplicará al infinito sus clasificaciones, reglas y jerarquías. Es en ese sentido en el que Butler propone hacer estallar la categoría de género, desvalorizándola a través de experiencias subversivas y prácticas paródicas invirtiendo así la forma en la que razonamos. Ya no se trataría de preguntar ¿cómo podría vivir una criatura sin definir su sexo? Sino ¿cómo vivimos suponiendo un sexo y género fijo e inmutable?

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Manuelita Diez (Buenos Aires, 1987). Lic. en Psicología por la Universidad de Buenos Aires. Maestranda en Psicología Social Comunitaria (UBA).

 

 

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Oncogrrrls, cáncer de mama en cuerpos disidentes

Marisa Paituví, Barcelona, 31/10/14

Oncogrrrls, es un proyecto de acción performativa e investigación crítica en torno a las representaciones del cáncer de mama y la cultura del Lazo Rosa mediante la performance, la danza y la videodanza y, a su vez, una plataforma de autoaprendizaje y construcción colectiva de saberes (Novella, 2014). Entendido como proceso de investigación/creación, usamos diferentes técnicas de la danza y la performance para hacer del movimiento una política con la que investigar, crear y compartir conocimiento incorporado entendiendo “el cuerpo no como una entidad autónoma y cerrada sino como un sistema abierto y dinámico de intercambio que produce constantemente modos de sometimiento y control, así como de resistencia y devenires” (Lepecki, 2009). Así, a nivel teórico y práctico, usamos la noción de embodiment con el deseo de superar la idea de que lo social se inscribe en los cuerpos para hablar de lo corporal como un auténtico campo de cultura, un proceso material de interacción social, subrayando su dimensión potencial, intencional, intersubjetiva, activa y relacional (Esteban, 2004). El cuerpo así es considerado agente y espacio de intersección tanto de orden individual como social. Con ello, compartimos la idea de Beatriz Preciado de que “el cuerpo no es sólo el cuerpo físico; eso es una ficción de la medicina… El cuerpo es subjetividad política, no hay separación. Va más allá de la carne” (Preciado, 2014).

    El proyecto se gestó en 2012 cuando Novella y yo misma nos propusimos trabajar acerca del tránsito por la enfermedad durante su propio tratamiento. Después de más de un año de elaboración, nos aliamos a 6 mujeres con las que, tras un mes y medio de proceso intensivo de creación, produjimos (Paréntesis), una pieza de videodanza acerca de la metáfora de la espera durante el tratamiento por cáncer. Este proyecto nace pues de la necesidad de entender cómo el diagnóstico y el tratamiento por cáncer de mama se incorporan en los cuerpos y de la voluntad de resignificarlo más allá de la infantilización, la feminización y la mercantilización de los espacios simbólicos de las mujeres diagnosticadas y su entorno. En este breve ensayo quisiera presentar algunas de las paradojas a las cuales hicimos frente.

    Àngel Martínez Hernáez, citando a Byron J. Good, dice que la enfermedad no es solo un conjunto de signos y disfunciones biológicas predefinidas, sino que es un síndrome de experiencias típicas, un conjunto de palabras, experiencias y sentimientos que se entienden como un conglomerado para los miembros de una sociedad. Este síndrome es un conjunto de experiencias asociadas entre si a partir de una red de significaciones e interacciones sociales. Por tanto, una enfermedad es también un conjunto de significados para los miembros de una sociedad dada (Martínez Hernáez, 2008). De ello dio cuenta Susan Sontag quien, durante su experiencia personal ante el tratamiento por cáncer, se posicionó ante el discurso en torno a esta enfermedad y se enfrentó a sus metáforas, ya que las consideraba negativas tanto por la forma en que el paciente llega a entender el proceso como por la manera en que se le integra en su entorno. En “La enfermedad y sus metáforas” explica que durante el s. XIX la idea de enfermedad se modificó y pasó de ser un castigo para el pecador a una expresión del carácter, un resultado de la voluntad. Desde entonces la enfermedad se entenderá como la revelación de deseos que el paciente ignora, pasiones ocultas que se han de descifrar. La enfermedad será un hecho básicamente psicológico y a los sujetos se les hace creer que se ponen enfermos porque (subconscientemente) es lo que quieren, y, por tanto, que pueden curarse movilizando su fuerza de voluntad. Estas teorías psicológicas atribuyen al sujeto la doble responsabilidad de haberse puesto enfermo y de curarse (Sontag, 2008). Durante las sesiones con Oncogrrrls muchas de las participantes referían esta responsabilidad, junto a la culpa y la vergüenza, a la que respondían con una sonrisa para no molestar (ni a la pareja, ni a la familia, ni a los amigos, ni a los médicos, ni a la sociedad) y encarar con buen humor, ánimo y valentía el proceso porque, según la cultura mayoritaria del Lazo Rosa, “la actitud es lo que cuenta” (cito a O.). Esta responsabilidad de la paciente hacia su curación se relaciona de forma paradójica a la sugerencia de los médicos hacia éstas de “dejarse llevar”, de tomar “un paréntesis” en sus vidas (O.). Al atravesar el umbral del diagnóstico el sujeto pasa a convertirse en objeto de tratamiento, se le despoja de voluntad, de capacidad de decisión, se le coloca en un paréntesis temporal durante el que ha de tener confianza ciega en los expertos para obtener los resultados más deseables. Joe Spence se rebeló a ello. Cuando la artista británica fue diagnosticada y tratada por cáncer de mama, necesitó integrar su proceso. Convirtió la fotografía en un dispositivo terapéutico con el que elaborar la rabia y el dolor. En Narratives of a Dis-ease (1990), trabajo realizado con Tim Sheard, se muestra como un objeto infantilizado bajo la mirada médica, como un espécimen vivo, el monstruo con su pecho canceroso… A través de este método de trabajo buscó el lenguaje del sujeto para dejar de ser una víctima y convertirse en participante activa de su sanación (Jo Spence, 2005). Como Oncogrrrls, apunta Novella, también propusimos hacer visible el disenso, el desacuerdo ante la paradoja de ser responsable de la enfermedad y a la vez mostrarse pasiva ante el tratamiento. Buscamos alternativas a la «Tiranía de la sonrisa» (cito a N.) a través de ejercicios en que manipulamos nuestros cuerpos para deconstruir y reformular la propia agencia ante el sistema médico. En este planteamiento, los cuerpos desviados (enfermos) resisten al poder biomédico para devenir disidentes.

Parèntesi from Carlota Grau on Vimeo.

    La forma en que el paradigma biomédico satura las concepciones que tenemos del cuerpo enlaza con las ideas de poder de Foucault (Foucault, 2009). Podríamos decir que el poder [biomédico] es difuso y deslocalizado, atraviesa la sociedad y todos los cuerpos; no se posee, sino que se ejecuta. Desde la institución biomédica se generan narrativas, se producen paradigmas de interpretación de lo real que se reproducen e imponen en cuerpos y subjetividades. Desde el saber biomédico se articulan los mensajes sobre cuándo es lícito suspender la vida (como en los casos de eutanasia o aborto), qué hábitos (de alimentación, higiene, sexualidad, actividad o reposo…) son los adecuados para tener un cuerpo saludable y cuál es su estética, qué conductas son patológicas y susceptibles de medicación… todo ello a través de la gestión del riesgo y el miedo al contagio. Así el campo biomédico funciona como una institución normalizadora que a través de sus mensajes reproduce y perpetua ciertas creencias sobre la salud y la enfermedad, la vida y la muerte, a la vez que actúa sobre los sujetos biologizándolos, esencializándolos, enmarcándolos en una visión dimórfica de género. Desde este campo se ejerce una violencia simbólica que mantiene el orden heteronormativo reproduciendo unos estereotipos sociales a través de protocolos médicos y comités de ética. Los cuerpos enfermos, desviados, a su paso por la maquinaria médica, son desposeídos de agencia, se los objetualiza, para readecuarlos a la forma que socialmente se espera. La propia institucionalización de los procesos impide la apropiación de los mecanismos de salud tanto por parte de las profesionales como de las usuarias. Las primeras quedan atrapadas en la burocratización de tiempo y espacio, en la imposibilidad de actuar, en la frustración. Tal como expresa C., médica de cabecera en un CAP, quien dudó de la posibilidad de este supuesto poder biomédico alegando que en su práctica médica no siente que tenga ningún tipo de poder de decisión y que ella, como médica no cree que pueda ejercerlo. Asimismo piensa que no se ha de liberar a la sociedad de la responsabilidad que tiene en la perpetuación de ciertas prácticas y tratamientos médicos que se efectúan según cuestiones de roles de género. Las segundas, quedan desposeídas e infantilizadas perdiendo la opción de subjetivación y de construcción de la propia identidad biopsicosocial. La subjetivación aquí es entendida como un proceso dinámico que hace referencia a modalidades de acción, de un poder performativo, que posibilita que la vida sea constantemente inventada y reinventada sin menospreciar, como reflexiona André Lepecki (Lepecki, 2009), el efecto destructivo de las fuerzas hegemónicas que constantemente prueban de dominar e impedir la creación de subjetividades al obligar a entrar en mecanisos reproductores de sumisión, abyección y dominación. Este ejercicio de poder se puede observar en la petición de C., quien solicitó mastectomía total en vez de reconstrucción protésica, y la negativa del sistema de salud debido a razones protocolarias en las que se establecía que la solución de mastectomía era una mutilación e iba en contra del código ético fijado. Este caso se relaciona con la idea de que el tratamiento de la enfermedad responde a una visión estereotipada de la mujer y de su papel en la sociedad muy arraigado en la forma en que simbolizamos el pecho y sus funciones. A lo largo de la historia de la cultura occidental, el pecho ha estado construido como evidencia corporal que separa naturalmente hombres de mujeres. Es uno de aquellos aspectos que ratifica simbólicamente la división dualista que impregna la cultura occidental. Siguiendo a Bourdieu (Bourdieu, 2010), el programa social de percepción incorporado se aplica a todas las cosas del mundo siendo esta diferenciación biológica la que aparece como justificación natural de la diferencia socialmente establecida entre sexos. Dentro de la perspectiva histórica que hace M. Yalom, aparece la figura de la amazona. En la literatura griega clásica, a las amazonas se las presenta como todo eso opuesto a lo que las mujeres deberían de ser: se niegan a casarse y van a la guerra, no solo son independientes a los hombres sino que les muestran una enérgica hostilidad. Estas mujeres, que se cortaban el pecho para facilitarse el uso del arco, representaban las fuerzas destructoras que se liberan cuando las mujeres abandonan su papel de criadoras. Dice la autora, que desde una lectura psicológica de la perspectiva de los hombres, se puede ver como una expresión del miedo a la venganza que se oculta en la psique de aquellos que ostentan la posición de dominio. Los hombres temen no sólo que se les retire el pecho que les alimenta, sino también una agresión (ginofóbia). Esta imagen de la amazona (etimológicamente “sin mama”) y sus connotaciones simbólicas de mujer contra-natura, parece atravesar el tratamiento de la enfermedad. Me pregunto si la trasgresión de esta imagen de mujer y de sus funciones reproductivas en el caso de las mujeres intervenidas, deja entrever esta ginefobia, este miedo a que la mujer deje el lugar que le ha sido asignado y se rebele en contra de un sistema que la limita a madre cuidadora y objeto de placer estético y sexual. Ello podría explicar porqué el primer tratamiento que recibió O. después de ser diagnosticada, fue el de preservación de la fecundidad por crionización de sus óvulos a la vez que se le negaba el acceso a otras vías de conservación del embrión porque no tenía pareja estable. La urgencia de esta preservación de la maternidad en el cuerpo enfermo de mujer joven, con el complemento de idea de familia heteronormativa y filiación biológica, desvelan una vez más el imaginario hegemónico que activa la maquinaria biomédica y sus protocolos.

    Pensando en ello vuelve a mí la fotografía de la artista británica Joe Spence en la que se ve su pecho intervenido y escrito sobre su busto la palabra monster. En este autorretrato Spence desvela lo siniestro, rompiendo directamente las reglas estéticas que configuran lo bello. Frente a esta imagen uno no puede evadir el espanto sobre lo que se revela. Por una parte, el cuerpo monstruoso de mujer, deformado por la intervención quirúrgica, atacando frontalmente las representaciones de feminidad. Por otra, el cuerpo transformado por la cicatriz rompe con la construcción naturalista de lo corporal. Construcción que lleva a esencializar a los individuos y sus conductas y que sirve de base a la diferenciación arbitraria de género.

    La trampa cultural se desvela sobre el cuerpo de Spence, un cuerpo que ha dejado de ser femenino para entrar en una identidad liminal, ambigua, un monstruo hablando en términos de representación. ¿Cómo evitar esta pérdida de representación? ¿Cómo perpetuar el orden dimórfico de género? Es como mínimo curiosa la preponderancia que tiene el cáncer de mama sobre otros (como el colorrectal, los hematológicos…), todas las campañas de visibilización y sensibilización, de feminización de los tratamientos y enmascaramiento de sus efectos con pelucas, pañuelos y prótesis. En relación a esto, en mayo del 2013 apareció la noticia de la doble mastectomía total de carácter profiláctico al que la actriz Angelina Jolie se sometió voluntariamente. En My medical choice (Jolie, 2013) declaró que tomó la decisión para evitar sufrimiento a sus hijos y que su marido siempre estuvo a su lado. También explicó que, gracias a la reconstrucción no siente que haya perdido su feminidad. Su lucha, su heroicidad (decisión descrita así por su marido) refuerzan de nuevo los roles de género, la centralidad de la familia y la idea de feminidad (madre y bella) asociada al pecho. Pero también la proyección del Pecho como portador del mal, destructor de vida (Thanatos) que ha de ser extirpado sin miramientos. Según Marilyn Yalom (Yalom, 1997), históricamente el pecho ha estado codificado mediante connotaciones de pecho bueno (capaz de alimentar a un recién nacido o alegóricamente la comunidad religiosa o política) y de pecho malo (donde el pecho se convierte en agente de seducción e incluso de agresión, o portador de enfermedades). A lo largo de los tiempos, la mayoría de descripciones del pecho femenino han expresado el punto de vista de los hombres en un intento por parte de éstos y las instituciones de apropiárselo. Por ello las mujeres se han visto obligadas a desafiar los poderosos significados que los pechos comportan como dispensadores de vida y, a su vez, destructores de vida. Dice que para muchas mujeres sus pechos personifican la tensión entre Eros y Thanatos, vida y muerte. Dualidad evidente en las mujeres diagnosticadas de cáncer de mama. Así cuando G. tras uno de los ejercicios exclamó que había vuelto a sentir sus pechos como suyos, no ya de su hija a la que amamantó durante más de un año o de los médicos que lo examinaban como si fuera una cosa externa a ella, una pieza a arreglar… no sólo estaba evidenciando la carga simbólica dual, sino la disociación entre cuerpo y sujeto, la cosificación a la que el cuerpo es sometido durante el tratamiento médico. A través de los ejercicios de danza y la creación de la pieza (Paréntesis), de acuerdo con Novella, quisimos interrumpir las narrativas hegemónicas para explorar sus paradojas y reapropiarnos de los cuerpos viviendo la calidad política de la propia presencia con las otras, resignificando el dolor y la rabia, reconociendo el disenso, poniendo en cuestión la autoridad de la medicina y, como gusta decir a O. parafraseando a B. Kruger, incorporando la idea de que “el cuerpo es un campo de batalla”.

 

 

 

Trabajos citados

Bourdieu, Pierre. 2010. La dominación masculina. Barcelona : Editorial Anagrama, S.A., 2010. 9788433905895.

Esteban, Mari Luz. 2004. Antropología del cuerpo. Género, itinerarios corporales, identidad y cambio. Barcelona : Ediciones Bellaterra, S.L., 2004. 8472902706.

Foucault, Michael. 2009. Vigilar y Castigar. Nacimiento de la prisión. Madrid : Siglo XXI de España Editores, S.A., 2009. 9788432303326.

Jo Spence, Terry Dennett, Jessica Evans, Rosy Martin, Jorge Ribalta, David Roberts, Tim Sheard, Siona Wilson, Jan Zita Grover. 2005. Catálogo de Exposición: Jo Spence, más allá de la imágen perfecta. Fotografía, subjetivvidad, Antagonismo. Barcelona : MACBA, 2005. 978-84-89771-18-5.

Jolie, Angelina. 2013. My medical choice. The New York Times. The opinion pages. [En línea] 19 de mayo de 2013. http://www.nytimes.com/2013/05/14/opinion/my-medical-choice.html.

Lepecki, André. 2009. Agotar la danza. Performance y política del movimiento. Alcalá de Henares : Universidad de Alcalá , 2009. 9788481388206.

Martínez Hernaez, Ángel. 2008. Antropología médica: teorías sobre la cultura, el poder y la enfermedad. Barcelona : Anthropos, 2008.

Novella, Carolina. 2014. Performativity as engaged waiting in the Oncogrrls project. Manuscript in preparation. University of California, Davis.

Preciados, Beatriz y Forcades, Teresa. 2014. Encarnar disidencias. Entrevista a Beatriz Preciado y Teresa Forcades. Teresa Forcades. [En línea] Junio de 2014. https://teresaforcades.files.wordpress.com/2014/08/encarnar-disidencias.pdf.

Sontag, Susan. 2008. La enfermedad y sus metáforas: el sida y sus metáforas. Barcelona : Debolsillo, 2008.

Yalom, Marilyn. 1997. Historia del pecho. Barcelona : Tusquets Editores, S.A., 1997.

 

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Marisa Paituví.

paituenaccio.wordpress.com/about/

 

 

 

 Oncogrrrls son O. N. C. G

Oncogrrrls son O. N. C. G. paituenaccio.wordpress.com/about/

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Rompiendo mis propias fronteras a partir de los antidepresivos, ansiolíticos e inductores para el sueño

por Erika Bülle

Cuando te levantas por la mañana y te miras tomando más de cinco pastillas, y al anochecer te hp_scanDS_70517111711duermes después de haber tomado esas mismas cinco pastillas o quizás un poco más, sabes que eres anormal. Antidepresivos e inductores del sueño me han acompañado durante ya casi dos décadas. La preocupación al asistir a una fiesta, una visita, en la que se haga muy tarde y deba quedarme a pernoctar, en muchas ocasiones me hace desistir de la idea de ir a divertirme, no dormir acompañada de las pastillas, o peor, amanecer sin ellas, es una posibilidad que no admito. ¡Claro!, soy una esclava de ellas.

Para mis amigos y familiares es incomprensible que yo prefiera viajar por carretera durante la madrugada, para llegar a casa, algunos piensan que hay algún tipo de represión externa que me hace tomar esa decisión, pero en realidad no es así. Eso lo decido yo.

¿Cómo comienza este juego de la locura, lo disfuncional y lo patológico?

La respuesta es sencilla, hacer arte que cuestiona.

Observar cadáveres “no es sano”, para Fromm[1] esto sería una perversión producto de la mente enferma llamada necrofilia. Para mí, es solamente un cuerpo sin vida el cual me sirve de herramienta para crear, que rompe mis fronteras visuales y que se incorpora a mi cartografía del conocimiento, mi manera de mirar el mundo, después de este necro-encuentro que para muchos es anormal.

Para Achille Mbembe “La relación entre la modernidad y el terror provienen de fuentes múltiples. Algunas son identificables en las prácticas políticas del Antiguo

Régimen. Desde esta perspectiva, resulta crucial la tensión entre la pasión del público por la sangre y las nociones de justicia y venganza”[2].

Esto explica que el gusto por observar a un cadáver se considere anormal, enfermo, patológico, una línea que no debe traspasarse de manera individual, sin embargo los debates entre la biopolítica y la necropolítica, nos dan la posibilidad de analizar el cuerpo muerto desde las fronteras del arte, de la filosofía, de la sociología.

El problema comienza cuando lo personal se vuelve políticamente algo indebido, incómodo, algo que no conviene a los intereses de los otros, así que lo mejor es suprimirlo, mediante la sugerencia de aplicar el sistema clínico de la psiquiatría.

¿Qué pasa cuando la noción de Foucault de biopoder se impone ante una mente anormal?, ¿qué sucede a la vista de todos con los efectos secundarios del remedio clínico?

La desconexión del cerebro ante la vida cotidiana, causada por los fármacos, no es precisamente lo que se llama una cura. Ver los acontecimientos diarios como una ficción que no te permite tener un juicio emocional, muchas veces resulta más perturbador que convivir con la muerte misma. El hecho es que estos medicamentos “reguladores” de la psique, paran tu proceso creativo la mayoría de las ocasiones, ya que lo miras como un agente externo, y no como el artista mismo. El decidir sobre tu propio arte y la manera en que lo realizas no debe ser tomado como una cuestión enferma, ni anormal, tener un discurso cuestionador debe estar presente en las sociedades actuales, no importa que tan obsceno, violento, o voraz nos parezca. Otro punto a tomar en cuenta cuando modificamos esta visión con algún psicotrópico es que nos encontramos con los efectos secundarios; sedentarismo, mal funcionamiento del metabolismo, extrema flojera y exceso de distracción. Reflejados ante los demás en obesidad, temblores corporales y las ganas de no hacer nada. Ahora resultas ser doblemente anormal, ya que antes, no solo tu comportamiento lo parecía, si no que, ahora tu cuerpo también es un punto de tensión para los demás. Una conducta considerada anormal a la vista de muchos desencadena, ahora un cuerpo “anormal”, es decir lo que no entra en los estándares de peso marcados por las instituciones de salud, resulta un trastorno patológico al que se le denomina obesidad mórbida; somos tan incómodos pacientes que cargamos con la palabra que indica morboso: que muestra atracción por las cosas desagradables, crueles, prohibidas o que va contra la moral, PROHIBIDOS PARA LA VISTA DE LOS DEMÁS. Y peor aún, si piensas en que el arte que produces, no solo implica ver cadáveres, sino, hacer performance.

Usar el cuerpo como un instrumento de expresión, siendo este cuerpo, ofensivo para la sociedad resulta complicado, pero exhibirlo desnudo, nuevamente acrecenta la cadena de anormalidades en las que un sujeto puede estar inmiscuido. “¿Cómo se atreve?”, seguido de un “¡qué asco!, no es normal”.

Pero la cadena no para ahí, ya que cada uno de estas anormalidades puede ser tratada clínicamente con más medicamentos, que generan más efectos secundarios. Así que optas por llevar orgullosamente las etiquetas.

“Como anormal te conviertes en la gorda loca, farmacodependiente, que pinta muertos y se encuera en algo llamado performance”. ¿Tú lo crees?

[1]Fromm Erich. El corazón del hombre, Fondo de Cultura Económica, segunda edición. México, 1983.

[2]Mbembe Achille. Necropolítica. Seguido de Sobre el gobierno privado indirecto. Melussina, España, 2006

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Erika Bülle. Nace el 9 de junio de 1969, en la ciudad de México. Realizó sus estudios de licenciatura en artes visuales, en La Escuela Nacional de Artes Plásticashp_scanDS_7051711282843 (1) (ENAP), UNAM. Y posteriormente la maestría en la división de estudios de posgrado, de la ENAP, UNAM. Actualmente realiza el doctorado en artes y diseño en FAD, UNAM. En la labor de producción plástica, cuenta con más de 10 exposiciones individuales, y varias colectivas. En el campo de investigación del performance y el arte del cuerpo fue miembro del colectivo SEMEFO a partir de 1990, participando en PAREDON, edificio Rule, Centro Histórico, ECLIPSE para el museo Rufino Tamayo a cargo de Juan José Gurrola, PANDEMONIUM, ENAP, EL CANTO DEL CHIVO, canal 22, Sótano de la facultad de arquitectura. Posteriormente deja al colectivo para integrarse a otros colectivos de arte acción presentándose en XTERESA, Academia de San Carlos, entre otros lugares del interior de la república.

Blog personal:

http://bulleartedelcuerpo.blogspot.mx/

 

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Normal delirar

por Ollinca Torres
por Ollinca Torres

por el.laLulú Gübre

Me persigue un hombre blanco heterosexual, lleva una chamarra y unas botas negras de piel; por su elocuencia y su automóvil sospecho que es de clase alta.

 Tras haberme negado a continuar el tratamiento por más de media década vuelvo a estar en su sillón ergonómico. Comienzo a hablar:

Uno de los encuentros

 –Es omnipresente, ya no hay duda. Ayer de regreso a casa, el hambre contaminaba todas las esquinas de mi cuerpa enferma, decido comprar unos esquites, y de nuevo aparece. Esta vez tenía nuevo rostro, y mientras me respondía, sus manos seleccionaban un elote grande para intercambiarlo por dinero a cualquier trans.eunte. Me dijo de forma clara –cocino los esquites con sustancia de pollo, ese es mi secretico… por eso tienen tan buen sabor. Fue inevitable reconocerlo en esa cuerpa, con esa tranqulidad para nombrar el sufrimiento. Agarré mi bici y di pedales tan rápido, con tanto miedo, suplicando una vez más que el caos me ahogara, otra vez me había sorprendido, miré para atrás para asegurarme que estaba fuera de peligro. No estaba fuera de peligro, me perseguía en su coche derrochando dióxido de carbono, podía sentir el olor de su chamarra y sus botas, la piel huele tanto cuando el dolor es su origen.

 De nuevo me encerré en casa, no tengo más opción que inhalar gluten de trigo mientras todo acaba.

 Desde la otra parte del sillón me interpela– ¿tomaste la medicina que te formulé?

–No la puedo tomar me vuelve tontx, me pone débil prefiero la Valeriana.

Un encuentro más antiguo.

 –Piensa un poco en tu infancia, ¿Recuerdas cuándo fue la primera vez que lo viste?

-Sí. Bueno, no sé si haya sido la primera vez, pero recuerdo muy bien su forma. Yo regresaba de casa con mi primer arete, mi hermoso arete, y al pasar por el abarrotes de la esquina, Don Ernesto parece enfadado conmigo, me detiene y con su voz gruesa (esa misma voz con la que insulta al cielo cuando su esposa Doña Jacinta no le sirve la cena a la hora debida) me dijo: “Esa maricada que traes colgando de la oreja es sólo para las niñas, no vas a querer que piensen que eres un maricón”. Entre mis vagos recuerdos esa fue la primera vez que lo vi, de igual manera no le presté mucha atención, él siempre me decía cosas similares. Dice mi mamá que es porque siempre quiso tener un varón pero sus dos hijas fueron niñas. Que no le ponga cuidado a lo que me dice.

Varios encuentros

 Ojalá todos los encuentros hubieran sido como el primero, pero él me comenzó a perseguir cada vez más, se puso violento, la otra vez me arrojó botellas por besar a un chico, el otro día me llevo a prisión por mi inconformidad frente al Banco Mundial. Se ha vuelto insoportable y definitivamente sus medicinas no me ayudan.

Una historia de amor

 Definitivamente debía comérmelx, hace ya tiempo que no le presto atención a la forma de sus genitales ni al tono de su voz, me he enamorado. El otro día con su ímpetu indomable me desgarró los tejidos de mi ano.rmalidad, me hizo temblar, el llanto de mi rareza cobró sentido junto a su piel mulata, junto a la negrura de sus labios. Se detuvo justo en mi ombligo mientras las sórdidas melodías de sus consignas anacrónicas contra el bombardeo de Gaza bloquearon el paso de mi delirio, y me susurró tan exactamente mis deseos, que sentí cómo los cuervos eyaculaban en mi conciencia.

    El.la, suena igual que mi madre aconsejándome que no le ponga cuidado a Don Ernesto. Tengo coitxs con todes los cuerpas donde la entiendo, yo intento seguirle, espero no sienta que le persigo, carecería de sentido mi rastro. Si no fuera por el.la, el hombre blanco ya me hubiera violado.

No hay conclusión

 Con el gesto del médico recuerdo la razón por la que había suspendido mi tratamiento. Su gesto trataba de escribir de forma legible las nuevas medicinas. –Nada de lo que estás hablando tiene sentido, necesitas regresar a la n o r m a l i d a d, y estos medicamentos te ayudarán, recuerda que es peligroso que materialices todo lo que estás pensando, no te va a llevar a nada bueno. Y por último deja de justificar todos tus actos como si fueran una acción política, nada de esas noches con peluca, ni tu abstinencia de lácteos, ni mucho menos tu desprecio injustificable al dinero van a ayudar a que mejores. No es tan difícil, mira a tu alrededor, la gente normal no es así.

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Semblanza: el.laLulú Gübre realiza mamarrachxs contrasexuales en el proyecto incuirables, es la titiritera de Analquismo y actriz principal de la realizadora audiovisual Eunuca.

http://inqueerables.tumblr.com/

http://analquismo.wix.com/caossexual

http://eunuca.tumblr.com/

 

 

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