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Bacanal, fiesta, orgía, encuentro, celebración, carnaval en la Academia

fotografía del archivo Walpurgis Gara
fotografía del archivo Walpurgis Gara

por Adriana Raggi

Una bacanal como forma de resistencia es lo que ha sucedido en el Posgrado de Artes y Diseño de la UNAM. En las dos últimas generaciones de la maestría ha habido una revolución de formas y conceptos. Una serie de jóvenes han entrado al posgrado a hablar más allá de lo impuesto, a hablar del cuerpo, la raza, las búsquedas sexuales y sus relaciones de estos temas con el arte. Relaciones que tienen que ver, también, con las formas de producción artística. El destino alcanzó a la academia desde el carnaval.
Y desde ahí es que yo celebro el poder ser testigo, y cómplice, de esta búsqueda de un lugar por parte de quienes suelen ser excluidos de diversos espacios artísticos y sociales. El pensamiento de quienes llegaron a la FAD en estas generaciones es uno de cuestionamiento de la normalidad, de las ideas de superioridad y la heteronormatividad y es generado por artistas como Benjamín Martínez “Walpurgis Gara”, Lizeth Gamboa “Liz Misterio”, Mirna Roldán, Alex Xavier Aceves Bernal, Ivelin Meza*, Carlos Romualdo o Paola García.
Pero lo más relevante para la academia es que es una forma de confrontar el conservadurismo tanto de pensamiento como de producción artística. El hecho de que estos alumnos hayan sido aceptados en la maestría es ya un logro, en cierta forma una muestra de su fortaleza y capacidad conceptual y su calidad artística, pasaron por una serie de trabas ideológicas, tanto del pensamiento como de la idea de la factura artística.
Sus obras no caben en la noción que se impone en el Posgrado de Artes y Diseño, ellos no buscan talleres que les den una introducción a la técnica –eso ya lo pasaron en la licenciatura– buscan confrontarse con la producción artística desde todo un proceso conceptual y de creación de espacios para hablar de las cosas que no se hablan: la sexualidad desde la disidencia, la identidad indígena y su exclusión, los proceso artísticos como espacios de discusión. A todos se les ha cuestionado si lo que hacen es arte, si sus enfrentamiento a la fotografía es válido, que si no tienen un espacio porque ¿en qué orientación del posgrado pueden estar?, que si su trabajo es o no es válido.
Lo que han hecho todos y cada uno de ellos, es confrontar a algunos profesores con una realidad: el arte hoy en día es algo más de lo que ellos creían. Han logrado introducir cuestionamientos en nuestra conservadora facultad, han producido espacios de discusión como Hysteria Revista y han invitado a agentes externos a mirarnos, cuestión sumamente importante e interesante. Personas que pueden darnos una mirada diferente y productiva, como Erika Lindig, Rían Lozano, Nina Hoechtl, Cuauhtémoc Medina o Deborah Dorotinsky, y muchos más que han volteado hacia nosotros gracias a otras formas de presentarnos. Y claro, con ellos hemos participado distintos profesores de la facultad, que hemos aprendido, y propiciado otras formas de hacer.
Estas otras formas de hacer también son importantes para buscar otras estructuras educativas en el arte. Nos encontramos un lugar de educación, en donde el principal problema es la pregunta por lo que estudia un posgrado en arte. Pienso que el enfrentamiento que podemos tener ante este problema se hizo desde el carnaval, porque fue desde el cuestionar de muchas formas y nunca de un enfrentamiento que surgiera de la rabia o la amargura. Los alumnos llegaron al posgrado y desde diferentes formas de disidencia, desde su cuerpo sexual, social, indígena, y desde el cuerpo de otros, lograron mover formas de hacer y de ver. Lo cuir, queer, indígena, trans, lo diferente nos dieron un golpe de carnaval.

Abril 2016

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*N.deR. Ahora Ivelin Buenrostro

Adriana Raggi

Doctora en Historia del arte por el IIE de la UNAM. Obtuvo la licenciatura en Artes Visuales en la ENAP (hoy FAD) de la UNAM en 1993. De 1995 a 1996 asistió como Estudiante Invitada a la Kunstakademie Düsseldorf, Alemania. En 2002 obtuvo el grado de Maestra en Historia del arte, IIE, UNAM. En el 2013 obtuvo doctorado en Historia del arte, IIE, UNAM. En 2013 cursó el Diplomado en Fotonarrativa y Nuevos Medios de World Press Photo y la Fundación Pedro Meyer.

Actualmente es profesora de tiempo completo de la FAD, UNAM. Además ha impartido clases en la Fundación Pedro Meyer y La Esmeralda, INBA. Es miembro del colectivo Las Disidentes,

Página web: adrianaraggi.net y lasdisidentes.com

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La ley de trata. Una ley de censura

Por Adriana Raggi

Esta es la historia de un hombre que cae de un edificio de 50 pisos. El tipo, mientras cae al vacío, se repite para tranquilizarse: ¡hasta aquí todo está bien!, ¡hasta aquí todo está bien!, ¡hasta aquí todo está bien! Pero lo importante no es la caída, es el aterrizaje.

Mathieu Kassovitz

México es un país que cae al vacío: es un país en el que la mayoría de sus habitantes vivimos con miedo todos los días, miedo de la violencia, miedo del crimen organizado, de los secuestros, del abuso de poder, del acoso, de la falta de legalidad. En un país en el que la policía es absolutamente corrupta e ineficiente, en el que el sistema judicial trabaja para quien le paga, lo menos que podemos hacer es tratar de luchar contra esas estructuras que permiten el abuso de poder, la violencia absoluta en contra de la población civil, el tráfico de influencias, el tráfico de armas, el tráfico de seres humanos, la esclavitud.

     La Ley General para Prevenir, Sancionar y Erradicar los Delitos en Materia de Trata de Personas y para la Protección y Asistencia a las Víctimas de estos Delitos[1] que fue aprobada en el 2012 en México, es una ley que parte de una idea central: el tráfico humano debe ser erradicado. Idea con la que por supuesto concuerdo totalmente, pero, y aquí viene el asunto, es una ley mal hecha que parte de una ley histórica dentro del feminismo anti-sexo en los Estados Unidos: la Antipornography Civil-Rights Ordinance[2], escrita y promovida por Andrea Dworkin y Catharine MacKinnon y que se basaba en la idea de que la pornografía es una forma de esclavitud de las mujeres y de expresión de la sexualidad masculina, a la que clasificaban como violenta por naturaleza.

     Andrea Dworkin llegó a comparar a la pornografía con los campos de concentración nazi; por lo tanto, lo que pretendía su ley era eliminar cualquier rastro de la pornografía en Estados Unidos. Si bien esta ley fue eliminada por la Suprema corte de justicia de los Estados Unidos por atentar contra la libertad de expresión, se ha infiltrado en leyes como la canadiense, Offences Tending to Corrupt Morals[3], y en el Protocolo de Palermo o Protocolo para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente mujeres y niños[4], que complementa la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional

      En México, la Ley General para Prevenir, Sancionar y Erradicar los Delitos en Materia de Trata de Personas y para la Protección y Asistencia a las Víctimas de estos Delitos mezcla situaciones que son comunes en este país, como es la explotación, que define como esclavitud, condición de siervo, explotación laboral, trabajo forzado, mendicidad forzosa, matrimonio forzoso, utilización de menores para cometer delitos y adopción ilegal. Hasta aquí todo podría funcionar –aunque me parece que la cuestión de explotación debería ser tema de la ley del trabajo– pero después agrega como de manera casual a la prostitución, la pornografía, las exhibiciones públicas o privadas de orden sexual, el turismo sexual o cualquier otra actividad sexual remunerada, para después en los artículos 15 y 16 decir lo siguiente:

Será sancionado con pena de 5 a 15 años de prisión y de un mil a 30 mil días multa, al que se beneficie económicamente de la explotación de una persona mediante el comercio, distribución, exposición, circulación u oferta de libros, revistas, escritos, grabaciones, filmes, fotografías, anuncios impresos, imágenes u objetos, de carácter lascivo o sexual, reales o simulados, sea de manera física, o a través de cualquier medio.

No se sancionará a quien incurra en estas conductas con material que signifique o tenga como fin la divulgación científica, artística o técnica, o en su caso, la educación sexual o reproductiva. En caso de duda sobre la naturaleza de este material, el juez solicitará dictamen de peritos para evaluar la conducta en cuestión.

Artículo 16. Se impondrá pena de 15 a 30 años de prisión y de 2 mil a 60 mil días multa, así como el decomiso de los objetos, instrumentos y productos del delito, incluyendo la destrucción de los materiales resultantes, al que procure, promueva, obligue, publicite, gestione, facilite o induzca, por cualquier medio, a una persona menor de dieciocho años de edad, o que no tenga la capacidad de comprender el significado del hecho, o no tenga capacidad de resistir la conducta, a realizar actos sexuales o de exhibicionismo corporal, con fines sexuales, reales o simulados, con el objeto de producir material a través de video grabarlas, audio grabarlas, fotografiarlas, filmarlos, exhibirlos o describirlos a través de anuncios impresos, sistemas de cómputo, electrónicos o sucedáneos, y se beneficie económicamente de la explotación de la persona.[5]

 

      La redacción de la ley tiene una amplio margen interpretativo, partiendo del hecho de que no define ni la pornografía ni la prostitución, así como que entra al tema de la divulgación artística, que no el arte, hasta el punto en que no queda claro si habla de personas menores de edad solamente o no, y califica la descripción como un delito. Entonces las preguntas son muchas y los peligros son más, ¿la obra de los artistas de la post-pornografía y en general cualquier desnudo o imagen relativa al sexo es ilegal en México, el productor de una película que muestra una relación sexual puede ser acusado de trata de personas?, ¿se va a censurar?, ¿quién va a hacer un peritaje en cuestión? Si lo hace algún mal llamado experto en arte, alineado con el sistema, conservador y reaccionario, como por ejemplo Avelina Lésper, quien dice que “Si cobrar por la exhibición o el intercambio sexual es un delito de trata de personas, estas piezas que se exhiben en museos no deberían venderse, ni cobrar por verlas o pedir apoyo económico por lo que hacen.”[6] seguramente le darán 15 años de prisión a varios artistas.

     Respecto a esta relación arte y pornografía, pienso en lo que sucedió con la exposición El hombre al desnudo. Dimensiones de la masculinidad desde 1800 del MUNAL, en el año 2014, cuando su página de Facebook fue censurada y cerrada de la red social porque varias personas reportaron una de las imágenes que era parte de la exposición. La obra Mercurio, del 2001 de los artistas franceses Pierre et Gilles que era un desnudo de espaldas, parece haber ofendido gravemente la moral de los usuarios de la red social. El reporte que se hacía era porque era pornográfico. ¿Cuál es la diferencia entre arte y pornografía?

Beatriz Preciado define la pornografía a partir de que se excavaron las ruinas de Pompeya, y se encontraron imágenes de una sexualidad

[…] radicalmente distinta de la que dominaba la cultura europea en el siglo XVIII.

[…] Las autoridades (el gobierno de Carlos III de Borbón) deciden entonces seleccionar ciertas imágenes, esculturas y objetos, y forman con ellos la colección secreta del museo borbónico de Nápoles, conocida también como Museo Secreto. La construcción del Museo Secreto implica el levantamiento de un muro, la creación de un espacio cerrado y la regulación de la mirada a través de dispositivos de vigilancia y control. Según decreto real, sólo los hombres aristócratas –ni las mujeres ni los niños ni las clases populares– podían acceder a ese espacio. […]

La palabra pornografía, aparece en este contexto museístico, de la mano de un historiador del arte alemán C. O. Müller que reclamando la raíz griega de la palabra (porno-grafei: pintura de prostitutas, escritura de la vida de las prostitutas) denomina los contenidos del Museo Secreto como pornográficos.[7]

 

     Entonces, la clasificación de la pornografía aparece como una arma para regular el placer y la mirada y otorgar ciertos privilegios a determinados sujetos. Es como se crea una distinción respecto la pornografía, el arte y el erotismo que hasta la fecha es sumamente difícil de explicar y sostener, y que precisamente leyes, como la que tratamos aquí, pretenden regular sin ni siquiera hacer un análisis de esta relación.

El articulo 17 dice:

Se impondrá pena de 5 a 15 años de prisión y de un mil a 20 mil días multa al que almacene, adquiera o arriende para sí o para un tercero, el material a que se refiere el artículo anterior, sin fines de comercialización o distribución.[8]

 

     Entonces, quien tenga en su posesión material, que pueda ser interpretado como pornográfico por un juez, puede ser condenado a hasta 15 años de prisión. Por todo lo anterior esta es una ley que atenta contra la libertad de expresión de una manera profunda.

     El hecho de que esta ley condena a quienes trabajan al rededor del trabajo sexual, marca a las personas que viven de estas tareas, como criminales. Asimismo, la ley es ambigua en cuanto a la situación de los trabajadores sexuales. Por un lado, condena a todo el que trabaje al rededor de la actividad, a pesar de no condenar a quien lo hace, es decir, las prostitutas, lo actores porno, las bailarinas de table dance, pero los deja en un estado de indefensión y sin los medios para realizar el trabajo, es decir una trabajadora de un table dance pierde su medio de vida en cuanto meten a la cárcel a quien maneja su lugar de trabajo. Claudia Torres desarrolla una crítica certera al respecto en sus textos Ambigüedades y complejidades: la trata con fines de explotación sexual y el no reconocimiento del trabajo sexual en México[9] y Problemas de la redacción y aplicación de la ley general de trata.[10]

     El trabajo sexual no debería ser clasificado como ilegal, su criminalización tiene graves consecuencias en el medio de vida de personas que viven de él sin ser forzadas a hacerlo. El argumento del feminismo anti-sexo, de que el patriarcado las lleva por ese camino, no les deja opción y las hace creer que eso quieren hacer, es un argumento ciego de aquel feminismo que hace de las mujeres víctimas y les quita la agencia, les quita la libertad de utilizar su cuerpo, porque al final lo que dice es lo mismo que los conservadores: nuestro propio cuerpo, a las mujeres, no nos pertenece. Es importante escuchar a quien realiza este trabajo y entender lo que significa. Por un lado, una trabajadora sexual que dejó su testimonio anónimamente en Problemas de la redacción y aplicación de la ley general de trata, dice:

No todas la trabajadoras sexuales tenemos 13 años ni trabajamos para un padrote, la mayoría tenemos hijos que mantener y un trabajo que defender, yo te puedo decir que tengo una trayectoria de siete años ejerciendo el trabajo sexual por necesidad y no por mantener a ningún vividor.[11]

Por otro, Virginie Despentes, quien hizo trabajo sexual, dice de quienes tratan de ilegalizarlo:

El tipo de trabajos que las mujeres no pudientes ejercen, los salarios miserables a cambio de los cuales venden su tiempo, eso no le interesa a nadie.[…] Pero la venta del sexo, eso le concierne a todo el mundo, y las mujeres “respetables” tienen algo que decir al respecto. Durante los últimos diez años me he encontrado bastantes veces en un bonito salón, en compañía de mujeres mantenidas a través de un contrato matrimonial […] sin dudarlo un solo segundo, me explican que la prostitución es algo intrínsecamente denigrante para las mujeres. Ellas saben intuitivamente que ese trabajo es más degradante que cualquier otro.[…] La afirmación es categórica, pocas veces matizada […] Intercambiar un servicio sexual por dinero, incluso en buenas condiciones, incluso voluntariamente, es un ataque a la dignidad de la mujer. He aquí, la prueba: si pudieran elegir, las prostitutas dejarían de hacerlo. Hace falta retórica… como si la chica que hace la depilación en Yves Rocher extendiera la cera o limpiara los poros de la nariz por pura vocación estética. La mayoría de la gente que trabaja dejaría de hacerlo si pudiera, ¡menudo chiste![12]

Como contraste a la declaración de Despentes, está esta de Teresa Ulloa, directora de CATWLAC, organización que busca la abolición de la pornografía y la prostitución: “La prostitución es el sistema que el patriarcado utiliza para controlar la vida y la sexualidad de las mujeres.”[13] La ley que tratamos, y la declaración de Ulloa, olvidan que el trabajo sexual no solamente lo ejercen las mujeres y que hay una parte de todas estas personas que lo relacionan con el placer y la diversión. En su artículo, Prostitution Push and Pull: Male and Female Perspectives, Ine Vanwesenbeeck hace una interesante investigación sobre las razones y las formas de trabajo sexual de hombres y mujeres, además de que aborda cómo las redes sociales y las nuevas formas de comunicación facilitan el trabajo sexual remunerado e independiente, y plantea cómo es que hay en él una ética de la diversión.[14] Existe una gran variedad de formas del trabajo sexual y de consumo sexual. Hoy en día se utilizan aplicaciones de teléfono y tabletas para crear contactos, grupos de redes sociales, vapores, saunas, cabinas de sex shops, todos sin la necesidad de que alguien controle y cobre un porcentaje del resultado del trabajo. El criminalizar cualquiera de estas formas, es un acto de represión a la sexualidad humana y de ceguera ante el hecho de que nos están limitando el uso de nuestro cuerpo, nos están prohibiendo desde el utilizar la imagen de un cuerpo desnudo hasta describirlo.

Prohibir el trabajo sexual de forma tajante, sin hacer distinciones y pensando que es sinónimo de trata –en donde la trata es el comercio de personas con fines de explotación sexual, trabajos forzados, esclavitud o extracción de órganos– es como querer hacer ilegal el trabajo doméstico, porque en él ha habido y sigue habiendo explotación y esclavitud y –si pensamos en la base de los argumentos de este feminismo anti-sexo para prohibir la pornografía–, degrada a la mujer. El trabajo doméstico es necesario, es básico para nuestra vida y para la economía, no se necesita prohibir, se necesita regular, darle un estatus legal, crear sindicatos y darle beneficios laborales, como a todo trabajo.

La ley está basada en una visión blanco y negro en la que no ve tonos de gris pero que además promueve el autoritarismo, un problema grave en México, al promover el acoso policial, tanto físico:

Artículo 104. La Secretaría de Seguridad Pública y autoridades estatales, municipales y del Distrito Federal, dentro del ámbito de sus competencias, supervisarán negocios que puedan ser propicios para la comisión del delito previsto en esta Ley, realizando inspecciones en agencias de modelaje o artísticas, salas de masajes, bares, cantinas, hoteles, cines, servicio de Internet, baños públicos u otros.[15]

como virtual:

Para autorizar la operación de los negocios que presten servicio de Internet, deberán contar con filtros parentales y defensa contra intromisiones no deseadas.[16]

así como en las publicaciones periódicas:

Artículo 106. Queda prohibida toda publicidad o inserciones pagadas en los medios de comunicación masiva de cualquier índole, que incluya en sus publicaciones anuncios de contacto sexual o que promueva la prostitución y la pornografía que pueda propiciar la trata de personas y demás delitos previstos en el presente ordenamiento.[17]

Acoso policial que ha provocado en México una siembra de terror y una falta de libertad de las trabajadoras sexuales para organizarse. En 2014 la Expo-sexo fue cancelada por el miedo de los organizadores a ser encarcelados.[18] Aun así los organizadores lograron hacer un trato con el gobierno del D.F. El terror no corresponde a quien tiene dinero, corresponde a quien vive de forma marginal.

     Esta ley fue promovida y discutida por algunas organizaciones feministas, cuyas ideas quedaron plasmadas en diferentes puntos. En el proceso se utilizaron diversas formas de presión en diversos foros. La alguna vez diputada federal por el PAN Rosi Orozco, quien se dice la principal impulsora de esta ley,[19] exhibió a víctimas de prostitución forzada de una forma poco ética. Además, se les escucha agradecer de una y mil formas al entonces presidente de México, Felipe Calderón, con palabras que obviamente les fueron dictadas.[20] También participó la organización CATWLAC, surgida de uno de los grupos norteamericanos anti-sexo y que se unieron a la derecha en Estados Unidos, Women Against Pornography (WAP), liderado por Gloria Steinem. De WAP se formó la Coalition Against Trafficking in Women (CATW), que fundaron Dorchen Leidholdt y Norma Ramos en 1988, y que tendrá su representación regional en América Latina y el Caribe como CATWLAC desde 1990. Esta organización, pretende criminalizar al consumidor de la prostitución, califica a todas la mujeres que hacen trabajo sexual de víctimas e invisibiliza a los cuerpos y personas diferentes que se dedican a este trabajo.[21]

     Cuando se hacen leyes que parten de un problema horrendo como es el de la trata de personas, y bajo ese pretexto se crea un estado de censura, represión de la sexualidad, de limitación del derecho sobre nuestros cuerpos, limitación del arte, la ciencia, la técnica y el derecho al trabajo, podemos darnos cuenta de que caemos al vacío y nos repetimos que todo va bien, pero ¿cómo será el aterrizaje?

 

El recuento de artistas que han sido censurados o encarcelados es muy grande. Unos cuantos ejemplos: Jules Gay, John Steinbeck, Guillaume Apollinaire, Andy Warhol, Marlene Dumas, Paul Morrisey, Virginie Despentes, Phyllis Reynolds Naylor, Marqués de Sade, David Cronenberg, Dorota Nieznalska, Arturo Ripstein, Arcady Boytler, Alejandro Jodorowsky, Alfonso Cuarón, Jean-Luc Godard, Chen Kaige, Howard Hughes, Mohammad Bakri, Martin Scorsese, Stanley Kubrick, Camille Paglia, Nagisa Oshima, Leslie Kee, María Eugenia Trujillo, Coralie Trinh Thi.

 

 

[1] Gobierno de los Estados Unidos Mexicanos, Ley General para Prevenir, Sancionar y Erradicar los Delitos en Materia de Trata de Personas y para la Protección y Asistencia a las Víctimas de estos Delitos http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/LGPSEDMTP.pdf, consultado el 6 de enero de 2016.

[2] Andrea Dworkin y Catharine MacKinnon, Model Antipornography Civil-Rights Ordinance, http://www.nostatusquo.com/ACLU/dworkin/other/ordinance/newday/AppD.htm, consultado el 6 de enero de 2016.

[3] Gobierno de Canadá, Criminal Code (R.S.C., 1985, c. C-46), http://laws-lois.justice.gc.ca/eng/acts/C-46/page-36.html#docCont, consultado el 6 de enero de 2016.

[4] ONU, Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional, https://www.unodc.org/documents/treaties/UNTOC/Publications/TOC%20Convention/TOCebook-s.pdf, consultado el 6 de enero de 2016.

[5] Gobierno de los Estados Unidos Mexicanos, op. cit., p.8.

[6] Avelina Lésper, Importencia creativa, http://www.avelinalesper.com/2014/05/impotencia-creativa.html, consultado el 8 de enero de 2016.

[7] Beatriz Preciado, Museo, basura urbana y pornografía, http://lasdisidentes.com/2012/08/12/museo-basura-urbana-y-pornografia-por-beatriz-preciado/, consultado el 8 de enero de 2016.

[8] Ibid., p.9.

[9] Claudia Torres Patiño, Ambigüedades y complejidades: la trata con fines de explotación sexual y el no reconocimiento del trabajo sexual en Méxicohttp://myslide.es/documents/ambiguedades-y-complejidades-la-trata-con-fines-de-explotacion-sexual-y-el.html, consultado el 6 de enero de 2016.

[10] Claudia Torres Patiño, Problemas de la redacción y aplicación de la ley general de trata, México: Brigada Callejera en Apoyo a la Mujer EMAC, 2015.

[11] Claudia Torres Patiño, Problemas de la redacción…, p. 14.

[12] Virginie Despentes, Teoría King Kong, trad. Beatriz Preciado, Barcelona: Melusina, 2007, p.50.

[13] Teresa Ulloa Ziáurriz, “Prostitución no es trabajo: propicia trata y explotación sexual infantil”, 14/10/2014 en CIMAC Noticias, http://www.cimacnoticias.com.mx/node/67891, consultado el 6 de enero de 2016.

[14] Ine Vanwesenbeeck “Prostitution Push and Pull: Male and Female Perspectives” en The Journal of Sex Research, 2013, 50:1, 11-16, DOI: 10.1080/00224499.2012.696285.

[15] Gobierno de los Estados Unidos Mexicanos, op. cit., p.36.

[16] Ibid., p.9.

[17] Ibid., p.37.

[18] Cancelan Expo Sexo por temor a operativos contra trata, http://www.eluniversaldf.mx/home/cancelan-expo-sexo-por-temor-a-operativos-contra-trata.html, consultado el 6 de enero de 2016.

[19]Rosi Orozco, Biografía http://rosiorozco.com, Consultado el 6 de enero de 2016.

[20] Foro hacia una legislación integral en materia de trata de personas y delitos relacionados, 12/08/2010, https://vimeo.com/15684263, min 17:34 al 30:35, consultado el 6 de enero de 2016.

[21] Véase http://www.catwlac.org

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Escribo de memoria…de lo que me contaron y de lo que vi

Bertha

por Adriana Raggi Lucio

Escribo este texto de memoria, de la memoria de lo que me contaron y lo que vi de mi abuela, quien murió una semana antes de cumplir los 100 años. Siempre que pienso en ella, pienso en una mujer fuerte e interesante. Bertha Gómez Maqueo Olivera fue una de las primeras mujeres en estudiar en la Facultad de Filosofía y Letras.  Se graduó como Maestra en Letras en 1937 con la tesis La forma y el contenido en la novela de Pérez de Ayala. En alguna ocasión me contó que en su facultad las únicas mujeres eran ella y una monja. Bertha era apasionada del idioma, por eso estudió letras. El inglés y el español eran sus dos idiomas, los manejaba ambos como lengua materna.

     Aun recuerdo la foto de su papá vestido de marino, mi bisabuelo, que ella guardaba con gran cariño y admiración en su cómoda. Mi abuela fue educada de una forma estricta, con una madre fuerte y desde mi punto de vista muy fría. Claro yo era muy pequeña cuando mi bisabuela Bertha Olivera era ya una señora muy grande, ella murió a los 92 años, y siempre fue, para mi infancia, una figura central y misteriosa de la vida en la casa de mi abuela. No recuerdo nunca haber cruzado una palabra con ella.

     Mi bisabuela estaba casada con el Capitán Antonio Gómez Maqueo –quien era su primo– y que luchó contra la invasión estadounidense a México en 1914, para después unirse a las filas del General Francisco Villa. En 1915, decidió retirarse de la vida militar y se fue a trabajar como marino mercante. El destino lo llevó a vivir en Estados Unidos. Para finalmente regresar a México en 1932 y trabajar duramente por la fundación de una escuela náutica en Mazatlán, para lo cual tuvo que negociar con el presidente Cárdenas y la clase política de ese momento, y la que ahora lleva su nombre Escuela Náutica de Mazatlán “Cap. Alt. Antonio Gómez Maqueo”.[1] Mi abuela nació en Estados Unidos, y renunció a su nacionalidad gringa cuando regresó a México. Un poco antes de morir, me pidió que pusiera música de fox-trot y entonces me platicó, con gran emoción, cuánto disfrutaba bailarlo cuando llegó a México en su juventud, por supuesto lo aprendió en los Estados Unidos. Yo nunca la vi bailar.

     Desde que yo recuerdo mi abuela y mi abuelo, Fernando Lucio, no vivían juntos. Mi abuelo era un hombre guapo y sumamente mujeriego, tuvo muchos hijos y muchas esposas y parejas. Lo de guapo lo supongo, porque a mí de daba miedo el abuelo Chango, nunca he sabido porqué le decían Chango, me saludaba de mano, con una mano inmensa. La hermana menor de mi abuela, Margarita, me comentó, en una ocasión que mi abuela estaba enferma, y la cuidábamos ella y yo en el hospital: “cuando tu abuela se casó con Fernando, lo hizo a sabiendas de quién era él, pero eso no le importaba, estaba enamorada y sobre todo, se divertía muchísimo con él. Que no te digan que su vida juntos fue puro sufrimiento”.

      Mi abuela tuvo cuatro hijas, Bertha, Emilia, Lupe y María Fernanda. Trabajó como profesora en la SEP por muchos años, escribió libros para estudiar inglés. El que más recuerdo se llama English alive: an English course for Mexican secundaria schools, publicado en 1975. Fue fundadora, en 1973, de la Asociación Mexicana de Maestros de Inglés, MEXTESOL. La enseñanza era su forma de vida. Recuerdo que cuando tenía 80 años le comentó a mi papá que ya no era la misma de antes, que después de dar cuatro horas seguidas de clases se cansaba. Aun recuerdo a mi papá sorprendido diciéndole que cualquiera se cansa después de dar cuatro horas de clase.

     A sus ochenta años daba clases y viajaba en metro a su trabajo. En algún momento trabajó en la SEP, en la certificación de locutores de radio y televisión, haciendo los exámenes de inglés. Ella contaba sus experiencias ahí, le gustaba conocer a los actores que iban a hacer sus exámenes. La jubilación no la trató nada bien, en algún momento su sueldo era de 2,000 pesos que no le servían para nada. Pero ella siguió trabajando desde su casa, hacía traducciones y cada año asistía a las reuniones de la MEXTESOL.

     Durante un tiempo, en mi infancia, no la vi porque se fue a estudiar a Inglaterra, no recuerdo que edad teníamos ninguna de las dos, pero a mí me parecía genial que la abuela estudiara. Esa es una de las cosas que más tengo presente de ella, su sentido de búsqueda de soluciones ante la vida. Y ya casi a sus cien años, su absoluta desesperación por no poder ser independiente, su cuerpo no se lo permitía, a pesar de su lucidez y su buena memoria.

     Mi abuela no fue especialmente cariñosa, aun recuerdo con cierto horror que ella mi mamá se saludaban de mano. Pero su lejanía física se compensaba con su cercanía mental, siempre se preocupaba y sabía que hacía cada una de sus hijas, sus nietos, bisnietos y, casi al morir, su tataranieta. Tenía en la mente las cosas que nos gustaban y nos interesaban a todos. En su lecho de muerte me dijo: “recuerdo mucho las cartas que me escribías cuando te fuiste a estudiar fuera de México, las recibía con mucho cariño”, entre otras cosas que quedarán entre ella y yo. Pero ahora que he escrito esta breve memoria de mi abuela, lo hago con el mismo cariño con el que le escribí esas cartas. Simplemente para recordarla, porque su vida merece ser contada.

[1]Al respecto se puede consultar Julio Alfonso Ruíz Ramírez Escuela Náutica de Mazatlán “Cap. Alt. Antonio Gómez Maqueo” La historia. Bloomington: Palibrio, 2012.

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Archivos desclosetados: museo y visibilidad

Por Adriana Raggi

Archivos desclosetados: espectros y poderes disidentes una exposición sobre archivo que sucede en el marco del 28 Festival Internacional por la Diversidad Sexuales una visita al archivo de la memoria que va más allá del movimiento LGBTTTI, que habla de las diversidades, de la historia de lucha y de la visibilidad y la invisibilidad que tienen las sexualidades disidentes en México. No es una exposición fácil de visitar o digerir, contiene mucha información que hay que ver con una gran calma, poco a poco, paso a paso. Como en toda exposición en donde hay una curaduría, hay una selección de temas, objetos y memorias. Se pueden encontrar en ella documentos como banderas, fotos, volantes, carteles, postales, folletos, dildos, condones, arnés bdsm y fanzines.

Foto: Francisco Estrella

La exposición tiene sus aciertos y sus desaciertos. Me parece que es un buen ensayo sobre la diversidad sexual en nuestro país, la lucha de la disidencia y momentos importantes que han cambiado nuestra visión de ella. Tiene como desacierto la falta de un análisis posterior de los archivos. Ahí están los archivos… ¿y después? Observación realizada por el crítico de arte Daniel Montero el día de la inauguración. Pero es una muy buena experiencia para pensar en el después, ¿qué hacemos con esta información? Dice el texto curatorial: “[…] este mapeo trata de interactuar con las inconsistencias, contradicciones, diferencias inasimilables, resistencias, ausencias y deseos para mostrar las complejidades de prácticas sexo-políticas entre épocas y generaciones.”[i] Entonces pensemos en la exposición como un mapeo, una búsqueda de las diferencias y las contradicciones. Un lugar en el que nos podemos parar para pensar en lo que está en ese análisis de las curadoras, y en lo que no está.

Foto: Daniel Limón

Lo que cada uno de nosotros pudo haber buscado con un franco deseo, es que las curadoras vean lo que uno ve. Esa es una memoria individual y un archivo personal, que es sumamente valioso y que sería importante rescatar de alguna forma en la exposición. Pero este archivo no tiene la obligación de estar presente. Hacer una curaduría implica poner ante los demás una forma de ver las cosas, no se trata de repetir ideas y formas, se trata de mostrar otras ideas y otras formas. Dice Philippe Parreno al hablar de qué es hacer una curaduría, que:

Los seres humanos quieren simplificar los acontecimientos en el mundo con el fin de comprenderlos. Por ejemplo, es más fácil de decir que la fuerza de gravedad es estable, pero en realidad no lo es. Oscila. Lyotard creía que el arte hablaba de eso, sobre las fuerzas resistentes que hacen que las cosas no sean totalmente lo que creemos que son. Esa es una forma muy hermosa de definir el arte y la curaduría de arte.[ii]

Archivos desclosetados: espectros y poderes disidentes nos habla desde una experiencia sobre la sexualidad disidente. Las curadoras y el equipo de investigación buscaron mostrarnos un punto de vista sobre las sexualidades. Nos hacen esta pregunta: “¿Cómo fue que llegamos a hacer vivibles, pensables y deseables las subjetividades contemporáneas disponibles en ese terreno ambiguo que llamamos diversidad sexual?”[iii]Una pregunta que nos habla justo del problema que plantea la exposición, la ambigüedad de la idea de diversidad sexual, los encuentros y desencuentros que se dan detrás de ella. Por lo mismo, es muy complicado que una curaduría de esta idea no deje afuera archivos, conceptos e impresiones. De la misma forma, cuando uno se enfrenta a esta exposición puede pensar en los problemas que se suscitaron al hacerla, las ganas de poner a todos, la imposibilidad de hacerlo.

Foto: Daniel Limón

Me imagino que ciertas luchas gremiales, sexuales y de poder, se infiltraron en el trabajo. Me imagino los archivos que no se prestaron, los que no se pudieron ver. También me imagino los que se sacaron porque no tenían un espacio en el discurso. Porque esta exposición fue un giro de 180 grados para el Museo Universitario del Chopo y el Festival Internacional por la Diversidad Sexual (FIDS). Un cambio en cuanto al concepto curatorial y artístico que hizo de esta experiencia un punto de partida para lograr nuevas formas de ver y pensar las sexualidades en este país, que son, desde mi punto de vista, totalmente necesarias. Es necesario polemizar y provocar diálogos acerca de qué es la sexualidad disidente en este país, ¿qué somos los cuerpos y los géneros que vivimos en él? ¿Cómo se nos reprime, cómo somos capaces de cuestionar a la sociedad? ¿Quiénes tenemos derecho a hablar de la sexualidad disidente? ¿Es solamente el punto de vista gay importante, es solamente esa la disidencia, o esa ya no es la disidencia?

Foto: Rafael Cruz Báez

Me parece que es entonces cuando debemos ponernos serios, hablar de cómo en un país como México las sexualidades y los cuerpos son reprimidos y entrenados para no ser, para obedecer y olvidarse de la posibilidad de ser otra cosa. El establishment sabe cómo absorber al disidente para neutralizarlo, por eso es que es siempre un escándalo cuando la disidencia habla desde otro lugar. Porque mueve las ideas y hace ver a quien ha sido neutralizado que ya no es la disidencia. Por eso es importante tener la capacidad de escuchar otros discursos, otras formas de pensar, de cuestionarnos qué estamos haciendo. Me parece que el Museo del Chopo ha dado ese paso y me parece importante, aún con sus limitaciones, escuchar lo que nos dice esta exposición y sus preguntas, ya que una de las cosas que me parece más significativa de ella es que nos deja muchas preguntas abiertas, que cada quien tiene la libertad de pensarlas, responderlas o de no hacerlo.

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De rémoras, parasitoides y huéspedes

He estado en varias discusiones con feministas prominentes en donde admitir la disonancia no parece significar nada más que imponer un acuerdo. Mientras hablábamos de política alrededor de una gran mesa redonda, la mayoría no permitía diferencias de opinión en forma o superficie. Cuando las verdaderas diferencias amenazaban con punzar la superficie de la plácida conversación, clamaban acuerdos y caían en insulsas generalizaciones de consenso. En ese contexto, la prerrogativa de la disonancia empezó a parecer como algo producido por el Ministerio de la Verdad de George Orwell.

Katie Roiphe

Por Adriana Raggi Lucio

Durante mi estancia en un congreso de género y fronteras, el pasado septiembre, me encontré con varias situaciones que merecen que me tome unos minutos para reseñarlas y analizarlas. No es que se trate de situaciones extraordinarias, es que se trata de situaciones que son el síntoma de un problema al que le he dedicado ya un tiempo de estudio e interés y que tiene que ver con el dogma, la intolerancia a lo diferente y la incapacidad de ponerse en los zapatos del otro, así como con la capacidad de juzgar al otro por lo que aparenta y no por lo que es.

En este congreso voy a marcar dos eventos interesantes:

1. En una mesa en la que se habló de género y sexualidad se presentaron varias ponencias interesantes, una giraba en torno a la   sobre-sexualización de las niñas, otra en torno a un estudio acerca de la percepción entre jóvenes universitarias de la conquista sexual y amorosa. Esta última ponencia plantea la interesante conclusión de que hoy en día las mujeres ya no se perciben como el objeto pasivo que será cazado por el hombre activo, sino que más bien perciben la conquista como un diálogo entre iguales.

2. La mesa en la que yo participé junto con Bruno Bresani, como Las Disidentes, era sobre masculinidades. Durante el desarrollo de la presentación la organizadora de la mesa comentó lo difícil que había sido lograr hacer una mesa sobre el tema que estábamos tratando debido a la reticencia de quienes organizaban el congreso. En la mesa se presentaron ponencias interesantes que hablaban desde las masculinidades disidentes hasta las paternidades.

     Esas dos situaciones tienen sus temas que se desplazan como unas rémoras junto a un tiburón, y que son importantes para mí como alguien a quien le interesan los estudios de género y le molestan las incoherencias de los discursos dominantes que tratan de imponer puntos de vista inamovibles. En el punto número uno que planteo arriba, lo destacable no son las ponencias en sí, sino la discusión posterior que se llevó a cabo por el público presente en la sesión de preguntas y respuestas. La audiencia estaba conformada por mujeres, todas las que participaron se declararon feministas que tenían un acercamiento a esta ideología ya sea como activistas o en la academia. Una de las generalidades que me causó molestia es la relación automática que hicieron todas acerca de la ropa que —desde el punto de vista de la ponencia presentada, sobresexualiza a las niñas y las mete en un sistema consumo— es la de hacer una relación de este tema con la trata de niñas, de forma automática y sin mediar ahí una serie de elementos que sostuvieran sus afirmaciones, pero las afirmaciones posteriores fueron sumamente escalofriantes:

      —¡Yo no le permito a mi hija utilizar playeras de tirantitos, las tiene estrictamente prohibidas!
      —¡Yo no sé que voy a hacer cuando mi hija entre a la universidad, ya que en tu ponencia afirmas que el 40% de las estudiantes             universitarias que entrevistaste no son vírgenes y son solteras, imagínate, cuando ella llegue a la universidad ya va a ser el 90%.       Le voy a tener que poner un cinturón de castidad!

    —¡En los setenta el feminismo luchó por la libertad sexual, se quemaron brasieres, pero ahora esta generación se está pasando de       liberal, ¡no podemos permitirlo!

La segunda situación, la mesa de masculinidades, tiene relación con la primera en el hecho de que ahí podemos ver la intolerancia hacia la disonancia de la que habla Katie Roiphe. El que se pretenda que una mesa sobre masculinidades no tenga cabida en un congreso de género, es olvidar lo que implica hacer estudios de género. Para mí se trata de estudiar, entender y cuestionar las construcciones sociales al rededor del sexo y del género, la forma en la que las vivimos y las implicaciones que se reflejan en las masculinidades y las feminidades a través de la violencia social que se deriva de la obligación de ser uno u otro y ninguno diferente.
Lo que se pudo ver en esa mesa, y en esa situación, es que las masculinidades sufren una violencia de la que no se quiere hablar, la que se ha vuelto políticamente incorrecto mencionar. Las paternidades, la guerra, las afirmaciones de lo masculino a través de lo negativo y lo violento, son elementos que hacen de este un lugar de límites y de violencia. Pero quienes hacen estudios de género prefieren callar, eligen no ver, optan por aplicar la ley del hielo a esta otra parte y ahí se vuelven sumamente violentas. No aceptan el disenso y pretenden crear su propio Ministerio de la Verdad.

Precisamente después de acudir a la mesa de masculinidades, comencé a buscar en las redes sociales cuestiones acerca de la violencia de género, pensando ver qué comentarios hablaban acerca de lo que en nuestra ponencia Las Disidentes denominamos la otra violencia de género, la violencia hacia los hombres, y me encontré con esto:

tuit

El Ministerio de la Verdad en pleno, quien escribió esto es una mujer que dice luchar contra la intolerancia, que se plantea a sí misma como una autoridad y que da lecciones de cómo debe la gente comportarse ante la violación o los chistes misóginos, y hace público un comentario de este tamaño: Ay, pobres hombres. Sufren. Se burla de quien seguramente se atrevió, osó, dar una opinión acerca de la violencia que sufren los hombres. Se burla públicamente y recurre al escarnio de las miradas disonantes, en su comentario —no importa a quién se lo haya hecho en específico— caben todas las intolerancias de las que Roiphe habla.

     Es entonces cuando los aquelarres y las manadas aparecen para plantear diferentes cuestiones y hay que poner atención a las conductas en grupo o como grupo. ¿Cómo funcionan grupos que utilizan un discurso hipócrita disfrazado de lucha social? ¿Cómo llegan a apoderarse de la verdad y a hacer su Ministerio? ¿Qué pretenden con esto? ¿El poder? ¿Cómo es qué se alimentan como parasitoides de los deseos de las nuevas generaciones que quieren cambiar las cosas? ¿Qué sucede con el huésped? Preguntas que no puedo contestar en un escrito tan corto, pero sobre las que llevo ya un periodo de mi vida trabajando y a las que aquí referiré algunas líneas.

     Cuando empecé a estudiar cuestiones de género me acerqué al PUEG, en donde tomé un diplomado y varios cursos de posgrado, y me di cuenta de que básicamente lo que estudiaba ahí era la teoría feminista no la de género (diferencia que muchas feministas niegan). Muchas veces en los cursos se llevaba a la mesa, de la nada y sin razón, el hecho de que los hombres cuando orinan no le atinan a la taza y ensucian el asiento. Este tema causaba siempre en mí un suspiro que respondía al aburrimiento y la desesperación, pensaba: ¡otra vez van a empezar con eso! Hace unos días en una reunión, en donde había una joven estudiante que coquetea con el feminismo, sacó a relucir exactamente el mismo tema. No me queda más que preguntarme ¿este es el mayor problema de género que sufren las mujeres o simplemente están intentando demostrar que los hombres son unos animales que no controlan su chorro de orina?

Otro de los asuntos a destacar es el de este discurso, que he escuchado repetidamente en los cursos de género:

     —En mi experiencia como mujer yo no he vivido ninguna de las discriminaciones que se describen en este curso.

     —El que tú no lo vivas no quiere decir que no exista y con que una mujer lo viva es un problema para ti y para todas que te tienes        que vivir como una afrenta.

     En este discurso deberían caber también todas las discriminaciones que viven hombres, mujeres, niños, LGBTTTI ¿por qué no? ¿Es qué el feminismo busca solamente la mejora de la calidad de vida de las mujeres y excluye a los demás? La respuesta que me daría una feminista es que no es así, que se busca la equidad, la igualdad de oportunidades (eso creía yo). Pero la respuesta en mi experiencia es que quienes dominan el movimiento feminista y quienes se presentan en protestas, reuniones y congresos sí lo actúan de esa forma. No solamente se trata de excluir a los hombres, también de reprimir la sexualidad de las jóvenes, imponer los cinturones de castidad, evitar hablar de las diferencias, evitar hablar de la sexualidad, repeler la mención de las masculinidades y acallar a la disidencia.

     Mi experiencia como alguien a quien han intentado controlar y hacer callar ha sido muy fuerte y dolorosa, yo creía firmemente en el movimiento feminista, hoy en día puedo verlo como algo lejano y demasiado liado en cuestiones del poder las  que a mí no me interesan. Por el contrario, mi trabajo en Las Disidentes o con mis alumnos de maestría y doctorado en la ENAP que trabajan cuestiones de género desde múltiples perfiles, conceptos y trasfondos culturales ha sido mucho más enriquecedor. La capacidad que tienen ellos de ver desde nuevos horizontes los conceptos de género y sexo es muy amplia y tiene un aroma fresco, no uno montado en lugares comunes y luchas de poder.

     Al mismo tiempo esta situación me ha dejado en una especie de limbo. Es un lugar en el que yo no me identifico con el feminismo, sino que me interesa mucho estudiar y analizar el género y todo lo que lo rodea. Pero soy identificada con el feminismo en diversos lugares, lo cual también provoca que en ocasiones se me hagan comentarios o se me impongan temas de trabajo que ya no me interesan o que en ocasiones tenga que acercarme a congresos como el que relato, los cuales se supondría tendrían que dar cabida a pensamientos diversos pero en realidad no lo hacen. A veces no encuentro un lugar de donde asirme, pero si hablamos de comparsas, ahí está Bruno Bresani en Las Disidentes que me da la mano y me cuestiona y ahí están las pocas amigas que me quedaron de mi vida en el feminismo, que son quienes me escuchan cuando me quejo y les gusta que les proponga nuevas palabras y formas. Por supuesto están los amigos de siempre y los nuevos, que son parte de mi nueva camarilla.

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Primeras veces hay muchas, y con el tiempo son mejores

Por Adriana Raggi

La primera vez que leí un texto feminista sobre el desnudo, me convenció de que las imágenes de mujeres hechas por hombres, eran violentas y denigrantes. La primera vez que dudé de esta afirmación feminista sufrí una especie de shock –o se puede decir que a consecuencia de un shock personal– tuve la suerte de darme la oportunidad de cuestionar, el dogma feminista de la agresión automática de los hombres hacia las mujeres.

La primera vez que pinté un cuadro de desnudo de un hombre, creí estar cuestionando el concepto tradicional de desnudo. La primera vez que me di cuenta de que en realidad de lo que quería hablar era del placer y no del desnudo, fue cuando comencé a leer el Testo yonki de Beatriz Preciado. El primer capítulo me iluminó, me dijo: a mí me gusta el sexo, lo disfruto y no se trata de cuestionar el concepto de desnudo desde la teoría, sino de hablar del placer.

Al placer– no la primera vez que lo viví, eso no lo recuerdo, sino la primera vez que lo puse como un lugar de análisis, de encuentro de mi pensamiento, de desarrollo de ideas– me enfrenté de una forma intuitiva. ¿Disfrutar? Esa era la pregunta, ¿por qué tendría que desterrar de mi ser el disfrutar, para en su lugar, encontrar una lógica que me encasillara dentro de lo políticamente correcto? Es difícil buscar un punto de vista diferente de las cosas, cuando uno está muy encerrado en los ideales obligados.

La primera vez que me di cuenta, de que el buscar el placer en los ideales que me habían llevado a lo «políticamente correcto», no tenía sentido, perdí la orientación. Me quedé parada frente a una pared blanca que crecía hacia el infinito. Mi nariz pegada a la pared y con una gran incapacidad para voltear la vista.

Después de ver fijamente esa pared en blanco. Por horas y sin sentido. Giré mi mirada, después mi cuerpo y decidí que era la hora de tomar un nuevo camino. Por supuesto, eso no fue fácil. Pero, por primera vez, en mucho tiempo, me sentí independiente. Con esa independencia venía un gusto nuevo en mi boca, en mi cuerpo, en mis emociones y en mi piel. Busqué el placer de decir las cosas que antes, la corrección política, me lo impedía. Busqué el placer de ponerme los colores, los atuendos, las palabras, los goces que yo quisiera sin sentir culpa.

Por primera vez pude enfrentar mis dudas. Mis dudas vestidas en papel, en fotografía, en imagen. Me vestí y me disfracé de placer. Me enfrenté a mi propia imagen sin pensarla como una imagen de víctima. Y la utilicé para mostrarme a mí misma que el tema del placer, del goce, tiene muchas vertientes, muchas formas.

La primera vez que enfrenté mis dudas, después de la gran pared blanca, fue cuando las pude pronunciar en voz alta. Me paré enfrente de mi cómplice de pensamiento, y se las dije. Esa primera vez fue la más divertida. Nos reímos sin parar. Y pude ver que mis dudas se parecían mucho a sus dudas. Y compartimos nuestras preguntas, y nos carcajeamos de lo políticamente correcto. Del pensamiento que no deja espacio para el cambio, para las dudas, para el cariño entrañable entre amigos.

Así que después de la pared blanca he recorrido un camino de primeras veces, de encuentros y también de olvidos. Me acordaré siempre de quienes me dieron la espalda, me acordaré de ellas en el olvido. Porque cuando encuentras un nuevo camino, y te das cuenta de que no puedes clasificar o limitar tu pensamiento, siempre hay alguien que por primera vez te muestra su verdadera cara. Y te traiciona, te quiere obligar, te quiere ordenar. Entonces, por primera vez, la pones en el olvido y te volteas para poder ver el placer.

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