Proletari-ano

Yosjuan Piña Narváez

-Me gustan los besos, el morreo y las pajas. Luego lo que surja. Llega puntual. Te agradezco discreción.

-Ok. voy en camino -le contesté- (Doble checking en whatsapps me generó angustia). Salí con miedo de casa, con cuter en la cartuchera junto a mis lápices de dibujo -Contrato sexual aceptado. Ya no había escapatoria.

– Hola – me dijo, con un tono de calma-  pasa. ¿Eres Latino, no?

-Soy de Sudamérica- contesté, sin querer dar detalles-.

– ¿De México o de Brasil? -insistía en geolocalizarme-.

No quise colocar en tela de juicio el escaner en su pupila que me clasificó de acuerdo al nivel de melanina en mi piel, rasgos fenotipos, pronunciación y acentuación del “castellano”. Daba igual qué lugar dijera y si correspondía con el lugar escrito en mi pasaporte o no.  Esa persona sólo quería un cuerpo foráneo, para satisfacer sus fetiches.  Más aún cuándo su gramática de racialización entró en sintonía con estereotipos burdos.

-¡Desnúdate y dúchate! . Me dijo.

-No podía ver bien su rostro. Había esa iluminación de escena romántica de bajo presupuesto. En la casa, un olor a incienso y su cuerpo hedía a muestras gratis de perfumes que dan en el Corte Inglés. Era working class, indudable. Subjetividad, blanca, europea, que paga por sexo. No hubo más palabras. Entré a la ducha y la persona que pagaba no quería más nada. Por ahora. Sólo ver. Encendió  la tele y subió el volumen. Escuchaba el noticiero de medio día. Escándalo en el Estado Español por las llamadas “Visas black”.

-Sal del baño, ven-  me dijo.

Fin del contrato sexual.

#BlackBitchLivesAlsoMatter

No podía pasar de 15 euros por los servicios. Esa era la tarifa más baja en el mercadeo de cuerpos. Comparé con otros servicios del precariado/precariano sudaka en Europa que pone el cuerpo para que otros cuerpos con privilegios consuman comida, gaseosas, marihuana, cocaína, o sexo.  La negra Fati, migrante, trabajaba en una cocina y ganaba 5 euros por hora, era la tarifa de lo que implica trabajar “en el negro”. Harold, otro amigo negro, migrante ganaba 5 euros la hora en esos famosos coffee shop. Obviamente también trabajaba “en el negro”.  Yo también acepté trabajar “en el negro”[1], al entrar en la llamada “guerra estética planetaria”:  mercadearme de acuerdo al índice de masa corporal, etnicidad y responder a cuestionarios anatomopolíticos de clientes obsesivxs con el cuerpo del “otherness racializadx” ¿Eres de la india o de Latinoamérica? ¿eres circuncindadx? ¿cuánto mide tu pene? ¿cuánto calzas? Es la lógica  enterprise de “mi propio yo”, de “mi propia” carne. Hablar de “propia carne”, es asumir la neoliberalización de este cuerpo que escribe, que se sumergió  en una especie de marketing barato de un narcisismo mal fotochopiado y 2.0. Con toda la lógica del heterocapitalismo, el homocapitalismo o el tan resistentemente blanco capitalismo queer.

La oferta de servicio: exotismo, esencialismos estratégicos y puristas. Metaperformatividad racializada, cisnormada o crossdress. Una producción de mí mismx a partir de la imagen fetichizada de lxs clientes. Es una gestión del “quién soy”, del cuerpo y de la subjetividad a partir de los deseos y fantasías de subjetividades amamantadas en el mundo blanco-colonial-europeo. Acepto mi poca destreza para gestionar la sexualización racializada del cuerpo que habito y cómo es leído: cuerpo “foráneo”. Para ellxs: un cuerpo más, que llegó a Europa a dar placer sexual a quien pague. La demanda: cuerpos blancos, con pasaporte de libre circulación en la euro-zona schengen, con aparente carencia afectiva y víctimas del contrato heterosexual monogámico y de los relatos de la pornografía: categoría interraciales. Entro en juego: Cuerpo-valor, cuerpo-función, cuerpo-gramática racial y cuerpo-mercancía-dinero. Ésta última, fórmula básica para al menos completar el alquiler del piso en el Raval.

-Hola, te estoy llamando por el anuncio -. Me  habló alguien con un castellano con acento italiano.

-¿Eres latino?

-No, soy de Sudamérica.

– Es lo mismo- me dijo, haciendo gala de su sabiduría y de mi supuesta ignorancia-. Vivo por la Sagrada Familia. Te ruego discreción, sólo puedo una hora. Porque mi hija está por venir. Tengo 66 años ¿no te importa?- Me preguntó con vergüenza.

-No. -Le respondí mintiendo.

Llegué . Me miraba, me observaba. Tocaba como quien toca un aguacate en la frutería. Nunca he hecho el ejercicio de antropomorfizar el aguacate y saber qué piensa cuando es tocado. Desde ese momento, lo he hecho.

#FindelContratoSexuaal

     Era un trabajo más y , al mismo tiempo, el trabajo de otras tantas personas que desfilaban por la pasarela hedónica del mercado sexual do it your self. El dispositivo neoliberal está hecho para que nos peleemos como hienas por trozos de carne, euros, estudios en Europa y ropa de descuentos de H&M. Es un continuo: cuerpos racionalizados, seguimos siendo el lubricante para el funcionamiento del engranaje del capital Europeo. Europa sigue funcionando por la colonialidad y la colonización de nuestros cuerpos manchados y bastardos. La diversión y el placer que disfrutan olas de turistas en Barcelona-Catalunya es a costa del precariado y mas aún el necroprecariado migrante, racializado, sin papeles.

-¿Vamos a la manifestación del primero de Mayo? me dijo la Luisa, otra perra sudaka migrante.

-Vamos y hagamos una pancarta-. Contesté.

¡Las putas migrantes también somos trabajadoras! fue lo que escribimos para caminar junto a compañerxs del Espacio del Inmigrante. Luego, en horas de la tarde fuimos a otra concentración . En el camino muchas miradas con rareza leían la pancarta. Un señor que pedía dinero cerca de la Rambla de Catalunya nos detuvo y dijo: “Estáis llevando una pancarta mal escrita”. Si, señor, las putas migrantes, tampoco sabemos escribir – le contestamos. Seguimos caminando a la manifestación del primero de Mayo que convocaba grupos anarquistas y la izquierda “progre”, mayoritariamente blanca, del “rollo” Barcelona. Una chica en la mani, se nos acercó y nos preguntó: -¿Ustedes vienen por las putas del Raval?

-No. Nosotrxs no venimos “por” ellas. Somos putas y del Raval. Fin de la conversación. Seguimos caminando y gritando. Caminando e incorporándole melanina ideológica a las consignas despigmentadas del  activismo blanco europeo: “¡Antifascista, anticapitalista!”. Gritaban. Nosotrxs agregábamos: antiracistas, anticapitalistas. Y no son consignas vacías. Implicaba hacer visible el privilegio blanco, incluso en el precariado y la fuerza de trabajo que sostiene parte de la economía Europea: «C.I.E[2], putas, farlopa, redadas y fronteras, así se construye la riqueza europea”. Y colectivizar la rabia era necesario, al menos que saliera del cuerpo.

“Nadie sabe lo que puede un cuerpo”. Nadie sabe lo que puede un cuerpo negrx/indix, bastardo e infecto y más cuando en la necropolítica “hay cuerpos que importan”, y otros que no. Unxs seguimos en nomadismo, otrxs mueren, otros cuerpos y subjetividades viven, agencian se organizan y resistes desde el comercio de sus anatomías para los placeres. Sólo hablé desde mi corto recorrido vital y las experiencias asumidas dentro del precariado sexual. Sólo hablé desde mi cuerpo-textual y cuerpo sexual, cuerpo hipertextualizado, cuerpo desobediente- cuerpo que se niega a ser borradx, blanqueadx. Sólo mostré tímidamente fragmentos del uso del inmediatismo carnal desbordado para la sobrevivencia que devino en una especie de re-pensar y re sentir los deseo e intentar colocarlos en palabras, algunas más pretenciosas que otras, algunas más próximas a lo que siento que otras.

     No pretendo de estos relatos y momentos de agenciamiento de mi cuerpo como indx/negrx, disidente sexual, y perrx-nomádica, hacer un hecho virtuoso con plus para el mundo de la academia pop. No pretendo hiper valorar el vivir al riesgo y  muchas veces en el borderline. No. Tampoco quiero sobredimensionar una realidad encarnada, por un lapso de mi crono-política-vital, donde entré y no sé si salí. Porque no puedo dejar de ser putx. Porque cada vez que vendo mi fuerza laboral estoy poniendo el cuerpo y “mis” ideas como putx, tanto como cuando pongo los genitales, fluidos y el orificio excretor.

[1] “Estamos acostumbradas a de manera racista llamar de trabajo en negro, la actividad en la cual el acuerdo laboral es oscuro y ilegal. Así repetimos la asociación entre negro y precario, entre negro y esclavo”. Negro como el olvido inquieto, negro como el azabache que brilla. Negro y oscuro como el hachís transportado en el culo del proletari-ano/precari-ano. Negro como cuando cierro los ojos mientras cogemos/tiramos/follamos (sin placer). // Intervención poética: Plaza del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba 2015). Lectura de manifiesto público contra la censura y el trabajo “en negro en el Macba”. Luisa Escher Furtado. Yosjuan Piña Narváez

[2] Centro de Internamientos para Extranjeros. Cárceles para migrantes en Europa.

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Yosjuan Piña Narváez. Sociólogx-activista-militante Universidad Central de Venezuela (UCV) // Programa de yosjuanEstudios Independientes (P.E.I) Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba). Investigadxr nomádicx  en resistencia. Trabajo temas relacionados con necropolítica,  procesos de racialización, colonialidad de los cuerpos/subjetividades, critical whiteness, disidencias sexuales y de géneros. Ilustradxr de garabatos, viñetas, comics, fanzines. Asmáticx. Actualmente vivo en Buenos Aires,  Argentina.

Twitter:  @erchos // https://twitter.com/erchos

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