Pliegues que desbordan, gruñidos que retumban

Por † Les Marranas †

Somos el reflejo ensanchado en el espejo.

   Carnes profusas que vibran y se bambolean, que se crispan y se regodean en la ostentación de su blandura, en la exuberancia de sus formas. En nosotrxs habitan todas las criaturas, nuestra sangre fluye con la violencia de un río que desborda su cauce, hemos aprendido a rebosar las orillas, a deshacerlas, descubrimos que somos amalgama de formas, texturas frondosas que van deshojándose para mudar de pelo, cambiar de piel, hacerse costra, pliegues rugosos y garras al aire repentinamente.

   Antaño habitamos los bosques, el rugido del viento nos sirvió de arrullo y las madrigueras de lxs conejxs nos brindaron cobijo. Pero llegaron aquellos entes borrosos con su maquinaria, que nos fue cercando, nos vimos arrojadxs a pretender que vestíamos sus moldes y calzábamos sus frágiles y encogidos zapatos, disimulando nuestro caminar fuerte y la arrobadora potencia de nuestra presencia, que pugna por expandirse.

   Somos juntxs el exceso del bacanal, el jugueteo desbordante de la orgía y la magia turbadora del aquelarre, asimismo croamos, ladramos, aullamos, mugimos y estamos en capacidad de absorberlo todo, de contenerlo todo, pues estas carnes mullidas son generosas en espacio y no tienen reparo en acoger o agitarse ferozmente.

   Somos el cuerpo expandido, ensanchado, que ha decidido no comer cadáveres de otrxs animales, somos el exceso de carnes, la ausencia de recato, lxs que se carcajean estridentemente, las enfermas sanas, la antítesis de la gorda bonachona.

   Con el tiempo hemos aprendido a encontrar grietas en las que introducirnos, resquicios en los que aún puede escucharse la caída estrepitosa del agua, el gruñido de un zorro, el rugido del viento, recordándonos que somos cuerpos indómitos que ni siquiera la ropa puede contener, que las tallas son unidades de medida insuficientes para determinarnos o definirnos. ¿Qué son la armonía y el equilibrio sino excusas para implantar un orden?

   Damos la bienvenida al desequilibrio, el bullicio y los pliegues, alejadxs estamos de la lividez y la pulcritud, sinónimos de pureza y moderación. Somos exceso palpitante, fluídos reptantes, carnes flácidas por la desidia que nos produce su actuar, su pensar, su medir.

   Somos las carnes desobedientes que rompen los moldes de lo correcto corporal, sin buscar parecernos a nada(ie) sino deleitándonos en el tacto y la visión de las formas prominentes.

   Ahora no habitamos los bosques, poblamos ciudades plagadas de cemento y asfalto, el viento ya no parece soplar con tanta fuerza, a las ciudades llega como un susurro, enredándose penosamente en las puntas de los rascacielos o en las cornisas de los edificios. Sin embargo el latido y la exuberancia arrolladora del bosque laten en nuestros cuerpos, que con sus formas múltiples y sus carnes desbordantes nos recuerdan el río impetuoso, el gruñido de lxs animales, el rugido violento del viento y la suavidad y blandura del musgo.

Les Marranas †

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