Por Sandra Petrovich
Piel
pliegue surco
ríos
caverna montaña fruto
contracción
distendida suave
fina
frágil
No puedo detenerme en la contemplación de la lenta transformación de mi cuerpo. La apariencia física a los 68 años no es algo que me asuste. Los dolores en cambio indican otros deterioros más internos , menos visibles que la piel. Preocupan porque dificultan los desplazamientos y la danza ya no me invita tan asiduamente. Saltar, correr, se vuelven micro acciones del cuerpo, puntuales. A veces imagino que aún es posible una danza suave, lenta sensual, como la caricia de una brisa, entre árboles o al borde del mar. Disfruto mucho mirando videos de danza contemporánea; aprecio la danza butoh en particular. Es el tiempo de permitirme descansos placenteros, como los que experimento en la hamaca en verano, balanceándome sin culpa. Volverme cada vez más lenta me permite degustar más intensamente de las cosas bellas, imperceptibles casi que cuando andamos de prisa, propulsadas por la desbordante energía de nuestros jóvenes cuerpos.
Sí, el cuerpo, mi cuerpo lo asumo; no me produce tristeza, gozo de todo lo que es aún posible de disfrutar y hacer con él. Pienso mucho en algunos maestros de Yoga, que enseñan a cuidar el cuerpo, en lo que comemos y como lo tratamos a lo largo de nuestras vidas.
El jazmín en flor tiene un aroma intenso, su flor es de un blanco muy puro, pero se desvanece en poco tiempo. A pesar de ello guardamos en nuestra memoria su perfume y su belleza es aún más conmovedora cuando sus pétalos comienzan a tomar un color té hasta quedar completamente marrones. Muchas veces me he preguntado si las flores sienten dolor cuando se van marchitando, ¿cómo ven ellas nuestros cuerpos?
Piel
cáscara
nervio
manto
pétalo del alma
paisaje
piel escritos de la existencia
mapa de nuestras intinerancias
Puedo mirar con envidia los vientres de jóvenes mujeres, pero también admiro las monumentales mamás africanas, como diosas, ondulando sus cuerpos en el andar.
Envejecer, llegar al fin de un ciclo de vida
envejecer
enlentecer nuestros pasos
volvernos suaves deseosos de afectos
Entrar en el desapego para trascender
Nota: El texto es autoreferencial sobre cómo vivo en mi cuerpo y mi mente la etapa de la vejez. Las fotografías son instantáneas que me permiten ver más en detalle los pliegues de la piel; todos los acontecimientos de nuestras existencias están impresos en ella. En cierto momento pinté mis labios y me cubrí de flores. Me sentí chamana y lo gocé mucho.
Sandra Petrovich. Artista plástica y visual, poeta, activista, nace y vive en Uruguay. Desarrolló una intensa actividad artística y cultural en Bélgica. Participa de múltiples exposiciones individuales y colectivas . Su creación se expande en colaboraciones con otros artistas, participando en proyectos colaborativos, siendo los más destacados : Eyeseverywhere//ojosportodoslados , la colaboración con Sishima Kamikija/Minako y 2 tintas 4 manos con la artista Anahid Hagobian.
www.sandrapetrovich.com.uy / artenmovimiento2009@gmail.com