Las desveladas, las borracheras y las crudas no se sienten igual

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Masks. Elizabeth Ross

Por Madam Pink

Si hay algo que te pone a pensar en envejecer, es llegar al tercer piso – o sea los 30 –; de ahí en adelante, es casi inevitable no hacerte preguntas sobre el futuro y, cual libro de “elige tu aventura”, existen muchos escenarios posibles: si te juntas, si te casas, si no, si decides tener descendencia o sólo perros/gatos/plantas, si no, si te dedicas a tu carrera, si mejor “al hogar”, si tienes hermanes, si eres hije únique… Lo anterior sumado al pánico de la mayoría de les millenials, ¡el retiro!

Insisto, estas preguntas no llegaron a mi hasta que di mi primer paso al tercer piso. Es de esas cosas que no crees que te sucederán, casi como cuando te dicen que las desveladas, las borracheras y por ende las crudas, no se sienten igual a los treinta y como buena persona de veintitantos, piensas jactanciosamente “eso no me sucederá a mí”, pero SUCEDE …

Un día llegas a los treinta y quedarte despierta hasta las 2 am es casi como no haber dormido, te emborrachas con dos copas de vino tinto y la cruda te dura dos días; c’est la vie!

Sumado a lo anterior, no sé si les pasa igual que a mí, pero esta es una historia más de “como el feminismo me cagó la vida”…para bien, obvio, pero igual ya no hay vuelta atrás pues aunque aún quisiera morir calientita en mi cama a los noventa y pico de años después de una excelente vida tipo la viejita de Titanic, no puedo dejar de pensar en el sin fin de cosas que debemos remontar para envejecer y morir así. Por ejemplo, la paga desigual, las condiciones laborales, las semanas que cotizan las mujeres cuando dejan el trabajo “formal” por el cuidado de su familia, el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado, la continua violencia, el cambio climático…

Pero no quiero asustar a nadie con estas reflexiones, las cuales estoy segura que ya persiguen a varias personas; por el contrario, quiero compartir la fantasía sobre la viejita que quiero ser…

Como amante de la danza, espero ser una viejita que aún pueda subir la pierna a la cabeza – o mejor aún, espero lograrlo para “esa” edad—; definitivamente llevaré el cabello de algún color brillante: rosa, morado, turquesa o un balayage con la mezcla de esos tonos; tendré varios perros; seguiré escuchando rock y no me sentiré fuera de lugar porque no hago lo que las demás personas de mi edad hacen (sea lo que sea que hagan); utópicamente, espero no tener que seguir marchando para defender nuestros derechos, pero también sé que mientras sea necesario lo haré, porque nuestras batallas se dan y se ganan día a día. Quiero pensar que tendré nietes, propies o del tipo de quienes se van sumando a la familia que una hace, que les podré contar historias y que nos inspiraremos para seguir alzando la voz cuando sea necesario.

No me asustan las canas, ni las arrugas, ni la forma que tendrá mi cuerpo, mientras que me permita seguir viviendo la vida…

Gran parte de esta fantasía incluye una vivienda comunitaria con mis “compis”, en la que ningune esteremos soles, porque estamos todes; así que eso del olvido, del ignorarnos porque somos adultes mayores, de que nadie se interese por ti, de la falta de amor, pienso, estará “resuelto”. Tomaremos uno que otro “drink”, porque no nos van los convencionalismos y escucharemos a Juanga a todo volumen, porque sí. Seguiremos vives. Seguiremos viviendo. Seguiremos bailando.

¿Qué les digo?, ¡Ese es el sueño! Y en serio espero que al menos algo muy parecido sea mi destino; pero mientras acaricio a mi unicornio morado, tengo una vocecita molestando con preguntas: ¿cuánto estás ahorrando para tu retiro?, ¿cuánto te dijeron que es el rendimiento?, ¿si te das cuenta que por definición eres parte del trabajo informal?, no es por arruinarte la fantasía, pero… ¿y si te enfermas?, ¿de qué sabor quieres tu nieve?

Honestamente no sé si encontraré respuestas a todas esas preguntas antes del cuarto piso o de los que esperamos le sigan; tampoco sé si transitaré de la fantasía a la realidad. Lo que sí me queda un poco más claro, es la importancia de trabajar en estos escalones las redes de apoyo, de encontrarse con personas que enriquezcan la vida, que acompañen, que te quieran como eres, de quererte tal como eres, de no tenerte miedo, de apapacharte, de agradecerle al cuerpo por dejarte hacer tooodo lo que aún haces…porque de alguna manera pensamos en la vejez a los ochenta años y lo cierto es que cada día que pasa, estamos en ese proceso y el truco, diría Shirley Manson[1], es seguir respirando.

[1] Vocalista de Garbage desde 1994.

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MadamePinkMadam Pink (Daniela Rangel E.) Feminista, escritora amateur, bailarina ocasional, amante de los perros, bióloga de corazón, maestra en comercio exterior en papel, entusiasta de los disfraces y los colores, de hecho, si fuera un color sería fuchsia para que nadie sepa como pronunciarlo ni escribirlo, tiene una Lisa Simpson interna que aprende a vivir de ensalada. Desde que se puso las “gafas” moradas, tiene muchas historias de cómo el feminismo le arruinó la vida para bien y ahora se dedica a hacer lo mismo por las demás personas, con o sin gafas.

@SoyMadamPink

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