La –muy- breve historia del niñx cyborg

Imágenes y texto por Cyan

Está lloviendo sobre Tlalpan, estoy en un camión hacia Xochimilco y espero pasar la próxima hora aquí dentro pensando en escribir mi acercamiento y fetiche al imaginario cyborg (como sea que lo entiendo y lo vivo).  Se sube un niño de unos 5 años, sólo alcanzo a ver que lleva dentro de su pequeña mochila negra una patineta de madera bastante usada con llantas azules y pienso mientras sonrío “que padre que está bien morrito y ya le da a la patineta”. Entonces, lo más interesante: pasa entre la gente para encontrar un lugar para sentarse y me doy cuenta que su brazo y mano izquierda es una prótesis; a lo que sonrío mucho más y cruzo  mirada con un señor mayor que me descubre con mi expresión de fascinación (y empatía) hacia el niñx.

    Probablemente ahí empezó, a mis 6 años. Con 14 años, la primera vez que le dije a un amante que durante 6 o 7 años había tenido una relación lésbica-incestuosa-infantil, me dijo que todas las familias tenían secretos. Ya no era para mí un secreto, si no ¿cómo lidiar con mi condición cyborg cuando mi familia creía –y sigue creyendo- que me violó repetidamente una adolescente?

    Pasaron al menos 5 años para ir habitando mi cuerpo cyborg, que se construye, destruye y re(de)construye, con prótesis genitales intercambiables, un mecanismo de deconstrucción de los patrones corporales, un cuerpo que habita otros cuerpos, otras cuerpas, con implantes de extremidades masturbadoras. Un cuerpo que comparte y goza de sus transformaciones. Gozosa en el imaginario cyborg.

    Pronto me di cuenta que, al habitarlo, lo fetichizaba. ¿Por qué me calentaba tanto coger otrxs cyborgs? Lo interesante y gozoso está en la variabilidad de caracteres y transformaciónes -magníficos profilácticos orgánicos contra la heteronormatividad-. ¿Qué tanto había en la fetichización de la máscara de gas, el coger con la máquina, el ritmo repetitivo-penetrativo industrial, los cuerpos andróginos, las prótesis genitales? Quizá Haraway me estaría diciendo que no estoy entendiendo nada, que mi imaginario cyborg no se acerca nada a su manifiesto y que lo estoy viviendo y habitando como la cultura nos enseña a visualizar la ciencia ficción. En parte es muy cierto.  Mi imaginario se cuenta así como resultado de todas las experiencias que puedo recordar desde que tengo memoria.

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[El cyborg se sitúa decididamente del lado de la parcialidad, de la ironía, de la intimidad y de la perversidad. Es opositivo, utópico y en ninguna manera inocente. No está estructurado por la polaridad de lo público y lo privado. El imaginario cyborg no se identifica con raíces, culturas anteriores o identidades previas, porque no las tiene. Un cyborg es un organismo que mezcla lo orgánico y lo inorgánico en una unidad nueva, que pierde identidad sexual o de especie humana. Esa mezcla puede renovarse siempre que se desee; por lo tanto no hay una identidad estable y definida, sino una posibilidad permanente de cambio.]

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