Por Karla Antuna
De acuerdo con el último censo (2010) hay 112, 336, 538 personas en México, de las cuales 10,055,379 son personas adultas mayores, poco más de las 8,800 personas que viven en toda la capital. Así, se cuenta con un índice de envejecimiento de 52 personas mayores por 100 menores de 14 años[1]. Lo anterior, está basado en un grupo de personas mayores nacidas antes de 1958, lo que supone que hasta ahora dichas personas tienen más de 60 años, edad a partir de la cual se les denomina a las Personas Adultas Mayores (PAM).
El problema recae cuando este sector de la población es visto como beneficiario de programas y dádivas sociales, y no siempre como verdaderos sujetos de derechos y protagonistas del desarrollo, que, frente a una cohesión social visible, sean jóvenes, niños, mujeres o personas adultas mayores, causan un resquebrajamiento al solicitar la erradicación de la desigualdad y discriminación.
En este último ejemplo, se deja de lado que las mujeres adultas mayores, sufren una doble discriminación debido a que dedicaron toda su vida al cuidado de la familia, entre muchas otras causas, provocando que tuvieran una preparación preocupantemente menor con respecto al de otros géneros, incluso esto puede verse en la edad promedio de vida que tienen las mujeres respecto de los hombres, estos últimos viven hasta 72 años respecto a la edad promedio de vida de las mujeres de 75 años, en un principio se podría decir que las mujeres viven más, sí, ¿pero acosta de qué tipo de calidad de vida? Exacto, una mucho más deficiente.
Con ello la esperanza de vida también se vuelve un factor muy importante para tener sobre la mesa, pues al aumentarse ésta, la esperanza de vida, provoca que las personas vivan más, y este crecimiento acelerado que no tiene en cuenta el tipo de vida, calidad, y dignidad, causa un estado momentáneo de alarma, porque de nuevo esa oleada de realidad sale, y concluye que no se está preparado para un país, ciudad o colonia que prevenga desde ahora aspectos mínimos al reparo de medidas esenciales como: las rampas en las calles de una ciudad o el simple conocimiento y acceso a la información para estas personas.
Uno de los aspectos más importantes en la etapa de desarrollo de las personas adultas mayores es el deterioro de sus capacidades funcionales, emocionales y cognitivas. Éstas, junto con las enfermedades crónico degenerativas, limitan la realización de las actividades diarias y necesarias para la vida de las personas.[2]
Otro punto a favor del porqué este grupo de población marginada y discriminada debe visibilizarse, son los resultados materiales arrojados en la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) 2016 en dónde se señala que en el país hay 33.5 millones de hogares y en 30.1 por ciento de éstos, reside al menos una persona de 60 años y más. Es aterrador desde que se lee hasta que se sabe que no hay políticas públicas que refieran a la regulación de ésta “futura crisis del 2017”[3]
En la actualidad, las personas con este rango de edad en todo el continente americano, representan el 14 por ciento del total de la población del hemisferio (más de 135 millones de personas). En 2030, cerca de dos de cada cinco personas adultas mayores tendrán 60 o más años, y en total habrá más de 215 millones de personas mayores en el continente americano.
Así, se creó la Convención Interamericana sobre la protección de las personas mayores, la cual permitirá reforzar las obligaciones jurídicas de respetar y promover los derechos humanos de las personas mayores. Su ratificación conllevará la obligación de los Estados parte de adoptar medidas, a fin garantizar a la persona mayor un trato digno en todos los ámbitos.[4]
Por otro lado, y teniendo conciencia del debido y para nada planeado aumento proyectado del número de PAM en el país, provocará que se incrementen las necesidades de salud para este sector de la población. Esto sería una causa de uno de los problemas más temidos de la vejez: la dependencia funcional.
Algo hasta ahora sí tiene que quedar claro, este sector de la población se vuelve tan importante dado que es un grupo que pesa y que es significante, que hace cambiar desde cosas mínimas como la adaptación de calles, hasta la creación de una Convención Interamericana primera en su tipo, en defensa de los derechos de este sector de la población. Tiene que quedar claro, que no es la manera en como los pensamos, si yo desde este lado con 23 años o de aquel otro lado del monitor con 43 años, no es como los consideramos, es el dónde se tiene encasillados a los “viejitos o ancianos”, peor aún, ¿realmente sabemos el significado de esta palabra?, que viene del latín antianus, y significa que va delante o que es anterior, en una sociedad donde lo que puede tener mayor peso es el valor que se les da a las cosas por su utilidad, y no a las personas por su sabiduría.
O incluso también podemos ver tal importancia en el Senado Romano, del latín senatus, de senex, anciano. Sí, era un grupo de “ancianos” que ratificaban las leyes, aconsejaban a los magistrados, dirigían la política exterior, las fianzas, etc. Esto no es una coincidencia.
Pero lo que uno deja de tener en cuenta es, que en realidad y sin pensarlo de hecho, estamos trabajando toda nuestra vida para llegar a ser personas adultas mayores, pues, así como podemos pasar miles de horas en la oficina, en el hospital o estudiando, esas mismas horas son las que tendrán un reflejo en esta, tan temida, etapa de la vida. Sin duda la madurez nos hace consientes, nos hace sabios, aprendemos y reaprendemos sobre esas experiencias, sobre esa nueva forma de adquirir y aceptar una nueva paciencia.
Así hace recurrir a las siguientes consideraciones: ¿Finalmente no son los que toman las decisiones? Tengamos presente Brexit. Pues, derivado de la apatía que de los jóvenes o aún peor de las pocas o nulas opciones para elegir candidatos, ¿ellos pudieron tomar la decisión? Otros más incluso existen, pensando que no son considerados como una fuente de economía, en un espacio donde ellos son una mayoría que concentra gran parte del dinero, por ejemplo, sus pensiones. Entonces, ¿qué esperamos para las nulas políticas implementadas? Tal vez que el tiempo nos alcance y entonces, y sólo hasta ese entonces hacer algo con el problema ya radicado.
Lo que sí es claro, es que no espero que como en todos los sectores los cambios aparezcan de un día al otro, pero sí que se cambie esa percepción, esos prejuicios, que se tienen para con este sector. Tampoco espero que entendamos la real e inminente falta de la creación de esta Convención, ni tampoco su funcionamiento, pero sí que tengamos en cuenta que existen reglamentos, leyes en favor de la protección de las personas adultas mayores, y que en el peor de los casos los juzgadores ni siquiera saben o toman en consideración al momento de tomar la última palabra.
Entonces, invito a que desde nuestros espacios empecemos hacer cambios, y dejemos de hacernos ….., y entonces hagamos de esto, una llamada de atención, que dentro de 40 años seremos nosotros los que estemos en su lugar, seremos nosotros los que pediremos ser escuchados, los que al hablar queramos ser atendidos y no sólo ignorados.
[1] INEGI, CENSO 2010.
[2] Mautone Acle, Marcos, “El principio de igualdad y no discriminación en la vejez y la introducción de la perspectiva de edad” en Huenchuan (editora), Los Derechos de las personas adultas mayores en el siglo XXI: situación, experiencias y desafíos. México, CEPAL, p. 63.
[3] Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares, 2016. INEGI.
[4] Comunicado de Prensa: C-198/1, América se convierte en la primera región del mundo en contar con una Convención para la protección de los derechos de las Personas Mayores [en línea] <http://www.oas.org/es/centro_noticias/comunicado_prensa.asp?sCodigo=C-198/15> [Consulta: 12 de noviembre de 2017]
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Karla Antuna. (Ciudad de México, 1994) Estudiante de Derecho por la Facultad de Derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México. Formó parte del “Primer Congreso Internacional: Buenas prácticas en el Juzgar: el Género y los derechos humanos”, del Instituto de Investigaciones Jurídicas. Entre sus líneas de investigación se encuentran: los derechos de las personas adultas mayores y derecho de género. Ha participado en concursos sobre Derecho Civil: Obligaciones y Derecho Sucesorio. Trabajó en un Despacho en temas de Amparo, Derechos Humanos, Propiedad Industrial, Constitucional y Telecomunicaciones. Realizó su servicio social en el IIJ en la línea de investigación en Derecho de Género. Actualmente desarrolla su tesis para obtener el grado de Licenciada en Derecho, en temas de Personas Adultas Mayores en relación al marco legal nacional e internacional. Recientemente tomo el curso sobre: “Envejecimiento y Vejez” que imparte el Instituto para la Atención de los Adultos Mayores de la Ciudad de México. Trabaja en Laboratorio Nacional Diversidades de la UNAM-IIJ-CONACyT. Su pasión son temas que aborden la diversidad desde los derechos de las personas adultas mayores. Es música y lectora arraigada, está certificada en italiano por la Università per Stranieri di Perugia en B2. Actualmente trabaja en el Laboratorio Nacional Diversidades, en conjunto con el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM y CONACyT.
Este mismo artículo fue publicado el 1 de diciembre del 2017 en Animal Político