por Marcela Vargas Cárdenas, Valeria Martínez Muñoz y Francisca Jaksic Sepúlveda[1]
Desde que somos parte de instancias públicas y debemos encontrarnos con otrxs, emergen normas tácitas que parecen no poder ser transgredidas. Como los mandamientos para quienes profesan el cristianismo, el “no robarás” y “no mentirás”, en las cuestiones sexo-genéricas, es un “te comportarás como dice la biología debes comportarte”, “no llevarás el pelo largo”, “no llevarás el pelo corto”, “no usarás falda”, “no usarás pantalón”. La escuela moderna se construye sobre lo que consideramos cimientos dicotómicos, siendo otros ejemplos de esto la oposición entre razón/mente y emoción/cuerpo, así como conocimiento e ignorancia. Es posible afirmar que estos binarismos se encuentran fuertemente vinculados a la naturalización del sexo, donde las diferencias biológicas determinarían los comportamientos de las personas en tanto órganos reproductores. Nuestros libros de texto de Ciencias Naturales en la enseñanza básica o primaria se colmaron de explicaciones “biologizantes”, con una predominancia antagónica entre lo femenino y lo masculino, sobre todo si recordamos que por muchos años era el espermatozoide ganador el que lograba la fecundación de óvulos pasivos…
Estos ejemplos aparentemente caricaturescos, nos han llevado a asociar al hombre a lo público, lo objetivo, la mente, lo activo, y lo racional, en tanto la mujer se relega a lo privado, lo emocional, la quietud, y lo corporal. De este modo, se desarrollan procesos de invisibilización y exclusión de sujetxs que se desvían de las normas, que naturalizan las desigualdades producidas por estas dicotomías sexuales. El presente ensayo busca realizar un breve análisis respecto a las instituciones escolares y su rol de socialización en lxs sujetxs desde las problematizaciones que los estudios feministas y queer han propuesto a nivel epistemológico en las últimas décadas. Para lograr dicho objetivo nos planteamos las siguientes interrogantes: ¿Cómo se expresa el modelamiento de lxs sujetxs en la escuela?, ¿Qué impactos tiene esta articulación en la infancia y en quienes habitamos la infancia? y, por último, ¿Qué tipo de ignorancias se promueven en los espacios educativos y cómo éstas se relacionan con los procesos de exclusión de determinados sujetxs? ¿Cómo transformamos esta problemática latente, histórica?
La socialización primaria (hogar) y secundaria (escuela), articuladas como instancias modelamiento de lxs sujetxs, más el accionar de los agentes de estas instancias (personas al cuidado de niñxs-docentes), se ven atravesadas por la priorización de temas y la censura de otros, de acuerdo al lugar desde donde se supone deben abordarse. Esto nos lleva a un binarismo ya conocido que condiciona las formas de relacionarse: lo privado y lo público. Es así como se construyen socialmente pautas, mandatos y normas de comportamiento para cada sujetx, con el objetivo de seguir reproduciendo aquello que natural y socialmente nos plantean como correcto: mujeres silenciosas y obedientes, que no reconozcan ser base del sistema capitalista y patriarcal mediante la producción y crianza de mano de obra; hombres fuertes que se sepan sostenedores del hogar en lo económico, pero desconozcan que trabajan para perpetuar estos modelos. Al menos, desde las lecturas feministas al marxismo, esta crítica potenció repensar las violencias que se profundizaban en las mujeres pobres históricamente. Sin embargo, también el paso del tiempo y los posicionamientos situados en los territorios nos permiten comprender las matrices de violencia detrás de estos modelos. Modelos dañinos que propician violencias desde la primera infancia y se reproducen durante toda la etapa de escolarización en las diferentes latitudes, donde Chile no es la excepción. Es por ello que nos planteamos la urgencia de estos temas, desde una mirada crítica al modelo, como ex estudiantes del sistema escolar primario y secundario, y como docentes en permanente construcción.
Infancias y formas de socialización en la escuela: Estado ausente al servicio de la muerte
En el ámbito educacional chileno se reconocen distintas problemáticas que coartan la participación de las mujeres y disidencias en la comunidad educativa. Esto dada la poca representación que existe de éstas dentro del currículum, tanto en los contenidos que se imparten y en las prácticas del día a día, así como en los distintos textos escolares, que se ven sesgados a representaciones mayoritariamente masculinas, con escasa presencia femenina, y con estereotipos sexistas. Al reconocer parte de esta problemática, que ha protagonizado el debate respecto a la educación chilena en el último tiempo, se identifica una demanda de visibilización de los sujetxs excluidxs que responde, sobre todo, a las violencias presentes de manera transversal en los espacios físicos de las escuelas, que generan una discriminación institucional que trae consigo un poder coercitivo sobre las disidencias que son (re)victimizadas y vulneradas diariamente. Ejemplo de lo anterior son las discriminaciones que han vivido históricamente las personas trans y género no conforme desde las comunidades educativas en general, negándoles su identidad y expresión de género, lo que trae como resultado crímenes de corrección y de odio. Si bien el Estado chileno ha fallado en hacerse cargo de dichxs sujetxs, esto no queda indiferente ante la avanzada de los feminismos en Latinoamérica, llamados nueva ola o tsunami feminista en Chile. Las demandas que han levantado (y reposicionado, si consideramos a feministas anteriores, movilizadas en tiempos de la dictadura de Pinochet), han significado transformaciones en el diario vivir de muchas niñas, adolescentes, mujeres y disidencias. A su vez, estas acciones han sido acompañadas por la movilización de estudiantxs secundarixs, que han sido parte fundamental en los últimos años. En el año 2018 aconteció el mayo feminista, episodio tras el cual se vivió una transformación cultural de la sociedad chilena, donde se cuestionaron una serie de prácticas referentes al machismo, al patriarcado y la forzosa heteronormatividad que afectan a los espacios de escolarización. En el ámbito educativo, se profundizaron las discusiones en torno al sexismo en la educación, enraizado en el currículum oculto, de la mano con las docentes feministas que posicionan constantemente estos temas en las aulas y tensionan en las escuelas las prácticas sexistas bajo el desafío de dejarlas atrás y transitar hacia proyectos educativos con perspectiva de género. Esto a su vez permitió dotar de contenido programático y propuestas transformadoras, por ejemplo, a través de una pedagogía feminista e interseccional, es decir, que no solo busque erradicar las violencias de género y el sexismo, sino también que reconozca, resista y luche ante aquellas vinculadas a la clase y los cuerpos racializados.
Las escuelas representan espacios marcados, no sólo por contradicciones estructurales e ideológicas, sino también por resistencia estudiantil colectiva que se ha articulado en movimientos sociales de las últimas décadas, como lo fueron las revoluciones pingüinas (de estudiantes de secundaria y universidades) durante 2006 y 2011, donde se comenzó a posicionar la demanda por una educación no sexista. Al plantear las escuelas como espacios de resistencia, se hace referencia a que estas son lugares sociales que se caracterizan por currículos abiertos y ocultos, en los que interactúan culturas subordinadas y dominantes, e ideologías de clase dialécticas. Naturalmente, conflicto y resistencia toman posición en el marco de las relaciones de poder asimétricas favorecedoras de los grupos dominantes, mas, esto no quita los complejos y creativos campos de resistencia a través de los cuales las prácticas mediadas de clase y sexo asiduamente niegan, rechazan y suprimen los mensajes centrales de las escuelas. Por lo tanto, la importancia del currículo hegemónico no solo se trata de lo que se incluye en él (la ideología de los grupos dominantes) como cultura arbitraria, sino también de lo que se excluye (conocimiento importante para los grupos subordinados). Es aquí donde las epistemologías de la ignorancia cumplen un rol importante en la producción deliberada de ignorancia, ocultando y rechazando ciertos saberes en beneficio de la ideología dominante. De esta manera, la escuela restringe y rechaza ciertxs sujetxs, corporalidades, saberes y deseos que se consideran desviados y aborrecibles. Por tanto, en el espacio de socialización que es la escuela, la ignorancia es un efecto de la normalidad de la pedagogía, en que la persona diferente no es vista como legítima, sino como ininteligible.
Como consecuencia, el poder coactivo de la ignorancia se vuelve evidente en la rapidez con la que sus efectos de exclusión y discriminación aparecen. A pesar de todas las violencias ejercidas hacia los cuerpos e identidades disidentes, no existe un interés desde el Estado chileno y sus distintos gobiernos posdictadura por evitar la reproducción de estas violencias, porque a pesar de la promulgación a fines del año 2018 de la Ley N° 21.120 de Identidad de Género que regula el cambio de sexo y nombre en personas trans o género no conforme, no se han visibilizado las vulneraciones a los derechos fundamentales de estxs sujetxs, lo que se expresa en la falta de estudios y políticas públicas que respalden a estas personas, así como posicionamientos concretos de la sociedad civil, como el respeto y la no violencia. De hecho, esta ley permite la identificación de personas mayores de 14 años (en compañía de “adulto responsable”) y mayores de 18 años, lo que demuestra cómo se ignora a la infancia en estas decisiones. Existen estadísticas gravísimas en Chile sobre las tasas de niñxs no conformes con la identidad de género asignada al nacer,[1] o que han intentado suicidarse en los años de educación básica o primaria, hasta los 15 años.[2] Podemos ver un entramado de problemáticas atravesando en caso de José Matías y tantxs otrxs. Nosotras mismas. No es solo un disciplinamiento en tanto género y sexualidad. También en tanto clase, en tanto raza. El Estado de Chile es desigual, racista y patriarcal. Ha promovido la feminización de la pobreza (como en otros pueblos latinoamericanos), la persecución a las comunidades originarias mapuche en el sur y la negación de lo afrodescendiente en el norte. Estos elementos condicionan el currículum, las prácticas, el accionar respecto a la diferencia, por lo que creemos urgentes las propuestas transformadoras.
Propuestas contrahegemónicas: por una pedagogía feminista interseccional en las comunidades
Si bien se ha dado una lucha durante años, en Chile no existe una ley de Educación Sexual Integral (ESI) que permita que las comunidades educativas planteen, discutan y promuevan la enseñanza-aprendizaje sobre estos temas en las salas de clases. Y es que muchas veces se tiende a creer, debido a la cultura occidental-cristiana en la que estamos inmersxs, que permitir que cada persona conozca su sexualidad es educar en pecado. Es imprescindible el desarrollo de una pedagogía feminista interseccional que se enfoque en las prácticas sociales en las escuelas cuyo objetivo final sea la capacidad del pensamiento crítico en la construcción del aprendizaje. Identificando y evidenciando, de esta forma, la ideología implícita del currículum hegemónico, a sus cuerpos de conocimiento y, especialmente, a la manera en que este margina, invisibiliza y descalifica el conocimiento de aquellxs sujetxs que se desvían de la norma de una sociedad patriarcal y heteronormativa. Por ello también es tan urgente una pedagogía feminista interseccional que incorpore Educación Sexual Integral, donde se eduque más allá de lo preventivo-sanitario, sino apuntando a la visibilización de las múltiples formas de identificación existentes, en los afectos, autoestima, no violencia. Este pedagogía feminista interseccional, entendida como práctica contrahegemónica, debe a su vez pensar a los seres humanos en su integralidad, donde la enseñanza y aprendizaje no es mera transmisión de conocimiento vertical, impositivo, sino en reciprocidad y situado en los territorios en donde se instala. Por ejemplo, en el sur austral de Chile, no podemos pensar una pedagogía feminista interseccional que imponga saberes desconociendo la pertinencia y pertenencia de quienes habitan el territorio, Wallmapu, Willimapu, el campo y la ciudad. El reconocimiento de esta propuesta educativa contrahegemónica proviene esencialmente de quienes denuncian y demandan urgentes transformaciones en la escuela: estudiantes, docentes, personas al cuidado de niñxs. Una pedagogía feminista interseccional que cuestione los privilegios de género, sexualidad, clase y raza, que promueva prácticas contrahegemónicas y combata las ignorancias que han permeado en generaciones de niñxs, adolescentes, adultxs.
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[1] Las autoras escriben en el marco del proyecto de la Formación Inicial Docente de la Universidad Austral de Chile (FID UACh 2020), titulado De la calle al aula. Discursos y prácticas en torno a la educación no sexista en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Austral de Chile.
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[1] Un 41,3% de entrevistadxs en la 1era Encuesta para Personas Trans y de género no-conforme en Chile, de 2017, reveló que entre los 0 y 5 años comenzaron a no sentirse en el género adecuado. Disponible en línea en https://otdchile.org/wp-content/uploads/2020/05/Informe_ejecutivo_Encuesta-T.pdf, p. 9.
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[2] Según la misma encuesta, un 9% intentó suicidarse entre 1 y 10 años, y un 48% entre los 11 y los 15 años. Fue el caso de José Matías de la Fuente (15 años), que cursaba educación secundaria en un establecimiento educacional católico femenino, y que decidió acabar con su vida el año 2019 producto de la discriminación a la que se vio expuesto por ser trans, y ante la nula acción de la comunidad educativa frente a los acosos de los cuales fue víctima.
Marcela Vargas Cárdenas: es feminista, profesora de Historia y Ciencias Sociales y Magíster en Historia del Tiempo Presente. Se desempeña como docente del Instituto de Historia y Ciencias Sociales de la Universidad Austral de Chile, en Valdivia. Actualmente es responsable del proyecto de Investigación de Formación Inicial Docente (FID-UACh) titulado “De la calle al aula. Discursos y prácticas en torno a la educación no sexista en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Austral de Chile” (2020-2021)
Francisca Jaksic Sepúlveda: es feminista, estudiante de Pedagogía en Historia y Ciencias Sociales de la Universidad Austral de Chile. Actualmente laborante del proyecto de Investigación de Formación Inicial Docente (FID-UACh) titulado “De la calle al aula. Discursos y prácticas en torno a la educación no sexista en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Austral de Chile” (2020-2021)
Valeria Martínez Muñoz: es feminista, estudiante de Pedagogía en Historia y Ciencias Sociales de la Universidad Austral de Chile. Actualmente laborante del proyecto de Investigación de Formación Inicial Docente (FID-UACh) titulado “De la calle al aula. Discursos y prácticas en torno a la educación no sexista en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Austral de Chile” (2020-2021).