Epistemología rumiante

Por Lucrecia Masson/ Ilustración: Yosjuan Piña Narváez

El rumiante es para mí una vaca. Siempre digo que durante mi infancia socialicé más con vacas que con personas. Eran los ‘80 en la pampa seca argentina, una región árida muy fría en invierno y muy calurosa en verano, una zona de extremos a pesar de presentar una geografía inquietantemente aburrida. Desde mis ojos de niña todo era inmenso y todo era igual a todo. Sería por eso que se dice; que la infancia es pura espacialidad, que no hay tiempo.

Las vacas pastaban, cada día hacían lo mismo. Yo pensaba si un día me pasarían cosas, si un día tendría una vida excitante como veía que era la vida de la gente de la televisión, televisión que solo podíamos ver si había habido el viento suficiente que cargara las baterías (en la pampa seca la luz eléctrica era un lujo de algunos) mientras tanto mi tarea, cada día y siguiendo esta misma idea de repetición en la inmensidad, era ir a buscar las vacas para que se acercaran al corral y así mi padre poder ordeñarlas. El andar de las vacas se quedó muy guardado en mis retinas, andan lento, andan juntas.

También vaca es un insulto al que siempre como gorda, temí. Qué paradoja que animales que me parecían tan lindas y eran mis amigas, fuera justamente un nombre que yo jamás quisiera escuchar sobre mi cuerpo. Era la injuria gorda. Franz Fanon dice que el lenguaje colonial deshumaniza al colonizado, propiamente hablando, dice, lo animaliza. Y que en realidad el lenguaje del colono, cuando habla del colonizado, es un lenguaje zoológico, que refiere constantemente al bestiario. “…esos rostros de los que ha desaparecido toda humanidad, esos cuerpos obesos que no se parecen ya a nada, esa cohorte sin cabeza ni cola, esos niños que parecen no pertenecer a nadie, esa pereza desplegada al sol, ese ritmo vegetal, todo eso forma parte del vocabulario colonial”1.

Entiendo el cuerpo gordo como un cuerpo colonizado, un cuerpo visto como inferior para una cultura donde la delgadez se ha impuesto triunfantemente. Un cuerpo para el fracaso, para la desaparición, un cuerpo erróneo, errado. Pero, y siguiendo a Fanon, el colonizado se ríe cuando se descubre animal en palabras del colono. Entonces digo: soy la vaca.

Busco en la animalidad mi propia enunciación. Soy un rumiante y oso desafiar los límites que se han (im)puesto a mi cuerpo y mi humanidad.

lentitud / animalidad / el estigma vaca / la carne /
el no saber cómo decir pero ir rumiando

Los rumiantes, como los bovinos, tienen un complejo sistema de digestión que les permite aprovechar eficientemente los nutrientes de los alimentos, inclusive los de baja calidad nutricional. La rumia debe hacerse en un lugar cómodo, plano, con sombra, para poder echarse. El rumiante procurará contar con las condiciones necesarias para poder rumiar cómodamente. Buscará entonces las condiciones de posibilidad, es decir lugar cómodo y seguro, entre afines que lo sostengan.

Muchas veces la carne de este rumiante duele. Sabe que hay dolores que se encarnan, que se vuelven carne y tejidos, tejidos sangrantes.

El rumiante es irreverente e iconoclasta.

No cree en ideas propias, se sabe no original. Sabe que siempre
que habla, traduce.

El rumiante apuesta por un ejercicio de invención política que es colectivo, siempre. Procura darse, para sí y su comunidad, herramientas, y entiende que estas herramientas no son algo a lo que se llega, sino que están en constante construcción.

En su acción de rumiar, rinde tributo al proceso y no al producto acabado.

El rumiante es precaria, y como precaria ha desafiado al futuro.
El futuro no es nuestro. No hay futuro. No hay tiempo.
El rumiante es lento.

Una vez escuché que Tolstoi se hacía fotos durmiendo. Y dicen que lo hacía para mostrar su distancia con respecto a esa sociedad que “avanzaba”, que iba hacia, que se volvía productiva, rápida. Los que quieran trabajar, progresar, enriquecerse serán los ganadores. Pero Tolstoi prefería descansar. Esto es algo que me contó una vez un amigo. He buscado referencias y no he encontrado nada. Tal vez no es verdad, tal vez es un mito. Pero no estoy preocupada por la verdad. Pienso, junto con el movimiento antropofágico2, que la verdad es una mentira muchas veces repetida.

La epistemología rumiante no rinde tributo a la visión lineal de la historia. El rumiante se echa a rumiar, y muchas veces también a dormir. No privilegia el estado consciente. Le gusta soñar.

Se trata de devorar y devorarse, de incorporar a la otra para hacerse con ella una nuevo cuerpo.

¿Cuál es el cuerpo del feminismo? ¿Puede hablar la vaca? ¿Puede el rumiante nombrarse a sí mismo? ¿Qué cuerpos pueden nombrarse a sí mismos? ¿Quién tiene la posibilidad de hablar sobre la verdad de las cosas? Hay sujetos con la posibilidad de producir verdad, de generar un relato donde se cuenta la verdad sobre el mundo, y otros que son actores en ese relato. Quienes pueden pensar la totalidad siempre ocupan lugares hegemónicos. ¿Cómo podemos las rumiantes ser también productoras de verdad?

Necesitamos nuevos modos de nombrar, arrebatar la posibilidad del relato a quienes cuentan nuestra historia. De ahí que la epistemología rumiante apuesta por que es posible pensar y generar relatos desde otros lugares. Desde la frontera.

La epistemología rumiante todo lo traga, todo lo mastica, se lo come todo. El rumiante es poligástrico y pasa todo por sus cuatro estómagos.

sangre de vaca / el cuerpo pulverizado /el campo / la vaca y el campo / el campo de batalla / la vaca y el alambrado / el alambrado como política de cercamiento / el alambrado como primer dispositivo que da lugar a la propiedad privada / la vaca loca / el miedo / el contagio / la carne humana.

Descomponer el mapa cárnico vital es un acto de vandalismo3. Y el rumiante es un vándalo.

El rumiante piensa más en el espacio que en el tiempo. Mas en geografía que en historia, y le gustan sobre todo las geografías de la carne.

El rumiante desborda, es excesivo. Su grasa chorrea, da asco.

El rumiante es la vaca, que no la perra. No es esbelta ni de movimientos calientes, su movimiento es tal vez menos sexy, pero la vaca también sabe “ir hasta abajo”4.

En este feminismo gordo que imagino, nadie duda en ser feliz en los desbordes y las extrañezas y nadie teme a los espejos. Pienso este cuerpo gordo y rumiante como un cuerpo que excede lo humano y que va hacia la máquina y va hacia la animalidad, aunque es más animal que máquina. Es contra la idea de eficiencia que el rumiante es menos máquina y más animal.

El rumiante devora lo que afecta a su cuerpo en su potencia vital.

Hay que permitirse ser afectado lo mas físicamente posible, tragar al otro como una presencia viva, absorberlo en el cuerpo, de modo que las partículas de su admirada y deseada diferencia sean incorporadas en la alquimia del alma, y así se estimule el refinamiento, la expansión y el devenir de uno mismo5.

Es así que el rumiante tiene una concepción devorativa de la vida, es antropófago. Busca dejarse afectar lo mas físicamente posible por la otra, hasta engullirla, devorarla, para componerse con ella.

Con el comienzo del siglo XX, la eficacia y la vivacidad se redefinen. El manifiesto futurista lo deja claro. Este manifiesto, de 1908 y escrito por Marinetti, es una oda a la velocidad, a la fuerza, al ser temerarios, al ser fuertes y jóvenes. Habla de corazones que no sienten fatiga alguna, de valor, de velocidad, de vencer.

“Nosotros afirmamos que la magnificencia del mundo se ha enriquecido con una nueva belleza, la belleza de la velocidad. Un coche de carreras con su capó adornado con gruesos tubos parecidos a serpientes de aliento explosivo… un automóvil rugiente, que parece correr sobre la ráfaga, es más bello que la Victoria de Samotracia.”6

Nuestro rumiante no se apura, se resiste a la velocidad, y tampoco quiere vencer.

El método rumiante es:

lento, perezoso, poco productivo, poco sexy, grande, excesivo, de cuero muy duro, poco delicado, poco refinado, camina lento, es ocioso, dejado, abandonado en sus formas

El rumiante rechaza la concepción del tiempo y de la historia basada en el progreso. Rechaza la idea de un tiempo cronológico, unilineal y medible.

El rumiante no cree en metas.

No piensa que los finales deban ser necesariamente placenteros ni felices. No piensa en el orgasmo como consumación exitosa de un encuentro sexual, ni en una orgía como el espacio último donde los cuerpos se liberan y se entregan a los placeres.

Sabe que si el metro se está yendo, no llegará a cogerlo. Que si se trata de salvarse nadando; se ahogará. Que si hay que correr de la policía; recibirá el porrazo seguro.

El pensamiento rumiante tiene estrías que son grietas donde habitan sus contradicciones. Es la carne dividida. Las marcas quedan y las estrías surcan la piel.

Es rumiante porque rumia, porque tarda en digerir. No es segura, ni rápida, ni eficaz. Necesita mirar las condiciones para su digestión, sabe que las condiciones no le son favorables, por eso mastica y mastica.

El  rumiante  tiene  intuiciones  y  las  sigue.  Frente  a  la
grandilocuencia de una declaración de intenciones, nuestra vaca
propone una declaración de intuiciones.

Apuesta por las visiones parciales y las voces titubeantes. El rumiante puede ser también tartamudo.

La epistemología rumiante rechaza los rígidos discursos de la salvación. Y cree que hay muchos relatos posibles. Hay tantos relatos gordos como gordas hay.
El rumiante busca poner bajo sospecha el orgullo y las políticas de reconocimiento. Asumiendo el orgullo como una forma de felicidad heroica, se propone cuestionar esta idea de que toda felicidad o disfrute del cuerpo pasa necesariamente por estadíos de superación.

El rumiante no es un súper-heroe, ni podrá serlo jamás. ¿Has visto alguna vez un súper-heroe gordo?

El pensamiento rumiante activa la máquina de deglución humedeciendo la boca con saliva. Prepara la lengua y todo lo traga. El rumiante devora. El rumiante mastica. El rumiante vuelve a la boca lo que ya pasó por sus cuatro estómagos, y hoy, regurgita.

El rumiante no consume. El consumo tiene que ver con la velocidad, con como se percibe y vive el tiempo. El rumiante rompe con las lógicas de productividad y velocidad. Y aquí está su resistencia. Sabe que hay algo del placer de la lentitud que nos salva.

El rumiante no consume pero si es cruelmente consumido y el feed lot representa sus pesadillas.7

El rumiante tiene un ritmo y ritualiza su ritmo.

El rumiante curiosea. Conocer es comer y masticar. Rumiamos colectivamente. Logramos un ritmo, lento siempre, de ese rumiar.

El rumiante incorpora a su método la percepción corporal, y si la tormenta será brava sabe que solo se salvará reuniéndose con el resto de vacas, agrupándose. Las vacas afrontan la tormenta en movimiento y aguardan juntas. Mi padre que trabaja con vacas desde que tiene memoria, me contó que ellas predicen las tormentas de granizo, que son las tormentas más duras, que destruyen sembrados si están muy altos. Las vacas saben que caerá piedra y empiezan a correr por el campo, ellas generalmente no corren, pero cuando caerá piedra saben lo que hay que hacer. Corren desesperadas por el campo, de una punta a la otra, me explica mi padre. De esta manera todas están enteradas de lo que se viene. En el momento de estar casi por caer la piedra, se agrupan en círculo resguardando las cabezas, un círculo de vacas que agachan la cabeza y ponen el lomo para soportar la piedra. Así las vacas se salvan, juntas, y sus lomos curtidos soportan la piedra. Si se han encontrado, ninguna morirá. Los lomos se golpean pero resisten.

El rumiante cree en los feminismos que se abren a las posibilidades de transformar la propia vida.

El rumiante es también un herrero. Forja herramientas, éstas se forjan a fuego y machacando. Con esta técnica nuestro rumiante busca hacerse de una serie de artefactos/utensilios/ herramientas políticas y colectivas, con las que sobrevivir.

Somos rumiantes cimarronas, y nos escondemos tras los árboles, pastando y aguardando el momento, algún momento.

El rumiante,
su carne,
su cuero,
su lengua,
su grasa,
y sus cuatro estómagos,
reclaman soberanía.
________

1 Fanon, Franz, Los condenados de la tierra, p. 206

2 El movimiento antropofágico es una corriente artística que tuvo lugar en la primera mitad del sigo xx en Brasil. Este movimiento recoge como metáfora la actividad canibal desarrollada por la comunidad Tupinambá, que consistía en devorar a sus enemigos con la intención de incorporar, a través de ingerirlos, ciertas caracteristicas de éstos como la bravura, la fuerza, el corage y el conocimiento de su comunidad. Si opinaban que el enemigo capturado no contaba con estas características, pues no lo comian.

3 flores, valeria, Deslenguada, p. 65

4 El “hasta abajo” es el movimiento de mayor destreza y sensualidad del perreo en el reggaeton.

5 Rolnik, Suely, Antropofagia zombie, Pág 2 17 6 Manifiesto Futurista. Punto 4

7 El feed lot es la técnica ganadera más efectiva hasta el momento de explotación de los animales vacunos. Las vacas se encuentran en filas y van comiendo, sin posibiblidad de moverse, de unos comederos alargados del que cada una debe comer sin parar con el fin de engordar para ser vendidas al mayor peso posible. Sirva esta imagen de metáfora para señalar las técnicas de normalización a las que nuestros cuerpos son sometidos.

**Para tener el fanzine de Lucrecia Masson, con todas las ilustraciones de Yosjuan Piña Narváez, escribe a: lucreciamasson@gmail.com, o vía FB: Lucrecia Masson
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LucreLucrecia Masson. Activista feminista. Sudaka y gorda en descolonización. Pasó su infancia entre vacas y cardos rusos, un día dijo que quería ser bailarina y sus padres, que sabían sobre el mundo, le dijeron que el cuerpo no le daba. Más tarde cruzó el charco y ya en las europas se enteró que hasta las personas podían ser ilegales. Actualmente, desde Barcelona y ya con papeles en regla, dialoga y acciona en torno a corporalidades disidentes y afectos, apostando por generar alianzas desviadas y por asumir la tarea colectiva de darnos existencias más posibles y felices.
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