Los cuidados de Higinia

Por Izeguanita Pitumayo

Ayer fue el cumpleaños de mi abuela y no fui a verla, ni el año pasado. No voy por varias razones: porque me duele verla, porque me duele ver la casa de mi infancia que tanto amor me dió toda desvencijada y llena del odio de todas mis tías. Es bien duro ver destruído algo que te sostuvo tanto. No solo la casa, también mi abuela, que no está destruída pero sí desconectada. Hace dos años decidió ir perdiendo la memoria paulatinamente. Estoy segura que muchas de las enfermedades mentales son enfermedades del alma. Mi abuela decidió irse poco a poco. ¿Cuándo tomas la decisión de desdibujar los recuerdos? ¿Qué tan agobiante debe ser el dolor para destruirl la percepción del tiempo y el espacio?. Y claro, también están las cosas tangibles: La vejez, el cerebro que necesita ejercicio o va perdiendo forma. Mi abuela es un roble: grande y prolija. A los 16 años se fue de su pueblo y se vino solita a la ciudad.En su primera juventud vivió en casas de varias señoras que la acunaban a cambio de su trabajo. Conocía el centro historico muy bien y tiene una astucia para los negocios que nadie en la familia ha podido emular. A los 26 años tenía su propio negocio: una cremería en la que ella era la administradora principal. Tuvo a su primera hija a los 25 años. Siempre me llamó la atención el hecho de que en relación a la época mi abuela se casó muy grande. Siempre tuvo negocios mi abuela: la cremería, vendía colchas y hasta cosméticos, luego tuvo una fonda y solía comprar terrenos para revenderlos, construir casas para venderlas o rentarlas. No le gustaba maquillarse ni era vanidosa. Odiaba las fotos o los videos. Yo la recuerdo desde niña con el cabello corto o semicorto, la cara limpia y el olor a manteca o cebolla. Mi abuela siempre olía a guisos. Sin embargo le apasionaba muchísimo todo lo que tenia que ver con la construcción: siempre andaba mandando albañiles y proyectando espacios. Le apasionaban los negocios: siempre se imaginaba lo que podía vender y como podía hacerlo. Ella administrando el dinero de mi abuelo construyó todos los bienes que disfrutaron sus hijos , hijas , nietos y nietas. También amaba la cocina, muchísimo. Tenía una sazon muy original que no he vuelto a encontrar: sabores fuertes y rotundos. Su arroz era mi favorito, pero la gente amaba su mole de olla, la cochinita pibil y su mole verde. Yo no cocino pero lo sé hacer porque ella me enseñó y me dejó el buen sazon. Me enseñó muchas cosas mi abuela: a coser, a lavar los calzones con jabon y dejarlos al sol, a medir los insumos de la cocinada y practicar el sazón. A ser fuerte y mandona, a ser «abusada» y andar en todo, a tener el control de mis «dominios. Pero creo que lo que más me transmitió fue el mandato y don de cuidar a los demás, a las demás, cuidar a mis hermanas, hermanos, amigas,madres . CUIDAR.Mi abuela me enseñó a practicar el cuidado, porque además ella me cuidó. Le marqué y me dio tristeza escucharla, no sé si me reconoció pero me dijo que estaban sufriendo , que a que hora iba a ir por ella/ ellos. Creo que no puedo rescartarla, ni siquiera devolverle los cuidados que ella me dió, pero su herencia vive en mí, y de alguna forma yo cuido a otras personas.También me ha enseñado una lección permanente de confianza en las capacidades: Si ella que no tenía nada, una mujer rural con muy poca educación pudo tener varias familias, construir bienes, viajar a distintos países y dejar un legado,aprovechando su enorme astucia y su gran inteligencia. ¿Por qué yo o cualquiera de nosotras no podría hacerlo?

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ItzeItzel Arcos. Nació en la ciudad de México en agosto de 1988, standupera, actriz y escritora, se dedica a impulsar las artes escénicas y narrativas a partir de la autobiografía.

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