«El Regreso de Ana Suromai» de Liz Misterio

"L´origine du monde" Gustave Coubert, 1866
«L´origine du monde» Gustave Coubert, 1866
"Anasyrma para asustar al demonio" (ilustración de Charles Eisen para Le Diable de Papefiguere de Jean de la Fontaine 1621 - 1695)
«Anasyrma para asustar al demonio» (ilustración de Charles Eisen para Le Diable de Papefiguere de Jean de la Fontaine 1621 – 1695)

por Ángeles Ciscar Ponce

En estas líneas me gustaría hablar del trabajo de la artista Liz Misterio tratando de hacer un breve análisis de una de sus obras. Para ello voy a utilizar una estrategia comparativa entre el famoso cuadro L’origine du monde de Gustave Coubert y la pieza de Liz titulada  El Regreso de Ana Suromai.

Ambas piezas comparten un objeto de representación, la vulva femenina, pero con intenciones muy diferentes tanto en su concepción estética y formal como en su significación y discurso. El breve análisis comparativo de estas dos obras me permitirá destacar las diferencias de concepto que encierran las dos posiciones arrojando de ese modo luz sobre algunos de los aspectos fundamentales de la obra de Liz.

    Bajo mi punto de vista, la diferencia fundamental entre la representación de Coubert y la vulva de Liz reside en que en el primero la vulva es un objeto penetrable y expulsador de vida. En el caso de Liz también es un objeto, pero aquí encarna la reafirmación del género femenino como entidad autónoma lejos de definirse a través de la mirada del otro o por su función biológica. Podríamos nombrarla «la vulva política».

Hablemos, antes que nada, del fundamento de la tradición histórica sobre el que se apoya Liz para realizar esta pieza: el gesto ritual de Anasyrma.

“Es un término griego que alude al gesto de levantarse la falda o el kilt. Se usa en relación con ciertos ritos religiosos, el erotismo y las bromas lascivas […] No tiene relación con los gestos físicos típicos del exhibicionismo, pues estos tienen el objetivo implícito de excitar sexualmente al exhibicionista, mientras el anasyrma se hace solo por su efecto sobre los espectadores.
El anasyrma puede ser una exposición deliberadamente provocativa de los genitales o las nalgas desnudas. […] En muchas tradiciones este gesto tiene también un carácter apotropaico, como una burla hacia un enemigo sobrenatural.”1

Este gesto es un gesto voluntario, un gesto ritual que, asociado a lo grotesco, queda lejos de lo erótico. Un gesto impuesto por la mujer poseedora de la vagina. Así pues, un gesto de reanimación que, aunque exige una mirada ajena para que cumpla su cometido, no tiene intención que agradar, complacer o seducir al otro, sino, justo lo contrario: ahuyentar, espantar, causar risa, invocar… en todo caso poner en jaque mate al que mira.

A L’origine du monde, desde 1866, año en que fue pintado por Gustave Coubert, le ha perseguido más de un siglo de vida vergonzante. Incluso bien avanzado el siglo XX, el cuadro seguía siendo considerado de contemplación privada. No es hasta 1988 en el marco de una retrospectiva del autor en New York cuando éste se exhibe públicamente por primera vez. Después, cuando empezó a mostrarse en el Museo de Orsay de París, con una vigilancia especial en la sala, por temor a las reacciones del público. Cabe destacar que el título El origen del mundo, le fue asignado muchos años después de su factura. No sabemos que título le dio Coubert y desde esta premisa podemos sospechar dos cosas: el título quiere destacar la función biológica de la mujer o bien funciona como un eufemismo para no nombrar lo supuestamente vergonzoso.

      Es normal que para tratar de explicarnos este fenómeno lo primero que nos venga a la cabeza sea pensar en el contexto social, político y cultural en el que nació la obra. Este periodo histórico fue un momento revolucionario. El mismo Coubert es visto así, no sólo en el area de las artes, donde se le nombra el máximo representante de realismo; sino también en el ámbito social. Coubert fue una persona comprometida, activista democrático, republicano, cercano al socialismo revolucionario. Sin embargo, a pesar de este germen revolucionario, podemos opinar que la sociedad de la época no estaba avanzada en muchos de sus aspectos como para no resultar escandalizada por una imagen como es esta obra.

     Pero ¿solo este argumento justifica tanto pudor con esta imagen? Si el cuadro produce pudor, no es sólo por un contexto histórico, social y político, sino por cómo representa la vulva, es decir, cuál es su resolución formal y lo que implícitamente arroja a nivel de ideario o creencia.

      Es importante también hablar del punto de vista adoptado por los dos artistas a la hora de componer sus imágenes. Coubert adopta un punto de vista bajo y muy cercano al objeto. Como si su cabeza, y ahora la del espectador del cuadro, estuviese casi entre las piernas de la mujer. Los labios semiabiertos y rojos de la vulva invitan a ser acariciados, incitando a la penetración. Un pastel para ser comido. Hablamos de un objeto representado para causar deseo y en concreto deseo sexual; el punto de vista ayuda a este menester.
El punto de vista en las imágenes de Liz es totalmente diferente, muy lejos de la intención de mostrar un objeto de deseo. La distancia entre el cuerpo de la mujer y el objetivo de la cámara que lo retrata es considerable: el punto de vista es frontal de forma que la vulva no queda expuesta desde abajo nunca.

     Otro de los aspectos destacables de la composición de las imágenes tiene que ver con la posición del cuerpo representado y, por ende, con la actitud corporal representada. En Coubert, la mujer está tumbada apoyando sus piernas y su espalda sobre una superficie horizontal, con las piernas abiertas. Esta posición es de reposo, es un cuerpo indefenso, vulnerable y expuesto. Nada más lejos de la imágenes planteadas por Liz en las cuales el cuerpo se pone de pie sobre sus dos piernas abiertas triangulando con el suelo en un equilibrio firme. Un cuerpo capaz de reaccionar rápidamente ante cualquier eventualidad. Hablamos de dos extremos del actitud corporal, del cuerpo inerte de Coubert al cuerpo guerrero de Liz.

     En la relación fondo-figura, Coubert nos muestra una mujer mutilada por el marco del cuadro. Brazos, cabeza y piernas no existen, dando todo el protagonismo a la vulva y en segundo lugar a los senos. Esta composición obedece al estereotipo sexual de la mujer que la tradición ha construido y que de forma evidente todavía está vigente en nuestros días. Es una imagen que pretende excitar el deseo sexual de los varones.

     En las imágenes de Liz, el cuerpo y la vulva desnuda ocupa una parte pequeña de la composición de la imagen, ni si quiera la mitad del encuadre. Es tan importante el gesto como el lugar donde se realiza pues la dota de significación al gesto y por lo tanto a la imagen. No pretende seducirnos, ofrecernos un objeto de deseo, sino mostrarnos su vulva para que comprendamos su actitud de disconformidad ante lo que representa el fondo: edificios emblemáticos de la Ciudad de México, que albergan instituciones que simbolizan el poder que gobierna, por ejemplo, el Palacio Nacional en el Zócalo capitalino.

Por último me gustaría destacar la diferencia existente entre la relación objeto/sujeto representado.
Coubert es un vouyer que nos incita a serlo también. Retrata un cuerpo inerte, pillado infraganti y nos lo ofrece para nuestro deleite. Ofrece el cuerpo de alguien sin exponer el suyo y sin tener en cuenta la voluntad de ese cuerpo retratado. No se trata del retrato del cuerpo de una mujer, sino de un objeto de deseo ofrecido a su público y a sí mismo.

     Liz retrata su propio cuerpo: lo brinda con total voluntad. Su vulva es femenina ya que está apegada a su función biológica; pero también es política en tanto que ciudadana de una sociedad que dicta normas. Nos habla de su disconformidad con estas normas que rigen desde la vida privada a la más pública. Normas que dice cuales son los roles de cada género, qué es lo admisible y lo perverso, qué es lo loable y lo vergonzoso, etc.
Liz se levanta la falda y nos enseña su pelvis como gesto grotesco de protesta. Ahora bien, esto también lo podría hacer mostrándonos las nalgas, o blandiendo una pancarta, entonces ¿por qué su vulva? Porque el aparato genital le da una identidad dentro de esta sociedad de la cual se burla para criticarla. Se burla del molde femenino impuesto, cuya máxima representación encontramos en Coubert, pero sin renunciar, aniquilar, obviar o despreciar su condición de mujer. Reafirma su vulva y muestra la interpretación que de ella hace ella misma lejos del molde conformado por la mirada ajena del otro o por la tradición impuesta.

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Ángeles Ciscar Ponce. Artista visual española residente en México. Su marco de acción artisco es el perfomance y la videoinstalación. La tecnología interactiva ha estado presente en sus últimas obras. Con ella implica al público en una experiencia vivencial y emocional a través de la cual desarrolla su discurso casi siempre referido al cuestionamiento de la realidad en términos cognitivos y socio culturales.
Sus piezas son dispositivos lúdicos, metáforas que ponen de manifiesto que la realidad es una construcción, una suma de fragmentos seleccionados desde el acondicionamiento que produce el contexto social y cultural en nuestros procesos de pensamiento.

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