El putito del taller. La obvia prole y el devenir de la pluma en la vida laboral

Por Ángel Martínez

Malaquías 3:5 Y me acercaré a vosotros para el juicio, y seré un testigo veloz contra los hechiceros (¡aguas manas! dejen de llamar a la línea psíquica…), contra los adúlteros (bueno… aquí ya me las arrinconaron), contra los que juran en falso y contra los que oprimen al jornalero en su salario (¿ya se habrá dado una vuelta por los Call centers en donde trabaja gran cantidad de lxs morrxs en nuestro pais?), bla-bla-bla-bla-bla y los que no me temen–dice el Señor a los ejércitos. 

    Máquinas que resuenan con música de banda al fondo; todos trabajan atentos en el taller, unos cantan, otros fingen trabajar, unos platican y el resto parece mirar un sinfín de papel con la esperanza de salir temprano de la jornada laboral.

    Entonces aparece él, un chico de jeans y camiseta, aparentemente común hasta que decide romper con el silencio y el dominio de la relación máquina-hombre.

    Unos lo llaman chiquita, otros le dicen mi amor, cualquiera diría que la homofobia invade el taller hasta que este chico abre la boca para decir: ¿Ya le dijiste a tu esposa de lo nuestro? El taller lleno de ruidos de metal hueco se llena de carcajadas.

    Pasa el rato y entre bromas el marica va a su máquina, se coloca los audífonos y se pone a cantar sus canciones favoritas a todo pulmón, se escuchan algunas risas mientras baila sus canciones, todos bromean con él mientras les dedica a los presentes canciones de amor y desamor incluso frente a sus esposas que ríen e incluso le llaman socia.

    Durante todo el día escuché múltiples bromas y palabras entre él y los trabajadores que hasta entonces sólo había escuchado entre comadres y entre clientes del cabaretito. Debo aceptar que me fue difícil creer la forma en que este sujeto, el putito del taller, había logrado apropiarse del estigma de lo que parecieran insultos para crear formas de convivencia que lo empoderaban, que le permitían ser como quería y con esto llevar a los más machos a jotears, a hacer propias algunas expresiones de la joteria. -¡Manden al (aquí el nombre de su jotita favorito) a la tienda para que se cruce con su chacal!- Decía una de las trabajadoras, a esto le siguieron los clásicos aullidos burlescos que invitan, que incitan al sujeto a estar con esa persona que no puede escuchar el alarido de complicidad…

Este día, me permitió reflexionar acerca del aporte de este singular personaje de la vida del proletario mexicano, a la lucha por una sociedad sin géneros.

    Si bien, la relación entre el putito del taller y el resto de los trabajadores se desenvuelve en un principio a través de una posición de desigualdad ante el modelo heteronormativo de sexualidad, progresivamente la convivencia de estos hombres y mujeres con este marica empoderado los ha llevado a conformar un espacio en donde se permiten y se celebran las múltiples maneras de ser, un espacio en donde se juega con el género que se separa de lo biológico y pierde importancia a través del elemento lúdico de la jotería.

    El grueso de la sociedad mexicana aprende la homo-lesbo-trans-fobia en la praxis y en su vida cotidiana; difícilmente habrá seminarios, cursos o talleres para enseñarle a la gente a discriminar u odiar (esto sin contar la misa del domingo, las reuniones de las juventudes neo-nazis panistas, el curso de la ex-comadre Richard Cohen, etc. etc. etc.). Entonces, si el homofóbico no aprendió a odiar en un taller especializado ¿son los cursos educativos, las canciones de Macklemore, los folletos y el resto de indumentaria cliché de la lucha contra la discriminación una solución real en contra del problema?

    La propaganda lgbt/cuir es vista como una amenaza, como una imposición de grupos que se perciben como alejados y ensimismados en sus trincheras. No existe un contacto real entre los homo-lesbo-trans-cuir-fóbicos y el grueso de las disidencias sexo-genéricas, ambos se miran como si fueran un problema. ¿De qué sirve la cantidad de dinero, tiempo y esfuerzo que estos grupos gastan si la información difícilmente es asimilada por los grupos a los que se dirige?

    Los grupos organizados de la disidencia sexual, el activismo y la burocracia lgbt tienen mucho que aprender del joto anónimo; del joto que lleva la pluma al taller, baila e interviene las dinámicas del modelo heteronormativo en la vida laboral. Del joto que invita a los cabrones e incita a la auto-exploración del cuerpo sin fronteras de género.

Nota final: Comadre, nadie te cree que eres macha varonila… ¡ya deja de fingirssss! (dedicada a todas las machas varonilas, godinaz, call centeras, oficinistas, operadoras, recepcionistas, capturistas, televisas, actoras, panistas, trabajadoras de CDHDF, etc. etc. etc.)

¡Jotas emplumadas del mundo, Uníos!

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angelUna jotilla muy *desas*, Wannabe, Socióloga, Obvia, Godínez, dando sus primeros pininos en la observación y registro de la flora y fauna jota de la ciudarks.

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