El espejo como ventana. Historias privadas de territorios públicos

Reflexiones a partir de las fotografías de Maya Goded

Por Marisol Maza

La ciudad en cuanto territorio se gestiona a partir del control social, del control de las masas y de los cuerpos. Dentro del orden público se regula la conducta social como una forma de control de lo visible y lo no visible.

    Durante el siglo XIX, se hace un reordenamiento urbano en función de la creciente burguesía, resaltando los valores morales de las clases acomodadas; se designan espacios para el esparcimiento, preponderando los valores de “la familia” y las buenas costumbres.

    Particularmente el cuerpo femenino se restringe al interior, a la intimidad. Durante mucho tiempo las mujeres no tuvieron derecho a una vida pública. El acceso al exterior se estipula a horarios específicos, siempre en compañía y bajo la vigilancia y juicio social de su comportamiento en público.

    En contraposición con las mujeres de casa, han estado siempre las mujeres “de la calle”; los cuerpos que se venden, que son accesibles y pertenecen a lo público. A estxs se les tiene que poder localizar, pero hay que mantenerles a distancia; no permitir que estén demasiado cerca, primeramente por el reproche moral a la libertad y por otra parte la incomodidad que provoca la deuda social que se tiene con ellxs, porque ponen en evidencia los vacios de la sociedad; la desigualdad, la corrupción y la doble moral.

     Por lo tanto, es necesario también controlarlo; y es ahí cuando comienza el juego de visibilidad-invisibilidad, que es el campo perfecto para la extorsión y el abuso de poder.

Las llamadas “zonas rojas” o “zonas de tolerancia” son lugares específicos para el ejercicio de la prostitución, que tienen sus orígenes en el sistema reglamentarista. Este sistema, que se puso en práctica en México desde mediados del siglo XIX, consolidó toda una serie de medidas higiénicas, legales y administrativas, dirigidas a la vigilancia y al control, tanto de las personas como de los espacios en los cuales se debía ejercer la prostitución.

    Con ellas, las mujeres dedicadas al comercio sexual quedaron sometidas al cumplimiento de deberes y obligaciones, registradas, clasificadas y controladas a través de un libreto. Asimismo, se establecieron burdeles “oficialmente tolerados”, que se pretendía sirvieran como espacios “ideales” para el ejercicio de la prostitución sin peligro venéreo y sin amenazar la estabilidad patriarcal, es decir, que fueran funcionales para salvaguardar la salud de los clientes, pero además, que se usaran para administrar lo visible y lo invisible y para gobernar las conductas de las mujeres que en ellos residían. [1]

    Los prostíbulos debían ocultar su verdadera función, por lo cual, desde esa época se estableció que no llamaran la atención para no interferir con la vida social de la ciudad.

La Ciudad de México, por su extensión y falta de previsión, tuvo varias “zonas de tolerancia”, que crecieron de manera irregular en vecindades y barrios populares. Una de las primeras zonas fue el Barrio de la Merced, zona comercial desde la época colonial, a la que llegaban constantemente comerciantes de otras ciudades que venían de paso.

    En el siglo XVI la casona de la calle de Galias, hoy Las Cruces esquina Mesones, fue sede de una de las primeras casas de tolerancia de la ciudad, lo que a lo largo de más de 400 años se convirtió en un negocio redituable que siguió expandiéndose por la zona.

    Es en esta zona donde la fotógrafa mexicana Maya Goded realizó el proyecto fotográfico Plaza de la Soledad, en el que durante varios años retrató a trabajadoras sexuales, de una manera íntima y cercana. Años más tarde decidió hacer una película con el mismo título, que comenzó a grabarse en febrero del 2012 y se terminó de editar en 2015.

El valor de estas imágenes es el nivel de proximidad que tiene con ellas. Acercarse a personas que están en el margen de la visibilidad es sumamente complicado.

Dejarse fotografiar es volverse visible, estar expuestx ante la mirada del otrx y por lo tanto vulnerable. En este proyecto fotográfico, ellas (las retratadas y la fotógrafa), apuestan por la visibilidad, por la mirada de otras mujeres para vernos y reconocernos desde dentro y fuera de estos márgenes.

     Con este trabajo pone sobre la mesa otra de las incomodidades que tiene la sociedad en cuanto al cuerpo femenino: la vejez. Los cuerpos viejos son de nuevo territorios que deben existir de forma periférica, no ser mostrados, pasar desapercibidos.

    Las fotografías de Maya Goded abren un espacio de complicidad, el compartir basado en la confianza mutua, y defender el derecho a elegir verse y ser vistas, mostrarse y ser mostradas, como madres, amigas, amantes…

    A lo personal sólo se accede a partir de lo personal. Sus imágenes son el espejo que devuelve la mirada; desde el cual ellas se miran, en el cual ella se mira desde de sus propias dudas y su propia curiosidad e identificación como mujer y como madre; donde ella siempre está presente, buscando sus propias obsesiones.

En el año 2010 realizó el proyecto Welcome to lipstick, nombre de un bar en la Zona Roja de Reynosa, Tamaulipas; cerca de la frontera de México con Estados Unidos, donde las trabajadoras sexuales viven aisladas y ocultas detrás de muros. Un territorio particularmente hostil.

Debido a la violencia desatada en el país la mayoría de los habitantes ha migrado a otros estados, y lo que en un tiempo fue un concurrido y lucrativo negocio, se ha convertido en un lugar desolado. A pesar de esto, la necesidad de estas mujeres por sobrevivir mantiene viva la zona, y se miran a través de la cámara de Maya sobreponiéndose a la muerte, al peligro latente y la violencia extrema; negándose a volverse invisibles.

 

[1] “Reglamento de la prostitución, 1865” AGN, Gobernación, leg. 1790 (1), caja 1, exp. 2, pág. 21

 

Más información sobre su trabajo:

http://mayagoded.net/site/

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