Del ano como meollo de lo contemporáneo

texto por Francisco Godoy Vega

imágenes por Mariokissme

Michel Foucault planteó, en relación a la peste, que ante ella el poder ha impuesto el orden, eliminando cualquier tipo de contaminación: “la de la enfermedad que se transmite cuando los cuerpos se mezclan; la del mal que se multiplica cuando el miedo y la muerte borran las prohibiciones. Prescribe a cada uno su lugar, a cada quien su cuerpo, a cada cual su enfermedad y su muerte”[1]. Foucault, tanto en este libro como en la Historia de la sexualidad, va a desenredar las tramas que conforman la configuración moderna de la clínica, que generaría sistemas de segregación y aislamiento disciplinar a los cuerpos señalados como enfermos. Un sistema biopolítico donde la ciencia médica se asignaría el derecho de determinar tratamientos para la preservación de la vida, o al menos de algunas de ellas.

Foucault, como tantos de su generación, falleció a causa de una de las llamadas Enfermedades de Transmisión Sexual: la pandemia del VIH que se expandió de manera anómala a lo largo y ancho del globo en la década de los 1980 de forma paralela a la expansión del neoliberalismo. Una pandemia intencionadamente discriminatoria que se definió como la enfermedad de los anormales de las 4H: homosexuales, hemofílicos, hookers y haitianos.

Sin embargo, el VIH no es la primera ni la única de estas enfermedades de transmisión sexual, existiendo muchas otras que se han propagado a lo largo de la historia: no hay más que pensar en las representaciones medievales de la sífilis. Las enfermedades venéreas –de Venus, la diosa del amor– se configurarían así desde una nomenclatura que las asocia al castigo divino ejercido como respuesta a prácticas entendidas como pervertidas y/o no normativas. Ante este panorama, la cultura visual oficial ha generado múltiples imágenes prejuiciosas y discriminatorias de estas enfermedades, mientras otros agentes independientes han construido contra-narrativas ante estas imágenes y prácticas de la exclusión. Sin duda, el trabajo de Mariokissme (Mario Páez) se inscribe dentro de esta línea de artistas, teóricos y activistas que han propuesto un contraataque a la violencia sistémica contra la enfermedad y la disidencia sexual; una genealogía que va de Pierre Molinier a Ocaña, de Quevedo a Giuseppe Campuzano, de Copi a Ron Athey. En cuanto marica y queer, Mario ha utilizado de forma recurrente al ano como lugar que, si bien en la tradición gay más normativa se representa como un espacio de placer, es también –y fundamentalmente– un espacio de dolor en el que se alberga una larga memoria de agresiones.

El ano funcionaría como el espacio de lo abyecto, la pasividad, de la expulsión de los supuestos desechos, del tabú, de la inmundicia, de lo inhumano y el insulto: la expresión de desprecio que te den por culo somatiza el temor de la modernidad heteropatriarcal al ser penetrado. No por nada, el ano fue el primer órgano ocultado y privatizado por la clínica moderna colocándolo fuera de la esfera social.  Es el alterego de la boca, como tecnología de la voz, como órgano público del sujeto hablante del saber/poder. Ante él, el ano funciona como tecnología del placer/poder y el dolor/poder como contra-texto y contra-sexo no reproductivo.

La serie fotográfica de Mariokissme De lo contemporáneo, realizada en 2008, da cuenta de estas tensiones entre lo público y lo privado, la patologización y los sistemas de control corporal, conectando directamente con los asuntos antes mencionados del ano. En la misma, de forma paródica, Mario juega con la idea del autorretrato del artista (el selfie de hoy) pero posicionado desde el espacio de la fragilidad tanto del medio (una polaroid) como de su cuerpo en el espacio hospitalario, paradójicamente llamado Hospital de l’Esperança. Desde una posición de registro de la experiencia, se trasluce la alteridad marica que asume el condicionante histórico que le ha puesto en el lugar de la inferioridad.

En la serie, que originalmente fue presentada en una exposición en la casa del artista en Barcelona en 2008 titulada Invited one day, se ve el momento tabú del ingreso hospitalario: de la Unidad del Dolor, pasando por la capilla que delata la permanente vinculación de ciencia y religión y acabando con la marca de la herida quirúrgica en su ano. Asume productivamente ese espacio privatizado del ano convirtiéndolo en público, así como lo ofensivo y lo ominoso como lugares para la reinvención de la subjetividad y los procesos de subjetivación que han sido cooptados por las lógicas más micropolíticas del capitalismo.

Mario ha continuado esta reelaboración del ano en otras acciones como  New R_age de 2008 donde ficcionalizaba los fluidos anales, sacando de su interior un líquido rosa fluorescente que luego bañaba todo su cuerpo, o la reciente acción Sodomita Sonorx (lo que me sale del culo) de 2016 realizada en la Llibrería La Caníbal para la presentación del fanzine Anales Coloniales. En ella, Mario, con las columnas de Hércules en sus nalgas y la Europa Regina en su frente, sacaba de su ano unos auriculares por los que se podía oír una serie de canciones suyas que vinculaban los procesos de conquista y colonización con la represión a las formas diversas de sexualidad en Latinoamérica, construidas a partir de relatos de colonizadores cristianos españoles, allá por el S. XVI.

En un ejercicio transhistórico recurrente en el trabajo de Mario –en el cual se reactivan figuras y procesos históricos para pensar lo contemporáneo y proponer otras relaciones temporales entre pasado, presente y futuro– su reinvención contra-sexual del ano permite imaginar cartografías dislocadas de la historia moderna de la sexualidad y conectar, entre otros, con las Gracias y desgracias del ojo del culo, publicado en el siglo XVIII por Quevedo. Si bien el culo se constituiría en ambos en ese espacio de la abyección, de la desgracia, será también un espacio de reinvención y reescritura del cuerpo y el sexo como tecnologías de dominación heterosexual.

El poder oculto del ano, su capacidad explosiva en lo contemporáneo, se configura así como un potencial protésico que puede reinventar, por un lado, nuestros placeres y dolores, mientras por otro permite construir otras formas de salud sexual, salud mental y salud social. El ano deviene el órgano parlante revulsivo que permite peer sobre la historia de las tecnologías de la modernidad para producir una revolución molecular, una revolución de heces, una revolución de los pliegues interiores.

[1] Foucault, Michel, Vigilar y castigar. El nacimiento de la prisión, Buenos Aires, Siglo XXI editores, 2002, p. 182

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Conoce más de su trabajo en http://mariokissme.com/

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