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De la enfermedad al cuerpo en potencia

De la enfermedad al cuerpo en potencia

Por Carlos Rivera

*Imagen tomada del sitio http://johannahedva.com de la artista Johanna Hedva

El cuerpo es un campo de batalla” escribía Bárbara Kruguer en una de sus obras más reconocidas, despertando así, sin duda alguna, toda una serie de cuestiones fundamentales a propósito del cuerpo y su lugar en el entramado social. Hace mucho tiempo que el cuerpo dejó de ser el medio, el terrenal caparazón de carne que protege al espíritu, el cuerpo es ahora un fin en sí mismo, un campo de disputa sometido a los mandatos y normas de la modernidad, y ¿cuáles son esos mandatos? Ya los conocemos con claridad de antemano, la historia de la visualidad en occidente nos ha enseñado a lo largo de los años cuáles y cómo deben ser los cuerpos que importan, y aunque estos mandatos no suelen ser fijos, su base primordial se asienta en el ideal del hombre; blanco, fuerte, heterosexual y desde luego sin ningún tipo de “discapacidad” es decir, el cuerpo debe tener dominio absoluto de todas sus capacidades para así considerarse un cuerpo en sociedad, para ser visto y escuchado.

La noción de “discapacidad” o “diversidad funcional1 puede tener muchos significados en lo que al lenguaje médico respecta, sin embargo, para este caso resulta imposible no asociarla con una suerte de marca, de señalamiento encargado de establecer una diferencia, los cuerpos con diversidad funcional son sin lugar a dudas alterizados o mejor dicho exotizados, parecen invisibles, inescrutables, son cuerpos que libran batallas ajenas, tan distintas a las de los cuerpos “normales” que parecieran perder su condición de humanidad.

     Confinada en su habitación y a su cama, mientras en la calle a fuera de su ventana un gran número de personas se movilizan por los derechos civiles de la población afroamericana, Johanna Hedva, artista feminista estadounidense reflexiona sobre su condición de enferma, sobre las posibilidades que su cuerpo (víctima de una enfermad crónica) le brinda para empoderarse. Johanna se muere de las ganas por salir, pero escasamente el único acto de respaldo del que es capaz en su situación es el de alzar el puño en señal de lucha.

Me puse a pensar sobre modos de protesta que se les permiten a la gente enferma. Me parecía que muchas personas a las cuales Black Lives Matter apunta no pueden ir a marchar por estar encarcelados por un trabajo, por el riesgo de ser despedidos, o estar literalmente encarcelados, y por supuesto por la amenaza de violencia y brutalidad por parte de la policía… pero también por enfermedad o discapacidad, o por estar cuidando de alguien con una enfermedad o discapacidad.2

Hedva desde su condición propone en su teoría una reflexión interesante citando la obra de Ana Arednt. Si para la filósofa alemana lo “Político” es entendido como cualquier acción pública, entonces las personas que por diversas razones no tienen la facultad de salir a la calle ¿serían apolíticas? (Hedva, 2015). Esta cuestión resulta determinante máxime cuando la definición de Arendt es aún muy aceptada en los círculos de la academia ¿en dónde quedan entonces los cuerpos que no pueden movilizarse por las calles, que no hacen acto de presencia porque sus condiciones físicas se los impiden o porque las condiciones del espacio público no son aptas para ellos? responder a esta pregunta solo conduce por un camino que termina poniéndonos de frente ante la realidad de un ideal de cuerpo capacitista, para el que han sido construidas las ciudades, la tecnología, los modelos de vida y hasta la teoría académica.

     La humanidad actual está plagada de cuerpos inadaptados, cuerpos que se ven obligados a regirse por el ideal fantasioso de la belleza, la moda y el consumo, por lo tanto podemos hablar de un cuerpo moderno en crisis, sometido a un sinfín de trastornos en pos de la aceptación y el reconocimiento (Piñero, 202). Lo anterior permite entonces vislumbrar una especie de efecto que “discapacita” a los cuerpos sistemática y deliberadamente, es decir, hay un interés estructural por extender una inconformidad constante con el cuerpo, por despolitizarlo: para el sistema los gordos son enfermos, pero también lo son los que están demasiado delgados, los de baja estatura, los que son muy altos, los de nariz ancha o aguileña, todo aquel que no entre dentro de unos absurdos y violentos estándares es un “discapacitado” más.

La relación entre el éxito social y un determinado parámetro corporal es un signo inequívoco de que el control sobre el cuerpo, su modificación y tratamiento para que sea el epítome de la perfección deseada es un proceso fundamental para el sistema. Ello lógicamente genera un exacerbado culto al cuerpo, a la corporalidad imaginaria que, en muchos casos, se transforma en realidad, pero que en otros no es más que una corpo/irrealidad.3

     ¿Dónde queda entonces el cuerpo enfermo y quienes están verdaderamente enfermos? En su teoría de la mujer enferma, Hedva asume una posición clara frente al concepto de enfermedad, casi asociándolo con una ficción, o en términos de Althusser, con un aparato ideológico más del estado que precariza a los cuerpos, a unos con más violencia que a otros indudablemente, pero que busca generar sujetos inconformes, inadaptados y por lo tanto prescindibles. Por ello la potencia de los planteamientos de Hedva, puesto que siendo víctima de una enfermedad crónica que la obliga a permanecer en cama por extensos periodos, se apropia de la noción de enfermedad para agrupar en ella todos los cuerpos carentes de privilegios y considerados indeseables; no hace falta tener que andar en una silla de ruedas para estar enfermo, basta con ser una mujer negra de Mali o una latina en el Harlem de Nueva York

    Sin embargo (y esto debe ser muy claro) no se puede ser un cuerpo “enfermo” sin ser consciente de lo que ello implica y sobre todo no se pueden poner a todos los cuerpos bajo las mismas condiciones porque jamás lo están. La teoría de la «mujer enferma” pretende reconocer a todos los cuerpos carentes de privilegios y precarizados por el sistema, pero a cambio les pide ser conscientes de sus privilegios, sean los que sean, porque en esta sociedad no importa quién se sea, de dónde se sea, el género que se tenga, la raza o la clase, si se es dueño de todas las facultades corporales y se goza de buena salud, siempre se estará un paso más allá que aquel que se mueve en silla de ruedas, que el esquizofrénico, que el sordo o el que no puede ver.

 La Mujer Enferma son todos aquellos cuerpos “disfuncionales”, “peligrosos” y “en peligro”, “mal comportados”, “locos”, “incurables”, “traumatizados”, “desordenados”, “enfermos”, “crónicos”, “no asegurables”, “desgraciados”, “indeseables” que le pertenecen a mujeres, personas de color, personas pobres, enfermas, neuroatípicas, de habilidades diferentes, queer, trans y genderfluid, todas aquellas personas que han sido históricamente patológizadas, hospitalizadas, institucionalizadas, brutalizadas, definidas como “inmanejables”, y así vueltas culturalmente ilegítimas y políticamente invisibles. 4

La intención es entonces convertir el concepto de “enfermedad” en un campo de lucha político, un espacio en el que se agrupen los marginales, pero ante todo un espacio en el que exista una clara conciencia de la solidaridad y el cuidado, porque el cuidado es una apuesta política que encara y cuestiona el mandato individualista del capitalismo posindustrial, posibilitando a los cuerpos reconciliarse consigo mismos y, lo que es más importante, reconociendo al otrx desde el lugar del afecto, y ello implica sin lugar a dudas el surgimiento de apuestas potentes que permitan nuevas nociones acerca del cuerpo y sus capacidades en la sociedad.

Notas:

1 Término alternativo que se comenzó a usar en Europa a partir del 2005 buscando alejarse de definiciones peyorativas como las de “minusvalía” “discapacidad” o “enfermedad”.

2 Hedva, Johanna. (2016).

3 (Piñero, 2001. Pag 200)

4 Hedva, Johanna. (2016).

BIBLIOGRAFÍA

CarlosCarlos Rivera. Soy licenciada en ciencias sociales, artivista y escritora loca, mi cuerpo es un constante devenir que camina buscando cuestionar uno a uno sus privilegios, no me gusta decir que soy una mujer trans no binaria, feminista y revoltosa.

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