Cuerpos pandémicos, cuerpos cyborg: ¿la enseñanza virtual nos hizo queer?

Por Mabel Ortega R.

Hablar de la pandemia y del encierro a este punto agota. Sin embargo, creo que es imposible dejar de hablar de ello y de cómo nos ha intervenido esta nueva relación con la informática y la cibernética porque ya la hemos admitido como una extremidad más de nuestros cuerpos. Las pantallas, las nuevas tecnologías, la adicción a redes sociales sumado a una vida monótona saturada de capitalismo, nula salud mental y consumismo ha convertido a las computadoras, los teclados y sobretodo los teléfonos inteligentes en una parte más de nuestro cuerpo.

La práctica pedagógica ha tenido que adaptar su metodología también a este nuevo cuerpo de manera abrupta gracias a la pandemia y el confinamiento. Para quienes gozan de dispositivos y conexión, ahora las clases se dictan desde un rincón de la casa transmitiendo hacia cualquier otro lugar que alcance la señal. Antes los docentes nos pedían en clases presenciales que dejáramos el celular a un lado y prestáramos atención, ahora necesitan que estemos allí, pegados y con esta extensión de nuestro cuerpo activa, punzante y conectada a la clase virtual. Sin duda que ha sido complejo, sobretodo cuando es más interesante y más acogedor compartir en redes sociales con amigues que participar de la experiencia pedagógica tradicional online, donde muchas veces no se tienen las experiencias ni el espacio para enfrentarlas, y que además en formato presencial ya se enfrentaba a diversas crisis internas.

Evidentemente, esta enseñanza virtual ha supuesto desafíos, pero no está exenta de ventajas. Los cuerpos enfrentados a la pandemia que asistimos a la escuela hemos sido intervenidos hasta lo más íntimo por la cibernética y las conexiones, convirtiéndonos en un cuerpo cyborg -haciendo un guiño evidente a Donna Haraway (1995)- que opera desde distintas fronteras, más allá de lo físico, y las atraviesa por campos 4G. Al entrar al aula virtual la identidad se desdibuja, se borra, siendo necesario tener que reafirmarse o escribir una nueva, un nombre, salir de la esencia física y transmutar a un mundo intangible. Aquí el análisis se vuelve sumamente interesante al pensar en nuevas metodologías para enfrentar la educación en confinamiento, siendo las pedagogías queer una respuesta bastante sugestiva. En este sentido, la enseñanza virtual nos ha hecho mutar en cuerpos cyborg que se reafirman o reniegan de sí mismos, siendo una oportunidad de educar desde otro lugar, desde esa no-identidad que puede perfectamente estar libre de esencialismos donde el género y sexualidad pasen desapercibidos. Se abre también nuevas oportunidades para pensar nuevos paradigmas pedagógicos que pueden optar por continuar con el saber tradicional o más bien aspirar a transformar el saber cisheterosexual que ha predominado. Desde esto, me pregunto ¿la enseñanza virtual nos ha hecho cuerpos queer? ¿el aula virtual es un espacio queerizado que nos hemos esforzado en normalizar basándolo en las reglas del mundo físico?

Lo virtual y lo queer

Cuando entro a la sala virtual, necesito reafirmar mi nombre. Y también, como lo ha señalado Beatriz Paul Preciado (2008), al igual que al entrar a un baño, necesito reafirmar mi género muchas veces para entrar a plataformas en línea ¿masculino o femenino? ¿o ninguno? ¿y por qué? ¿por qué son necesarias estas afirmaciones? Por supuesto, muchas veces es difícil escapar de la identidad binaria y fija que hemos tenido que adoptar en el mundo físico gracias al afán normalizador y disciplinar en la escuela, que se ha esforzado en trasladarlo a lo cibernético. Sin embargo, desde el tiempo que se inventaron los blogs y los foros en línea hasta las redes sociales, el internet se ha tratado de crearnos otra identidad, un avatar que refleje solamente la parte que queremos que sea visible de nosotres, muchas veces la más bella o deseable para el resto, aunque también siendo una oportunidad de liberación para todos los cuerpos abyectos y anormales que no han encontrado refugio en las convenciones, iniciando muches en la etapa escolar a crear nuestro perfil con un poco de malicia, de incomodidad, de edición y una falsedad ante los ojos del mundo físico para resistir y encontrarnos con otres monstrues perversos que conspiraran desde una vereda similar. La escuela y la pedagogía tradicional se ven enfrentadas a esta paradoja dentro de este mundo cibernético que, hasta el momento, no les pertenecía en lo convencional, ya que continúan esforzándose por normar un espacio que comúnmente no tiene identidad fija, que un día es esto y al otro día se transforma, o al otro día se elimina. Los esfuerzos por pensar que lo online será a lo menos similar a estar en la sala de clases es absurdo: es prácticamente imposible.

La escuela y la pedagogía necesita comprender que hoy puedo registrarme como él, mañana como ella, y luego no me registro. Que puedo escoger una imagen que me represente a mi favor, una foto donde resalte lo que yo más quiero, encender la cámara y mostrar lo que más me agrade o simplemente no mostrar nada, y que esto está fuera del control al que está tan acostumbrada. La sala virtual nos permite relacionarnos de manera distinta a como lo hacíamos en lo presencial, ya que en un aula llena de avatares anónimos no sería posible comenzar a separar en categorías binarias fijas como heterosexual/homosexual, cis/trans, blanco/negro, normal/anormal, o por lo menos no a primera vista, siendo esta una oportunidad de comenzar a (re)pensar en cómo nos relacionamos con nuestros pares y comenzar a mirar(nos) desde otro lugar. En este espacio cibernético en estado salvaje, sin la norma punzante de la escuela tradicional, todes tenemos la oportunidad de comenzar a aprender y compartir desde el mismo lugar, de no ser segregados ni separados por lógicas binarias propias de una pedagogía cisheterosexista, blanca, mercantil, capacitista y que sin embargo se declara apolítica y neutra.

Por ello, creo que el aula virtual es un espacio que está naturalmente queerizado, que desafía a la norma convencional del mundo físico y sus normas y nos hace replantearnos cómo hemos educado y hemos sido educados hasta ahora, sobretodo en una crisis sanitaria como esta. Es un espacio más gentil donde todes somos desconocidos, se pregunta por quiénes somos, por nuestro pronombre, nuestro género, nuestro nombre, cómo deseamos ser nombrados y donde podemos explorar nuevas formas de habitar este cuerpo cyborg y los deseos, siendo una oportunidad y un espacio seguro para comenzar a sanar las heridas educativas que podían cargarse con anterioridad. Y, al mismo tiempo, es un espacio incómodo y transgresor que hace replantearnos quiénes somos y por qué, que no da nada por sentado, una práctica y herramienta que al volverse política puede ser tremendamente poderosa para pervertir y (des)estabilizar los modos convencionales del saber.

Y lo transgresor es que esta sucesión de acontecimientos y experiencias no sólo ha ocurrido para quienes nos (re)afirmamos desde la disidencia o quienes hemos sido marginados por el sistema educativo, sino que ha obligado a pensar desde este espacio nuevo, incómodo y forzosamente mutante a quienes estaban dentro de la norma y muchas veces no se cuestionaban lógicas identitarias o de diferencias. En este sentido, creo que la educación virtual nos ha vuelto a todes un poco queer, nos ha obligado a hacer otra educación desde la diferencia y a (re)conocernos desde otras perspectivas donde no pertenecemos a ningún lado en esta frontera virtual escurridiza e irreal, que también se ha vuelto una frontera del género (Preciado, 2008). Ha puesto sobre la mesa también discusiones y preguntas que antes no se preguntaban, problemáticas que parecían invisibles como el privilegio de poder acceder a internet o tener un espacio para estudiar desde el hogar ahora se hablan y se intervienen para que todes puedan ser parte, en condición de equidad, de este espacio. Por lo tanto, también se vuelve una oportunidad para reflexionar en torno a cómo nos ha incluido y excluido, en lo personal y en lo político, la educación tradicional y cómo esta crisis sanitaria ha llegado a darnos vuelta y retorcer todo eso que era considerado hegemónico.

En este caso, una pedagogía queer virtual que reconozca las múltiples ventajas y lo valioso que es este ciberespacio es fundamental para poder continuar (des)estabilizando la pedagogía tradicional que, como he dejado entrever, ha quedado obsoleta ante este cambio de paradigma y crisis sanitaria. Una metodología queer apasionada y encarnada, que luche contra estos deseos de normalización que aun se afanan y tejen en la escuela virtual para trasladar las lógicas normalizadoras del saber al campo virtual, necesita articularse como un proyecto político que reconozca que efectivamente somos diferentes, pero la virtualidad nos ofrece un campo para educar y transgredir desde esa diferencia, escapando de las convenciones propias de la pedagogía tradicional de encerrar al otro en el binomio de inclusión/exclusión normal/anormal, sino de pensar cómo encarnamos y vivimos el privilegio o la opresión de ser percibidos como cuerpos que han sido históricamente recompensados o castigados.

Con estas metodologías torcidas, que como lo pensaba val flores (2018), pongan lo íntimo en el corazón del saber, podría transgredirse y superar la complejidad y la desidia que suponen en lo práctico las clases virtuales, apasionando a les estudiantes a encontrarnos en un espacio donde podamos (re)afirmarnos entendiendo que nuestra identidad no es fija ni estable, y que por ende, podemos cambiar nuestro avatar, nuestros iconos y usernames como deseemos sin que afecte el proceso pedagógico, siendo la virtualidad una metáfora sobre formas incómodas de percibirnos y relacionarnos. Esto, acompañado de una práctica pedagógica crítica que reconozca que la educación posee un rol profundamente transformador y político, y que por ende, ensaye metodologías que nos ayuden a comprender desde una mirada anti esencialista la violencia y la discriminación producto de lógicas heterocisnormativas, puede volverse una herramienta profundamente poderosa para destruir lo convencional al mismo tiempo que se (re)inventa con este cuerpo cyborg generado en pandemia, utilizando estas nuevas extremidades a su favor en un afán perverso y quimérico por acabar con los saberes establecidos en la escuela tradicional.

Contradicciones virtuales, contradicciones virtuosas

En este ejercicio de enseñanza virtual se entretejen diversas paradojas, una de ellas es pensar lo virtual como y transgresor en el sentido de poder ser un espacio donde se escape y luche contra la normalización y lo convencional establecido en el mundo físico. El internet es una ventana para pensar y crear en nuevos mundos posibles e inagotables, que difícilmente se podrá normalizar mientras existamos quienes no estamos conformes con la norma hegemónica, siendo una plataforma para reventar y difundir estas nociones retorcidas desde nuestra propia experiencia. Mientras que, por otro lado, la escuela tradicional representa los saberes hegemónicos, straight, heterosexuales que han permeado en todas las esferas de nuestra vida, reproduciéndose en la sala de clases material sin interrupción. En esta contradicción que ha develado la crisis sanitaria, la escuela no puede normar del todo lo virtual, porque ese espacio no le pertenece. Lo virtuoso y a la vez peligroso del ciberespacio recae en eso: que no le pertenece a nadie a la vez que le pertenece a todes.

Fruto de estas contradicciones es donde lo queer puede tomar acción en la práctica pedagógica. La construcción de un proyecto político en la sala de clases virtual que reconozca y aproveche el espacio que ocupan estos cuerpos cyborgs, una generación hijx del internet, en pandemia sería un acto político contrahegemónico en la educación que nos ayudaría a pensar en nuevas formas de conocer, saber y enseñar no sólo en medio de una crisis sanitaria, sino que generando pistas y horizontes para pensar en una pedagogía que traslade ese estudiante cyborg, antinormativo y (des)estabilizado, al campo físico, desataría nuevas transformaciones e incomodidades. Esta vez, en un espacio que escape del avatar y se atreva a salir al mundo de lo terrenal.

Bibliografía

flores, val. (2018b). Esporas de indisciplina. Pedagogías trastornadas y metodologías queer. Pedagogías transgresoras II”(AAVV) Sauce Viejo, Santa Fé: Bocavulvaria Ediciones.

Haraway, Donna. (1995). Ciencia, cyborgs y mujeres : la reinvención de la naturaleza. Madrid: Cátedra.

Preciado, Paul Beatriz. (2006). Basura y género. Mear/cagar. Masculino/femenino. Errancia, la palabra inconclusa.(S/D).

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Mabel Ortega R. Lesbiana feminista y disidente. Licenciada en Trabajo Social y estudiante de Magíster en Psicología Educacional de la Universidad de Chile.  https://www.instagram.com/mabeltrbl/

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Imagen por Diary Free Design para The Noun Project

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