Revisión al trabajo fotográfico de Luca Gaetano Pira
Por Marisol Maza
IN LAK’ECH – HALA K’IN (Yo soy otro tu – Tu eres otro yo)
En las culturas de los pueblos originarios el entorno es concebido como parte de un todo; un universo en el que animales, plantas, elementos y fenómenos naturales coexisten en una cosmovisión basada en un profundo respeto a la Naturaleza.
Mientras tanto, la filosofía occidental parte de la contraposición entre lo humano y todo el resto del género animal y remarca la supremacía del “hombre” basada en estas diferencias.
El control sobre la naturaleza es el principio de la Modernidad y es sobre esta noción de violencia que se funda la noción de mundo. El pensamiento moderno legitima la violencia ejercida sobre otrxs velando por el dominio de la vida, es decir, el dominio occidental de la muerte.Se plantea la categoría del “otro” como alteridad, donde el conquistador establece valores de tolerancia, donde todx lx distintx debe ser sometidx.
La noción de progreso fractura la unidad Naturaleza a partir del especismo, el racismo, etc. poniendo como centro al “hombre moderno” en contraposición a lo femenino, lo salvaje, lo no civilizado. Se construye una hegemonía del poder, y el principio del biopoder para administrar la vida de unxs en provecho de otros.
Luca Gaetano Pira es un fotógrafo radicado en Berlín que trabaja con la noción del sufrimiento como un problema de cuerpo, común en lo animal y lo humano y hace evidente la violencia ejercida sobre estos, una violencia que esta culturalmente normalizada; que estamos acostumbradxs a ver y raramente nos incomoda.
Su trabajo no es una critica a la depredación natural, sino a la maquinaria de industrialización de los cuerpos para satisfacción de otros; al sometimiento y la apropiación de sus condiciones de vida; en ocasiones desde su nacimiento, a la modificación de sus cuerpos, de su movilidad, de sus hábitos.
Sus personajes son seres híbridos, que contemplan un entorno agresivo, contaminado, violento.
Plantea lo animal/humanx no como oposición sino como una misma naturaleza, como una afinidad que no parte de las similitudes sino de la pluralidad y la multiplicidad.
Pienso el devenir animal sugerido por Deleuze como un contagio o como un “agenciamiento”, un devenir animal que se reconoce en su entorno y desde ahí construye su territorio. Este devenir múltiple es una postura contra la opresión de otrxs porque hace objeto de reflexión a los emsamblajes de existencias conformadas por devenires animales que comúnmente se mantienen al margen, reprimidos, prohibidos…
Volver a pensarnos en la naturaleza a partir de la afinidad y las múltiples diferencias es generar nuevas condiciones para pensar y representar al otrx y por lo tanto de poner en cuestión todo sistema de valoración jerárquica.
Mamma es una encantadora obra que encarna el fascinante mundo de varias especies animales. Si bien cada pequeño corto muestra algunos momentos teatralizados, en ocasiones casi histéricos de la misteriosa conducta maternal, la serie, de apenas una decena de capítulos, pretende hacer énfasis en la diversidad materna de algunas especies como el hámster, las arañas, las avispas, o los peces, y nos hace preguntarnos si existe el instinto materno, o si existe un rasgo común a todas las madres. Darwin argumentaba que las mujeres al convertirse en madres se distinguen por el altruismo, es decir, que el proceso de maternidad les provee de un sentido de amor y cuidado que incluso se extiende hacia los hijos de otros. Aún más, las madres naturalmente se cubren de generosidad y están más inclinadas al auto sacrificio que, por ejemplo, los machos.
Como afirma Isabella Rossellini en la presentación de esta serie “La madre es siempre la madre” y como veremos, la ternura, el cuidado extremo y el amor incondicional no siempre están ahí, pues en la naturaleza todo se vale. Sin duda un trabajo de una intensidad y agudeza única que nos permite percibir otras formas de existir en este planeta tan vasto y emocionante.
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La serie se estrenó en Estados Unidos en el año 2013, el fin de semana del Día de la Madre. Producida por SUNDACE TV (Escrita, dirigida, actuada y producida por Isabella Rossellini).
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MAMMAS: Maternal Instinct | From Green Porno’s
MAMMAS: Hamster | From Green Porno’s
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SALCON
Artista mexicana egresada de la ENAP/UNAM. Le gusta el cine —gore, noir y muy dramático—, la música electrónica y los animales. Ha colaborado en otras publicaciones con trabajos de collage digital y reseñas sobre arte público.
Desde hace meses he venido interesándome por las teorías feministas y antiespecistas por una razón muy concreta. En sus análisis, he logrado descifrar y traducir en palabras un malestar que siempre he llevado dentro de mi desde pequeña y que se manifiesta cada que veo a un ser sufrir, en especial a un animal. Mi interés más visceral, no nace sólo por el sufrimiento de la especie humana o por el de la mujer en concreto; sino, por el sufrimiento de seres de otras especies que considero más vulnerables por, supuestamente, carecer de capacidad de habla y agencia para defender sus intereses ante la imposición del humano, razón por la que siguen siendo, hoy por hoy, lxs más esclavizados, objetivados y ninguneados en nuestra sociedad.
Empecé a entender de feminismo desde dos perspectivas: Como colombiana, desde los movimientos feministas latinoamericanos, y como migrante en Europa, desde las perspectivas feministas europeas. Mediante esta dialéctica entrelacé problemáticas que a un principio parecen dislocadas por pertenecer a contextos muy distintos, pero que al estudiarlas detenidamente, comprendí que estaban estrechamente vinculadas, dado que problemas como el extractivismo, la neo-colonización, la explotación laboral y las luchas animalistas se encuentran enmarcadas dentro de un capitalismo salvaje neoliberal, y este funge como germen y motor de todas estas tropelías que afectan a la vida y al buen vivir. Es por ello, y ya no solamente por una cuestión ética, que entendí que los planteamientos feministas debían cruzarse necesariamente con el antiespecismo y que ese entendimiento es fundamental para deconstruir esta era capitalista que ha sido decidida, orquestada y dominada por varones que han tenido la osadía de dividir a las sociedades en categorías de clases, sexos, razas (aún en pleno siglo XXI), religiones, etc. Siempre tomando como elemento central la desigualdad, que en términos prácticos se traduce en el sufrimiento y la opresión de lxs más vulnerables.
En este proceso de acercamiento a las teorías feministas y antiespecistas que me invitaban a constantes reflexiones, realicé un viaje a la Medina de Fez en Marruecos donde las experiencias que viví me llevaron a profundizar más en dichas teorías y a encontrarme con un antes y un después de lo que representaba para mi el significado de ser feminista y antiespecista. Cuando decidí viajar a Marruecos, sabía que allí me iba a enfrentar a otro mundo, no sólo por ser la primera vez que viajaba al continente africano, sino por que vería desde una sensación de extrañamiento al especismo y al patriarcado. En esta cultura sedimentada por la objetivación de los cuerpos de otras especies y el dominio sobre la capacidad de acción de la mujer, fue inevitable darme cuenta como en el mundo occidental el patriarcado y el especismo se guardan bajo el disfraz de las sociedades estéticamente libres, igualitarias y democráticas, y sin embargo, aquí en esta ciudad amurallada en medio del desierto, se viven a pie de calle y se respiran a flor de piel.
Otro factor que me llamó la atención en la Medina de Fez, es su modelo productivo, en el cual, el comercio entre los locales y los turistas es el motor principal de su economía. Dentro de este esquema de transacciones los bienes de uso están constituidos principalmente por los cuerpos de seres sintientes que han sido arrebatados de su capacidad de vivir. Dichos “bienes” se transportan en las espaldas de otros cuerpos sintientes sometidos y explotados por hombres, que por su misma situación de precariedad están sumergidos en su pobreza y su miseria infértil de creatividad alguna para imaginar un mundo que evite tanto dolor a los animales. No obstante, mi visión antiespecista no evita que entienda que en este sistema global donde estamos vertidos, las sociedades más pobres son víctimas de políticas que favorecen a una minoría elitista y que el peso cultural que enmarcan sus acciones, sostienen sus identidades y tradiciones; sin embargo, en este relato como lo dije anteriormente, parto desde el sufrimiento y ello me obliga también hacer una critica a los desposeídos. La mirada insensible de los hombres, las lágrimas y el agotamiento de los burros, me obligaron a llamarle la atención a la normalidad de esta especie de prisión, donde, si bien, yo podía salir por voluntad propia, los animales tenían el único augurio de padecerla hasta fallecer.
En mi breve estancia, realicé una intervención que consistió en regalarles a las personas una tarjeta que explicaba la definición de el concepto Especismo y una vez que leían el concepto, les pedía ser fotografiados con la tarjeta y con los animales explotados. En este recorrido me dirigí concretamente a los hombres que obtenían un beneficio económico abusando de los animales; algunos de ellos no entendían qué les estaba tratando de decir, otros directamente se ofendían y no faltaba aquel que quería dinero por fotografiarle, pero en general, todos accedieron a ser retratados con una tarjeta que les etiquetaba de especistas. Con ello lo que intentaba era incidir en su normalidad y robar por unos momentos su atención para mostrarles que aquello que ellos hacen en su vida cotidiana para obtener su sustento económico, esta generando sufrimiento a otros seres sintientes. Si bien cada cultura tiene su propia individualidad y modo especifico de relación que liga sus partes entre sí, como visitante y mujer me sentí con la necesidad de atreverme a criticarles y cuestionarles dado que es un problema global y que tanto en occidente como en el mundo árabe, las distintas sociedades no son capaces de diferenciar a un objeto de un animal.
En síntesis, con esta serie de fotografías documentales, buscaba retratar la reacción de la gente al enfrentarlas con el concepto de Especismo y su perplejidad ante que una extranjera llegue y cuestione lo que ellos consideran la experiencia real de su vida común. Buscaba hacerles ver que lo que consideran comercio en realidad es una masacre y que en este sistema de esclavitud estamos involucrados todo el mundo.
La visita a Fez, me arrojó a la urgencia de participar de una manera activa en la construcción de mecanismos que subviertan la desigualdad establecida por el hombre sobre las demás especies y a la necesidad de hacer activismo con las herramientas y limitantes que tengamos, sin dudar en irrumpir en los espacios donde se viole y prive la libertad de vivir de otro ser, partiendo siempre desde la empatía al eterno sufrimiento y la infinita tristeza que viven día a día millones de animales en el mundo.
Con todo ello, no puedo pasar por alto, a pesar de los momentos incomodos y otros tantos tristes, los aprendizajes que me dejó la historia de estas tierras, la belleza de su riqueza cultural, sus paisajes y sobre todo su gastronomía vegana. La amabilidad de la gente imperó en mi visita a Fez desde que pisé su suelo hasta que partí. Además, fue muy impactante ver cómo la gente, aún con escaso poder adquisitivo, ayudaban con dinero a las migrantes sirias que habían llegado hasta la ciudad huyendo de la guerra. Todo ello me hace reflexionar que es posible confiar que en algún momento los seres humanos lograremos abrazar a las otras especies como nuestras semejantes y entenderemos como objetivo esencial de nuestra existencia el cuidar y proteger la vida de todos los demás seres sintientes.
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Diana Carabali. Comunicadora social y estudiante de antropología involucrada en las luchas antiespecistas y feministas. Creadora de El Gorila Rojo, espacio de difusión antiespecista, feminista y decolonial.
Paola Daniele Coreógrafa y performer, vive y trabaja en París. Atraída e inspirada por el universo femenino, fascinada por el cuerpo humano y sus múltiples identidades y formas, a partir de 2013 realiza investigaciones sobre la sangre de la mujer. Fundó el colectivo Hic est Sanguis Meus – Esta es mi sangre, manifiesto feminista – Reuniendo a diversos artistas que trabajan en – e inspirados por – el tema de la sangre menstrual. Sus actos performativos son violencias de amor, escribe el crítico Massimo Schiavoni: Aspectos Específicos de la vida que, a través de la desnudez «manchada» de color rojo sangre, da a luz una empatía amorosa, apasionada, casi erótica, acentuada por el color que significa peligro , la violencia, sino también la fuerza y el valor de Marte «.
Sé que esto decepcionará a más de una, “Feministlán” no existe.
No hay y nunca ha habido una isla tipo amazonas en donde se viva en el feminismo.
Se puede, como hemos visto, «Vivir del feminismo», aunque no sé que tan ético ó congruente sea eso, tampoco voy a meterme a ese análisis. Si hay quienes venden y compran feminismo, siguiendo una lógica de consumo neoliberal … seguramente les funciona.
¿Pero ”Vivir en el feminismo” ? ¿Es esto realmente posible?
Para comenzar habría que revisar a profundidad la historia de los feminismos, para saber si en algún momento existió algo como eso. No, jamás. Y lo más revelador y al parecer a ratos se nos olvida es: Nunca se ha podido centralizar al feminismo.
Claro que se ha intentado homologar al feminismo y sus luchas, primordialmente por grupos y discursos adaptables, que sirven a algún sistema de opresión o provienen de los grupos dominantes de la sociedad.
El feminismo más que un árbol parece un jardín, o mejor dicho … una selva.
Una selva en la que hay pequeños grupos de entidades vivas, organizadas, maleza, depredadores y un sinfín de variedades de flora y fauna; una selva en la que algunas de estas entidades han encontrado el modo de permanecer, de coexistir, algunas incluso han hecho alianza para subsistir. Una donde se comparte un piso fértil del que han germinado muchas luchas, muchas ideas y discursos, muchos movimientos.
“Feministlán« no existe ni podría existir.
El más importante de los inconvenientes seria el hecho de que existen/existimos muchxs feministas que no están interesadxs en “unirse».
Uno de los mensajes «subliminales» que manda esta nueva oleada de discursos feministas es: «unirnos por bien del feminismo», algo así como un meta-feminismo buscando un solo objetivo … (inserte aquí signos de interrogación)
¿Cuando hemos buscado en los feminismos una sola cosa?
No, no es lo mismo querer igualdad entre hombres y mujeres, primordialmente en un sistema jurídico, que dinamitar el género, ó derrocar al hetero-patriarcado capitalista y es evidente que entre todas esas búsquedas la radicalidad juega un papel primordial. Y yo iba a ser #FeministaRadical pero … (inserte aquí más signos de interrogación)
Esta trivialización de lo radical no es casual. La radicalidad no está en las prácticas que se lleven a cabo; eso sería congruencia con un pensamiento radical (esa misma congruencia que a todas nos falta, unas más, otras menos, pero de donde siempre flaqueamos), la radicalidad está en la capacidad de hurgar en las entrañas del monstruo, de seguir/se cuestionando/se, odiar las simplezas de las dicotomías y rehusarse a los determinismos.
Así que pensar que ser radical significa llegar a odiar a los hombres es a todas luces una idea sacada de un constructo patriarcal sobre las feministas y la radicalidad.
Como si para odiar hombres fuera necesario ser radical, como si con ser culeros no se ganaran a pulso el odio que se les profesa. Quizás no todos sean así, quizás todxs seamos así, quizás… sea mejor dejar esa pregunta para después.
Y entonces si #NoTodasOdiamosHombres, #NoTodasQueremosPerrear, #NoTodasSomosLesbianas … entonces, esta no es nuestra revolución.
Mejor dicho nunca: ESTA NO ES NUESTRA REVOLUCIÓN y el mundo no se acaba por ello. Porque las luchas, movimientos, colectividades y discursos de las feministas no tienen porque quedarnos a la medida; en todo caso, si no nos gustan, hagamos unos que si nos acomoden. Pero esa amenaza de, “si tal o cual característica no me acomoda me voy”, nos hace presuponer peligrosamente que somos necesarias.
Así como hay quienes creen que los hombres son necesarios para los movimientos feministas y crean campañas como #HeForShe.
No, no son necesarios; ni ellos, ni nosotras. Porque esas luchas y movimientos se mantienen de otras más, otras que NECESITAN DE ESOS MOVIMIENTOS, que necesitan como nombrar al mundo, como recuperar la fe en otros mundos posibles; otras que necesitan de esas luchas para sobrevivir. A esas no les importa si nos vamos o no; ya han caminado bastante sin nosotrxs, y sin nosotrxs lo seguirán haciendo.
Esas (que también somos nosotras) son otras. Y si bien podemos ser sororas (esa tan mentada sororidad) es siempre una opción, que además no implica un vínculo, un acuerdo o una emoción… solo es una estrategia, una táctica para sobrevivir.
Las otras y nosotras, esa delgada e indispensable línea que nos sirve de recordatorio constante de que no somos iguales, … pensaría incluso que no debemos ser iguales.
¿Quién nos retaría entonces a pensar en otras posturas?, ¿Quién nos confrontaría con nuestros propios discursos, ideas, acciones, posturas y creencias?, ¿Cómo colectivizar un movimiento, una lucha, si somos homólogas?.
“Feministlán” no es nada más y nada menos que una justificación que buscamos para que en pos de «ser parte» nos sea conferida una autoridad moral/ética para expresar nuestro sentir/pensar.
Así, enunciado a “Feministlán” podemos hablar de aquellas, esas que NO nos han pedido nuestras opiniones, las que no han querido hacer manada con nosotras, esas que se encuentran en el otro lado de nuestros códigos éticos. Nos permite hablarles a ellas para señalarles aquello que están haciendo mal y que evidentemente nosotras hacemos bien.
¿A qué se reduce eso? A un espacio imaginario.
Si, imaginario, en el que existe algo como un carné feminista (que te acredita como feminista), vigilado por un “feministometro« (que nos indica que tan feministas somos y en que «nivel» estamos) y que cuenta con su “micro-farándula” de las mejores feministas … estupideces en todo sentido.
Porque en los espacios cotidianos, no importa que tantos libros de feminismo tengas o no en la biblioteca, cualquier día te arrinconan entre 3 para violarte. Estupideces, porque con todo el vello púbico que tenga ó no, en este mundo sigo siendo menos que cualquiera que nazca con un pene. No van a importar mis 200 pts. en el “feministometro” a quien quiera joderme fuera de ese imaginario de “feministlán”, de todos modos sigo sin importar en este mundo y nos siguen matando todos los días.
Quizás, ésta sea la trampa de “feministlán”. Hacernos creer que hemos llegado al punto en el que no tenemos suficientes problemas con vivir en un sistema patriarcal, hetero-normativo, capitalista, racista, gordofobico, etc., y que tan hemos superado esas opresiones que es hora de empezar a disputarnos el poder, un poder también imaginario.
Y no, el llamado no es a que nos unamos por el «bien» del feminismo, quizás lo que este texto intenta es reiterar que a pesar de que se pueda disentir de las posturas y apuestas de otras, que desde nuestros marcos teóricos o experiencias de vida hay cosas que no se deben hacer y otras que si, que a pesar de incluso encontrarnos tajantemente desvinculadas de las apuestas de las demás, ellas no necesitan de nuestra aprobación. Que cada quien anda por los caminos que quiere, en los procesos que puede y las consecuencias de ello son enteramente responsabilidad de ellas.
Llamémonos pues: violentas, incongruentes, problemáticas, jerárquicas, etc. y asumamos lo que tengamos/queramos asumir y trabajar. Y superemos de una vez por todas esa falacia «ad hominem» de demeritar lo que se dice solo por quien lo dice. O que a la inversa, le demos más peso a la «personalidad» o los «modos» que a las ideas.
El feminismo yo lo conocí como una teoría emancipadora, emancipémonos entonces.
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El Amor Vegetal es experimentar una pérdida en el sentido de la sexualidad reproductiva, preferir dedicar tiempo a buscar información sobre cómo las plantas terrestres y marinas se colaboran entre sí, y esto, con el fin de no pensar a su vez en la institución pareja, traicionando así el amor romántico aprendido en el seno de la familia heterosexual donde la mayoría crecimos, el seno donde también nos enseñaron a entender nuestro deseo como un desvío, como una vergüenza, un desacato patológico, una contranaturaleza.
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Es la virilidad del clítoris de las mujeres africanas y escribo África para vengarme. Porque escribir y proyectar una relación con ese continente es una respuesta a lo que me negaron. Escribo África sintiendo la potencia del tambor, de las caderas. Sin nada, como buen africano voy experimentando pérdidas, sonriendo también. Sin más que eso, invento mi propia imaginería, mi negricia dañada, travesti, corporal. Sin ajayu ayer, sin paciencia escribo también llamp’uchuymani mezclando todo, inventado una posibilidad. La conclusión es una imagen dipsómana, con un pene, con labios o más bien es el tiempo de esperar al señor esplendor todos los días porque esas son las imágenes fundamentales del amor vegetal. De mi proceso estético y artístico, de mi transidentidad.
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El amor vegetal como tecnología de hacerse en tanto consideramos el residuo como un lugar posible. Una militancia transfeminista construida en contradicciones fundamentadas en querer ser correspondido. Es entonces, el tartamudeo cuando hablamos de los actos de habla, cuando afirmamos un resultado científico. Es poner en tensión a quien te pregunta ¿Quién eres? ¿De dónde eres? ¿Cuánto te mide el pene? en una conversación de chat. El Amor vegetal es un gif donde los sustantivos PERVERTIDO AVERGONZADO LOCO, se escriben en alta escuchando un playlist de música triste; ojalá mexicana, ojalá que latinoamericana.
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El amor vegetal es una excusa o más bien un artefacto de distracción a una pérdida amorosa. Una concentración en las plantas que están, ahora, a mí alrededor y en todo el planeta. El amor vegetal es una interpretación del presente, una reflexión pasional de transformación semiótica y semántica. Un lugar para escribir en difícil. Un programa nuevo de rechazo a la inclusión perversa a la sociedad del consumo. Es, más bien, un regalo de signos que no tienen que ver con la producción de dinero. Un fracaso. Un ano abierto, activo, con ganas de hablar, disfrutando su fisura; un lugar de goce decolonial con mucho vino, miradas y caías sobre una mesa, caídas en la vida. Una cadena planetaria de formas y funciones dudosas. Hacer silencio: eso es el amor vegetal. Es invertir tiempo en ocio, en saber que jamás nos comprenderemos. El Amor vegetal, no es un antagonismo: ni vegetarianismo, ni veganismo.
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El amor vegetal es un plan diferente, una experimentación donde sabemos que lo único que tenemos son los afectos para con uno, para con los demás. Quererte en tanto no seamos jamás iguales, es cuando no tienes peces, perros, gatos, aves como mascotas. SENTIR es amor vegetal. Sentarse es amor vegetal. Salir es amor vegetal. Llorar y bailar es la metodología fundamental de la desesperanza que propone el amor vegetal. La bipolaridad es un amor vegetal, junto con la negación de la disforia de género, del déficit atencional.
Devenir muerte.
Lo que no sirve para nada es amor vegetal. El transfeminismo es el amor vegetal. La comprensión del amor vegetal está instalada en un leer paródicamente sus puntos de vista, lo que propone, lo que deviene.
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El amor vegetal no se excluyó de esa tendencia inherente a toda vida orgánica en tanto siguió siendo una pulsión emocional y contradictoriamente racional que devino muerte. Es un ritual funerario que le dice “adiós” a un científico, alcanzando así a convertirse en una metodología amorosa nueva, dispuesta a un proceso simbiótico nuevo, también, y de valoración a los sentimientos más profundos que había conocido como organismo. La falta de internet para conocerme todas las bibliotecas cercanas y la gente rara que va por ahí. Una sanación autogestionada eso es el amor vegetal.
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El amor vegetal tuvo su fin hace justamente tres semanas, cuando el aura gris de aquel organismo que fue alguna vez motivador de todo esto se hizo presente. No fue más, entonces, que un proceso creativo intenso que concluyó con imágenes como la que acompaña este texto y este fragmentado registro textual.
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Si bien el amor vegetal es un posicionamiento posible para vivir una vida más vivible, para llevar dignamente una crisis, un dolor, tiene como toda metodología desesperanzadora un “hasta aquí”. En conclusión, fue un ciclo que terminó monumentalizado en un altar de flores, ramas, hojas y arvores saliendo de un ano, de una copa de agua amarillenta, en un altar donde descansan Shangó, Yemayá, Felipe Camiroaga, Santa Martha, La Mano Poderosa y Samuel.
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Parece que fue una falsa alarma endosimbiótica porque de no ser así, la asociación entre ese organismo de (ahora) aura -doliente, en malestar- y yo, debió de darse y habitar nuestros interiores hasta la eternidad. O sea, no hubo jamás emancipación, sino un homosexualismo heteronormado.
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Escribo aquí el fin del amor vegetal. Pero mientras espero un correo electrónico con un archivo en vídeo que registra la potencialidad estética de este intenso proceso de reconciliación creativa conmigo. No puedo dejar pasar por alto un texto de Paul B. Preciado y cómo me hace sentido su proceso trans y lo que propone el amor vegetal. En este caso lo que tiene relación con su voz. Cuando trata de explicar que esa nueva voz, que ni siquiera sus padres llegan a reconocer a veces, no deberíamos entenderla como masculina por la suministración de testosterona que se inyecta periódicamente, sino quizás como el sonido de las ballenas o un trueno. Dice:
“Si hubiéramos dedicado tanta investigación a comunicar con los árboles como hemos dedicado a la extracción y el uso del petróleo quizás podríamos iluminar una ciudad a través de la fotosíntesis, o podríamos sentir la sabia vegetal corriendo por nuestras venas, pero nuestra civilización occidental se ha especializado en el capital y la dominación, en la taxonomía y la identificación, no en la cooperación y la mutación. En otra episteme, mi nueva voz sería la voz de la ballena o el sonido del trueno, aquí es simplemente una voz masculina”¹.
También pienso en ese sueño que tuve donde mi boca se desfiguraba, perdiendo mis dientes- Que según una información que busqué en internet- refleja “miedos e inseguridades”, pero quizás el Amor Vegetal sea mi propio proceso de transidentidad. Donde este cuerpo que me enseñaron como humano, al menos en la ficción de la escritura o en un sueño va perdiendo los privilegios que promueven el humanismo racista, colonial y el especismo. En fin, el amor vegetal sin suministración de hormonas o intervenciones quirúrgicas, es al parecer un proceso de transexualidad poética, política y estética donde yo misma construyo mi ficción, mi camino hacia enfrentar los miedos y las inseguridades que esta cultura heterosexual te hace enfrentar cuando te experimentas desde la sexualidad anormativa.
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* El texto completo puede leerse en el siguiente enlace http://johanmijailcastillo.tumblr.com/textocritico
¹ Puede leerse este artículo completo en la Revista Estado Mental en el siguiente enlace https://elestadomental.com/especiales/cambiar-de-voz/otra-voz
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Captura de Vídeo de la serie de performances Amor Vegetal de Johan Mijail. Registrado Por Leonardo Salazar, Residencia Co-Habitar 2015. Las Ventanas, localidad de Puchuncaví, Provincia de Valparaíso V Región, Chile.
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Johan Mijail Castillo Guillén (Santo Domingo, República Dominicana, 1990) Periodista, escritor y performer. Ha publicado un poemario (Metaficción, 2011). Ha presentado exposiciones fotográficas, performances y spoken Word. Trabaja gestión cultural y colabora para medios de comunicación de su país.
La obra de la artista californiana Stephanie Sarley se ha vuelto todo un fenómeno viral en internet: ha cautivado a miles de espectadores con sus videos de jugosas frutas siendo penetradas por un dedo.
El poder evocativo de estos videos es tan potente que las cuentas en redes sociales de Stephanie han sido censuradas en varias ocasiones por denuncias de espectadores que, al sentirse excitados por este ejercicio aparentemente inofensivo, han reportado los videos como pornográficos.
En entrevistas, la artista ha manifestado que este cuerpo de obra es una exploración sobre la sexualidad feminina y los tabús que la rodean.
«Ceremonias para la recuperación de una playa» es el registro fotográfico de un conjuro de amor para la playa Balandra, en Baja California Sur, ejecutado en 2012 por la performancera mexicana La Bala Rodríguez en protesta por la iniciativa de privatización de esta hermosa playa pública para construir un centro turístico.
Queremos imaginar que el ritual funcionó, además de muchas otras iniciativas de la población organizada, pues el proyecto ecocida se detuvo, manteniendo a Balandra con su milenaria e imponente hermosura.
Fotoperformance
Ceremonias para la recuperación de una playa
Baja California Sur 2012
Tener la mano bajo del mar y el corazón en alto vuelo
Entre las caricias del viento enredar
La diez extremidades de mis brazos
No dejar caer la esfera que es la tierra
Sal y nubes de arena etérea
Tener la vagina en el altar y el corazón en rasos suelos
Entre chicharras y grillos escuchar
La música que emana de mis senos
Lluvia que contiene toditos mis venenos
Los caballos que pasan galopando
Los perros que ladran
Maravillosamente.
NOVIEMBRE
Cáscara de mandarina
Recién desprendida
Olor que atropella.
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Pilar Rodríguez Aranda. Ciudad de México, 1961. Poeta y video artista, traductora de oficio y cruza-fronteras por vocación. Ha recibido becas y premios por sus videos en México y Estados Unidos, y publicado en decenas de revistas y antologías en América y Europa. En el 2012 publicó su poemario, Asunto de Mujeres (Cascada de Palabras Cartonera, México), y en el 2014, la gaceta de autor, Verdes Lazos, (editorial Río Arriba, México); en el 2016 produjo el Disco Compacto Diálogos de una mujer despierta con música grabada en vivo. Ha participado en múltiples encuentros y festivales de poesía, como el Encuentro Internacional de Mujeres Poetas en el País de las Nubes, el Festival Internacional de Poesía de La Habana, y el Encuentro Internacional de Poetas en Zamora, y en muchos otros eventos y conferencias de escritores. Su poesía ha sido traducida al inglés, árabe, alemán, portugués, griego e italiano. Pilar se considera “Artivista” y es miembro fundador del colectivo Colectiva Poéticas, iniciadora en México del movimiento 100 Mil Poetas por el Cambio y miembro del Consejo Consultivo de la organización Writing for Peace.