Abrázame fuerte, que el mundo es un lugar hostil para mi sentir

Por Dulce Daniela Chaves (Argentina)

imágen por Oscar Jauregui
imagen por Oscar Jauregui

Para mi valiente amigo,

ejemplo e inspiración.

 

Miguel es una de esas personas que, sin conocerla demasiado, me llevaba a presentir que su sola incorporación a mi vida produciría un cambio cualitativo en mi cotidianidad. Algo me decía que con él tenía la libertad de mostrarme como soy, con toda mi vulnerabilidad y mi montoncito de contradicciones. No sabría cómo describir esta sensación, pero siempre supe que era especial. Y no me equivoqué.

Tras una invitación vía whatssap donde le expresaba sin tapujos mi deseo de verlo, conversar con él, -y corriendo el riesgo de que creyera que le insinuaba una cita romántica-, una noche vino a mi departamento de Narvarte a cenar. La conversación nos embargó tanto que la carne que preparaba al horno con cebollas al estilo argentino, se (me) quemó. Evidentemente, ése no sería el día para alardear sobre mis habilidades culinarias; aunque intenté salir airosa de la cocina invitándolo con un buen tinto.

En algún momento del encuentro, entre la pelea de nuestras dentaduras con esa carne recontra-pasada-de-cocción y los duraznos con dulce de leche que serví de postre, hablamos de amor. Más concretamente, de la ausencia de él o de lo duro que se siente creer que a veces este sentimiento no es suficiente para estar con quien anhelamos; con quien nos hace vibrar, dentro y fuera de la cama.

Miguel me cuenta su historia y llora: después de un breve paso por el seminario de la Orden de Agustinos Recoletos, en Querétaro, donde compartió diez meses con Hugo; se descubrió deseándolo y fue comprendiendo que no sólo de mujeres o de alguna deidad se podía enamorar. El amor con su entonces compañero de piso fue correspondido, pero silenciado; pues Hugo no pudo enfrentarse con lo que le pasaba.

El temor a tener que asumir una identidad sexual no hegemónica, desaprobada por una cultura patriarcal que oprime y amedrenta a quienes pretendan correrse de las etiquetas de “buen ciudadano/a”, fue decisivo. ¿Qué dirían los vecinos de su pueblito, en su Chihuahua natal? ¿Cómo reaccionarían sus padres, conservadores, al enterarse que su hijo ama a otro varón? No lo sabemos, pues para Hugo fue un riesgo demasiado alto para afrontar.

¿Cómo se llama el amor que, existiendo de forma bidireccional, no se permite ser?, ¿amor cobarde? La cobardía, a mi juicio, es el lado más repudiable del miedo. Pero el de esta historia es un miedo diferente porque se germinó a partir de los prejuicios que pululan por los imaginarios sociales que, con una supuesta base autorizada en principios religiosos y/o éticos adoptados por ciertos sectores, sentencian cada día qué tipo de amor, sexualidad, pa/maternidad, es aceptado/a. Señalan con su dedito moralista “esto sí, aquello no”; “esto es natural, aquello es una aberración”, “éstos irán al cielo, aquellos (pecadores) al infierno”.

En medio de su angustia, Migue me dice que si él hubiera nacido mujer, podría estar con Hugo. Su cuerpo masculino lo aleja de aquél que quiere, pero no puede. Yo me quedo sin palabras, casi sin reacción. Segundos después, lo abrazo fuerte, como queriendo reconstruir un poco de lo que esta experiencia que me narra arrasó en su cuerpo lánguido de filósofo foucaultiano.

Es curioso porque fue justo de él de quien supe hace poco que los japoneses reparan la cerámica rota rellenando las grietas con oro; que es una forma de enaltecer lo dañado. Ellos creen que ese objeto quebrado y con historia, se vuelve más hermoso y fuerte. Yo realizo mentalmente una analogía con las personas que sufrieron (sufrimos), y también lo creo. Se vuelven más valiosas y únicas.

“¡Pinches prejuicios!”, pienso; y enseguida me doy cuenta que terminaré escribiendo sobre ese momento tan especial e íntimo porque no podré guardarme tantas preguntas y emociones que me atraviesan en lo hondo. Debo dejarlas salir a la superficie, para que muchxs las lean, las sientan y empecemos a cuestionarlas. Le digo a Migue que lo haré, que lo necesito sacar de acá adentro, donde se me acumulan las injusticias. Él asiente. La verdad, estoy orgullosa de que sea mi amigo.

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Dulce Chávez.

contacto: dulchaves@yahoo.com.ar

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