A las Vacas Sagradas se les Sacrifica.

Lechedevirgen
23 03 23

Acudí como artista invitadx a la inauguración de la exposición “Imaginaciones Radicales: Una Lectura Disidente de la Colección del MAM” en el Museo del Arte Moderno de la Ciudad de México. Celebro lo arriesgado en la curaduría que apostó por las voces diversas de la disidencia, con una visión actualizada que habla desde el presente y dialoga con el pasado en un recinto de tal magnitud e importancia para el panorama nacional del arte, pues posiblemente después del Palacio de Bellas Artes, el MAM sea el museo de mayor prestigio artístico en el país. Sin embargo, el motivo real de la escritura de este texto es una crítica a la jerarquía del sistema del arte y las problemáticas que de ella se derivan.

Antes que otra cosa, quiero dejar en claro que mi intención no es el de apostar por el discurso de la cancelación, el cual no sólo me resulta ineficaz en tanto a la búsqueda de soluciones a las problemáticas aquí descritas, sino que abona a una lógica punitivista que no comparto, pues criminaliza, polariza y construye una narrativa instantánea y dicotómica entre “víctima y victimario” que termina por banalizar las violencias y recrear “cacerías de brujas”, sino que al contrario, mi interés es la búsqueda de la reflexión colectiva en torno a las practicas de violencia y abuso de poder normalizadas en el mundo del arte.

Este texto, escrito desde la anécdota, la escritura autobiográfica, la crónica y el ensayo crítico, busca abrir el diálogo en torno a como desactivar estas estructuras de poder y técnicas de invalidación, desacreditación, discriminación etc. en nuestra práctica artística cotidiana derivadas de privilegios de clase, privilegios epistémicos, meritocracia y gerontocracia, entre otras.

Lo ocurrido en el MAM

Resultó maravillosa y muy gratificante la experiencia de verme incluidx en la selección de artistas junto a figuras como Graciela Iturbide, Francisco Toledo o Nahúm B. Zenil (de lo cual me siento muy orgullosx) así como recorrer la exposición al lado de colegas con quienes comparto más de una década de intercambios y vivencias en la que nos hemos visto crecer a la distancia, tan admiradxs y queridxs como Mar Coyol, Fabián Cháirez, Fershow Escárcega y muchxs otrxs como Lía García o Lukas Avendaño que aunque no asistieron físicamente sus piezas allí expuestas me hicieron sentirles cerca. Después de una hora y media de haberse inaugurado la exposición, decidí separarme de mi grupo de amigxs para poder tomar registro fotográfico de la exposición.

Casi con la sala vacía y cuándo me encontraba completamente solx, fuí detenidx de forma abrupta por alguien quién me increpó con una pregunta: “¿Eres tú el de esas fotos?” a lo que respondí que sí, que efectivamente era yo. Llamó mi atención el que no utilizara mis pronombres (elle) y también que las fotografías a las que se refería eran las de mi serie Cantos Xenobinarixs (2020) que abordan justamente el tema de la identidad no binarix.

“Me parece sospechoso qué se parezcan tanto al trabajo de Fershow (Escarcega), son peligrosamente parecidas” me comentó mientras se pegaba en la espalda con una mano y repetía la frase “lo traes aquí, lo traes aquí detrás”, yo le pregunté a que se refería, pues su uso del lenguaje, tanto corporal como verbal, me resultó confuso. Él no había sido para nada amable (al contrario de todas las demás personas con las que interactué en la exposición, pues él fue el único con una actitud hostil hacía mi persona) y yo no entendía a que venía el uso de palabras como “sospechoso” o
“peligroso” (palabras que me recordaron el argot que usualmente utiliza el estado para criminalizar y que me hicieron sentir como si yo estuviera robándole algo a alguien), entonces me aclaró con un gesto de obviedad: “Los curadores no van a querer tu obra, ni van escoger tu trabajo si se parece al de Fershow. No si le copiaste a otro artista”, entonces, le pregunté quién era y le extendí la mano para saludarle, él respondió el saludo y hasta entonces me dijo su nombre.

He decidido omitir su nombre porque como he dicho antes, el motivo de este texto es el de hacer visibles las problemáticas del abuso de poder y violencia derivados de la verticalidad del sistema del arte y sus jerarquías, y no el de buscar perjudicar de ninguna persona, ya que no se trata de una cuestión personal sino estructural. Tampoco veo necesario el nombrar públicamente a alguien que no necesita más reconocimiento del que ya tiene, por lo que he decidido no darle más publicidad en este escrito. Sin embargo, puedo decir que irónicamente se trata de un artista abanderado
por la diversidad sexual, defensor de los derechos de la comunidad LGBTTTIQ+ en México, que incluso formó parte de la generación que inició el Movimiento de Liberación Homosexual desde 1978.

No le reconocí, pues a pesar de saber sobre su trabajo y trayectoria nunca lo había visto en persona, ni tampoco nadie me lo había presentado. Yo le respondí que sus comentarios me resultaban invasivos, que mi trabajo artístico jamás lo he hecho pensando en el gusto de los curadores, o los jueces de las becas o los directores de las instituciones (porque de hacerlo de esa forma no sería un trabajo honesto ni auténtico, sino que estaría tratando de agradar con tal de obtener algo a cambio, cuándo confío totalmente en la calidad de mi trabajo y en la relevancia de mis propuestas), que mi
forma de hacer arte es muy extensa, qué mi trabajo artístico se ha abierto paso sólo, que quizá si realmente lo conociera se hubiera dado cuenta de todos los errores de interpretación que había cometido y de lo cerrada que resultó su visión, y que además, esas fotografías no las había propuesto yo, sino que fueron seleccionadas por Katnira Bello, como curadora de la exposición y que con ella podía discutir sus dudas e inquietudes. De hecho, los aspectos por los cuales considero que este artista comparó mis fotografías de Cantos Xenobinarixs con la obra de Fershow (colores estridentes y
elementos simbólicos de la identidad mexicana) hacen referencia a los colores de la bandera no binaria y también reflexionan sobre ese mismo tema en el contexto nacional actual.

La realidad es que cuándo me dijo su nombre sentí una fuerte decepción, decepción de saber que aquel pionero cuyo trabajo que resultó tan importante desde hace ya casi 50 años para luchas sociales y los derechos humanos, alguien que vivió la represión de aquella época que apenas yo apenas puedo imaginar, se había convertido en un juez gracias a la gerontocracia y meritocracia, en una persona que sólo puede enunciarse desde una posición de poder, desde el “yo estuve antes que tú / yo tengo más trayectoria que tú”, incluso me hizo saber su currículum en menos de un 30 segundos, diciendo un montón de cosas y logros personales que no recuerdo con exactitud por la sorpresa que me generó el darme cuenta que después de tantos años, alguien quién yo veía con admiración por ser una pieza clave de los movimientos políticos de las diversidades y de las revoluciones artísticas en el país se había convertido en una figura de autoridad.

Le mencioné que lamentaba mucho haberlo conocido de esta forma, mientras la frase “nunca conozcas a tus héroes” pasaba por mi cabeza, y pensaba también en lo mucho que me hubiera gustado compartir con él y aprender de él, cosa que ya no es de mi interés después del mal sabor de boca que me generó su personalidad, actitud y actos hacía mi persona.

Él, molesto por lo que imagino interpretó como un acto de desobediencia de mi parte por no haberlo reconocido al instante, contestó de una forma golpeada, subiendo la voz y entrecerrando los ojos: “Pues si tu dices que yo soy invasivo, yo digo que tu eres un irrespetuoso”. Acto seguido se dio la vuelta y me dejó hablando solx.

Entre el enojo, la confusión y el shock, sólo atiné a gritarle (porque ya estaba algo lejos) que lo que estaba haciendo no era justo, a lo qué el respondió con una mueca de asco mientras me miraba de arriba abajo: “Tú no me vengas a hablar a mí de justicia”, afirmando mi sospecha de que de verdad él creía que yo estaba plagiando a Fershow, un artista con quién además sostengo una relación de admiración mutua, con quién mantengo una amistad desde hace más de una década y que desde que nos encontramos hemos querido hacer colaboraciones juntxs, pero que por alguna u otra razón no han sucedido aún.

Este “artista consagrado y pionero de la fotografía” fue agresivo conmigo sin siquiera importarle conocer mi nombre ni mucho menos mi trabajo, pues creía que yo era fotógrafo cuándo realmente me dedico al performance desde el 2009, además de que la serie fotográfica a la que se refería es una editorial creada en colaboración del fotógrafo Herani Enríquez para la revista Noula, y que justo al lado estaba expuesto el registro fotográfico de mi performance Adiós al Clóset (mismo que tuve la oportunidad de presentar el pasado 28 de junio en el MAM como parte de esta misma exposición), fotografías que seguramente pensó que eran de alguien más. Tampoco respetó mis pronombres y por supuesto nunca me los preguntó, asumiendo que soy un hombre CIS género como él, a pesar de que mi expresión de genero y la ficha técnica de mis obras decían lo contrario. Este artista fue invasivo al abordarme y darme un “consejo” que sonó a amenaza, “consejo” que nunca pedí y que no necesito.

Mi sorpresa era grande, había sido ninguneadx, agredidx (“corneadx” o “embestidx” mejor dicho) por un vaca sagrada, varón CIS homosexual representante de la defensa de los derechos humanos de las diversidades, en medio de una sala enorme del Museo de Arte Moderno, sala repleta de obras que hablaban de respeto, inclusión y diversidad (contando las de este mismo artista también) y que se presentaba como una exposición creada “bajo una perspectiva de género, no bajo la óptica del binomio femenino/masculino, sino como un reconocimiento de la diversidad”, justo como decía el texto de sala.

Descolonizar las prácticas artísticas

Estos hechos me hicieron querer escribir este texto, no como una crítica a este artista, sino como una crítica al propio sistema del arte que produce y sostiene estas subjetividades, interacciones y mecanismos, porque me pregunto: ¿Hasta cuándo vamos a seguir permitiendo que artistas/ curadores/ historiadores/ directores que se benefician del peso institucional, de su trayectoria y de su renombre sigan pisoteando, humillando y atacando a artistas jóvenes? ¿A caso ya olvidaron cuándo ellxs mismxs lucharon contra esas instituciones a las que se adhieren ahora?, ¿A caso la única forma de vincularse con las nuevas generaciones es a través de la agresividad, de la hostilidad, de la imposición, la humillación, demeritando el trabajo y decirnos como tenemos que hacer las cosas? ¿A caso ellxs no aborrecían, tanto como yo lo hago ahora, esas mismas figuras de autoridad en las que se terminaron convirtiendo?

He decidido dejar de normalizar esa lógica y sus violencias, e invito al lectorx a hacer lo mismo de una vez por todas. Yo ya no pienso seguir con el juego falocentrista de “quien la tiene más grande / quién tiene más trayectoria” con el que los machos del mundo del arte siguen tan fascinados. Conmigo no, cariño. Hay perras que ladran, pero otras mordemos, y mordemos porque estamos hartas de sus estructuras coloniales de dominación, sistemas jerárquicos, verticales, patriarcales y eurocéntricos por más que duela reconocerlo, estructuras que siguen muy dentro de las prácticas artísticas en México y que benefician a quienes están arriba a costa de quienes están abajo y que en lugar de construir comunidad de forma horizontal terminan por generar separación, exclusión y la destruyen. Porque como dice la activista y feminista boliviana, María Galindo: “Ante el poder no te empoderas, te rebelas”.

También estoy hartx de la competencia. Sí el trabajo de alguien que admiro tanto como Fershow, se parece al mío o viceversa, yo lo celebro, celebro que nuestras comunidades disidentes estemos en la misma página, en el mismo sentido, en el mismo frente. Celebro que podamos estar todas juntas y también revueltas que nuestras obras se entrelacen, se nutran unas con las otras, muten y se contaminen, celebro generar lazos y puentes, referencias, genealogías, etc. Incluso si existe disenso y la crítica, que siempre serán bienvenidas, pues no necesitamos estar todas de acuerdo en todo para entender que aún así podemos confluir con el otrx en lo común.

Celebro y hasta me parece un halago que las personas que vean mi obra piensen que mi trabajo es parecido a otrx artista con quién comparto ideales y sueños, y lo celebro porque eso no me quita mi identidad artística, ni mi a propia trayectoria, ni mis propios logros, ni le resta poder a mi obra o la del otrx artista, al contrario, potencializa el trabajo de toda una nueva generación que ya no quiere seguir compitiendo entre ellxs, ni se preocupa por lo que piensen los “artistas consagrados” desde sus posiciones de poder, sino que quiere organizarse para generar mejores mundos posibles para las generaciones que vienen, porque realmente eso es lo que nos importa.

Ya no estamos en el siglo XIX para seguir creyendo que los “artistas consagrados” son “genios”, que hay que buscar crear la “opus magna”, que el arte desde ser único e irrepetible, que el arte es arte siempre y cuándo no se parezca a nada antes creado, que el arte es arte siempre y cuándo personas con poder lo legitimen como tal. Llamarme artista es mi propia venganza contra la exclusión al apropiarme de un término que en otras épocas y contextos hubiera estado fuera del alcance para alguien como yo, como ha sido el caso de las constantes y notables omisiones que ha hecho la historia del arte con artistas mujeres, disidentes sexuales, poblaciones trans, travestis o no binarias, racializadxs, con diversidad corporal, etc.

Confío en que es posible descolonizar la forma de relacionarnos en las prácticas artísticas, descolonizar y horizontalizar la forma de interactuar entre artistas, curadores, directores, etc. y desengancharnos de las estructuras de poder que nos ha dejado ese modo colonial y paneuropeísta de actuar.

En los 1.946 millones de kilómetros cuadrados que tiene México caben 24 de los 49 países que conforman el continente europeo. De hecho, para ser considerado un continente tendría que ser una gran extensión de tierra rodeada por cuerpos de agua, por lo que en todo caso debería considerarse como Euroasía, o incluso al revés Asiáeuropa debido a la extensión del territorio.

Sin embargo, antes Plutón dejó de ser un plantea, que Europa un continente. Europa no es el mundo entero y aún así ¿vamos a seguir reproduciendo y alimentando los discursos eurocéntricos de competencia, poder y autoridad que se han heredado/infiltrado en el arte, incluso en el arte disidente creado por personas pertenecientes a la diversidad de género y sexual?

Aún aunque el arte parece ser un lugar de libertad, respeto y transformación social, la realidad es que la gran estructura que mantiene el sistema del arte como lo conocemos, esta plagado de casos de abuso de poder, explotación y precarización que continua manteniendo en burn out a lxs artistas más jóvenes, quienes son pionerxs en sus propias historias, en sus propias ciudades, comunidades y contextos, y que resultan lxs más vulnerables, mismxs que en su mayoría no se atreverán a decir lo que viven justamente por la posición de vulnerabilidad en la que se encuentran y que por ello mismo soportan a diario los malos tratos de profesores, jefes, curadores, museógrafos, otros artistas de mayor trayectoria o de mayor edad, etc. Al mismo tiempo muchas personas en posiciones de poder preferirán normalizar estas prácticas de verticalidad porque así fue como consiguieron los lugares en dónde están y porque no quieren ver afectadas sus relacionales laborales.

Todxs conocemos a unx becarix, estudiante, pasante o artista que al ser considerdx “amateur” o “principiante” son (fuimos/somos) tratadxs como si no tuvieran derechos y que lamentablemente han (hemos) aceptado de forma tácita y sumisa ser explotadxs bajo el ritmo de las exposiciones, semanas del arte, bienales, galerías, museos, etc. La verticalidad está en todos lados ¿Cuántas personas que trabajan, exponen, enseñan o colaboran en estas instituciones relacionadas al arte, se detienen en aprenderse el nombre de lxs trabajadorxs del aseo, del personal de montaje, lxs de la cafetería, la librería, la tienda de recuerdos, de lxs veladores y guardias? y ¿Qué pasaría si, por ejemplo, yo sufriera un accidente en un performance? ¿A caso algún festival, espacio artístico o institución cultural está dispuesta a darme seguro médico, a asegurar mi derecho al acceso a la salud, como regularmente se hace con los trabajadores de cualquier negocio o empresa? La empresa billonaria del mercado del arte no paga, ni lo que se considera un salario mínimo (ni mucho menos da prestaciones) a quienes creen que funcionaremos como simples peones desechables en sus engranajes clasistas.

En mi caso, y después de haber vivido durante varios meses en la etapa terminal de una enfermedad crónica y degenerativa que no logró asesinarme, no tengo el tiempo de cuidar las apariencias ni mucho menos si eso significa que debo aceptar someterme a estas formas de abuso de poder, cuya herencia podríamos rastrear hasta los sistemas de castas y esclavitud, que por supuesto se reproduce en el mundo arte.

fotografías por Ana Victoria Cárdenas

¿Qué significa ser pionerx?

Si bien se respeta, valora y reconoce el trabajo de nuestrxs antecesorxs, aún más tratándose de una genealogía tan particular como la del legado de las diversidades sexogenéricas en un contexto histórico en el que se ha tratado constantemente de callar, borrar, patologizar, encarcelar y aniquilar a nuestras comunidades, también es de suma importancia manifestar que reconocer esas aportaciones no implica dejar pasar por alto ninguna forma de violencia, discriminación o abuso de poder, utilizando la crítica (en este caso al menos) con el propósito de llegar al diálogo y encontrar disposición para la reflexión, el cambio y la reparación del daño.

Para continuar trayendo el diálogo a María Galindo, recuerdo una de sus ideas vertidas en su libro Feminismo Bastado (2021) apropósito de construir otro tipo de alianzas: “las alianzas éticas (no ideológicas) nos empujan a repensar las alianzas no explicitadas
que son las que hoy circulan sin ser discutidas” entre ellas las “alianzas generacionales, que terminan o instalando una mirada gerontocrática en lxs jóvenes, o a la inversa un rechazo generacional hacía lxs mayores”, en este sentido, buscar alianzas éticas y no esencialistas ni instantáneas al interior de la comunidad artística y las colectividades de la diversidad sexogenérica, también implica transformar las formas de organización normalizadas que sostienen el statu quo y por tanto las posiciones de poder que de allí se desprenden, para con ello transcender ideas caducas como el hecho de pensar que todo lo que hicieron las generaciones anteriores es perfecto, necesario, histórico, heroico, etc. y por lo tanto les convierte en figuras incuestionables y blindadas.

Estoy consciente del valor histórico que tiene el trabajo de lxs pionerxs que han abierto el paso y brecha, que han construido de forma muy comprometida y arriesgada un camino muy necesario para que las nuevas generaciones podamos caminarlo, pero estoy totalmente en contra de tener que pagar casetas, derecho de piso o rendir tributo, pleitesía o reverencia a nadie, sea quién sea, más cuándo ese camino creado por nuestrxs antecesores y ancestrxs, un camino trans-cestral, ha sido un esfuerzo colectivo, legado del que nadie debe beneficiarse a título personal. Si algo me ha enseñado la furia travesti, trans y no binaria que me atraviesa el cuerpo y el de mis hermanas, es nunca dejar que nadie pase por encima de mi ni de noso-trans/nosotrxs, en ningún contexto de ninguna manera.

Al comunicar lo ocurrido a las curadoras de la exposición, a mis amigas y lxs demás artistas con quienes celebramos en esa noche de cantina, las sorpresas no acababan: múltiples testimonios de situaciones similares con el mismo artista, malos tratos, formas ofensivas de acercamiento, abuso de poder y un largo etc. También surgieron otros testimonios de actos similares con otros artistas de generaciones anteriores, pero lo que más me sorprendió fue el argumento constante: “Así son ellxs, son de otra generación, ya están grandes”. ¿De verdad es suficiente argumento para permitir este tipo de actos, para seguir soportando ser tratadxs como basura?, o peor aún ¿No vamos a intentar dialogar con ellxs sólo porque pertenecen a otra generación?, ¿Qué no acaso eso es otra forma de invalidación y subestimación, al hacerles creer que siempre están en lo correcto? entonces, ¿Realmente se reconocen sus conocimientos o simplemente es un simulacro? y además, en este caso yo tuve que enfrentarme a estas violencias en un día y en una ocasión que significa un gran logro personal (pero también colectivo) tomando en cuenta que soy unx artista que nació, creció y vive en Querétaro y no en la capital, disidente sexual, con un trasplante renal y diversidad corporal, prietx, con inmunosupresión, no binarix, y cuya obra habla de cosas tan necesarias como incomodas (cómo el resto de lxs artistas en esa exposición) en un país con altos índices de odio (Querétaro es el tercer estado con mayor discriminación a nivel nacional acorde a la Encuesta Nacional Sobre Discriminación 2022 del INEGI) y con instituciones llenas de prejuicios, explotación, saqueos y extractivismos históricos a grupos como a los que pertenezco.

Entre más trayectoria, fama, reconocimiento y/o poder poseas, más compromiso y responsabilidad tienes con la comunidad, la misma comunidad que te puso en ese lugar que ocupas y que te sostiene, justo como se supone que tu tendrías que sostenerla también, aún más al tratarse de las nuevas generaciones de la población de la disidencia sexogenérica, con quienes se tendría que construir en conjunto, en un intercambio transgeneracional desde el reconocimiento de tus propios límites y no desde la soberbia, con alianzas éticas y con una visión que abarque el pasado y el presente hacía mejores futuros.

Por supuesto que estoy consciente de que en algún momento las nuevas generaciones también habrán de criticar mi trabajo y mis ideas, sin embargo, espero ese momento con mucho entusiasmo, porque significa dos cosas muy importantes: que logré vivir muchos años (cosa no tan fácil de decir al tener un trasplante) y que entonces tendré la oportunidad de aprender de quienes en el futuro estarán marcando la pauta en torno a las necesidades más actuales y urgentes, y con ello se transformará mi trabajo también.

Parte de mi trabajo consiste en tratar de generar caminos menos violentos y complicados para que quienes vengan después de mi no tengan que pasar por lo que yo pasé, como dice Lemebel: “Hay tantos niños que van a nacer con una alita rota, y yo quiero que vuelen compañerx”.

Quizá yo no tenga la trayectoria que tienen los “artistas consagrados” como el que me atacó en esta ocasión, ni la de los grandes nombres de la historia del arte occidental, pero cuándo pase el tiempo y sí me toca ocupar el espacio de lxs precursores, de algo estoy muy segurx: Yo no quiero ser una vaca sagrada. No quiero ser alguien que con tantos años de experiencia y con tantas cosas positivas que puede compartir con las nuevas generaciones de artistas a quienes les toca seguir cambiando el mundo, escoja atacarles de la nada, reducirles, humillarles, reclamarles, o dar “consejos” no solicitados y tratar mal a las personas que no conozco sólo porque en mi cabeza creo que todo mundo debe escuchar mi opinión. No quiero ser una vaca sagrada, porque a las vacas sagradas tarde o temprano, se les sacrifica.


Lechedevirgen Trimegisto (1991) es el seudónimo del artista mexicanx no-binarix Felipe Osornio, conocidx por desarrollar una práctica artística expandida que abarca un amplio abanico de propuestas híbridas, combinando la disidencia sexual, la cultura popular, los saberes brujos y la ciencia con el arte de performance, la creación de imágenes, el video y la escritura. Referente de la pospornografía y el arte queer/cuir latinoamericano, su trabajo contiene una fuerte carga política y se considera a sí mismx un organismo híbrido por poseer tres riñones, resultado del trasplante renal que hace 4 años le salvó de la etapa terminal derivada de insuficiencia renal crónica (IRC) que le acompañó durante una década.

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