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De lo material a lo sagrado, por una ética del cuidado

Por Aitza Miroslava

Ilustración: Ailén Possamay

Quererse viva y libre en este sistema homicida es un deseo que se construye, que se tiene que renovar diariamente. Derrocar el sometimiento y la autodestrucción es tejer una nueva subjetividad a diario. Las mujeres sobrevivimos, pero nuestra aniquilación sigue dos frentes. El más brutal, el de nuestros cuerpos desaparecidos, mutilados, violados, asesinados o convertidos en mercancía en el mercado sexual y/o reproductivo. El otro, sutil y macabro, está encarnado en nuestro mundo emocional.

Nuestra crianza está pautada por las reglas dominantes del género y eso, más que una afirmación teórica, es una saturación de presencias y mandatos que nos habitarán toda la vida. Estas “presencias” tendrán un rostro específico de acuerdo a la geografía y circunstancia de nuestro nacimiento, ese que da lugar a nuestra etnicidad, corporalidad, clase, raza y orientación sexual.

Las personas que, estando y no, se encargan de la crianza juegan un papel fundamental en lo que será nuestra manera de vivir. Las violencias a las que nos enfrentamos a edades tempranas condicionarán las formas en las que nos relacionaremos con nosotras mismas. La crianza se inserta en una estructura sociocultural y material específica que posibilita estas violencias, pero para cada una de nosotras la crianza tiene rostros y nombres propios y entender las circunstancias no será suficiente para trascender lo que se ha encarnado.

Las sobrevivientes de las violencias sexuales, físicas y emocionales vividas en la infancia albergamos a los enemigos en el cuerpo y en nuestro mundo emocional. Aprendemos los artilugios de la autodestrucción y el autodesprecio. Cuando vamos alcanzando mayores márgenes de decisión vivimos las reverberaciones de esos odios inoculados y primigenios. Nuestra dominación se gesta así, como una estructura generacional.

Aprendimos que hay algo malo en nosotras, que no somos lo suficiente y que por ende, de por vida, tendremos que buscar en otrxs el amor, la protección, el reconocimiento y el cuidado que no recibimos mientras crecíamos. Aprendemos a olvidar nuestra voz y a que sean las voces de otrxs las que guíen nuestros caminos y que dicten lo que haremos con nuestro tiempo de vida. Las tecnologías corporales propias de nuestra construcción como sujetas de opresión, son también tecnologías emocionales. Nuestra construcción del cuidado es una de estas tecnologías.

Solemos decir que ser mujer implica aprender a hacerse cargo del cuidado, pero pocas veces analizamos que el tipo que cuidado que aprendemos a ejercer, es aquel que parte del descuido y el borramiento personal. Aprendemos que el cuidado material tiene como “recompensa” una incondicionalidad emocional, nos preguntamos, por qué no me aman, si yo entrego todo. Aprendemos a dar para ver si así, recibimos lo que nos falta, aprendemos a relacionarnos desde el cuidado como sujetas subordinadas que hacen de éste un objeto de intercambio.

Los feminismos han puesto la mirada en la invisibilización del trabajo del cuidado y el papel que ha tenido esta lógica en el desarrollo del capitalismo. Es importante analizar que el “cuidado” también implica un ejercicio de poder que jerarquiza nuestras relaciones con lxs demás, pues quien cuida también manda.

Crecer en entornos violentos, nos enseña a cuidar sobre la base de nuestro autodescuido y de nuestra despersonalización, pero también nos enseña a esperar amor, reconocimiento, lealtad y hasta obediencia a cambio de este cuidado que, convertido en sacrificio, termina sacralizando las violencias de las que formamos parte.

Ante este escenario, ¿cómo nos cuidamos? ¿de qué estaría hecha una ética del cuidado? ¿cómo cuidamos desde otros referentes? Lo que sigue es la ruta que he explorado, buscando abrazar la vida y resistiéndome a un sistema que me sueña aniquilada hasta por mi propia mano.

 

1. Los caminos de la autobiografía

Es una realidad que no todas tenemos acceso a la atención psicoterapéutica y que cuando tenemos esa fortuna socioeconómica es complicado encontrar alternativas donde una perspectiva feminista y social permitan trascender el énfasis individualizante de los procesos que enfrentamos.

Lo que sí tenemos todas es la posibilidad de contarnos, de hacer para nosotras mismas la reconstrucción de nuestros pasos, de nuestra vida y procesos. La práctica autobiográfica escrita, oral o expresada por cualquier otro medio, que por supuesto incluye las exploraciones artísticas, es un pasaje fundamental para vivirnos y revivirnos.

Es de suma importancia reconocer las historias que nos contamos a nosotras mismas sobre los que han sido nuestros pasos. Identificar que estos relatos pueden ser múltiples de acuerdo a lo que estemos privilegiando en un momento en particular, identificar cuáles son las historias en que se anclan con mayor facilidad nuestro dolores y deseos de autodestrucción.

Necesitamos buscar cuáles son las otras posibilidades de relatarnos a nosotras mismas. Reconocer cuáles son las presencias y los relatos que nos habitan cuando el autodesprecio y la tristeza nos roban el aliento y la fuerza para aprender a interpelarlos con las otras presencias que también nos habitan.

Hacer recuentos autobiográficos periódicos e incluso en momentos de emergencia emocional nos permiten sentir que hay otras historias presentes que nos abrazan a la vida pero que no fluyen con facilidad. En ese caminar, por ejemplo, podemos ver la diferencia entre el relato de víctima y el de sobreviviente. Si practicamos el ejercicio autobiográfico encontraremos que como ese habrá cien ejemplos más de las diferencias de hacer y decirnos desde un relato particular sobre nosotras mismas.

 

2. Estructura y tiempo histórico

El capitalismo individualiza y con eso logra aislar nuestro dolor. Identificamos la depresión y la ansiedad como problemas individuales, revisamos nuestras conductas e historias y pactamos identidad con esos diagnósticos. Trascender al cuadro clínico es importante en la medida en la que nos podemos situar en una estructura y tiempo histórico que enmarca nuestras posibilidad de acción. Nos permite romper la sensación de aislamiento y nos permite ubicar nuestras limitaciones, pero también nuestros alcances. No es posible estar adaptada a un sistema que nos busca aniquilar y el problema no es nuestra falta de fortaleza emocional, necesitamos reconocer esa amenaza estructural para reconfigurarnos como seres que comparten una lucha colectiva y cuya vida, tristezas y alegrías constituyen un milagro en nuestros tiempos y geografías.

Sentir que no es nuestro problema y que somos muchas en las mismas batallas es un aspecto fundamental para transitar la vida desde una consciencia estructural que nos facilite la existencia y nos permita decidir con más sabiduría lo que queremos hacer con nuestro tiempo de vida.

 

3. Sueño y ritual

Las mujeres hemos sido históricamente dominadas por las instituciones religiosas que secuestraron el ejercicio de la espiritualidad como dimensión fundamental para el quehacer humano. Este dominio es profundamente patriarcal y ha restringido nuestras posibilidades de conectar con esta dimensión y con las potencialidades que tienen los rituales en nuestras vidas. No es casual que desde nuestras geografías busquemos símbolos y maneras de reconectar con la tierra, el universo, la naturaleza y/o con cualquier otra sensación de comunión que nos otorgue otra perspectiva sobre lo que somos y sentimos.

Audre Lorde hablaba del erotismo como ese poder secuestrado y silenciado que podía permitirnos vivirnos en el mundo desde otro lugar que no fuera la opresión y el dolor. Gloria Anzaldúa dedicó su tiempo a explorar símbolo, ritualidad y palabra como medios para vivirse y amarse desde la frontera. ¿Cuáles son los rituales con los que nos abrazamos a la vida? ¿De qué color es tu intuición y tu potencia? La mía es azul y soy una mujer que sueña, silente, arbórea e inmensa.

Saberse, reconocer nuestra fuerza vital y los recursos con los que llegamos antes de que el mundo nos condicionara y acechara es un pasaje necesario para las mujeres, hay en esos reconocimientos esas semillas que abrazan la vida.

 

4. Ser en relación

Asumirnos en relación es una pauta necesaria. Colocarnos al inicio de la lista y concentrarnos en cómo nos relacionamos con nosotras mismas desde el pensar, sentir y hacer es crucial, pues la tecnología dominante del cuidado hace que nos perdamos en pensar e imaginar cómo “deberían” ser nuestras relaciones con la alteridad.

Invertir tiempo en revisar qué nos decimos y qué hacemos con nosotras en todos los momentos del día, nos permite identificar los patrones abusivos que saturan nuestra experiencia vital y nos puede mostrar caminos para revertirlos. Esto requiere tiempo y dedicación, pero es una pista fundamental para que nuestra manera de relacionarnos con todo y todxs lxs demás se modifique.

Para reventar la tecnología hegemónica del cuidado necesitamos olvidarnos de que alguien fuera de nuestras carnes nos necesita. Concentrarse en privilegiar nuestra propia vulnerabilidad y vida es el acto mágico que comunica desde otros referentes nuestra relación con lo otrx y con lxs otrxs.  Implica abandonar el hechizo de consumir y ser consumida que sostiene los modos de relación capitalistas, implica aprender a compartir la vida desde el autocuidado y no desde el descuido y olvido de nuestro latido.

 

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Aitza Miroslava. Hago antropología en salud. Hace unos años, junto con unas compañeras, iniciamos la Colectiva Investigación y Diálogo para la Autogestión Social (IDAS) que trabaja talleres y proyectos encaminados a visibilizar y erradicar las diferentes caras de la discriminación social, desde una mirada crítica y autoreflexiva. Buscamos hacer de la autogestión una opción política para conectarnos con las realidades sociales y las geografías en las que se ubican nuestros quehaceres y afectos cotidianos.

Páginas:

Blog: Investigación y Diálogo para la Autogestión Social

FB: Investigación y Diálogo para la Autogestión Social

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imagen por Rini Templeton

El capitalismo patriarcal es una fuerza cargada de destrucción

imagen por Rini Templeton
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por Isaura Leonardo

agosto de 2019

En el libro Nombrar el mundo en femenino. Pensamiento de las mujeres y teoría feminista, de María-Milagros Rivera Garretas aparece una cita tomada de Moderata Fonte en la que esta última piensa en voz alta sobre la fuerza física diferencial entre varones y mujeres. Si ellos son más fuertes, dice Moderata, bien podrían estar a nuestro servicio, y nosotras, débiles, podríamos usar esta carta para tirarnos al ocio como las “patronas” que somos. En realidad no me interesa discutir la fantasía de Moderata Fonte (nombre maravilloso donde los haya), más bien me puso de frente a una paradoja inquietante. Si en efecto la mayoría de los varones son superiores en fuerza física y las mujeres somos en mayoría más débiles, ¿por qué el trabajo de cuidados de casas y personas enfermas o dependientes (bebés, discapacitad*s) ha recaído en quien es más débil? Es decir, aquellas labores para las que los varones fueron socializados y desarrollados corporalmente en la superioridad de fuerzas hace miles de años, como la guerra o la cacería de grandes mamíferos, no son una actividad cotidiana (excepto si eres espartano o luchador de la AAA), mientras que cuidar de la casa, administrar los recursos y atender de las personas dependientes sucede todos los días. Cazar grandes o pequeños mamíferos, por lo demás, nos está costando el planeta. Alguna vez leí que la evolución cultural va un paso delante de la biológica y la histórica crianza de varones proveedores/cazadores recién comienza a empatarse en su aspecto más evolutivo, y por eso pareciera que este estereotipo y sus dicotomías ambiguas (debilidad/fuerza, proveer/criar) se resisten a dejarse transformar.

Quizá nuestra presente confusión generalizada tiene que ver con el replanteamiento de todos los paradigmas que conocíamos hasta ahora, provocados en parte por la revolución cultural que el feminismo y los movimientos de mujeres, así como el de l*s medioambientalistas, vienen empujando. Como víctimas que han sentido sus efectos, a las mujeres, l*s mediambientalistas y comunidades indígenas, por ejemplo, les resultan más transparentes las nocivas dinámicas del capitalismo patriarcal ecocida actual. Hemos llegado a un punto de retorno necesario a cuando los animales y los árboles y los ríos eran sujetos del mismo cuidado que las personas, algo que los mapuche no han olvidado: para vivir junto al cauce de un río hay que pedirle permiso, avisarle, no hay que estar demasiado cerca, el río está vivo y puede ser que las familias se crucen en su camino, eso sería peligroso; o a cuando las naciones del Norte de América vivían en cordial acuerdo de intercambio de cuidados con los bisontes, a quienes llaman la nación bisonte, Tatanka Oyate, y de quienes obtenían, en un sistema ecológicamente equilibrado de cacería, su piel, su leche, su carne. A cambio, cuidaban de su hábitat.

Para volver a la dicotomía que estableció las labores en un diferencial sexogenérico, cabría hacernos una pregunta: ¿qué implica la dualidad fuerza/debilidad hoy, aquí y ahora?, política, social, afectiva, económicamente. En la naturaleza fiera, las leonas, se sabe, van por la comida mientras los machos esperan. ¿Qué es ser débil? Según lo interpreta Rivera Garretas, la fantasía ociosa de Moderata Fonte (importante decir que ella existió en el siglo XVI) es una irónica manera de presentar a la debilidad, que sólo puede ser femenina, como un objeto arrojadizo, sin embargo, en la práctica se ha traducido como una ambigüedad que está cooptando en las entrañas del capitalismo a las mujeres, sobre todo a las de clases trabajadoras. Volver al mercado laboral ha significado que miles y miles de mujeres se repartan en dos o tres jornadas de trabajo, una de las cuales, la doméstica, no es remunerada, lo que ha derivado en un agotamiento excesivo y un descuido indolente de su salud física, mental y emocional. En el trabajo doméstico o en el informal las mujeres se parten en pedazos para rendir el día y generar los recursos suficientes (a veces ni eso) y al mismo tiempo sostener sus casas (criar hij*s, atender dependientes, limpiar, etc.). Este círculo vicioso ha provocado también que las mujeres exploten a las mujeres, y que incluso mujeres de clase media baja y baja esclavicen a otras todavía más precarias para que se encarguen de las labores agotadoras del hogar. Precisamos, pues, distribuir los cuidados, pero no solamente, precisamos romper con los modos de hacer del mercado capitalista patriarcal neoliberal ecocida, no permitir la explotación de mujeres por mujeres; de la tierra por las personas; de las personas por el mercado.

Esta trama es un proceso largo, lo que explica su arraigo, pues como nos cuenta Marvin Harris, en Vacas, cerdos, guerras y brujas, los varones decidieron hacer la guerra, cazar a las bestias grandes y proveer del alimento y el territorio al clan. Las mujeres, pues, debieron quedarse en “casa” administrando de estos recursos, cuidando de las crías y los animales, de la tierra. Ese proceso implicó el debilitamiento de las mujeres, ya que si los varones irían a la guerra o a la caza, debían comer mejor y más que las mujeres, ese fue el cálculo. Y así se hizo, lo que provocó una práctica recurrente del infanticidio femenino: las madres dejaban morir a las hijas, subalimentadas, subcuidadas siempre. Estos seres viviendo por debajo del pronóstico, serían las cuidadoras no sólo de los varones, sino de la tradición, de las plantas, de la memoria, apartadas de los privilegios de experiencia, existencia y “decibilidad” (para seguir con Rivera Garretas) que inventaron para sí, un conjunto de prácticas y dinámicas que conocemos como patriarcado.

En uno de los testimonios que recoge Svetlana Aléxievich en La guerra no tiene rostro de mujer, una excombatiente soviética (de la Segunda Guerra Mundial) cuenta cómo en medio de las devastadas tierras en la frontera con Alemania vieron un potrillo. L*s compañer*s la azuzaron, silenciosamente, para hacer lo inevitable, lo que haría un pelotón que no ha comido ni ha visto comida en semanas. Ella se encarga de matarlo y cocinarlo. Lo que más me interesa es el final de su relato, que ella sentencia diciendo que era el único animal vivo que había visto en la guerra. Pienso entonces en una frase de María-Milagros Rivera Garretas de nuevo: “…las autoras que se separan del régimen de mediación por ellos [varones] impuesto desnutren al patriarcado” [Nombrar el mundo en femenino, p. 33]. Desnutrir al patriarcado, no puedo pensar en una imagen más elocuente; no sacrificar a los potrillos, lo último vivo que ha dejado la devastación de la guerra, para alimentar su institución bélica. Lo sé, no he ido a la guerra, estoy pidiendo demasiado, pero quizá no me refiero a literalmente no alimentar a un pelotón ni en invertir la fórmula “primitva” del infanticidio femenino y dejar de alimentar a los varones-guerreros, sino a la posibilidad de encontrar un modo diferente de relacionarnos, uno no devorador ni autodevorador.

Si el ser humano además ha estado en guerra con la tierra, redistribuir los cuidados, reinventar las relaciones de reciprocidad y cuidado mutuo, reinterpretar la dicotomía fuerza/debilidad es un imperativo de nuestra época. No quedan animales grandes para cazar, apenas quedan potrillos en la planicie devastada por la guerra, las mujeres nos agotamos en la trampa capitalista de la doble o triple jornada. Agotan nuestras fuerzas, capitalizan nuestras debilidades.

Precisamos no acoplarnos al deseo capitalista de volvernos hiperproductivas a la vez que hipercuidadoras y  apartarnos del camino de la relación capitalista-patriarcal con el trabajo, la vida, los cuidados, los afectos y la forma de decir y narrar nuestras vidas.

Llegada a este punto me parece que sería mucho más interesante leer a una trabajadora del hogar que a mí, conocer sus rutinas, escuchar cómo cuenta su doble jornada, cómo metaboliza la cotidianidad de dos entornos familiares. A las enfermeras, a las profesoras de preescolar, a las cuidadoras de enferm*s. ¿Cómo cuidamos de las cuidadoras? Tal vez si nos organizamos, tod*s podamos tener acceso a la fantasía de Moderata Fonte, cada tanto, si alguien más, si muchos más cuidan de la manada. Y si de pronto, toda la manada renuncia a la hiperproducción… no sé, tal vez nos veríamos forzados a imaginar otro modo de relacionarnos, de existir, pues. A lo mejor no ya para nosotr*s, sino para l*s que vienen: hablar con la palabra de esos antepasad*s amig*s de los bisontes para que lo escuchen quienes estén por llegar.

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Isaura Leonardo (Ciudad de México, 1984). Estudió Letras Hispánicas en la UAM Iztapalapa. Es investigadora independiente y escribe sobre todo de genocidio, arte y lenguaje, testimonio de guerra y mujeres combatientes. Es enferma crónica y también dedica buena parte de su pensamiento y tiempo a la enfermedad, los cuidados, las políticas de salud y la industria farmacéutica.

 

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Reflexiones sobre el (auto) cuidado. Mujeres y otrxs

Ilustración: Lily Cursed

por Carolina Belén González

 Las mujeres hemos tenido históricamente una relación ambivalente con el concepto del cuidado. Por un lado, se nos ha atribuido una especie de instinto natural que nos vuelve  idóneas para ejercer esta acción simplemente por nuestra condición de mujer, aunque también, paradójicamente, se nos ha delegado al cuidado de otrxs (en el pasado y actualmente se nos continúan negando derechos, en diferentes etapas históricas se nos ha prohibido la administración de bienes materiales, se confina el rol femenino a la preservación del grupo familiar, etc.) bajo distintos tipos de premisas: ser el sexo débil, no ser lo suficientemente inteligentes, tener una falta de rigor y determinación, padecer lo que yo llamaría “la inconclusividad de la mujer”, es decir, su aparente carencia de integridad, entre otras tantas. Cualquier persona que se aproxime a la historia con una mirada atenta y crítica podrá percibir esta ruta llena de sucesos duales y contradictorios que nos han colocado en el confuso lugar en el que nos encontramos hoy día.

Ahondando un poco más en la idea sugeridaquisiera plantear entonces dos posibles connotaciones del término cuidado y el estrecho vínculo de éste con la identidad de las mujeres. En primer lugar, podríamos hablar de su acepción “negativa”, la cual se caracteriza por manifestar el cuidado hacia una persona mediante la regulación/control de su existencia, es decir, cuando alguien más se ocupa o decide por otra persona priorizando su propio criterio sobre lo que considera el bienestar del otrx. En segunda instancia, entenderíamos al cuidado desde una perspectiva “positiva” o al menos socialmente compartida, cuando se relaciona con volcar nuestro interés, empeño y dedicación a procurar el bien a aquello/a que conforma el objeto de nuestra atención. Si bien en ambas acepciones la finalidad primordial es velar o garantizar un bien sobre lx otrx, considero que lo más importante para reflexionares a quién se dirige esa acción y, por qué y por quién se asume ese acto. No obstante, antes de continuar, cabe aclarar porqué la primera connotación de cuidado es planteada en términos negativos. Lo es, desde mi punto de vista, en la medida en que se anula o suprime el deseo o la voluntad de la persona a quién se dirige ese cuidado. Sin embargo, en lo que respecta a la segunda significación, su positividad no es inherente a la esencia del término puesto que también implica una anulación mucho más peligrosa, que es la de unx mismx. Será realmente “positiva”, auténtica y provechosa cuando el ejercicio del cuidar con todo lo que esto conlleva, sea bien (re)dirigido.

Entramos entonces a la cuestión central del tema: las mujeres y el cuidado. Si tenemos presente lo anteriormente comentado se detonan varios interrogantes por indagar en estos temas:¿A quién dirigimos el cuidado? ¿Cómo, por qué y por quién lo hacemos? ¿Para qué? ¿Es un instinto natural o, en su lugar, una responsabilidad impuesta? ¿Será el cuidado una conducta que nos reafirma y dignifica en la condición de nuestro género? ¿Cómo reapropiarnos de esta acción de manera tal que se oriente a desarrollar situaciones favorables para nosotras mismas y, por qué no –pensándolo ambiciosamente– también para nuestro entorno?

Nos encontramos justo en un momento que amerita pensar estas cuestiones con la conciencia plena en el acto simultáneo de deconstruirnos y reinventar quienes somos y, quiénes podemos y queremos ser. Muchas mujeres, desde la infancia, hemos sido instruidas para ser o comportarnos de forma adecuada, hecho que implícitamente nos anula ciertas libertades y estimula la idea de que debemos de ocuparnos de otrxs. Siempre hay alguien más: los padres, las madres, lxs abuelxs, lxs hijxs, lxs tíxs, lxs hermanxs, lxs novixs, lxs esposxs, lxs amigxs, nuestro rol es operar como mediadoras armoniosas portando el estandarte del bienestar ajeno. A veces nuestra acción parece devenir de forma instintiva, nata,  natural como producto del cuidado de connotación “positiva” que hemos mencionado anteriormente; sin embargo, en otros tantos escenarios de análisis posibles, en realidad, nuestra conducta obra por asimilación del concepto de cuidado “negativo”, puesto que se  ha regulado y adoctrinado tanto nuestra identidad, que debemos hacer un gran esfuerzo para discernir entre la esencia de nuestro impulso y aquello aprehendido que funciona en nuestra conciencia a modo de garantía, promesa o “camino correcto” que nos conducirá como mujeres a una verdadera realización. Sin llevar el asunto más lejos, sería entonces pertinente hacernos esta pregunta ¿y nosotras qué?

El hecho de que, como mujeres, cuidemos y nos ocupemos de otrxs implica, en muchas ocasiones, pequeñas micro renuncias a nuestra propia yo. Las relaciones y vínculos que establecemos con nuestro entorno nos sitúan en un rol de procuradoras de un bienestar socioafectivo – muchas veces a un nivel muy elemental. Este papel de procuradoras que sostengo representamos y llevamos a cabo (sin un previo cuestionamiento razonablemente necesario) no engendra ningún tipo de capacidad de autonomía que fomente una construcción de una identidad íntegra para la mujer. No hay tiempo para un “por y para mí” que nazca desde la entraña del deseo debido a que constantemente estamos retirando la mirada de nosotras mismas para ceder en nuestras conquistas diarias y guiar o acompañar las de otrxs.

Estas reflexiones no debieran interpretarse como un llamado al egocentrismo o, al narcisismo, y mucho menos al ensimismamiento. Pero sí es una invitación a repensarnos desde el autocuidado, el cual implica la acción y movilización, en primera instancia, desde el interior de cada una de nosotras. Persiguiendo el horizonte de ser lo suficientemente capaces para redirigir esa energía que solemos volcar en otrxs, a la ocupación de nuestro propio ser. Considero que esa sería una sensata noción del cuidadoen la que no se ejerce la práctica por obligación, por conducta incorporada ni tampoco por instinto. En su lugar, lo hago porque así lo decido, porque lo razono y asumo que lo quiero tanto conmigo misma como para con otras personas ¿Quién mejor que una para atreverse a experimentar, a prueba y error, sobre qué es lo mejor para mi propia yo? En este marco lleno de posibilidades, puedo, asumir primero el simplemente ser por y para mí y, luego de hacer ese difícil ejercicio que implica aceptar mi existencia, emprender un compromiso consciente –cuando así lo sienta- de custodiar y coexistir con el cuidado que pueda brindar a otrxs.

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Carolina Belén González. (Buenos Aires, 1990) Licenciada en Arte y comunicación digitales por la Universidad Autónoma Metropolitana. Ha exhibido sus proyectos artísticos dentro del marco de exposiciones colectivas de arte digital en México y muestras virtuales internacionales. Colabora como asistente de investigación en proyectos académicos que abarcan los campos interdisciplinarios entre arte, filosofía, género y tecnología.

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¿Quién cuida a quién dentro de la militancia y el activismo cultural y político?

Una mirada feminista de la “ética del cuidado” en las colectividades

Por Tibisay Mendoza

imagen: En la calle te crees el Che, en tu casa eres Pinochet»/ Lily Cursed

Hace una semana atrás en mi país se suscitó una denuncia de violencia sexual por parte de una compañera, una activista internacionalista que venía en cooperación y voluntariado a permanecer en un espacio comunitario donde varios colectivos políticos y culturales hacen vida en función al accionar una zona agrícola comunitaria y de formación, cosas que en mi país siempre ha sido una carencia por décadas. Esa denuncia nos puso en estado de alerta a las feministas y asimismo nos preguntábamos ¿sino estamos a salvos dentro de nuestros propios espacios de luchas, entonces cómo nos cuidamos todes? A su vez me preguntaba en lo individual ¿entonces el mundo de la izquierda, es un mundo de hombres pero además de hombres machistas que además al parecer responden solo a los pacto de la fatria?

Vivimos en una sociedad donde el patriarcado es funcional al capital y a su vez el capital afecta al patriarcado haciendo que se recrudezca y se fortalezca. Así lo menciona Rita Segato dentro de sus tantas entrevistas sobre cómo se construyen la sociedad patriarcal[1]. Por otra parte entendemos que no pueden existir espacios comunes anticapitalistas, decolonial, sin estar consciente cómo se articula estos dos “ordenes” históricos como señala la antropóloga Segato. Cuando un hombre dentro de un espacio mancomunado y de accionar en una comunidad colectivista ejecuta una escena de poder machista llevándola a su máxima consecuencia como es la agresión sexual, violentando con afán de consumir un cuerpo de una mujer, y forzando a la conquistualidad del poder, el patriarcado al igual como los hábitos del capitalismo, del colonialismo han ganado nuevamente y por lo tanto “ningún patriarcón hará la revolución[2]

De los cuidados y los feminismos

Varias críticas casi peyorativas hablan de la visión que tenemos algunas feministas en el tema de cuidados, uno de lo más contiguo es la sentimentalización del cuidado[3]. Se nos ha tildado de propiciar un “pensamiento maternal” de codependencias en el operar colectivo. Sin embargo, hay una defensa sobre las múltiples teorías entorno a la “ética de cuidado”. Para algunas y algunos esta teoría solo se basa en estar consciente y luchar por la reivindicación (sobre todo económica) de quién es la sujeta que apoya, sostiene o labora para mantener a seres que necesitan de ser cuidados por causas de salud o de crecimiento como son los infantes, entre otros, y por el otro lado existe un ecofeminismo que se centra en repensarse las relaciones humanas y sus vínculos con la naturaleza en torno a la “ética del cuidado” en miras a una sociedad pospatriarcal[4]Adherido a esta malgama teórica tenemos recientemente otra “ética del cuidado” y de acción colectiva que ha empezado a emanar desde los feminismos y que permite dar frente a la violencia machista que cada vez va en incremento.

En este caso me referiré a este último postulado y eje de acción. Hace un mes leía una anécdota de cómo varias chicas (jóvenes) de una barriada Argentina habían encontrado la manera de cuidarse entre ellas para salir a rumbear (salir de fiesta) las chicas describían el entorno común como una zona lo suficiente violenta, machista y caracterizada por varios femicidios perpetuados, estas consecuencias habían territorializado la ética del cuidado popular y cómo el feminismo popular investigaba sobre los hechos de violencia de la localidad, narraban como iniciaban estrategias formativas en el barrio en materia de género y la prioridad de explicar a las jóvenes y a la población general el tema del consentimiento sexual[5]esa historia me hacía pensar en mi país en ¿cómo era la dinámica en mi país?

Acá nos hemos acercado a entender lo que implica esta “ética de cuidado”. Aunado a ello vivimos en una crisis de toda índole: económica, social y política, por dar un ejemplo no tenemos cifras oficiales que nos permita monitorear la violencia de género pero estamos consciente que la problemática va en aumento. En tal sentido, algunas feministas se han dado a la tarea de ir a la calle a denunciar y presionar a la “justicia”, otras se han dado la tarea de hacer acompañamiento a los familiares en casos concretos de femicidio y otras han diseñados estrategias para monitorear estas violencias a través de plataformas tecnológicas que son conocidas por algunos grupos feministas y por otros no. Estas tareas refuerzan el crecimiento dentro de la “ética de los cuidados”. Sin embargo, a pesar del esfuerzo, el tiempo y la dedicación todavía no somos mayoría, algunas son consecuentes y todavía no hemos terminado de concretar y aterrizar esas redes de apoyo, que a su vez salga de las bases y sea lo suficiente visible creo que estamos en ese proceso. Es una ardua tarea en un país polarizado por la política y los feminismos no están ausentes de tal situación.

Por otro lado en mi país la formación en temas de historia del feminismo, violencia de género, el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo, entre otros, están presente en el quehacer de los diferentes grupos feministas sobre todos centrado en grupos de mujeres de diferentes clases sociales pero son muy pocos los hombres que se acercan a estos espacios, aunque si bien es un hecho importante este accionar, al parecer se necesita de mucho más para que podamos construir comunidades verdaderamente colectivas, libre de violencia, de entender los feminismos como diversos, plurales y transversal al Estado, de tejer vínculos por encima de los proyectos histórico de las cosas.

 

Comunidades colectivista, y los cuidados

«Retejer vínculos no puede ser para una finalidad inmediata.
La meta histórica tiene que ser el ser comunidad» Rita Segato 2015

A raíz de la denuncia que mencioné dentro de mis primeros párrafos que a su vez fue avalado por un comunicado oficial por diferentes organizaciones políticas, comunicacionales que hacen vida en el espacio me llamó mucho la atención que se solicitaba practicar la formación feminista y fue allí justo en ese párrafo del comunicadoque reflexioné que siempre va faltar hacer más.

He reflexionado mucho estos días esa especie de manía entre algunas feministas venezolanas de estarnos comparando con los feminismos foráneos esa causa nos ha traído sus consecuencias, observo que tenemos construidos métodos parecidos a los feminismos de afuera, siempre tenemos un referente exterior, yo también lo tengo. No fue sino hace poco que hubo un debate corto pero condensado que se mencionaba sobre el hacer un feminismo a la venezolana, crear identidades feministas donde podamos reconocernos y me preguntaba ¿cómo somos las venezolanas? Bueno, de verdad nos encanta crear vínculos de hecho a pesar que hemos sido invisibilizadas, las mujeres venezolanas son las que más se organizan en sus comunidades, tienen capacidad para trabajar de manera horizontal y tienden a la colectividad, eso lo vemos en espacios populares, espacios comunes, esa es una fortaleza que a pesar que algunas se acercan más al “sentimentalismo del cuidado y al pensamiento maternal” también otras entendemos que la dinámica del cuidado podrían ayudar a formar esas redes que tenga cómo fin último hacer comunidad.

Los hombres y las mujeres que se acercan a espacios colectivos deben tener claro varios valores necesarios como es la reciprocidad, la justicia social, la armonía de las relaciones (implicando todas las relaciones humanas y no humanas) poder entender que hay formas de convivencia posibles fuera del colonialismo de eso realmente se trata los cuidados colectivos que buscan sociedades comunitarias más justas, las feministas venezolanas tan diversa como nuestra cultura busca esos valores y debemos seguir armando estos discursos para que no suceda en ningún espacio colectivo, comunitarios, familiares hechos de violencia.

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[1]Video a Rita Segato. Serie 14 entrevistas en reunión anual del Grupo Permanente de Trabajo sobre Alternativas al desarrollo, en mayo de 2018 en Ecuador. https://www.youtube.com/watch?v=CqdFtS208T8

[2]La consigna de Rita Segato en la marcha del 8 de mayo del 2017 en Madrid, España.

[3]María Luz Esteban. Los cuidados, un concepto central en la teoría feminista: aportaciones, riesgos y diálogos con la antropología. Revista 22 (2) Quaderns-e.

[4]Maristella Svampa. Las fronteras del neoextractivismo en Ámerica Latina: Conflictos. 2017.

[5]Eleonor Faur y Maria Alcaraz. Una ética del cuidado popular. Revista Anfibia http://revistaanfibia.com/ensayo/una-etica-del-cuidado-popular/

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Tibisay Mendoza. Licencia en Letras por la Universidad de los Andes, Venezuela con diplomado postgrado en Técnicas de Información y Comunicación por la cátedra de la Unesco del Instituto Pedagógico Latinoamericano y Caribeño Habana, Cuba. Redactora, bloggera, investigadora, comunicadora y docente instructora en Lenguaje y Comunicación, en diferentes institutos universitarios. Feminista y activista del movimiento de autoayuda (Self help) y el autoconocimiento por la descolonización de nuestros cuerpos.

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La rabia y la calma

Por Emma González

Foto de twitter por 

Hemos hecho de todo. Sí, hasta incendiar estaciones de autobús y hacer pintas en monumentos históricos,que representan la legitimación del poder, los ideales utópicos y las ideas memorables que sirven para forjar una identidad colectiva.

      Las pintas fueron hechas en un tono de protesta, que no se olvide eso. No fue al calor de la victoria por ganar un partido de fútbol, ni en medio de un carnaval o una procesión. Tienen por objetivo materializar lo que se ha dicho miles de veces, con formas igualmente diversas: el hartazgo, el enojo y la desesperación, ante lo que parece inoperancia e indiferencia, una pésima combinación que no es de hoy.

     La justificación o no de la violencia, merece un análisis mucho más profundo que cualquier opinión. Porque en medio de este enunciado existen una serie de aristas a escudriñar. Violencia también es la omisión de las autoridades, violencia son masacres, desaparaciones, violaciones, hostigamiento, acoso y un largo etcétera.

      La protesta feminista del 16 de agosto provocó opiniones divididas que permiten identificar y afinar posturas. Si hoy, ante este panorama, hay que tomar una posición y estar de un lado, yo estoy con las chicas que fueron a pintarrajear el Ángel de la Independencia.

     La protesta fue tolerada por las autoridades de la Ciudad de México. No fue reprimida y hasta donde sé no hay detenidas. Aquí nos metemos a otro vericueto de la ecuación. Porque la acepción de la palabra tolerancia es amplia.

     En México tenemos un museo de Memoria y Tolerancia, que entre otras cosas, habla o pretende hablar de las terribles consecuencias por el uso desmedido del poder.  Pero también tenemos la frase histórica de Díaz Ordaz en la que tras la tolerancia, justificó en su discurso con motivo de su IV informe de gobierno el 1 de septiembre de 1968, el uso excesivo de la fuerza militar y policial que usaría un mes después en la matanza a estudiantes, por todo mundo conocida. “Hemos sido tolerantes hasta excesos criticados, pero todo tiene un límite”[1]y el Congreso de aquel entonces lo interrumpió, para aplaudirle. “No podemos permitir ya que se siga quebrantando irremisiblemente el orden jurídico como a los ojos de todo el mundo ha venido sucediendo” prosiguió.

     La jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, primera mujer electa de esta ciudad, pronunció un discurso luego de la protesta en el que parecía más preocupada por hablarle o amenazar a sus adversarias políticas, que por entender y dialogar con las ciudadanas que se le pusieron enfrente, para exigir una vez más, una investigación, de menos creíble.

     Su discurso, la rueda de prensa y el acto para lavarle la cara a su gobierno que organizó con otras feministas, fueron las reacciones ante la exigencia de una investigación por la denuncia de violación hacia  una niña, por policías.

     En el evento que llevó por nombre: “Cero impunidad y justicia absoluta para las mujeres y niñas víctimas de violencia” donde se expuso un poco  de todo; en lo estructural, representantes de organizaciones feministas expresaron la necesidad y la exigencia por saber aspectos muy concretos traducido a acciones, pero sobre todo a resultados como el seguimiento a los secuestros de mujeres en el metro y la evaluación de  los programas de éste gobierno que solo han sido anunciados.

     También hubo discursos políticos, sumamente lamentables como el de la Senadora morenista Malú Micher que tuvo la audacia, misma que hay que reconocerle, de decir que  “sí nos están cuidando, no nos están violando, pero donde lo han hecho, lo están corrigiendo y hay que seguirlo corrigiendo”[2]Nadie niega que hay que corregirlo, pero de eso a que lo estén haciendo, hay una realidad que pone sus palabras en entredicho.

     De la misma forma se habló de la confianza y del orgullo que sienten algunas de esas feministas invitadas, hacia la jefa de gobierno. Nunca está de más el manifiesto de las muestras de cariño, pero en las acciones de gobierno, incluso al margen del feminismo, es importante respaldar las palabras de orgullo y confianza con resultados.

     Ahí es donde se ha fallado, en los resultados. Es la confianza la que se ha minado. “Me cuidan mis amigas, no la policía” fueron unas de las consignas de la protesta, encabezadas sobre todo por jovencitas, quienes ocupan un número importante en las cifras de feminicidio, secuestro, violación  y desaparición. [3]

     El feminismo es un movimiento social sumamente diverso y complejo,  principalmente en lo político, aspecto que algunas mujeres hemos decidido tomar muy en serio. Porque habla directamente de nosotras, pero sobre todo, habla con nosotras y por lo tanto hace que entre nosotras hablemos, no solo de nosotras mismas, sino también de nosotras en relación a lo demás.

     Como toda creación humana, el feminismo no está exento de contradicciones y desigualdades, donde lo acrítico puede anidar por momentos discursos supremacistas, victimistas (sin que por ello deje de reconocer a las víctimas) no está libre de incongruencias y tiene una cantidad infinita de sesgos y rezagos. ¿Y?

     Vaya, ¿Es que por qué tendría que ser distinto? Tampoco es algo con lo que no sepamos convivir. Ahí tenemos a las religiones, por ejemplo, que promueven la pureza y sienten estar hechas de una sola pieza y están plagadas de terribles y aberrantes contradicciones, como la pedofilia, ampliamente conocida y hasta tolerada por sus seguidores, quienes se denominan a sí mismos como bondadosos. Si tenemos éstas y otras manifestaciones aprobadas como bondad, ¿por qué entonces pensamos que el feminismo tendría que ser prístino?

     Aunque muchas personas puedan pensar lo contrario.El feminismo no es una logia. Ni todas estamos de acuerdo todo el tiempo, ni todas pensamos igual. Y al feminismo siempre hay que cuestionarlo. ¿O cómo piensan que hemos sobrevivido y nos hemos fortalecido, si no es a partir de la crítica constante desde el interior del propio movimiento? No crean que las feministas no sabemos de nuestros talones de Aquiles, de nuestras discusiones inacabadas. El desarrollo de literatura y la constante tensión entre nuestras posturas personales y políticas dan cuenta de ello. También sabemos de la descalificación y el escozor que causa entre sus más reacios detractores. Y hemos sabido lidiar con ello.

     En el feminismo estamos quienes queremos. Se está por convicción y del mismo modo, se pueden retirar. Hay un trabajo personal de pormedio para autoadscribirse -o no- como feminista. No hay un sacramento, ni nos otorgamos credenciales vitalicias de miembros preferentes. Tampoco hacemos examen de admisión para calificar  ante el feministrómetro. El feminismo, con todo y sus inconsecuencias (que siempre están muy preocupados por señalar ) es un espacio seguro que construímos entre muchas. Para hacer algo que al menos los gobiernos y parte de la sociedad no han hecho: Escuchar y acompañar.

     Habrá para quienes estas dos cosas les parezcan menores, pero cobran relevancias cuando tenemos un panorama desolador como el que hemos venido teniendo en México desde antes de iniciarse esta guerra absurda por Calderón.

     Las feministas conocemos perfecto donde quedan los tribunales, nacionales e internacionales, las oficinas de gobierno, con todo y sus procesos, algunos muy caducos. A bote pronto, puedo enunciar de menos dos acciones sustantivas en el marco de la ley, (para los que se preocuparon por salvaguardar el estado de derecho y la cultura de la legalidad  con motivo de las pintas) en distinto niveles que se han hecho desde el feminismo: La obtención de la llamada  sentencia Campo Algodonero contra el Estado Mexicano, ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos[4], y en consecuencia  el desarrollo y monitoreo en todo el país de la Ley General de Acceso a una Vida Libre de Violencia. Si no saben qué son, les invito a leer. [5]

     Nos hemos organizado, hemos formado grupos, asociaciones políticas, civiles, colectivas[6]. Hemos hasta trabajado, a veces gratis desde las oficinas de gobierno, como consejeras,[7]de la mano, como a veces parece hay que llevar a las autoridades. Hemos estado ahí en muchas de las mesas de diálogo de muchos gobiernos.  Se ha intentado comunicar el problema desde el periodismo, creando agencias especializadas[8], desde el arte[9], con innumerables iniciativas, se han denunciado a gobernadores ante las instancias correspondientes  y a otros  corruptos que hacen actos tan abominables como la  trata de niñas.[10]

     Se han señalado las fallas, se ha trabajado para repararlas, se han  mapeado las problemáticas[11], no desde una oficina de gobierno que cuenta con presupuesto suficiente, sino desde el ámbito civil, con recursos propios.

     Se han creado instancias gubernamentales a todos los niveles,[12]se han instalado comisiones en la Cámara de Diputados y en congresos locales,[13]se ha trabajado en propuestas económicas para la asignación de recursos a programas para una vida libre de violencia hacia las mujeres y otros, se ha monitoreado el presupuesto asignado[14], se han creado Tribunales de Conciencia[15]para exponer la actuación de las autoridades e informar a la ciudadanía, se han retomado los Encuentros Nacionales Feministas, para promover puntos de acercamiento a nivel nacional, [16]se han creado protocolos de actuación en distintos niveles y sobre diferentes problemáticas[17], se han hecho memoria de los feminicidios,[18]etcétera. Todas y cada una de estas acciones y otras, muchísimas otras más,  han sido impulsadas desde el ámbito feminista.

     Pero así como enumero las acciones feministas, también puedo enumerar con una facilidad apabullante al menos 7 feminicidios: Nadia Muciño[19], Ernestina Ascencio[20], Lesvy Berlin[21], Mara Castilla[22], Adriana Morlett[23]o Marisela Escobedo[24],  a quien vimos caer muerta en la puerta del palacio de gobierno de Chihuahua[25], tras una bala en la cabeza, luego de ir a protestar por el feminicidio de su hija Ruby Fraire [26]

     Es duro tener al duelo aguijoneando la memoria. Más duro es aún, ver a sus familias de frente, hablar con sus madres que te miran con una tristeza inconmensurable, donde el llanto es constante, igual que su resistencia infinita a la implacable muerte de sus hijas a través de actos llenos de crueldad. Ininteligibles, difíciles de dilucidar. Es vergonzante dolerse frente a ellas y frente a muchas otras. Por favor. No nos pidan calma. Qué calma quieren que tengamos si hace mucho tiempo que nos la arrebataron y no solo a las feministas.

Las feministas estamos furiosas y no nos vamos a calmar.

[1]https://www.youtube.com/watch?v=izxy42v7Mfk

[2]https://www.pscp.tv/w/1MYxNdMkORLGw

[3]https://www.animalpolitico.com/2019/04/crecen-feminicidios-violaciones-cdmx/

[4]http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_205_esp.pdf

[5]https://www.gob.mx/conavim/documentos/ley-general-de-acceso-de-las-mujeres-a-una-vida-libre-de-violencia-pdf

[6](algunos poquísimos ejemplos)  https://cimacnoticias.com.mx/node/57052https://cladem.org/mexico/

https://www.facebook.com/morrashelpmorras/

https://gire.org.mx/

http://catolicasmexico.org/ns/

http://www.scielo.org.mx/pdf/argu/v25n69/v25n69a13.pdf

[7]https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/331211/convocatoria-inmujeres-organos-auxiliares.pdf

[8]https://www.cimacnoticias.com.mx/

[9]http://micgenero.com/http://www.gaceta.unam.mx/las-reinas-chulas-y-las-heroinas-del-68/

[10]https://aristeguinoticias.com/1408/mexico/lydia-cacho-denuncia-mario-marin-esta-en-puebla-no-lo-detienen-porque-esta-protegido/

[11]https://www.eluniversal.com.mx/tag/maria-salguero

[12]http://puntogenero.inmujeres.gob.mx/madig/igualdad/seccion4.html

[13]http://www.aldf.gob.mx/archivo-b44079545c7b92cb7ca84ab11314bcf0.pdf

[14]http://2006-2012.funcionpublica.gob.mx/index.php/transparencia/contraloria-social/observatorios-ciudadanos

[15]https://www.cimacnoticias.com.mx/node/64662

[16]https://www.facebook.com/ENF2019/

[17]https://www.gob.mx/conavim/documentos/protocolo-para-la-atencion-de-la-violencia-contra-las-mujeres-en-razon-de-genero-2017

[18]https://fridaguerrera.blogspot.com/2019/01/2019-una-historia-diferente.html

[19]http://cmdpdh.org/casos-paradigmaticos-2-2/casos-defendidos/caso-nadia-alejandra-mucino-marquez/

[20]https://www.cimacnoticias.com.mx/node/44002

[21]https://es.wikipedia.org/wiki/Feminicidio_de_Lesvy_Berl%C3%ADn

[22]https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-41303542

[23]https://www.eluniversal.com.mx/articulo/metropoli/cdmx/2017/05/4/adriana-morlett-el-feminicidio-que-marco-cu

[24]https://es.wikipedia.org/wiki/Marisela_Escobedo_Ortiz

[25]https://www.youtube.com/watch?v=QNvgrEKedsw

[26]https://www.cimacnoticias.com.mx/etiqueta/rub-marisol-frayre-escobedo

[divider]

Ema Gonzalez. Feminista, psicoanalista, ha colaborado en diversas organizaciones de la sociedad civil con temas relacionados a derechos humanos, factores discapacitantes debido a la violencia, incluyendo violencia de género, acceso a la justicia y acompañamiento terapéutico y psicosocial a sobrevivientes de violaciones graves de derechos humanos. Colabora en 17, Instituto de estudios críticos, en la Clínica Jurídica del Programa Universitario de Derechos Humanos de la UNAM, Foro Psicoanalítico Mexicano, entre otros.

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ilustración por Liz Misterio

No se nace mujer, ni se llega a serlo.

por María del Carmen González

Es momento de romper, de hacer un llamado a las afinidades y establecer los criterios necesarios para revivir en situaciones de revuelta frente a las agresiones de la heteronormatividad, hay que tener claro el papel del cuerpo trans-cuir-nobinario en la guerra social, cuerpo por oposición a las representaciones de estabilidad, cuerpo – territorio de tensión, cuerpo en que florece la rebelión, agentes de desorden. Hay mucho ruido, necesitamos que se callen para responder al llamado de las otras.

Para acuerpar la ruptura a las categorías binarias, necesitamos romper con la mujer, construcción histórica para explotarnos y marginarnos, sin embargo, existe un pasado doloroso, la mujer es consecuencia de los experimentos desarrollados para generar una imagen y establecer relaciones de poder que se fundan y determinan desde la anatomía. Apelar a esta última como única posibilidad de alianza antiautoritaria es una señal del fracaso, ya que ese perpetuar las imágenes que contienen la producción de subjetividad, con un discurso biologicista, que apela a defender una opresión, es una trampa, nadie necesita a la mujer, ya que está supeditada a los engranajes de normalización corporal con la única finalidad de controlar un cuerpo que pertenece al estado y al mercado para una expansión política futura; garantiza la continuidad de los efectos de uniformación del discurso.

La mujer es un elemento constitutivo de la modernidad, se definió como mujer biológica, basada en una pedagogía médica, arma que permite articular las políticas de higienización y persecución social, en tanto que sostienen el mantenimiento de un cuerpo especifico, que a su vez, pone de manifiesto el funcionamiento eficaz de amoldar los cuerpos y sus prácticas, de manera indirecta su necesaria invención, es un símbolo de lealtad para legitimar una visión concreta; a su vez, se ve atravesado por sistemas de regulación sexual, saberes y dispositivos disciplinarios de moralización y medicalización del cuerpo, y en su dimensión simbólica, plantea un clima de sospecha para mantener una jerarquía ¿Quién es mujer, qué mujer cumple con los requisitos y cuáles son los valores morales implicados en estas? Así se produce un apartheid en el feminismo.

No es casualidad que el papel de la mujer en las crisis del capital, en las posguerras y la creciente manifestación del fascismo este bajo la lupa la identidad, se torna evidente con mensajes totalitarios de expandir democracias, reconfiguración de políticas ambientales y la glorificación del estado.

Si una de las condiciones para agregarse como sujeto a las distintas luchas políticas es compartir opresiones, no hay opresión que no tenga un rasgo de criminalidad, que, en la cotidianidad, se vuelca sobre el cuerpo la lógica de muerte del sistema capitalista, los transfeminicidios son una de las develaciones más crudas de aniquilamiento a la diferencia radical, en pocas palabras existe una maquinaria de control que se mantiene criminalizando la existencia de lo que no opera dentro del marco binario y permite el recrudecimiento del régimen occidental a partir del ideal regulatorio, la peligrosidad social a partir del comportamiento sexual y su consolidación.

La respuesta es la furia, no el odio, aprender a responder, desarmando y desarticulando el discurso que impera en el feminismo hegemónico, no para pelear un espacio, sino para tener las armas de construir otro, en donde sea necesario, pero teniendo claro que no así.

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ma.carmenMi nombre es María del Carmen González y soy mamá de Batman, experiencia que me gustaría repetir, pero ahora quiero a La Mujer Maravilla. Tengo dos hijas caninas, me gusta la pornografía y las drogas. Me gusta ese feminismo que es incómodo para las institucionales, me han cerrado espacios. Me gusta David Bowie, New Order. Me gusta leer y no me gusta el lugar donde trabajo.

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Entrevista a la colectiva Hijas de la Luna

por Liz Misterio

Liz Misterio.- ¿Cómo surge la colectiva “Hijas de la luna”, y quiénes la integran?
Hijas de la Luna.- La colectiva Hijas de la luna es de reciente creación, se origina en el año 2016, por parte de Ekanna Ruiz, mujer grabadora, integrante de otras colectivas feministas, activista política y filósofa. Surge con la idea de impulsar, visibilizar y mantener la gráfica de las mujeres desde nuestros diferentes espacios. Algunos de estos espacios son los medios virtuales, se comenzó por dar a conocer el trabajo artístico de tres integrantes de la colectiva a través de la creación de un facebook e invitar a nuestras amistades a verla y consumirla, es decir, la idea también era la venta o trueque de la obra.
También, se hicieron invitaciones para mostrar los trabajos de las amistades, es decir, se comenzó a tejer una red de compañeras de manera virtual, pues en la vida diaria ya éramos conocidas.

Con el tiempo, se decidió que no era suficiente impulsar el grabado solo por las redes y se comenzó a promover exposiciones en diferentes espacios, desde lo académico hasta lo autogestivo, ya que ésta última es la principal fuente de trabajo; o cualquier espacio que se considerá certero para llevar
las obras. Así, se dio paso a la primera exposición en el Centro Cultural La Pirámide, titulada: “Descolonizando los cuerpos de las mujeres”, en el 2018; teniendo buena aceptación por parte del público y asistentes al centro cultural. Cabe mencionar, que el trabajo va de la mano con el incentivo económico, es decir, se promueve la venta de las obras y para lograrlo se creó una red de mujeres comerciantes –artistas para acompañar las exposiciones con una Bazar Ambulante Feminista.

Pero al mismo tiempo, se pensó que este compromiso que intentaba visibilizar el trabajo de las artistas, visibilizar las luchas y resistencias de las mujeres a partir de los diferentes feminismos plasmados en la gráfica, no era suficiente y que seguía siendo un grupo pequeño con cambios de integrantes constante. Así que, se comenzó a formar una nueva idea de trabajo, buscar espacios
para dar talleres de gráfica para mujeres, primero se comenzó en casa de una compañera y después el lugar que abrió las puertas para ello fue la Escuela de Cultura Popular Mártires del 68, ello fue posible gracias a Ekanna Ruiz quien contaba con ese medio de comunicación en ese momento.
Aquí, unas palabras de la compañera Ana Laura, (Lala Malo), integrante de la colectiva Hijas de la luna:

Todo comenzó con un trueque que realizamos Erika (fundadora de la colectiva Hijas de la luna) y yo, este encuentro fue la antesala para desarrollar una historia en común.
De este encuentro derivaron otros más en los cuales nos fuimos conociendo, supimos nuestros intereses, que nos preocupaba, que nos gustaba, en que creíamos, etc.
En una de esas charlas ella me comentó que abriría un taller para enseñar las técnicas del grabado en linóleo, fue ahí cuando descubrimos que éramos vecinas, esta era una circunstancia demasiado casual como para no aprender algo nuevo y conocer a más chicas.
En breve, a partir de este taller inicia nuestro trayecto juntas pues aunque no hubiera clases de grabado yo iba su casa y pues pasábamos así las tardes, ella me enseñaba, yo aprendía y nuestra amistad se cultivaba.

En ese tiempo, se dio la oportunidad de que Erika pudiera dar un taller en un espacio autogestivo donde habitualmente se daban talleres mixtos (con poca audiencia femenina pues este espacio es frecuentado en su mayoría por varones), pero ella decide hacer un taller 100 por ciento separatista, de mujeres para mujeres, motivo por el cual me invita y en un ejercicio de apoyo yo decido acompañarla a todas las sesiones y generar una apropiación con el apoyo de todas las chicas que se sumaron.
A raíz de todo esto, ella y yo comenzamos a trabajar juntas, nunca supimos cómo pasó pero pasó (el que yo me integrara a la colectiva), supongo que fue a partir de todo el trabajo que realizamos… y bueno, en este momento, todavía nos encontramos trabajando juntas. Y tenemos más proyectos a futuro por hacer para que esto sea cada vez más grande y más compañeras se sumen a la aventura de militar, de crear y de compartir.

De estos talleres para mujeres y que se comenzaron a denominar feministas, por las propias integrantes, nació una nueva exposición “Letras feministas” la cual tuvo, de la misma manera que la anterior, su auge, llegando hasta las aulas universitarias de la Universidad Nacional Autónoma de México, en el presente año.

La colectiva Hijas de la luna no solo visibiliza, expone y da talleres, es en esencia activista, “porque lo personal es político” se hace presente en cada marcha ya sea de manera presencial, llevando grabados de manera gratuita que evoquen nuestras luchas, regala grabados digitales para su uso y descarga pública, etc.

Marcha por el aborto libre y Marcha de las catrinas en la Ciudad de México

Por otro lado, Jessica Swann, integrante de la colectiva Hijas de la luna nos regala un par de palabras:
Conocí a Erika en un bazar feminista y compré uno de sus grabados. Regresé momentos después para preguntar si daba clases de grabado, ya que había buscado algo así desde que me mudé a México, como un año y medio antes…Comencé a tomar clases para principiantes con ella y me enamoré del espacio que ella creó y con la práctica de hacer grabado. Tomé todas las clases que pude, y al final del año, ella me invitó a ser parte de la colectiva – un día muy feliz para mí.

por Jess Swann

Así pues, “La colectiva surge para visibilizar e impulsar el trabajo de las mujeres en el grabado, mostrar sus vivencias con el objetivo de crear conciencia sobre las diferentes formas de violencia a las que se enfrentan. En sus inicios se gestionaron talleres de manera itinerante para poder llegar a más mujeres, no solo otorgando un medio de expresión sino de empoderamiento. Derivado de esto, apoya en el ámbito económico, al adquirir un oficio, las participantes pueden poner a la venta sus trabajos obteniendo una fuente adicional de ingreso ejerciendo el comercio justo”.

L.M.- ¿Cómo describirían su obra?
H.L.- Preponderantemente feminista. Aquí algunos puntos:
* Es una postura política: “Lo personal es político”.
* Es un estilo de vida donde ésta es dignificada.
* Es un movimiento social de lucha política.
* Es una teoría social, filosófica y política.
* Es por el respeto a los derechos humanos de las niñas y las mujeres.
* Porque se está en contra de la violencia hacia niñas y mujeres.
* Porque se está en contra de cualquier tipo de explotación hacia las niñas y las mujeres.
* Porque se está en contra de la cosificación y el “ser para otros (as)” de las mujeres.
* Porque se está en contra de los feminicidios.

L.M.- ¿Por qué hacer gráfica feminista?
H.L.- La vida dignificada de cada una de nosotras las mujeres es lo que incentiva día a día, y los referentes son los puntos anteriormente expuestos, solo se anexaría tres puntos que ya se han mencionado pero que es importante resaltar.
*Visibilizar los trabajos de las mujeres grabadoras.
* Visibilizar las luchas y resistencias de las mujeres a partir de los diferentes feminismos plasmados en la gráfica. Ello, porque permea un ambiente de violencia mundial en específico, en contra de las niñas y mujeres. Y;
* A partir de la gráfica se busca erradicar la violencia y de cierta forma parcial, el
patriarcado; concientizando o haciendo llegar el mensaje.

L.M.- ¿Qué impacto buscan generar con su obra en el público?
H.L.- El impacto no lo crea la colectiva sino las mujeres que se acercan a ella para aprender grabado y llevar a sus espacios sus propias luchas.

L.M.-¿Colaboran con otras redes de artistas o activistas?
H.L.- Claro, así como la colectiva pasa sus conocimientos en relación al grabado, las compañeras que acompañan en cada taller o exposición tienen sus propios saberes, y si están dispuestas a compartirlo se busca el espacio para hacerlo. Un ejemplo de ello, es la serigrafía que también se dio por adjetivarse feminista, es decir, abrir un espacio para su creación, muchas veces, a partir del
grabado.

También, hemos tejido redes con las compañeras de Ecología y feminismo, quien, una de sus integrantes nos comparte sus saberes en relación a la ecología y la menstruación; de igual forma, se han tejido redes con compañeras que dan acompañamiento a chicas en situación de aborto, y también, con otras compañeras grabadoras de EEUU, Argentina, Costa Rica, etc.

De igual forma, en algunas universidades de la ciudad de México se han dado espacios feministas donde hemos sido invitadas a compartir, aquí un ejemplo, en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México.

[divider]

Puedes ver más de su trabajo en: Facebook e Instagram

Y puedes contactarlas para una charla amena, invitarlas a exponer o participar en alguna vendimia feminista escribe al correo: ekars_09@hotmail.com

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