Selección de finos memes para que se ría si está viejx, apenas va para allá o le da cosita verse a futuro.
Selección de finos memes para que se ría si está viejx, apenas va para allá o le da cosita verse a futuro.
Martha Wilson generosamente accedió a compartirnos algunas de sus obras más significativas:
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Martha Wilson (1947) es artista feminista pionera del performance y es, además, galerista. Durante los pasados 40 años creó obra fotográfica y de video explorando su subjetividad a través de los juegos de rol, el disfraz y las «invasiones»de otras personas. Es fundadora de la Franklin Furnace Archive, Inc. enfocada en el arte interdisciplinario.
www.marthawilson.com/
Texto y fotos: Ventiko
Era el 23 de octubre del 2007 y apenas me había escapado del medio oeste. Era nueva en la ciudad de Nueva York y aún no me había liberado del trauma de haber nacido en esa zona del país.
Mi única amiga de la secundaria y yo fuimos al Hotel Gershwin a ver a Armen Ra tocar el theremin. Había un asiento vacío a mi lado junto al pasillo. El concierto llevaba ya unos 15 minutos cuando una mujer cubierta con un velo oscuro subía por las escaleras y mi corazón comenzó a latir tres veces más rápido y mis manos sudaban. Ella se sentó junto a mí y yo traté de comportarme como si nada.
Después del hermoso concierto nos miramos a la cara y comenzamos a charlar. Le pedí si quería modelar para mí y lo aceptó, aunque siempre se había negado a propuestas así. Yo pasé el 2009 transformando el periódico que me encontraba en la calle en esculturas para una escenografía en la que Gypsy era la estrella.
Nosotras las clandestinas, las del underground, somos abrazadas por El Arte y la Cultura sólo por unos momentos antes de ser desechadas. Y no estamos limitadas a las categorías de masculino/femenino, blanco/negro, genio/loco.
Durante los pasados 11 años, tanto Gypsy como yo hemos florecido en el arte de ser mujer y ganado sabiduría mientras envejecemos con gracia.
Sin la maternal sabiduría que Gypsy ha ganado con sus experiencias de vida, nunca hubiera aprendido a aceptarme y amarme durante esos días oscuros. Para mí es una bendición tenerla en mi vida como musa y matriarca.
Texto: Gypsy
Conocí a Ventiko el 23 de octubre del 2007 en un concierto del exquisito Armen Ra (1) y su theremin en el Hotel Gershwin. Llegué tarde como siempre, principalmente por mi fantástico atuendo – un vestido de baile con falda de tafeta, guantes de cuero de ópera, el pelo atado en una mascada y no sé qué más. Todavía estaba a años de la completa transición pero, esa noche, mi vestido y mi persona eran la expresión de mi arte.
El único sitio vacío era junto a ella, y ahí me senté. Sentí que olas eléctricas corrían entre nosotros, sin ni siquiera habernos visto las caras ni dicho palabra alguna. Al final, cuando acabó el show, hablamos mucho sobre como por una hora e hicimos planes para colaborar.
Ventiko era una de esas típicas chicas del corazón de esta tierra que viajan a Nueva York buscando realizarse, o emociones y problemas. Y ella estaba bastante metida en eso último, sí que le di algunas ideas de mis habilidades de sobrevivencia en tierras salvajes pata ayudarle a organizar su vida. Desde entonces ha sido asombroso verla ejercer su fuerza, construir su vida, su arte y su comunidad.
En todos estos años he sido musa de sus estupendas construcciones precarias de tela de gallinero, periódico, cartones de leche o lo que sea. He trabajado con su estética intransigente y adoro los frutos de las colaboraciones que hemos hecho desde el 2009.
(1) https://en.wikipedia.org/wiki/Armen_Ra
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Ventiko. Es una artista conceptual que trabaja con fotografía, experiencias performativas y prácticas sociales, aclamada por la crítica. Su obra se enfoca en la (re)construcción de momentos no en el tiempo sino en el pensamiento para expresar posiciones sociales en cuanto a la sexualidad, la persona y el estado de la mujer actual. SU obra se ha visto en Corea, República Dominicana, la Tate Modern de Londres y ha sido publicada en infinidad de revistas como Artnet News, Hyperallergic, Vogue Italia, The New York Times, etc.
Way in y way out. Contracción-relajación. Dicotomías del camino.
Hablar desde la entraña y desde el espejo. Desde mi madre y su hija. Mi madre y su hermana. La selfie-novela extendida al paisaje de la piel y las profundidades del cuerpo.
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Por Enrique Guerrero
Entro al salón de clases, mis compañeros oscilan entre los veinte y veintiún años, somos treinta y dos alumnos, de los cuales veintiséis son mujeres; entre ellos, olvido que recién cumplí cincuenta y cinco años. Una de mis compañeras expone sobre los youtubers, así conozco sobre “Yuya” y sus 19 millones de seguidores, sobre Werever tu morro con sus 13 millones de suscriptores y sobre CaElike , mientras transcurre la exposición, siento un piquete intenso en la uretra, me doblo y siento que mi vejiga está a punto de estallar, me aflojo el cinturón, tengo muchas ganas de orinar, me aflojo el pantalón e inicio un conteo esperando que se me pase; sin embargo, la sensación es de que me estoy orinando, siento mucho ardor, y comienzo a gotearme la ropa, entonces, salgo corriendo rumbo al baño, antes de llegar tengo que apretar y una vez en el mingitorio grito —Yes, yes—, al pasar al lavabo respiro, me miro al espejo y marco una x en una lista imaginaria donde marco cada uno de los baños que he conocido, a la fecha conozco los veinticuatro baños que están en los mercados del sur de la ciudad, los baños que están cerca de las estaciones del metro, los que están cerca de la línea del tren ligero, los de las centrales camioneras, además de los de las clínicas del seguro social, los de Sanborns, los de las cocinas económicas y los terrenos baldíos. El problema de la incontinencia me limita la vida social y limita a mis familiares. Regreso al salón de clases y mis compañeras siguen con su exposición, oigo como desarrollan su tema, y pienso: Si me lanzara como youtuber, mi blog ¿Cómo se llamaría? ¿Quiénes serían mis competidores? ¿Quiénes se interesarían en el tema? ¿Cuáles serían mis palabras clave?
La incontinencia que padezco se llama “imperiosa” y se debe la mayor parte de las veces a que el que la padece está deprimido. El deprimido dicen que duerme mucho o no concilia el sueño, pierde el apetito sexual, y el interés en acicalarse; pero yo no tengo esos problemas físicos.
Las expositoras desarrollan su teoría acerca de la publicidad en los medios, y nos hablan de la relación entre la conversación filtrada en internet de un supuesto trío homosexual con Luis Gerardo Méndez y el estreno de la obra de teatro “Privacidad”, en ese momento volteo a mis lados y veo a mis compañeras — ¿Por qué será que no me han invitado a ninguna fiesta? y pienso, — Si un viejo actor famoso tuviera un ligue con una muchachita y las revistas de espectáculos lo filmaran gritando en la farmacia “Un viagra, un viagra”, ¿Eso sería suficiente para que el público volteara hacia los problemas de los viejos?
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Enrique Guerrero Pérez. Estudió Literatura dramática y teatro en la UNAM. Actualmente es director del colectivo Locomoción teatro, recibiendo con este tres reconocimientos PECDA.
Por Julia Antivilo
Cuando te aparecen las primeras canas, pues no pasa nada, te ríes haciendo bromas como que por fin tienes para tirarlas al aire, pero con la primera cana en el coño, comienzan miles de conjeturas sobre el peso condenatorio de sentirse vieja como un deshecho en esta sociedad patriarcal, y te asaltan preguntas ¿debo aterrarme? ¿me la saco y hago como que nunca la vi? ¿Qué me da miedo de eso? ¿Realmente me asusta? ¿Me gusta, me das más matiz? ¿La presumo? Y bueno cuando ya van varias es definitivamente mejor presumirlas, sentirte y desearte más.
Hace varios años atrás en Bogotá dando una conferencia performanceada que hablaba sobre el amor romántico, la monogamia y otros males, en el momento de las preguntas, una mujer levantó la mano para que le contara como lo hacía con respecto a la edad cuando decidía ligar con alguien. Mi respuesta a ese cuestionamiento fue un poco parcial pues di por hecho que hablaba de ligar con menores de edad, y fui políticamente correcta en decir que lo hacía solo con mayores de 18 años. Aunque reconocí que ha habido ocasiones en las cuales me he enrollado sexualmente con personas de 18 años y un poco más, es decir, mucho menores que yo, y que me había causado conflicto al verles tan chicxs. Pero tras conocerles y si no son realmente pendejxs, en amplio sentido desde sur a norte, o sea infantil o imbécil, ya decidía si me apetecía coger o no. Sin embargo, ella no quedó satisfecha con mi respuesta, más bien quería saber otra cosa, que yo había dado por sentada, y volvió a preguntar ¿y qué pasa con las personas de juventud acumulada, como yo? Y me enamoré de esa mujer y de su concepto genial con respecto a los años que acrecentamos llenos de vida. A lo cual le respondí encantada, y que me había cambiado la visión del paso de los años con ese término, pero que no tenía problema con ello. A pesar de que tampoco tenía tanta experiencia con personas mucho mayor que yo, pero no me causaba para nada un conflicto, ni duda.
Pensé estúpidamente que me había ligado a esa increíble mujer, la busqué al final de la conferencia pero no la encontré. En cambio, y para mi sorpresa, después de que conversara con varias personas al final de la conferencia performanceada, se me acercó una chica muy guapa y que realmente se veía muy joven, que ya había notado que me miraba con insistencia. Me dice que le gustó mucho mi conferencia y me da un beso en la mejilla y deslizándose hacia mi oído, me comenta que es mayor de edad. La historia la dejo aquí para sus mentes retorcidas, pero cuento esto por la importancia del concepto que aportó esa mujer de juventud acumulada para la epistemología feminista que poco encara el paso de los años o encarnar lo viejx, que es también político.
Sin duda acumular la juventud le toma el peso y le pone el cuerpo a un envejecimiento activo. Mucho hemos hablado desde un feminismo con un axioma centrado en la experiencia, que se ha analizado principalmente desde la experiencia del aquí y ahora, pero no de la que se acumula en el cuerpo como otro punto neural del feminismo, lo digo como invitación a reflexionar sobre cómo vamos encarando no solo las canas, que nos encanta también tirarlas al aire en el sentido metafórico popular … sino también, nuestros pliegues rugosos o el cansancio a veces funesto de saberse en un mundo machista de mierda … y corporizar en el propio cuerpo a la vieja de mierda (muy bien representada en Violencia Rivas) y sacamos la autoridad del devenir Señora, así con mayúscula porque esa es autoridad para no dejarse atropellar. Sólido devenir enriquecido con la sabiduría de la experiencia, la terquedad y la zorroridad[1] feminista.
Acumular la juventud o experienciar la juventud acumulada es vivirte en la alegría de seguir creciendo cada día con iniciativas comprometidas contigo misma y tus compañerxs por un porvenir mejor que el que nos bancamos en la actualidad. Si bien el cuerpo ya no resplandece de lozanía juvenil, el vigor no se acaba con el paso de los años sino te lanza a atreverte siempre a más y en eso el feminismo es un gran aliado. Esto no es una mera reflexión optimista después de tomar la opción de seguir bancándote este jodido mundo heteropatriarcal, sino es una certeza que he visto en muchxs feministas de juventud acumulada que son lo máximo, como por ejemplo; Eva Izquierdo, Carena Pérez, Ana Victoria Jiménez, Dora Barrancos, Mónica Mayer y un gran número más de bakanas feministas.
Quien no se atreve a más con los años es que no ha aprendido a vivir libremente. Aún no ha podido tejer entre la teoría y la praxis feminista. Loquillas de jóvenes, más locas de viejas, atrevidas y brujas sabias, ese debería ser nuestros horizontes libertarios si nos pensamos en el devenir de los años. Acumular juventud, mantener un espíritu libre y sanamente acumular años que valen la pena y la alegría de vivirlos. Encarnecer con orgullo desde las sienes al coño, y esas no tirarlas al aire pues duelen mucho, jajjaa.
[1] La zorroriedad es la capacidad de sentirnos en la astucia y en el glamour. La zorroriedad es tener la convicción de hacernos más cabronas con los años. La zorroriedad, así como su prima la sororidad, parte del reconocimiento mutuo y la complicidad para todo, especialmente en la maldad feminista.
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Julia Antivilo. Historiadora y artivista performancera feminista (Huasco, Chile, 1974). Ha escrito Belén de Sárraga. Precursora del feminismo Hispanoamericano, junto a Luis Vitale (2000) y Entre lo sagrado y lo profano se tejen rebeldías. Arte feminista Latinoamericano (2015), así como artículos en revistas sobre estudios culturales, el papel social y cultural de las mujeres y arte, género y feminismos. Es doctora en Estudios Culturales Latinoamericanos de la Universidad de Chile, hizo una investigación posdoctoral sobre Artivismo y disidencia sexual en América Latina (UAM). Colabora con los grupos de arte (y con sus archivos); La Pocha Nostra, Pinto mi Raya, y Producciones y Milagros Agrupación Feminista A.C.
por Rosa Borrás
Esta es una serie de fotografías digitales de un cuaderno de apuntes que inicié en 2007 y en el que he dibujado intermitentemente a través de los años, hasta el 29 de diciembre de 2017.
Los dibujos son autorretratos que narran mis cambios físicos y estados de ánimo. Son hechos a tinta (de pluma fuente o plumilla y tinta china). El cuaderno (cerrado) mide 16 x 11 cm .
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Rosa Borrás. Ciudad de México, 1963. Estudió diseño gráfico en la Escuela de Diseño del Instituto Nacional de Bellas Artes, EDINBA (l981-86) y artes plásticas en el Massachusetts College of Art (1989-94). Cursó el diplomado en Gestión Cultural Ibero Puebla (2008). Ha dirigido proyectos independientes como Estudios abiertos Puebla-Cholula y la réplica de Bordando por la Paz en Puebla. Actualmente se dedica a la gráfica y el bordado con temas políticos y sociales contra la violencia, por la paz y la memoria.
Sitio web: http://www.museodemujeres.com/es/artistas/index/21-borras-rosa
Por Magaly Cid
Abrió las puertas sin preguntar nada…
Me acosté con un latido radiante,
desperté sola sin contemplarme frente a él.
Solía sentarme en el sofá,
mirar mi silueta, simular sus manos:
abrazarme pensando en todo.
Rompí la luz para evitar las sombras,
para borrar figuras,
para no ver, no sentir.
El eco de sus palabras al emigrar
traspasaron mi caparazón,
rompiendo cada parte de mi alma.
En su comportamiento absurdo,
me llenó de dudas, de temor,
sin darme cuenta que aquel error no era mío.
Llegué a aborrecer mi piel,
mi rostro, mi vientre…
A sentirme ajena de cualquier muestra de amor.
Esa fotografía, esa imagen me perseguían,
mi inseguridad crecía al compararme,
me odié por el tiempo en mí.
Me acosté con un latido lento… fatigado.
Soñé con mar, con dulces,
con el vestido blanco que me quedaba bien.
Desperté…
Reaccioné…
Miré mis ojos, esos que ya no podía ver.
Soy yo, es mi ser.
Permanezco viva sin sus golpes,
sin los látigos verbales… sin él.
Al fin me miro,
estoy frente al espejo.
Todo es mejor:
todo está bien.
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Magaly Cid. Humano mujer… https://www.facebook.com/MaGaLy.CiD
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Helinä Hukkataival (1941 Helsinki, Finlandia) es una artista visual, performancera, profesora de arte.
La vida ordinaria, especialmente la cotidianeidad de las mujeres, sus acciones y objetos han sido la inspiración de mi obra, en la cual abordo principalmente el tratar de encontrar la universalidad dentro de experiencias personales.
por Adriana González Mateos
Esas escenas serán el centro de mi obra. Lady Macbeth es muy joven en ese momento y va vestida de colores claros, casi una novia, aunque cargada de responsabilidades que dan dignidad a su figura. Con esa compostura de ama de casa abre la carta y pasa velozmente sobre los saludos: sabe que a las efusiones amorosas no tardará en seguir una lista de instrucciones. Los espectadores se van a sentir incómodos sin saber por qué: más de uno sentirá una bestia emboscada en sus gestos, un rugir apenas domesticado. Parece una dama, pero viene de una selva anterior al castillo a donde está a punto de llegar Duncan, de ceremonias en grutas cubiertas de pinturas y plegarias a los árboles. Nada la prepara para encontrar, a mitad de la página, un mensaje dirigido a todo lo que se ha acostumbrado a suprimir. Al leer las palabras de las brujas, la señora de Glamis mira por encima de su castillo, de su vida conyugal, de su feminidad aprisionada en ese mundo de soldados. Su respuesta truena como un relámpago: unsex me here!
Toda mi experiencia, mis años de oficio van a ser desafiados para encarnarla, porque al avanzar en ese parlamento voy a ir envejeciendo por instantes, arrastrada por el tumulto de palabras enfebrecidas, hasta que al final tenga el aspecto, la voz de las brujas. El traje blanco se habrá teñido de un verde serpentino, el color de una esperanza letal. El de los bosques sublevados para destruir este mundo y afirmar que otro es posible.
En la cara de Roberto vi lo que quiero sentir en el público. Levantó su copa para obligarme a hacer una pausa. Bebí sin dejar de pensar en la invocación.
El calor del vino me calmó un poco. Traté de explicarme: a través de siglos muy convencionales se ha leído unsex me como una petición ortodoxa y para todo público: el natural femenino de lady Macbeth, inclinado a la compasión y a la culpa, ha de ser reemplazado por la crueldad indispensable a quien ha de asesinar a Duncan, alguien que según este pasaje ya no será mujer pero tampoco necesariamente hombre, sino un ser (unsexed) convocado por la magia. Que esta transformación no será sólo espiritual, sino física, se establece cuando suplica que la leche de sus pechos se convierta en hiel. Dos líneas antes la señora de Cawdor se refiere a la sangre: make thick my blood puede ser aplaudido por cualquier espectador del Globe como una metáfora más o menos obvia de la insensibilidad moral. Pero la sangre se hace más espesa cuando se acerca la menopausia: se llena de coágulos, fluye más lenta y más impredecible, más escasa. Lady Macbeth se aproxima a las brujas, empieza a parecerse a ellas a medida que describe este cuerpo post-sexual. La súplica adquiere un sentido más corpóreo:
make thick my blood,
Stop up the access and passage to remorse,
That no compunctious visitings of nature
Shake my fell purpose,
Cómo se notan aquí las tachaduras de Will, el agregado del remordimiento y la compunción a estas visitas de la naturaleza, potencialmente debilitadoras, que deben interrumpirse si la sangre se hace más espesa, si se bloquea el acceso y el pasaje del sexo y el nacimiento, este canal que atraviesan los nacidos de mujer pero jamás fue cruzado por el vengador Macduff, cuya figura empieza a insinuarse desde aquí. Lady Macbeth cambia su cuerpo femenino por otro capaz de moldear al destino. Ya no será esposa de un thane ni le dará hijos: es emisaria del mundo gestado en el caldero de las videntes.
La próxima escena seguirá enriqueciéndose en cada función. Estoy segura. Roberto empezó a añadir detalles, imaginando su caracterización del asesino. La muerte de Duncan no será un vulgar crimen por ambición, sino un ritual para marcar el pasaje del ama de casa a la guerrera. El marido cumple aquí funciones indispensables, pero secundarias. Es Lady Macbeth quien planea, decide y se obstina para no desistir; que él obedece designios superiores es evidente cuando trata de asir una daga alucinatoria, una flecha que señala la dirección de sus pasos: su destino. Deberías parir sólo varones, dirá más tarde. Roberto y yo imaginamos la ironía de Judith, las correcciones bien intencionadas o vanidosas de Will, escenas en que ese comentario sonaría patético o amargo, descripciones de la soberana. Todo irá anudándose hasta que ella o yo nos alcemos en el centro del escenario y me despoje de la ropa que me ha atado a funciones subalternas; al embadurnarme con la sangre del rey anuncio que esa mujer no volverá a menstruar. ¿Tachó Will el momento en que ella se ceñía la corona frente a las brujas, antes de ponerse un vestido negro? ¿Con qué gestos saludaban esa consagración; qué parlamentos se han perdido?
Roberto me interrumpió: cómo no pensar en la reina virgen, muerta poco antes sin haber parido un heredero. Todo este drama en torno a la maternidad negada y al poder debe haber sido muy actual. Nos miramos sobre las tazas de café, imaginando una nueva lectura, una Judith hasta entonces desconocida. Las manos ensangrentadas de Lady Macbeth podrían haberse convertido en un panfleto o en una denuncia inconveniente. ¿De verdad Judith suprimía las escenas sobre la posteridad de Banquo por ignorancia de la política, o bien denunciaba conspiraciones y asesinatos recientes? ¿Hablaba por un partido opositor? La hipótesis de su suicidio para evadir un embarazo nos pareció limitada, casi humillante. Qué poco sabemos de su vida, qué huellas ha dejado por ahí, cuántos mensajes leídos a medias.
Espera, le supliqué. Déjame seguir contándote. Fíjate cómo desde esa escena suprimida de la coronación frente a las brujas la sangre sigue corriendo y va inundándolo todo: ya no limitada por las mensuales visitings of nature, se desborda hasta invadir todo el espacio escénico, hasta que Macbeth se describe inmerso en sangre, ya incapaz de salir de ese fluir descomunal:
I am in blood
Stepp´d in so far that, should I wade no more,
Returning were as tedious as go o’er
A ella, en cambio, la sangre se le concentra en las manos: miembros para empuñar las armas, el cetro o la pluma, como si la escritora se complaciera en ese mínimo reflejo aunque la reina la usara sólo para firmar una sentencia. Quizá el rojo es el color de la decisión. ¿Garabateó Judith la escena del remordimiento, el inútil intento de lavarlas, o se la debemos a Will? ¿Suprimió por ahí algún monólogo sobre la razón de estado y la voluntad de poder? ¿Lady Macduff es sacrificada porque se niega a abandonar su vocación maternal o porque es incapaz de hacerlo? ¿O tal vez para perfeccionar la función mágica de Macduff, quien no nació de mujer ni tiene ya hijos?
Seguimos hasta muy tarde con preguntas así, con escenas, vestuarios y utilerías imaginadas, llevados en parte por el vino, en parte por la alegría de imaginar cada vez mejor el espectáculo. Vi cómo Roberto se acababa su copa y por unos instantes me sentí incapaz de añadir nada. Le sonreí para reiterar el gusto que me da seguir trabajando con él, colaborando tantos años después. A la distancia, nuestro romance parece tan poco importante en comparación con el diálogo de ahora.
Ya sé: si se lo digo va a mover la cabeza y va a hacer un comentario halagador. Puede ponerse muy serio, hasta decir que me negué a ser feliz con él, jamás ha dejado de añorarme ni encontró a nadie como yo. Nunca le creo, quizá porque a las pocas semanas de terminar conmigo ya andaba con otra. De todas maneras, en las miradas de ambos, en los saludos, acechamos todavía el minúsculo gesto para reiterar que todavía nos gustamos. De repente sentí todo eso como un traje pasado de moda. Shakespeare no lo dice, pero es obvio: como yo, lady Macbeth se estaba acercando a un cierto crepúsculo. He sido una mujer muy atractiva: ahora soy la apariencia de una mujer atractiva, el cascarón, el andamiaje, las instalaciones ya desocupadas y en proceso de desmantelamiento. Él está arrugado: sus ojos siempre fueron espléndidos, pero ahora brillan como la última señal del hombre que recuerdo. Según acaba de contarme, su hija está embarazada: éste va a ser su primer nieto.
Al despedirme comprobé qué alivio es no querer quedarme, no sentir ya esa ansia de roce, esa hambre de su piel ni de ninguna otra. Me gusta conversar con él, divertirnos, llamarlo y recibirlo sin las ansiedades que sentía cuando estuvimos enamorados. Quizá siempre sigamos diciéndonos requiebros: esas pequeñas cortesías endulzan el trato de los viejos. Pero algo en mí ha desaparecido y ni siquiera se despidió con las tramoyas del teatro isabelino.
Empezamos los ensayos dentro de una semana. Todavía hay mucho que hacer, muchos preparativos, pero la obra saldrá bien. Ni siquiera me acordaré de que afuera del teatro hay otra vida, aunque en algún momento bajaremos del escenario y retomaré otros parlamentos.
¿Y si hubiera alguien más en mí cuando acabe esta mudanza, si unsex me fuera como abrir una puerta?
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Adriana González Mateos da clases en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Ha recibido varios premios por su trabajo literario: ha publicado traducciones de poesía, cuentos, crónicas, artículos académicos, ensayos y las novelas El lenguaje de las orquídeas (Tusquets 2007) y Otra máscara de Esperanza (Océano 2014).