por Ángela Patricia Robles Laguna.1
«En términos de los temas que tocamos,
hemos tenido ciento cincuenta años de feminismo
y siglos enteros de misoginia y odio hacia las mujeres
y estas cosas no cambian muy rápido…»
Gerrilla Girls (2010)
Hace poco circuló en facebook una imagen en la que está una madre, frente a la puerta de un baño, escuchando a su hija decir que le ha llegado el periodo por primera vez, pero que no está segura, porque no sale azul como en el comercial. La publicación de ésto, en mi perfil en la red social, suscitó risas, varios comentarios y la celebración de la aparición de una caricatura crítica respecto a este fenómeno naturalizado de la menstruación azul. Enfrentarnos continuamente a la representación azulada de la sangre menstrual no produce ninguna extrañeza, está tan interiorizada como la forma en la que “debe verse la regla”, que el rojo-tinto de la sangre es lo que causa sorpresa, asco, terror y demás reacciones que muestran lo poco familiarizadxs que estamos, tanto a que se hable del sangrado menstrual, a menos de que se use el eufemismo: “ella está en sus días”, como a que se represente el mismo, a menos de que éste, esté censurado con el líquido en color azul ya mencionado.
El Colectivo Zunga, el 11 de Marzo del año en curso, publica en su blog un proyecto en video llamado: Nosotras las de Sangre Azul, en el que las integrantes del grupo intervienen un comercial de Nosotras (la marca de “productos íntimos para la mujer”: toallas higiénicas, protectores diarios, jabón…) con la escena de una chica que va caminando por la calle y a la que, progresivamente, se le mancha de azul el pantalón blanco que lleva puesto. El texto que se encuentra en la publicación en internet en la que dan cuenta del proyecto, las Zungas (2012) escriben:
Sólo habla de la menstruación la publicidad y se la trata como una vergüenza, el fenómeno natural del cuerpo femenino es siempre relacionado con la higiene. Es por esto que tomamos las imágenes en las cuales se prueban con líquido azul los productos, reclamando el reconocimiento al funcionamiento de nuestro cuerpo tal como es, dignificándolo y sin las cargas que culturalmente han pesado sobre él.
La proliferación de imágenes que continúan representando a las mujeres como objeto de deseo de la masculinidad hegemónica, con unas características específicas que las validan como tal, que abarcan clase, raza, edad, “orientación” sexual y el cumplimiento con la construcción de una feminidad particular, constituye este espacio de la producción visual, como uno de los dispositivos más efectivos de regulación y producción de normativas corporales. Por ello, a través de este texto y de su proyecto en video, las Zungas evidencian que, aún hoy, cuando muchxs las creen superadas, las luchas que se han emprendido desde el movimiento feminista, desde bio-mujeres y tecno-mujeres (2) por una autorepresentación digna de nos-otrxs, que no nos violente, censure y que no nos produzca como sujetos que deben avergonzarse, siguen siendo vigentes y necesarias.
En Colombia, el lugar de las representaciones de las asignadas como mujeres es, en gran medida, el de objetos de deseo, musas, amas de casa que promocionan jabones y productos alimenticios, madres, cuerpos sublimados, metáforas de belleza y espacios a ser higienizados. Nos son comunes las imágenes de las “Chicas Águila” quienes, en vestido de baño, son el ícono publicitario de una marca de cerveza, que ve en los cuerpos de estas mujeres, un objeto atrayente para los consumidores de su producto, consumidores entendidos como hombres. No nos son extrañas las imágenes de amas de casa, en diversos comerciales de televisión, promocionando jabones para el aseo del hogar, de la ropa, de los baños o de la loza, como sucede en marcas como la del jabón “Axión” o la del caldo “Ricostilla”. Así, tampoco nos causa ninguna sorpresa la sangre azulada de las mujeres que aparecen como protagonistas en los comerciales de “Nosotras”, tanto como no nos asombra ver que se hace uso del periodo de la menstruación como lugar para ser llenado con los estereotipos de la feminidad “sensible” e “irritable”, nombrada como “cara de cólico” en ciertos comerciales.
Andrea Barragán, en abril de 2012, sube a youtube su proyecto Mujer:es, en el que a través del montaje de imágenes de archivo, de comerciales producidos a finales de los 90’s en la televisión colombiana, señala cómo estas representaciones re-producen los modelos sexistas, que conforman los parámetros bajo los cuales, se naturaliza la idea del cuerpo de las mujeres como diferente, complementaria y subordinada al cuerpo de los hombres. Barragán (2012), en el texto adjunto al video, escribe:
…estas imágenes las pongo en contraste con una canción icónica de tributo a las mujeres hecha por Arjona, un machirulo Guatemalteco que en varias ocasiones ha tratado de definir lo que es la mujer con respecto al hombre./ Quise unir estas dos versiones sobre lo que debe ser una mujer, para en ellas encontrar las relaciones que se establecen en el ordenamiento social, en donde la mujer:es jerárquicamente subordinada al mundo masculino, para el cual ella es objetualizada, reduciendo su nivel de agenciamiento a lo privado en donde el reino y su empresa será el cuidado de su morada.
El interés en las formas en las que se representan los cuerpos de las biomujeres y tecno-mujeres en Colombia, atravesado por lineamientos de clase, raza, edad, ubicación geopolítica, práctica sexual, talla…, es actualmente la fuente de proyectos colectivos e individuales desde las prácticas artísticas y diversos procesos creativos, que parten de entender que «las representaciones son[…] hechos sociales y, por lo tanto, tienen consecuencias visibles en la cotidianidad de los miembros de una sociedad o de una cultura» (Rabinow, citado por Rodríguez Rondón, p. 39-45 2006). Pensar que las imágenes y múltiples representaciones a las que estamos expuestxs continuamente no son neutras, sino que implican afectaciones en nuestra emocionalidad y en las maneras en las que construimos nuestros cuerpos, nuestras vidas, nuestros deseos y las formas en las que vemos el mundo, implica concebirlas como dispositivos que re-producen las normas corporales que son actualizadas constantemente en y por lxs sujetos a lxs que interpelan.
Iniciativas críticas, dadas algunas a la luz o cercanas a diversas perspectivas feministas, como las del Colectivo Zunga, la Colectiva Lobas Furiosas (actualmente separada), la Revista Vozal, Mujeres Al Borde, Féminas Festivas, Colectivo Rexiste Riot Girrrl, Colectivo Gafas Violetas, Colectivo Divergentes (actualmente separado), Colectiva Juana Julia Guzmán, Zenaida Osorio, Mónica Eraso, Andrea Barragán, Ángela Robles y Una Lina Pardo Ibarra (autora del proyecto que convoca este texto), son actualmente, a nivel local, algunxs de lxs que han propiciado lugares desde dónde problematizar, a través de diversos procesos creativos, las formas en las que son construidas las subjetividades, identidades y corporalidades.
La articulación entre prácticas feministas y prácticas artísticas no hace parte de un momento histórico superado, ni tampoco es un movimiento, una vanguardia ni un estilo anclado en el trabajo de las artistas de finales del siglo XX. Esta confluencia sigue siendo vigente, en tanto que «el discurso feminista se ha convertido en la actualidad en una de las prácticas y en una de las teorías más activas en el desmontaje de las categorías de subjetividad, de identidad y de transformación de los roles asignados a los géneros y a los estereotipos sexuales» (Martínez Collado, 2005, p. 12). Así mismo, las prácticas artísticas posibilitan, a través de sus propias herramientas, el lugar de subversión de dichas normativas corporales y la posibilidad de transformación de las mismas. Al encontrar, en la generación de imágenes propias, un lugar de resistencia a las formas en las que los cuerpos son representados y así disciplinados, se generan iniciativas, que no corresponden propiamente al espacio de prácticas artísticas, desde donde se cuestiona, a través de herramientas creativas, las lógicas de poder que atienden al mundo de las imágenes.
Entender la multiplicidad de perspectivas feministas, no dadas linealmente, sino como respuesta crítica a sistemas de dominación actualmente perpetrados sobre los cuerpos conformados como “lxs otrxs” de la modernidad blanca, hetero, europea, colonial y delgada de lo humano, así como la diversidad de formas en las que se articulan estas perspectivas con las prácticas artísticas, permite el acercamiento a varias iniciativas creativas, como las nombradas anteriormente en nuestro contexto, desde las cuales se hace uso de diferentes procesos de producción de imágenes para generar lugares de reflexión sobre las maneras en que son construidas socialmente las representaciones sobre nuestrxs cuerpos y las maneras de contrarrestarlas, subvertirlas, resistirlas y transformarlas.
UNA MUJER DE ROJO (3)
Del 13 al 17 de agosto de este año, Una Lina Pardo Ibarra, en el marco del espacio de La Vitrina, en la Universidad de los Andes, en Bogotá, realiza su imagen performática(4) Una Mujer de Rojo. La invitación al evento, es difundida días antes, a través de la red, en plataformas como facebook. En ella, aparece el nombre del proyecto y la fotografía de su autora, vestida de rojo. Una Lina Pardo Ibarra hace uso de La vitrina como espacio de exposición de su cuerpo menstruante, durante cinco días, durante cinco horas cada uno, en relación con un mueble que se encuentra en la parte baja del lugar en el que ella está encerrada; el mueble contiene una serie de imágenes, que a manera de estampas religiosas, conforman un archivo de fotogramas, en los que son visibles mujeres vestidas de rojo en diversas películas, desde 1939 hasta el 2011. La disposición de la vitrina referente al mueble en el que se encuentran las estampas, consigue que quienes se acercan a ver el proyecto, deban inclinarse y ubicar sus rostros en la parte baja de la vitrina, en donde se localiza la vagina sangrante de Una Lina Pardo Ibarra.
Durante el tiempo de realización de la imagen performática y después de ésta, se despliegan en la red, espacios de discusión sobre el proyecto Una mujer de Rojo, dentro de los cuales podemos contar el blog de la asignatura Intervenir el espacio público, del departamento de Artes de la Universidad de los Andes, cuyo profesor es Jaime Iregui, y la página Intervenir el espacio, dentro de la plataforma de Esfera Pública; las dos páginas están enlazadas y los comentarios realizados en el primer espacio, pueden verse en el segundo.
Sorprende cómo, en la plataforma de Esfera Pública, en los dos lugares que se le dedican a la discusión generada en torno al proyecto de Una Lina Pardo Ibarra, se elija como punto de partida, un texto de Camila Montalvo (2012), que concluye de esta manera:
Así es, una reflexión a través del lenguaje corporal “liberador” que sugiere una relación con otros aspectos complejos pero que finalmente son lugares comunes donde viene la cosa feminista: vestido rojo + sensualidad + menstruación = mujer. Como si el verdadero mal fuera la menstruación: soy mujer, luego menstruo. Es bastante simplista, un intento por apoyarse en símbolos creados por su propia limitación de lo femenino: encerrarse en una vitrina, menstruar públicamente y relacionarlo inmediatamente con el vestido rojo. Quizá si la artista supiera que en la década de los noventas, en Colombia se dio el fenómeno feminista, de donde surgieron muchas posiciones que cuestionaban lo femenino y las revisara con cuidado, no hubiera quedado tan tibia en su cuestionamiento que se limita a esa condición reductiva de los medios de comunicación, dejando por fuera toda una serie de
discursos y censuras sobre el entendimiento del cuerpo que son toda una conciencia de la sociedad y que además ha evolucionado con el tiempo, pues el acto de menstruar en público visto como experiencia femenina podría ser equivalente al acto de sacarse un moco en público visto como experiencia infantil, no se trata de la mujer, se trata del cuerpo (Negrillas mías).
Esta opinión, nombrada en la página, en una primera instancia como “sinopsis”, permite evidenciar cómo el acercamiento a propuestas, dentro de ciertos espacios (al parecer, como el de las prácticas artísticas en Colombia), que estén ligadas o que parten de perspectivas feministas, son deslegitimadas por el hecho de ser consideradas anacrónicas, pasadas de moda o superadas, como si ya no valiese la pena hablar «de la mujer» porque ahora «se trata del cuerpo», como lo enuncia Montalvo; afirmación que no queda muy clara, ¿a qué querrá referirse con el enunciado «no se trata de la mujer, se trata del cuerpo»? ¿Acaso las mujeres no somos cuerpos? ¿Generar espacios de reflexión sobre cómo se perpetúan los roles asignados a las mujeres ya no son necesarios? ¿Qué se siga matando a mujeres, por el hecho de ser mujeres (feminicidios), quiere decir que «hay conciencia» de qué? ¿Las prácticas artísticas están escindidas de los movimientos sociales y de los campos críticos sobre las imágenes? ¿De verdad creerá que menstruar es como «sacarse un moco»? ¿Repensar cómo se representa a las mujeres y cómo a través de dichos modelos se construyen y legitiman relaciones sociales, no es un «aspecto social» y no le concierne a las mujeres? ¿A las prácticas artísticas no les corresponde problematizar, los dispositivos visuales que continúan produciendo el género? ¿Las prácticas artísticas se entienden como lugares neutros, en donde no se reproducen los roles asignados a las mujeres? ¿Quedó tan escandalizada Montalvo, al ver a Una Lina Pardo Ibarra menstruando, que no logró entender las relaciones críticas tejidas desde el trabajo de archivo de mujeres objetos de deseo y la acción de menstruar en una vitrina que incomoda el cuerpo de Una asignada como mujer?
Teresa de Lauretis (1989) escribe que «la construcción de género prosigue hoy a través de varias tecnologías de género (por ejemplo, el cine) y de discursos institucionales (por ejemplo, teorías) con poder para controlar el campo de significación social y entonces producir, promover e “implantar” representaciones de género» (p.25). A través del trabajo de archivo cinematográfico sobre mujeres de rojo, Una Lina Pardo Ibarra señala, cómo la construcción de personajes, como modelos de representación, ha localizado a las mujeres, en el cumplimiento de unos roles que se re-producen como característicos de nuestrxs cuerpos. Las estampas de “mujeres de rojo” en el cine, hace parte de una recopilación que evidencia cómo ese “hacerse mujer”(5), responde a unos códigos que actualizan la objetualización de los cuerpos de las mujeres y su lugar como imágenes deseables para el ojo masculino.
Muestra de este lugar constitutivo en el que se ha enmarcado y se enmarca actualmente al cuerpo de las mujeres, como objeto de deseo para la mirada masculina, es el comentario de Julian Felipe Baquero (2012), espectador de Una Mujer de Rojo, quien escribe:
En esta intervención vemos que la artista desea resaltar lo que ella llama “lo femenino” de la mujer, haciendo uso de un ciclo fisiológico característico de la mujer, el ciclo menstrual. De esta manera ella quiere hacer evidente la diferencia que marcan las etapas de este ciclo, haciendo énfasis en la etapa menstrual[…] el aumento en la secreción de sustancias químicas en el cuerpo lleva a que ella se siento más a gusto con su físico de mujer[…] Con esta intervención no me siento del todo a gusto, ya que para resaltar la feminidad en la mujer no es necesario el uso de tabúes. La belleza y feminidad de una mujer se va a campo más abstracto y subjetivo, pues las sensaciones que despiertan los aspectos físicos no son suficientes para considerar a una persona como bella […] Por esta razón veo que a esta propuesta le falta creatividad, ya que la desnudez y la menstruación se quedan cortas en el momento de resaltar la feminidad y sensualidad en la mujer.
¿Cómo es posible pensar que el llamado “asunto de las mujeres” o “la cosa feminista” esté superada, cuando se acerca un bio-hombre al trabajo Una mujer de rojo, esperando que la autora exalte de manera efectiva la feminidad y sensualidad que supone propias de las mujeres? ¿No percibió que lo que cuestionaba Una Lina Pardo Ibarra, era precisamente ese rol de objeto de deseo, que implica la expropiación de su cuerpo, la invisibilización de su menstruación, por ejemplo, y que conduce al cumplimiento de unos códigos que violentan la existencia de muchas mujeres?
Me detengo en estos dos comentarios, a pesar de la gran cantidad de letras leídas en torno al proyecto de Una Lina Pardo Ibarra, puesto que creo que condensan puntos problemáticos en común, respecto a lo suscitado por la acción: la deslegitimación de Una mujer de rojo por parecer una apuesta feminista y por tanto anacrónica y la imposibilidad de ver las relaciones tejidas por la autora en su imagen performática, debido a la centralización de los espectadores en que “había una mujer, menstruando en público, en la universidad”.
Las perspectivas feministas, o “la cosa feminista”, como la llama la espectadora Camila Montalvo, en su total desconocimiento de las mismas, con todos esos “asuntos” que problematizan las construcciones y los lugares de los cuerpos de las mujeres, de lxs no heterosexuales, de lxs racializados, de lxs que no estamos en el norte geopolíticamente dominante, de lxs gordxs, de lxs discapacitadxs, de lxs locxs, no es un “algo” superado, puesto que éstos siguen siendo los cuerpos violentados, simbólica y materialmente.
Generar posturas críticas sobre las imágenes, respecto a los sistemas de dominación y regulación de los cuerpos en nuestro contexto, parte de entender los dispositivos visuales que atraviesan las maneras en que construimos nuestras subjetividades y nos relacionamos en el mundo. Las representaciones no son simples imágenes ajenas a nuestra cotidianidad, a través de ellas se generan complejos hilos en los que nuestrxs cuerpos son interpelados, «proceso por el cual una representación social es aceptada y absorbida por un individuo como su (de ella o de él) propia representación y así volverse, para ese individuo, real, aún cuando en realidad es imaginaria» (Althusser, citado por Lauretis, 1989, p. 19).
Como señala el Colectivo Zunga, la producción mediática de imágenes respecto a la menstruación de las bio-mujeres, es un asunto que está enmarcado dentro de la higienización de nuestrxs cuerpos, y no constituye un espacio neutro y despolitizado, sino que atiende a lógicas de poder que mantienen y actualizan discursos desde donde se enuncian las maneras en que deben construirse, sentirse y pensarse las mujeres. Preciado (2006) enuncia que, la arquitectura, y para nuestro caso, los dispositivos visuales y protésicos generados para el manejo de lo relacionado con la menstruación,
…bajo pretexto de higiene pública, dice ocuparse simplemente de la gestión de nuestras basuras orgánicas. BASURA>GÉNERO. Infalible economía productiva que transforma la basura en género. No nos engañemos: en la máquina capital-heterosexual no se desperdicia nada. Al contrario, cada momento de expulsion de un desecho orgánico sirve como ocasión para reproducir el género”.
Así, las campañas publicitarias que giran en torno a la promoción de los productos que se suponen simples artefactos para “el cuidado del cuerpo de las mujeres”, constituyen el espacio de re-producción de nociones de feminidad hegemónicas, como la vergüenza a la vagina, ese lugar que sigue siendo metáfora de “misterio” e “inmundicia”, tanto como la actualización de nociones esencialistas sobre la construcción de los cuerpos de las mujeres, como el pensar que “nacemos mujeres”, ligada a una genitalidad particular.
Asistimos a la extensa fabricación de productos dirigidos al “cuidado íntimo” de las bio-mujeres. Jabones exclusivamente diseñados para la vagina, una gran cantidad de dispositivos de absorción de la sangre menstrual, protectores diarios para “cuidar” la ropa interior del “flujo vaginal” y pañitos húmedos para limpiar “efectivamente” la zona genital, por ejemplo. En el portal web(6) de los productos Nosotras, el siguiente texto acompaña la página de promoción de los productos:
Sabemos que cada mujer es diferente... Nosotras tiene para ti, muuuuuchos productos que se ajustan a tus gustos y necesidades, diseñados especialmente para tu comodidad y tranquilidad. Conoce los tipos de Toallas, Protectores, Tampones, Pañitos Húmedos…y mucho más! Para que vivas segura estés donde estés.
Seguido de esto, aparece acompañando el jabón líquido (7) con el siguiente enunciado:
Las relaciones íntimas, el uso de baños públicos, el sudor, la humedad, las diferentes texturas de tus pantys, la depilada y mucho más, hacen que tu zona íntima esté expuesta a irritaciones, infecciones, rasquiñas y posibles olores./ El nuevo Jabón Íntimo Nosotras Natural con ácido láctico, evita que el ph de la zona íntima se altere y elimina los hongos que producen infecciones vaginales, lo que los jabones de tocador no hacen./ Además tiene aloe vera y manzanilla, ideal para la delicada piel de tu zona intima./ ¡cómpralo ya! úsalo todos los días en la ducha y siéntete íntimamente limpia, íntimamente segura.
Se habla de la menstruación, se habla de la vagina, pero ¿en qué términos se hace? El gran éxito que tienen este tipo de dispositivos, es que nos hacen creer que “ya lo vimos”, que “ya lo sabemos”, que se habla y que no se necesitan “modos literales” para hacerlo. Ahí está la vagina, ahí está la menstruación, así no se haga de manera explícita. Así, pareciese que no hay restricciones por las cuales “luchar”, de “esto ya se habla”, tanto como ya trabajamos, como ya votamos, como ya hemos accedido al llamado “espacio público”, entonces, ¿porqué seguir peleando por lo mismo?
Hace aproximadamente un año, en Diciembre de 2011, aparece en la revista Hola, la imagen de cuatro mujeres adineradas de Cali, quienes se encuentran en primer plano; en el segundo plano, simétricamente acomodadas, aparecen dos mujeres negras, con bandejas de té, a manera de decoración en la fotografía. La gran conmoción mediática por la que se llamó “una imagen racista”, que en realidad no sólo era racista, sino también sexista, clasista y colonial, produjo diversas respuestas, entre las cuales aparece una publicación “reivindicativa” al hecho, por parte de la revista Soho, que resuelve poner cuatro modelos racializadas, desnudas, en primer plano y en segundo, dos mujeres blancas, vestidas, con bandejas de té, a manera de decoración en la fotografía. ¿Está, de verdad, “ese asunto de las mujeres”, superado?
¿Cómo se habla de los cuerpos de las mujeres? ¿Quiénes lo hacen? ¿Quisiéramos seguir dejando las representaciones de nuestros cuerpos en manos de quienes creen que somos floreros para cambiar de lugar a su antojo? ¿Queremos que nuestrxs cuerpos sigan siendo considerados como lugares inmundos, foco de infecciones y “malos” olores? ¿Queremos ser el centro de las burlas (violencias) cada vez que se manche nuestro pantalón de rojo, porque la menstruación debe estar escondida? ¿Queremos seguir pensando que los fluidos de nuestro cuerpo son algo “grotesco”? ¿Queremos que nos sigan matando por ser mujeres? ¿Queremos seguir pensando que esto que nos han dicho es lo que somos y que no podemos estar de otras formas?
Lo que generó el proyecto de Una Lina Pardo Ibarra, fue la ruptura de un lugar de comodidad y la puesta en evidencia de los parámetros normalizadores, sexistas, anti-feministas y violentos, con los que se acercaron muchxs de lxs espectadorxs a Una mujer de rojo y su incapacidad para poder ver la imagen performática planteada por la autora. El pánico producido por saber a una mujer menstruando públicamente en las locaciones de su universidad, imposibilitó a lxs estudiantes de artes de los Andes, quienes escribieron prolongadamente sobre su molestia al tener que ver una acción a la que catalogaron de “literal”, el poder interpretar los diferentes elementos que tenían frente a ellxs.
No les dijo nada la vitrina pequeña, incómoda, en la que se encontraba el cuerpo, no de un maniquí, sino de la autora del proyecto; no les suscitó nada, saber que fueron cinco días, durante cinco horas cada uno, los que Una Lina Pardo Ibarra estuvo allí, en silencio, presenciando las maneras en las que se acercaban a su cuerpo expuesto; no se molestaron en pensar el trabajo de archivo realizado en torno a las mujeres de rojo del cine y la relación de estas imágenes, que puestas a manera de estampas religiosas, se contraponían con el rojo de la sangre menstrual, señalando la paradoja de las representaciones de los cuerpos de las mujeres, que se encuentran entre lo sublime y lo inmundo, lo pagano y lo religioso, lo bueno y lo perverso, binarismos constitutivos de los dispositivos de regulación de los cuerpos; no se preocuparon por entender que éste no era un reencauche de las artistas de fin de siglo pasado, sino una acción contextualizada, una preocupación actual sobre las formas en las que se construyen los cuerpos de
las mujeres a través de la vergüenza; no entendieron, ni siquiera, cómo al acercarse a las estampas, se inclinaban ante la vagina de un cuerpo que no se quitó la camisa blanca para mostrarles las tetas, sino que centró la atención en el espacio de su vagina, sin depilaciones, sin maquillaje, sin condescendencias, desafiando la tal “sensualidad” que alegaron, había faltado; de lo que no se dieron cuenta, en general, fue de cómo sus reacciones e intentos de comentar lo que suponen vieron, muestran ampliamente la actualidad, la pertinencia y la importancia del proyecto Una Mujer de Rojo en nuestro contexto.
Mientras lo “humano”, siga construyéndose a través de parámetros racistas, sexistas, heterosexistas, coloniales y clasistas, las críticas realizadas desde
perspectivas feministas y cercanas a éstas, serán pertinentes, actualizables, necesarias y fundamentales. Las prácticas teóricas y las acciones feministas no son algo dado, estancado y pasado, por el contrario, son constantemente reevaluadas, ampliadas y repensadas. Helena Reckitt (2005), es su libro Arte y Feminismo escribe: «La promesa del arte feminista es la creación realizativa de nuevas realidades. El arte feminista reconocido llama nuestra atención sobre las posibilidades de pensamiento y práctica que aún quedan por crear, por vivir» (p. 20). Considero que la categoría Arte Feminista es re-evaluable, debatible, pero lo escrito por Reckitt pone de manifiesto la potencia transformadora de los proyectos que tienen la preocupación de generar espacios de reflexión, desde las prácticas artísticas y yo sumaría, diversos procesos creativos, en torno las formas en las
que se construyen nuestrxs cuerpos y las formas en las que lxs entendemos en relación con el mundo.
Apunte final, para lxs espectadorxs indignadxs por Una mujer de Rojo
En facebook rota una imagen que tiene por asunto “curar a una feminista”. Para quienes crean que es posible, lamento darles una mala noticia, no lo es. Si les pareció aterrador ver cómo Una Lina Pardo Ibarra se atrevía a ser la protagonista del acto “grotesco” de menstruar frente a ustedes, y si creyeron que sus comentarios serían capaces de callar, de silenciar, y de curar a esa “feminista anacrónica”, no entendieron algo más: nada más peligroso, que una feminista a la que se le ratifican, una y otra vez, los motivos de sus rabias y preocupaciones, los afectos que la movilizan y su situarse en contra. Serán parte, seguramente, de muchas más acciones “escandalosas”, feministas y “grotescas”; las mujeres perversas, las malas mujeres, las feas, las gordas, las maricas, las lesbianas, las camioneras, las locas, las barbudas, las indias, las machorras, las de vaginas menstruantes, las putas, las pobres, las sureñas, las travestis, las negras, las monstruosas, las que quieren ser hombres, las que tienen pene, las de vaginas dentadas, aún tenemos muchos espacios que tomarnos y mucho que decir, porque “ciento cincuenta años de feminismo” no son suficientes, frente a “siglos enteros de misoginia y odio a las mujeres”, racismo, clasismo, heterosexismo y colonialismo.
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(2) Entenderemos el término “mujeres” durante el texto, teniendo en cuenta la forma en la que aborda Beatriz Preciado, en Testo Yonqui, las categorías hombre y mujer: “Surge así, en medio de la guerra fría, una nueva distinción ontológico-sexual entre los hombres y mujeres «bio», aquéllos
que conservan el género que les fue asignado en el momento del nacimiento, y los hombres y las mujeres «trans» o «tecno», aquéllos que apelarán a las tecnologías hormonales, quirúrgicas y/o legales para modificar esa asignación”. Así, cuando diga “mujeres”, estaré haciendo referencia a
bio y tecno mujeres, cuando haga alusión explícita a Bio-mujeres, me estaré refiriendo a los cuerpos de las asignadas como mujeres al momento del nacimiento.
(3) Para ver imágenes de Una Mujer de Rojo, ir a: http://arte.uniandes.edu.co/expo/una-mujer-de-rojo/
(4) Llamaré “imagen performática” al proyecto de “Una Lina Pardo Ibarra”, a manera de “imagenacto”– “imagen-acción”.
5 Desnaturalización de la categoría mujer, “no nacemos mujeres, llegamos a serlo”, “la mujer no nace, se hace”. Posturas críticas que parten del trabajo de Simone de Beauvoir.
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Imagen 3. Imagen que circula en facebook. Autor y fecha de realización desconocida.
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Angela Patricia Robles Laguna: Maestra en Artes Visuales, con énfasis en expresión audiovisual, de la Pontificia Universidad Javeriana. Lleva a cabo proyectos de investigación-creación e investigación-intervención en arte y género.