Putos Locos

Por María Guadalupe Quezada Martínez

«Habrá de un lado la comunidad de sanos y del otro la de los enfermos”.

-TIQQUN

 

 

No son pocas las veces que, al pararme en la puerta de entrada de la clínica psiquiátrica, escucho los gritos que desde dentro se producen… ¿cómo no gritar los horrores del manicomio?, ¿cómo no gritarlos a cada momento que se pasa ahí aún y en contra de la pretendida estabilidad que procura ofrecer esa y todas las instituciones de “salud mental”? Trabajo como voluntaria con lxs usuarixs en una de estas clínicas y el otro día, en la misma puerta que atravieso una o dos veces por semana me encontré con un pequeño rayón, casi imperceptible a pesar de la blanca pintura que cubre dicha puerta, escrito con tinta azul y formas temblorosas en sus letras pero con el mensaje bien firme: encontré la frase que ha dado nombre a este escrito “Putos Locos” Sólo así, sin más a su alrededor que permitiese identificar razones de tal posicionamiento y rápidamente me di cuenta que ese mensaje único y aislado en realidad tenía muy poco de aislamiento.

El letrero que los vecinos del lugar plasmaron en la puerta deja entrever la identificación comunal de la locura con figuras disidentes como los y las putxs, lo cual denota un proceso social de aceptación/rechazo en función del acoplamiento a las regulaciones, enmiendas y contratos. Pero no son sólo lxs locxs y no son sólo lxs putxs, cualquier forma del cuerpo o la mente que implique un punto de fuga debe ser -y será- condenado. “El orden de los Estados no tolera ya el desorden de los corazones”, expresó Foucault[1] (1964) Y para que se justifique la desaparición social de lxs locxs tras muros, rejas y puertas con candado se requiere entonces la intervención y codificación psíquica de éstos desórdenes, validando primero la clasificación como enfermedad y segundo, la peligrosidad de dicha condición.

Sí, los espacios hablan, en esta ocasión una puerta. Es particularmente llamativo ese acto, el no atreverse a entrar para expresarlo, el escribirlo justo en el limbo entre el lugar para el sano -el afuera- y el lugar para el enfermo. Y sí, lo primero que experimenté cuando me topé de frente con aquél pequeño pero efectivo letrerito fue furia –furia que no desparece pero reconduzco–, y en un arranque no reflexivo lo primero que escapó de mi boca fue un “¡puto el sistema psiquiátrico!”; sólo para después darme cuenta que nombrarles putxs a ellos, era un elogio que no merecían, que para ser nombrado como putx uno se lo tiene que ganar a base de fuerza disidente.

Cruzar ese límite, no una puerta física (aunque en este caso sí) es abandonarse a toda posibilidad de razón moderna, esa razón intolerante a la diferencia. Entrar a un manicomio significa entrar a un mundo de sin-razón. No, no me mal entiendan, no estoy hablando de la sin-razón de la locura, sino de los modos organizativos imperantes y dominantes que allí operan. Al principio de este escrito me permití retomar una cita de la publicación francesa Tiquun que ahora quiero completar:

«Habrá de un lado la comunidad de “sanos” y del otro la de los “enfermos”. Prestando atención al Nietzsche más dudoso, la primera huirá de la segunda como de la peste. La vida de los sanos estará constelada por los plazos de un ineludible calendario de prevención, pero los sanos serán los sumisos, los pacientes eternos que llevarán una vida de enfermos para no serlo. Los enfermos, por su parte, serán “los que lo habrán querido”.»

Porque existe un espacio para cuerdos y uno para no-cuerdos[2], espacios de segregación fundamentados por la siempre imperante lógica separatista y clasificatoria de la ciencia. Hace no mucho leí un artículo[3] de esos que gustan nombrarse a sí mismos como científicos en donde declaraban haber encontrado el gen que explicaría la locura, curiosamente el lugar de encuentro es un espacio que en biología se denomina locus. Comencé a indagar al respecto y lo primero que me pregunté es ¿Qué es un gen? Pues bien, sin ánimos de proclamarme como experta en biología y mucho menos en etimología, me topé con que en griego, gen tiene que ver con generación y como verbo con devenir. En latín se encuentran algunas acepciones que apuntan hacia engendrar o nacer. Sí, todas ellas apuntan a un algo común y que deseo puntualizar bien. Si ellxs dicen haber encontrado el gen de la locura, entonces bien, engendremos disidencia, devengamos putxs y locxs, o en su combinatoria, nazcamos putos locos. Atravesemos esa puerta, dejemos a la locura ser locura, y que de este lado de la reja o de aquél, da igual, entendamos que el derecho a la diferencia se defiende, se lucha y se conquista.

[1] “Historia de la Locura en la época clásica. Vol. I”

[2] Recomiendo ampliamente revisar al respecto la experiencia de los años setenta de David Rosenhan, mejor conocida como “estar sano en lugares insanos”

[3] http://www.elmundo.es/salud/2014/07/22/53ccee5622601d2f548b4582.html

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