Laura

 

Estuve trabajando como webcammer durante un año. Aunque siempre tuve fascinación hacia el trabajo sexual, empecé en él como salida hacia una situación difícil. Soy española, y desde el comienzo de la crisis han sido muchas las personas que se han visto obligadas a migrar. Despues de estar un año sin trabajo y sin ninguna perspectiva de futuro, decidí que migrar al Reino Unido era la mejor opción que tenía. Me fui de au pair, un trabajo que en teoría consiste en cuidar a los niños de una familia a cambio de un pequeño salario mas el alojamiento que te ofrece la familia en la propia vivienda. Nadamás llegar mi trabajo era el de una empleada doméstica interna, sin ningún tipo de cobertura legal a cargo de todas las tareas domésticas y de cuidados en una familia adinerada con tres menores y una casa enorme. El salario era de setenta libras semanales. Al poco de llevar más de dos semanas, en mi día libre llegué a la noche con más de dos copas de más y me echaron. Yo estaba sola, en otro país, sin saber inglés y sin dinero; y esa misma noche pensé que el trabajo sexual sería la mejor opción. Me asustaba el cómo poder negociar con los clientes o con los empresarios del sexo debido a mi bajo nivel de inglés, así que pensé en hacer webcam con una productora porno española.

Antes de trabajar como webcamer, tenía una visión bastante simplista sobre el trabajo sexual, reduciéndolo a la premisa neoliberal de la libre elección. Desde que empecé en el trabajo sexual me di cuenta de que las cosas no son ni blancas ni negras y debe haber un acercamiento entre el regulacionismo  y el abolicionismo. La industria del sexo a día de hoy es un pilar fundamental para el capitalismo y el patriarcado, creo que eso no se puede negar. Por otro lado, el trabajo sexual es una opción que suele tomarse en situaciones delicadas y creo que es ante todo una decisión valiente. Esta experiencia a mi no me traumatizó, como mucha gente puede pensar, pero sí que me dejó una huella emocional. También he de decir, que ha sido en este trabajo donde más he disfrutado, me he sentido realizada y valorada en comparación a otros trabajos que he tenido.

Hay muchas cosas que me gustaban de este trabajo. Siempre he sido muy exhibicionista y abierta a nuevas experiencias sexuales, disfrutaba sexualmente con muchos de mis clientes. Pero más allá de lo puramente físico, también había una conexión emocional. Aprendí mucho de mis clientes, me sirvió para tener un mejor entendimiento de la masculinidad, de los deseos y los miedos de los hombres. Sin embargo también tenía sus cosas negativas. Eran muchos los clientes que podías llegar a tener a lo largo de un día, muchas veces incluso varios a la vez. Terminaba desgastada aguantando a decenas de hombres al día, muchos de ellos tratándote muy mal. La gran mayoría te mandaban continuamente, diciéndo qué tenías que hacer en cada momento. Eran pocos los que te daban vía libre en tu performance o los que querían hablar. Hay muchos clientes a los que les guardo cariño y aunque pase el tiempo me seguiré acordando de ellos, pero también ha habido otros que te han querido humillar y hacerte pedazos. Otro aspecto negativo era el dinero y no tener ninguna cobertura. No ganaba gran cosa, algo más que haciendo un trabajo de baja cualificación pero tampoco los ingresos eran demasiado. Yo ganaba alrededor de 1.000 euros por trabajar unas veinticinco horas semanales, obviamente sin cotizar, sin bajas laborales y sin vacaciones. La productora se quedaba con la gran parte de lo que yo generaba. Si un cliente pagaba 60 euros por estar conmigo una hora, yo sólo recibía 12.6 euros.

El estigma especialmente al principio fue muy duro de llevar. Yo nunca he tenido prejuicios respecto al trabajo sexual, sin embargo al empezar en ello, me entraban miedos y vergüenza, mentía a casi todo el mundo, y me resultaba muy angustioso llevar esa doble vida. Pero con el paso de los meses lo fui aceptando, mi círculo cercano lo sabía y lo contaba sin problema si estaba con la persona o en el momento oportuno.

Durante el tiempo que estuve trabajando, mi sexualidad se vio afectada. La masturbación dejó de ser algo íntimo a producción de capital. Era rara la vez que me masturbaba sin estar trabajando, mis energías sexuales iban a la webcam. Cuando terminé de trabajar con la webcam, me costaba masturbarme por mi cuenta. Necesitaba encender el ordenador y verme en la pantalla, era sólo a través de mi propia imagen repitiendo los mismos guiones que hacía con mis clientes como podía excitarme y tener orgasmos. Pero a las pocas semanas fui recuperando mi sexualidad y volví a poder masturbarme como lo hacía anteriormente de trabajar en esto.

Ante todo fue una experiencia de la cual me siento muy orgullosa ya que me permitió poder seguir adelante sola en otro país, y conocer de primera mano las fantasías sexuales, los demonios y la ternura de miles de hombres.

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Laura es una mujer española de 26 años, migrante en Reino Unido, feminista y licenciada en Sociología. Siempre ha tenido un profundo interés en la sexualidad, las relaciones afectivas, la industria del sexo y la violencia sexual. http://bajaspasionesudores.blogspot.com/

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