por Frida Sánchez Ríos Abarca
Mi acercamiento y exploración en lo visual y lo pictórico siempre ha sido un tanto tormentoso, una especie de amor y odio. La enseñanza académica de la pintura en México, siempre se da desde un punto de vista sacro, impenetrable y por supuesto patriarcal. En ese sentido he venido trabajando desde la confrontación y últimamente en la conciliación; en la conciliación de esa oscuridad que me impedía acercarme a mi labor artística y que me impedía explorarme y disfrutarme como mujer.
Este acercamiento a la oscuridad femenina, es algo que llevo trabajando un considerable periodo de tiempo y que ha cambiado mucho con el contacto con otras mujeres y con el feminismo. Sin embargo, últimamente mi acercamiento ha sido un poco menos desde el enojo sino desde la honestidad y el análisis de la propia tristeza; concluyendo que lo que me estaba jodiendo como artista y como mujer, es la estructura fuertemente arraigada en mí, del amor romántico, puro, sacro y tormentoso, inmerso en mis relaciones afectivas en todos los sentidos. Por ello, decidí acercarme a esta exploración no desde el sufrimiento sino desde el goce de crear, sin que ello no conlleve una confrontación con sentimientos fuertes. Decidí hacer una conciliación con mi oscuridad y tratar de entenderme sin avergonzarme de ello, por lo que partí de la intervención a la imagen personal, el archivo fotográfico familiar, la intervención sobre la fotografía original como punto de partida de la idea romántica de pertenecer al otro, a un clan sin elegirlo y la intervención como manera de reescribir y apropiarnos de nuestra historia de vida.
Así mismo, me interesó trabajar sobre la imagen religiosa, especialmente desde su lado femenino, esto por la importancia que tiene en México y Latinoamérica la educación religiosa y el impacto que tiene en nuestros cuerpos y territorios; acercarme a la fe no desde el odio y lo negativo, sino como un acercamiento a una construcción identitaria que si bien es impuesta, es muy marcada y que podemos acercarnos desde las afectividades y el escucharnos, plegarias a divinidades femeninas que entienden que significa el peso absurdo de ser mujer, aún hoy en día; la fuerza que conlleva el decidir cuidarnos entre nosotras.
Por último me interesó el tema de la sexualidad, como pieza clave del daño del amor romántico, y la concepción del goce en las mujeres, siempre objeto de deseo nunca sujeto. En conclusión, la intervención en este proyecto es el paraguas para mi análisis de la oscuridad femenina, reescribir mi historia, cambiar lo que parece inamovible; apropiarse, amar o incluso negar lo que ya esta escrito. Nuestro cuerpo como territorio y el territorio como extensión del cuerpo…ni santas ni demonios…humana y latinoamericana.
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Frida Sánchez Ríos Abarca: Mi acercamiento y exploración en lo visual siempre se ha dado desde el conflicto, puesto que la enseñanza del arte se da desde un punto de vista sacro, impenetrable y por supuesto patriarcal que no acepto. En ese sentido he venido trabajando desde la confrontación y últimamente en la conciliación; en la conciliación de esa oscuridad que me impedía acercarme a mi labor artístico y que me impedía explorarme y disfrutarme como mujer. Reescribir mi historia, cambiar lo que parece inamovible; apropiarse, amar o incluso negar lo que ya está escrito. Nuestro cuerpo como territorio y el territorio como extensión del cuerpo…ni santas ni demonios…humana y latinoamericana.