Encanecer en el país de los tintes

Por Brenda Raya

“Los cabellos que encanecen no se guardan, solo las frescas trenzas de una mujer joven o doncella. “

Margo Glantz

Delante de mí en la fila del super del barrio esta mi vecina Paty, compra sopas, aceite, huevo, jabón, papel y tinte para el cabello. Lleva el  cabello recogido en un chongo que oculta un poco el crecimiento de las raíces, el tinte que se deslava es tono borgoña, es también el color que se agota primero en los anaqueles de la tienda.

Mi amiga Luz, estudiante universitaria de menos de treinta años, destina una parte de sus gastos mensuales en comprar el tinte por mayoreo, porque así ahorra un poco y además previene que no se quede sin el producto antes de que las raíces aparezcan de nuevo. Ella tiñe su cabello cada 15 días, para asegurar que no se note el crecimiento, su cabello brilla y conserva el color intenso. En ocasiones si levanta su peinado, es posible notar también las manchas del tinte en su cuello.

La viejita de casi 80 años que labora haciendo el aseo en casa de unos compañeros, pinta cada uno o dos meses su poco cabello, y aunque es evidente que su cabello ya es totalmente blanco, es simplemente un habito que no puede ni quiere dejar, le aflige mucho que se den cuenta que “ya tiene canas”.

En México aun en tiempos de fuertes crisis económicas, hay una industria que no disminuye sus ventas: la industria cosmética. El consumo de productos de belleza está considerado dentro de la canasta básica, este país es uno de los grandes consumidores de tinte para el cabello, y no solo eso, también es donde se producen para consumo mundial, la empresa L’Oreal líder en la industria de tintes para cabello decidió colocar en el año 2012 su mayor planta de producción mundial en San Luis Potosí.

En todos los estratos sociales se consumen productos que ayuden a “vernos y sentirnos mejor”. La obligación de ser bella y joven esta tan presente en nuestra realidad, que incluso las personas que habitan en las calles llegan a consumir algún producto de belleza o higiene personal, al menos en las grandes ciudades.

Ser bella es simplemente no envejecer

La belleza como construcción social dicta los parámetros que debemos seguir, para ser  exitosas, atractivas y hasta socialmente funcionales y productivas. Uno de los primeros atributos que se nos adjudican a las mujeres es  tener un  cabello hermoso. Desde la infancia las mujeres tendrán que marcar la  diferencia con los hombres a través del cabello, llevándolo más largo que ellos.

El estereotipo seguirá toda la vida: cabello, largo, sedoso, brillante, bien cuidado y por supuesto sin canas,  el modelo universal a seguir es el cabello liso y de preferencia rubio o castaño. Los rizos tampoco están permitidos, la mayoría de las mujeres afros que salen de sus lugares de origen, lo primero que buscan es desvanecer la marca que se los recuerde, el cabello rizado no figura entre los modelos hegemónicos a seguir, salvo en momentos de efímera tendencia. El estilo dominante del cabello es el largo cabello rubio.

El cabello –lo mismo que el cuerpo- nunca debe envejecer, las canas como  manifestación del irreversible paso del tiempo, son enemigas naturales de muchas mujeres. Campañas enteras se han impulsado para combatirlas, las marcas de tintes mas vendidos son aquellos que aseguran desaparecerlas por mas tiempo, lapsos que máximo llega a 20 días. En el caso del “deber ser mujer” hay una sobrevaloración de la juventud y de la esbeltez contrario al ser masculino donde encanecer es símbolo de poder y hasta  de fetichismo sexual.

Si bien, encanecer es una consecuencia del desgaste de las células que pigmentan el cabello, no es un proceso aceptado o reconocido por la sociedad. Es quizá el más denostado, el más negado. Una especie de fracaso estético o una forma de anular el erotismo.Todos los procesos que tienen que ver con el envejecimiento están prohibidos y mal vistos, pero encanecer –y más aun si eres joven- es el peor que te puede pasar,  asumirlo es todavía más catastrófico.

Detesto el aroma del amoniaco

Descubrí mis primeras canas a los 22. Eran tan pocas que un simple corte de cabello las ocultaba, luego se multiplicaron rápidamente, probé un tinte para ocultarlas. Funcionó bien, permanecían discretas por un tiempo aceptable. Luego fueron más frecuentes y evidentes. El tinte seguía funcionando, me daba el lujo de probar tonos y marcas, el gasto era eventual y hasta parecía divertido. Al paso de los años, el ejercicio se hizo más frecuente, lo más desagradable de teñirlo era el aroma. El amoniaco no se va fácilmente del ambiente, a veces  hasta cinco días para dejar de percibirlo.

Luego vino la angustia de las inevitables raíces, el cabello crecía muy rápido y cada vez era necesario teñirlo más seguido para ocultarlas. Era un  cuento de nunca acabar, el día de teñirlo era felicidad por el color y desagrado por el aroma, imposible pasar desapercibido en cualquier sitio cerrado. Cuando el aroma por fin se difuminaba las raíces eran demasiado visibles para disimularlas y entonces había que volver a empezar, el tortuoso ritual se repetía. Pasaba de la tensión a la angustia, evitando las miradas directas a la cabeza, una sensación me perseguía: la de saber que todo el mundo lo notaria en algún momento. Era inútil, la gente lo sabía.

Casi una década de teñido continuo, angustia, gasto monetario, productos q tóxicos  de aromas penetrantes aplicados directo a la piel, los estragos son: la resequedad en el cuero cabelludo y la pérdida paulatina del cabello que puede llegar hasta la calvicie.

Lo intenté varias veces en periodos cortos de tiempo. He cumplido casi dos años sin teñir, asumiendo mi condición genética, o mi envejecimiento que al final es lo mismo, un proceso. He vivido esta transición de mil maneras, desde la alegría  hasta el llanto inesperado. Mi mayor nostalgia no es por tener el cabello gris, sino por haberlo tenido negro. Tuve que cortarlo tres veces para hacer desaparecer el resto de producto químico que mantenía en el. Mi cabello ha vuelto a recuperar su forma y su textura natural, mis rizos casi extintos han vuelto a aparecer, pero ahora son grises.

Mi decisión personal me ha encontrado en buen momento. El cabello gris esta de moda, el hashtag #grayheir es tendencia en varios países, existen infinitas galerías virtuales mostrando los mejores tonos grises, los  salones de belleza ofrecen como novedad logar el color plata en tan solo dos decoloraciones, es un tono de moda entre las celebridades pop. Triste paradoja: el cabello gris teñido es aplaudido, pero si el color es natural hay una desaprobación. Porque no negar las canas es sinónimo de descuido y abandono personal, aunque ciertamente implique todo lo contrario: fuerza y valentía.

En este camino he recibido muchas críticas, agresiones y “recomendaciones”, en México incluso hay un dicho popular que disfraza la burla: “las canas son de ganas”, se asocian a la insatisfacción sexual, a la depresión y a la pobreza: ¿que no te alcanza para un tinte?. En el extremo están quienes lo aplauden pero reviste de un toque mágico el hecho: “tus canas son de bruja”, “es que eres muy sabia”, “tienes más sex appeal” ,“ es la madurez”, y un sin fin de lugares comunes y argucias  para no de reconocer la naturalidad del cuerpo y sus procesos, pero sobre todo, las decisiones personales, la autonomía.

En este camino encontré grupos de autoayuda en Facebook, como si tener canas fuera sinónimo de ser adicta o alcohólica, mujeres de todas partes del mundo han creado sus espacios virtuales de esperanza y acompañamiento, para un momento de la vida  en que se vuelve decisivo  consolidar el carácter y enfrentar al mundo.

En medio de las ganancias millonarias que arroja la industria del tinte en este país, el mas terrible costo no es de salud o  el económico, es el emocional, que arrebata a las mujeres –de todas las edades y clases sociales- su tranquilidad. Los hombres no se quedan atrás de estas normas sociales, jóvenes y viejos también acuden a “la bondad” del color efímero que da el tinte, sin embargo, son la minoría, no hay comparación con las mujeres en relación al consumo, aunque sí a la angustia. Conozco hombres inteligentes y talentosos preocupados por sus canas, como mi querido maestro anarquista que a sus mas de 60 años pretende un negro lustroso en su escasa pero larga cabellera.

La tortura del amoniaco es una realidad para muchas mujeres en todo el mundo, tendremos siempre otra opción: mirar en el espejo nuestra nueva naturaleza, dar la bienvenida a la otra edad y aprender a amar el brillo de lo eterno.

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Referencias en internet

http://mx.fashionnetwork.com/news/L-Oreal-abre-en-Mexico-la-mayor-planta-de-produccion-de-tinte-de-pelo-del-mundo,300691.html#.Wh93RkvzaiY

https://www.profeco.gob.mx/encuesta/brujula/bruj_2012/bol218_pcuidpers.asp

https://www.forbes.com.mx/forbes-life/belleza-lujo-necesario/

https://www.mexicanbusinessweb.mx/106996/mexico-lider-consumo-industria-belleza/

https://www.facebook.com/search/top/?q=salpimentandome

https://www.facebook.com/search/str/yo+me+atrevo+a+lucir+mis+canas/keywords_search

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Brenda Raya (1985) Geógrafa de banqueta, artista de vidrio y papel. Fotografa aficionada y ciclista nocturna.brenda canitas

Cronista urbana en desarrollo. Defensora y promotora de los derechos humanos de las poblaciones callejeras,
ejecuta un proyecto educativo y de alimentación para indigentes en las calles del centro del DF.
Tambien es domadora de leones No tiene blog.
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