por Alexa Lechuga Rodríguez
México, 2021. Mi nombre es Alexa, los años en que se desarrollan las historias cyberpunk que consumía en mi infancia y adolescencia se materializan amenazando nuestros cuerpos, su tecnologización, su libertad y su existencia. El cyberpunk es un género narrativo y estético que recientemente se ha repopularizado, debido a que el momento sociopolítico y tecnológico se acerca de manera trepidosa a las historias que contaban estas historias. Novedosos desarrollos como las redes sociales, los códigos abiertos de sofware y las tecnologías de fabricación aditiva dinamitan las todas las nociones que puedan existir sobre la identidad, su materialidad y su escencia. El estado de malestar social causado por un estado-mercado cuyos intereses destruyen la vida y los cuerpos de una creciente periferia ha contribuido a la reivindicación y glorificación de aquellxs que se levantan contra esta opresión sistemática.
De manera paralela, los gobiernos y sus disidencias tienen enfrentamientos en las calles y en las pantallas de todo el mundo. El auge del cómic como literatura y el premio nóbel Bob Dylan, anticipados por Ray Bradbury, son noticias que recordamos con nostalgia en medio de esta nueva distopía. Es en este escenario que los límites del cuerpo son remodelados de manera constante y sin precedente. El cuerpo, no sólo es un sitio de intervención tecnológica, sino que además las numerosas políticas que le cruzan le convierten en un campo de batalla identitario. Es a través de nuestras prácticas corporales y tecnológicas que se expresa este sitio de acción micropolítica, y es este aspecto el nos inserta en el cyberpunk, en su distopía, pero que también nos ofrece una posibilidad de respuesta, agencia y autodeterminación.
Como señala Karen Cadora, el cyberpunk, como género narrativo, se caracterizó por ser uno de los productos culturales mainstream que apeló al interés académico por sus propuestas trans y posthumanistas que convertían la identidad en algo sumamente mutable. Sin embargo este interés encontró su curso hacia la crítica de las narrativas cyberpunk, señalando la pobre exploración de la identidad y el cuerpo y la celebración del cartesianismo en figuras clave en el género como William Gibson y otros varones blancos. Los esfuerzos por capitalizar de esta nostalgia han sido más bien infructuosos, como lo demuestran los reviews mezclados de “blade runner 2049”, “death, love, and robots”, los intentos por rebootear las sagas Terminator, y Robocop, y el videojuego Cyberpunk 2077, actualmente retirado de PSN store y objeto de acciones legales. Esto evidencia la incompetencia de las grandes corporaciones para entender y representar a esta generación de cyberpunks. En tanto que muchos de estos productos son celebratorios de fantasías reaganistas para la exploración y resistencia identitaria. Este trabajo recoge la experiencia de mi cuerpo y el de otras mujeres trans que crecimos en las periferias de esta narrativa, vigente en la realidad material, pero que dejamos en la obsolecencia no sólo a este género futurista, sino a sus tecnologías de opresión de clase, raza, género. A continuación rescato tres ejemplos, la fabricación aditiva, la construcción de comunidades virtuales y la terapia de reemplazo hormonal.
Los conflictos globales entre la ciudadanía y sus gobiernos demuestran no sólo la pobre representacion política de las personas, sino la necesidad de crear mecanismos de resistencia ante la represión gubernamental. Conflictos como los suscitados en Chile, Hong Kong y Colombia pueden brindarnos aprendizajes sobre la agencia tecnológica, siendo desplegadas técnicas como el uso de señaladores láser para derribar drones de policía y evitar el reconocimiento facial, pero también siendo de suma importancia técnicas y tecnologías de eras anteriores como formaciones de ataque y defensa, el uso de sombrillas como escudo, y la construcción de armas y armaduras. Las tecnologías de fabricación aditiva, impresión 3d, son una forma potencial de resistencia, en tanto que pueden ser utilizadas para la fabricación de diferentes dispositivos antipolicía, como máscaras que eviten el reconocimiento facial, y armaduras poliméricas, y drones de bajo coste, entre otros. Esta misma tecnología, tiene aplicaciones en extremo diversas y diametralmente opuestas como lo es incluso la fabricación de dispositivos médicos, prótesis y órtesis, pero también otras menos obvias pero igualmente importantes, como la manufactura de piezas requeridas en áreas artísticas como el performance o el arte instalación, vitales en la construcción de nuevos imaginarios. Pero a nombre de mi cuerpo trans, lo que más me emocionó es la fabricación de una representación estética fuera de la heteronorma a través de las tecnomamadas que son los anillos, brazaletes, aretes, accesorios y ropa que jamás encontré en mi talla y gusto, ah y un dildo sin que me miren feo. Muerte al CISTEMA!
La soledad es algo con lo que las personas trans solíamos crecer, así como la disforia y un sentimiento de verguenza, que creo que compartimos con otras disidencias del cistema sexo-género. Durante mi infancia en los noventas conocí el internet, de inmediato me atrajo
la idea de que mi cuerpo estuviera detrás de una pantalla. La desmaterialización de la identidad en el cyberespacio es una que abre un diálogo con las características sexo-genéricas asignadas. La avatarización de la identidad en línea, es una forma que permite recodificarnos de forma paralela a nuestra corporalidad y mantener diferentes niveles de anonimato. Esta virtualización de la persona permite la expresión segura de las identidades disidentes de sexo-género, siendo actualmente disponibles foros especializados y aplicaciones de encuentros, así como salas de juego y otras actividades recreativas. Tal vez sea porque nos echaron del espacio público, pero aquí todo el mundo jotea. Adicionalmente, el cyberespacio es un lugar particularmente caracterizado por la apertura de las plataformas de creación de medios, pudiendo observarse la emergencia de fenómenos como el hyperpop, donde las identidades disidentes encontramos cierta representación. La habitación del espacio virtual por las disidencias sexo-génericas está sin embargo acompañada por el riesgo que constituye la presencia de grupos de odio, así como de potenciales abusadores en línea, siendo uno de los mayores retos para la creación de comunidades virtuales. La creación de formas de convivencia y espacios donde nuestras identidades puedan desarrollarse libremente es una prioridad.
La creación de comunidades virtuales y la impresión 3D son áreas donde la agencia tecnológica puede manifestarse como una subversión de la norma capitalista neoliberal, institución respaldada por la biología e incontables saberes científicos a través de los cuales construimos y desarrollamos nuestro lenguaje y discursos. Como señala Monique Wittig, es el pensamiento heterosexual el que constituye y dirige este proyecto. Y su obra maestra el hombre blanco, ejemplar de perfección biológica y moral si es que sólo aún perfeccionable, y su contraparte, la mujer. Aquel ser despreciable y ajeno a la razón, pero venerado por su incalculable valor como madre. Bajo este proyecto, todas las tecnologías, desde la ropa hasta el ciberespacio están marcadas en su habitabilidad por el género binario. A las mujeres se nos relega a tener hijos, y se nos patologiza cuando no podemos tenerlos, a las trans también. Es cierto que la experiencia de una mujer trans no es igual a la de una mujer cis, pero la experiencia de ninguna mujer es igual con otra, trans, cis o no binarix. Las opresiones vividas muchas veces operan de manera distinta, así como los mecanismos normativos y las formas de resistencia en tanto micropolíticas corporales. El cuerpo biológico en el que se basan la ciencia y tecnología modernas, es el primer sitio de acción para estas y es el más sofisticado sitio de acción del cyborg y de control de la mujer. En la práctica, millones de mujeres son patologizadas de manera semiindiscriminada por alteraciones ante las cuales es normativo un tratamiento a base de estrógenos sintéticos. Por otro lado la interrupción de la gestación segura y gratuita es una libertad por la que muchas mujeres luchan a diario, y que en la actualidad se realiza a través de estos mismos estrógenos sintéticos y sus derivados. Mi
cuerpo trans, también es sintético, yo soy sintética porque yo soy mi cuerpo. Hay muchas mujeres trans que no toman hormonas por diversas razones, no puedo hablar por ellas porque yo tomo esas hormonas en mi cuerpo. Como en el cuerpo de todas, mi cuerpo es mi elección.
Mi cuerpo es un hack del proyecto biologicista que disfruto y me brinda felicidad, y la voluntad de hacer algo por otras personas como yo. Disfruto ser mi cuerpo, disfruto ser sintética, disfruto ser un hack.
El cyberpunk, futurismo de posibilidades y desobediencia en la tecnología, queda obsoleto ante mi cuerpo trans. Mi cuerpo trans se ha redibujado más allá de lo que creí natural y tecnológicamente posible. Mi cuerpo me da forma y yo doy forma a mi cuerpo. Lo sintético y
lo natural se han borrado en mi cuerpo. Soy una y soy miles, todas conectadas, soy una y soy legión. El hombre y la mujer se descodifican en mi cuerpo, en tanto discurso como materialidad. Mi cuerpo trans es un sitio de resistencia y desobediencia tecnológica. Yo soy mi cuerpo trans. Amo mi cuerpo trans.
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Alexa Lechuga Rodríguez. Soy una mujer trans neurodivergente, con discapacidad motora. Me gusta hacer y cuidar de mis amigxs. Médica general, maestrante en estudios de género.