por Zoé Adam
Si recordamos a Virginia Woolf, una cámara propia es un lugar donde una mujer puede crear su identidad, es decir un lugar privado, íntimo, hecho para que una se represente y se invente. Una cámara cerrada ante las violencias de género del mundo.
Si escuchamos a Roland Barthes, la cámara lúcida es otro dispositivo que permite pintar el mundo de la manera más fiel posible al “real”, al “natural”, términos que deben entenderse aquí como “lo tangible”. En La Cámara lúcida, obra epónima publicada en 1980, Barthes relaciona el sistema renacentista de representación del mundo con la aparición de la fotografía: ambos capturan la luz para representar las cosas, ambos funcionan con una cámara, y ambos van contestando al deseo de reproducir una copia exacta del mundo. De hecho, con su representación tan realista de las cosas, la fotografía provocó una verdadera crisis de la pintura: desde aquel entonces, su papel no pudo ser más el de reproducir el mundo.
En cuanto a Donna Haraway, ella no habla de cámara. De toda la complejidad de su ser cyborg, mantendré aquí la idea de desdibujar las fronteras, más particularmente entre lo real y lo irreal así como la de mezclar lo humano con la tecnología hasta una nueva identidad. Mezclando sendos conceptos, podemos llegar a una definición cyborg de algunas identidades y prácticas fuera de las normas de género.
En 1928, Claude Cahun realizó su Autorretrato con espejo. En esta fotografía, se ve a la artista con un corte de pelo muy “masculino” y con una chaqueta a cuadros, con la cara rozando un espejo. Así, se ve a la artista y a su doble. Sí que la artista es lesbiana, y sí que eso importa. A través de sus autorretratos, Claude Cahun expresa una identidad alternativa: lesbiana, masculina, y a veces también femenina. Su identidad es ante todo una mascarada que va viajando sucesivamente entre distintos géneros y personajes. Claude Cahun vivió sus identidades día tras día, llevando sus máscaras por la calle. Entonces, el dispositivo fotográfico le permite dar mayor existencia a su identidad transfeminista. La sucesión de autorretratos debe verse como un todo continuo, da una memoria a la fluidez de su identidad. La obra fotográfica de Cahun es el único testigo para saber, hoy en día, lo que fue su existencia.
Ahora, cabe relacionar todo aquello con las ideas de Roland Barthes. El instante fotográfico permite decir “eso ha sido”. La relatividad de esta afirmación no oculta el hecho de que la creencia del espectador delante de una fotografía, su primer pensamiento, no es más que el “eso ha sido”. Sí que eso existió en un momento pasado, y sí que eso fue lo “real”. Es cierto que prácticas como los fotomontajes no representan una acción vivida. En cambio, sí que representan y encarnan cierto real, no tangible, sino que gozan de su existencia alternativa. Entonces, para volver a Claude Cahun, la dimensión genderfluid de su existencia depende en cierto sentido de la tecnología y de la cámara fotográfica. Las fronteras del género se encuentran desdibujadas por la tecnología y la fotografía… Aquí está el principio de una existencia cyborg, una dimensión más allá de lo tangible, más complejo que la mera realidad del cotidiano.
Pero no sólo la identidad pone de relieve un proceso y una existencia cyborgs (¿pueden confundirse ambos conceptos?), sino también su relación con Suzanne Malherbe. La fotografía necesita un sujeto retratado, y también a alguien que manipule el objetivo, que elija el momento y que vea la escena que estará memorizada. Detrás de la fotografía, se revela su amante. Se podría hablar de una relación lesbiana en “negativo”, sobreentendida por el mecanismo fotográfico. Porque la historia guarda el silencio sobre el hecho de que las fotografías de Cahun son el resultado de un trabajo común con Suzanne Malherbe, la obra resultado de ambas personas. La tecnología, de manera sutil, permite dar una representación de una relación afectiva/sexual desviante de lo hetero-hegemónico. Una representación cyborg.
Otro ejemplo permite echar un vistazo sobre las posibilidades cyborgs dentro de las relaciones. Con respecto a ello, es reveladora una de las performances de María Llopis ya que da muchos pasos adelante a las prácticas de Cahun. En 2011, para Meat/ing in the internet, María Llopis hizo sexo en línea y en público, con otras personas vía unawebcam. Se trataba de representar a la vez actos sexuales en línea, y también de reflexionar sobre el post/porno y su economía, produciendo y consumiendo porno en un mismo instante. La interactividad es la característica sine qua non del web 2.0. Esta misma interactividad sirve para dar a luz a nuevas formas de sexualidades y nuevas prácticas que no podrían ser sin la tecnología. El Internet es el médium cyborg que da lugar a nuevos espacios y a nuevas posibilidades, a realidades alternativas y subversivas, y, en resumidas cuentas a realidades cyborgs. Se desdibujan los límites del tangible, se “in-definen” las fronteras entre lo tecnológico y lo humano, entre lo identitario y lo protésico.
Lo cierto es que Donna Haraway no podía adivinar las evoluciones de la tecnología. Por lo tanto, las aplicaciones y los ejemplos de vidas cyborgs, las relaciones cyborgs o prácticas cyborgs son numerosas. Desde el dildo con componentes electrónicos, pasando por una prótesis dental hasta las modificaciones corporales de la artista Orlan; desde unas prácticas cyborgs en línea hasta unas vidas híbridas, los posibles abiertos por la tecnología son infinitos y permiten volver a politizar/pensar/imaginar nuevos cuerpos y nuevos cotidianos… En pocas palabras, nuevas vidas fuera de los conceptos binarios. A ver hasta qué punto la consciencia de un@ consigo mism@, en cada uno de sus actos y pensamientos, permite llegar a una vida mezclada con lo artístico. A ver también porque sigue tratándose de borrar las fronteras para abrir los posibles de la identidad y del pensamiento, cómo una estética de la existencia (para citar a Foucault) podría definirse en términos de vida cyborg.
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Zoé Adam es una estudiante francesa en Doctorado de Historia del Arte bajo la dirección de Dra. Marie-Hélène Bourcier cuyas investigaciones hacen hincapié en las cruces entre el activismo queer, las prácticas artísticas y la vida cotidiana.