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Hombres cabales. Entrevista con Martín de la Cruz López Moya.

por Ivelin Meza

El estudio de las masculinidades en México es todavía un tema por demás ausente en la información cotidiana sobre género. En el Distrito Federal, por ejemplo, las políticas que promueven el respeto y la igualdad devienen, las más de las veces, en parches que fomentan la victimización y criminalización que dicen mejorar la convivencia social, pero perpetúan las divisiones. De ahí la importancia del trabajo de Martín de la Cruz López Moya, a quien busqué cuando supe la existencia de su libro “Hacerse hombres cabales: masculinidad entre tojolabales”.

Un intercambio de correos valió para que aceptara ser entrevistado vía internet, ya que reside en Chiapas. Sencillo y de voz agradable, tuvimos una charla breve y amena.

Esta investigación comenzó alrededor de 1997 a raíz de un programa de salud reproductiva tema en esos momentos de moda en la región tojolabal1. En este programa me percaté que el tener hijos era un acontecimiento de gran relevancia para las comunidades. A pesar ello, se me hizo peculiar que cuando había dificultades en la concepción, todo el conocimiento médico local se vertía hacia la tarea de restablecer la fecundidad de la mujer, asumiendo el problema como propio de ella y obviando la posibilidad de infertilidad en el varón. Pero, además, otra particularidad dentro de este contexto era el precio de los nacimientos: cuando nacía un niño, el coste de la partera era más elevado que cuando nacía una niña”.

En el contexto en que trabajó Martín de la Cruz -las comunidades de Las Cañadas, Las Margaritas y Comitán, en Chiapas-, el hombre cabal es definido por las representaciones de su cuerpo y pensamiento. Por un lado, el cuerpo debe estar completo y pleno en sus funciones: tener una dinámica heterosexual, ser capaz de procrear y ser consecuente en las prácticas de vida cotidiana, como el matrimonio: “Es una prescripción, un acuerdo social que un hombre debe casarse (buscar a la mujer, cortejarle y hacerla su esposa), lo cual no difiere en mucho en otros contextos culturales, urbanos y en otras sociedades”.

Por otro lado, su pensamiento debe ser cabal: “representar a su familia, mediar ante la sociedad (desde el médico y las autoridades hasta el cura, por lo cual tiene que hablar fluidamente español) y tener la capacidad de mando, pues es la autoridad”.

No obstante, hace énfasis en que ese hombre cabal, siempre está en construcción:“Nunca está determinado y por eso es preciso especificar que mi estudio sobre las masculinidades se construyó a partir del registro etnográfico y observación de campos de interacción, para evitar reproducirlo como estereotipo de las comunidades campesinas o tojolabales. Lo conveniente es mostrar que en ese campo de relaciones analizadas se construye un modelo de representación dominante de masculinidad porque es la que da contenido y forma a las relaciones cotidianas, pero no debe verse como la única. Hay marcos más amplios que delimitan la hombría o virilidad, inscritos en los propios ámbitos religiosos, en los medios de comunicación, la escuela, la iglesia, el trabajo, en los cuales negocian y se inscriben modelos dominantes de masculinidad más generales”.

Es precisamente por eso que el maestro Martín de la Cruz hace énfasis en la necesidad de que su trabajo sea visto desde el orden antropológico, ya que no busca decir verdades sino “aproximarse a un fenómeno, es interpretativo y de carácter etnográfico”. Pero además ve la masculinidad como un proceso relacional que se construye con el trato cotidiano, multidimensional ya que varios campos convergen para construir sus modelos, como el religioso, el económico, laboral, las relaciones de pareja, etcétera, histórico pues cambia de sociedad en sociedad, de generación en generación, de lugar en lugar, incluso en la trayectoria de vida de las personas, y situacional, pues se activan maneras de relacionarse de acuerdo a los contextos en que se encuentran.

En este sentido, la especificidad de la definición tojolabal, es meramente una forma de ubicar su investigación:“No hablo de indígenas sino de tojolabales pues los indígenas no son un todo homogéneo, tienen distintas calidades y modos de vida, diferentes costumbres, incluso dependiendo de sus inclinaciones religiosas o políticas. Los estudios de género deben hacerse respetando las particularidades para, por ejemplo, crear políticas públicas congruentes con las diversidades y contextos sin pretender definir un estereotipo dentro de la comunidad.

Es necesario ponderar la diversidad humana, superar la categoría del hombre o indígena o mujer, ya que es una expectativa social y exigencia incluso de las propias mujeres, quienes participan de las formas de dominación masculina. En las comunidades mismas, las suegras, abuelas, parteras tienen más jerarquía, asumen relaciones de poder que se construyen por exigencias sociales.

Hay un imaginario colectivo que construye modelos de representación de los cuales todos participamos, aunque las mujeres sean las más vulneradas. Por ejemplo, en cuanto a los tojolabales, hay situaciones que ponen en prueba al hombre cabal. El jokwanel (rapto) exige al hombre robarse a la mujer violentamente para hacerla su esposa. Sin embargo, muchas de las veces es un rapto negociado, simulado, a veces porque las formas tradicionales católicas de contraer matrimonio son lentas y costosas, o no hay forma de pagar una dote, por lo cual se actúa el acontecimiento. En este proceso, las mujeres cercanas pueden colaborar al rapto (amigas, hermanas, la madre), ya que es una imposición social de la comunidad aunque pueda resultar en algo precario y vergonzoso para el hombre si, por ejemplo, la mujer es más fuerte que él y se defiende”.

Y habla sobre la importancia de las masculinidades: “El tema de las masculinidades es relevante porque hay que tomar en cuenta que el género es una construcción cultural, independientemente de si se es hombre o mujer. Es un campo de conocimiento que se tiene que trabajar porque se da mucho por sentado, tanto desde el punto de vista de la investigación social, como del sentido común en las relaciones cotidianas. Muchas veces se consideran las diferencias como si fueran asuntos naturales, lo cual invisibiliza modos de vida en los cuales puede haber mucha violencia tanto para hombres como para mujeres.

Hace falta ver a las personas como personas, ponderar la condición humana, independientemente de que sean indígenas, hombre o mujeres, lo cual nos ayudaría a romper con estereotipos. No es lo mismo ver a alguien como indígena/mujer, que como persona, como seres humanos que sufren, gozan, ríen.

El ejemplo del libro sirve para cuestionar estas maneras dominantes que existen en cualquier contexto porque esto del hombre cabal se puede traspolar a otros lugares, no tanto con ese adjetivo pero sí como modelos dominantes del ser hombre. Existe una gran necesidad de trabajar en estos campos desde una posición menos desideologizada, por ejemplo, como dice Chandra Mohanti, el feminismo occidental ha querido ver a las mujeres del tercer mundo como un grupo homogéneo, cerrado y sin historia. Si nosotros seguimos con este esquema, solamente reproducimos un mismo discurso y creamos unos estereotipos de victimización.

Me parece que el estudio de las masculinidades debe desarrollarse tomando en cuenta la diversidad de las personas, concretamente, porque es bien fácil dirigir políticas desde esquemas muy generalizantes. Hay que analizar y ver que tanto la categoría de hombre como el de mujer siempre van a estar en proceso y que van a haber muchas maneras de ser. Hay que dejar de clasificarnos simplemente como hombres y mujeres pues es como reducirnos a esos grandes grupos e ignorar que cada persona es muy particular”.

Casi al terminar la charla, Martín de la Cruz me reitera la necesidad de que su trabajo se vea ajeno a los estereotipos con que a veces nos acercamos a los hablantes de lenguas indígenas, inclusive por la forma metodológica de su elaboración “replicable a cualquier sociedad”. Aclarado lo anterior, pregunto si tiene algún otro proyecto en puerta relacionado con los estudios de género.

Sí varios, aunque últimamente he tenido otros temas de trabajo. He migrado de las masculinidades a la antropología de la música, por lo que he estado viendo la conexión entre masculinidad, música y sexualidad: cómo se construye la subjetividad masculina y la sexualidad a partir de ciertos gustos musicales”.

Así que, mientras espero su próxima investigación, les recomiendo que lean la reseña de su libro, publicada aquí mismo.

1Etnia que habita en la zona centro oriental del estado Chiapas, México

[box type=»shadow» align=»aligncenter» ]Martín de la Cruz López Moya es sociólogo y maestro en antropología social por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, con estudios de doctorado en el área de Comunicación y Política de la Universidad Autónoma Metropolitana.
Desde el año dos mil se desempeña como investigador y profesor de posgrado en el Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (CESMECA-UNICACH). Participa en el cuerpo académico “Sociedad y Cultura en Fronteras” en la Línea de Investigación “Globalización y Culturas Urbanas”. Cuenta con el reconocimiento como Investigador Científico Nivel II por el Sistema Estatal de Investigadores en Chiapas.
Entre sus publicaciones destaca el libro: “Hacerse hombres cabales. Masculinidad entre tojolabales”, editado por el CIESAS y la UNICACH y varios artículos y capítulos de libro donde aborda, desde una perspectiva antropológica, las expresiones de la música popular en Chiapas; publicados en revistas y libros arbitrados, de manera individual o en coautoría. Actualmente coordina el proyecto de investigación colectivo “Consumo Cultural e Imaginarios Urbanos en el Sur de México y Centroamérica”.
Contacto: martindelacruzl@yahoo.com.mx [/box]

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